miércoles, 12 de agosto de 2015

IMÁGENES DE SAN JOSÉ

















































SÚPLICA A SAN JOSÉ: ACORDAOS


SÚPLICA A SAN JOSÉ:
ACORDAOS

Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María y amable protector mío San José, que jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro poder, ya que ejercisteis con Jesús el cargo de Padre, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a Vos con todo fervor. No desechéis mis súplicas, antes bien acogedlas propicio y dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén.

martes, 11 de agosto de 2015

SÚPLICA A LA VIRGEN MARÍA PARA SER BUEN CRISTIANO


SÚPLICA A LA VIRGEN MARÍA
PARA SER BUEN CRISTIANO
(San Efrén)



Santísima Señora, Madre de Dios; tú eres la más pura de alma y cuerpo, que vives más allá de toda pureza, de toda castidad, de toda virginidad; la única morada de toda la gracia del Espíritu Santo; que sobrepasas incomparablemente a las potencias espirituales en pureza, en santidad de alma y cuerpo; mírame culpable, impuro, manchado en el alma y en el cuerpo por los vicios de mi vida impura y llena de pecado; purifica mi espíritu de sus pasiones; santifica y encamina mis pensamientos errantes y ciegos; regula y dirige mis sentidos; líbrame de la detestable e infame tiranía de las inclinaciones y pasiones impuras; anula en mí el imperio de mi pecado; da la sabiduría y el discernimiento a mi espíritu en tinieblas, miserable, para que me corrija de mis faltas y de mis caídas, y así, libre de las tinieblas del pecado, sea hallado digno de glorificarte, de cantarte libremente, verdadera madre de la verdadera Luz, Cristo Dios nuestro. Pues sólo con Él y por Él eres bendita y glorificada por toda criatura, invisible y visible, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

LOS PARIENTES DE JESÚS



Los parientes de Jesús

He aquí mi madre y a mis parientes. El que hace la voluntad de Dios ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. 


Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net 



Jesús vivió muchos años en Nazaret hasta el comienzo de su vida pública. Sus relaciones familiares no se reducían a María y José, sino que se extendían a los parientes de ambos. El sistema familiar entonces existente era muy amplio, se aproximaba al sistema de tribus; de hecho cuando se manda el censo deben acudir a la ciudad de David. Cuentan mucho las raíces tribales de cada uno, en este caso la de Judá, que es de donde provenía David diez siglos antes. En la práctica los lazos entre los familares más próximos era muy estrechos, hasta en el lenguaje se llama hermanos a los que nosotros llamamos primos y parientes.
Cuando Jesús se manifiesta en Nazaret como Mesías la sorpresa entre sus convecinos y parientes fue grande, puesto que no habían notado nada extraño o extraordinario en él. Sus familiares tuvieron que tomar posición ante Jesús como Mesías; es muy posible que entre ellos se diese una división parecida a la que se dio entre los demás nazarenos.
Jesús ya tenía fama en toda Galilea y enseñaba en las sinagogas de toda la región, había comenzado a hacer milagros, el Bautista había dado testimonio público de él, cuando por fín llega a Nazaret y en la sinagoga se manifiesta como el Mesías: Llegó a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró en la sinagoga el sábado, y se levantó a leer. Entonces le entregaron el libro del Profeta Isaías, y abriendo el libro encontró el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado para anunciar la redención a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para promulgar el año de gracia del Señor. Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro, y se sentó. Todos en la sinagoga tenían fijos los ojos en él. (Lc 4,16-20)
Podemos imaginar el silencio, la atención y el pensamiento de los que estaban allí. Los más mayores le habían visto durante treinta años como uno más junto a sus hijos, nada extraordinario había hecho, ni siquiera había asistido a las escuelas rabínicas más importantes, era un artesano como los demás, era el hijo de José, que había muerto hacia poco tiempo, su madre estaba viviendo en el pueblo. Sus parientes tendrían si cabe una sorpresa mayor que los demás, porque le conocían más. Sabían lo bueno que era, pero nunca les había manifestado nada respecto a su mesianidad, ni siquiera tendencias proféticas, era normal como ellos. Entonces Jesús empieza a hablar y sus palabras les llenaron de estupor, pues dijo: Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oir (Lc 4,21). La conmoción debió ser grande, pues se declaraba el Ungido de Dios, el Cristo, el Mesías anunciado por los profetas.
La sorpresa de los presentes la narran los evangelistas con expresiones contrarias. De entrada nos dicen que todos daban testimonio en favor de él, y se admiraban de las palabras de gracia que procedían de su boca (Lc 4,22) o que quedaron llenos de admiración (Mt 13,54; Mc 6,2). Pero enseguida aparecen reacciones opuestas, sus familiares piensan que le conocen y no entienden de donde le venía aquel modo sabio de hablar: ¿De dónde le viene a éste esta sabiduría y los milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre, y sus parientes Santiago, José, Simón y Judas? Y sus parientes no están todas entre nosotros? Pues ¿de dónde le viene ésto?(Mt 13.54-57; Mc 6,2-3)
Lo más lógico es que, si no encontraban una explicación natural a su sabiduría ni a sus milagros, existiese una explicación sobrenatural; pero no les resulta fácil creer que uno de los suyos fuese el Mesías. Y se dividieron entre ellos. La mayoría se escandalizaba de él, otros le pedían milagros con incredulidad. Algunos como Santiago y Judas Tadeo creyeron en él y se contarán entre sus Apóstoles, también su madre cree y estará con las santas mujeres al pie de la cruz. Pero la mayoría se enfureció contra Jesús lo arrojaron de la ciudad, y lo llevaron a la cumbre de la montaña sobre la que estaba edificada para despeñarle. Pero él pasando por medio de ellos, seguía su camino (Lc 4,28-30). Marcos escribe que antes no podía hacer allí ningún milagro, sino que impuso las manos a unos pocos enfermos y los curó.
Jesús se maravillaba de su incredulidad. Una frase del Señor la refleja y ha pasado a ser una sentencia de valor universal: Un profeta sólo es menospreciado en su patria, entre sus parientes y familia (Mc 6,4; Mt 13,57; Lc 4,24).
La escena de Nazaret es fuerte. Los amigos del Señor, la mayoría de los que han convivido con él y sus parientes no le comprenden, e incluso le expulsan de la ciudad hasta el punto de que algunos exaltados quieren matarle. Es un preludio del rechazo que recibirá en Jerusalén y su muerte en la Cruz. La conducta de los nazarenos manifiesta algo común a todo hombre: resulta difícil superar los esquemas humanos acostumbrados. Los nazarenos y los parientes de Jesús no se sienten con fuerzas para dar el salto de fe necesario para creer que uno de ellos es el Mesías. Es lógico que en el Corazón de Jesús se dé un dolor no pequeño al ver tan poco amor en aquellos a los que quiere de una manera especial. María Santísima también sufriría de un modo intenso; Ella tuvo que permanecer allí cuando se marcha Jesús y recibiría las recriminaciones de los que no entienden a su Hijo: "¿Cómo dejas hacer ésto a tu hijo?", o "dile que se deje de delirios y mándale que vuelva a la vida normal". Es muy posible también que muchos pensasen que se les podía complicar la vida pues era previsible la oposición de los fariseos y de los importantes de Israel.
Más adelante al verle entregarse sin reserva a la gente que acudía a él de todas partes dirán que está loco, así lo cuenta Marcos: Entonces llega a casa; y se vuelve a juntar la muchedumbre, de manera que no podían ni siquiera comer. Al enterarse sus parientes fueron a llevárselo, porque decían que había perdido el juicio (Mt 3,20). Curiosa manera de entender el amor y la generosidad, que revela su cortedad de miras y, sobre todo, su falta de fe en Jesús. No les bastaban sus palabras llenas de sabiduría, ni lo que decían los profetas, ni tan siquiera los milagros abundantes de la primera época; nada les remueve y permanecen en su incredulidad y en su testarudez.
En otra ocasión la presencia de sus parientes y su misma madre permite a Jesús dar doctrina sobre los lazos familares y los de la fe.
Ocurrió así:Vinieron su madre y sus parientes; se quedaron fuera y le enviaron un recado para avisarle. Estaba la gente sentada alrededor de él y le dijeron: "Tu madre y tus parientes están fuera y te buscan: Y les respondió: ¿Quién es mi madre y mis parientes? Y, dirigiendo una mirada a los que estaban sentados alrededor de él dijo: He aquí mi madre y a mis parientes. El que hace la voluntad de Dios ése es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mc 3,31-35; Mt 12.46-50; Lc 8, 19-21). Dios es lo primero en todo, hasta tal punto que antecede incluso al amor familiar, la fe es un vínculo más fuerte que el de la sangre pues une con Dios. Esto no quiere decir que los víncu los familiares pierdan importancia sino que se refuerzan, pues el amor natural es elevado y se hace más puro, más entero y más desinteresado, es un amor mejor como veíamos en otra meditación.
Pero volvamos al caso de los parientes del Señor. Su dificultad para creer, e incluso su oposición, es un aviso para superar esquemas mentales demasiado estrechos y una llamada para estar abiertos a los planes divinos. Su actitud permite mirar a los demás con una cierta capacidad de asombro: ¡quizá estoy conviviendo con un gran santo!, así se evitan incomprensiones o envidias ocultas que lleven a cortar las alas a amigos o parientes que tienen ambiciones de cosas grandes.
Pero la sentencia del Señor es válida para todos los tiempos y conviene no olvidarla. Se ha consagrado como sentencia popular al decir: Nadie es profeta en su tierra.. Es frecuente que con el paso del tiempo se valoren los profetas o santos antes rechazados, incluso los mismos parientes que no les comprendieron se alegren de la entrega y la generosidad de aquellos que al principio no entendían. Ironías de la vida…. Aquí es bueno avisar a los que quieren ser santos para que no se extrañen de la incomprensión de sus seres queridos; a los demás es bueno pedirles que amplíen su horizonte mental.

IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA CON MENSAJES









RINCÓN DE SOLEDAD


Rincón de soledad 
Rafael Ángel Marañón




En mi rincón de soledad sombrío,
Acude a ti mi corazón adolorido,
Y estalla en un clamor el pecho mío,
Pues tú eres mi calor y eres mi nido. 

Me punzan tus rodillas vacilantes, 
Subiendo por la cuesta del calvario, 
El cuerpo estremecido y el semblante 
Turbado en su tormento solitario. 

Tanto dolor y tanta humillación
Para salvar al mundo perdulario,
Y tú María ofreces salvación, 
Por la cruz que se eleva en el Calvario. 

Lloras tu pena y callas tu lamento,
Y esperas que se cumpla la promesa,
Mas solo ves un sórdido tormento,
Y el implacable triunfo de la huesa. 

Suena el terrible golpe del martillo
Hiriendo el corazón ya desolado,
Con siniestro y patético estribillo
Que deja al fin ya todo consumado. 

A ti, madre, que sufres en silencio
Tu parte en la divina redención, 
Te ofrendo mi respeto, y reverencio
Tu pena, tu dolor y tu pasión.

lunes, 10 de agosto de 2015

PENSAMIENTOS MARIANOS 92


PENSAMIENTOS MARIANOS



“a Jesús por María, porque hay que respetar el plan divino” Cardenal Mercier.

A Jesús siempre se va y se "vuelve" por María. San Josemaría Escrivá de Balaguer

A María, nuestra Madre, le demostraremos nuestro amor trabajando por su Hijo Jesús, con Él y para Él. Madre Teresa de Calcuta

«A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María»  San Luis María Grignon de Monfort

Acuérdate, acuérdate, dulce, escogida Reina, que tienes de nosotros, los hombres pecadores, toda tu dignidad. ¿Cómo te llamarías Madre de la gracia y la misericordia a no ser por nuestra miseria que necesita de gracia y de misericordia.  Miguel de Unamuno

Alabadle, hijas mías, que lo sois de esta Señora verdaderamente; y así no tenéis para qué os afrentar de que sea yo ruin, pues tenéis tan buena madre. Imitadla y considerad qué tal, debe ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por patrona. Santa Teresa de Jesús

Amad, honrad, servid a María. Procurad hacerla conocer, amar y honrar por los demás. No sólo no perecerá un hijo que haya honrado a esta madre, sino que podrá aspirar también a una gran corona en el cielo. San Juan Bosco

Amo a los que me aman, y el que me busca me hallará. Prov 8, 17

Amor, ternura, abnegación, sacrificio, todo esto es madre. Y todo esto es para nosotros María. Mn. Josep Comerma

Antes de morir Jesús ofrece al apóstol Juan aquello más precioso que posee: su Madre, María, quien «a los pies de la Cruz, en Juan, acoge en su corazón a toda la humanidad». Juan Pablo II

PERDONARSE A UNO MISMO


Perdonarse a uno mismo
Pasarse la vida dando vueltas a los propios errores suele ser señal de un orgullo más refinado y destructivo


Por: Alfonso Aguiló | Fuente: Interrogantes 




Todos sabemos que, muchas veces, perdonar es difícil. Pero quizá para algunos sea especialmente difícil perdonarse a uno mismo. Y están tristes porque no se perdonan sus propios fracasos, porque alimentan sus errores dándoles vueltas en su memoria, porque parece que se empeñan en mantener abiertas sus propias heridas. Son como cadenas que se ponen a sí mismos, cárceles en las que se encierran voluntariamente.

A lo mejor están tristes y sienten dentro del corazón como una especie de lanzada que les amarga la existencia, porque cargan con una responsabilidad que no les corresponde, por un fracaso que no es suyo, al menos en su totalidad.

Sucede a veces, por ejemplo, con la educación de los hijos. Unas veces se falla porque se hace mal, otras porque hay circunstancias ajenas que lo estropean sin culpa de los padres, y otras simplemente porque los hijos son libres. En cualquier caso, la solución nunca es dejarse consumir por la tristeza, sino rectificar en lo posible el rumbo, procurar aprender, intentar recuperar el terreno que se haya perdido, mirar al futuro con esperanza.

La falta de perdón para uno mismo suele generar tristeza, y una y otra tienen su origen en el orgullo. Y así como el orgullo del que es simplemente vanidoso, o de quien está pagado de sí mismo, es el más corriente y menos peligroso; en cambio, pasarse la vida dando vueltas a los propios errores suele ser señal de un orgullo más refinado y destructivo.

Es preciso aprender a aceptarse serenamente a uno mismo. Aceptarse, que nada tiene que ver con una claudicación en la inevitable lucha que siempre acompaña a toda vida bien planteada, sino que es encontrar un sensato equilibrio entre exigirse y comprenderse a uno mismo.

Conociéndose un poco es fácil saber cómo hacer frente a esos desánimos que acompañan a los propios errores y fracasos. Son instantes de hundimiento y de desazón, bajones de ánimo que pretenden ganarnos la partida de la vida.

Conviene pararse a pensar en las razones que los producen. A veces nos avergonzará ver cómo pueden desanimarnos contratiempos tan tontos; cómo cosas de tan poca importancia pueden hacernos pasar de la euforia al abatimiento, o viceversa, de forma tan rápida. Para superarlos, conviene hacer un esfuerzo de reflexión, un serio intento para ser objetivo, para ver cómo alejar esas sombras de pesimismo que asaltan inadvertidamente a todos y que tantas veces no dejan ver la cara soleada de la vida
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