miércoles, 22 de febrero de 2017

ES MARAVILLOSO, SEÑOR


Es maravilloso, Señor



“Empezar a dar gracias a Dios invita a descubrir sus dones, y cuanto más se busca, más se encuentra. Es como recoger flores en un prado: no se ha concluido de cortar una flor, cuando otra se presenta más hermosa” (A. Gasparino).

Es maravilloso, Señor, tener mis brazos perfectos, cuando hay tantos mutilados. Mis ojos miran, cuando tantos no tienen luz. Mi voz canta, cuando otros enmudecen. Mis manos trabajan, cuando tantos mendigan. Es maravilloso, Señor, volver a casa, cuando otros no tienen dónde ir. Es bueno sonreír, amar, soñar, vivir, cuando tantos odian y mueren. Es maravilloso, Señor, tener un Dios para creer, cuando tantos no creen. Es maravilloso, Señor, tener tan poco que pedir y tanto que agradecer.

“Vivir dando gracias a Dios” (san Pablo), te ayuda a relacionarte con él de una forma muy concreta, descubriendo los dones que te regala a cada paso. Por otra parte es una oración que te ensancha el corazón y descansa tu mente. Si tienes alguna dificultad, ¿por qué no ensayas escribir brevemente los motivos de tu gratitud? El Señor te bendiga.


* Enviado por el P. Natalio

CARNAVAL O CUARESMA?


¿Carnaval o cuaresma?
De carnaval parecen algunos que desdicen de la dignidad con la que debería conducirse una persona humana


Por: Marcelino de Andrés y Juan Pablo Ledesma | Fuente: Catholic.net 




Tiempo atrás (aunque no mucho) había gente que celebraba ambas cosas: el Carnaval y la Cuaresma. Sin embargo, lo hacían muy a su manera. En carnaval: máscaras, narices y bocas postizas. En cuaresma: compostura, devociones y cara mustia, pero quizá igual de postizas. Hasta resultaba difícil saber cuándo habían logrado disfrazarse mejor...

Ciertas personas vivían tres días siendo, al cien por ciento, lo que de verdad eran. Y luego, durante cuarenta días, se dedicaban a fingir lo que en realidad no eran. Durante el carnaval, actuaban con un poco -o bastante- desenfreno, ocultando tras una máscara la vergüenza que les ponía al rojo los mofletes. En la cuaresma lograban dar la impresión de penitencia y religiosidad sinceras al andar medio cabizbajos en “ayunas”, al echarse encima la mantilla negra, o al sacar de vez en cuando el rosario a tomar el aire. Así que, en cuaresma, sin esconderse detrás de una careta, andaban igual de enmascarados que en carnaval, pero aparentando lo que no eran. Y, curiosamente, por esa hipocresía no parecían sonrojarse demasiado.

Hoy día, aunque lo de tiempo atrás no es todavía agua pasada y se siguen celebrando las dos, la cosa ha cambiado ligeramente. Da la impresión de que ahora algunas personas viven en un carnaval más o menos continuo. Carnaval en Adviento, en Navidad, en tiempo ordinario, en Semana Santa, en Pascua y, por supuesto, también en Cuaresma. Lo que antes algunos y algunas se permitían sólo en los tres días de carnaval, hoy otros y otras se lo conceden más habitualmente como lo más normal del mundo. Claro, es lo que se lleva ahora, lo que todos hacen... Van -o mejor dicho- se dejan ir con la corriente.

Sí, realmente parecen de carnaval las pintas que ahora lucen algunos jóvenes. Parecen de carnaval esas cabezas con rapes y tonalidades a lo Miró; esas chamarras de cuero negro con más cadenas que el Fantasma de Canterville; esos rostros con más aretes que el logotipo de los juegos olímpicos. Y de carnaval, además, parecen algunos de sus comportamientos, que desdicen de la dignidad con la que debería conducirse una persona humana.

Podríamos decir que también carnaval es cuando uno, con o sin carátula, no es lo que debería ser. Carnaval es cada vez que un hijo no es buen hijo, cada vez que unos padres no son buenos padres, cada vez que dos novios no actúan como tales. Carnaval es cada vez que, en su actuar, un hombre es algo menos que hombre y una mujer algo menos que mujer.

Tristemente, hay gente que vive como en un carnaval sostenido, digamos en do menor.

Y entonces ¿a qué se dedica esa pobre gente en los días de carnaval? Muy sencillo. Los famosos tres días de carnaval viven el carnaval ordinario, pero a tope, a la enésima potencia. Carnaval sostenido, por tres días -con sus noches-, pero en do mayor. Carnaval a lo grande. Carnaval extra-concentrado. Carnaval, carnaval. Tres días de careta sobre la careta incorporada que ya llevaban, para seguir haciendo lo mismo, pero con evidentes excesos.

Menos mal, sin embargo, que a pesar de todo, hoy sigue habiendo montones de gente que vive el triduo de carnaval en modo diverso. Sigue habiendo muchas personas que, esos tres días, se atreven a nadar contra corriente. Menos mal que hay hombres y mujeres que se esfuerzan, también durante el carnaval, por ser y respetar lo que de verdad son, dominando sus pasiones desordenadas y bajos instintos.

Menos mal que aún hay bastantes seres humanos que se saben cristianos, se dicen cristianos y no les da vergüenza vivir como tales, incluso los días de carnaval. Son gente que no necesita quitarse ni ponerse careta alguna. No tienen que ocultar nada. Gente extraordinaria, pero que no va hacer noticia esos tres días, ni tampoco los 362 restantes del año. Claro, esas noticias incomodan. Porque siempre incomoda toparse con alguien que va contra corriente.

Menos mal que aún hoy podemos apreciar el milagro de cientos y miles de personas (también muchos jóvenes) -dentro y fuera de conventos y seminarios- que pasan esos tres días, por turnos, en adoración de rodillas ante el Santísimo Sacramento. Y lo hacen explícitamente para desagraviar al Corazón de Cristo por toda la basura y miseria de pecado e infamia que en el mundo se le está escupiendo en la cara a Cristo esos días. Menos mal que, gracias a ellos y ellas, a nuestro planeta le queda algo de humanidad tras tanto degrado en carnaval. Gracias a esas personas, el ambiente terráqueo puede aún ser respirable después de esos días de intoxicación general.

En fin, menos mal que aún se pueden contar cantidad de hombres y mujeres que aprovechan el Carnaval y la Cuaresma para crecer como hombres y como mujeres. Que viven esos períodos sin miedo a ser lo que deben ser ante todo el mundo. No tienen que acobardarse de nada y ante nadie. Más bien tienen mucho que ostentar. Y lo hacen con aplomo. Gritan sin palabras a sus contemporáneos que además de un cuerpo, tienen un alma. Testimonian con su vida que lo más importante, para toda persona, es lo que le hace crecer humana y espiritualmente, y no lo que le degrada o envilece.

¿Por qué no demostrar cada uno de nosotros el coraje de sumarnos a ellos? Tratemos de vivir el carnaval aplastando un poco la materia para liberar el espíritu y no al revés. Luchemos por vivir la cuaresma elevándonos como hombres para acercarnos más a Dios. Y el hombre se eleva cuando es capaz de soltar sus lastres. Esos lastres pesados del pecado, que se sueltan con el arrepentimiento, el perdón de Dios y el propósito sincero de enmendar la propia vida.

El reto puede ser arduo. Lo es sin duda. La corriente en contra puede parecer arrolladora. Pero sólo los peces muertos no son capaces de nadar contra corriente.

QUÉ SON LAS INDULGENCIAS?


Indulgencias 



Seguramente hemos oído la palabra “indulgencias”, entendiendo por tal una especie de gracia o favor que se vincula al cumplimiento de una acción piadosa: el rezo de alguna oración, la visita a un santuario o a otro lugar sagrado, etc.

Pero, ¿qué son las indulgencias? La etimología latina de la palabra puede ayudarnos a situarnos en una pista correcta. El verbo “indulgeo” significa “ser indulgente” y también “conceder”. La indulgencia es, pues, algo que se nos concede, benignamente, en nuestro favor.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos proporciona, con palabras de Pablo VI, una definición más precisa: “La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos” (Catecismo, 1471).

La definición, exacta y densa, relaciona tres realidades: la remisión o el perdón, el pecado, y la Iglesia. La indulgencia consiste en una forma de perdón que el fiel obtiene en relación con sus pecados por la mediación de la Iglesia.

¿Qué es lo que se perdona con la indulgencia? No se perdonan los pecados, ya que el medio ordinario mediante el cual el fiel recibe de Dios el perdón de sus pecados es el sacramento de la penitencia (cf Catecismo, 1486). Pero, según la doctrina católica, el pecado entraña una doble consecuencia: lleva consigo una “pena eterna” y una “pena temporal”. ¿Qué es la pena eterna? Es la privación de la comunión con Dios. El que peca mortalmente pierde la amistad con Dios, privándose, si no se arrepiente y acude al sacramento de la penitencia, de la unión con Él para siempre.

Pero aunque el perdón del pecado por el sacramento de la Penitencia entraña la remisión de la pena eterna, subsiste aún la llamada “pena temporal”. La pena temporal es el sufrimiento que comporta la purificación del desorden introducido en el hombre por el pecado. Esta pena ha de purgarse en esta vida o en la otra (en el purgatorio), para que el fiel cristiano quede libre de los rastros que el pecado ha dejado en su vida.

Podemos poner una comparación. Imaginemos una intervención quirúrgica: un trasplante de corazón, por ejemplo. El nuevo corazón salva la vida del paciente. Se ve así liberado el enfermo de una muerte segura. Pero, cuando ya la operación ha concluido exitosamente, e incluso cuando está ya fuera de peligro, subsiste la necesidad de una total recuperación. Es preciso sanar las heridas que el mal funcionamiento del corazón anterior y la misma intervención han causado en el organismo. Pues de igual modo, el pecador que ha sido perdonado de sus culpas, aunque está salvado; es decir, liberado de la pena eterna merecida por sus pecados, tiene aún que reestablecerse por completo, sanando las consecuencias del pecado; es decir, purificando las penas temporales merecidas por él.

La indulgencia es como un indulto, un perdón gratuito, de estas penas temporales. Es como si, tras la intervención quirúrgica y el trasplante del nuevo corazón, se cerrasen de pronto todas las heridas y el paciente se recuperase de una manera rápida y sencilla, ayudado por el cariño de quienes lo cuidan, la atención esmerada que recibe y la eficacia curativa de las medicinas.

¿Tiene sentido hablar hoy de las indulgencias? Claro que sí, porque tiene sentido proclamar las maravillas del amor de Dios manifestado en Cristo que acoge a cada hombre, por el ministerio de la Iglesia, para decirle, como le dijo al paralítico: “Tus pecados están perdonados, coge tu camilla y echa a andar”. Él no sólo perdona nuestras culpas, sino que también, a través de su Iglesia, difunde sobre nuestras heridas el bálsamo curativo de sus méritos infinitos y la desbordante caridad de los santos.

La Iglesia no es la autora, pero sí la mediadora del perdón. Del perdón de los pecados y del perdón de las penas temporales que entrañan los pecados. Por el sacramento de la Penitencia, la Iglesia sirve de mediadora a Cristo el Señor que dice al penitente: “Yo te absuelvo de tus pecados”. Con la concesión de indulgencias, la Iglesia reparte entre los fieles la medicina eficaz de los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos por la humanidad. Y en ese tesoro precioso de los méritos de Cristo están incluidos también, porque el Señor los posibilita y hace suyos, las buenas obras de la Virgen Santísima y de los santos. Ellos, los santos, son los enfermeros que vuelcan sus cuidados en el hombre dañado por el pecado, para que pueda recuperarse pronto de las marcas dejadas por las heridas.

Las indulgencias se agrupan en dos clases:

-Indulgencias plenarias: borran todo resto de pecado dejando el alma dispuesta para entrar inmediatamente en el cielo.

-Indulgencias parciales: borran parte de la pena que los pecados cometidos reclaman.




INDULGENCIAS PLENARIAS

Las condiciones para conseguir la valiosa indulgencia plenaria son:

1.- Requisitos similares a los exigibles para las indulgencias parciales, es decir:

- Realizar la acción que la Iglesia premia con esta indulgencia.

- Estar en gracia de Dios antes de acabar la obra premiada.

- Tener intención, al menos general, de ganar la indulgencia.

2.- Tener la disposición interior de un desapego total del pecado, incluso venial.

3.- Confesarse, al menos quince días antes o después de realizar la acción premiada (sin olvidar que hay que estar en gracia de Dios antes de acabar la acción).

4.- Rezar por las intenciones del Papa un Padrenuestro y un Avemaría, u otras oraciones. Se necesita una oración para cada indulgencia plenaria.

5.- Comulgar, en ese mismo periodo de tiempo. Se necesita una comunión para cada indulgencia plenaria.

Hay que tener en cuenta también lo siguiente:

- Sólo se puede ganar una indulgencia plenaria cada día, excepto en caso de muerte.

- La oración por el Papa y la comunión ha de hacerse el mismo día.

- Una misma confesión puede servir para ganar varias indulgencias plenarias.

- Cada indulgencia puede aplicarse a uno mismo o al alma de un difunto, pero no es aplicable a otra persona viva en la tierra. Es decir, puedes sacar un alma del purgatorio dedicándole una indulgencia plenaria.

- Algunas indulgencias sólo pueden aplicarse a los difuntos. Un ejemplo es rezar por ellos en un cementerio, ya que se consigue una indulgencia parcial, que será plenaria si se hace los días 1 al 8 de noviembre (una cada día).

¿Qué acciones están premiadas con indulgencia plenaria?

Cualquier día se puede obtener una indulgencia plenaria, si se cumplen las 5 condiciones comentadas anteriormente y se realiza una de las acciones siguientes:

- Adoración a la Eucaristía durante media hora.

- Realización del Vía Crucis, recorriendo las quince estaciones erigidas meditando la Pasión del Señor.

- Rezo del Santo Rosario (5 misterios seguidos) en una iglesia, o en familia, o acompañado de otros.

- Lectura o audición de la Sagrada escritura durante media hora.

Indulgencias plenarias en circunstancias especiales.

En determinadas ocasiones pueden ganarse indulgencias plenarias si se cumplen las 5 condiciones mencionadas anteriormente, más una de las siguientes acciones. Por ejemplo:

- Rezar un padrenuestro y un credo en un santuario o basílica (se concede una vez al año por santuario)

- Recibir la bendición papal Urbi et Orbi (o escucharla por radio o televisión, en directo).

- Realizar ejercicios espirituales de al menos tres días completos.
- Asistir a una primera Comunión.

- En el momento de la muerte a quien hubiere rezado algo durante su vida. En este caso no se precisa la confesión, ni la comunión, ni la oración por el Papa; pero es necesario estar bien dispuesto: en gracia de Dios, rechazando cualquier pecado, y habiendo deseado alguna vez ganar esta indulgencia.

Indulgencias plenarias en fechas especiales.

Hay varios días al año donde se pueden conseguir indulgencias plenarias. Para ello, además de cumplir con las 5 condiciones mencionadas anteriormente, basta realizar una de las siguientes acciones en los días señalados:

- 1 de enero: recitando solemnemente el "Veni Creator" en una iglesia.

- Los viernes de Cuaresma: después de comulgar, rezando ante un crucifijo la oración "Miradme o mi amado y buen Jesús".

- En los oficios de Semana Santa:
   . Jueves santo: recitando el "Tantum ergo" durante la exposición que sigue a la Misa.

   . Viernes santo: asistiendo a los oficios.
   . Sábado santo: renovando las promesas bautismales en la Vigilia Pascual.

- Domingo de la Divina Misericordia (domingo siguiente al de Resurrección)

- Pentecostés: recitando solemnemente el "Veni Creator" en una iglesia.

- Corpus Christi: participando en la procesión eucarística (dentro o fuera de la iglesia).

- 2 Agosto: rezando un padrenuestro y un credo en la catedral o parroquia.

- 31 de diciembre: recitando solemnemente un "Te Deum" en una iglesia, dando gracias a Dios por los beneficios recibidos el último año.

Indulgencias plenarias particulares

Muchas instituciones gozan de indulgencias en determinados días del año, coincidiendo normalmente con fechas o santos propios. Hay un caso especialmente interesante, pues quienes llevan el escapulario del Carmen se unen a la familia carmelita y pueden ganar indulgencia plenaria el día en que le imponen el escapulario y los siguientes días (cumpliendo con las 5 condiciones mencionadas antes):

16 de mayo (San Simón Stock).

16 de julio (Virgen del Carmen).

20 de julio (San Elías Profeta).

1 de octubre (Santa Teresa de Lisieux).

15 de octubre (Santa Teresa de Jesús).

14 de noviembre (Todos los Santos Carmelitas).

14 de diciembre (San Juan de la Cruz).




INDULGENCIAS PARCIALES

Condiciones para conseguir una indulgencia parcial.
Cada día pueden ganarse muchas indulgencias parciales, con cumplir sólo tres condiciones: estar en gracia de Dios, realizar las obras que la Iglesia premia con esa indulgencia, y tener intención, al menos general, de ganar la indulgencia.

Beneficios que aportan las indulgencias parciales
Las indulgencias parciales proporcionan una remisión de la pena del mismo valor que el otorgado por esa misma acción. Dicho de otro modo: en las indulgencias parciales, la Iglesia duplica el mérito de esas acciones.

Oraciones premiadas con indulgencia parcial.

Se indican a continuación unas cuantas (todas ellas deben rezarse piadosamente, como es lógico):

- El Angelus, el Magnificat, la Salve, el Acordaos, las Letanías u otras oraciones marianas aprobadas. Lo mismo a San José o al propio ángel custodio. También con el Credo.

- Rezar con devoción filial por el Papa una oración aprobada.
- Rezar agradecido la oración por los benefactores.

- Rezar antes y después de comer una oración aprobada de súplica y de acción de gracias. Lo mismo al empezar y acabar el día o el trabajo.

- Visitar al Santísimo adorándolo; rezar una comunión espiritual; recitar una de las oraciones aprobadas de acción de gracias tras la Comunión (ej.: Alma de Cristo; Miradme o mi amado y buen Jesús).

- Hacer examen de conciencia con propósito de enmendarse; rezar el Yo Confieso u otro acto de contrición aprobado.

- Hacer la señal de la cruz diciendo En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Otros ejemplos de indulgencias parciales.

Si falta algún requisito a una indulgencia plenaria, suele alcanzarse una indulgencia parcial. Además de esto, hay muchas acciones premiadas por la iglesia con indulgencia parcial. Digamos unas cuantas:

- Decir mentalmente una oración breve al trabajar o al soportar los sufrimientos de la vida.

- Dedicarse uno mismo o gastar bienes en servicio a los demás, por amor a Dios.

- Privarse libremente de algo grato y correcto, con espíritu de penitencia.

- Dar testimonio de la propia fe; trabajar en la enseñanza o trasmisión de la doctrina cristiana.

- Usar piadosamente un objeto de piedad bendecido (crucifijo, rosario, escapulario o medalla).

- Dedicar un tiempo a la oración.

- Asistir devotamente a cualquier predicación de la palabra de Dios.
- Asistir piadosamente a una novena pública (por ejemplo, la de la Inmaculada Concepción).

No se incluye la participación en la misa ni en los sacramentos entre las indulgencias, pues ya tienen en sí mismos una gran eficacia santificadora y de purificación.



Javier López - Web Católico de Javier

TÚ ERES PEDRO, Y TE DARÉ LAS LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS


Tú eres Pedro, y te daré las llaves del Reino de los cielos
Celebramos hoy, con la Iglesia universal, la fiesta de la Cátedra de San Pedro. La palabra cátedra es de origen griego y significa sede.


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer 




Celebramos hoy, con la Iglesia universal, la fiesta de la Cátedra de San Pedro. La palabra cátedra es de origen griego y significa sede. Es el sitio ocupado por un maestro autorizado para la enseñanza. Así, cuando se habla de una decisión "ex cátedra" del Papa, se trata de una decisión en la que el Sumo Pontífice habla como maestro universal de la Iglesia.
San Pedro, recibe una gran tarea: Jesús lo elige primer papa de la Iglesia. Y le explica su misión por medio de dos símbolos: la piedra y las llaves.

1. La piedra
Pedro es LA PIEDRA, sobre la cual se edificará la Iglesia, la comunidad del pueblo de Dios. La Iglesia es como una construcción, que se edifica a partir de los cimientos. Y el cimiento, una vez colocado, debe quedar ahí para que el edificio no se venga abajo.
Pedro y sus sucesores, los Papas, son el fundamento visible de la construcción. Porque el fundamento invisible es el mismo Señor Jesucristo. Y ese doble cimiento es la garantía de la victoriosidad de la Iglesia a través de los siglos.

2. Las llaves
La otra imagen con la cual Jesús le explica a Pedro su tarea, es la de LAS LLAVES. Simboliza la autoridad sobre la casa, la potestad de disponer, de dejar entrar y de echar de la casa.
Así Pedro es nombrado mayordomo en el Reino de Dios. Sus decisiones realizadas en la tierra, quedan ratificadas en el cielo. Pedro, y con él sus sucesores, son intermediarios indispensables para el acceso normal al Reino de los Cielos. Cristo es la cabeza de la Iglesia, pero los Papas son sus vicarios, sus representantes visibles en la tierra.

También podemos ver el cayado
Se trata del CAYADO DEL PASTOR. El bastón que es guía y sostén del pastor durante sus interminables recorridos. Como bastón de mando o báculo del Papa es signo de poder y autoridad. Cristo, al volver al Padre, no pensó dejar al frente de los suyos un “líder” o un “director”, sino un pastor, tal como él lo había sido. Por eso pasó a Pedro su cayado pastoral, para que lo lleve hasta su muerte y lo legue, a su vez, a sus sucesores. Y es así como nació el papado.

Y no se le encargó a Pedro esta tarea en premio a su santidad, ni porque fuera mejor que los demás apóstoles. El papel de Pedro se debe únicamente a la voluntad amorosa de Cristo. Y lo mismo sus sucesores que continúan esa misión de pastoreo encomendada por Jesús. Ésta es la razón por la que las ovejas de hoy nos sentimos ligadas al Pedro actual.

¡Qué así sea!

VATICANO PERSEGUIRÁ USO INDEBIDO DE IMÁGENES DEL PAPA Y EMBLEMAS OFICIALES


Vaticano perseguirá uso indebido de imágenes del Papa y emblemas oficiales
Por Álvaro de Juana
 Fotos: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



VATICANO, 22 Feb. 17 / 06:35 am (ACI).- La Secretaría de Estado del Vaticano anunció que desde ahora vigilará la manera en que la imagen del Papa y de la propia Santa Sede es utilizada de manera pública con el fin de evitar usos impropios.

En un comunicado enviado a los medios, la Secretaría de Estado explica que entre sus tareas se encuentra la de “tutelar las imágenes del Santo Padre para que su mensaje pueda llegar íntegro a los fieles, y su persona no sea instrumentalizada”.

“Con la misma finalidad –prosigue–, la Secretaria de Estado tutela los símbolos y los emblemas oficiales de la Santa Sede a través de instrumentos de regulación adecuados a nivel internacional”.

Por tanto, “para hacer la acción de tutela cada vez más eficaz respecto a los propósitos indicados e interrumpir situaciones de ilegalidad eventualmente encontradas” se “efectuarán actividades de supervisión y a veces se monitoreará las formas con las que las imágenes del Santo Padre y de los emblemas de la Santa Sede son utilizadas, si es necesario mediante la intervención con medidas adecuadas".

En los últimos días, circuló por internet una portada falsa de L’Osservatore Romano, diario oficial de la Santa Sede, con la que se pretendía manipular una información relacionada directamente con el Papa Francisco.

También hace tan sólo unos días las calles de Roma amanecieron con carteles en los que se criticaba al Papa y se podía ver una fotografía suya con rostro serio.

No obstante, desde la Oficina de prensa de la Santa Sede han explicado que el comunicado de la Secretaria de Estado no se refiere a estos ejemplos. “El comunicado hace referencia a todas las cosas de valor que se venden o a la gente que gana dinero usando la imagen del Papa o los emblemas de la Santa Sede”, explicó la vice directora de la Oficina, Paloma García Ovejero. “Hablamos del producto y del uso de imágenes del Papa o del escudo pontificio de la Santa Sede que se explota” en términos económicos, añadió. 

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 22 DE FEBRERO


Los cinco minutos de María
Febrero 22



Será muy difícil encontrar un solo documento del magisterio eclesiástico que, en una u otra forma, no haga mención a María Santísima y a su obra en la Iglesia. Ella es presentada como ejemplo y modelo de la Iglesia, como el mejor exponente de la verdad, de la realidad teológica que se explica. Se presenta a María ante la consideración de los hijos de Dios como el primer fruto de la redención de Jesucristo.

El auténtico devoto de la Virgen es también no menos sincero y fiel devoto del magisterio de la Iglesia, de donde sabe que le habrá de llegar la verdad, el amor y la posesión de Dios.

María, Madre de la Iglesia, tú también eres Madre de la familia cristiana, pequeña Iglesia.


* P. Alfonso Milagro

FELIZ MIÉRCOLES


martes, 21 de febrero de 2017

IMÁGENES DE LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y DE MARÍA













VIVIR


VIVIR



Vivir es aprender a cada instante... de cada situación, de cada momento, de cada sensación, de cada injusticia o sin razón..., del amor, del desamor, de la felicidad, de la infelicidad, de la protección, del abandono.

El sentido de la vida, ese que buscamos desde que nacemos se encuentra en la  alegría y también en el dolor.

Lo importante es saber comprender el mensaje que nos deja cada situación que debemos enfrentar y conservar la esperanza y la fe.

Hoy reímos, tal vez mañana lloramos... Hoy estamos  acompañados... Tal vez el mañana nos encuentre solos...

Pero debemos pasar por todas las instancias, por todos los momentos, por todas las situaciones esperadas e inesperadas porque en cada una de ellas nos encontramos, aprendemos, crecemos, nos fortalecemos y día a día nos damos cuenta que somos nosotros los únicos que le podemos dar sentido a nuestra propia vida y eso sólo es posible si iluminamos las zonas que por momentos vemos apagarse dentro de nosotros encendiendo la luz de la esperanza...

CLASE DE MEDICINA


 Clase de medicina



Según una fábula, Zeus colocó dos alforjas a cada ser humano: una sobre el pecho y otra, atrás a la espalda. Los hombres, sin excepción, han puesto en la alforja que está a la vista los defectos de las personas conocidas, mientras que los defectos propios en la alforja que tienen en la espalda. Por eso son expertos en debilidades ajenas, y analfabetos en sus propias fallas.

En un hospital universitario un doctor explica a sus alumnos ante la cama de una anciana enferma, los síntomas de su enfermedad. —Fíjense, en la arrugada frente, en los ojos hundidos y brillantes, en la piel arrugada y roja, en las uñas… La enferma, cansada de oír epítetos desfavorables, exclamó: —¡Ya está  bien, doctor, que usted tampoco es un Apolo!

El conocimiento de uno mismo es llave de sabiduría, porque desde tu realidad personal puedes crecer y superarte. Con un ojo en tus virtudes para conservarlas y darles brillo, y con el otro ojo en tus debilidades para neutralizarlas, afronta con esperanza esa labor cotidiana de  realizar el proyecto de Dios sobre tu vida.


* Enviado por el P. Natalio

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 21 DE FEBRERO


Los cinco minutos de María
Febrero 21




Otra sugestiva invocación a María en sus letanías la llama “Espejo de Justicia”. María no podía menos que serlo, por ser ella la primera feliz poseedora del Reino de Dios, que es un reino de justicia.

La verdad, el amor y la paz son las otras características del Reino de Dios y esas características son otros tantos rasgos de María, que es Reina de la Verdad, Reina del Amor y Reina de la Paz.
Cada uno de nosotros está llamado a construir un mundo nuevo, basado en el Evangelio. Un mundo en el que los grandes valores sean siempre la justicia, la verdad, el amor y la paz; cuanto se haga por estos valores, se hará por el Reino.

María, ayúdanos a vivir cada día desde la perspectiva de la fe.


* P. Alfonso Milagro

FELIZ MARTES!!!


lunes, 20 de febrero de 2017

LA VIRGEN MARÍA Y EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN


La Virgen María y el sacramento de la Confesión




La Virgen María ocupa un lugar muy particular para los creyentes en Cristo. Ella fue concebida inmaculada. Ella aceptó plenamente la voluntad de Dios en su vida. Ella, como Puerta del cielo, dio permiso a Dios para entrar en la historia humana. Ella estuvo al pie de la Cruz de su Hijo. Ella oraba con la primera comunidad cristiana en la espera del Espíritu Santo.

Por eso María está presente, de un modo discreto pero no por ello menos importante, en el sacramento de la Eucaristía. Las distintas plegarias la mencionan, pues no podemos participar en el misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo sin recordar a la Madre del Redentor.

¿Está también presente la Virgen en el sacramento de la confesión? En el ritual de la Penitencia no hay menciones específicas de María. Ni en los saludos, ni en la fórmula de absolución, ni en la despedida.

En algunos lugares, es cierto, se conserva la devoción popular de iniciar la confesión con el saludo “Ave María purísima. Sin pecado concebida”. Pero se trata de un saludo no recogido por el ritual, y que muchos ya no utilizan.

Sin embargo, aunque el rito no haga mención explícita de la Virgen, Ella está muy presente en este sacramento.

En la tradición de la Iglesia María recibe títulos y advocaciones concretas que la relacionan con el perdón de los pecados. Así, la recordamos como Refugio de los pecadores, como Madre de la divina gracia, como Madre de la misericordia, como Madre del Redentor y del Salvador, como Virgen clemente, como Salud de los enfermos.

A lo largo del camino cristiano, Ella nos acompaña y nos conduce, poco a poco, hacia Cristo. La invitación en las bodas de Caná, “haced lo que Él os diga” (cf. Jn 2,5) se convierte en un estímulo para romper con el pecado, para acudir al Salvador, para abrirnos a la gracia, para iniciar una vida nueva en el Hijo.

Por eso, en cada confesión la Virgen está muy presente. Tal vez no mencionamos su nombre, ni tenemos ninguna imagen suya en el confesionario. Pero si resulta posible escuchar las palabras de perdón y de misericordia que pronuncia el sacerdote en nombre de Cristo es porque María abrió su corazón, desde la fe, a la acción del Espíritu Santo, para acoger el milagro magnífico de la Encarnación del Hijo.

La Virgen, de este modo, acompaña a cada sacerdote que confiesa y a cada penitente que pide humildemente perdón. Su presencia nos permite entrar en el mundo de Dios, que hizo cosas grandes en Ella, que derrama su misericordia de generación en generación (cf. Lc 1,48-50), hasta llegar a nosotros también en el sacramento de la Penitencia.


©Fernando Pascual

ORACIÓN PARA LA CANONIZACIÓN DE LOS BETAOS JACINTO Y FRANCISCA MARTO


Oración para la canonización de los
 Beatos Jacinta y Francisco Marto


Oh Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Os adoro profundamente con todos los poderes de mi alma 
y os agradezco de todo corazón por las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima  a través de las cuales se manifestaron en el mundo los tesoros del Inmaculado Corazón. 

Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús 
y a través de la intercesión del Inmaculado Corazón, os imploramos, 
si es para vuestra mayor gloria y el bien de las almas, 
que eleven ante la Santa Iglesia a los beatos Jacinta y Francisco, 
alcanzándonos por su intercesión la gracia que ahora os imploramos.
Amén

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.      
Nuestra Señora de Fátima... Ruega por nosotros 
Beata Jacinta Marto... Ruega por nosotros 
Beato Francisco Marto... Ruega por nosotros

CONOZCAMOS A LA BEATA JACINTA MARTO


Beata Jacinta Marto


Jacinta era de clara inteligencia; ligera y alegre. Siempre estaba corriendo, saltando o bailando. Vivía apasionada por el ideal de convertir pecadores, a fin de arrebatarlos del suplicio del infierno, cuya pavorosa visión tanto le impresionó.

Una vez exclamó: ¡Qué pena tengo de los pecadores! !Si yo pudiera mostrarles el infierno!

Si miramos a Jacinta antes de las apariciones de la Virgen es fácil poder contemplar la transformación que ocurrió en su vida a partir de éstas. Transformación que iba en aumento después de cada aparición y que llegó a su punto culminante en la última parte de su vida.

Jacinta tenía un gran amor por el baile y vibraba ante el sonido de la música. Le gustaba recoger flores silvestres cuando iba a Loca de Cabeso, las cuales le entregaba a su prima Lucía. Algunas veces tomaba en sus brazos a una pequeña ovejita, en imitación del Señor, el Buen Pastor, que buscaba la oveja perdida. El padre José Galamba de Oliveira (Canon), quien era el Presidente Diocesano de la Comisión para la causa de Jacinta y Francisco Marto entrevistó a Sor Lucía sobre el carácter de Jacinta.

Él le preguntó: "Qué sentían las personas cuando estaban en compañía de Jacinta?"

Sor Lucía contestó:" Yo solo puedo decirle lo que yo sentía cuando estaba en su compañía, y puedo describirle cualquier manifestación externa de los sentimientos de otras personas. Lo que yo sentía usualmente es lo que se sentiría en la presencia de una persona santa que se comunicaba con Dios en todo momento. Su comportamiento era siempre serio, modesto y amable. Ella parecía manifestar la presencia de Dios en todas sus acciones, como una persona de edad y virtud avanzada y no como una niña. Nunca observé en ella esa excesiva frivolidad o entusiasmo infantil por los juegos y las cosas bonitas común en los niños, esto es, después de las apariciones. Antes de las apariciones, sin embargo, era la personificación del entusiasmo y del capricho."

Sor Lucía también dice que la compañía de su prima se le hacía a veces bastante antipática porque era muy susceptible y caprichosa. La menor contrariedad en el juego era suficiente para enfadarse y ponerse de lado. Para que volviese al juego era necesario dejarle escoger a su gusto y que todos se sometiesen a lo que ella quería. Después de las apariciones, como lo dijo la misma Sor Lucía, todo esto desaparece. Jacinta cambia completamente.

Y continua diciendo Sor Lucía: " No puedo decir que otros niños corrían tras de ella como lo hacían conmigo, quizás esto se debía a que ella no sabía canciones ni historias para enseñarles y para entretenerles, o quizás por qué la seriedad de su comportamiento era superior a la de su edad. (muchos coinciden en decir que actuaba como una niña más madura). Si algún niño o adulto decían o hacían algo en su presencia que no estaba totalmente correcto, ella les reprobaba diciéndoles que no hicieran eso que ofendía a Dios, quien estaba ya demasiado ofendido."

Sor Lucía dijo una vez que: "pensaba que Jacinta fue la que recibió de Nuestra Señora una mayor abundancia de gracia, y un mejor conocimiento de Dios y de la virtud."

Murió santamente el 20 de febrero, de 1920. Su cuerpo reposa junto con el del Beato Francisco, en el crucero de la Basílica, en Fátima.

Muchos sentían reverencia en su presencia y esto denota la profundidad y el carácter que se desarrolló en ella después de las apariciones. Todo ese capricho y susceptibilidad desapareció, toda esa energía la volcó en orar y sacrificarse por los pecadores, por su conversión.

A la pregunta: "¿Cómo es que Jacinta, tan pequeña como era, se dejó poseer por ese espíritu de mortificación y penitencia y lo comprendió tan perfectamente?" Sor Lucía respondió: "Pienso que la razón es lo siguiente: primero que Dios quiso derramar en ella una gracia especial, a través del Inmaculado Corazón de María y, segundo, fue porque ella vio el infierno, y vio la ruina de las almas que caen en él".

De todo el mensaje de Fátima el elemento que más impresionó a Jacinta fue la visión de las consecuencias del pecado, en la ofensa a Dios y en los castigos de los condenados del infierno.

A través de la gracia que había recibido y con la ayuda de la Virgen, Jacinta, tan ferviente en su amor a Dios y su deseo de las almas, fue consumida por una sed insaciable de salvar a las pobres almas en peligro del infierno. La gloria de Dios, la salvación de las almas, la importancia del Papa y de los sacerdotes, la necesidad y el amor por los sacramentos - todo esto era de primer orden en su vida. Ella vivió el mensaje de Fátima para la salvación de las almas alrededor del mundo, demostrando un gran espíritu misionero.

Su amor al Inmaculado Corazón de María
Jacinta tenía una devoción muy profunda que la llevo a esta r muy cerca del Corazón Inmaculado de María. Este amor la dirigía siempre y de una manera profunda al Sagrado Corazón de Jesús. Jacinta asistía a la Santa Misa diariamente y tenía un gran deseo de recibir a Jesús en la Santa Comunión en reparación por los pobres pecadores. Nada le atraía más que el pasar tiempo en la Presencia Real de Jesús Eucarístico. Decía con frecuencia, "Cuánto amo el estar aquí, es tanto lo que le tengo que decir a Jesús."

Jacinta veneraba a la Santísima Virgen con un amor tierno, filial y gozoso, respondiendo constantemente a sus palabras y deseos; honrándola muchas veces por el rezo del Santo Rosario y de jaculatorias en honor a la Virgen. De las jaculatorias que más le gustaba repetir era: "Dulce Corazón de María, sed la salvación mía".

La Santísima Virgen se convirtió en su directora espiritual, y bajo su dirección maternal Jacinta se convirtió en una mística.

Como no podía recibir la Comunión en reparación, como lo había pedido la Virgen ella exclamaba: "¡Tengo tanta pena de no poder comulgar e reparación de los pecados que se cometen contra el Inmaculado Corazón de María!" Ofrecía lo que le era posible: oraciones y sacrificios.

"Jacinta es una carta de la Santísima Virgen". En el 25 aniversario de Fátima, el cardenal Prelado de Lisboa dijo estas palabras:"

...San Pablo dice que los Cristianos son una de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo (cf. 2 Cor 3:1-3). Imitando a San Pablo, podemos decir que Jacinta es una carta de la Virgen Santísima, para ser leída por las almas. Mucho mejor que las palabras, la vida de Jacinta nos enseña lo que la Virgen vino a hacer a Fátima y lo que Ella quiere de nosotros." Y verdaderamente estas palabras son muy ciertas, contemplando la vida de Jacinta vemos que ella "personificó" el mensaje de la Virgen. Toda su vida es un perfecto resumen de los que María santísima pidió en Fátima y nos sigue pidiendo a cada uno de nosotros. Podríamos decir que la vida de Jacinta es como la "llave" que nos abre el mensaje del Inmaculado Corazón.

Su amor a Jesús crucificado y a la Eucaristía
Ella estaba constantemente en una profunda contemplación de Dios, en un coloquio íntimo con Él. Buscaba el silencio y la soledad, y de noche se levantaba de la cama para expresarle su amor al Señor con mayor libertad.

Ella decía: "¡Amo tanto a Dios! En algunos momentos, me parece que tengo un fuego en mi corazón, pero no me quema!"

Contemplaba con amor a Cristo crucificado y lloraba siempre que escuchaba el relato de la Pasión de Cristo. Al mismo tiempo alimentó en su corazón una ardiente devoción por Jesús en la Eucaristía, a quien visitaba con frecuencia y por largo tiempo en la parroquia, escondiéndose en el púlpito donde nadie la podía ver.

Anhelaba recibir el Cuerpo de Cristo, pero no se le era permitido por su edad. Su amor por la Eucaristía se manifestaba en su participación en la Misa diariamente por la conversión de los pecadores, después que se enfermó. También cuando instruía a las enfermeras a arrodillarse frente a "Jesús escondido", en el tabernáculo en reparación; pidiendo en ocasiones que le movieran la cama cerca del balcón para poder ver el tabernáculo de la capilla del hospital. Sin duda alguna Jacinta recibió grandes gracias por sus comuniones espirituales.

Su amor por la conversión de los pecadores
No se cansaban de buscar nuevas maneras de ofrecer sacrificios por los pecadores. Un día, poco después de la cuarta aparición, mientras que caminaban, Jacinta encontró una cuerda y propuso el ceñir la cuerda a la cintura como sacrificio. Estando de acuerdo, cortaron la cuerda en tres pedazos y se la ataron a la cintura sobre la carne. Lucia cuenta después que este fue un sacrificio que los hacia sufrir terriblemente, tanto así que Jacinta apenas podía contener las lágrimas. Pero si se le hablaba de quitársela, respondía enseguida que de ninguna manera pues esto servía para la conversión de muchos pecadores. Al principio llevaban la cuerda de día y de noche pero en una aparición, la Virgen les dijo: "Nuestro Señor está muy contento de vuestros sacrificios pero no quiere que durmáis con la cuerda. Llevarla solamente durante el día." Ellos obedecieron y con mayor fervor perseveraron en esta dura penitencia, pues sabían que agradaban a Dios y a la Virgen. Francisco y Jacinta llevaron la cuerda hasta en la última enfermedad, durante la cual aparecía manchada en sangre.

Especialmente, durante su enfermedad le manifestaba a Lucía: "Sufro mucho, pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para reparar al Corazón Inmaculado de María."

Desde la primera aparición, los niños buscaban como multiplicar sus mortificaciones.

Su amor por el Santo Padre
Jacinta sentía además una gran necesidad de ofrecer sacrificios por el Santo Padre. A ella se le había concedido el ver en una visión los sufrimientos tan duros del Sumo Pontífice.

Ella cuenta: "Yo lo he visto en una casa muy grande, arrodillado, con el rostro entre las manos, y lloraba. Afuera había mucha gente; algunos tiraban piedras, otros decían imprecaciones y palabrotas." En otra ocasión, mientras que en la cueva del monte rezaban la oración del Ángel, Jacinta se levantó precipitadamente y llamó a su prima: "¡Mira! ¿No ves muchos caminos, senderos y campos llenos de gente que llora de hambre y no tienen nada para comer... Y al Santo Padre, en una iglesia al lado del Corazón de María, rezando?" Desde estos acontecimientos, los niños llevaban en sus corazones al Santo Padre, y rezaban constantemente por él. Incluso, tomaron la costumbre de ofrecer tres Ave Marías por él después de cada rosario que rezaban.

La Virgen María no dejaba de escuchar las fervientes súplicas de estos niños, respondiéndoles a menudo de manera visiblemente. Tanto Francisco como Jacinta fueron testigos de hechos extraordinarios:

En un pueblo vecino, a una familia le había caído la desgracia del arresto de un hijo por una denuncia que le llevaría a la cárcel si no demostrase su inocencia. Sus padres, afligidísimos, mandaron a Teresa, la hermana mayor de Lucia, para que le suplicara a los niños que les obtuvieran de la Virgen la liberación de su hijo. Lucía, al ir a la escuela, contó a sus primos lo sucedido. Dijo Francisco, "Vosotras vais a la escuela y yo me quedaré aquí con Jesús para pedirle esta gracia." En la tarde Francisco le dice a Lucia, "Puedes decirle a Teresa que haga saber que dentro de pocos días el muchacho estará en casa." En efecto, el 13 del mes siguiente, el joven se encontraba de nuevo en casa.

En otra ocasión, había una familia cuyo hijo había desaparecido como prodigo sin que nadie tuviera noticia de él. Su madre le rogó a Jacinta que lo recomendará a la Virgen. Algunos días después, el joven regresó a casa, pidió perdón a sus padres y les contó su trágica aventura. Después de haber gastado cuanto había robado, había sido arrestado y metido en la cárcel. Logró evadirse y huyó a unos bosques desconocidos, y, poco después, se halló completamente perdido. No sabiendo a qué punto dirigirse, llorando se arrodilló y rezó. Vio entonces a Jacinta que le tomó de una mano y le condujo hasta un camino, donde le dejo, indicándole que lo siguiese. De esta forma, el joven pudo llegar hasta su casa. Cuando después interrogaron a Jacinta si realmente había ido a encontrase con el joven, repuso que no pero que si había rogado mucho a la Virgen por él.

Ciertamente que los prodigiosos acontecimientos de los que estos niños fueron protagonistas hicieron que todo el mundo se volviera hacia ellos, pero ellos se mantenían sencillos y humildes. Cuanto más buscados eran por la gente, tanto más procuraban ocultarse.

Un día que se dirigían tranquilamente hacia la carretera, vieron que se paraba un gran auto delante de ellos con un grupo de señoras y señores, elegantemente vestidos. "Mira, vendrán a visitarnos..." empezó Francisco. "¿Nos vamos?" pregunta Jacinta. "Imposible sin que lo noten," responde Lucía: "Sigamos andando y veréis como no nos conocen." Pero los visitantes los paran: "¿Sois de Aljustrel?" "Si, señores" responde Lucia. "¿Conocéis a los tres pastores a los cuales se les ha aparecido la Virgen?" "Si los conocemos" "¿Sabrías decirnos dónde viven?" "Tomen ustedes este camino y allí abajo tuerzan hacia la izquierda" les contesta Lucía, describiéndoles sus casas. Los visitantes marcharon, dándoles las gracias y ellos contentos, corrieron a esconderse.

Ciertamente, Francisco y Jacinta fueron muy dóciles a los preceptos del Señor y a las palabras de la Santísima Virgen María. Progresaron constantemente en el camino de la santidad y, en breve tiempo, alcanzaron una gran y sólida perfección cristiana. Al saber por la Virgen María que sus vidas iban a ser breves, pasaban los días en ardiente expectativa de entrar en el cielo. Y de hecho, su espera no se prolongó.

El 23 de diciembre de 1918, Francisco y Jacinta cayeron gravemente enfermos por la terrible epidemia de bronco-neumonía. Pero a pesar de que se encontraban enfermos, no disminuyeron en nada el fervor en hacer sacrificios.

Hacia el final de febrero de 1919, Francisco desmejoró visiblemente y del lecho en que se vio postrado no volvió a levantarse. Sufrió con íntima alegría su enfermedad y sus grandísimos dolores, en sacrificio a Dios. Como Lucía le preguntaba si sufría. Respondía: "Bastante, pero no me importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor y en breve iré al cielo."

El día 2 de abril, su estado era tal que se creyó conveniente llamar al párroco. No había hecho todavía la Primera Comunión y temía no poder recibir al Señor antes de morir. Habiéndose confesado en la tarde, quiso guardar ayuno hasta recibir la comunión. El siguiente día, recibió la comunión con gran lucidez de espíritu y piedad, y apenas hubo salido el sacerdote cuando preguntó a su madre si no podía recibir al Señor nuevamente. Después de esto, pidió perdón a todos por cualquier disgusto que les hubiese ocasionado. A Lucia y Jacinta les añadió: "Yo me voy al Paraíso; pero desde allí pediré mucho a Jesús y a la Virgen para que os lleve también pronto allá arriba." Al día siguiente, el 4 de abril, con una sonrisa angelical, sin agonía, sin un gemido, expiró dulcemente. No tenía aún once años.

Jacinta sufrió mucho por la muerte de su hermano. Poco después de esto, como resultado de la bronconeumonía, se le declaró una pleuresía purulenta, acompañada por otras complicaciones. Un día le declara a Lucia: "La Virgen ha venido a verme y me preguntó si quería seguir convirtiendo pecadores. Respondí que sí y Ella añadió que iré pronto a un hospital y que sufriré mucho, pero que lo padezca todo por la conversión de los pecadores, en reparación de las ofensas cometidas contra Su Corazón y por amor de Jesús. Dijo que mamá me acompañará, pero que luego me quedaré sola." Y así fue.

Por orden del médico fue llevada al hospital de Vila Nova donde fue sometida a un tratamiento por dos meses. Al regresar a su casa, volvió como había partido pero con una gran llaga en el pecho que necesitaba ser medicada diariamente. Más, por falta de higiene, le sobrevino a la llaga una infección progresiva que le resultó a Jacinta un tormento. Era un martirio continuo, que sufría siempre sin quejarse. Intentaba ocultar todos estos sufrimientos a los ojos de su madre para no hacerla padecer más. Y aun le consolaba diciéndole que estaba muy bien.

Durante su enfermedad confió a su prima: "Sufro mucho; pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón Inmaculado de María"

En enero de 1920, un doctor especialista le insiste a la mamá de Jacinta a que la llevasen al Hospital de Lisboa, para atenderla. Esta partida fue desgarradora para Jacinta, sobre todo el tener que separarse de Lucía.

Al despedirse de Lucía le hace estas recomendaciones: 'Ya falta poco para irme al cielo. Tú quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al I.C. de María. Cuando vayas a decirlo, no te escondas. Di a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del I.C. de María. Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el I.C. de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón, que Dios la confió a Ella. Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la luz que tengo aquí dentro en el pecho, que me está abrazando y me hace gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María."

Su mamá pudo acompañarla al hospital, pero después de varios días tuvo ella que regresar a casa y Jacinta se quedó sola. Fue admitida en el hospital y el 10 de febrero tuvo lugar la operación. Le quitaron dos costillas del lado izquierdo, donde quedó una llaga ancha como una mano. Los dolores eran espantosos, sobre todo en el momento de la cura. Pero la paciencia de Jacinta fue la de un mártir. Sus únicas palabras eran para llamar a la Virgen y para ofrecer sus dolores por la conversión de los pecadores.

Tres días antes de morir le dice a la enfermera, "La Santísima Virgen se me ha aparecido asegurándome que pronto vendría a buscarme, y desde aquel momento me ha quitado los dolores. El 20 de febrero de 1920, hacia las seis de la tarde ella declaró que se encontraba mal y pidió los últimos Sacramentos. Esa noche hizo su última confesión y rogó que le llevaran pronto el Viático porque moriría muy pronto. El sacerdote no vio la urgencia y prometió llevársela al día siguiente. Pero poco después, murió. Tenía diez años.

Antes de morir, Nuestra Señora se dignó aparecérsele varias veces. He aquí lo que ha dictado a su madrina.

Sobre los pecados:
-Los pecados que llevan más almas al infierno son los de la carne. 
-Si los hombres supiesen lo que es la eternidad harían todo por cambiar de vida. Los hombres se pierden porque no piensan en la muerte, ni hacen penitencia.

Sobre las guerras: 
-Las guerras son consecuencia del pecado del mundo.
-Es preciso hacer penitencia para que se detengan las guerras.

Sobre las virtudes cristianas:
-No debemos andar rodeados de lujos
-Ser amigos del silencio
-No hablar mal de nadie y huir de quien habla mal.
-Tener mucha paciencia, porque la paciencia nos lleva al cielo
-La mortificación y el sacrificio agradan mucho al Señor.

Tanto Jacinta como Francisco fueron trasladados al Santuario de Fátima. Los milagros que fueron parte de sus vidas, también lo fueron de su muerte. Cuando abrieron el sepulcro de Francisco, encontraron que el rosario que le habían colocado sobre su pecho, estaba enredado entre los dedos de sus manos. Y a Jacinta, cuando 15 años después de su muerte, la iban a trasladar hacia el Santuario, encontraron que su cuerpo estaba incorrupto.

El 18 de abril de 1989, el Santo Padre, Juan Pablo II, declaró a Francisco y Jacinta Venerables.

El 13 de mayo del 2000, el Santo Padre JPII los declaró beatos en su visita a Fátima, siendo los primeros niños no mártires en ser beatificados. El lema de la beatificación: "Contemplar como Francisco y amar como Jacinta"
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