miércoles, 1 de marzo de 2017

EL COMIENZO DE LA CUARESMA


El comienzo de la Cuaresma
Cuaresma. Miércoles de ceniza. Si busco a Dios, es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar mi corazón.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net 




Miércoles de Ceniza
Hoy empezamos la Cuaresma a través de la imposición de las cenizas, un símbolo que es muy conocido para todos. La ceniza no es un símbolo de muerte que indica que ya no hay vida ni posibilidad de que la haya. Nosotros la vamos a imponer sobre nuestras cabezas pero no con un sentido negativo u oscuro de la vida, pues el cristiano debe ver su vida positivamente. La ceniza se convierte para nosotros al mismo tiempo en un motivo de esperanza y superación. La Cuaresma es un camino, y las cenizas sobre nuestras cabezas son el inicio de ese camino. El momento en el cual cada uno de nosotros empieza a entrar en su corazón y comienza a caminar hacia la Pascua, el encuentro pleno con Cristo.

Jesucristo nos habla en el Evangelio de algunas actitudes que podemos tener ante la vida y ante las cosas que hacemos. Cristo nos habla de cómo, cuando oramos, hacemos limosna, hacemos el bien o ayudamos a los demás, podríamos estar buscándonos a nosotros mismos, cuando lo que tendríamos que hacer es no buscarnos a nosotros mismos ni buscar lo que los hombres digan, sino entrar en nuestro interior: “Y allá tu Padre que ve en lo secreto te recompensará.”

Es Dios en nuestro corazón quien nos va a recompensar; no son los hombres, ni sus juicios, ni sus opiniones, ni lo que puedan o dejen de pensar respecto a nosotros; es Nuestro Padre que ve en lo secreto quien nos va a recompensar. Que difícil es esto para nosotros que vivimos en una sociedad en la cual la apariencia es lo que cuenta y la fama es lo que vale.
Cristo, cuando nosotros nos imponemos la ceniza en la cabeza nos dice: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres; de lo contrario no tendrán recompensa con su Padre Celestial”. ¿Qué recompensa busco yo en la vida?

La Cuaresma es una pregunta que entra en nuestro corazón para cuestionarnos precisamente esto: ¿Estoy buscando a Dios, buscando la gloria humana, estoy buscando la comprensión de los demás? ¿A quién estoy buscando?

La señal de penitencia que es la ceniza en la cabeza, se convierte para nosotros en una pregunta: ¿A quién estamos buscando? Una pregunta que tenemos que atrevernos a hacer en este camino que son los días de preparación para la Pascua; la ceniza cae sobre nuestras cabezas, pero ¿cae sobre nuestro corazón?

Esta pregunta se convierte en un impulso, en un dinamismo, en un empuje para que nuestra vida se atreva a encontrarse a sí misma y empiece a dar valor a lo que vale, dar peso a lo que tiene.

Este es el tiempo, el momento de la salvación, nos decía San Pablo. Hoy empieza un período que termina en la Pascua: La Cuaresma, el día de salvación, el día en el cual nosotros vamos a buscar dentro de nuestro corazón y a preguntarnos ¿a quién estamos buscando? Y la ceniza nos dice: quita todo y quédate con lo que vale, con lo fundamental; quédate con lo único que llena la vida de sentido. Tu Padre que ve en lo secreto, sólo Él te va a recompensar.

La Cuaresma es un camino que todo hombre y toda mujer tenemos que recorrer, no lo podemos eludir y de una forma u otra lo tenemos que caminar. Tenemos que aprender a entrar en nuestro corazón, purificarlo y cuestionarnos sobre a quién estamos buscando.

Este es le sentido de la ceniza en la cabeza; no es un rito mágico, una costumbre o una tradición. ¿De qué nos serviría manchar nuestra frente de negro si nuestro corazón no se preguntara si realmente a quien estamos buscando es a Dios? Si busco a Dios, esta Cuaresma es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar nuestro corazón.

El camino de Cuaresma va a ser purificar el corazón, quitar de él todo lo que nos aparta de Dios, todo aquello que nos hace más incomprensivos con los demás, quitar todos nuestros miedos y todas las raíces que nos impiden apegarnos a Dios y que nos hacen apegarnos a nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a purificar y cuestionar nuestro corazón? ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con Nuestro Padre en nuestro interior?

Este es el significado del rito que vamos hacer dentro de unos momentos: purificar el corazón, dar valor a lo que vale y entrar dentro de nosotros mismos. Si así lo hacemos, entonces la Cuaresma que empezaremos hoy de una forma solemne, tan solemne como es el hecho de que hoy guardamos ayuno y abstinencia (para que el hambre física nos recuerde la importancia del hambre de Dios), se convertirá verdaderamente en un camino hacia Dios.

Este ha de ser el dinamismo que nos haga caminar durante la Cuaresma: hacer de las mortificaciones propias de la Cuaresma como son lo ayunos, las vigilias y demás sacrificios que podamos hacer, un recuerdo de lo que tiene que tener la persona humana, no es simplemente un hambre física sino el hambre de Dios en nuestros corazones, la sed de la vida de Dios que tiene que haber en nuestra alma, la búsqueda de Dios que tiene haber en cada instante de nuestra alma.

Que éste sea el fin de nuestro camino: tener hambre de Dios, buscarlo en lo profundo de nosotros mismos con gran sencillez. Y que al mismo tiempo, esa búsqueda y esa interiorización, se conviertan en una purificación de nuestra vida, de nuestro criterio y de nuestros comportamientos así como en un sano cuestionamiento de nuestra existencia. Permitamos que la Cuaresma entre en nuestra vida, que la ceniza llegue a nuestro corazón y que la penitencia transforme nuestras almas en almas auténticamente dispuestas a encontrarse con el Señor.

HOY INICIAMOS LA CUARESMA - MIÉRCOLES DE CENIZA



HOY INICIAMOS LA CUARESMA
Meditación del Evangelio de hoy miércoles 1 de marzo 2017
Miércoles de Ceniza


Hoy iniciamos la Cuaresma: 
«He aquí el día de la salvación» (2Cor 6,2). La imposición de la ceniza —que debiéramos recibir— es acompañada por una de estas dos fórmulas. La antigua: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás»; y la que ha introducido la liturgia renovada del Concilio: «Conviértete y cree en el Evangelio». Ambas fórmulas son una invitación a contemplar de manera diversa —normalmente tan superficial— nuestra vida. El papa san Clemente I nos recuerda que «el Señor quiere que todos los que ama se conviertan».

En el Evangelio, Jesús pide practicar la limosna, el ayuno y la oración alejados de toda hipocresía: «No lo vayas trompeteando por delante» (Mt 6,2). Los hipócritas, enérgicamente denunciados por Jesucristo, se caracterizan por la falsedad de su corazón. Pero, Jesús advierte hoy no sólo de la hipocresía subjetiva sino también de la objetiva: cumplir, incluso de buena fe, todo lo que manda la Ley de Dios y la Escritura Santa, pero realizándolo de manera que quede en la mera práctica exterior, sin la correspondiente conversión interior.

Entonces, la limosna —reducida a “propina”— deja de ser un acto fraternal y se reduce a un gesto tranquilizador que no cambia la mirada sobre el hermano ni hace sentir la caridad de prestarle la atención que se merece. El ayuno, por otra parte, queda limitado al cumplimiento formal, que ya no recuerda en ningún momento la necesidad de moderar nuestro consumismo compulsivo ni la necesidad que tenemos de ser curados de la “bulimia espiritual”. Finalmente, la oración —reducida a estéril monólogo— no llega a ser auténtica apertura espiritual, coloquio íntimo con el Padre y escucha atenta del Evangelio del Hijo.

La religión de los hipócritas es una religión triste, legalista, moralista, de una gran estrechez de espíritu. Por el contrario, la Cuaresma cristiana es la invitación que cada año nos hace la Iglesia a una profundización interior, a una conversión exigente, a una penitencia humilde, para que dando los frutos pertinentes que el Señor espera de nosotros, vivamos con la máxima plenitud de alegría y el gozo espiritual de la Pascua.


«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos»


Rev. D. Manel VALLS i Serra 
(Barcelona, España)

BUENOS DÍAS

martes, 28 de febrero de 2017

CON TODA EL ALMA


Con toda el alma



“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte”. Este es el mandato más importante y así como fue dado: “con toda el alma”. Lee ahora lo que sigue:

C. S. Lewis, novelista irlandés (1898-1963) en sus “Cartas del diablo a su sobrino”, describe admirablemente esa tentación que lleva al alma a regatear con Dios. «Háblale —aconseja el diablo veterano a su inexperto sobrino— sobre la “moderación en todas las cosas”. Una vez que consigas hacerle pensar a cualquiera que “la religión está muy bien, pero hasta cierto punto”, podrás sentirte satisfecho acerca de su alma. Una religión moderada es tan buena para nosotros como la falta absoluta de religión, y más divertida.»

¿Te das cuenta? En amar a Dios no debe haber moderación alguna, porque hay que amarlo como él se merece, con toda el alma y con todas las fuerzas. Cuando entibiamos nuestra relación con Dios, es tan malo como ignorarlo por completo. “La medida de amar a Dios es amarlo sin medida”. ¿Estamos? No caigas en esa sutil tentación del enemigo.


* Enviado por el P. Natalio

QUÉ DEBO HACER PARA GANARME EL CIELO?

¿Qué debo hacer para ganarme el Cielo?
Jesús nos invita a ser santos, a alcanzar el Cielo, pero ¿qué debemos hacer para lograrlo? 



Por: Xavier Villalta | Fuente: Catholic.net 





Sería fantástico que todos le hiciéramos al Señor aquella pregunta que un día un joven le planteara: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?" (Mc. 10, 17; Mt. 19, 16) ¿cómo me puedo ganar mi entrada al Cielo?
Dejemos que sean las Escrituras las que nos muestren lo que debemos hacer.

1.- CUMPLIR LOS MANDAMIENTOS

A aquel joven Nuestro Señor Jesucristo le respondió así: "Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre" (Mc. 10, 19; Mt. 19, 18)... porque "El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre" (Jn. 14, 21)
San Pablo nos recuerda el camino a seguir:
"Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.


En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley.

Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias" (Gal. 5, 19-24)
Y lo acentúa:


"El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna" (Gal. 6, 8)

2.- CREER, PERSEVERAR HASTA EL FINAL Y OBRAR EN CONCORDANCIA A LA FE

Ante esto surge una escusa en mi mente: las tentaciones son muchas, y soy débil, ¿cómo podré lograr semejante hazaña?, ¿acaso no está escrito que "el adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar" (1 Pe. 5, 8)?... sí, eso es verdad, pero también está escrito que no sufriremos "tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito (1 Cor. 10, 13)" y aunque parezca que el león nos va a devorar, si acudimos a Él buscando su auxilio, saldremos victoriosos porque
"Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?" (Rom. 8, 31)
Pero, entonces, ¿no vasta con creer?, ¿no dijo Nuestro Señor a Nicodemo "el que cree en el Hijo tiene vida eterna" (Jn. 3, 36)?, sí, es verdad, lo dijo, y esto no contradice lo anterior, porque quien cree en alguien sigue todo lo que él ha enseñado, por lo tanto quien cree en Cristo Jesús sigue fielmente todas sus enseñanzas (aunque no seamos capaces de entenderlas completamente), no tan sólo las que nos sean más cómodas y fáciles, sino principalmente aquellas que nos cuesta más por nuestra propia debilidad, porque es en esa batalla, "la buena batalla", la que nos permitirá decir al final "he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe" (2 Tim. 4, 7), no me he "cansado de hacer el bien" (2 Tes. 3, 13), tendiendo siempre presente que sólo
"Aquel que persevere hasta el final se salvará" (Mt. 10, 22).
Parte de los frutos de esa batalla son nuestras obras, obras que si son realizadas por amor a Dios no serán olvidadas por Él (Heb. 6, 10), y nos dará como recompensa la deseada vida eterna (Rom. 2, 6-7) y en el día del juicio nos dirá:
"Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver" (Mt. 25, 34)
Probaron vuestra fe gracias a vuestras obras (Sant. 2, 18).

3.- LA EUCARISTÍA

Finalmente, no me puedo olvidar de mencionar otro requisito para lograr el cielo, último en este escrito, pero no el menos importante, veamos que nos dice el Señor:
"En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.


Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.

Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre". (Jn. 6, 47-58)
Jesús mismo nos indica, en la noche que fue entregado, como podemos comer su carne y beber su sangre, dones que nos darán la vida eterna, ya que
"Tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío. Asimismo tomó también la copa después de cenar diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre" (1 Cor. 11, 23-25; Mc. 14. 22-25; Lc. 22. 19-20; Mt. 26, 26-27)
Eso sí, no podemos olvidar que el comer el cuerpo y beber la sangre de Nuestro Señor es algo muy serio, y que si lo hacemos inadecuadamente, sin el debido discernimiento (1 Cor. 11, 27-29) estaríamos negándonos la posibilidad de recibir aquella vida eterna prometida y en su lugar recibiríamos el más temido de los castigos.
Estos pasos no son los únicos, pero si los principales, iniciemos con ellos, y en nuestro peregrinar hacia el cielo anhelado Dios nos irá permitiendo descubrir aquello que aquí falte, pero sin olvidar nunca que las puertas del Cielo están abiertas gracias al infinito amor de Jesús por cada uno de nosotros, amor que nos probó en la cruz (Rom. 5, 8), sin esa entrega total y amorosa ninguno de nuestros actos lograrían los méritos necesarios para ingresar al cielo.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 28 DE FEBRERO


Los cinco minutos de María
Febrero 28


María Santísima no pensó en sí misma sino en sus hijos, que somos nosotros, y por nuestra salvación aceptó sus dolores y lo que era para ella más costoso y más doloroso: aceptó la inmolación de su propio Hijo Jesús, para nuestra salvación.

Si pensáramos un poco menos en nosotros mismos y un poco más en los otros, menos en nuestras necesidades que en las necesidades de los que nos rodean, menos en nuestros dolores y penas, en nuestros gustos y conveniencias que en lo que vemos en nuestros prójimos, seríamos servidores de ellos y testigos del Evangelio.

María, testigo de Jesucristo, alienta nuestro compromiso para que también nosotros lleguemos a ser luz del mundo y sal de la tierra.


* P. Alfonso Milagro

FELIZ MARTES


lunes, 27 de febrero de 2017

IMÁGENES DEL MIÉRCOLES DE CENIZA

















11 COSAS QUE CONVIENE SABER SOBRE EL MIÉRCOLES DE CENIZA


11 cosas que conviene saber sobre el Miércoles de Ceniza
Por Diego López Marina


(ACI).- A pocos días del inicio de la Cuaresma, que sirve de preparación para la Pascua y que comienza este miércoles 1 de marzo, recordamos algunas cosas esenciales que todo católico debe saber para poder vivir intensamente este tiempo litúrgico.

1.- ¿Qué es el Miércoles de Ceniza?

Es el primer día de la Cuaresma, es decir, de los 40 días en los que la Iglesia llama a los fieles a la conversión y a prepararse verdaderamente para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.

El Miércoles de Ceniza es una celebración contenida en el Misal Romano. En este se explica que en la Misa, se bendice e impone en la frente de los fieles la ceniza hecha de las palmas bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior.

2.- ¿Cómo nace la tradición de imponer las cenizas?

La tradición de imponer la ceniza se remonta a la Iglesia primitiva. Por aquel entonces las personas se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un “hábito penitencial” para recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo.

La Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos casi 400 años D.C. y a partir del siglo XI, la Iglesia en Roma impone las cenizas al inicio de este tiempo.

3.- ¿Por qué se impone la ceniza?

La ceniza es un símbolo. Su función está descrita en un importante documento de la Iglesia, más precisamente en el artículo 125 del Directorio sobre la piedad popular y la liturgia:

“El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual”.

4. ¿Qué simbolizan y qué recuerdan las cenizas?

La palabra ceniza, que proviene del latín "cinis", representa el producto de la combustión de algo por el fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte, caducidad, pero también de humildad y penitencia.

La ceniza, como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: "Dios formó al hombre con polvo de la tierra" (Gn 2,7); "hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).

5.- ¿Dónde se puede conseguir la ceniza?

Para la ceremonia se deben quemar los restos de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. Estas son rociadas con agua bendita y luego aromatizadas con incienso.

6.- ¿Cómo se impone la ceniza?

Este acto tiene lugar en la Misa al término de la homilía y está permitido que los laicos ayuden al sacerdote. Las cenizas son impuestas en la frente, haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro dice las palabras bíblicas: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás», o «Conviértete y cree en el Evangelio».

7.- ¿Qué hacer cuando no hay sacerdote?

Cuando no hay sacerdote la imposición de cenizas puede realizarse sin Misa, de forma extraordinaria. Sin embargo, es recomendable que al acto se preceda con una liturgia de la palabra.

Es importante recordar que la bendición de las cenizas, como todo sacramental, solo puede realizarla un sacerdote o diácono.

8.- ¿A quién se puede imponer la ceniza?

Puede recibir este sacramental cualquier persona, inclusive no católica. Como especifica el Catecismo (1670 y siguientes) los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo como sí lo hacen los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia estos «preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella».

9.- ¿Es obligatoria la imposición de las cenizas?

El Miércoles de Ceniza no es día de precepto y por lo tanto la imposición de ceniza no es obligatoria. No obstante, ese día concurre una gran cantidad de personas a la Santa Misa, algo que siempre es recomendable.

10.- ¿Cuánto tiempo hay que tener la ceniza en la frente?

Cuanto uno desee. No existe un tiempo determinado.

11.- ¿Es obligatorio el ayuno y la abstinencia?

El Miércoles de Ceniza es obligatorio el ayuno y la abstinencia, como en el Viernes Santo, para los mayores de 18 años y menores de 60. Fuera de esos límites es opcional. Ese día los fieles pueden tener una comida “fuerte” una sola vez al día.

La abstinencia de comer carne es obligatoria desde los 14 años. Todos los viernes de Cuaresma también son de abstinencia obligatoria. Los demás viernes del año también, aunque según el país puede sustituirse por otro tipo de mortificación u ofrecimiento como el rezo del rosario.

CÓMO PUEDO ESCUCHAR QUE DIOS ME HABLA EN LA ORACIÓN?


¿Cómo puedo escuchar que Dios me habla en la oración? 
Dios es una persona real y que está interesado –apasionadamente interesado- en nuestras vidas, nuestra amistad, nuestra cercanía


Por: P. John Bartunek, L.C. | Fuente: www.la-oracion.com 




La frase «conversación con Dios» describe muy bien la oración cristiana. Cristo ha revelado que Dios es una persona real y que está interesado –apasionadamente interesado- en nuestras vidas, nuestra amistad, nuestra cercanía. Para los cristianos, entonces, la oración, como lo explicó el Papa Benedicto XVI cuando visitó Yonkers, Nueva York en el 2007, es una expresión de nuestra «relación personal con Dios». Y esa relación, continuó diciendo el Santo Padre, «es lo que más importa».

Parámetros de la fe
Cuando oramos, Dios nos habla. Antes que nada, necesitamos recordar que nuestra relación con Dios se basa en la fe. Esta virtud nos da acceso a un conocimiento que va mas allá de lo que podemos percibir con nuestros sentidos. Por la fe, por ejemplo, sabemos que Cristo está realmente presente en la Eucaristía, a pesar de que nuestros sentidos sólo perciban las especies del pan y del vino. Cada vez que un cristiano ora, la oración tiene lugar dentro de este ámbito de la fe.

Cuando me dirijo a Dios en la oración vocal, sé que me está escuchando, aunque no sienta su presencia con mis sentidos o mis emociones. Cuando lo alabo, le pregunto cosas, lo adoro, le doy gracias, le pido perdón...en todas estas expresiones de oración, por la fe (no necesariamente por mis sentidos o mis sentimientos) sé que Dios está escuchando, se interesa y se preocupa. Si tratamos de entender la oración cristiana fuera de esta atmósfera de fe, no vamos a llegar a ninguna parte.

Teniendo esto en mente, echemos un vistazo a las tres formas en que Dios nos habla en la oración.

El don del consuelo.
En primer lugar, Dios puede hablarnos cuando nos otorga lo que los escritores espirituales llaman consuelo. A través de él, toca el alma y le permite ser consolada y fortalecida con la sensación de percibir su amor, su presencia, su bondad, su poder y su belleza.


Este consuelo puede fluir directamente del significado de las palabras de una oración vocal. Por ejemplo, cuando rezo la famosa oración del beato Cardenal Newman «Guíame, luz amable», Dios puede aumentar mi esperanza y mi confianza, simplemente porque el significado de las palabras, nutren y revitalizan mi conciencia del poder y la bondad de Dios.

El consuelo también puede fluir desde la reflexión y la meditación en la que nos involucramos cuando hacemos oración mental. Al leer y reflexionar lentamente, la parábola del hijo pródigo, por ejemplo, puedo sentir que mi alma se conforta con la imagen del padre abrazando al hermano menor arrepentido. Esa imagen del amor de Dios viene a mi mente y me da una renovada conciencia de la misericordia y la bondad de Dios. ¡Dios es tan misericordioso!, me digo a mí mismo y siento la calidez de su misericordia en mi corazón. Esa imagen y esas ideas son mías en tanto surgen en mi mente, pero son de Dios en la medida que surgieron en respuesta a mi reflexión de la revelación de Dios, dentro de una atmósfera de fe.

O, en otra ocasión, puedo meditar el mismo pasaje bíblico y ser trasladado a una profunda experiencia de dolor por mis propios pecados: en la rebelión ingrata del hijo pródigo, veo una imagen de mis propios pecados y rebeliones y siento repulsión por esto. Una vez más, la idea de la fealdad del pecado, y el dolor por mis pecados personales son mis propias ideas y sentimientos, pero son una respuesta a la acción de Dios en mi mente en la medida en que Él va guiando mi ojo mental para que perciba ciertos aspectos de su verdad mientras lo escucho hablar a través de su Palabra revelada en la Biblia.

En cualquiera de estos casos, mi alma vuelve a ser tocada y por tanto nutrida y consolada por la verdad de quién es Dios para mí y quién soy yo para Él –es verdad que Dios le habla a mi alma. Pero la distinción entre el hablar de Dios y mis propias ideas no es tan clara como a veces nos gustaría que fuera. Él realmente habla a través de las ideas que me llegan a medida que, en la oración, yo vuelco mi atención hacia Él; habla dentro de mí a través de las palabras que surgen en mi corazón cuando contemplo su Palabra.

Nutriendo los dones del Espíritu Santo.

En segundo lugar, Dios puede respondernos en la oración incrementando los dones del Espíritu Santo en nuestra alma: sabiduría, ciencia, entendimiento, piedad, temor de Dios, fortaleza y consejo. Cada uno de estos dones nutre nuestros músculos espirituales, por así decirlo, y juntos, desarrollan nuestras facultades espirituales haciendo más fácil descubrir, apreciar y querer la voluntad de Dios en nuestra vida, y llevarla a cabo. En pocas palabras, los dones mejoran nuestra capacidad para creer, esperar y amar a Dios y a nuestro prójimo. Entonces, cuando estoy dirigiéndome a Dios en la oración vocal o tratando de conocerlo más profundamente a través de la oración mental, o adorándolo a través de la oración litúrgica, la gracia de Dios toca mi alma, nutriéndola mediante el aumento de la potencia de estos dones del Espíritu Santo.

Dado que estos dones son espirituales y no materiales, y que la gracia de Dios es espiritual, no siempre sentiré que Dios me nutre. Puedo pasar 15 minutos leyendo y reflexionando sobre la parábola del Buen Pastor sin tener ideas o sentimientos consoladores; mi oración se siente seca. Pero eso no quiere decir que la gracia de Dios no esté nutriendo mi alma y que no se estén fortaleciendo dentro de mí los dones del Espíritu Santo.

Cuando tomo vitaminas (o me alimento con brócoli) no siento que mis músculos estén creciendo, pero sé que esas vitaminas están permitiendo el crecimiento. De igual manera, cuando rezamos, sabemos que estamos entrando en contacto con la gracia de Dios, con un Dios que nos ama y nos está haciendo santos. Cuando no experimento el consuelo, puedo estar seguro que, como quiera, Dios está trabajando en mi alma, fortaleciéndola con sus dones por medio de las vitaminas espirituales que mi alma toma cada vez que, lleno de fe, entro en contacto con Él. Pero esto lo sé sólo por la fe porque Dios, al nutrirnos espiritualmente, no siempre envía consuelos sensibles. Es por esto que el crecimiento espiritual depende de manera tan significativa de nuestra perseverancia en la oración, independientemente de si sentimos o no los consuelos.

Inspiraciones directas.

En tercer lugar, Dios puede hablar a nuestra alma a través de palabras, ideas o inspiraciones que reconocemos claramente como venidas de Él. Personalmente, tengo un vívido recuerdo de la primera vez que el pensamiento del sacerdocio me vino a la mente. Ni siquiera era católico y nadie me había dicho que debería ser sacerdote. Y, sin embargo, a raíz de una poderosa experiencia espiritual, el pensamiento simplemente apareció en mi mente, completamente formado con claridad convincente. Yo sabía, sin lugar a duda, que la idea había venido directamente de Dios y que Él me hablaba dándome una inspiración.

La mayoría de nosotros, aunque sean pocas veces, hemos tenido algunas experiencias como ésta, cuando sabíamos que Dios nos estaba diciendo algo específico, aun cuando sólo escucháramos las palabras en nuestro corazón y no con nuestros oídos físicos. Dios puede hablarnos de esta manera incluso cuando no estemos en oración, pero una vida de oración madura hará nuestras almas más sensibles a estas inspiraciones directas y creará más espacio para que, si así lo desea, Dios nos hable directamente más seguido.

Jesús nos aseguró que cualquier esfuerzo que hagamos por orar traerá la gracia a nuestras almas, ya sea que lo sintamos o no: « Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá .» (Mateo 7, 7-8). Pero al mismo tiempo, tenemos siempre que recordar que debemos vivir toda nuestra vida, incluyendo nuestra vida de oración, a la luz de nuestra fe, y no sólo de acuerdo con lo que percibimos o sentimos. Tal como san Pablo dijo de manera tan poderosa: «Caminamos en la fe, no en la visión...» 
(2 Corintios 5,7).

Cortesía de nuestro saliados y amigos: La Oración

DEJAR MI VIDA ENTRE TUS MANOS


Dejar mi vida entre tus manos
Todavía me cuesta, Señor, poner las redes de mi vida entre tus manos. Sé que Tú tienes un camino distinto para mi vida.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




Todavía me cuesta, Señor, poner las redes de mi vida entre tus manos.

Parece que temo tus proyectos, tus planes. Parece que todavía prefiero seguir mis gustos, gozar de salud, decidir mis pasos, tenerlo todo bajo el control de mis deseos.

Sé que Tú tienes un camino distinto para mi vida. Quizá difícil, quizá incomprensible, quizá lleno de espinas. Pero viene de Ti, y eres Tú quien sabes lo que es mejor, lo que me permite avanzar hacia el amor y la esperanza.

Ayúdame a descubrir ese proyecto. Dame fuerzas para confiar, para no olvidar que eres un Padre bueno. Permíteme reconocer que la Cruz es parte del camino del que ama, es una astilla que nos permite contagiarnos del fuego de amor que trajiste al mundo.

Dame también fuerzas para acompañar a quienes sufren a mi lado. Porque no encuentran sentido a sus fracasos. Porque no entienden que también el dolor encierra un tesoro inmenso. Porque olvidan que existe el cielo, donde el Perdón vence el pecado, donde el egoísmo queda lejos, donde el Amor lo es todo para todos.

Quisiera hoy, en estas horas de mi caminar frágil, dejar mi vida entre tus manos, como jarrón dócil, como vasija humilde, como barro confiado. Dejar que modeles en mi alma y en mi cuerpo tu proyecto; permitirte conquistar mis ideas y mis actos; prestarme para que también otros, desde mi vida transformada, puedan avanzar hacia la esperanza y descubrir Tu Amor eterno.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 27 DE FEBRERO


Los cinco minutos de María
Febrero 27



María fue inundada de amor divino pero no quiso conservarlo sólo para ella sino derramarlo sobre nosotros. Nuestra Madre se alegra al vernos llenos del amor de Dios. Cuanto más amemos a Dios, mayor será su alegría.

Si debemos amar a Dios para dar gusto a nuestro Padre celestial, también debemos hacerlo para dar gusto a nuestra Madre bondadosa. Hagamos todas las cosas no tanto por un mero sentido del deber, sino principalmente por amor a Dios, para agrada a Dios y a la Santísima Virgen.

María, que no te encerraste en ti misma, tú que viviste para tu Hijo y para sus seguidores, enséñanos a compartir nuestros dones y nuestra vida.


* P. Alfonso Milagro

FELIZ SEMANA

domingo, 26 de febrero de 2017

FRUTO DEL PERÓN


Frutos del perdón


Perdonar es más propio de Dios cuya misericordia es infinita, que del hombre que tan fácilmente se deja arrastrar a la venganza. Pero hay ejemplos de personas que, buscando inspiración y fuerza en Jesús, incluso murieron perdonando a sus verdugos. Te ofrezco hoy un texto encontrado en un pedazo de papel en el campo de concentración de Robensburg, luego de la Segunda Guerra Mundial:

Acuérdate, Señor, no sólo de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino también de los de mala voluntad. No recuerdes tan sólo el sufrimiento que nos han causado; recuerda también los frutos que hemos dado gracias a ese sufrimiento: la camaradería, la lealtad, la generosidad, la humildad, el valor y la grandeza de ánimo que todo ello ha conseguido inspirar. Y cuando los llames a ellos a juicio, haz que esos frutos que hemos dado sirvan para su recompensa y perdón.

Emocionante testimonio de creyentes que transformaron una situación injusta y terrible, en ocasión de crecimiento espiritual y de fraternidad humana. Para perdonar necesitas pedir al Espíritu Santo que derrame el mismo amor de Dios en tu corazón. Ese amor cambia el corazón para poder cumplir el precepto de perdonar a los que nos hacen el mal. Mañana estoy contigo, si Dios quiere. Y que él te bendiga.


* Enviado por el P. Natalio

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 26 DE FEBRERO


Los cinco minutos de María
Febrero 26



La madre se entrega al hijo sin límites ni condiciones ni restricciones. María, Madre de Jesús, se entregó a Él de esa forma; vivió para Él, preocupada por Él y por sus cosas.

Cuando a los doce años lo perdió en el templo sufrió un hondo dolor en su Corazón de Madre.

En tu vida cristiana, debes preocuparte por Jesús y por sus intereses. Él quiere salvar a los hombres; no pierdas tu empeño y tu ilusión de vivir entregado a la obra redentora de Jesucristo. Que nada haya en tu vida que no quede bajo la influencia de Jesucristo, que no sea animado por su Espíritu.

María, tú que eras amiga de los Apóstoles que seguían a Jesús, sé también amiga de los apóstoles de hoy.



* P. Alfonso Milagro

USO DE LOS BIENES


Uso de los bienes

Ciclo C - Domingo 25 del tiempo ordinario Lucas 16, 1-13


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer 




Decía también a sus discípulos: Era un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: ¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando." Se dijo a sí mismo el administrador: ¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas. Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? Respondió: Cien medidas de aceite." El le dijo: Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta. Después dijo a otro: Tú, ¿cuánto debes?" Contestó: "Cien cargas de trigo. Dícele: Toma tu recibo y escribe ochenta. El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz. Yo os digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas. El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.


Reflexión
Jesús nos cuenta en el Evangelio de hoy una parábola, cuyo sentido no se entiende tan fácilmente.

El personaje central es el administrador infiel, al cual acusan de malversar los bienes de su amo. En esta situación difícil, él usa sin escrúpulos su poder como administrador para asegurar su futuro. Sagazmente favorece a los deudores de su amo, disminuyendo así ampliamente sus deudas.
Mediante esta hábil operación, el administrador se asegura el agradecimiento permanente de los deudores, de modo que no deberá inquietarse más por su futuro.

Y por eso se dice en el Evangelio: “El amo felicitó al administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente”.

Pero, ¿por qué felicita a este hombre infiel e injusto? No aprueba el fraude como tal, sino el hecho de que el administrador ha aprovechado el tiempo para asegurar su futuro y superar la crisis. Para Jesús, su actuar decisivo y hábil es modelo para los “hijos de la luz”.

Entonces, el mensaje de la parábola es este: los hijos de la luz, en la búsqueda de la salvación, tenemos que imitar la conducta de los hijos de este mundo. Tenemos que aprovechar el tiempo presente, para asegurar el futuro. Tenemos que usar hábilmente de nuestra vida transitoria en este mundo, para ganar la vida eterna en el otro mundo.

El tiempo que nos queda acá en la tierra, es breve y exige una decisión inmediata y absoluta por Dios, en la imitación de Jesucristo. Sólo así nuestro futuro estará asegurado, asegurado en Dios y en la vida eterna junto a Él.

Los versículos siguientes son como un apéndice de la parábola. En ellos Jesús nos habla del uso conveniente de los bienes, sobre todo del dinero.

El Señor exige de nosotros ser buenos y fieles administradores de las riquezas de este mundo. Por eso dice el Evangelio de hoy: “Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?” Cuando no somos fieles y exactos con los bienes transitorios, cuanto menos seremos buenos administradores de los bienes sobrenaturales, de la gracia de Dios.

Jesús nos indica también, en el mismo Evangelio de hoy, cómo se puede usar bien el dinero: “Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas”.

Los bienes materiales son beneficios de Dios: El rico no es dueño absoluto, sino simple administrador de sus riquezas. Y sólo administrará fielmente los bienes, cuando los ponga al servicio de sus hermanos necesitados. Acumular injustamente riquezas y no ocuparse de los demás es ser un mal administrador de Dios.

Y porque es bien difícil, administrar fielmente los bienes, Jesús; habla duramente sobre la riqueza: “Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios (Lc 18,25).

La riqueza, frecuentemente, no acerca el hombre a Dios, sino que lo aparta de Él: lo hace orgulloso, duro, autosuficiente. Por eso termina el Evangelio de hoy: “Ningún siervo puede servir a dos amos... No podéis servir a Dios y al dinero”.

Apegarse al dinero resulta incompatible con el servicio auténtico de Dios. Porque las supremas riquezas no son las cosas de este mundo sino los dones del Reino de Dios. Por eso también el Señor se hizo pobre, para dar testimonio de pobreza y enriquecer con sus bienes: espirituales a los pobres de este mundo.

Queridos hermanos, en esta Eucaristía, Jesucristo quiere darnos su riqueza divina entregándonos su Cuerpo y su Sangre como alimento y bebida. Pero esta comunión con Cristo nos compromete seriamente. Nos compromete a servir a Dios, a ayudar a nuestros hermanos necesitados, a administrar fielmente los bienes de este mundo.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.



Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 25 DE FEBRERO


Los cinco minutos de María
Febrero 25



María es toda Corazón, porque es toda amor; y es toda amor porque es Madre.

El cristiano es el hombre que vive el amor, vive del amor, vive en el amor, vive con amor y vive para el amor; el cristianismo es la religión del amor.

Por eso, el que no lo entiende así no ha captado el sentido del cristianismo, de la religión de Jesucristo. Y el cristianismo es la religión del amor, porque Dios es amor y por eso a Dios hay que vivirlo con amor y en el amor.

Cuanto más amor pongas en tus cosas y en tus relaciones con los demás, más cristianamente vivirás. Ser cristiano es crecer en el amor.

María, que viviste el amor, recuérdanos que la verdadera alegría es fruto del Espíritu del amor.


* P. Alfonso Milagro

FELIZ DOMINGO


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