domingo, 1 de noviembre de 2020

7 CONSEJOS ANTE LA MUERTE DE UN SER QUERIDO

 7 consejos ante la muerte de un ser querido

Las dos verdades absolutamente ciertas de la vida son nuestra existencia y lo inevitable de nuestra muerte. Todos los hombres mueren, pero no todos viven.



Por: Ricardo Ruvalcaba, L.C. | Fuente: Catholic.net


“Ven, siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 21)

Ricardo Ruvalcaba, L.C.


1. La muerte es un momento de dolor donde sólo la fe puede iluminar de esperanza ese momento de tristeza. La muerte duele porque es un parto al cielo. Cuando muera un ser querido piensa si existía un “derecho” para retenerlo aquí y si era más tuyo que de Dios. Mira si no es egoísmo querer privarle de lo que ahora tiene: la felicidad eterna. ¿Estás seguro de que más tarde se iba a salvar…?

2. ¿Qué es la muerte? La muerte no tiene la última palabra: la vida no termina, se transforma. Los hombres que contemplan el sepulcro de Jesucristo viven en la esperanza de la Resurrección. La muerte nos revela lo que el hombre es: “polvo, ceniza, nada”. Quien muere deja una luz y alcanza otra. La muerte es el paso a la eternidad. La muerte es fin e inicio. Morir en gracia de Dios significa conquistar la cumbre, la meta, el abrazo eterno del Padre. San Francisco cantó: “Y por la hermana muerte, ¡loado mi Señor! Ningún viviente escapa de su persecución; ¡ay, si en pecado grave sorprende al pecador! ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!”.

3. ¿Es mejor vivir o morir? “Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger... Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor...” (Flp 1, 21-23). La felicidad del hombre consiste en amar y ser amado. Cuando un alma parte a la casa del Padre ahí es amada por Dios y ama a Dios. Un día el hombre dejará de sonreír, de caminar y de cantar… pero nunca dejará de amar. En vez de recibir la muerte con lágrimas, deberíamos recibirla con una sonrisa porque nos conduce al encuentro, cara a cara, con nuestro Creador.

4. ¿Qué podemos aprender de la muerte? En la entrada de un cementerio español está escrito: “Hoy a mí, mañana a ti”. Lo capital para el hombre no es morir antes o después, sino bien o mal. San Agustín confesó: “Como es la vida, así es la muerte”. Ten presente que “Cuando un padre muere es como si no muriese, pues deja tras de sí –algunas veces- un hijo semejante a él”. (Si. 30, 4).

5. ¿Hay que temer la muerte? No, pero cuando se tiene miedo, por algo será… Opta por una muerte que te lleve al cielo. Que no te pase como aquel epitafio que decía: “Aquí yace un hombre que murió sin leer el libro que lo iba a salvar: la Biblia”. O aquel otro que decía: “He aquí un ateo que no tiene a dónde ir”. Hay que vivir de tal manera que si volviéramos a nacer elegiríamos seguir el mismo camino. Santa Teresa no temía la muerte, al contrario, ella decía: “Muero porque no muero”. Para desear la eternidad es necesario imaginar el abrazo del Padre.

6. ¿Por qué existe la muerte? Porque el hombre quiere ver a Dios y para verlo es necesario morir. El hombre surgido del polvo debe retornar al polvo y el alma surgida de Dios debe volver a Dios. Las dos verdades absolutamente ciertas de la vida son nuestra existencia y lo inevitable de nuestra muerte. Todos los hombres mueren, pero no todos viven. San Ambrosio predicó: “Es verdad que la muerte no formaba parte de nuestra naturaleza, sino que se introdujo en ella; Dios no instituyó la muerte desde el principio, sino que nos la dio como un remedio (...). En efecto, la vida del hombre, condenada por culpa del pecado a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, comenzó a ser digna de lástima: era necesario dar un fin a estos males, de modo que la muerte restituyera lo que la vida había perdido. La inmortalidad, en efecto, es más una carga que un bien, si no entra en juego la gracia (…) No debemos deplorar la muerte, ya que es causa de salvación”.

7. ¿Por qué no sabemos el día que vamos a morir? Si supiéramos el día de nuestra muerte no viviríamos cada día con la misma intensidad. Nadie sabe ni cómo ni cuándo morirá. Nadie por más que se esfuerce puede añadir una hora al tiempo de su vida. La muerte es lo más cierto, pero el día es lo más incierto. No olvides que no es necesario ser viejo para morir. No vale la pena indagar el cómo, el cuándo ni el dónde moriré; pero sí vale estar preparado.

8. ¿Qué actitud debemos tomar ante la muerte de un ser amado? No rechazar a Dios porque nos lo ha quitado, sino agradecerle porque nos lo ha dado. “¿Conviene llorar a un muerto? Sí, pero no lamentarse cuando muere en aras de Dios”, como dijo un amigo. Dios es misericordioso y “la misericordia se siente superior al juicio” (St 2, 13) Porque “nuestra maldad es una gota que cae en el océano de la misericordia de Dios”. “Jesucristo crucificado está como un tapón entre la muerte y el infierno”. Dios es comprensivo porque sabe todo y saberlo todo es perdonarlo todo. Jesús nos enseñó: “Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso”. Mientras que el apóstol Santiago escribió: “Habrá un juicio sin misericordia para el que no tenga misericordia hacia los demás” (St 2, 13) Recuerda: para obtener misericordia para uno mismo, es necesario tener misericordia hacia los demás. “Al final de la vida sólo queda lo que hayamos hecho por Dios y los demás”.

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS - 1 DE NOVIEMBRE

 


 Fiesta de todos los santos

Una gran fiesta en el cielo


Por: P. Idar Hidalgo | Fuente: Catholic.net


Hoy, primero de noviembre se celebra la fiesta de Todos los Santos. Para toda la Iglesia es una gran celebración porque hay gran fiesta en el cielo. Para nosotros es una gran oportunidad de agradecer todos los beneficios, todas las gracias que Dios ha derramado en personas que han vivido en esta tierra y que han sido como nosotros, con las mismas debilidades, y con las fortalezas que vienen del mismo Dios. Celebremos este día con un corazón agradecido, porque Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres.

Hoy es un buen día para reflexionar todo el bien espiritual y material que por intercesión de los santos hemos obtenido y tenemos hasta el día de hoy, pues los santos que desearon la Gloria de Dios desde aquí en la tierra lo siguen deseando en la visión beatifica, y comparten el mismo deseo de Nuestro Señor Jesucristo de que todos los hombres se salven, que todos los hombres glorifiquen a Nuestro Señor.

La Iglesia ha instituido la Fiesta de Todos los santos por las siguientes razones:


1.- Para alabar y agradecer al Señor la merced que hizo a sus siervos, santificándolos en la tierra y coronándolos de gloria en el cielo.

2.- Para honrar en este día aun a los Santos de que no se hace fiesta particular durante el año.

3.- Para procurarnos mayores gracias multiplicando los intercesores.

4.- Para reparar en este día las faltas que en el transcurso del año hayamos cometido en las fiestas particulares de los Santos.

5.- Para animarnos más a la virtud con los ejemplos de tantos Santos de toda edad, sexo y condición, y con la memoria de la recompensa que gozan en el cielo.

Ha de alentarnos a imitar a los Santos el considerar que ellos eran tan débiles como nosotros y sujetos a las mismas pasiones; que, fortalecidos con la divina gracia, se hicieron santos por los medios que también nosotros podemos emplear, y que por los méritos de Jesucristo se nos ha prometido la misma gloria que ellos gozan en el cielo.

Se celebra la fiesta de Todos los Santos con tanta solemnidad porque abraza todas las otras fiestas que en el año se celebran en honor de los Santos y es figura de la fiesta eterna de la gloria.

Para celebrar dignamente la fiesta de Todos los Santos debemos:

1.- Alabar y glorificar al Señor por las mercedes que hizo a sus siervos y pedirle que asimismo nos las conceda a nosotros.

2.- Honrar a todos los Santos como a amigos de Dios e invocar con más confianza su protección.

3.- Proponer imitar sus ejemplos para ser un día participantes de la misma gloria.

Es importante en este día tan importante para toda la Iglesia detenernos a pensar en todo el bien que Dios ha dado a la humanidad por medio de tantos hombres y mujeres que fieles a la voluntad de Dios, fieles a su amor fueron testigos del Reino del Señor. La cantidad de santos, santas y mártires que dejaron una huella tan profunda en su paso por esta tierra que ni el tiempo ni los cambios de generaciones han podido borrar. Y si decimos que es de todos los Santos es porque también celebramos a tantos Santos y Mártires que Dios a querido tener en el anonimato, y que nosotros no conocemos por su nombre pero sabemos por la fe que están dando gloria a Dios.

Celebremos con gozo este día, y pidámosle a Dios Nuestro Señor nos conceda disfrutar en esta tierra de la protección de sus santos y que un día nos conceda estar con ellos para glorificarlo en su eternidad.

Que Santa María Reina de los santos nos conceda la alegría de servir con humildad a Dios esta tierra para verle y gozarle en la vida eterna.

LA SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS RECUERDA LA VOCACIÓN A LA SANTIDAD

 



 La Solemnidad de Todos los Santos recuerda la vocación a la santidad, afirma el Papa

Redacción ACI Prensa

Foto: Vatican Media



“La Solemnidad de hoy, que celebra a Todos los Santos, nos recuerda la vocación personal y universal a la santidad”. Así lo afirmó el Papa Francisco este domingo 1 de noviembre durante el rezo del Ángelus desde el Palacio Apostólico del Vaticano.

Esta fiesta, continuó el Santo Padre, “nos propone los modelos seguros de este camino, que cada uno recorre de manera única e irrepetible, según la ‘fantasía’ del Espíritu Santo. Basta pensar en la inagotable variedad de dones e historias concretas que se dan entre los santos y las santas, que la Iglesia ha reconocido a lo largo de los siglos y que continuamente propone como testigos del único Evangelio”.

En la solemne fiesta de Todos los Santo “la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la gran esperanza que se funda en la Resurrección de Cristo. Cristo resucitó y también nosotros estaremos con Él”.

El Pontífice explicó que “los santos y los beatos son los testigos más autorizados de la esperanza cristiana, porque la han vivido plenamente en su existencia, entre alegrías y sufrimientos, poniendo en práctica las Bienaventuranzas que Jesús predicó y que hoy resuenan en la liturgia”.

Según señaló el Papa, las Bienaventuranzas evangélicas son “el camino de la santidad”. En concreto, Francisco se refirió a dos Bienaventuranzas: la segunda y la tercera.

La segunda Bienaventuranza dice: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”. El Santo Padre señaló que “parecen palabras contradictorias, porque el llanto no es un signo de alegría y felicidad”.

“Motivos de llanto y de sufrimiento son la muerte, la enfermedad, las adversidades morales, el pecado y los errores: simplemente la vida cotidiana, frágil, débil y marcada por las dificultades. Una vida a veces herida y probada por la ingratitud y la incomprensión”.

Sin embargo, “Jesús proclama bienaventurados a los que lloran por estas situaciones y, a pesar de todo, confían en el Señor y se ponen a su sombra. No son indiferentes ni tampoco endurecen sus corazones en el dolor, sino que esperan con paciencia en el consuelo de Dios. Y ese consuelo lo experimentan ya en esta vida”.

En la tercera Bienaventuranza Jesús afirma: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra”.

Sobre esta Bienaventuranza, el Papa explicó que “la mansedumbre es característica de Jesús, que dice de sí mismo: ‘Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón’”.

“Mansos son aquellos que tienen dominio de sí mismo, que dejan sitio al otro, que lo escuchan y lo respetan en su forma de vivir, en sus necesidades y en sus demandas. No pretenden someterlo ni menospreciarlo, no quieren sobresalir y dominarlo todo, ni imponer sus ideas e intereses en detrimento de los demás”.

Estas personas, “que la mentalidad mundana no aprecia, son en cambio preciosas a los ojos de Dios, que les da en herencia la tierra prometida, es decir, la vida eterna. También esta bienaventuranza comienza aquí abajo y se cumplirá en el Cielo”.

En su enseñanza, el Papa insistió en que “elegir la pureza, la mansedumbre y la misericordia; elegir confiarse al Señor en la pobreza de espíritu y en la aflicción; esforzarse por la justicia y la paz, significa ir a contracorriente de la mentalidad de este mundo, de la cultura de la posesión, de la diversión sin sentido, de la arrogancia hacia los más débiles”.

“Los santos y los beatos han seguido este camino evangélico”, concluyó el Papa Francisco.

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 1 DE NOVIEMBRE DEL 2020 - SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 


 

 Lecturas de hoy Todos los Santos

Hoy, domingo, 1 de noviembre de 2020

 


Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (7,2-4.9-14):


Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»

Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»

Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.»

Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»

Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.»

Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»


Palabra de Dios



Salmo

Sal 23,1-2.3-4ab.5-6


R/. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor


Del Señor es la tierra y cuanto la llena,

el orbe y todos sus habitantes:

él la fundó sobre los mares,

él la afianzó sobre los ríos. R/.


Quién puede subir al monte del Señor?

Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes y puro corazón,

que no confía en los ídolos. R/.


Ése recibirá la bendición del Señor,

le hará justicia el Dios de salvación.

Éste es el grupo que busca al Señor,

que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.



 

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3,1-3):


Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purificará a sí mismo, como él es puro.


Palabra de Dios



Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12):


Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»


Palabra del Señor




«Alegraos y regocijaos»


Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador expresado en el “credo” y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de los santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en comunión con nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque ellos ya gozan de la eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el amor «que no pasa nunca» (1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo. El amor que les hace solidarios y solícitos para con nosotros. Por tanto, no veneramos a los santos solamente por su ejemplaridad, sino sobre todo por la unidad en el Espíritu de toda la Iglesia, que se fortalece con la práctica del amor fraterno.

Por esta profunda unidad, hemos de sentirnos cerca de todos los santos que, anteriormente a nosotros, han creído y esperado lo mismo que nosotros creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al Padre Dios y a sus hermanos los hombres, procurando imitar el amor de Cristo.

Los santos apóstoles, los santos mártires, los santos confesores que han existido a lo largo de la historia son, por tanto, nuestros hermanos e intercesores; en ellos se han cumplido estas palabras proféticas de Jesús: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros de su santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son los tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como afirma el Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una noticia reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.


 Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida

(Lleida, España)

1 DE NOVIEMBRE - SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 







 

viernes, 30 de octubre de 2020

IMÁGENES DEL DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS - 2 DE NOVIEMBRE

 





















 

ORACIONES PARA EL DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS

 



Día de los muertos: 

Con estas oraciones puedes pedirle a Dios por tus difuntos

Redacción ACI Prensa


"Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios", decía San Agustín. Cada 2 de noviembre la Iglesia recuerda con mucho cariño a los fieles difuntos y por ello te recomendamos estas oraciones por las almas de tus familiares que ya partieron a la Casa del Padre.




Por un niño

Señor, tú que conoces nuestra profunda tristeza por la muerte del (de la) niño(a) N., concede a quienes acatamos con dolor tu voluntad de llevártelo(a), el consuelo de creer que vive eternamente contigo en la gloria. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


Por un joven

Concede, Señor, la felicidad de la gloria eterna a tu siervo(a) N. a quien has llamado de este mundo cuando el vigor de la juventud embellecía su vida corporal; muestra para con él (ella) tu misericordia y acógelo(a) entre tus santos en el canto eterno de tu alabanza. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Por los padres y abuelos

¡Oh Dios! Nos mandaste honrar padre y madre. Por tu misericordia, ten piedad de mi padre (madre) y no recuerdes sus pecados. Que yo pueda verlo (la) de nuevo en el gozo de eterno fulgor. Te lo pido por Cristo nuestro Señor. Amén.


En caso de accidente o suicidio

Escucha, Señor, las súplicas de tu pueblo unidas a las lágrimas de dolor que sentimos por la muerte inesperada de nuestro(a) hermano(a) N., y haz que alcance tu misericordia y goce para siempre de la luz de aquella patria en que no hay más sufrimiento ni muerte. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración en el cementerio el día de los fieles difuntos

La costumbre de visitar los cementerios el día de difuntos es una buena oportunidad para orar por ellos y afirmar nuestra fe en la resurrección. Proponemos para esta ocasión la siguiente celebración.


A/. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. T/. Amén.


A/. Bendigamos al Señor que, por la resurrección de su Hijo, nos ha hecho nacer a una esperanza viva. T/. Bendito seas por siempre, Señor.


A/. Hermanos: Todos tenemos familiares y amigos que han muerto. Hoy los recordamos a ellos y a todos los que han fallecido y los encomendamos a la misericordia de Dios. En este cementerio nos unimos para afirmar nuestra fe en Cristo que ha vencido la muerte y nuestra esperanza de que él vencerá también nuestra muerte y nos reunirá con nuestros seres queridos en su reino de gloria. Que esta celebración nos anime a ser fieles al Señor y a seguir los buenos ejemplos que nuestros familiares nos dejaron en su vida. Comencemos reconociendo nuestros pecados ante el Señor (momentos de silencio).


Tú que resucitaste a Lázaro del sepulcro, SEÑOR, TEN PIEDAD.

Tú que has vencido la muerte y has resucitado, CRISTO, TEN PIEDAD.

Tú que nos has prometido una vida eterna contigo, SEÑOR, TEN PIEDAD.

A/. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. T/: Amén.


L/. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (6, 3-4. 8-9).


“Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva... Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él”. Palabra de Dios. T/. Te alabamos, Señor.


A/. Hermanos: Invoquemos con fe a Dios Padre todopoderoso que resucitó de entre los muertos a su Hijo Jesucristo para la salvación de todos.


Para que afiance al pueblo cristiano en la fe, la 28 esperanza y el amor, roguemos al Señor. Todos: TE LO PEDIMOS, SEÑOR.

Para que libere al mundo entero de todas sus injusticias, violencias y signos de muerte, roguemos al Señor.

Para que acoja e ilumine con la claridad de su rostro a todos los que han muerto en la esperanza de la resurrección, roguemos al Señor.

Para que reciba en su reino a N. y N. (se pueden decir nombres) y a todos los difuntos de nuestras familias, roguemos al Señor.

Para que nuestra visita y nuestras ofrendas de flores, velas y comida sean signos de nuestra fe en la vida más allá de la muerte, roguemos al Señor.

Para que la fe en Cristo mueva nuestros corazones para dar frutos de solidaridad y de justicia, roguemos al Señor.

A/. Oremos, hermanos, como Jesús mismo nos enseñó.


T/. Padre nuestro... Dios te salve María... Gloria al Padre...


A/. El Dios de todo consuelo, que con amor inefable creó al hombre y en la resurrección de su Hijo ha dado a los creyentes la esperanza de resucitar, derrame sobre nosotros su bendición. T/. Amén.


A/. Él nos conceda el perdón de nuestras culpas a los que vivimos en este mundo y otorgue a los que han muerto el lugar de la luz y de la paz. T/. Amén.


A/. Y a todos nos conceda vivir eternamente felices con Cristo, al que proclamamos resucitado de entre los muertos. T/. Amén.


A/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre. T/. Amén.


A/. Dales, Señor, el descanso eterno T/. Y brille para ellos la luz perpetua.


A/. Que las almas de todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. T/. Amén. 

HISTORIA DEL ROSARIO



 Historia del Rosario

La historia del Santo Rosario, el ejercicio de la excelencia en honor a la Virgen María


Por: Primeros Cristianos | Fuente: http://www.primeroscristianos.com/



Historia del Rosario

El pueblo cristiano siempre ha sentido la necesidad de la mediación de María, Omnipotencia suplicante, canal de la gracia: se multiplican así a lo largo de los siglos las devociones marianas, tanto litúrgicas coma populares.

Sin embargo, entre las devociones a María, con el paso de los años, una se destaca claramente: el Santo Rosario, el ejercicio piadoso por excelencia en honor de la Santísima Virgen María, Madre de Dios.

Entre las devociones a María, con el paso de los años, una se destaca claramente: el Santo Rosario


ANTECEDENTES HISTÓRICOS

En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra rosario significa "corona de rosas".

Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.


ORIGEN Y DESARROLLO

En la Edad Media, se saluda a la Virgen María con el título de rosa, símbolo de la alegría. El bienaventurado Hermann le dirá: «Alégrate, Tú, la misma belleza. / Yo te digo: Rosa, Rosa», y en un manuscrito francés medieval se lee: «cuando la bella rosa María comienza a florecer, el invierno de nuestras tribulaciones se desvanece y el verano de la eterna alegría comienza a brillar». Se adornan las imágenes de la Virgen con una «corona de rosas» y se canta a María como «jardín de rosas» (en latín medieval rosarium); así se explica la etimología del nombre que ha llegado a nuestros días.

En esa época, los que no sabían recitar los 150 salmos del Oficio divino los sustituían por 150 Avemarías, acompañadas de genuflexiones, sirviéndose para contarlas de granos enhebrados por decenas o de nudos hechos en una cuerda. A la vez se meditaba y se predicaba la vida de la Virgen. En el s. XIII, en Inglaterra, el abad cisterciense Étienne de Sallai escribe unas meditaciones en donde aparecen 15 gozos de Nuestra Señora, terminando cada una de ellas con un Avemaría.

Sin entrar en una discusión crítico-histórica pormenorizada sobre los detalles del origen último del Rosario en su estructura actual, podemos afirmar que es, sin duda, Santo Domingo de Guzmán el hombre que en su época más contribuyó a la formación del Rosario y a su propagación, no sin inspiración de Santa María Virgen. Motivo fue el extenderse la herejía albigense, a la que combatió, «no con la fuerza de las armas, sino con la más acendrada fe en la devoción del Santo Rosario, que fue el primero en propagar, y que personalmente y por sus hijos llevó a los cuatro ángulos del mundo...» (León XIII, Enc. Supremi apostolatus, 1 sept. 1883).

A finales del s. XV los dominicos Alain de la Rochelle en Flandes, Santiago de Sprenger y Félix Fabre en Colonia, dan al Rosario una estructura similar a la de hoy: se rezan cinco o quince misterios, cada uno compuesto por diez Avemarías. Se estructura la contemplación de los misterios, que se dividen en gozosos, dolorosos y gloriosos, repasando así en el ciclo semanal los hechos centrales de la vida de Jesús y de María, como en un compendio del año litúrgico y de todo el Evangelio. Por último se fija el rezo de las letanías, cuyo origen en la Iglesia es muy antiguo.

La devoción al Rosario adquirió un notable impulso en tiempos de León XIII añadiéndose a las letanías lauretanas la invocación «Reina del Santísimo Rosario».

En los últimos tiempos ha contribuido de manera especial a la fundamentación y propagación de esta devoción mariana los hechos milagrosos de Lourdes y Fátima: «la misma Santísima Virgen, en nuestros tiempos, quiso recomendar con insistencia esta práctica cuando se apareció en la gruta de Lourdes y enseñó a aquella joven la manera de rezar el Rosario.


ESTRUCTURA

La forma típica y plenaria del rezo del Rosario, con 150 Avemarías, se ha distribuido en tres ciclos de misterios, gozosos, dolorosos y gloriosos a lo largo de la semana, dando lugar a la forma habitual del rezo de cinco decenas de Avemarías, contemplando cinco misterios -diarios (la costumbre suele asignar al domingo, miércoles y sábado los gloriosos; los gozosos al lunes y jueves y los dolorosos al martes y viernes), rezándose al final de los cinco misterios las letanías lauretanas. Juan Pablo II añadió el ciclo de misterios luminosos los jueves.

Los tres grupos de misterios nos recuerdan los tres grandes misterios de la salvación. El misterio de la Encarnación nos lo evocan los gozos de la Anunciación, de la Visitación, de la Natividad del Señor, su Presentación en el templo y la Purificación de su Madre y, por último, su encuentro entre los doctores en el Templo. El misterio de la Redención está representado por los diversos momentos de la Pasión: la oración y agonía en el huerto de Getsemaní, la flagelación, la coronación de espinas, el camino del Calvario con la Cruz a cuestas y la crucifixión. El misterio de la vida eterna nos lo evoca la Resurrección del Señor, su Ascensión, Pentecostés, la Asunción de María y su Coronación como Reina. «Todo el Credo pasa, pues, ante nuestros ojos, no de una manera abstracta, con fórmulas dogmáticas, sino de una manera concreta en la vida de Cristo, que desciende a nosotros y sube a su Padre para conducirnos a Él. Es todo el dogma cristiano, en toda su profundidad y esplendor, para que podamos de esta manera y todos los días, comprenderlo, saborearlo y alimentar nuestra alma con él» (R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador y nuestra vida interior, 3 ed. Buenos Aires 1954, 261).

Juan Pablo II  incluyó en el rezo del Rosario los Misterios de Luz, que incluye varias escenas de la vida de Jesús que faltaban por considerar: el Bautismo, las Bodas de Caná, el Anuncio del Reino, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía.


INSTITUCIÓN DE LA FIESTA DEL SANTO ROSARIO

El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto, en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla, su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota.

Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre.

Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de Octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.


NAVIDAD 2020: ASÍ SERÁN EL PESEBRE Y EL ÁRBOL QUE ADORNARÁN LA PLAZA SAN PEDRO

 



 Navidad 2020: Así serán el pesebre y el árbol que adornarán la Plaza de San Pedro

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




Este año el tradicional pesebre de la Plaza de San Pedro en el Vaticano será de cerámica y procede de la región italiana de los Abruzos.

El árbol de Navidad en cambio será un abeto de 28 metros de altura que procede de la región de Kočevje en Eslovenia.

Según informó la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, el tradicional espacio dedicado a la Navidad en la Plaza de San Pedro “pretende ser un signo de esperanza y confianza para todo el mundo” y quiere “expresar la certeza de que Jesús viene entre su pueblo para salvarlos y consolarlos. Un mensaje importante en este tiempo difícil debido a la emergencia sanitaria por el COVID-19”.

Las decoraciones navideñas serán visibles en la Plaza de San Pedro partir del 11 de diciembre hasta el 10 de enero de 2021, día en que concluye el tiempo de Navidad con la fiesta del Bautismo del Señor.

El pesebre, también conocido como belén o nacimiento, estará compuesto por estatuas de cerámica de tamaño mayor al natural que serán colocadas sobre una plataforma luminosa de casi 125 metros cuadrados que rodeará el obelisco central de la Plaza de San Pedro.

En el pesebre de los Abruzos hay fuertes referencias a la historia del arte antiguo, desde el arte griego al arte sumerio, pasando por la escultura egipcia. Además, en los objetos que enriquecen el belén se encuentra el recuerdo del arte cerámico local.

Además, este pesebre fue expuesto públicamente, entre otros lugares, en el mercado de Trajano de Roma en 1970 y años después en Jerusalén, Belén y Tel Aviv.

En años anteriores, el Papa Francisco ha visitado el pesebre el 31 de diciembre al finalizar el rezo del Te Deum que suele realizarse dentro de la Basílica de San Pedro.

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 30 DE OCTUBRE DEL 2020


 

Lecturas de hoy Viernes de la 30ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy, viernes, 30 de octubre de 2020


Primera lectura

Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1,1-11):

Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos que residen en Filipos, con sus obispos y diáconos. Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Doy gracias a mi Dios cada vez que os menciono; siempre que rezo por todos vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy. Ésta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús. Esto que siento por vosotros está plenamente justificado: os llevo dentro, porque, tanto en la prisión como en mi defensa y prueba del Evangelio, todos compartís la gracia que me ha tocado. Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os echo de menos, en Cristo Jesús. Y ésta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 110


R/. Grandes son las obras del Señor


Doy gracias al Señor de todo corazón,

en compañía de los rectos, en la asamblea.

Grandes son las obras del Señor,

dignas de estudio para los que las aman. R/.


Esplendor y belleza son su obra,

su generosidad dura por siempre;

ha hecho maravillas memorables,

el Señor es piadoso y clemente. R/.


Él da alimento a sus fieles,

recordando siempre su alianza;

mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,

dándoles la heredad de los gentiles. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1-6):


Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.

Jesús se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los letrados y fariseos, preguntó: «¿Es lícito curar los sábados, o no?»

Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió.

Y a ellos les dijo: «Si a uno de vosotros se le cae al pozo el burro o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?»

Y se quedaron sin respuesta.


Palabra del Señor





Comentario al Evangelio de hoy viernes, 30 de octubre de 2020

CR

Queridos amigos y amigas:


Me gusta pensar que los que leen estos sencillos comentarios al Evangelio de cada día son gente llena de buena voluntad, gente buena en el mejor sentido de la palabra. Y que tienen poco que ver con aquellos fariseos que espiaban a Jesús y que ponían todos sus esfuerzos en intentar pillarle en una falta. 

Por eso, ahora y muchas veces, hago mía la primera lectura de Pablo, el comienzo de la carta a los Filipenses, que es sobre todo una acción de gracias. Pablo da gracias a Dios por los destinatarios de la carta. Los conoce. Por eso la acción de gracias y la alegría cada vez que se acuerda de ellos. Ve en esa comunidad el germen de la presencia del Reino y está convencido de que Dios que ha sembrado esa semilla la llevará a su plenitud. Siente y sabe que comparte con ellos la misma fe y la misma esperanza en Cristo Jesús. Los quiere y ora por ellos para que su amor siga creciendo cada vez más. Hasta llegar a su plenitud como comunidad y como personas. 

Repito que estoy seguro de que los lectores de estos comentarios están hechos de la misma esencia que aquella comunidad cristiana de Tesalónica. Llenos de buena voluntad. Habiendo recibido la semilla del amor de Dios, a través de su Palabra, tantas veces leída y orada. 

A veces nos fijamos sobre todo en los defectos, en las faltas, en lo que nos rompe por dentro, en lo que quiebra nuestras relaciones. Y se nos puede olvidar lo mejor que tenemos: el amor de Dios recibido gratuitamente, la fuerza que sentimos cuando, en comunidad, compartimos el pan y el vino en la Eucaristía. Por eso, tenemos que dar muchas gracias a Dios por lo recibido en los hermanos y en nosotros. 

Probablemente, ése sea el mejor camino para no caer en esa actitud tan fea de los fariseos con Jesús, que trataban de pillarle en falta para condenarlo definitivamente. Cuando miramos a los demás como dones de Dios, nos alegramos con sus alegrías, con sus éxitos, con las cosas buenas que les pasan. Damos gracias a Dios por ellos. Y lloramos con sus penas como si fuesen nuestras. Eso es la fraternidad del Reino.


FELIZ VIERNES!!!

 





 
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