domingo, 23 de enero de 2022

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN EL DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS 2022



Homilía del Papa Francisco en el Domingo de la Palabra de Dios 2022

Redacción ACI Prensa

Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




El Papa Francisco presidió este 23 de enero una Misa en la Basílica de San Pedro del Vaticano por el Domingo de la Palabra de Dios, instituida por el mismo Pontífice en el Motu Proprio Aperuit Illis del 30 de septiembre de 2019.

En su homilía, el Santo Padre invitó volver a colocar la Palabra de Dios “en el centro de la pastoral y de la vida de la Iglesia” a escucharla, a rezar con ella para ponerla en práctica.

“Hermanas y hermanos, la Palabra de Dios nos cambia. La rigidez no nos cambia, nos esconde. Y la Palabra de Dios nos cambia penetrando en el alma como una espada. Porque, si por una parte consuela, revelándonos el rostro de Dios, por otra parte, provoca y sacude, mostrándonos nuestras contradicciones. Nos mete en crisis. No nos deja tranquilos, si quien paga el precio de esta tranquilidad es un mundo desgarrado por la injusticia y quienes sufren las consecuencias son siempre los más débiles. Siempre pagan los más débiles”, advirtió el Papa.


A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:

En la primera Lectura y en el Evangelio encontramos dos gestos paralelos: el sacerdote Esdras tomó el libro de la ley de Dios, lo abrió y lo proclamó delante de todo el pueblo; Jesús, en la sinagoga de Nazaret, abrió el volumen de la Sagrada Escritura y leyó un pasaje del profeta Isaías delante de todos. Son dos escenas que nos comunican una realidad fundamental: en el centro de la vida del pueblo santo de Dios y del camino de la fe no estamos nosotros, con nuestras palabras; en el centro está Dios con su Palabra.

Todo comenzó con la Palabra que Dios nos dirigió. En Cristo, su Palabra eterna, el Padre «nos eligió antes de la creación del mundo» (Ef 1,4). Con su Palabra creó el universo: «Él lo dijo y así sucedió» (Sal 33,9). Desde la antigüedad nos habló por medio de los profetas (cf. Hb 1,1); por último, en la plenitud del tiempo, nos envió su misma Palabra, el Hijo unigénito (cf. Ga 4,4). Por esto, al finalizar la lectura de Isaías, Jesús en el Evangelio anuncia algo inaudito: «Esta lectura se ha cumplido hoy» (Lc 4,21). Se ha cumplido; la Palabra de Dios ya no es una promesa, sino que se ha realizado. En Jesús se hizo carne. Por obra del Espíritu Santo habitó entre nosotros y quiere hacernos su morada, para colmar nuestras expectativas y sanar nuestras heridas.

Hermanas y hermanos, tengamos la mirada fija en Jesús, como la gente en la sinagoga de Nazaret (cf. v. 20), -lo miraban, era uno de ellos, cuál novedad, qué hará este, de quien se habla mucho- y acojamos su Palabra. Meditemos hoy dos aspectos de ella que están unidos entre sí: la Palabra revela a Dios y el otro aspecto la Palabra nos lleva al hombre. Está al centro revela a Dios y nos lleva al hombre.

En primer lugar, la Palabra revela a Dios. Jesús, al comienzo de su misión, comentando ese pasaje específico del profeta Isaías, anuncia una opción concreta: ha venido para liberar a los pobres y oprimidos (cf. v. 18). De este modo, precisamente por medio de las Escrituras, nos revela el rostro de Dios como el de Aquel que se hace cargo de nuestra pobreza y le preocupa nuestro destino.

No es un tirano que se encierra en el cielo -esa imagen de Dios fea, no es así-, sino un Padre que sigue nuestros pasos. No es un frío observador indiferente e imperturbable -un dios matemático, no-, sino Dios con nosotros, que se apasiona con nuestra vida, Dios que tiene pasión y se apasiona hasta llorar nuestras mismas lágrimas. No es un dios neutral e indiferente, sino el Espíritu amante del hombre, que nos defiende, nos aconseja, toma partido a nuestro favor, se involucra y se compromete con nuestro dolor. Siempre está presente allí.

Esta es «la buena noticia» (v. 18) que Jesús proclama ante la mirada sorprendida de todos: Dios es cercano y quiere cuidar de mí, de ti, de todos. Y este es el rasgo de Dios: cercanía, Él mismo se define así y dice al pueblo en el Deuteronomio ¿cuál pueblo tiene a su dios cercano a ellos como yo te soy cercano a ti? El Dios cercano. Con esta cercanía que es compasiva y tierna quiere aliviarte de las cargas que te aplastan, quiere caldear el frío de tus inviernos, quiere iluminar tus días oscuros, quiere sostener tus pasos inciertos. Y lo hace con su Palabra, con la que te habla para volver a encender la esperanza en medio de las cenizas, de las cenizas de tus miedos, para hacer que vuelvas a encontrar la alegría en los laberintos de tus tristezas, para llenar de esperanza la amargura de tus soledades. Te hace ir, pero no en un laberinto, te hace ir en el camino para encontrarlo más cada día.

Hermanos, hermanas, preguntémonos: ¿llevamos en el corazón esta imagen liberadora de Dios -del Dios cercano, del Dios compasivo, del Dios tierno- o pensamos que sea un juez riguroso, un rígido aduanero de nuestra vida? ¿Nuestra fe genera esperanza y alegría o -me pregunto- está todavía determinada por el miedo? ¿Una fe con miedo? ¿Qué rostro de Dios anunciamos en la Iglesia, el Salvador que libera y cura o el Temible que aplasta bajo los sentimientos de culpa?

Para convertirnos al Dios verdadero, Jesús nos indica de dónde debemos partir: de la Palabra. Ella, contándonos la historia del amor que Dios tiene por nosotros, nos libera de los miedos y de los conceptos erróneos sobre Él, que apagan la alegría de la fe. La Palabra derriba los falsos ídolos, desenmascara nuestras proyecciones, destruye las representaciones demasiado humanas de Dios y nos muestra su rostro verdadero, su misericordia. La Palabra de Dios nutre y renueva la fe, ¡volvamos a ponerla en el centro de la oración y de la vida espiritual! Al centro la Palabra que nos revela cómo es Dios, la Palabra que nos hace cercanos a Dios.

Y ahora, el segundo aspecto: la Palabra nos lleva al hombre. Nos lleva a Dios y nos lleva al hombre. Justamente cuando descubrimos que Dios es amor compasivo, vencemos la tentación de encerrarnos en una religiosidad sacra, que se reduce a un culto exterior, que no toca ni transforma la vida. Esta es idolatría, idolatría escondida, idolatría refinada, pero es idolatría. La Palabra nos impulsa a salir fuera, fuera de nosotros mismos para ponernos en camino al encuentro de los hermanos con la única fuerza humilde del amor liberador de Dios.

En la sinagoga de Nazaret Jesús nos revela precisamente esto: Él es enviado para ir al encuentro de los pobres -que somos todos nosotros- y liberarlos. No vino a entregar una serie de normas o a oficiar alguna ceremonia religiosa, sino que descendió a las calles del mundo para encontrarse con la humanidad herida, para acariciar los rostros marcados por el sufrimiento, para sanar los corazones quebrantados, para liberarnos de las cadenas que nos aprisionan el alma. De este modo nos revela cuál es el culto que más agrada a Dios: hacernos cargo del prójimo. Debemos volver a esto, en un momento que en la Iglesia existen las tentaciones de la rigidez, que es una perversión, y se cree que encontrar a Dios es ser más rígido, más rígido, con más normas, las cosas correctas, las cosas claras, no es así. Cuando nosotros veamos propuestas rígidas, propuestas de rigidez, pensemos inmediatamente esto es un ídolo, no es Dios, nuestro Dios no es así.

Hermanas y hermanos, la Palabra de Dios nos cambia. La rigidez no nos cambia, nos esconde. Y la Palabra de Dios nos cambia penetrando en el alma como una espada (cf. Hb 4,12). Porque, si por una parte consuela, revelándonos el rostro de Dios, por otra parte, provoca y sacude, mostrándonos nuestras contradicciones. Nos mete en crisis. No nos deja tranquilos, si quien paga el precio de esta tranquilidad es un mundo desgarrado por la injusticia y quienes sufren las consecuencias son siempre los más débiles. Siempre pagan los más débiles.

La Palabra pone en crisis esas justificaciones nuestras que siempre hacen depender aquello que no funciona del otro o de los otros. Cuánto dolor sentimos cuando vemos nuestros hermanos y hermanas morir en el mar porque no los dejan desembarcar y esto, algunos, en el nombre de Dios. La Palabra de Dios nos invita a salir al descubierto, a no escondernos detrás de la complejidad de los problemas, detrás del “no hay nada que hacer”, “es un problema de ellos, es un problema suyo” o del “¿qué puedo hacer yo?” Dejémoslo allí. Nos exhorta a actuar, a unir el culto a Dios y el cuidado del hombre. Siempre allí.

Porque la Sagrada Escritura no nos ha sido dada para entretenernos, para mimarnos en una espiritualidad angélica, sino para salir al encuentro de los demás y acercarnos a sus heridas. He hablado de la rigidez, de aquel pelagianismo moderno, que es una de las tentaciones de la Iglesia, y esta otra es buscar una espiritualidad angélica, es un poco otra de las tentaciones de hoy, los movimientos espirituales agnósticos, el agnosticismo que te propone una palabra de dios que te mete en órbita y no te hace tocar la realidad.

La Palabra que se ha hecho carne (cf. Jn 1,14) quiere encarnarse en nosotros. No nos aleja de la vida, sino que nos introduce en la vida, en las situaciones de todos los días, en la escucha de los sufrimientos de los hermanos, del grito de los pobres, de la violencia y las injusticias que hieren la sociedad y el planeta, para no ser cristianos indiferentes sino laboriosos, cristianos creativos, cristianos proféticos.

«Esta lectura que acaban de oír -dice Jesús- se ha cumplido hoy» (Lc 4,21). La Palabra quiere encarnarse hoy, en el tiempo que vivimos, no en un futuro ideal. Una mística francesa del siglo pasado, que eligió vivir el Evangelio en las periferias, escribió que la Palabra del Señor no es «“letra muerta”, sino espíritu y vida. [...] Las condiciones de la escucha que reclama de nosotros la Palabra del Señor son las de nuestro “hoy”: las circunstancias de nuestra vida cotidiana y las necesidades de nuestro prójimo» (M. Delbrêl, La alegría de creer, Sal Terrae, Santander 1997, 242-243).

Entonces, preguntémonos: ¿queremos imitar a Jesús, ser ministros de liberación y de consolación para los demás? Es decir, actuar la Palabra. ¿Somos una Iglesia dócil a la Palabra? ¿Una Iglesia con capacidad de escuchar a los demás, que se compromete a tender la mano para aliviar a los hermanos y las hermanas de aquello que los oprime, para desatar los nudos de los temores, liberar a los más frágiles de las prisiones de la pobreza, del cansancio interior y de la tristeza que apaga la vida? ¿Queremos esto?

En esta celebración, algunos de nuestros hermanos y hermanas son instituidos lectores y catequistas. Están llamados a la tarea importante de servir el Evangelio de Jesús, de anunciarlo para que su consuelo, su alegría y su liberación lleguen a todos. Esta es también la misión de cada uno de nosotros: ser anunciadores creíbles, profetas de la Palabra en el mundo. Por eso, apasionémonos por la Sagrada Escritura. Dejémonos escrutar interiormente por la Palabra, que revela la novedad de Dios y nos lleva a amar a los demás sin cansarse. ¡Volvamos a poner la Palabra de Dios en el centro de la pastoral y de la vida de la Iglesia! Así seremos libres de todo pelagianismo rígido y seremos libres de las ilusiones, de espiritualidad que te coloca en la órbita sin cuidar a los hermanos y hermanas. ¡Volvamos a poner la Palabra de Dios en el centro de la pastoral y de la vida de la Iglesia! Escuchémosla, recemos con ella, pongámosla en práctica. 

¿POR QUÉ ES DIFÍCIL PERDONAR?



¿Por qué es tan difícil perdonar?

Para perdonar tenemos que elevar nuestra memoria a un nivel superior, reemplazando el recuerdo doloroso por las palabras de Jesús

Por: Madre Angélica | Fuente: EWTN.com


Una de las pruebas más difíciles que se enfrentan en la vida es la constatación de que se es incapaz de perdonar a alguien que nos lastimó. Jesús nos dio un ejemplo de esa actitud cuando relató la parábola del hijo pródigo que malgastó su herencia.

Cuando a este joven se le acabó todo el dinero y empezó a pasar necesidad en una tierra donde había sobrevenido un hambre extrema, decidió volver a su padre, pedir perdón y solicitar ser tratado como a uno de sus jornaleros. El padre misericordioso, que nunca dejó de amar a su hijo, lo perdonó en el acto y le devolvió su lugar en la casa, como su hijo.

Pero el hermano mayor, que había permanecido fiel a su padre, se quejó. Estaba celoso de la fiesta que se había organizado en honor de su hermano pródigo.

Al hermano mayor le pareció completamente injusto que su padre honrara a ese hermano descarriado, mientras que a él nunca lo había recompensado por su lealtad y su trabajo. En lugar de alegrarse por la conversión y el regreso de su hermano, el mayor se irritó y se entristeció, y se negó a entrar en el banquete.

El padre le explicó por qué debía alegrarse: porque el hijo que estaba perdido había vuelto. En ese momento, el hermano mayor tuvo que elegir. ¿Haría caso a la súplica de su padre y se uniría a su alegría, o se encerraría en sí mismo y en su tristeza autocompasiva? ¿Iba a aceptar reconciliarse con su hermano, aunque no fuera más que por amor a su padre, o se retiraría amargado y con el corazón endurecido?

Jesús no nos contó cuál fue la reacción del hermano mayor. Tal vez quería que reflexionáramos sobre cuál sería nuestra reacción, ya que es una opción que todos, tarde o temprano, vamos a tener que hacer.

Sea porque tenemos a un alcohólico en la familia, o un ser querido se hace adicto a las drogas, o un cónyuge nos es infiel o un amigo nos traiciona, todos, en algún momento, nos enfrentaremos con la opción de perdonar a quien nos hirió, incluso si esa persona no nos pide perdón.

El único remedio veraz para curar ese tipo de sufrimiento es perdonar a quien nos hirió. Por eso es que Jesús nos regaló el “Padrenuestro”.

Si nosotros no perdonamos a los demás, cada vez que rezamos el Padrenuestro, ¡estamos pidiendo a Dios que no nos perdone las ofensas que hacemos contra Él! Jesús también nos dio Su propio ejemplo en la Cruz cuando dijo: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.




¿Por qué es tan difícil perdonar y olvidar?

Yo lo llamo “vivir en el recuerdo”. Cuando nuestra Fe y nuestra Esperanza son débiles, podemos vivir inmersos en un recuerdo triste.

Durante años revivimos y reavivamos ese momento de dolor y enojo, hasta que se nos deforma el alma y se nos endurece el corazón.

En ese estado, empezamos a justificar todas nuestras debilidades por esa experiencia dolorosa que recordamos una y otra vez.

A esa altura, es imposible ver las propias faltas con humildad y tratar de cambiar nuestra conducta indeseable para bien. Al final, un día nos percatamos de que estamos atrapados en un ciclo sin fin de frustración, enojo y tristeza.

Esa es una situación peligrosa ya que, a menos que rompamos ese patrón, todo lo que nos suceda cada día será un recuerdo de ese incidente que nos lastimó tanto.

La tensión va a ir en aumento hasta que la vida entera se va a ver destruida por frustraciones que no existen. Es fácil imaginarse al hermano mayor cargado de amargura contra su hermano descarriado durante mucho tiempo.

Si eligiera rechazar la alegría de la reconciliación y el sacrificio, cosecharía solamente tristeza y tormentos. Se estaría cargando sobre las espaldas ese rencor cada vez que viera a su hermano. Pero sería la opción que él mismo escogió la que le causaría tristeza.


¿Cuál es la solución? ¿Cómo logro perdonar?

Sin duda, perdonar no es hacer de cuenta que no tenemos problemas ni sentimientos, ni que nunca hubo ofensa. No se pueden enterrar los sentimientos ni los recuerdos a costa de una gran fuerza de voluntad. Eso no sirve.

No, la respuesta requiere de un enfoque completamente distinto. Debemos usar esos sentimientos que nos provocan dolor como una oportunidad para imitar al Padre, nuestro Dios Compasivo, Misericordioso y Amante, que hace salir el sol sobre justos e injustos.

Tenemos que empezar a ver lo sucedido como algo que Él permitió que pasara para nuestra santificación, para hacernos santos según nuestra reacción ante ese acontecimiento doloroso.

En lugar de tratar de hacer de cuenta que no nos sentimos heridos, tenemos que elevar nuestra memoria a un nivel superior, reemplazando el recuerdo doloroso por las palabras de Jesús o por algún incidente de Su vida.

La memoria, una de nuestras facultades mentales, es un regalo precioso que nos dio Dios. Pero debe ser usada correctamente. La memoria debe considerarse un depósito tremendo donde podemos guardar todo lo que nos relatan los Evangelios acerca de Jesús y Su vida, llenando el lugar con Oración, Escrituras y los Sacramentos.

Cada vez que recordamos una ofensa pasada, debemos reemplazar el recuerdo con palabras de Jesús, trayendo a la memoria los episodios en que Él perdonó, y cómo utilizó cada oportunidad para dar Honor y Gloria a Su Padre.

Entonces, cuando aparezca un recuerdo inquietante, podemos “cambiar de carril” hacia un pensamiento diferente: uno centrado en Jesús. Esto va a lograr que nuestra memoria se eleve por sobre las cosas de este mundo, y empiece a vivir en la Palabra de Dios.

Sin embargo, este proceso de sustituir un mal recuerdo por buenos pensamientos puede utilizarse incorrectamente. Si se realiza en una esfera completamente natural, puede ayudar a cambiar el pensamiento, pero nunca nos va a provocar un cambio de vida que nos acerque a la unión con Dios.

Por ejemplo: un colega nos ofende con un comentario antipático. Uno permanece callado, pero las palabras que dijo nos queman por dentro como el fuego. Hay quienes nos aconsejarán salvar esta situación a través del “pensamiento positivo”, o mediante alguna técnica como la formación de una imagen mental de una flor que flota en un lago espejado.

Esto puede cambiar el patrón de pensamiento y calmar los ánimos, pero no nos va a hacer semejantes a Jesús. No, no es esa la manera de proceder.




Jesús es el centro del perdón

Es Jesús quien debe ocupar el centro de nuestras facultades mentales. Jesús es el Camino a seguir para controlar nuestra memoria y nuestra imaginación. Es Jesús la Verdad que nos ayuda a elevar nuestro entendimiento por encima de nuestra limitada capacidad para ver los Misterios de Dios. Y Jesús es la Vida a través de la cual se fortalece nuestra voluntad para superar los más grandes obstáculos.

Como cristianos, debemos luchar por vivir una vida santa, la vida de un hijo de Dios –no simplemente una “buena” vida como meras criaturas de Dios-.

Es solamente a través de Jesús que podemos elevarnos de una vida de imperfección o tristeza o amargura a una vida de santidad y esperanza y alegría.

Dios siempre saca cosas buenas de toda situación para quienes lo aman, si no en esta vida, en la otra.

Cuando ponemos nuestra confianza en nuestro Dios Amor, todas nuestras penurias pueden convertirse en escalones que nos lleven al Cielo. 

PAPA FRANCISCO INSTITUYE POR PRIMERA VEZ EL MINISTERIO LAICAL DE LECTORADO Y CATEQUISTAS



Papa Francisco instituye por primera vez el ministerio laical de lectorado y catequistas

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

Foto: Captura Vatican Media




Durante la Misa celebrada en la Basílica de San Pedro del Vaticano por el Domingo de la Palabra de Dios este 23 de enero, el Papa Francisco instituyó por primera vez los ministerios de lector y catequista a fieles laicos, hombres y mujeres, procedentes de diferentes partes del mundo.

Se trató de la primera vez que el Santo Padre instituye el ministerio laical de lectorado y catequistas y en el Vaticano recibieron el ministerio del lectorado ocho fieles laicos -seis mujeres y dos hombres- y otras ocho personas recibieron el ministerio laical de catequista -cinco hombres y tres mujeres-.

El Papa Francisco instituyó el Domingo de la Palabra de Dios, con el Motu Proprio Aperuit Illis del 30 de septiembre de 2019 para que la Iglesia Universal celebre cada tercer Domingo del Tiempo Ordinario con el fin de “crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura”.

El 10 de enero de 2021 el Santo Padre modificó el Código de Derecho Canónico con el Motu Proprio Spiritus Domini que cambió el canon 230 § 1 para dar acceso de las mujeres al ministerio instituido del lectorado y acolitado.

Además, el Papa instituyó el ministerio laical de catequista con la carta apostólica en forma Motu Proprio “Antiquum ministerium” (antiguo ministerio) el 11 de mayo de 2021 en la que también solicitó la elaboración de un itinerario de formación, la descripción de los criterios normativos para acceder al ministerio y la publicación del rito de institución de tal ministerio laical.


Rito de institución

Antes de la homilía del Papa, un diácono leyó el nombre de los candidatos al ministerio de lectorado y el ministerio de catequista, después de mencionar el nombre, cada candidato, candidata, respondió “Eccomi” (heme aquí).

En concreto, se trató de 16 fieles laicos presentes en el Vaticano, que fueron en representación de todo el Pueblo de Dios. Entre los candidatos al ministerio del lectorado se encontraron personas procedentes de Corea del Sur, Pakistán, Ghana y varias partes de Italia, mientras que los candidatos al ministerio de catequistas se encontraron dos laicos del Vicariato Apostólico de Yurimaguas (Perú) en la Amazonia, dos fieles de Brasil que ya están involucrados en la formación de catequistas, una mujer de Kumasi, Ghana, el actual Presidente del Centro de Oratorios Romanos (el Centro Oratori Romani), un laico de Łódź (Polonia) y una fiel laica de Madrid (España).

Según informó el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, “debido a las dificultades de viaje causadas por las actuales restricciones sanitarias, no fue posible la esperada presencia de dos fieles de la República Democrática del Congo y de Uganda”.

Después de pronunciar su homilía, en la que invitó a colocar la Palabra de Dios “en el centro de la pastoral y de la vida de la Iglesia” a escucharla, a rezar con ella para ponerla en práctica, el Santo Padre presidió el rito de institución al ministerio laical del lectorado y de catequistas preparado por la Congregación para el Culto Divino.

Los nuevos ministros al lectorado recibieron una Biblia, mientras que los ministros catequistas recibieron un crucifijo plateado, reproducción de la cruz pastoral utilizada primero por San Pablo VI y luego por San Juan Pablo II.

En primer lugar, el Papa destacó que siendo lectores “es decir, anunciadores de la Palabra de Dios, están llamados a colaborar a este compromiso primario en la Iglesia” porque se colocan al “servicio de la fe, la cual tiene su raíz y su fundamento en la Palabra de Dios”.

“Proclamarán la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica; educarán en la fe a los niños y a los adultos y los conducirán a recibir dignamente los Sacramentos; llevarán el anuncio misionero del Evangelio de salvación a los hombres que todavía no lo conocen”, señaló el Papa.

Los ocho candidatos -seis mujeres y dos hombres- al ministerio del lectorado se colocaron de pie frente al Santo Padre y tras las palabras del Papa los candidatos se hincaron para recibir la bendición en la que los alentó a que en la meditación de la Palabra de Dios sean “íntimamente iluminados para convertirse en fieles anunciadores a sus hermanos”.

Finalmente, el Papa entregó a cada uno una Biblia diciendo “recibe el libro de las Sagradas Escrituras y transmite fielmente la Palabra de Dios para que germine y fructifique en el corazón de los hombres”.

De igual forma, los ocho candidatos al ministerio laical de catequista -cinco hombres y tres mujeres- se pusieron de pie delante del Papa colocado en el Altar de la Cátedra.

En su exhortación, el Santo Padre alentó a los “llamados al ministerio estable de catequista a vivir más intensamente el espíritu apostólico, bajo el ejemplo de los hombres y mujeres que ayudaban a San Pablo y a los otros apóstoles en la difusión del Evangelio”.

“Su ministerio esté siempre radicado en una profunda vida de oración, edificado en una sana doctrina y animado por un verdadero entusiasmo apostólico”, señaló el Papa.

Luego, los candidatos se hincaron delante al Papa mientras que también los bendijo para que “vivan plenamente su Bautismo colaborando con los pastores en las diversas formas de apostolado para la edificación de tu Reino”.

Después, el Santo Padre entregó a cada uno un crucifijo plateado, con las palabras “recibe este signo de nuestra fe, cátedra de la verdad y de la caridad de Cristo: anuncia a Él con la vida, las acciones y la palabra” y cada uno respondió: “Amén”.

La oración de los fieles fue leída en coreano, portugués, chino, francés y polaco.


Domingo de la Palabra de Dios

El Papa Francisco instituyó el “Domingo de la Palabra de Dios” el 30 de septiembre de 2019 en el día de la fiesta de San Jerónimo, famoso por su traducción de la Biblia al latín, conocida como la “Vulgata”.

El título de la carta apostólica en forma de Motu Proprio titulada Aperuit Illis se basa en el pasaje bíblico de San Lucas del capítulo 24 en el que se describe el gesto de Jesucristo a los discípulos con el cual “les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras”.

“Dedicar concretamente un domingo del año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite, sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable”, escribió el Papa.  

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 23 DE ENERO DE 2022

 



Domingo 3 (C) del tiempo ordinario

Domingo 23 de enero de 2022



1ª Lectura (Neh 8,2-4a.5-6.8-10): En aquellos días, el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura de la ley. El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión. Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas: «Amén, amén». Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.

Los levitas leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura. Entonces, el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea: «Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios: No estéis tristes ni lloréis» (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley). Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza».



Salmo responsorial: 18

R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.

La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío.



2ª Lectura (1Cor 12,12-30): Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro sino muchos. Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso. Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo.

El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito». Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan. Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían. Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros.

Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan. Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?

Versículo antes del Evangelio (Lc 4,18): Aleluya. El Señor me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva y proclamar la liberación a los cautivos. Aleluya.


Texto del Evangelio (Lc 1,1-4;4,14-21): Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos. Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy».




«Para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido»

Rev. D. Bernat GIMENO i Capín

(Barcelona, España)



Hoy comenzamos a escuchar la voz de Jesús a través del evangelista que nos acompañará durante todo el tiempo ordinario propio del ciclo “C”: san Lucas. Que «conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido» (Lc 1,4), escribe Lucas a su amigo Teófilo. Si ésta es la finalidad del escrito, hemos de tomar conciencia de la importancia que tiene el hecho de meditar el Evangelio del Señor —palabra viva y, por tanto, siempre nueva— cada día.

Como Palabra de Dios, Jesús hoy nos es presentado como un Maestro, ya que «iba enseñando en sus sinagogas» (Lc 4,15). Comienza como cualquier otro predicador: leyendo un texto de la Escritura, que precisamente ahora se cumple... La palabra del profeta Isaías se está cumpliendo; más aun: toda la palabra, todo el contenido de las Escrituras, todo lo que habían anunciado los profetas se concreta y llega a su cumplimiento en Jesús. No es indiferente creer o no en Jesús, porque es el mismo “Espíritu del Señor” quien lo ha ungido y enviado.

El mensaje que quiere transmitir Dios a la humanidad mediante su Palabra es una buena noticia para los desvalidos, un anuncio de libertad para los cautivos y los oprimidos, una promesa de salvación. Un mensaje que llena de esperanza a toda la humanidad. Nosotros, hijos de Dios en Cristo por el sacramento del bautismo, también hemos recibido esta unción y participamos en su misión: llevar este mensaje de esperanza por toda la humanidad.

Meditando el Evangelio que da solidez a nuestra fe, vemos que Jesús predicaba de manera distinta a los otros maestros: predicaba como quien tiene autoridad (cf. Lc 4,32). Esto es así porque principalmente predicaba con obras, con el ejemplo, dando testimonio, incluso entregando su propia vida. Igual hemos de hacer nosotros, no nos podemos quedar sólo en las palabras: hemos de concretar nuestro amor a Dios y a los hermanos con obras. Nos pueden ayudar las Obras de Misericordia —siete espirituales y siete corporales— que nos propone la Iglesia, que como una madre orienta nuestro camino. 

FELIZ DOMINGO!!!!

 





 

viernes, 21 de enero de 2022

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 21 DE ENERO DE 2022



Viernes 2 del tiempo ordinario

Viernes 21 de enero de 2022



1ª Lectura (1Sam 24,3-21): En aquellos días, Saúl, con tres mil soldados de todo Israel, marchó en busca de David y su gente hacia las Peñas de los Rebecos; llegó a unos apriscos de ovejas junto al camino, donde había una cueva, y entró a hacer sus necesidades. David y los suyos estaban en lo más hondo de la cueva, y le dijeron a David sus hombres: «Este es el día del que te dijo el Señor: ‘Yo te entrego tu enemigo’. Haz con él lo que quieras». Pero él les respondió: «¡Dios me libre de hacer eso a mi Señor, el ungido del Señor, extender la mano contra él!». Y les prohibió enérgicamente echarse contra Saúl, pero él se levantó sin meter ruido y le cortó a Saúl el borde del manto, aunque más tarde le remordió la conciencia por haberle cortado a Saúl el borde del manto.

Cuando Saúl salió de la cueva y siguió su camino, David se levantó, salió de la cueva detrás de Saúl y le gritó: «¡Majestad!». Saúl se volvió a ver, y David se postró rostro en tierra rindiéndole vasallaje. Le dijo: «¿Por qué haces caso a lo que dice la gente, que David anda buscando tu ruina? Mira, lo estás viendo hoy con tus propios ojos: el Señor te había puesto en mi poder dentro de la cueva; me dijeron que te matara, pero te respeté y dije que no extendería la mano contra mi señor, porque eres el Ungido del Señor. Padre mío, mira en mi mano el borde de tu manto; si te corté el borde del manto y no te maté, ya ves que mis manos no están manchadas de maldad, ni de traición, ni de ofensa contra ti, mientras que tú me acechas para matarme. Que el Señor sea nuestro juez. Y que él me vengue de ti; que mi mano no se alzará contra ti. Como dice el viejo refrán: ‘La maldad sale de los malos...’, mi mano no se alzará contra ti. ¿Tras de quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién vas persiguiendo? ¡A un perro muerto, a una pulga! El Señor sea juez y sentencie nuestro pleito, vea y defienda mi causa, librándome de tu mano».

Cuando David terminó de decir esto a Saúl, Saúl exclamó: «Pero, ¿es ésta tu voz, David, hijo mío?». Luego levantó la voz, llorando, mientras decía a David: «¡Tú eres inocente, y no yo! Porque tú me has pagado con bienes, y yo te he pagado con males; y hoy me has hecho el favor más grande, pues el Señor me entregó a ti y tú no me mataste. Porque si uno encuentra a su enemigo, ¿lo deja marchar por las buenas? ¡El Señor te pague lo que hoy has hecho conmigo! Ahora, mira, sé que tú serás rey y que el reino de Israel se consolidará en tu mano».

Salmo responsorial: 56

R/. Misericordia, Dios mío, misericordia.

Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti; me refugio a la sombra de tus alas, mientras pasa la calamidad.

Invoco al Dios altísimo, al Dios que hace tanto por mí. Desde el cielo me enviará la salvación, confundirá a los que ansían matarme, enviará su gracia y su lealtad.

Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria. Por tu bondad que es más grande que los cielos, por tu fidelidad que alcanza las nubes.



Versículo antes del Evangelio (2Cor 5,19): Aleluya. Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo, y puso en nosotros la palabra de reconciliación. Aleluya.


Texto del Evangelio (Mc 3,13-19): En aquel tiempo, Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso; y vinieron donde Él. Instituyó Doce, para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó.




«Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso»

Rev. D. Jordi POU i Sabater

(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)



Hoy, el Evangelio condensa la teología de la vocación cristiana: el Señor elige a los que quiere para estar con Él y enviarlos a ser apóstoles (cf. Mc 3,13-14). En primer lugar, los elige: antes de la creación del mundo, nos ha destinado a ser santos (cf. Ef 1,4). Nos ama en Cristo, y en Él nos modela dándonos las cualidades para ser hijos suyos. Sólo en vistas a la vocación se entienden nuestras cualidades; la vocación es el “papel” que nos ha dado en la redención. Es en el descubrimiento del íntimo “por qué” de mi existencia cuando me siento plenamente “yo”, cuando vivo mi vocación.

¿Y para qué nos ha llamado? Para estar con Él. Esta llamada implica correspondencia: «Un día —no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia—, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana —que es la razón más sobrenatural—, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El» (San Josemaría).

Es don, pero también tarea: santidad mediante la oración y los sacramentos, y, además, la lucha personal. «Todos los fieles de cualquier estado y condición de vida están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad que, aún en la sociedad terrena, promueve un modo más humano de vivir» (Concilio Vaticano II).

Así, podemos sentir la misión apostólica: llevar a Cristo a los demás; tenerlo y llevarlo. Hoy podemos considerar más atentamente la llamada, y afinar en algún detalle de nuestra respuesta de amor.  

HOY SE INICIA EL TRIDUO A SAN FRANCISCO DE SALES, PATRONO DE LA PRENSA CATÓLICA - DEL 21 AL 23 DE ENERO

 



Hoy se inicia el Triduo a San Francisco de Sales, patrono de la prensa católica

Redacción ACI Prensa



“La verdadera y sólida devoción consiste en una voluntad constante, resuelta, pronta y activa de ejecutar lo que se conoce ser del agrado de Dios”, decía San Francisco de Sales, Patrono de la prensa católica, Doctor de la Iglesia y conocido como el Santo de la amabilidad.

San Francisco de Sales era muy propenso a la ira, por lo que hizo grandes esfuerzos para luchar contra ella en su vida cotidiana, logrando tener una dulzura y una amabilidad que fueron admirables.

Se cuenta que al hacerle la autopsia al morir, le encontraron el hígado endurecido como piedra, resultado tal vez de la fuerza que puso para hacer frente a su mal carácter.

El santo llego a escribir: “No nos enojemos en el camino unos contra otros; caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo digo con toda claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo”.

Próximos a la fiesta litúrgica de este Santo francés que se celebra cada 24 de enero, aquí un Triduo de oraciones en su honor para pedir su intercesión ante Dios misericordioso.


Oración inicial

Glorioso San Francisco de Sales, 

vuestro nombre porta la dulzura del corazón mas afligido;

vuestras obras destilan la selecta miel de la piedad;

vuestra vida fue un continuo holocausto de amor perfecto

lleno del verdadero gusto por las cosas espirituales,

y del generoso abandono en la amorosa divina voluntad.

Enséñame la humildad interior,

la dulzura de nuestro exterior,

y la imitación de todas las virtudes que has sabido copiar

de los Corazones de Jesús y de Marí­a. Amén


Oración para pedir la gracia que se necesita

Señor, Dios nuestro, tú has querido que el santo obispo Francisco de Sales se entregara a todos generosamente para la salvación de los hombres; concédenos, a ejemplo suyo, manifestar la dulzura de tu amor en el servicio a nuestros hermanos. Te rogamos por su intercesión nos alcances la gracia de...…., que tan ardientemente deseamos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


Se dice un un Padre Nuestro, Ave María y Gloria. Luego se repite tres veces: “San Francisco de Sales, ruega por nosotros”.


Letanías a San Francisco de Sales

Señor ten piedad, Señor ten piedad

Cristo ten piedad, Cristo ten piedad

Señor ten piedad, Cristo ten piedad

Cristo óyenos, Cristo óyenos

Cristo escúchanos, Cristo escúchanos

Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros

Dios Hijo Redentor del mundo, ten piedad de nosotros

Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros

Trinidad Santa un solo Dios, ten piedad de nosotros

-S Francisco admirable obispo, ruega por nosotros

-S Francisco amado de Dios, ruega por nosotros

-S Francisco imitador de Jesucristo, ruega por nosotros

-S Francisco lleno de los dones del Señor, ruega por nosotros

-S Francisco favorito de la madre de Dios, ruega por nosotros

-S Francisco devoto de los santos, ruega por nosotros

-S Francisco encendido de amor por la Cruz de Cristo, ruega por nosotros

-S Francisco unido íntimamente a la Divina Voluntad, ruega por nosotros

-S Francisco vaso de elección, ruega por nosotros

-S Francisco luz de la Iglesia, ruega por nosotros

-S Francisco modelo perfecto de religioso, ruega por nosotros

-S Francisco fuente de sabiduría, ruega por nosotros

-S Francisco defensor de la fe Católica, ruega por nosotros

-S Francisco buen pastor de su rebaño, ruega por nosotros

-S Francisco predicador incomparable, ruega por nosotros

-S Francisco azote de las herejías, ruega por nosotros

-S Francisco modelo de justicia, ruega por nosotros

-S Francisco espejo de humildad, ruega por nosotros

-S Francisco despegado del mundo, ruega por nosotros

-S Francisco amante de la pobreza, ruega por nosotros

-S Francisco maestro de dulzura, ruega por nosotros

-S Francisco conquistador de las pasiones carnales, ruega por nosotros

-S Francisco terror de los demonios, ruega por nosotros

-S Francisco pronta ayuda de los penitentes, ruega por nosotros

-S Francisco refugio de los pecadores, ruega por nosotros

-S Francisco providencia de los pobres, ruega por nosotros

-S Francisco consolador de los afligidos, ruega por nosotros

-S Francisco ejemplo de perfección, ruega por nosotros

-S Francisco arca de santidad, ruega por nosotros

-S Francisco imitador de la pureza de los ángeles, ruega por nosotros

-S Francisco querubín de sabiduría, ruega por nosotros

-S Francisco serafín de amor, ruega por nosotros

-S Francisco nuestro santo patrono, ruega por nosotros

-S Francisco nuestra dulce luz, ruega por nosotros

-S Francisco nuestro poderoso protector, ruega por nosotros

-S Francisco nuestro guía en los caminos de Dios, ruega por nosotros

-S Francisco nuestro refugio, ruega por nosotros

-S Francisco competencia de los ángeles, ruega por nosotros

-S Francisco imitador de los Apóstoles, ruega por nosotros

-S Francisco participante de la gloria de los mártires, ruega por nosotros

-S Francisco gloria de los santos confesores, ruega por nosotros

-S Francisco maestro y doctor de vírgenes, ruega por nosotros

-S Francisco glorioso ciudadano de todos los santos, ruega por nosotros

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,

Ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,

Escúchanos Señor.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,

Ten misericordia de nosotros.


V. Ruega por nosotros oh bendito San Francisco de Sales

R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.


Oración final

Oh Dios, que por tu santa voluntad el bendito Francisco, tu confesor y obispo, se dio a todos los hombres por la salvación de sus almas, concédenos que llenos de tu dulce amor, podamos, por la guía de sus consejos y la ayuda de sus méritos, obtener los goces de la vida eterna. Amén.

SANTA INÉS, VIRGEN Y MÁRTIR, 21 DE ENERO

21 de Enero: Santa Inés, virgen y mártir


Texto del Evangelio (Mt 13,44-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel. También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».




«El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo»

Fr. Joseph BELLERIVE

(Kissimmee, Forida, Estados Unidos)



Hoy la santa Iglesia celebra la festividad de Santa Inés, virgen y mártir (s. IV). En esta ocasión, la liturgia nos presenta un pasaje del Evangelio que expresa el sentido y profundidad de la actitud esta joven que no tenía más que trece años. Ella prefirió sufrir el martirio antes que renunciar al amor de su divino Maestro siéndole infiel. La explicación radica en que, en determinado momento de su vida, tuvo un encuentro excepcional con Jesucristo. Y como lo subraya el Evangelio: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13,44).

Santa Inés tuvo fe en la amorosa presencia de Jesucristo y, desde el principio quiso convertirse en su esposa. Jesús le ha revelado palabras de amor y la ha hecho entrar en comunicación con Dios, presente en ella. Desde aquel momento, ella ha comprendido que su misión era la de corresponder a esa fe en el abandono, pero con disponibilidad total y colocándose en segundo plano. A causa del ejemplo que ella nos da, san Jerónimo escribe: «Todas las naciones celebran su ejemplo en la fe y le rezan».

Es a ese mismo regalo total al que Jesucristo nos llama: el de dar nuestra vida. Sin embargo, trabajar para Jesucristo no nos dispensa de la cruz cotidiana ni de las dificultades de la vida. Santa Inés lo ha comprendido así y es en ese sentido que respondió al verdugo que la amenazaba de muerte: «Teñirás, si quieres, la espada con mi sangre. Pero no mancillarás mis miembros con la lujuria». Su martirio, tal como nos ha sido relatado en la Depositio Martyrum, es la gran manifestación de Jesucristo ofreciendo su vida por la salvación de todos nosotros, al asumir los pecados del mundo.  

EL PAPA FRANCISCO PROCLAMA DOCTOR DE LA IGLESIA A SAN IRENEO DE LYON



El Papa Francisco proclama Doctor de la Iglesia a San Ireneo de Lyon

POR WALTER SÁNCHEZ SILVA | ACI Prensa

Crédito: Daniel Ibáñez - ACI Prensa




La Oficina de Prensa del Vaticano informó que este viernes 21 de enero, el Papa Francisco proclamó a San Ireneo de Lyon como Doctor de la Iglesia.

“San Ireneo de Lyon, venido de Oriente, ha ejercido su ministerio episcopal en Occidente: Él fue un puente espiritual y teológico entre cristianos de orientales y occidentales”, afirma el decreto del Santo Padre.

El decreto indica que “su nombre, Ireneo, expresa esa paz que viene del Señor y que reconcilia, reintegrando en la unidad. Por estos motivos, luego de haber tenido el parece de la Congregación de las Causas de los Santos, con mi Autoridad Apostólica, lo declaro Doctor de la Iglesia con el título de Doctor unitatis” (Doctor de la unidad).

“Que la doctrina de tan grande Maestro pueda alentar siempre más el camino de todos los discípulos del Señor hacia la plena comunión”, concluye el decreto.

“Doctor de la Iglesia” es un título que la Iglesia Católica, a través del Papa o un concilio ecuménico, otorga de manera oficial a algunos santos, reconociéndolos como maestros eminentes de la fe para los fieles católicos de todos los tiempos.

San Ireneo es el segundo Doctor de la Iglesia proclamado en el pontificado del Papa Francisco. El primero fue San Gregorio de Narek, quien recibió el título en 2015.

El Vaticano había anunciado inicialmente en octubre la intención del Papa de proclamar a San Ireneo de Lyon como doctor de la Iglesia; y ayer mediante un comunicado habían concretado la decisión, que finalmente se anunció hoy.

El Papa Francisco recibió la propuesta de la Congregación para las Causas de los Santos durante la audiencia que concedió el jueves al prefecto del dicasterio, Cardenal Marcello Semeraro.

San Ireneo nació en el año 125 en Asia Menor, probablemente en Esmirna, en el territorio que corresponde a la actual Turquía.

Recibió una sólida formación académica y religiosa, tuvo amplios conocimientos en Sagradas Escrituras, literatura y filosofía, estuvo en estrecho contacto con discípulos de los Apóstoles, como San Policarpo.

Como Obispo de Lyon en Galia, la actual Francia, destacó por combatir las diferentes herejías de la época con fuertes argumentaciones que expuso en cinco libros donde desmontaba las diferentes sectas al ponerlas ante la correcta doctrina emanada de las enseñanzas de los Apóstoles y de las Sagradas Escrituras.

Consiguió rebatir el gnosticismo, una corriente herética que suponía la principal amenaza para la fe y la Iglesia de la época, que considera que la salvación se puede conseguir por medio del conocimiento.

La Enciclopedia Católica explica que “Ireneo escribió en griego muchas obras las cuales le han asegurado un lugar excepcional en la literatura cristiana, debido a que, en asuntos religiosos controvertidos de importancia vital, exhiben el testimonio de un contemporáneo de la era heroica de la Iglesia, de uno que había escuchado a San Policarpo, el discípulo de San Juan, y quien, de cierta manera, perteneció a la era apostólica”.

“Ninguno de estos escritos nos ha llegado en el texto original, aunque muchos grandes fragmentos de ellos existen como citas en escritores posteriores”, agrega.

Se desconoce el año de su muerte. Según la tradición, San Ireneo fue martirizado.

Sus restos mortales, como lo indica Gregorio de Tours, fueron sepultados en una cripta, bajo el altar de la que entonces se llamaba Iglesia de San Juan, pero más adelante se llamó de San Ireneo.

Esta tumba o santuario fue destruida por los calvinistas en 1562 y, al parecer, desaparecieron los últimos vestigios de sus reliquias.


Para saber qué otros santos y por qué han sido proclamados Doctores de la Iglesia, puede ingresar a este enlace https://ec.aciprensa.com/wiki/Doctores_de_la_Iglesia  

IMÁGENES DE CALENDARIOS RELIGIOSOS 2022









 

BUENOS DÍAS!!!!





  

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