Acógenos solícita VIRGEN MARÍA
Madre, acógenos solícita
bajo tu manto
para que nuestro caminar
siempre sea en el cielo;
a quienes acudimos a ti con grandes necesidades,
protégenos del hambre, de la peste y del fuego.
Habla a tu hijo
como cuando él estaba en la tierra
y ayudaba en apuros y penurias;
dile: “No tienen vino ni alimento”,
y él, con certeza,
escuchará nuestra súplica.
Él te escogió
para que seas tú la segunda Eva
y salves lo que la primera perdió:
si por ella fuimos arrastrados a la ruina
de ti nos brota
la fuente de la eterna salvación.
Según los planes de amor
y sabiduría del Padre,
este mundo será siempre un valle de lágrimas,
hasta que amanezca
el sol radiante de la transfiguración
y la tierra refleje la gozosa gloria del cielo.
En dependencia de tu Hijo, se te ha concedido
que puedas devolvernos
la vida de la gracia antes perdida:
que apartes o mitigues las aflicciones de esta tierra,
o las transformes
en caminos para nuestra salvación.
Generosamente despliega hoy
tu corazón de madre;
y como Colaboradora del Señor Jesús,
manifiesta en plenitud
tu poder y tu bondad
allí donde irrumpen violentos poderes infernales.
Como tu Hijo, que durante su vida terrena
saciaba el hambre
y traía consuelo y salud a los enfermos,
así con él pasa ahora entre nosotros
bendiciendo en silencio, para darnos
el inmenso poder de tus manos de madre.
Manifiéstate a todo el mundo como gran Señal,
ante quien desaparezcan la astucia del Demonio
y la miseria terrena;
en ti encuentren los pueblos amparo y auxilio
y te proclamen alegremente
como Medianera de la salvación.
Nuestra necesidad
se ha hecho tan extrema,
que, sin tu socorro, pereceremos;
solo tú puedes preservarnos de sucumbir;
ven y míranos en torno a ti
congregados y suplicantes.
Con tu Hijo, sé nuestra liberación
de la furia del infierno
y de la tormenta del tiempo;
con todas las voces de nuestra gratitud
te alabaremos eternamente
como a la excelsa Madre de los pueblos.
Proclamaremos tu nombre con valentía
y guiaremos a los hombres hasta tu santuario,
para que jubilosos
y llenos de amor
glorifiquen contigo a la Santísima Trinidad
en la tierra y en el cielo. Amén.
P. JOSE KENTENICH
(compuesta el 7 de diciembre de 1944)
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