La Virgen de Belén
Granada, España
Este tema iconográfico nació en Granada hacia 1540 y desde entonces se cultivó por un buen número de autores
Por: David R. Jiménez-Muriel
En 1615 se fundaba en Granada el convento de los monjes mercedarios descalzos, una colosal obra que con los años llegó a ostentar uno de los patrimonios más altivos de cuantas fundaciones monásticas tuvo la ciudad y que con la Guerra de la Independencia y la desamortización de 1835, quedaría arruinado. Hoy en su solar se levanta el Colegio José Hurtado en la Calle Molinos y parte de sus huertas sirve para el lugar urbanístico que en Granada conocemos como los “Hotelitos de Belén”. Pero fue el encargo que recibía Alonso de Mena en 1615 el que dará nombre al Convento, al enclave que hoy día persiste y a una de las obras cumbres de su gubia y de la escuela granadina, la primera de cuantas llevaría este nombre.
Se le dio tal nombre mediante una votación que se repitió tres veces. Y por tres veces los monjes extrajeron dicha advocación para la Imagen de María que habría de ser titular del Convento. Así nacía Nuestra Señora de Belén que en el siglo XVIII llegó a protagonizar peregrinaciones como la del 8 de diciembre de 1755 rogándole por el cese de los terremotos (con epicentro en Lisboa) que tan dañinos estaban resultando. Se había valorado la hechura en 150 ducados, pero quedaron tan contentos con la labor de Alonso de Mena, que le premiaron con otros 50 más. La Virgen se sienta sobre una jamuga sosteniendo al Niño en su rodillas, siendo Éste tan rotundo, tan sensible, tan poderoso a la hora de concentrar la atención del espectador que simplemente subyuga. Mientras, la Virgen lo tapa con los pañales en un gesto dulce e íntimo que causaría especial devoción en aquella Granada barroca. Es deliciosa la mano derecha del Niño, sobre el brazo de su Madre; su pie se apoya en el cuerpo, mientras que María no deja de mirar al espectador pero dentro de un ambiente protector. Hoy en San Cecilio, es inevitable empezar con tan buena obra de arte para acordarnos del tema de Belén en la escuela escultórica granadina.
A esta sigue la que se conserva en el Museo de la Catedral de Granada, nada menos que de Alonso Cano y que tuvo que hacerla para sustituir a su famosísima Inmaculada, posiblemente la mejor pieza de formato pequeño que ha dado todo el Barroco español. Cuando entregó en 1656 tal genialidad que coronaría el facistol del Coro de la Catedral, los canónigos la extrajeron del sitio y la condujeron a la Sacristía, donde hoy día sigue vigilando la ceremonia litúrgica de los oficiantes catedralicios. Entonces Cano talla esta otra en 1664, a dos años de su muerte. Mide 46 centímetros y todo en Ella es suavidad y armonía, aunque podíamos resumirla diciendo solamente: es una obra de Alonso Cano. ¡Y ya está todo dicho! Como curiosidad, hasta el siglo XIX no se le llamó de Belén, siendo conocida hasta entonces como Virgen del Rosario.
También en el Museo catedralicio se custodia una Virgen de Belén que con permiso de Cano, la hizo el más dotado de los escultores de nuestra escuela: Pedro de Mena. De bulto redondo y de 40 centímetros, recibió culto en San Bartolomé, hasta que en 1965 pasó a la Catedral, toda vez que la vieja Parroquia Albaicinera fue cerrada. Se data hacia 1680 y la blandura y elegancia del desnudo del Niño revela la calidad de su autor.
El Museo Provincial de Bellas Artes de Granada se hizo con no pocos bienes del Convento del Santo Ángel. Es una obra de otro de nuestros genios escultóricos, José Risueño. De 50 centímetros, el creador de la Virgen de la Esperanza demostró que conocía la pintura flamenca de los Van Dyck, la amabilidad del trabajo de los escultores italianos del cuatrocento y que era era el mejor barrista que antes nunca tuvo Andalucía.
En el inconmensurable Monasterio de San Jerónimo tenemos la siguiente Virgen de Belén, procedente del extinto Monasterio de Santa Paula, de tamaño natural, sentada y con un dinámico y resuelto Niño en sus rodillas al que mira con afecto maternal. Muy novedosa, es de principios del siglo XVIII y se debe nada menos que a José de Mora, el más espiritual de cuantos imagineros tuvo el barroco español. Su extraordinaria policromía y su riquísima vestimenta deja claro el gusto artificioso del autor. Además, era procesionada en la Nochebuena por las monjas de su Convento, tradición que a muchos nos encantaría ver repetida y desde donde animo a la Hermandad de la Soledad a encabezarla.
La escuela dejaría magníficos ejemplos en Córdoba, la Catedral de Málaga, en Priego de Córdoba, en Purchil y otros lares donde fue fecunda la labor de los artistas granadinos. Pero este tema iconográfico nació en Granada de la mano de Diego de Siloe hacia 1540 y desde entonces, se cultivó con fortaleza y gran capacidad por un buen número de autores, tanto en escultura como pintura. Por eso, en la foto de arriba, traigo el sublime ejemplo de este cuadro de Alonso Cano de 1646 que conserva nuestra Catedral.
La Virgen, tal día como hoy, debía estar en estos menesteres íntimos, domésticos, maternales y desde luego, tiernos. Nuestro arte lo supo reflejar extraordinariamente y aquí los traigo yo.
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