Esta bella devoción esta profundamente arraigada en toda América. Se sabe que Hernán Cortés portaba en el cuello una medalla de Nuestra Señora de la Candelaria. En Colombia, se conoce también como la patrona de la ciudad de Medellín y se encuentra coronando el escudo de armas de la ciudad.
El 2 de Febrero día de la Candelaria es la fiesta de la Purificación de la Virgen María y la Presentación de Nuestro Señor en el templo. La tradición mosaica ordenaba no sólo purificarse sino también ofrecer a Dios al primogénito. Nuestra Señora obediente fue al templo de Jerusalén para cumplir este precepto. Nosotros también debemos desear hacer la voluntad de Dios, cumplir su ley y, con humildad, purificarnos con espíritu de penitencia.
Historia de Nuestra Señora de la Candelaria
Se estima que para el año 1400 apareció la imagen de la Virgen María en las Islas Canarias a dos hombres que estaban pastando su ganado, el cual se espantó rehusándose a caminar, uno de los hombres se acercó y vió la imagen sobre una peña; queriendo hacerla huir tomó una piedra y sintió que en el acto su brazo se paralizó; el otro compañero viendo lo que sucedía, reaccionó y tomando un cuchillo trató de cortar un dedo a la mujer pero, sorprendido, percibió que su propio dedo le sangraba.
Asustados los dos, fueron ante su rey quien decidió ver personalmente lo sucedido. Su sorpresa fue mayor al ver que aquella Imagen irradiaba una hermosa luz.
Propusieron entonces llevársela consigo, pero ninguno osaba tocarla. Es por eso que el rey decide que los dos pastores quienes la habían tocado, la tomen y la lleven. Ellos, al momento de tomar contacto quedan sanados Jubilosos y llenos de alegría celebran lo sucedido.
Existe también la tradición de una aparición de la Virgen de la Candelaria en Cartagena de Indias (Colombia), la cual cuenta que a comienzos del año 1607 el sacerdote español Alfonso García Pared recorría las calles del sector amurallado en busca de una imagen similar a la Virgen de la Candelaria, para ubicarla en el templo construido por la Orden Agustina, en el Cerro de La Popa donde tenía su convento.
No había recorrido mucho cuando en las Calle de las Damas, una señora asomada desde lo alto de un balcón, le preguntó: “Qué busca padre?”, “estoy buscando una imagen de la Virgen de la Candelaria”, le respondió el sacerdote, “venga en tres días y la tendrá, si no estoy, empuje la puerta”, le dijo la mujer y desapareció.
En efecto el padre agustino volvió y llamó pero nadie contestó, empujó la puerta y ésta se abrió, encontró la casa completamente vacía y sola en un rincón, como iluminada por el cielo, estaba la imagen hermosa e imponente de la Virgen de la Candelaria, que luego fue llevada hasta el convento en el Cerro de la Popa, donde cada año miles de cartageneros desfilan de día y de noche para venerar la patrona de esta ciudad.
Es costumbre, desde que lo ordenó el Papa Sergio I en el siglo VII, que en esta fiesta se bendigan las candelas de los presentes fuera de la de la iglesia, luego el sacerdote y los fieles se dirigen en procesión hasta el altar para la Santa Misa. Las velas representan la Luz de Cristo que, como lo dijo Simeón, es “Luz para alumbrar a las naciones y gloria de Israel”.
Sabemos también que las velas son un sacramental utilizado en la liturgia y en la religiosidad popular, un signo de la luz que disipa las tinieblas, de Dios el dador de la vida y luz del mundo. Nuestro señor Jesucristo dijo: “ Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas” (Juan 12-46). Las tinieblas detestan a la luz (Jn. III, 19-21), por eso, en medio de las dificultades de este mundo en que vivimos, con sus tentaciones, seducciones y problemas relativos a la fe, nuestro camino será siempre esta luz. La Virgen de la Candelaria nos trajo esa Luz, su Divino Hijo.
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