Tiempo de amor
Comenzamos la cuaresma y... ¿Por qué será, Señor, que no puedo conformarme a mirar este tiempo como lo hacen tantísimos?
Penitencias, sacrificios y arrepentimiento que nos invitan a vivir un tiempo de conversión.
Es un llamado a la conversión desde la vergüenza de nuestra condición de pecadores.
No puedo evitar sentir que no puedo evitar sentir de otra forma.
Sí, es un tiempo de conversión. Un tiempo fuerte de invitación a la conversión que se expresa en cambios concretos.
No es una conversión que se limita a propósitos o intenciones. Es una invitación a un cambio en nuestras actitudes.
Esa conversión que se hace auténticamente madura cuando se mira dentro de un acabado contexto de amor.
Yo sé que amar siempre implica sufrir porque dice de renunciar a uno para dejar lugar al ser amado pero es un sufrimiento que conlleva el gozo.
En primer lugar dice de un ejercicio de la libertad en su más plena manifestación.
Amar es, libremente, involucrarse con otro y permitir que ese otro se involucre en lo de uno.
En segundo lugar dice del intento por agradar no como una forma forzada sino desde un voluntario consentimiento.
Siempre apelo al mismo ejemplo. Al novio no le gusta que su novia se pinte. Ella puede no hacerlo por miedo a perder a su novio. Puede no hacerlo porque él no es quién para decidir lo que ella puede hacer o no hacer y puede no pintarse porque sabe que tal cosa es de su agrado.
Esta es la renuncia del que intenta agradar desde el amor.
Por más que se sepa que amamos y somos amados desde lo que somos, siempre existe un esfuerzo, de nuestra parte, por despertar una sonrisa en el ser amado agradándole.
Para ello, necesario se nos hace tener una clara conciencia de lo que somos y de lo que agrada al ser amado.
Por allí pasa, para mí, la visión de la conversión.
¿Estoy muy equivocado, Señor, al pensar que es una cuestión de amor y se mueve dentro de las dinámicas del amor?
Creo que más de una vez te lo he dicho, yo amo a mis defectos.
Sé que debo superarlos. Sé que debo empeñarme por corregirlos pero... Son ellos los que me llevan a saberme en un camino donde debo continuar buscando.
Puede sonar a ridículo pero... son ellos los que me llevan a buscarte.
Puede sonar a ridículo pero... me es más fácil llegar a tu amor desde ellos que desde mis virtudes.
¿Cómo no voy a amar a mis defectos si me acercan con mucha fuerza a la necesidad de vos?
Muy bien que sé que he debido sufrir mucho a consecuencia de ellos pero... no puedo dejar de amarlos.
Mientras ellos estén en mí tendré razones para buscar, que es una forma de buscarte.
Hay veces que, descuidado, admiro a esos seres que se comportan como si no tuviesen defectos pero, luego, con más conciencia, experimento compasión por ellos porque ¿qué sentido puede tener nuestra vida sin razones para una búsqueda?
No, sin duda que no despiertan mi admiración quienes buscan desde una realidad llena de morbo, desde el “maloliente pecado”, para motivar la conversión, sin duda que ni descuidado les admiro.
“Ni ahí” con esta postura puesto que no te entiendo necesitado de atemorizarnos para hacernos cambiar sino todo lo contrario. Lo entrañable de tu amor pese a nuestras claudicaciones es lo que nos impulsa a un amor que nos hace cambiar.
Toda nuestra conversión responde al amor y, entonces, este es un gozoso tiempo que nos regalas para que lo vivamos.
Claro, es mucho más exigente el ejercitar la conversión como producto del amor que una vivida desde el temor.
Mi amor por vos ¿es tanto como para esforzarme por cambiar en algo de eso mucho que, hoy, me está impidiendo agradarte completamente?
Sin duda que solamente desde mi vida habré de esbozar una respuesta.
© P. Martín Ponce de León SDB
inciando la cuaresma de maner correcta, gracias por compartir tanto con nosotros bendiciones
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