Las 7 M de María
Podemos encontrar 7 características que podemos asociar con la letra M.
Por: Ricardo Arriola, LC | Fuente: Catholic.net
En María nos encontramos con la persona que más nos puede ayudar para acercarnos a Cristo. Ella fue la que lo llevó en su vientre durante nueve meses; fue ella la que le ayudó a dar sus primeros pasos; fue ella quien le enseñó las primeras palabras; la que le preparaba su comida preferida en los días especiales.
María es la mujer que siempre está presente. Es la que estuvo al inicio y al final de la vida de Cristo, en silencio, en actitud orante, con una esperanza inquebrantable. María estaba segura del triunfo de Dios en la historia, en su historia personal y en la historia de todos los hombres.
Es ella, María, de quien podemos aprender cómo vivir nuestra vida cristiana, nuestra vida de imitación de Cristo, porque fue ella y ha sido ella, el ser humano que más cerca está de Él.
En María podemos encontrar siete características especiales que podemos asociar con la letra M. Ella es la mujer que podemos observar porque ella estaba (stabat) y ella está (stat). Pero no sólo la podemos observar como una estatua inmóvil, sino que es alguien que actúa. Por ello, creo que podemos contemplar en ella cuatro títulos y tres acciones.
Los títulos que encontramos en María son: Madre, Maestra, Modelo y Mujer.
1. Madre
Es la característica primordial que encontramos en María. Es madre de Cristo y madre nuestra. Es ella la que nos consuela, la que está al pendiente de nosotros, como cualquier madre lo haría. No es casualidad que una de las primeras palabras que hemos aprendido a pronunciar en nuestra vida ha sido “mamá”, porque en ella encontramos seguridad y paz.
María es mamá de cada uno de nosotros. Es ella la primera interesada en nuestra santidad. Es ella, nuestra madre, la que no nos dejará huérfanos nunca. El Papa Francisco dijo una vez en un encuentro que con seminaristas en el 2014: si no tenemos a María como madre, la tendremos como suegra. La relación yerno o nuera y suegra puede ser una relación difícil. Al parecer, la suegra busca involucrarse donde no le han llamado, pero para tratar de ayudar. Que no nos suceda lo mismo con María; ojalá nosotros siempre la llamemos para que no la sintamos como alguien ajena o intrusa a nuestras vidas, a nuestros proyectos, a nuestras cosas de todos los días.
2. Maestra
Como la Iglesia, María no sólo es Madre, sino también, Maestra. Maestra porque nos enseña. Nos enseña, en primer lugar, a dejarnos amar por Dios, como ella lo hizo. Los grandes maestros de vida, no se limitan a marcar un camino para que encontremos las metas, sino que nos muestran las metas y después nos enseñan a caminar, acompañándonos por el camino.
Así es María, nos enseña que lo más importante en nuestra vida es aprender a recibir el amor gratuito de Dios, como ella lo hizo; sólo así, podremos ser capaces de corresponder a ese amor. No al revés. El amor es siempre algo personal, por lo que implica la libertad de aceptarlo y eso es lo que María quiere enseñarnos en este tiempo: no importa cuántas cosas haces por Dios para demostrarle tu amor, sino cuánto te abres para recibir su amor.
3. Modelo
En los grandes libros de tratados de ascética y mística, como el del padre Tanquerey, encontramos definiciones extraordinarias como esta: Después de Jesús, María es el modelo más acabado que podemos imitar… el Espíritu Santo hizo de ella un retrato vivo de las virtudes de su Hijo… (cf. A. Tanquerey, Compendio de teología ascética y mística, Palabra, Madrid 1990, 97).
Cuando un artista ve el modelo que quiere imitar; cuando un escritor se basa en otros escritos clásicos para poder pulir el estilo; cuando un chef ve las fotos de las recetas que quiere preparar, etc., no se le hace un desperdicio el ver por un tiempo prolongado el modelo propuesto. Lo mismo debería ser en nuestro caso: no tenemos que considerar como tiempo perdido el contemplar el modelo más perfecto, después de Cristo, que tenemos a nuestro alcance: María.
El contemplarla nos llevará a imitarla y esta imitación no es ajena a la imitación que estamos llamados a hacer de Cristo. A veces, en nuestras vidas, vemos o sentimos que el ideal es demasiado alto: ser como Cristo, ser semejante a Él que es Dios verdadero y hombre verdadero. A veces se nos facilita tener un modelo más cercano, que no siendo Dios, podamos imitar, y ella, es María.
4. Mujer
María es mujer. Este toque le da un valor especial en su relación con los demás. Siendo mujer, no nos sentimos invadidos o coartados por una mirada que busca nuestra perfección sin ternura. Esta mirada femenina nos viene muy bien para ir formando nuestro corazón como el de Cristo. Nos ayuda a descubrir el valor de la complementariedad y de la donación sin límites que debemos tener.
El saber que María es mujer nos lleva a descubrir que ella intuye muchas cosas que nosotros no podemos ver a simple vista. Nos ayuda a no tener miedo de contarle nuestros problemas. No podemos tener miedo de sentir su cercanía y ternura, sino que nos ayuda a descubrir, en ella, a alguien a quien le podemos contar nuestros disgustos, nuestras alegrías, nuestras victorias y muchas derrotas.
María, siendo mujer, está acostumbrada a dar, a desgastarse por la persona amada, sobre todo por sus hijos. Atrevámonos a ver a María como verdadera mujer que estará a nuestro lado y nos ayudará a vencer los problemas, muchas veces, sólo con contárselas.
Después de descubrir en María cuatro títulos, debemos de ver tres acciones que ella realiza y que podemos imitar.
5. Medita
Primera acción que encontramos en María es su meditación, su contemplación. Es allí donde, muy probablemente, le habló el Arcángel Gabriel. Es allí, en la meditación, done iba recordando los episodios de su vida, donde iba pasando de nuevo en su corazón lo vivido o, más bien, donde volvía a su corazón a ver lo vivido. Las vivencias se conservan en el corazón y al recordar, al volver al corazón es donde las vemos. No es un simple pasar las cosas al corazón, sino es un entrar en el corazón, de nuevo, para ver esas cosas que no se mueven de allí.
El meditar en María es volver constantemente al corazón para descubrir en su llamada personal, las demás cosas y demás acontecimientos. Es un volver a ver, desde la fe, lo que le ha pasado y las experiencias vividas, desde Dios.
En la meditación de María descubrimos un agradecimiento continuo a Dios. Una alabanza perenne, un glorificar de su alma al Señor porque sabe que le ha llenado de beneficios, como canta ella en el Magnificat (cf. Lc 1,46-55).
6. Misiona
La segunda acción de María es la de misionar. Va, sale al encuentro de la persona necesitada. No se queda en casa pensando en su prima, una vez que sabe que está embarazada e intuye que podría necesitar ayuda. Es la primera misionera porque lleva a Cristo a los demás. Es la verdadera Arca de la Nueva Alianza.
Misionar, en la vida de María, es la actitud constante, unida a la oración. Al ver los beneficios de Dios en ella, sabe que no se los puede quedar egoístamente, sino que se siente casi obligada a compartirlos con los demás. Es la actitud del cristiano. Es lo que afirma Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est: «El programa del cristiano –el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús [y podemos añadir, el programa de María]– es un «corazón que ve». Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia» (n. 31).
7. Moldea
Por último, la última acción de María es el moldear. Moldear el corazón de sus hijos. No hay cosa más difícil de conocer que el corazón del hombre. Es María la que puede moldearlo si la dejamos actuar.
El dejarnos moldear es difícil, es una actitud, muchas veces pasiva. Y esta pasividad nos da miedo, pensamos que no hacemos nada; pero es un error. El no hacer nada se llama quietismo y eso ya fue condenado por la Iglesia. La actitud pasiva es una actitud de acogida, es dejarnos moldear por otros, es, en definitiva, el dejar que otro actúe en mí, porque yo ya no puedo o porque yo ya no sé cómo hacerle. Es la actitud del niño que ya lo ha intentado todo, pero que no ha podido lograrlo y, ahora, se deja ayudar, pide ayuda, insiste a sus padres para lograr el objetivo. Sólo con esta actitud filial podemos tener a María como madre y dejarnos moldear por ella. Pidámosle que moldeé nuestro corazón para parecernos cada vez más a Cristo.
Hemos descubierto cuatro títulos en María: Madre que nos da seguridad; Maestra que nos enseña a recibir amor de Dios; Mujer que nos llena de ternura y nos consuela; y Modelo a quien podemos imitar. También vimos tres acciones que ella hace: Medita, porque vuelve constantemente al corazón para ver las gracias recibidas de Dios; Misiona, no se queda con el amor recibido, sino que lo da a los demás; por último, Moldea el corazón de sus hijos para que nos parezcamos más a Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario