Los cinco minutos de María
Mayo 25
Una madre nunca juzga al hijo, nunca condena su proceder; su maternal corazón la impulsa a hallar excusas y explicaciones para no juzgar y no condenar al hijo.
Si esto hace la madre terrena, podemos imaginar lo que hará la nuestra celestial.
A ella Dios no le ha encomendado la justicia sino la misericordia, no el castigo sino el perdón. Por eso, cuando la conciencia nos cargue con el peso del pecado, debemos acudir a ella implorando su perdón; siempre hallaremos su Corazón latiendo por nosotros, perdonándonos, amándonos.
Madre de todos, pero de un modo especial de los jóvenes, protégelos, porque ellos son la esperanza del mundo y de la Iglesia.
* P. Alfonso Milagro
Los cinco minutos de María
Mayo 24
Invocar a María como “Auxilio de los cristianos” no es sino expresar con palabras lo que nuestra Madre celestial hace en nosotros.
En efecto, María es la gran auxiliadora del pueblo cristiano, que de ella recibe la protección contra las adversidades, el consuelo en sus penas, la fortaleza en las desgracias.
Si el hijo en todo momento de aflicción acude a su madre… ¡Cuánto más no hará el cristiano invocando a su Madre Santísima en el dolor! A esta celestial Señora nada le preocupa tanto como ayudar a sus hijos que a ella acuden con sencilla confianza y profundo amor.
“Madre, yo soy más feliz que tú, porque tú no tienes una madre que te ame como tú me amas” (Santa Teresita).
* P. Alfonso Milagro
Los cinco minutos de María
Mayo 23
Cada uno tiene su propia personalidad y su propia misión personal e intransferible sobre la tierra. La Virgen María tuvo la suya. Toda su vida halla explicación en la misión maternal que Dios le confió.
El sentido de nuestra vida también reside en aquello para lo que Dios nos ha creado y para lo cual nos dotó de determinadas cualidades, nos puso en tales circunstancias, nos rodeó de tales personas, hizo que influyeran en nuestra vida tales acontecimientos.
San Pablo dice que “en todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman” (Rom 8,28); hagamos nosotros todo para gloria del Dios a quien amamos.
Madre, que respondiendo a la misión encomendada nos diste a tu Hijo Jesús, aliéntanos y acompáñanos para que nosotros seamos fieles a la misión que Dios nos ha encomendado.
* P. Alfonso Milagro
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