Imitar a María Santísima, nos une a Dios
Carlos Díaz Rodríguez
La Santísima Virgen María, nuestra madre fiel, se nos ha sido entregada no nada más para sentir su amor ¡que ya es bastante! Sino que se nos ha dado también para que la imitemos. El Padre Dios se complace en ver en las almas el reflejo de su Hijo Jesucristo y las virtudes que él práctico y que desea que vivamos, las ha hecho parte de su existencia la Virgen María por lo que en ella encontramos un modelo de imitación ya que en la medida en que, hagamos nuestras, las virtudes cristianas que la Virgen María vivió, iremos profundizando en el amor de Dios porque lo único que nos separa su amor es el pecado y el imitar las virtudes cristianas de María Santísima nos lleva a no dejarnos encadenar por el mal.
María, Nuestra Madre, fue obediente, valiente, entregada, pura, servidora, toda una buena madre, comprensiva, cercana al que sufre, seguidora de Cristo, etc. Y si nosotros somos también obedientes, valientes, entregados, puros, etc. Estaremos caminando hacía el encuentro del Señor porque el Espíritu Santo hace de nuestros esfuerzos unos auténticos méritos, es decir, hace que nuestras obras valgan la pena y que nos lleven a seguir adelante en la conquista de la salvación que Cristo nos ofrece y que se gana en la medida en que vivamos sus enseñanzas. La Virgen María es un puente que nos lleva a profundizar en el amor de Dios, a vivir las gracias que el Padre nos tiene, porque ella es un ejemplo y el seguirla nos llevará a ser, lo que Jesús quiere, auténticos discípulos de la Cruz y del Espíritu Santo. Si el cristiano ama de verdad a Dios, debe reconocer a quien es su madre, debe valorar el mensaje de vida que María Santísima. Ella es humana como nosotros por lo que conoció el dolor y por eso es que nos comprende y a partir de esa comprensión nos sigue ayudando a encontrarnos con Dios.
El imitar a María no es caer en la adoración hacía ella, el imitar a María es unirnos más a Jesús porque él se complace al ver que en nosotros hay algo de su madre amadísima. Jesús nunca nos daría, como modelo a imitar, ha alguien que nos apartará de él así que si nos dio a la Santísima Virgen fue porque ciertamente en ella encontramos a una persona humana que se dio a la causa del amor, que resistió el dolor de ver morir a su propio Hijo en la Cruz, que ante todo, respondió a la voluntad del Padre porque no cualquiera se lanza a la misión que María tuvo, no cualquiera resiste los dolores que ella experimentó, en fin, en ella tenemos a una amiga, a una compañera y sobre todo a una madre en quien confiar.
Ante un mundo difícil, María nos invita a ser comprensivos, ante un mundo marcado por el dolor, María nos recuerda la grandeza del amor de Dios, ante un proyecto de bien, María nos anima a seguir, en verdad ella siempre nos está ayudando y en la medida en que la imitemos iremos conociendo los tesoros del Sagrado Corazón de Jesús. Imitar a María no nos llevará como destino final a ella misma sino a Dios, todo lo que pasa por María no se queda en ella sino que va para Dios, la existencia misma de María no es por su poder sino por la gracia del Espíritu Santo, ante esto, no tengamos miedo en ser muy de María porque ella es la madre de Jesús Sacerdote, quien nos ama y precisamente porque nos ama nos ha dado a su propia madre.