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lunes, 12 de enero de 2015
OJOS DE MADRE
Ojos de Madre
(Anécdota Misionera)
Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R.
A la vista está, el Icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es una síntesis preciosa del Misterio de la Redención. Unos, la llaman Odigitría; por aquello de ser la que nos lleva a Cristo, la que nos indica el camino. Otros, la llaman Eleusa, por esa infinita ternura que tiene e irradia. Y todos, Perpetuo Socorro. Yo, prefiero llamarla Madre. Simplemente. Es que, la Santísima Virgen María es, ante todo, Madre.
En el Icono del Perpetuo Socorro sobresale, sobre todo, este aspecto fundamental en María: ser Madre. Y el pueblo cristiano ha buscado siempre en ella, primordialmente, su cualidad de Madre.
Asociada a Cristo en la Redención, el pueblo cristiano la venera y la eleva a la categoría que el mismo Dios le ha dado: ser una Reina. La Reina de cielos y tierra. Y, efectivamente, así aparece en el Icono: majestuosa y maternal. Su mirada es dulce; y al mismo tiempo, trasluce un deje de tristeza. Es la Theotókos, la Madre de Dios como la definió el Concilio de Éfeso el año 431. Espléndida de majestad. Rica de simbología, por ejemplo en sus vestimentas. Es ropa de Reina, Madre y Soberana. Los colores azul, verde y rojo, nos remiten a las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y el amor.
María del Perpetuo Socorro es la Virgen gloriosa y glorificada. Lleva aureola de honor. Y una estrella en la frente, dándonos a entender que nos va guiando, como antaño la estrella polar a los navegantes, a buen puerto. Y en todo su porte, al seguridad firme de la Madre.
Cuántas anécdotas se podrían contar en referencia a María del Perpetuo Socorro. Me referiré a una en concreto.
Una tarde de tantas, entré a rezar al Santuario que lleva su nombre, y que los misioneros Redentoristas regentan en Torreón, Coahuila, al norte de México. Hermoso santuario. A todas horas del día se ve gente rezando. Según entraba, se me acerca una señora, bastante joven. Vi que quería hablarme. Me detuve. Sin más, me dice:
—Yo no soy católica. Mire, soy protestante.
—Bien, ¿y en qué puedo servirle?
—Pues..., resulta que tengo dos niños estudiando en ese colegio que está ahí cerquita, ahí no más. El otro día, al regresar de dejarlos en el colegio, se me ocurrió entrar en el santuario, donde nunca había entrado. Me llamó la atención ese hermoso cuadro.
Efectivamente, en el altar hay un cuadro grande y hermoso pintado al óleo que ocupa gran parte del retablo.
—¡Qué hermoso cuadro! Pero lo que me fascinó de verdad fueron los ojos de la Virgen. ¡Yo no sé qué tienen esos ojos! Me quedé mirándolos. Me llené de paz. Mucha paz. Ahora, todos los días, cuando regreso de dejar a mis niños en el colegio, entro, me quedo mirándolos un ratito y me voy llena de paz. ¡Yo no sé qué tienen esos ojos!
En mi vida de misionero he tenido varias y muy emotivas experiencias con protestantes. Pero esta sencilla conversación con aquella mujer, joven madre, me llegó muy dentro del alma. La había escuchado atentamente. Le respondí:
—¿De modo que usted no sabe qué tienen esos ojos...? Yo sí sé qué es lo que tienen. ¡Tienen que son los ojos de la Madre! ¡Por eso tienen y dan tanta paz!
Aquella joven mujer, a fin de cuentas madre también, comprendió perfectamente mi respuesta. Su rostro se iluminó con una amplia y dulce sonrisa. Expresó un muy mexicano ¡gracias! Y se fue.
Sin duda necesitaba comunicar a alguien sus sentimientos, su gozo y su alegría.
Yo me volví hacia el Icono de la Virgen y le dije: ¡Madre del Perpetuo Socorro!: ¡gracias! ¡Sigue bendiciéndonos a todos! ¡Ruega por nosotros!
domingo, 11 de enero de 2015
MI ÁNGEL GUARDIAN
Mi Ángel Guardián
Cuenta una antigua leyenda que un niño que estaba por nacer, le dijo a Dios:
Me dicen que me vas a enviar mañana a la Tierra; pero ¿cómo viviré allí solito, tan pequeño e indefenso como soy?
Entre muchos ángeles escogí uno para ti, que te está esperando; él te cuidará.
Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír, eso me basta para ser feliz.
Tu ángel te cantará y te sonreirá todos los días, tú sentirás su amor y serás feliz.
Y ¿cómo entender lo que la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?
Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar,
y con mucha paciencia y cariño te enseñará a hablar.
Y, ¿qué haré cuando quiera hablar contigo?
Tu ángel te juntará las manitas y te enseñará a orar.
He oído que en la Tierra hay hombres malos. ¿Quién me defenderá?
Tu ángel te defenderá aún a costa de su propia vida.
Pero estaré siempre triste porque no te veré más, Señor.
Tu ángel te hablará de mí y te enseñará el camino para que regreses a Mi presencia; aunque Yo siempre estaré a tu lado.
En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo pero ya se oían voces terrestres, y el niño, presuroso, dijo suavemente:
Dios mío, si ya me voy dime su nombre. ¿Cómo se llama mi ángel?
Su nombre no importa, tú le dirás simplemente: Mamá.
PREGÚNTALE A LA ESTRELLA
Pregúntale a la estrella
Autor: Padre Justo López Melús
En la vida hay dos maneras de reaccionar frente a las realidades concretas. Unos contemplan melancólicamente las situaciones penosas de muchas personas, y se lamentan porque son tantas que no las van a poder remediar. Otros, en cambio, van más allá de las lamentaciones, se dejan de utopías y empiezan a actuar.
Estaba un escritor junto al mar y vio cómo un joven recogía las estrellas de mar que las olas lanzaban a la orilla, y las devolvía a su elemento, pues sabía que, si quedaban sin agua, en la marea baja morirían.
— No tiene sentido lo que haces —le dijo el escritor—. Hay miles de estrellas de mar en el Pacífico que se quedarán en seco y no podrás salvarlas a todas.
— ¿Qué no tiene sentido lo que hago? — le replicó el joven— ¿Por qué no le haces la misma pregunta a las estrellas de mar que acabo de salvar?
Y los dos se dedicaron durante un buen rato a salvar estrellas.
Tú no puedes hacer todo en el mundo, pero hay algo que sólo puedes hacer tú.
LA MUERTE DE JOSÉ Y LA FE DE MARÍA
La muerte de José y la fe de María
Vida Oculta de Jesús
Vida Oculta de Jesús. No se sabe cuando murió José, pero se indica que ya había pasado al seno de Abraham.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
Tras este episodio Jesús vuelve a Nazaret con María y José. "Y bajó con ellos, y vino a Nazaret, y les estaba sujeto. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres"(Lc).
La vida de Nazaret
En Nazaret la vida oculta sigue su curso, ocultando la realidad de aquel hogar lleno de oración, de santidad y de trabajo. La maduración humana de Jesús va unida a una plenitud interior que tendrá un desbordamiento en la vida pública.
No se sabe cuando murió José. Pero el hecho de no mencionarle para nada en el ministerio público de Jesús, indica que ya había pasado al seno de Abraham. Ha experimentado la santidad en la vida ordinaria. No vio la vida pública de Jesús, ni sus milagros, ni el aplauso de muchos; pero tampoco vio la malicia de los hombres que perseguirán al que todos en Nazaret creían su hijo. Su vida es una vida plena, no evidente a los ojos de los hombres, pero sí a los ojos de Dios.
La fe de María
María también ha crecido interiormente en estos treinta años. En su infancia vivió la unión con el Padre de la que es inmune al Pecado de origen como llena de gracia. Ella será la nueva Eva cuando el ángel le anuncie la voluntad de Dios y su aceptación libre –un acto de fe soberano- hace posible la Encarnación del Verbo en sus entrañas virginales. Es parte activa de la Redención que va a realizar su divino Hijo. En los años siguientes ama a su Jesús, el Hijo de Dios. Habla con Él, le enseña lo que sabe. Profundiza con luces del cielo en la misión de Jesús, entregándose libremente como colaboradora de ella. Y Jesús se hace hombre maduro, preparado para la misión que comenzará en el Jordán. María santísima también está preparada.
La vida de Nazaret
En Nazaret la vida oculta sigue su curso, ocultando la realidad de aquel hogar lleno de oración, de santidad y de trabajo. La maduración humana de Jesús va unida a una plenitud interior que tendrá un desbordamiento en la vida pública.
No se sabe cuando murió José. Pero el hecho de no mencionarle para nada en el ministerio público de Jesús, indica que ya había pasado al seno de Abraham. Ha experimentado la santidad en la vida ordinaria. No vio la vida pública de Jesús, ni sus milagros, ni el aplauso de muchos; pero tampoco vio la malicia de los hombres que perseguirán al que todos en Nazaret creían su hijo. Su vida es una vida plena, no evidente a los ojos de los hombres, pero sí a los ojos de Dios.
La fe de María
María también ha crecido interiormente en estos treinta años. En su infancia vivió la unión con el Padre de la que es inmune al Pecado de origen como llena de gracia. Ella será la nueva Eva cuando el ángel le anuncie la voluntad de Dios y su aceptación libre –un acto de fe soberano- hace posible la Encarnación del Verbo en sus entrañas virginales. Es parte activa de la Redención que va a realizar su divino Hijo. En los años siguientes ama a su Jesús, el Hijo de Dios. Habla con Él, le enseña lo que sabe. Profundiza con luces del cielo en la misión de Jesús, entregándose libremente como colaboradora de ella. Y Jesús se hace hombre maduro, preparado para la misión que comenzará en el Jordán. María santísima también está preparada.
sábado, 10 de enero de 2015
LA VIRGEN MARÍA ES MADRE DE JESÚS Y MADRE NUESTRA
Es Madre de Jesús y nuestra
María Santísima nos ve a cada uno de nosotros como su hijo predilecto. ¡No te olvides de Ella!
Por: P Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net
María es toda de Jesús por derecho, y toda de nosotros por regalo. Pero es toda nuestra y, por tanto aquí, no pensemos que robamos, porque nos la han dado. No pensemos que somos demasiado pecadores, demasiado indignos, para tenerla como madre, porque, a pesar de que eso es cierto, también es cierto que ella es madre nuestra. No nos puedes ver separados de Jesús, como hijos añadidos, sino injertados en su sangre y en la tuya. Por lo tanto, la seriedad con la que una madre ve a su hijo, como su hijo, queda muy lejos de la seriedad, la profundidad y el amor con que nos ve María Santísima a cada uno de nosotros: somos más hijos de ella que de nuestra propia madre de la tierra
La ingratitud con Dios es terrible porque se ofende al Amor con mayúscula. Se desprecia un amor eterno, un amor divino, un amor maravilloso y totalmente gratuito.
De una manera semejante, olvidar, despreciar, el amor de una madre tan grande, es una ingratitud terrible. Pero, siendo los hijos predilectos de María Santísima, nuestra ingratitud adquiere unas dimensiones mucho más grandes.
"Los pecados que ofenden a Dios lastiman tu corazón porque hieren el corazón de tu hijo y hacen un daño terrible a tus hijos".
"Cómo tengo que decirte esto, Madre: te he llevado pocas flores hasta el día de hoy"
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