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viernes, 12 de noviembre de 2021
martes, 9 de noviembre de 2021
EL PAPA FRANCISCO CANONIZARÁ EN 2022 A CHARLES DE FOUCAULD JUNTO A 6 BEATOS MÁS
El Papa canonizará en 2022 a Charles de Foucauld junto a 6 Beatos más
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
El Papa Francisco canonizará el 15 de mayo de 2022 a siete Beatos, entre ellos, al sacerdote y misionero francés, Charles de Foucauld, quien nació el 15 de septiembre de 1858 en Estrasburgo y fue asesinado en Argelia el 1 de diciembre de 1916.
La ceremonia de canonización se llevará a cabo en el Vaticano. Junto al Beato Charles de Foucauld serán canonizados: un Beato laico mártir, dos Beatas fundadoras y tres Beatos fundadores.
Se trata del Beato Lázaro, llamado Devasahayam, laico, mártir, que nació en el siglo XVIII en la aldea de Nattalam (India) y fue asesinado, por odio a la fe, en Aralvaimozhy (India).
Además, la Beata Maria Francesca di Gesù (nacida Anna Maria Rubatto), fundadora de las Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano, que nació en Carmagnola (Italia) y falleció en Montevideo (Uruguay) y la Beata María Domenica Mantovani, cofundadora y primera superiora general del Instituto de las Hermanitas de la Sagrada Familia.
Asimismo, el Beato César de Bus, sacerdote, fundador de la Congregación de los Padres de la Doctrina Cristiana (Doctrinarios), que nació el 3 de febrero de 1544 en Cavaillon (Francia) y falleció el 15 de abril de 1607 en Avignon (Francia); el Beato Luigi Maria Palazzolo, sacerdote, fundador del Instituto de las Hermanas de los Pobres (Instituto Palazzolo) y el Beato Giustino María Russolillo, sacerdote, fundador de la Sociedad de las Divinas Vocaciones y de la Congregación de las Hermanas de las Divinas Vocaciones.
Beato Charles de Foucauld
Del carisma de Charles de Foucauld surgieron diez congregaciones religiosas y ocho asociaciones de vida espiritual.
El Beato Charles de Foucauld nació en la ciudad francesa de Estrasburgo el 15 de septiembre de 1858. Con 6 años se quedó huérfano, por lo que creció con su hermano en casa de sus abuelos. Estudió con los jesuitas en Nancy y en París.
Durante su adolescencia se alejó de la fe y se entregó a una vida mundana, aunque siempre mostró una gran fuerza de voluntad y una capacidad innata de superación. Accedió a la carrera militar, vocación que su abuelo intentó inculcar desde pequeño, pero fue expulsado por mala conducta y se escapó con su amante.
Posteriormente, regresó al ejército, pero aquella segunda experiencia militar tampoco cuajó, y renunció para dedicarse al estudio de lenguas semitas, en concreto, del árabe y del hebreo.
Sus inquietudes le llevaron a un peligroso viaje a Marruecos desde 1883 hasta 1884, haciéndose pasar por un religioso judío. También recorrió parte de Argelia y de Túnez y realizó un importante trabajo cartográfico que le valió la medalla de oro de la Sociedad Francesa de Geografía.
El contacto con los musulmanes le llevó a preguntarse sobre Dios. Quedó impactado de la religiosidad islámica y de cómo los musulmanes se tomaban en serio su religión mientras él se había dedicado a derrochar dinero en aventuras.
De vuelta en Francia, la llama de la espiritualidad prendió en él al comprender la fe cristiana de su familia. Entra en contacto con el sacerdote P. Huvelin y, gracias a él, vuelve al cristianismo en octubre de 1886, cuando contaba con 28 años.
Para profundizar en su fe, peregrina a Tierra Santa y allí descubre su vocación. Durante 7 años, vive en diferentes monasterios trapenses, primero en Nuestra Señora de las Nieves y luego en el monasterio sirio de Akbes. Posteriormente, se trasladó a Roma para estudiar y luego se retiró para vivir solo en oración y adoración junto a las Clarisas de Nazaret.
Se ordenó sacerdote en 1901, cuando tenía 43 años, y emprende un nuevo viaje al Sahara, donde inicia su misión co los Tuaregs en la aldea de Tamanrasset. Allí, evangelizó a los pueblos del desierto y luchó contra la esclavitud: comenzó a comprar esclavos para liberarlos.
Escribió varios libros sobre la cultura de los pueblos Tuaregs y otros pueblos saharauis y tradujo los Evangelios a su lengua.
En el año 1909 fundó la Unión de Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón con la misión de evangelizar las colonias francesas de África. Los pueblos bereberes, mayoritarios en el noroeste de África, reconocieron que la misión de Charles de Foucauld les generó sentimientos amistosos hacia los franceses.
Murió asesinado el 1 de diciembre de 1916 en la puerta de su ermita durante una revuelta antifrancesa en Argelia.
Fue beatificado por el Papa Benedicto XVI en el año 2005 y el 3 de mayo de 2021 el Papa Francisco presidió un Consistorio ordinario público en el que aprobó su canonización.
EL EVANGELIO DE HOY MARTES 9 DE NOVIEMBRE DE 2021 - DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LATERANO EN ROMA
9 de Noviembre: Dedicación de la Basílica del Laterano en Roma
Martes 9 de noviembre de 2021
1ª Lectura (Ez 47,1-2.8-9.12): En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante —el templo miraba a levante—. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho.
Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente. A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».
Salmo responsorial: 45
R/. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la tierra, y los montes se desplomen en el mar.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora.
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra: pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe.
2ª Lectura (1Cor 3,9c-11.16-17): Sois edificio de Dios. Conforme al don que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, coloqué el cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada uno cómo construye. Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.
Versículo antes del Evangelio (2Crón 7,16): Aleluya. He elegido y santificado este lugar, dice el Señor, para que siempre habite ahí mi nombre. Aleluya.
Texto del Evangelio (Jn 2,13-22): Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.
Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.
«Destruid este templo y en tres días lo levantaré»
Rev. D. Joaquim MESEGUER García
(Rubí, Barcelona, España)
Hoy, en esta fiesta universal de la Iglesia, recordamos que aunque Dios no puede ser contenido entre las paredes de ningún edificio del mundo, desde muy antiguo el ser humano ha sentido la necesidad de reservar espacios que favorezcan el encuentro personal y comunitario con Dios. Al principio del cristianismo, los lugares de encuentro con Dios eran las casas particulares, en las que se reunían las comunidades para la oración y la fracción del pan. La comunidad reunida era —como también hoy es— el templo santo de Dios. Con el paso del tiempo, las comunidades fueron construyendo edificios dedicados a las reuniones litúrgicas, la predicación de la Palabra y la oración. Y así es como en el cristianismo, con el paso de la persecución a la libertad religiosa en el Imperio Romano, aparecieron las grandes basílicas, entre ellas San Juan de Letrán, la catedral de Roma.
San Juan de Letrán es el símbolo de la unidad de todas las Iglesias del mundo con la Iglesia de Roma, y por eso esta basílica ostenta el título de Iglesia principal y madre de todas las Iglesias. Su importancia es superior a la de la misma Basílica de San Pedro del Vaticano, pues en realidad ésta no es una catedral, sino un santuario edificado sobre la tumba de San Pedro y el lugar de residencia actual del Papa, que, como Obispo de Roma, tiene en la Basílica Lateranense su catedral.
Pero no podemos perder de vista que el verdadero lugar de encuentro del hombre con Dios, el auténtico templo, es Jesucristo. Por eso, Él tiene plena autoridad para purificar la casa de su Padre y pronunciar estas palabras: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré» (Jn 2,19). Gracias a la entrega de su vida por nosotros, Jesucristo ha hecho de los creyentes un templo vivo de Dios. Por esta razón, el mensaje cristiano nos recuerda que toda persona humana es sagrada, está habitada por Dios, y no podemos profanarla usándola como un medio.
domingo, 7 de noviembre de 2021
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 7 DE NOVIEMBRE DE 2021
Domingo 32 (B) del tiempo ordinario
Domingo 7 de noviembre de 2021
1ª Lectura (1Re 17,10-16): En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba». Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan». Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos».
Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: ‘La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra’». Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.
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Salmo responsorial: 145
R/. Alaba, alma mía, al Señor.
Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos.
El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos.
Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad.
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2ª Lectura (Heb 9,24-28): Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.
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Versículo antes del Evangelio (Mt 5,3): Aleluya. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Aleluya.
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Texto del Evangelio (Mc 12, 38-44): En aquel tiempo, dijo Jesús a las gentes en su predicación: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa».
Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir».
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«Todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba»
Pbro. José MARTÍNEZ Colín
(Culiacán, México)
Hoy, el Evangelio nos presenta a Cristo como Maestro, y nos habla del desprendimiento que hemos de vivir. Un desprendimiento, en primer lugar, del honor o reconocimiento propios, que a veces vamos buscando: «Guardaos de (…) ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes» (cf. Mc 12,38-39). En este sentido, Jesús nos previene del mal ejemplo de los escribas.
Desprendimiento, en segundo lugar, de las cosas materiales. Jesucristo alaba a la viuda pobre, a la vez que lamenta la falsedad de otros: «Todos han echado de lo que les sobraba, ésta [la viuda], en cambio, ha echado de lo que necesitaba» (Mc 12,44).
Quien no vive el desprendimiento de los bienes temporales vive lleno del propio yo, y no puede amar. En tal estado del alma no hay “espacio” para los demás: ni compasión, ni misericordia, ni atención para con el prójimo.
Los santos nos dan ejemplo. He aquí un hecho de la vida de san Pío X, cuando todavía era obispo de Mantua. Un comerciante escribió calumnias contra el obispo. Muchos amigos suyos le aconsejaron denunciar judicialmente al calumniador, pero el futuro Papa les respondió: «Ese pobre hombre necesita más la oración que el castigo». No lo acusó, sino que rezó por él.
Pero no todo terminó ahí, sino que —después de un tiempo— al dicho comerciante le fue mal en los negocios, y se declaró en bancarrota. Todos los acreedores se le echaron encima, y se quedó sin nada. Sólo una persona vino en su ayuda: fue el mismo obispo de Mantua quien, anónimamente, hizo enviar un sobre con dinero al comerciante, haciéndole saber que aquel dinero venía de la Señora más Misericordiosa, es decir, de la Virgen del Perpetuo Socorro.
¿Vivo realmente el desprendimiento de las realidades terrenales? ¿Está mi corazón vacío de cosas? ¿Puede mi corazón ver las necesidades de los demás? «El programa del cristiano —el programa de Jesús— es un “corazón que ve”» (Benedicto XVI).
EL PAPA PIDE TENER CUIDADO CON LOS HIPÓCRITAS Y RECHAZAR EL CULTO A LA APARIENCIA
El Papa pide tener cuidado con los hipócritas y rechazar el culto a la apariencia
POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa
Foto: Vatican Media
El Papa Francisco pidió a la comunidad cristiana que tengan cuidado con los hipócritas que estén atentos “a no basar la vida en el culto a la apariencia”.
El Santo Padre hizo este pedido durante el rezo del Ángelus de este domingo 7 de noviembre en la plaza de San Pedro del Vaticano, donde comentó el episodio evangélico del día.
En él, se narra una escena que tiene lugar dentro del Templo de Jerusalén. Jesús observa “cómo a los escribas les gusta caminar para hacerse notar, ser saludados y reverenciados, y para tener lugares de honor. Y Jesús añade que ‘devoran la hacienda de las viudas rezan con ostensión para hacerse notar’”.
Al mismo tiempo, Jesús contempla otra escena: “Una pobre viuda, precisamente una de las explotadas por los poderosos, echa en el arca del Tesoro del Templo ‘todo cuanto poseía’”.
“El Evangelio nos pone delante de este sorprendente contraste”, destaca el Papa. “Los ricos, que dan lo superfluo para hacerse ver, y una pobre mujer que, sin aparentar, ofrece lo poco que tiene”.
El Papa hizo hincapié en el verbo “mirar”, porque Jesús mira “a quien vive la fe con duplicidad, a esos escribas, ‘debemos mirar’ para no convertirnos como ellos; mientras que a la viuda debemos ‘mirarla’ para tomarla como modelo”.
El Papa insistió en “tener cuidado con los hipócritas y mirar a la pobre viuda”. Sobre todo, “tener cuidado con los hipócritas, es decir estar atentos a no basar la vida en el culto de la apariencia, de la exterioridad, sobre el cuidado exagerado de la propia imagen. Y, sobre todo, estar atentos a no doblegar la fe a nuestros intereses”.
“Esos escribas cubrían, con el nombre de Dios, la propia vanagloria y, aún peor, usaban la religión para atender sus negocios, abusando de su autoridad y explotando a los pobres. Es una advertencia para todo tiempo y para todos, Iglesia y sociedad: no aprovecharse nunca del propio rol para aplastar a los demás, ¡nunca ganar sobre la piel de los más débiles!”.
El Pontífice pidió no olvidar que hay que “estar alerta para no caer en la vanidad, para no obsesionarnos con las apariencias, perdiendo la sustancia y viviendo en la superficialidad”.
“Estemos alerta sobre las falsedades del corazón, sobre la hipocresía, ¡que es una enfermedad peligrosa del alma!”, subrayó.
Para sanarse de esta “enfermedad”, “Jesús nos invita a mirar a la pobre viuda. El Señor denuncia la explotación hacia esta mujer, que, para dar la ofrenda, debe volver a casa sin siquiera lo poco que tiene para vivir. ¡Qué importante es liberar lo sagrado de las ataduras con el dinero!”.
Pero, al mismo tiempo, “Jesús alaba el hecho de que esta viuda da al Tesoro todo lo que tiene. No le queda nada, pero encuentra en Dios su todo. No teme perder lo poco que tiene, porque tiene la confianza en el tanto de Dios, que multiplica la alegría de quien dona”.
De esta manera, “Jesús la propone como maestra de fe: ella no frecuenta el Templo para tener la conciencia tranquila, no reza para hacerse ver, no hace alarde de su fe, sino que dona con el corazón, con generosidad y gratuidad”.
Las monedas de la viuda “tienen un sonido más bonito que las grandes ofrendas de los ricos, porque expresan una vida dedicada a Dios con sinceridad, una fe que no vive de apariencias sino de confianza incondicional”.
“Aprendamos de ella: una fe sin adornos externos, sino sincera interiormente; una fe hecha de humilde amor a Dios y a los hermanos”, concluyó el Papa Francisco su enseñanza.
miércoles, 3 de noviembre de 2021
ORACIONES PARA EL PRIMER VIERNES DEL MES DE NOVIEMBRE - SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA CORRECCIÓN FRATERNA, MIÉRCOLES 3 DE NOVIEMBRE DE 2021
Catequesis del Papa Francisco sobre la corrección fraterna
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
El Papa Francisco presidió este miércoles 3 de noviembre la Audiencia General en el Aula Pablo VI del Vaticano donde continuó con la serie de catequesis sobre la Carta de San Pablo a los Gálatas. En su enseñanza, el Santo Padre recordó que “la regla suprema de la corrección fraterna es el amor”.
A continuación, el texto completo de la catequesis del Papa Francisco:
En el pasaje de la Carta a los Gálatas que acabamos de escuchar, San Pablo exhorta a los cristianos a caminar según el Espíritu Santo (cfr 5,16.25). Es un estilo: caminar según el Espíritu Santo. De hecho, creer en Jesús significa seguirlo, ir detrás de Él en su camino, como hicieron los primeros discípulos. Y significa al mismo tiempo evitar el camino opuesto, el del egoísmo, el de buscar el propio interés, que el apóstol llama «apetencias de la carne» (v. 16).
El Espíritu es la guía de este camino sobre la vía de Cristo, un camino maravilloso, pero también agotador, que empieza en el Bautismo y dura toda la vida. Pensemos en una larga excursión a lo alto de la montaña: es fascinante, la meta nos atrae, pero requiere mucho esfuerzo y tenacidad.
Esta imagen puede ser útil para entrar en el fondo de las palabras del apóstol: “caminar según el Espíritu”, “dejarse guiar” por Él. Son expresiones que indican una acción, un movimiento, un dinamismo que impide detenerse en las primeras dificultades, sino que provocan confiar en la «fuerza que viene del alto» (Pastor de Hermas, 43, 21).
Recorriendo este camino, el cristiano adquiere una visión positiva de la vida. Esto no significa que el mal presente en el mundo haya desaparecido, o que hayan desaparecido los impulsos negativos del egoísmo y el orgullo; más bien quiere decir que creer en Dios es siempre más fuerte que nuestras resistencias y más grande que nuestros pecados.
Esto es importante: creer que Dios es más grande, siempre. Más grande que nuestras resistencias y más grande que nuestros pecados.
Mientras exhorta a los Gálatas a recorrer este camino, el apóstol se pone a su nivel. Abandona el verbo imperativo – «caminad» (v. 16) – y usa el “nosotros” del indicativo: «obremos también según el Espíritu» (v. 25). Como diciendo: pongámonos a lo largo de la misma línea y dejémonos guiar por el Espíritu Santo.
Esta exhortación San Pablo la siente necesaria también para sí mismo. Incluso sabiendo que Cristo vive en él (cfr 2,20), también está convencido de no haber alcanzado todavía la meta, la cima de la montaña (cfr Fil 3,12). El apóstol no se pone por encima de su comunidad, no dice ‘yo soy el jefe, vosotros sois los otros, yo he legado al alto de la montaña, vosotros estáis en camino’, no dice eso, sino que se coloca en medio del camino de todos, para dar ejemplo concreto de lo necesario que es obedecer a Dios, correspondiendo cada vez más y siempre mejor a la guía del Espíritu.
Y qué bello cuando encontramos pastores que caminan con su pueblo, que no se destacan: ‘Yo soy más importante, yo soy tu pastor, soy sacerdote, soy Obispo’…, con la nariz en alto, no, pastores que caminan con el pueblo. Es muy bello esto. Hace bien al alma.
Este “caminar según el Espíritu” no es solo una acción individual: también afecta a la comunidad en su conjunto. De hecho, construir la comunidad siguiendo el camino indicado por el Apóstol es emocionante, pero arduo.
Las “apetencias de la carne”, las tentaciones, digámoslo así, que todos nosotros tenemos, es decir las envidias, los prejuicios, las hipocresías, los rencores, se siguen sintiendo, y recurrir a una rigidez preceptiva puede ser una tentación fácil, pero al hacerlo uno se saldría del camino de la libertad y, en lugar de subir a la cima, volvería hacia abajo.
Recorrer el camino del Espíritu requiere en primer lugar dar espacio a la gracia y a la caridad. Dad espacio a la gracia de Dios, no tengáis miedo. Pablo, después de haber hecho sentir de forma severa su voz, invita a los Gálatas a hacerse cargo cada uno de las dificultades del otro, y si alguno se equivoca, usar la mansedumbre (cfr 5,22).
Escuchamos sus palabras: «Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, que tenéis el Espíritu, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate a ti mismo, pues también tú puedes ser tentado. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas» (6,1-2).
Una actitud muy diferente a la de las habladurías. Cuando vemos algo, a hablar contra él. Hablar mal del prójimo. No, esto no es según el Espíritu. Según el Espíritu es tener esta dulzura con el hermano al corregirlo, y vigilar sobre nosotros mismos para no caer nosotros en ese pecado. Humildad.
De hecho, cuando tenemos la tentación de juzgar mal a los otros, como sucede a menudo, debemos sobre todo reflexionar sobre nuestra propia fragilidad. Qué fácil es criticar a los demás. Hay gente que parece licenciada en habladurías. Todos los días critican a los demás. Pero mírate a ti mismo. Está bien preguntarnos qué nos impulsa a corregir a un hermano o a una hermana, y si no somos de alguna manera corresponsables de su error.
El Espíritu Santo, además de donarnos la mansedumbre, nos invita a la solidaridad, a llevar los pesos de los otros. ¡Cuántos pesos están presentes en la vida de una persona: la enfermedad, la falta de trabajo, la soledad, el dolor…! ¡Y cuántas otras pruebas requieren la cercanía y el amor de los hermanos!
Nos pueden ayudar también las palabras de San Agustín cuando comenta este mismo pasaje: «Por lo tanto, hermanos, si un hombre está implicado en alguna falta, […], instruidle con espíritu de mansedumbre. Y si levantas la voz, haya amor interiormente. Si exhortas, si acaricias, si corriges, si te muestras duro: ama y haz lo que quieres» (Sermones 163/B 3).
La regla suprema de la corrección fraterna es el amor: querer el bien de nuestros hermanos y de nuestras hermanas. Y muchas veces es también tolerar los problemas de los demás, los defectos de los demás en silencio, en la oración para después encontrar el camino correcto para corregirle. Y esto no es fácil. El camino más fácil es la habladuría, criticar al otro, como si yo fuese perfecto. Esto no se debe hacer: mansedumbre, paciencia, oración, cercanía.
Caminamos con alegría y con paciencia en este camino, dejándonos guiar por el Espíritu Santo.
EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 03 DE NOVIEMBRE DE 2021 - SAN MARTÍN DE PORRES
Miércoles 31 del tiempo ordinario
Miércoles 03 de noviembre de 2021
1ª Lectura (Rom 13,8-10): Hermanos: A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera.
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Salmo responsorial: 111
R/. Dichoso el que se apiada y presta.
Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita.
En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos.
Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con dignidad.
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Versículo antes del Evangelio (1Pe 4,14): Aleluya. Dichosos vosotros, si os injurian por ser cristianos, porque el Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Aleluya.
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Texto del Evangelio (Lc 14,25-33): En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
»Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar". ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»
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«Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío»
Rev. D. Joan GUITERAS i Vilanova
(Barcelona, España)
Hoy contemplamos a Jesús en camino hacia Jerusalén. Allí entregará su vida para la salvación del mundo. «En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús» (Lc 14,25): los discípulos, al andar con Jesús que les precede, deben aprender a ser hombres nuevos. Ésta es la finalidad de las instrucciones que el Señor expone y propone a quienes le siguen en su ascensión a la “Ciudad de la paz”.
Discípulo significa “seguidor”. Seguir las huellas del Maestro, ser como Él, pensar como Él, vivir como Él... El discípulo convive con el Maestro y le acompaña. El Señor enseña con hechos y palabras. Han visto claramente la actitud de Cristo entre el Absoluto y lo relativo. Han oído de su boca muchas veces que Dios es el primer valor de la existencia. Han admirado la relación entre Jesús y el Padre celestial. Han visto la dignidad y la confianza con la que oraba al Padre. Han admirado su pobreza radical.
Hoy el Señor nos habla en términos claros. El auténtico discípulo ha de amar con todo su corazón y toda su alma a nuestro Señor Jesucristo, por encima de todo vínculo, incluso del más íntimo: «Si alguno viene conmigo y no pospone (…) incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío» (Lc 14,26-27). Él ocupa el primer lugar en la vida del seguidor. Dice san Agustín: «Respondamos al padre y a la madre: ‘Yo os amo en Cristo, no en lugar de Cristo’». El seguimiento precede incluso al amor por la propia vida. Seguir a Jesús, al fin y al cabo, comporta abrazar la cruz. Sin cruz no hay discípulo.
La llamada evangélica exhorta a la prudencia, es decir, a la virtud que dirige la actuación adecuada. Quien quiere construir una torre debe calcular si podrá afrontar el presupuesto. El rey que ha de combatir decide si va a la guerra o pide la paz después de considerar el número de soldados de que dispone. Quien quiere ser discípulo del Señor ha de renunciar a todos sus bienes. ¡La renuncia será la mejor apuesta!