domingo, 26 de enero de 2014

A LA PERSONA QUE AMAS



A la persona que amas... 

Las cosas que deberías intentar con la persona que amas son: 
Toma sus manos siempre que te sea posible.
Abrázala por la cintura y susúrrale algo en sus oído
Bésala en cada oportunidad que tengas.
Abrázala fuertemente cuando tenga frio
Cuando estén solos, abrázala y bésala.
Dale un beso en la punta de la nariz y así se dará cuenta de ¿que quieres besarle.
En el cine, abrásele automáticamente pondrá su cabeza en tu hombro y se arrimará hacia ti, entonces inclina su cara y besa su mejilla suavemente.
Cuando diga que le duele su espalda - hombros - cuello, dale un masaje.
Cuando alguien se acerque a saludarle levántate por ella.
Mírala a los ojos profundamente y dile que la amas.

sábado, 25 de enero de 2014

QUINCE MINUTOS CON MARÍA AUXILIADORA


Quince minutos con María Auxiliadora

María Auxiliadora¡María! ¡María! ¡Dulcísima María, Madre querida y poderosa Auxiliadora mía! Aquí me tienes; tu voz maternal ha dado nuevos bríos a mi alma y anhelosa vengo a tu soberana presencia... Estréchame cariñosa entre tus brazos... deja que yo recline mi cansada frente sobre tu pecho y que deposite en él mis tristes gemidos y amargas cuitas, en íntima confidencia contigo, lejos del ruido y bullicio del mundo, de ese mundo que sólo deja desengaños y pesares.

Mírame compasiva... estoy triste, Madre, bien lo sabes, nada me alegra ni me distrae, me hallo enteramente turbada y llena de temor...
Abrumada bajo el peso de la aflicción, sobrecogida de espanto, busco un hueco para ocultarme, como la tímida paloma perseguida por el cazador... y ese hueco, ese asilo bendito, ese lugar de refugio es, ¡oh Madre Augusta! tu corazón.

A ti me acerco llena de confianza... no me deseches ni me niegues tus piedades. Bien comprendo que no las merezco por mis muchas infidelidades; dignas de tus bondades son las almas santas e inocentes que saben imitarte y a las cuales yo tanto envidio sinceramente, mas Tú eres la esperanza y el consuelo, por eso vengo sin temor.

¡Madre mía! Permite que yo no toque, sino que abra de par en par la puerta de tu corazón tan bueno y entre de lleno en él, pues vengo cansada y sé que Tú no sabes negarte al que afligido viene a postrarse a tus pies.

¡Virgen Madre! Tu trono se levanta precisamente donde hay dolores que calmar, miserias que remediar, lágrimas que enjugar y tristezas que consolar... por eso, levantándome del profundo caos de mis miserias en que me encuentro sumergida imitando al Pródigo del Evangelio, digo también: "Me levantaré e iré a mi dulce Madre y le diré: ¡Madre buena, aquí está tu hija que te busca! perdona si en algo te he sido infiel, soy tu pobre hija que llora, aquí me tienes aunque indigna a tus favores... te pertenezco y no me separaré de Ti, hasta no llevar en mi pecho el suave bálsamo del consuelo y del perdón.

¿Me abandonarás dulce María? ¿No herirán tus oídos mis clamores? ¡Oh, no! tu apacible rostro ensancha mi confianza, tus castos ojos me miran compasivamente disipando las densas nubes de mi espíritu y de mi abatimiento y zozobra desaparecen con tu materna sonrisa.
Si majestuosa empuñas tu cetro en señal de poder, como eres mi Madre, es tan sólo para manifestarme que eres la dispensadora de las gracias y mercedes del cielo para derramarlas con abundancia sobre esta tu pobre hija que sólo desea amarte y agradecerte.

¡Oh sí! Tú eres el Océano, Madre, y yo el imperceptible grano de arena arrojado en él... Tú eres el rocío y yo la pobre flor mustia y marchita que necesita de Ti para volver a la vida. Que nada me distraiga, que nadie me busque... Yo estoy perdida en el mar inmenso de tu bondad, estoy escondida en el seno misterioso de mi bendita Madre.

Reina mía, confiando en tu Auxilio bondadoso y tierno quiero hablarte con la confianza del niño... quiero acariciarte, quiero llorar contigo... traer a mi memoria dulces recuerdos... derramar mi alma en tu presencia para pedirte gracias, arráncame, en una palabra el
corazón para regalártelo en prenda de mi amor.

Escucha pues, tierna María, mi dulce Auxiliadora, una a una todas mis palabras y deja que cual bordo de fuego penetre en tu corazón, porque quiero conmoverte... quiero rendirlo y quiero en fin que tu Jesús, que tan amable abre sus bracitos sonriendo con dulzura, repita en mi favor nuevamente aquella consoladora palabra que alienta al desvalido y hace temblar al demonio: "He aquí a tu Madre, he aquí a tu hija".

Sí, aquí estoy... aquí está tu pobre hija a quien has amado y amas aún con predilección y que te pertenece por todos títulos... la que descansó en tus brazos antes de reposar en el regazo maternal... la que probó tus caricias mucho antes que los maternos besos... ¿lo recuerdas? Yo dormí en tu seno el dulce sueño de la inocencia, viví tranquila bajo tu manto sin conocer ni sospechar siquiera los escollos de la vida, amándote con ardor y gozando de tus caricias con las que preparaste mi alma y corazón para los rudos ataques de mis enemigos y sinsabores de la vida. Tu mano salvadora no sólo me apartó del abismo en que tantas almas han perecido, sino que me regaló con gracias particularísimas y especiales, dones que reservas tan sólo para tus amados.

Todo... todo lo confieso para mayor gloria tuya y quisiera tener mil lenguas para cantar tus alabanzas, digna y elocuentemente, en fervorosos y tiernos himnos de santa gratitud.

¡Ah cuando me hallo cercada de tinieblas y sombras de muerte, sobrecogida de angustioso quebranto... cuando mi corazón tiembla ante la presencia del dolor, este pensamiento dulcísimo de tus tiernas muestras de predilección viene a ser el rayo luminoso que hace surgir mi frente, dándome alas para remontarme hasta lo infinito... ¡Oh recuerdo consolador! ¡Bendito seas! Eres la escala por la cual subo hasta el trono de la clemencia y del amor santo y verdadero.

Mas ¡ay!... pronto pasaron de aquella alma los días de encanto... con la velocidad del relámpago se disiparon mis goces infantiles y llegó para mí la hora del desamparo... Madre, no puedo soportar su peso... siento quebrantar al mismo tiempo todas mis fuerzas interiores y necesito que tu mano me sostenga para no sucumbir en la lucha... Ansiosa te busco como el pobre náufrago busca su tabla salvadora...

Levanto a Ti mis ojos y mi pesada frente como el marino en busca de la estrella que debe señalarle el puerto. Me siento como abandonada, semejante a una nave sin piloto a merced del oleaje tempestuoso e incesante... ¡Tengo miedo! mucho miedo de perecer, entre las turbias ondas del agitado mar del pecado... Tengo miedo de la justicia divina a quien soy deudora de tantas y tan especialísimas gracias... pero sobre todo tengo miedo... ¡Oh no quisiera ni decirlo... tengo miedo de serte ingrata, abandonándote algún día y olvidando tus ternuras, pagarlas con ingratitud!

¡Jamás lo permitas, Reina mía! Haz que viva siempre unida a Ti, como la débil yedra vive asida fuertemente a la robusta encina defendiéndose del furioso huracán... ¿Qué sería de ésta tu hija, ¡oh Madre!, sin Ti? Mil enemigos me acechan redoblando a cada paso sus infernales astucias... acosada me siento por todas partes y si Tú no me amparas, ¿quién se dolerá de mí? No me alejes, por piedad, sálvame... muestra que eres mi Madre Auxiliadora; olvida por piedad las veces que te he contristado, reduce a polvo mis pecados, lávame con tus lágrimas y límpiame más y más.

Tus brazos son el trono de la misericordia, en ellos descansa tu Jesús... sujétame entre ellos para que no haga uso de la justicia contra mí... dile que acepto el dolor que redime si Tú me lo envías, que venga, si es preciso, el sufrimiento aun cuando mi pobre carne
tiemble ante él, con tal que mi alma se torne blanca como la nieve.

Sí, dile a tu amado hijo que yo quiero desagraviar para alcanzar su clemencia, dile que eche un velo sobre mis faltas y miserias y que olvide para siempre lo mala que he sido... ¡María de mi vida! No resta más que la última etapa... mis ensangrentadas huellas van marcando mis pasos en la senda escabrosa de la vida que está por cortarse... mi cansado corazón late aún, sí, porque Tú les das vida y aliento, pero
derrama las últimas lágrimas que manan de él cual candente lava.

Terminará mi existencia y ¿qué será de mí, si mi Auxiliadora no viene en ese momento terrible? ¿A quién volveré mis ojos si te alejas en ese instante? La gracia que te he pedido y tanto deseo para mi agonía, es grandísima y no la merezco, pero la espero con plena confianza y tu sonrisa me alentará. Estoy segura de que aun cuando el demonio ruja a mi derredor, preparando su último asalto, tu mano maternal me acariciará y con sin par solicitud me prodigará los últimos consuelos en mi despedida de este triste valle de lágrimas.

Esto lo sé cierto, lo siento en mí y no fallará mi esperanza... ni un momento lo dudo. Los ángeles santos, al ver las ternuras de que seré objeto en el terrible trance exclamarán también enternecidos: "Mirad cómo la ama nuestra Reina". Esta es la gracia de las gracias, mi último anhelo, mi petición suprema. Haz ¡oh Madre mía! que tu dulcísimo nombre, que fue la primera palabra que supieron balbucir mis infantiles labios entre las caricias de mi buena madre, sea también la última expresión que suavice y endulce mi sedienta boca al entregar mi alma. ¡Madre!... que mi tránsito sea el postrer tributo de mi amor hacia Ti... que sea la última nota de mis cantos que tantas veces se elevaron en tu loor y el ósculo moribundo que te envíe sea el preludio de mi eterna e íntima unión con la Majestad divina y contigo, ¡oh mi dulce, mi santa y tierna Madre Auxiliadora...!

CONSAGRACIÓN INDIVIDUAL AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


Consagración individual al Inmaculado Corazón de María


Oh, Virgen mía, Oh, Madre mía, 
yo me ofrezco enteramente a tu Inmaculado Corazón
y te consagro mi cuerpo y mi alma,
mis pensamientos y mis acciones.

Quiero ser como tú quieres que sea, 
hacer lo que tú quieres que haga.
No temo, pues siempre estás conmigo.
Ayúdame a amar a tu hijo Jesús, 
con todo mi corazón y sobre todas las cosas. 

Pon mi mano en la tuya para que esté siempre contigo.

IMÁGENES DE LA VIRGEN DE GUADALUPE CON MENSAJES









DIOS TE SALVE MARÍA


PREGÚNTAME



PREGÚNTAME

Señor, si un día estuviera sofocado, agobiado, harto de la vida, con deseos de desaparecer, de morir, insatisfecho conmigo mismo y con el mundo a mi alrededor... 

Pregúntame si quiero cambiar la mesa puesta por los restos que tantos buscan en la basura; 

Pregúntame si quiero cambiar mis pies por una silla de ruedas; 

Pregúntame si quiero cambiar mi voz, por las señas; 

Pregúntame si quiero cambiar el mundo de los sonidos por el silencio de los que no oyen nada; 

Pregúntame si quiero cambiar el diario que leo y después echo a la basura, por la miseria de los que van a buscarlo para hacerse con él una manta; 

Pregúntame si quiero cambiar mi salud, por las enfermedades de tanta gente;

Pregúntame si quiero cambiar la luz por las tinieblas; 

Pregúntame hasta cuándo no reconoceré tus bendiciones, para hacer de mi vida un himno de alabanza y gratitud y decir, todos los días, desde el fondo de mi corazón:

¡Gracias Señor por este nuevo día!

viernes, 24 de enero de 2014

HOY SEMBRARÉ


HOY SEMBRARÉ: 

Hoy sembraré una sonrisa…para que haya más alegría.
Hoy sembraré una palabra consoladora…para cosechar serenidad.
Hoy sembraré un gesto de caridad…para que haya más caridad.
Hoy sembraré una oración…para que el hombre esté más cerca de Dios.
Hoy sembraré palabras y gestos de verdad…para que no crezca la mentira.
Hoy sembraré serenidad de acciones…para colaborar con la paz.
Hoy sembraré un gesto pacífico… para que haya menos nervios.
Hoy sembraré en mi mente una buena lectura…para el gozo de mi espíritu.
Hoy sembraré justicia en mis gestos y palabras…para que reine la verdad.
Hoy sembraré un gesto de delicadeza…para que haya más bondad.

Hoy sembraré amor... para que Jesús me guarde siempre en su Sagrado Corazón y pueda ser la mano abierta y tendida a mi prójimo para ayudarlo en cuanto pueda necesitar.

PENSAMIENTO MARIANO 28



PENSAMIENTO MARIANO

María Santísima, maestra insuperable de contemplación.

 Juan Pablo II

EL PENSAMIENTO DEL DÍA


ORACIÓN POR LA CARIDAD


Oración por la Caridad

Oh, amado Jesús. Ayúdame a esparcir Tu fragancia por donde quiera que vaya.
Inunda mi alma con Tu Espíritu y Vida. Penetra y posee todo mi ser tan completamente, que mi vida entera sea un resplandor de la Tuya.
Brilla a través de mi y permanece tan dentro de mi, que cada alma con que me encuentre pueda sentir Tu presencia en la mía.
¡Permite que no me vean a mi sino solamente a Jesús! Quédate conmigo y empezaré a resplandecer como Tú, a brillar tanto que pueda ser una luz para los demás. La luz oh, Jesús, vendrá toda de Ti, nada de ella será mía; serás Tú quien resplandezca sobre los demás a través de mi. Brillando sobre quienes me rodean, permíteme alabarte como mas te gusta. Permíteme predicarte sin predicar, no con palabras sino a través de mi ejemplo, a través de la fuerza atractiva, de la influencia armoniosa de todo lo que haga, de la inefable plenitud del amor que existe en mi corazón por Ti.
Amen.

Madre Teresa de Calcuta

jueves, 23 de enero de 2014

APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A LOS PASTORES


Aparición a los pastores
Rainer María Rilke


Alzad la vista, vosotros, los que estáis en torno al fuego;
vosotros, que conocéis la inmensidad del cielo; 
astrólogo, acércate aquí. Mira, yo soy una nueva 
estrella que asciende. Toda mi esencia arde 
y refulge con tal fuerza y está tan prodigiosamente 
llena de luz que el profundo firmamento 
ya no es bastante para mí. Dejad que mi brillo 
penetre en vuestra existencia. Oh, las miradas oscuras, 
los oscuros corazones, destinos bajo la noche 
que en vosotros se colman. Pastores, qué solo 
estoy en vosotros. De pronto se hace para mí   espacio. 

No os maravilléis: el árbol frondoso del pan arroja  una sombra. 
En esta fuerte luz sucederá mucho. Os lo revelo confidencialmente, 
pues vosotros sois callados; a vosotros rectos creyentes, 
habla aquí todo. Habla la lluvia y el ardiente estío, 
el vuelo de los pájaros, el viento y lo que seáis, 
nada de todo eso degenera en vanidad, haciendo 
alarde de peso y crecimiento. Vosotros no retenéis 
las cosas en la comisura de vuestros pechos 
para atormentarlas. Al igual que la alegría fluye 
a través de un ángel, así se propaga por vosotros 
lo terrenal. Y cuando una mata de zarzas 
empezó de pronto a arder, aún le era dado
al Eterno llamaros desde allí, y los Querubines, 
cuando se dignaban encaminar sus pasos 
al lado de vuestros rebaños, no os sorprendían: 
os dejabais caer sobre vuestro rostro, 
adorabais y llamabais a esto la tierra.
Pero eso fue. Ahora debe ser un Nuevo, 
por el que el orbe con más esfuerzo se ensanche. 
¿Qué son para vosotros unas zarzas?: Dios se identifica 
en el regazo de una virgen. Yo soy el resplandor
de su intimidad, la estrella que os guía.

EUCARISTÍA Y CARIDAD

Autor: P. Antonio Rivero | Fuente: Catholic.net
Eucaristía y caridad
¡El amor es entrega y donación! Y en la Eucaristía, Dios se entrega y se dona completamente a nosotros.
 
Eucaristía y caridad
También la eucaristía es un gesto de amor. Es más, es el gesto de amor más sublime que nos dejó Jesús aquí en la Tierra. A la eucaristía se la ha llamado “el Sacramento del amor” por antonomasia.

¿Qué le movió a quedarse con nosotros? ¿Qué le movió a darnos su cuerpo? ¿Qué le movió a hacerse pan tan sencillo? ¿A encerrarse en esa cárcel, que es cada Sagrario? ¿A dejar el Cielo, tranquilo y limpio, y bajar a la Tierra, que es un valle de lágrimas y sufrimientos sin fin? ¿A dejar el calor de su Padre Celestial y venir a esta tierra tibia, a veces gélida, y experimentar la soledad en tantos Sagrarios? ¿A despojarse de sus privilegios divinos y dejarlos a un lado para revestirse de ropaje humilde, sencillo, pobre, como es el ropaje del pan y vino?

¿Qué modelos humanos nos sirven para explicar el misterio de la eucaristía como gesto de amor?

Veamos el ejemplo de una madre. Primero, alimenta a su hijo en su seno, con su sangre, durante esos nueve meses de embarazo. Luego, ya nacido, le da el pecho. ¿Han visto ustedes algo más conmovedor, más lindo, más tierno, más amoroso que una madre amamantando a su propio hijo de sus mismos pechos, dándole su misma vida, su mismo ser?

Así como una madre alimenta a su propio hijo con su misma vida, de su mismo cuerpo y con su misma sangre, así también Dios nos alimenta con el cuerpo y la sangre de su mismo Hijo Jesucristo, para que tengamos vida de Dios, y la tengamos en abundancia. Y al igual que esa madre no se ahorra nada al amamantar a su hijo “no sea que me quede sin nada”, así también Dios no se ahorra nada y nos da todo: cuerpo, alma, sangre y divinidad de su Hijo en la eucaristía.

¡El amor es entrega y donación! Y en la Eucaristía, Dios se entrega y se dona completamente a nosotros.

¡Cuántos gestos de amor nos demuestra Cristo en la eucaristía!

Fuimos invitados al banquete: “Vengan, está todo preparado. El Rey ha mandado matar el mejor cordero que tenía. Vengan y entren”. Cuando a uno lo invitan a una boda, a una fiesta, a un banquete, es por un gesto de amor.

Ya en el banquete, formamos una comunidad, una familia, donde reina un clima de cordialidad, de acogida. No estamos aislados, ni en compartimentos estancos. Nos vemos, nos saludamos, nos deseamos la paz. ¡Es el gesto del amor fraterno!

El gesto de limpiarnos y purificarnos antes de comenzar el banquete, con el acto penitencial: “Yo confieso”, pone de manifiesto que el Señor lava nuestra alma y nuestro corazón, como a los suyos les lavó los pies. ¡Qué amor delicado!

Después, en la liturgia de la Palabra, Dios nos explica su Palabra. Se da su tiempo de charla amena, seria, provechosa y enriquecedora. ¡Qué amor atento!

Más tarde, en el momento de la presentación de las ofrendas, Dios nos acepta lo poco que nosotros hemos traído al banquete: ese trozo de pan y esas gotitas de vino y ese poco de agua. El resto lo pone Él. ¡Que amor generoso!

Nos introduce a la intimidad de la consagración, donde se realiza la suprema locura de amor: manda su Espíritu para transformar ese pan y ese vino en el Cuerpo y Sangre de su Hijo. Y se queda ahí para nosotros real y sacramentalmente, bajo las especies del pan y del vino. ¡Pero es Él! ¡Qué amor omnipotente, qué amor humilde!

No tiene reparos en quedarse reducido a esas simples dimensiones. Y baja para todos, en todos los lugares y continentes, en todas las estaciones. Independientemente de que se le espere o no, que se le anhele o no, que se le vaya a corresponder o no. El amor no se mide, no calcula. El amor se da, se ofrece.

Y, finalmente, en el momento de la Comunión se hospeda en nuestra alma y se hace uno con nosotros. No es Él quien se transforma en nosotros; sino nosotros en Él. ¡Qué misterio de amor! ¡Qué diálogos de amor podemos entablar con Él!

Amor con amor se paga.



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Antonio Rivero LC. 

    ORACIONES DE NIÑO A LA VIRGEN MARÍA


    Oraciones de niño a la Virgen María
    Rafael Ángel Marañón


    Virgencita de mi vida,
    Haz que en esta tierna infancia
    Yo te rece con constancia,
    En mi inocencia rendida. 

    En la noches y en los días,
    De mis venideros años,
    Te ofrezca, libre de engaños,
    Mi amor y mis alegrías. 

    Y al confirmar que te quiero,
    Te ofrezco en esta oración
    Todito mi corazón,
    Pleno de amor placentero. 

    Nunca me dejes señora
    Que yo con amor me entrego
    A ti con cariño ciego
    En esta presente hora. 

    Haz de mi vida un altar 
    Donde ofrecerte mi vida 
    Como una ofrenda mecida 
    Cerca de mi corazón. 

    Y cuando a Jesús me llegue 
    Pletórico de alegría
    Ven tú en mi compañía
    Y a los dos juntos nos lleve. 

    ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


    ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
    De San Ildefonso de Toledo
    (del Libro de la perpetua virginidad de Santa María)




    A ti acudo, única Virgen y Madre de Dios. Ante la única que ha obrado la Encarnación de mi Dios me postro. 
    Me humillo ante la única que es madre de mi Señor. Te ruego que por ser la Esclava de tu Hijo me permitas consagrarme a ti y a Dios, ser tu esclavo y esclavo de tu Hijo, servirte a ti y a tu Señor. 



    A Él, sin embargo, como a mi Creador y a ti como madre de nuestro Creador;  a Él como Señor de las virtudes y a ti como esclava del Señor de todas las cosas; a Él como a Dios y a ti como a Madre de de Dios. 



    Yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo. Tú eres mi Señora, porque eres esclava de mi Señor. 



    Concédeme, por tanto, esto, ¡oh Jesús Dios, Hijo del hombre!: creer del parto de la Virgen aquello que complete mi fe en tu Encarnaciòn; hablar de la maternidad virginal aquello que llene mis labios de tus alabanzas; amar en tu Madre aquello que tu llenes en mi con tu amor; servir a tu Madre de tal modo que reconozcas que te he servido a ti; vivir bajo su gobierno en tal manera que sepa que te estoy agradando y ser en este mundo de tal modo gobernado por Ella que ese dominio me conduzca a que Tú seas mi Señor en la eternidad. 



    ¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil en las manos del sumo Dios, consiga con mis ruegos ser ligado a la Virgen Madre por un vínculo de devota esclavitud y vivir sirviéndola continuamente! 



    Pues los que no aceptáis que María sea siempre Virgen; los que no queréis reconocer a mi Creador por Hijo suyo, y a Ella por Madre de mi Creador; si no glorificáis a este Dios como Hijo de Ella, tampoco glorificáis como Dios a mi Señor. No glorificáis como Dios a mi Señor los que no proclamáis bienaventurada a la que el Espíritu Santo ha mandado llamar así por todas las naciones; los que no rendís honor a la Madre del Señor 
    con la excusa de honrar a Dios su Hijo. 



    Sin embargo yo, precisamente por ser siervo de su Hijo, deseo que Ella sea mi Señora; para estar bajo el imperio de su Hijo, quiero servirle a Ella; para probar que soy siervo de Dios, busco el testimonio del dominio sobre mi de su Madre; para ser servidor de Aquel que engendra eternamente al Hijo,  deseo servir fielmente a la que lo ha engendrado como hombre. 
    Pues el servicio a la Esclava está orientado al servicio del Señor; lo que se da a la Madre redunda en el Hijo; 
    lo que recibe la que nutre termina en el que es nutrido, 
    y el honor que el servidor rinde a la Reina viene a recaer sobre el Rey. 



    Por eso me gozo en mi Señora, 
    canto mi alegría a la Madre del Señor, 
    exulto con la Sierva de su Hijo, que ha sido hecha Madre de mi Creador  y disfruto con Aquélla en la que el Verbo se ha hecho carne. 
    Porque gracias a la Virgen yo confio en la muerte de este Hijo de Dios  y espero que mi salvación y mi alegría venga de Dios siempre y sin mengua,  ahora, desde ahora y en todo tiempo y en toda edad por los siglos de los siglos. 
    Amén. 

    martes, 21 de enero de 2014

    ORACIONES A NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA


    Oraciónes a la Virgen de Altagracia

    !Oh, Madre de la divina sabiduría y por eso Madre de Dios de Altagracia! Postrado/a a tus pies vengo a pedirte dos gracias con esta oración.

    La primera es una alta gracia de grande honra y gloria para la tierra, pues es la exaltación de la santa fe católica, la extirpación de las herejías, la paz y concordia entre los cristianos, las victorias contra los infieles y la rendición de los cristianos cautivos.

    La segunda es la gracia justificante para este/a arrepentido/a pecador/a, que ya aborrece los viles deleites de la culpa, y propone no ofender más a la bondad infinita.
    Por tu mano, Señora, espero esta misericordia, para que después de servirte en esta vida, llegue a gozar en la otra de la Divina Gracia.
    Para que más bien pueda contar las misericordias de Dios, os pido atendáis a mi necesidad y me concedáis la gracia que os voy a pedir.

    (Aquí parándose un poco en silencio, pedirá cada uno lo que necesite), y después dirá:

    Así Madre mía lo espero de vuestra piadosa liberalidad; más si acaso no conviniere mi petición, me resigno en tu santísima voluntad; dadme paciencia para tolerar los trabajos y pasiones de la vida, hasta el fin dichoso de verte con tu hijo Jesús en la gloría. Amén.




    Oración de Consagración de la familia a la Virgen María de la Altagracia.

    ¡Oh Madre de La Altagracia!
    Queremos consagrarnos a Ti.
    Y por eso te reconocemos a partir de este día
    como Reina de nuestra familia.
    Virgen María de La Altagracia,
    hoy consagramos nuestras vidas a Ti.

    Sentimos necesidad constante de tu presencia
    para que nos protejas, nos guíes y nos consueles.
    Sabemos que en Ti encontramos el amor de una madre
    y todos los ejemplos de la primera discípula de Jesús.
    Tú nos dices con mucha sabiduría:
    Hagan todo lo que Él diga.
    Dios nos conceda la Alta Gracia de vivir para Ti,
    de amarte, escucharte e imitarte hoy y siempre;
    ayúdanos a ser padres ejemplares para nuestros hijos.
    Amadísima Madre de La Altagracia,
    enséñanos y a nuestros hijos a amar a Jesús.
    Haznos dignos de Jesús y de Ti, Madre,
    y que la Consagración de este día,
    nos una más a Ti y a tu Hijo.
    Santa María Virgen de La Altagracia, Reina de nuestra
    familia, ¡Ruega por nosotros! ¡Ruega por nuestros
    jóvenes! ¡Ruega por nuestras familias! Amén.

    NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA, ADVOCACIÓN MARIANA, 21 DE ENERO


    Autor: . | Fuente: Corazones.org
    Nuestra Señora de la Altagracia
    Advocación Mariana, 21 de enero
    Patrona de República Dominicana

    Tiene la República Dominicana dos advocaciones marianas:
    Nuestra Señora de la Merced, proclamada en 1616, durante la época de la colonia, y la Virgen de la Altagracia, Protectora y Reina del corazón de los dominicanos. Su nombre: "de la Altagracia" nos recuerda que por ella recibimos la mayor gracia que es tener a Jesucristo Nuestro Señor. Ella, como Madre, continua su misión de mediadora unida inseparablemente a su Hijo. Los hijos de Quisqueya la llaman cariñosamente "Tatica, la de Higüey".

    Existen documentos históricos que prueban que en el año de 1502, en la Isla de Santo Domingo, ya se daba culto a la Virgen Santísima bajo la advocación de Nuestra Señora de la Altagracia, cuyo cuadro pintado al óleo fue traído de España por los hermanos Alfonso y Antonio Trejo, que eran del grupo de los primeros pobladores europeos de la isla. Al mudarse estos hermanos a la ciudad de Higüey llevaron consigo esta imagen y más tarde la ofrecieron a la parroquia para que todos pudieran venerarla. En el 1572 se terminó el primer santuario altagraciano y en el 1971 se consagró la actual basílica.

    La piedad del pueblo cuenta que la devota hija de un rico mercader pidió a este que le trajese de Santo Domingo un cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia. El padre trató inútilmente de conseguirlo por todas partes; ni clérigos ni negociantes, nadie había oído hablar de esa advocación mariana. Ya de vuelta a Higüey, el comerciante decidió pasar la noche en una casa amiga. En la sobremesa, apenado por la frustración que seguramente sentiría su hija cuando le viera llegar con las manos vacías, compartió su tristeza con los presentes relatándoles su infructuosa búsqueda.

    Mientras hablaba, un hombre de edad avanzada y largas barbas, que también iba de paso, sacó de su alforja un pequeño lienzo enrollado y se lo entregó al mercader diciéndole: "Esto es lo que usted busca". Era la Virgen de la Altagracia. Al amanecer el anciano había desaparecido envuelto en el misterio. El cuadro de Ntra. Sra. de la Altagracia tiene 33 centímetros de ancho por 45 de alto y según la opinión de los expertos es una obra primitiva de la escuela española pintada a finales del siglo XV o muy al principio del XVI. El lienzo, que muestra una escena de la Natividad, fue exitosamente restaurado en España en 1978, pudiéndose apreciar ahora toda su belleza y su colorido original, pues el tiempo, con sus inclemencias, el humo de las velas y el roce de las manos de los devotos, habían alterado notablemente la superficie del cuadro hasta hacerlo casi irreconocible.

    Sobre una delgada tela aparece pintada la escena del nacimiento de Jesús; la Virgen, hermosa y serena ocupa el centro del cuadro y su mirada llena de dulzura se dirige al niño casi desnudo que descansa sobre las pajas del pesebre. La cubre un manto azul salpicado de estrellas y un blanco escapulario cierra por delante sus vestidos.

    María de la Altagracia lleva los colores de la bandera Dominicana anticipando así la identidad nacional. Su cabeza, enmarcada por un resplandor y por doce estrellas, sostiene una corona dorada colocada delicadamente, añadida a la pintura original. Un poco retirado hacia atrás, San José observa humildemente, mirando por encima del hombro derecho de su esposa; y al otro lado la estrella de Belén brilla tímida y discretamente.

    El marco que sostiene el cuadro es posiblemente la expresión más refinada de la orfebrería dominicana. Un desconocido artista del siglo XVIII construyó esta maravilla de oro, piedras preciosas y esmaltes, probablemente empleando para ello algunas de las joyas que los devotos han ofrecido a la Virgen como testimonio de gratitud.

    La imagen de Nuestra Señora de la Altagracia tuvo el privilegio especial de haber sido coronada dos veces; el 15 de agosto de 1922, en el pontificado de Pío XI y por el Papa Juan Pablo II, quien durante su visita a la isla de Santo Domingo el 25 de enero de 1979, coronó personalmente a la imagen con una diadema de plata sobredorada, regalo personal suyo a la Virgen, primera evangelizadora de las Américas. Juan Pablo II también visitó a la Virgen en su basílica en Higüey

    lunes, 20 de enero de 2014

    NADIE TE AMA COMO YO


    LO QUE VALE LA PENA RECORDAR

    Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
    Lo que vale la pena recordar
    El mundo nos ha llenado de prisas, de reacciones ante lo inmediato y nos hacen dejar de lado recuerdos importantes, decisivos.
     
    Lo que vale la pena recordar

    Olvidamos muchas cosas. Nombres, calles, lugares, hechos, datos.

    Hay, ciertamente, olvidos que se agradecen. A nadie le gusta recordar cómo nos falló aquel amigo, qué nos hizo un compañero de trabajo, cómo sufrimos ante un fracaso.

    Pero otros olvidos nos dañan en lo más profundo del alma. Porque no es sano olvidar que no hemos pedido perdón a quien hemos ofendido, o que no hemos dado gracias a quien nos tendió la mano en el momento en el que más lo necesitamos.

    El mundo nos ha llenado de prisas, de reacciones ante lo inmediato. Los mensajes del teléfono móvil, o los que transmitidos y recibimos en las redes sociales (Facebook, Twitter y compañía) nos encadenan al presente, y nos hacen dejar de lado recuerdos importantes, decisivos.

    Frente a tantas prisas, y ante el desgaste continuo de una memoria frágil, hay que aprender a recordar lo que vale la pena.

    Porque vale la pena recordar que tenemos unos familiares, cercanos o lejanos, a los que debemos mucho y que esperan un poco de cariño.

    Porque vale la pena recordar a esos hombres y mujeres que de manera oculta permiten que funcionen la electricidad, el agua y las ambulancias.

    Porque vale la pena recordar que son muchos los corazones buenos que dejaron su tiempo e incluso su salud para enseñarnos, para curarnos, para tendernos una mano cuando más lo necesitábamos.

    Porque vale la pena recordar que el mundo no viene de la nada, sino que surge desde un Amor inmenso, desde un Dios que recuerda, eternamente, a cada uno de sus hijos.

    Hay cosas que vale la pena recordar. Más allá de lo inmediato, una memoria abierta y un corazón sensible harán posible recuerdos valiosos, desde los que cada uno podrá dar gracias o pedir perdón.

    Con una buena memoria, también el presente se hará más llevadero y el futuro será afrontado con humildad, alegría y esperanza, porque sabremos vivir cada día recordando el inmenso Amor que Dios nos ofrece cada día.



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Fernando Pascual LC 

    ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA NIÑA



    ORACIÓN A LA VIRGEN NIÑA

    Pequeña y dulce Maria, princesa mia, sin pecado concebida, estrella de mis dias y desde niña la mas perfecta profecia. Ilumina esta vida mia, a veces enceguecida, sin ansias ni dicha y totalmente empobrecida. Hazme, pequeña Maria, luz en estos dias y resplandor en la oscuridad del alma mia. Hazme niño, pequeñito y dulcisimo para que el Buen Dios escriba lo que ha querido de esta vida, para su gloria y como verdad que ilumina.
    Amen

    ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO


    ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO (San Agustín)

    Respira en mí, oh Espíritu Santo,
    Para que sea santo mi pensar.
    Impéleme, oh Espíritu Santo,
    Para que sea santa mi actitud.
    Atráeme, oh Espíritu Santo,
    Para que yo ame lo que es santo.
    Fortaléceme, oh Espíritu Santo.
    Protégeme, oh Espíritu Santo,
    Para que jamás pierda lo que es santo.
    Amén.

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