Papa Francisco celebra a la Virgen de Guadalupe con Misa en el Vaticano
Por Miguel Pérez Pichel
Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)
VATICANO, 12 Dic. 17 / 12:30 pm (ACI).- En una Basílica de San Pedro del Vaticano rebosante de fieles procedentes del continente americano, el Papa Francisco preside la Misa por la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe en la que hizo un llamado a “defender a nuestros pueblos de una colonización ideológica que cancela lo más rico de ellos”.
En su homilía, el Papa pidió mirar a “la riqueza y la diversidad cultural de nuestros pueblos de América Latina y el Caribe, ella es signo de la gran riqueza que somos invitados no sólo a cultivar sino, especialmente en nuestro tiempo, a defender valientemente de todo intento homogeneizador”.
El Papa advirtió que ese intento de homogeneizar “termina imponiendo, bajo slogans atrayentes, una única manera de pensar, de ser, de sentir, de vivir, que termina haciendo inválido o estéril todo lo heredado de nuestros mayores; que termina haciendo sentir, especialmente a nuestros jóvenes, poca cosa por pertenecer a tal o cual cultura”.
El Pontífice reflexionó en su homilía sobre el “Benedictus” de Zacarías, esposo de Santa Isabel, que se recordó en el Evangelio del día. “A mí me gusta llamarlo ‘el cántico de Isabel o de la fecundidad’”, señaló.
“Isabel, la mujer bajo el signo de la esterilidad y bajo el signo de la fecundidad”, destacó.
Isabel la mujer estéril
En la época de Jesús, “la esterilidad estaba considerada como un castigo divino fruto del propio pecado o el del esposo”, explicó el Papa, para resaltar la trascendencia que supuso el embarazo de la prima de María.
“Un signo de vergüenza llevado en la propia carne o por considerarse culpable de un pecado que no cometió o por sentirse poca cosa al no estar a la altura de lo que se esperaba de ella. Imaginemos, por un instante, las miradas de sus familiares, de sus vecinos, de sí misma… Esterilidad que cala hondo y termina paralizando toda la vida”, dijo el Santo Padre.
No obstante, esta “esterilidad puede tomar muchos nombres y formas cada vez que una persona siente en su carne la vergüenza al verse estigmatizada o sentirse poca cosa”.
Como ejemplo de ello, ese sentimiento “podemos vislumbrarlo en el indiecito Juan Diego cuando le dice a María ‘yo en verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle, soy cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas enviarme’”.
Esa “esterilidad” también puede estar hoy “en nuestras comunidades indígenas y afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones”.
También está “en muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica”; o en jóvenes, “que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia”.
Asimismo, se puede ver ese sentimiento en “muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual”.
Isabel la mujer fecunda-asombrada
Isabel es “la primera en reconocer y bendecir a María. Es ella la que en la vejez experimentó en su propia vida, en su carne, el cumplimiento de la promesa hecha por Dios. La que no podía tener hijos llevó en su seno al precursor de la salvación”.
“En ella, entendemos que el sueño de Dios no es ni será la esterilidad, ni estigmatizar o llenar de vergüenza a sus hijos, sino hacer brotar en ellos y de ellos un canto de bendición”.
“De igual manera lo vemos en Juan Diego –indicó regresando a la historia de las apariciones de la Virgen de Guadalupe–. Fue precisamente él, y no otro, quien lleva en su tilma la imagen de la Virgen: la Virgen de piel morena y rostro mestizo, sostenida por un ángel con alas de quetzal, pelícano y guacamayo; la madre capaz de tomar los rasgos de sus hijos para hacerlos sentir parte de su bendición”.
De esta manera, “pareciera que una y otra vez Dios se empecina en mostrarnos que la piedra que desecharon los constructores se vuelve la piedra angular”.
“La Madre de Dios es figura de la Iglesia y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala, cacaxtle. Rostro pobre, de desempleado, de niño y niña, anciano y joven para que nadie se sienta estéril ni infecundo, para que nadie se sienta avergonzado o poca cosa”.
Por el contrario, “para que cada uno al igual que Isabel y Juan Diego pueda sentirse portador de una promesa, de una esperanza y pueda decir desde sus entrañas: ‘¡Abba!, es decir, ¡Padre!’ desde el misterio de esa filiación que, sin cancelar los rasgos de cada uno, nos universaliza constituyéndonos pueblo”, concluyó.
Este martes, a través de su cuenta de Twitter, el Papa Francisco también se refirió a la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.
“Mirar la Guadalupana es recordar que la visita del Señor pasa siempre por medio de aquellos que buscan ‘hacer carne’ su Palabra”, aseguró el Santo Padre a través de @pontifex_es