domingo, 21 de febrero de 2021

PAPA FRANCISCO INVITA A NO TENER MIEDO A DEDICAR TIEMPO A LA ORACIÓN EN CUARESMA

 



Papa Francisco invita a no tener miedo a dedicar tiempo a la oración en esta Cuaresma

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

Foto: Vatican Media



Antes de dirigir el rezo del Ángelus este 21 de febrero, primer Domingo de Cuaresma, el Papa Francisco alentó a no tener miedo de dedicar momentos a la oración en silencio para escuchar la Palabra de Dios.

Al reflexionar en el pasaje del Evangelio de San Marcos que relata las tentaciones de Jesús en el desierto, el Santo Padre señaló que “la Palabra de Dios nos indica el camino para vivir fructuosamente los cuarenta días que conducen a la celebración anual de la Pascua” y alentó a pensar en el desierto, “en este entorno, natural y simbólico, tan importante en la Biblia”.

“El desierto es el lugar donde Dios habla al corazón del hombre, y donde brota la respuesta de la oración, es decir, el desierto de la soledad, el corazón apartado de otras cosas, solo en esa solitud se abre a la Palabra de Dios”.

Además, el Santo Padre explicó que el desierto también es “el lugar de la prueba y la tentación, donde el tentador, aprovechando la fragilidad y las necesidades humanas, insinúa su voz engañosa, una voz alternativa a la de Dios, alternativa que te hace ver otro camino, de engaño” porque “el tentador seduce”.

En esta línea, el Papa reconoció que “durante los cuarenta días vividos por Jesús en el desierto, comienza el ‘duelo’ entre Jesús y el diablo, que terminará con la Pasión y la Cruz” y añadió que “todo el ministerio de Cristo es una lucha contra el maligno en sus múltiples manifestaciones: curaciones de enfermedades, exorcismos de los endemoniados, perdón de los pecados, es una lucha”.

Incluso, el Santo Padre advirtió que en un momento de la vida de Jesús “parece que el diablo prevalezca cuando el Hijo de Dios es rechazado, abandonado y finalmente capturado y condenado a muerte, parece que venció el diablo, parece que el vencedor es él, pero en realidad, la muerte era el último ‘desierto’ a atravesar para derrotar definitivamente a Satanás y liberarnos a todos de su poder” y agregó que “y así Jesús venció en el desierto de la muerte, para vencer en la Resurrección”.

Por ello, el Santo Padre alentó a estar atentos en la presencia del diablo en nuestras vidas para defendernos de él con la Palabra de Dios y nunca dialogando con él. 

En este sentido, el Papa dijo que “en el tiempo de Cuaresma, el Espíritu Santo nos empuja también a nosotros, como a Jesús, a entrar en el desierto” y añadió que “no se trata -como hemos visto- de un lugar físico, sino de una dimensión existencial en la que hacer silencio y ponernos a la escucha de la palabra de Dios, para que se cumpla en nosotros la verdadera conversión”.

“No tengan miedo al desierto, busquen momentos de más oración, de silencio, para entrar en si mismos, no tengan miedo”, invitó el Papa quien invitó a encomendarse “a la intercesión maternal de la Virgen María”.

HOY CELEBRAMOS EL PRIMER DOMINGO DE CUARESMA, 21 DE FEBRERO DEL 2021

 


Este 21 de febrero la Iglesia celebra el primer domingo de Cuaresma. El Evangelio del día corresponde a la lectura de Marcos 1: 12-15, pasaje que narra el momento en que Jesús es tentado en el desierto.

A continuación puede leer el Evangelio y la Homilía del Obispo de Santa María de los Ángeles (Chile), Felipe Bacarreza Rodríguez:


Evangelio del día (Marcos 1:12-15)

12A continuación, el Espíritu le empuja al desierto,

13y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían.

14Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios:

15;«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.»




Deja ir a mi hijo para que me dé culto (Mt 4,1-11)

Semana I del Tiempo de Cuaresma - 1 de marzo de 2020


Hace cuatro días celebró la Iglesia el miércoles de ceniza, con el cual dio comienzo al período litúrgico de la Cuaresma que se prolonga durante cuarenta días hasta el Domingo de Resurrección. Al realizar el gesto de imponer las cenizas sobre nuestra cabeza el celebrante nos decía una de estas dos frases significativas: "Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás", o "Conviértete y cree en el Evangelio". Ambas son expresivas del sentido de la Cuaresma, que es un tiempo que debe dedicarse a la oración, al ayuno y privación de los placeres de esta tierra para mantener el espíritu atento a la voluntad de Dios sobre nosotros, y a la práctica de la caridad con los más necesitados y los que sufren.

Este domingo celebramos el I Domingo de Cuaresma. Ya sabemos que en cada uno de los tres ciclos se lee el Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto. Mientras el Evangelio de Marcos es muy escueto y sólo transmite la noticia de que Jesús fue impulsado por el Espíritu al desierto y allí permaneció cuarenta días siendo tentado por Satanás, Mateo y Lucas, con pequeñas variantes, nos informan sobre el contenido de esas tentaciones y del modo cómo Jesús las rechazó.

En una cosa son coincidentes estos tres Evangelios: las tentaciones transcurrieron en el desierto donde Jesús permaneció cuarenta días. El Evangelio de hoy comienza recordando esta circunstancia: "Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre". Nos podemos preguntar: ¿Por qué en el desierto? ¿No puede ser tentado una persona, tal vez más fuertemente, en lugar poblado? ¿Y por qué precisamente cuarenta días?

Para los destinatarios del Evangelio, que se supone conocedores de la historia del pueblo de Israel tal como es referida en la Escritura santa, es clara la alusión al período de los cuarenta años que Israel peregrinó en el desierto después de salir de Egipto, antes de entrar en la tierra prometida. Ese paso por el desierto había sido anunciado cuando Dios mandó a Moisés a decir al Faraón: "Israel es mi hijo primogénito. Deja ir a mi hijo para que me dé culto" (Ex 4,22-23). Cuando pensamos en esa travesía de Israel por el desierto, recordamos también la serie de infidelidades del pueblo y las murmuraciones contra Moisés: "¿Acaso no había sepulturas en Egipto, para que nos hayas traído a morir en el desierto?... ¡Ojalá hubiéramos muerto a manos de Yahveh en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta hartarnos! Vosotros (Moisés y Aarón) nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea" (Ex 14,11; 16,3). Estos son algunos de los ejemplos de la serie de rebeliones del pueblo. Moisés les advertía: "Yahveh ha oído vuestras murmuraciones contra él; pues ¿qué somos nosotros? No van contra nosotros vuestras murmuraciones, sino contra Yahveh" (Ex 16,8).

Siglos más tarde, comentando esos hechos, el profeta Oseas transmitía esta queja de Dios: "Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí" (Oseas 11,1-2). Ese hijo, que Dios reconoce como "su hijo primogénito", fue infiel a su Dios, tal como lo recordaba el Salmo de invitación al culto: "Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: Son un pueblo de corazón torcido" (Sal 95,10). Ahora, en cambio, respecto de Jesús, el Padre declara: "Este es mi Hijo amado, en quien ma complazco" (Mt 3,17). E inmediatamente después de estas palabras, sigue el viaje de Jesús al desierto y las tentaciones. Allí Jesús, igual que ese otro hijo que fue Israel, pasará un tiempo de prueba en el desierto; pero él se comportará como un Hijo fiel a su Padre, reparando así la infidelidad de su pueblo.

Jesús, por mantener su fidelidad a la misión encomendada por su Padre, soportará el hambre renunciando a los placeres de esta vida, rechazará la tentación de la fama y la notoriedad y despreciará "todos los reinos de este mundo y su gloria". En cada una de estas tres tentaciones, Jesús rechaza al demonio con una frase de la Escritura, tomada del libro del Deuteronomio, es decir, de los discursos de Moisés durante la permanencia de Israel en el desierto.

Vale la pena memorizar cada una de esas frases y esgrimirlas como un arma poderosa contra las tentaciones de nuestro tiempo: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Deut 8,3); "No tentarás al Señor tu Dios" (Deut 6,16); "Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto" (Deut 4,10). Así Jesús nos enseña con su propio ejemplo que la Escritura, siendo palabra que sale de la boca de Dios, nos permite mantener la vida eterna que él nos comunica y que el demonio con sus tentaciones quiere arruinar. El tiempo de Cuaresma nos invita a reproducir en nosotros el espíritu filial de Jesús, de manera que Dios, complacido, pueda decir respecto de nosotros: "Este es mi hijo amado".


Felipe Bacarreza Rodriguez

Obispo de Santa María de los Ángeles (Chile) 

FELIZ DOMINGO!!!

 




sábado, 20 de febrero de 2021

AÑO DE SAN JOSÉ - DÍA 20 DE FEBRERO

 


Año de San José

San José, hombre justo y modelo de virtudes, es el Patrono Universal de la santa Iglesia, y por lo tanto de todos nosotros. Es el santo que tuvo en la tierra la misión más grande y noble: proteger al Niño Dios y su Santísima Madre.


Febrero 20

Protege prudente custodio de la Sagrada Familia, la descendencia escogida de Jesucristo y apártanos Padre de todo error y corrupción. Asístenos propicio desde el cielo, poderoso protector nuestro, en la lucha diaria contra el mal. Así sea.

(P. Florentín Brusa, cmf) 

¿DE QUÉ TENGO QUE ARREPENTIRME?

 


¿De qué tengo yo que arrepentirme?

Sábado después de Ceniza. Quitar de nuestro corazón todo aquello que lo aparte de Dios Nuestro Señor.


Por: P. Cipriano Sanchez LC | Fuente: Catholic.net


La cuaresma es tiempo de arrepentimiento. Quizá a nosotros la llamada al arrepentimiento que es la Cuaresma, podría parecernos un poco extraña, un poco particular, porque podríamos pensar: ¿de qué tengo yo que arrepentirme?. Arrepentirse significa tener conciencia del propio pecado. La conversión del corazón es el tema que debería de recorrer nuestra Cuaresma, tener conciencia de que algo he hecho mal, y podría ser que en nuestras vidas hubiéramos dejado un poco de lado la conciencia de lo que es fallar. Fallar no solamente uno mismo o a alguien a quien queremos, también la conciencia de lo que es fallarme a mí.


Pudiera ser también que en nuestra vida hubiéramos perdido el sentido de lo que significa encontrarnos con Dios, y quizá por eso tenemos problemas para entender verdaderamente lo que es el pecado, porque tenemos problemas para entender quién es Dios. Solamente cuando tenemos un auténtico concepto de Dios, también podemos empezar a tener un auténtico concepto de lo que es el pecado, de lo que es el mal.


La cuaresma es todo un camino de cuarenta días hasta la Pascua, y en este camino, la Iglesia nos va a estar recordando constantemente la necesidad de purificarnos, la necesidad de limpiar nuestro corazón, la necesidad de quitar de nuestro corazón todo aquello que lo aparte de Dios N. S. La Cuaresma es un período que nos va a obligar a cuestionarnos para saber si en nuestro corazón hay algo que nos está apartando de Dios Nuestro Señor. Esto podría ser un problema muy serio para nosotros, porque es como quien tiene una enfermedad y no sabe que la tiene. Es malo tener una enfermedad, pero es peor no saber que la tenemos, sobre todo cuando puede ser curada, sobre todo cuando esta enfermedad puede ser quitada del alma.


Qué tremendo problema es estar conviviendo con una dificultad en el corazón y tenerla perfectamente tapada para no verla. Es una inquietud que sin embargo la Iglesia nos invita a considerar y lo hace a través de la Cuaresma. Durante estos cuarenta días, cuando leemos el Evangelio de cada día o cuando vayamos a Misa los domingos, nos daremos cuenta de cómo la Biblia está constantemente insistiendo sobre este tema: Purificar el corazón, examinar el alma, acercarse a Dios, estar más pegado a Él. Todo esto, en el fondo, es darse cuenta de quién es Dios y quién somos nosotros.


Por otro lado, el hecho de que el sacerdote nos ponga la ceniza, no es simplemente una especie de rito mágico para empezar la Cuaresma. La ceniza tiene un sentido: significa una vida que ya no existe, una vida muerta. También tiene un sentido penitencial, quizá en nuestra época mucho menos, pero en la antigüedad, cuando se quería indicar que alguien estaba haciendo penitencia, se cubría de ceniza para indicar una mayor tristeza, una mayor precariedad en la propia forma de existir.


Preguntémonos, si hay en nuestra alma algo que nos aparte de Dios. ¿Qué es lo que no nos permite estar cerca de Dios y que todavía no descubrimos? ¿Qué es lo que hay en nosotros que nos impide darnos totalmente a Dios Nuestro Señor, no solamente como una especie de interés purificatorio personal, sino sobre todo por la tremenda repercusión que nuestra cercanía a Dios tiene en todos los que nos rodean?. Solamente cuando nos damos cuenta de lo que significa estar cerca de Dios, empezaremos a pensar lo que significa estar cerca de Dios para los que están con nosotros, para los que viven con nosotros. ¿Cómo queremos hacer felices a los que más cerca tenemos si no nos acercamos a la fuente de al felicidad? ¿Cómo queremos hacer felices a aquellos que están más cerca de nuestro corazón si no los traemos y los ayudamos a encontrarse con lo que es la auténtica felicidad?.


Qué difícil es beber donde no hay agua, qué difícil es ver donde no hay luz. Si a mí, Dios me da la posibilidad de tener agua y tener luz, ¿solamente yo voy a beber? ¿Solamente yo voy a disfrutar de la luz?. Sería un tremendo egoísmo de mi parte. Por eso en este camino de Cuaresma vamos a empezar a preguntarnos: ¿Qué es lo que Dios quiere de mí? ¿Qué es lo qué Dios exige de mí? ¿Qué es lo que Dios quiere darme? ¿Cómo me quiere amar Dios?, para que en este camino nos convirtamos, para aquellas personas que nos rodean, en fuente de luz y también puedan llegar a encontrarse con Dios Nuestro Señor.


Ojalá que hagamos de esta Cuaresma una especie de viaje a nuestro corazón para irnos encontrando con nosotros mismos, para irnos descubriendo nosotros mismos, para ir depositando esa ceniza espiritual sobre nuestro corazón de manera que con ella vayamos nosotros cubriéndonos interiormente y podamos ver qué es lo que nos aparta de Dios.


La ceniza que nos habla de la caducidad, que nos habla de que todo se acaba, nos enseña a dar valor auténtico a las cosas. Cuando uno empieza a carecer de algunas cosas, empieza a valorar lo que son los amigos, lo que es la familia, lo que significa la cercanía de alguien que nos quiere. Así también tenemos que hacer nosotros, vamos a ir en ese viaje a nuestro corazón para que, valorando lo que tenemos dentro, nos demos cuenta de cuanto podemos dar a los que están con nosotros.


Este es el sentido de ponerse ceniza sobre nuestras cabezas: el inicio de un preguntarnos, a través de toda la Cuaresma, qué es lo que quiere Dios para nosotros; el inicio de un preguntarnos qué es lo que el Señor nos va a pedir y sobre todo, lo más importante, qué es lo que nosotros vamos a podré dar a los demás. De esta manera, vamos a encontrarnos verdaderamente con lo más maravilloso que una persona puede encontrar en su interior: la capacidad de darse.


Recorramos así el camino de nuestra Cuaresma, en nuestro ambiente, en nuestra familia, en nuestra sociedad, en nuestro trabajo, en nuestras conversaciones. Buscar el interior para que en todo momento podamos encontrarnos en el corazón, no con nosotros mismos, porque sería una especie de egoísmo personal, sino con Nuestro Padre Dios; con Aquél que nos ama en el corazón, en lo más intimo, en lo más profundo de nosotros.


Que el bajar al corazón en esta Cuaresma sea el inicio de un camino que todos nosotros hagamos, no solamente en este tiempo, sino todos los días de nuestra vida para irnos encontrando cada día con el Único que da explicación a todo. Que la Eucaristía sea para nosotros ayuda, fortaleza, luz, consuelo porque posiblemente cuando entremos en nuestro corazón, vamos a encontrar cosas que no nos gusten y podríamos desanimarnos. Hay que recordar que no estamos solos. Que no vamos solos en este viaje al corazón sino que Dios viene con nosotros. Más aún, Dios se ofrece por nosotros, en la Eucaristía, para nuestra salvación, para manifestarnos su amor y para darse en su Cuerpo y en su Sangre por todos nosotros.

MEDITACIÓN DE CUARESMA - DÍA 20 DE FEBRERO



 UNA REFLEXIÓN PARA CADA DÍA

 DE LA CUARESMA 2021


ORACIÓN INICIAL  PARA CADA DÍA

Señor mío, Jesucristo, creo firmemente que estás aquí; en estos pocos minutos de oración que empiezo ahora quiero pedirte y agradecerte.

PEDIRTE la gracia de darme más cuenta de que Tú vives, me escuchas y me amas; tanto, que has querido morir libremente por mí en la cruz y renovar cada día en la Misa ese sacrificio.

Y AGRADECERTE con obras lo mucho que me amas: ¡ Tuyo soy, para ti nací ! ¿Qué quieres, Señor, de mí?   


Día 4º. 20 de febrero

Su Cruz y mi Cruz. La cruz de Cristo no era sólo el leño que llevó a cuestas y en el que murió. La cruz de Jesús fue, junto a ésa, el dolor de la soledad, las injusticias que sufrió, los insultos que recibió... Los de aquel momento y los de toda la historia. El dolor que siente por lo que yo he hecho mal hoy contra otra persona, o contra mí mismo o contra Él. Esa es su cruz. Por eso yo soy RESPONSABLE DE LA CRUZ DE JESÚS.

Y mi cruz de cada día, la que tengo que coger para seguirle, no es un leño de madera. Mi cruz es el dolor de la enfermedad, las injusticias que sufro, el cansancio en el trabajo, el dolor que me supone luchar contra la pereza, el esfuerzo por ser generoso -porque me cuesta dar mis cosas-. Mi Cruz es trabajar bien cuando no me apetece. Y saber pisotearme y obedecer cuando no quiero, y...

Mi cruz es el DOLOR QUE SUPONE A VECES ACTUAR DE ACUERDO CON EL AMAR A DIOS, CON EL AMAR A LOS DEMÁS -más que a mí mismo- y CON EL AMARME BIEN A Mí MISMO ¿para perfeccionarme y no destruirme?.

Durante esta cuaresma, Señor, quiero coger mi cruz de cada día porque quiero seguirte. ¡Que sea generoso, Dios mío!

Continúa hablándole a Dios con tus palabras




ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA

No me mueve, mi Dios, para quererte

el cielo que me tienes prometido,

ni me mueve el infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.


Tú me mueves, Señor; muéveme el verte

clavado en la Cruz y escarnecido.

Muéveme ver tu cuerpo tan herido

muévenme tus afrentas y tu muerte.


Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera,

que aunque no hubiera cielo, yo te amara,

y aunque no hubiera infierno, te temiera.


No me tienes que dar porque te quiera;

pues aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.


(Texto del P. José Pedro Manglano Castellary)

EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 20 DE FEBRERO DEL 2021 -TIEMPO DE CUARESMA

 



 Lecturas de hoy Sábado después de Ceniza

Hoy, sábado, 20 de febrero de 2021



Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (58,9b-14):


ESTO dice el Señor:

«Cuando alejes de ti la opresión,

el dedo acusador y la calumnia,

cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo

y sacies al alma afligida,

brillará tu luz en las tinieblas,

tu oscuridad como el mediodía.

El Señor te guiará siempre,

hartará tu alma en tierra abrasada,

dará vigor a tus huesos.

Serás un huerto bien regado,

un manantial de aguas que no engañan.

Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas,

volverás a levantar los cimientos de otros tiempos;

te llamarán “reparador de brechas”,

“restaurador de senderos”,

para hacer habitable el país.

Si detienes tus pasos el sábado,

para no hacer negocios en mi día santo,

y llamas al sábado “mi delicia”

y lo consagras a la gloria del Señor;

si lo honras, evitando viajes,

dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos,

entonces encontrarás tu delicia en el Señor.

Te conduciré sobre las alturas del país

y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre.

Ha hablado la boca del Señor».


Palabra de Dios



Salmo

Sal 85,1-2.3-4.5-6


R/. Enséñame, Señor, tu camino,

para que siga tu verdad


V/. Inclina tu oído, Señor, escúchame,

que soy un pobre desamparado;

protege mi vida, que soy un fiel tuyo;

salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti. R/.


V/. Piedad de mí, Señor,

que a ti te estoy llamando todo el día;

alegra el alma de tu siervo,

pues levanto mi alma hacia ti, Señor. R/.


V/. Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,

rico en misericordia con los que te invocan.

Señor, escucha mi oración,

atiende a la voz de mi súplica. R/.



Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,27-32):

EN aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:

«Sígueme».

Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús:

«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»

Jesús les respondió:

«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».


Palabra del Señor




«No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores»

Rev. D. Joan Carles MONTSERRAT i Pulido

(Cerdanyola del Vallès, Barcelona, España)



Hoy vemos cómo avanza la Cuaresma y la intensidad de la conversión a la que el Señor nos llama. La figura del apóstol y evangelista Mateo es muy representativa de quienes podemos llegar a pensar que, por causa de nuestro historial, o por los pecados personales o situaciones complicadas, es difícil que el Señor se fije en nosotros para colaborar con Él.

Pues bien, Jesucristo, para sacarnos toda duda nos pone como primer evangelista el cobrador de impuestos Leví, a quien le dice sin más: «Sígueme» (Lc 5,27). Con él hace exactamente lo contrario de lo que una mentalidad “prudente” pudiera considerar si quisiéramos aparentar ser “políticamente correctos”. Leví —en cambio— venía de un mundo donde padecía el rechazo de todos sus compatriotas, ya que se le consideraba, sólo por el hecho de ser publicano, colaboracionista de los romanos y, posiblemente, defraudador por las “comisiones”, el que ahogaba a los pobres para cobrarles los impuestos, en fin, un pecador público.

A los que se consideraban perfectos no se les podía pasar por la cabeza que Jesús no solamente le llamara a seguirlo, sino ni tan sólo a sentarse en la misma mesa.

Pero con esta actitud de escogerlo, Nuestro Señor Jesucristo nos dice que más bien es este tipo de gente de quien le gusta servirse para extender su Reino; ha escogido a los malvados, a los pecadores, a los que no se creen justos: «Para confundir a los fuertes, ha escogido a los que son débiles a los ojos del mundo» (1Cor 1,27). Son éstos los que necesitan al médico, y sobre todo, ellos son los que entenderán que los otros lo necesiten.

Hemos de huir, pues, de pensar que Dios quiere expedientes limpios e inmaculados para servirle. Este expediente sólo lo preparó para Nuestra Madre. Pero para nosotros, sujetos de la salvación de Dios y protagonistas de la Cuaresma, Dios quiere un corazón contrito y humillado. Precisamente, «Dios te ha escogido débil para darte su propio poder» (San Agustín). Éste es el tipo de gente que, como dice el salmista, Dios no menosprecia.

HOY LA IGLESIA CELEBRA A SAN FRANCISCO Y SANTA JACINTA MARTO, VIDENTES DE LA VIRGEN DE FÁTIMA , 20 DE FEBRERO

 



 Hoy la Iglesia celebra a San Francisco y Santa Jacinta Marto, videntes de la Virgen de Fátima

Redacción ACI Prensa





"Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al infierno porque no hay quien se sacrifique y pida por ellas", este fue uno de los pedidos más importantes que la Virgen de Fátima hizo a Francisco, Jacinta y Lucía, los tres niños videntes de Fátima.

Francisco nació en 1908 y Jacinta dos años después. Desde pequeños aprendieron a cuidarse juntos y acompañar a su prima Lucía, quien solía hablarles de Jesús. Los tres cuidaban ovejas en los hermosos campos de su región natal. Como muchos niños de su edad, jugaban y rezaban juntos.

Del 13 de mayo al 13 de octubre de 1917, la Virgen se les apareció en varias ocasiones en Cova de Iría, Portugal. Fueron meses llenos de gracia y de profunda presencia de Dios, pero también de prueba: soportaron con valentía calumnias, injurias, malas interpretaciones, persecuciones, e incluso prisión. Los pastorcitos repetían: “Si nos matan, no importa; vamos al cielo”.

Después de las apariciones, Jacinta y Francisco continuaron sus vidas sencillas. Lucía fue a la escuela, tal como se lo pidió la Virgen; lo mismo que Jacinta y Francisco. De camino pasaban por la Iglesia y saludaban a Jesús Eucaristía.

Francisco, sabiendo que no viviría mucho tiempo, le decía a Lucía: “Vayan ustedes al colegio, yo me quedaré aquí con Jesús Escondido”. A la salida del colegio, las niñas solían encontrarlo en el lugar más cercano al Tabernáculo, siempre en profundo recogimiento. De los tres, el pequeño Francisco era el más dado a la contemplación y quería, con sus oraciones, consolar a Dios, tan ofendido por los pecados de la humanidad. En una ocasión Lucía le preguntó: "Francisco, ¿qué prefieres más, consolar al Señor o convertir a los pecadores?" Él respondió: "Yo prefiero consolar al Señor”.

“¿No viste qué triste estaba Nuestra Señora cuando nos dijo que los hombres no deben ofender más al Señor, que está ya tan ofendido? A mí me gustaría consolar al Señor y después, convertir a los pecadores para que ellos no ofendan más al Señor." Y siguió, "Pronto estaré en el cielo. Y cuando llegue, voy a consolar mucho a Nuestro Señor y a Nuestra Señora."

Jacinta participaba diariamente de la Santa Misa para recibir la Comunión. Todo lo ofrecía por la conversión de los pecadores y para reparar las ofensas hechas a Dios. Le atraía mucho estar con Jesús Sacramentado. "Cuánto amo el estar aquí, es tanto lo que le tengo que decir a Jesús", repetía.

En los meses de las apariciones, poco después de la cuarta, Jacinta encontró una cuerda y acordaron cortarla en tres y ceñírsela a la cintura, sobre la piel, como expresión de sacrificio y mortificación. Esto les causó mucho dolor, según contaría Lucía muchos años después. La Virgen les dijo que Jesús estaba muy contento con sus sacrificios, pero que no quería que durmieran con la cuerda. Y así lo hicieron.

A Jacinta se le concedió la visión de los sufrimientos del Sumo Pontífice. "Yo lo he visto en una casa muy grande, arrodillado, con el rostro entre las manos, y lloraba. Afuera había mucha gente; algunos tiraban piedras, otros decían imprecaciones y palabrotas", contó ella.

Por esto y otros hechos, los niños tenían presente al Papa y ofrecían tres avemarías por él después de cada Rosario. Su cercanía con la Madre de Dios había fortalecido inmensamente el poder de sus oraciones. Muchas familias acudían a ellos para que intercedieran por ellos ante la Virgen y se resuelvan sus problemas.

En una ocasión, una madre le rogó a Jacinta que rece por su hijo que se había de casa cual hijo pródigo. Días después, el joven regresó, pidió perdón y le contó a su familia que después de haber gastado todo lo que tenía, robado y estado en la cárcel, algo le tocó el corazón y decidió apartarse al bosque para pensar. Sintiéndose completamente perdido, habiendo arruinado su vida, se arrodilló llorando, y rezó. En eso, vio a Jacinta que lo tomó de la mano y lo condujo hasta un camino. Ese fue el inicio del regreso a casa de aquel muchacho. Cuando le preguntaron a Jacinta si se había encontrado con él, ella dijo que no, pero que sí había estado rogando mucho a la Virgen por él.

El 23 de diciembre de 1918, Francisco y Jacinta enfermaron gravemente de bronconeumonía. Por entonces una epidemia asolaba muchas partes de Europa. El buen Francisco se fue deteriorando poco a poco durante las siguientes semanas. Pidió recibir la Primera Comunión y para ello se preparó con ahínco. Se confesó y guardó incluso ayuno, estando enfermo.

“Yo me voy al Paraíso; pero desde allí pediré mucho a Jesús y a la Virgen para que os lleve también pronto allá arriba”, le dijo a Lucía y Jacinta. Al día siguiente, el 4 de abril de 1919, partió a la casa del Padre.

Jacinta sufrió mucho por la muerte de su hermano. Lamentablemente su enfermedad se complicó aún más. Fue llevada al hospital de Vila Nova, pero regresó a casa con una llaga en el pecho. Luego le confiaría a su prima: "Sufro mucho; pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón Inmaculado de María". le dijo a Lucía: “Ya falta poco para irme al cielo… Di a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del Inmaculado Corazón de María. Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el Inmaculado Corazón de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón, que Dios le confió a Ella”.

Jacinta tuvo que soportar una cirugía en la que le quitaron dos costillas del lado izquierdo y quedó una llaga ancha como de una mano. Los dolores eran espantosos, pero ella invocaba a la Virgen constantemente y seguía ofreciendo sus dolores por los pecadores. El 20 de febrero de 1920 pidió los últimos sacramentos, se confesó y rogó que le llevaran el Viático porque pronto moriría. Poco después murió, a los diez años de edad. Jacinta, antes de morir, alcanzó a decir algunas cosas que fueron escritas por su madrina, con quien vivía.

“Los pecados que llevan más almas al infierno son los de la carne.

Las guerras son consecuencia del pecado del mundo. Es preciso hacer penitencias para que se detengan.

No hablar mal de nadie y huir de quien habla mal.

Tener mucha paciencia porque la paciencia nos lleva al cielo”.

Los cuerpos de Francisco y Jacinta fueron trasladados al Santuario de Fátima. Cuando abrieron el sepulcro de Francisco, vieron que el Rosario que le colocaron sobre su pecho estaba enredado entre los dedos de sus manos. Mientras que el cuerpo de Jacinta, 15 años después de su muerte, fue encontrado incorrupto.

"Contemplar como Francisco y amar como Jacinta", fue el lema con el que estos dos videntes de la Virgen de Fátima fueron beatificados por San Juan Pablo II, el 13 de mayo del año 2000.

El Papa Francisco los canonizó el 13 de mayo del 2017 en Fátima, dentro del marco de las celebraciones por el centésimo aniversario de las Apariciones de la Virgen.


FELIZ FIN DE SEMANA

 





 

viernes, 19 de febrero de 2021

¿CÓMO VIVIR LA CUARESMA?

 



 ¿Cómo vivir la Cuaresma?



Durante este tiempo especial de purificación, contamos con una serie de medios concretos que la Iglesia nos propone y que nos ayudan a vivir la dinámica cuaresmal.

Ante todo, la vida de oración, condición indispensable para el encuentro con Dios. En la oración, si el creyente ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la gracia divina penetre su corazón y, a semejanza de Santa María, se abre la oración del Espíritu cooperando a ella con su respuesta libre y generosa (ver Lc 1,38).

Asimismo, también debemos intensificar la escucha y la meditación atenta a la Palabra de Dios, la asistencia frecuente al Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, lo mismo la práctica del ayuno, según las posibilidades de cada uno.

La mortificación y la renuncia en las circunstancias ordinarias de nuestra vida, también constituyen un medio concreto para vivir el espíritu de Cuaresma. No se trata tanto de crear ocasiones extraordinarias, sino más bien, de saber ofrecer aquellas circunstancias cotidianas que nos son molestas, de aceptar con humildad, gozo y alegría, los distintos contratiempos que se nos presentan a diario. De la misma manera, el saber renunciar a ciertas cosas legítimas nos ayuda a vivir el desapego y desprendimiento.

De entre las distintas prácticas cuaresmales que nos propone la Iglesia, Ia vivencia de Ia caridad ocupa un lugar especial. Así nos lo recuerda San León Magno: "Estos días cuaresmales nos invitan de manera apremiante al ejercicio de Ia caridad; si deseamos llegar a la Pascua santificados en nuestro ser, debemos poner un interés especialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en si a las demás y cubre multitud de pecados".

Esta vivencia de la caridad debemos vivirla de manera especial con aquél a quien tenemos más cerca, en el ambiente concreto en el que nos movemos. Así, vamos construyendo en el otro "el bien más precioso y efectivo, que es el de Ia coherencia con la propia vocación cristiana" (Juan Pablo II).


Cómo vivir la Cuaresma


1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome

Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido, si realmente estoy arrepentido. Éste es un muy buen momento del año para llevar a cabo una confesión preparada y de corazón. Revisa los mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder hacer una buena confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu confesión. Busca el tiempo para llevarla a cabo.


2. Luchando por cambiar

Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir día con día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados porque te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un escalón, no se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto dominante y haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.


3. Haciendo sacrificios

La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa "hacer sagrado". Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada uno de nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de todos los días. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio.


4. Haciendo oración

Aprovecha estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo quieres y que quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro de meditación para Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes relacionados con la Cuaresma.

¿QUÉ ES LA CUARESMA?

 


 ¿Qué es la Cuaresma?



La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.

Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.


40 días

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.

En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 19 DE FEBRERO DEL 2021

 



 Lecturas de hoy Viernes después de Ceniza

Hoy, viernes, 19 de febrero de 2021




Primera lectura

Lectura del libro de lsaías (58,1-9a):

ESTO dice el Señor Dios:

«Grita a pleno pulmón, no te contengas;

alza la voz como una trompeta,

denuncia a mi pueblo sus delitos,

a la casa de Jacob sus pecados.

Consultan mi oráculo a diario,

desean conocer mi voluntad.

Como si fuera un pueblo que practica la justicia

y no descuida el mandato de su Dios,

me piden sentencias justas,

quieren acercarse a Dios.

“¿Para qué ayunar, si no haces caso;

mortificarnos, si no te enteras?”

En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios

y apremiáis a vuestros servidores;

ayunáis para querellas y litigios,

y herís con furibundos puñetazos.

No ayunéis de este modo,

si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo.

¿Es ese el ayuno que deseo en el día de la penitencia:

inclinar la cabeza como un junco,

acostarse sobre saco y ceniza?

¿A eso llamáis ayuno,

día agradable al Señor?

Este es el ayuno que yo quiero:

soltar las cadenas injustas,

desatar las correas del yugo,

liberar a los oprimidos,

quebrar todos los yugos,

partir tu pan con el hambriento,

hospedar a los pobres sin techo,

cubrir a quien ves desnudo

y no desentenderte de los tuyos.

Entonces surgirá tu luz como la aurora,

enseguida se curarán tus heridas,

ante ti marchará la justicia,

detrás de ti la gloria del Señor.

Entonces clamarás al Señor y te responderá;

pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”».


Palabra de Dios




Salmo

Sal 50,3-4.5-6a.18-19


R/. Un corazón quebrantado y humillado,

tú, Dios mío, no lo desprecias


V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado. R/.


V/. Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado.

Contra ti, contra ti sólo pequé,

cometí la maldad en tu presencia. R/.


V/. Los sacrificios no te satisfacen:

si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

El sacrificio agradable a Dios

es un espíritu quebrantado;

un corazón quebrantado y humillado,

tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.



Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,14-15):


EN aquel tiempo, os discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole:

«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».

Jesús les dijo:

«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».


Palabra del Señor





«Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán»


Rev. D. Xavier PAGÉS i Castañer

(Barcelona, España)


Hoy, primer viernes de Cuaresma, habiendo vivido el ayuno y la abstinencia del Miércoles de Ceniza, hemos procurado ofrecer el ayuno y el rezo del Santo Rosario por la paz, que tanto urge en nuestro mundo. Nosotros estamos dispuestos a tener cuidado de este ejercicio cuaresmal que la Iglesia, Madre y Maestra, nos pide que observemos, y a recordar que el mismo Señor dijo: «Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán» (Mt 9,15). Tenemos el deseo de vivirlo no sólo como el cumplimiento de un precepto al que estamos obligados, sino —sobre todo— procurando llegar a encontrar el espíritu que nos conduce a vivir esta práctica cuaresmal y que nos ayudará en nuestro progreso espiritual.

Buscando este sentido profundo, nos podemos preguntar: ¿cuál es el verdadero ayuno? Ya el profeta Isaías, en la primera lectura de hoy, comenta cuál es el ayuno que Dios aprecia: «Partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor» (Is 58,7-8). A Dios le gusta y espera de nosotros todo aquello que nos lleva al amor auténtico con nuestros hermanos.

Cada año, el Santo Padre Juan Pablo II nos escribía un mensaje de Cuaresma. En uno de estos mensajes, bajo el lema «Hace más feliz dar que recibir» (Hch 20,35), sus palabras nos ayudaron a descubrir esta misma dimensión caritativa del ayuno, que nos dispone —desde lo profundo de nuestro corazón— a prepararnos para la Pascua con un esfuerzo para identificarnos, cada vez más, con el amor de Cristo que le ha llevado hasta dar la vida en la Cruz. En definitiva, «lo que todo cristiano ha de hacer en cualquier tiempo, ahora hay que hacerlo con más solicitud y con más devoción» (San León Magno, papa).

MARÍA DE CUARESMA

   


María de Cuaresma


Para ella la Cuaresma fue una realidad de mucho más que cuarenta días. Fue un prolongado tiempo de conversión para agradar. Todo comenzó con su “SI” y lo que ello implicó en su vida. Partió rumbo a la casa de su prima para tener la cereza de que su vivencia interior era una realidad.

Si no lo era, un hermoso sueño había pasado por su vida y ella se había descubierto completamente disponible para Dios.

Si lo era, una inmensa nube de incertidumbre le invadía puesto que no tenía manera de saber cómo habría de reaccionar José. Estaba comprometida con él pero, pese a que podría haberlo hecho, aún no mantenía relaciones con su prometido. Podía denunciarle y una nube de piedras caería sobre ella puesto que estaba embarazada y él no tenía nada que ver con aquel embarazo. Si lo era podía contar con la protección de Dios y un futuro pleno de incertidumbres.

Allí comenzó la Cuaresma de María. Continuaría con el nacimiento de su hijo en un pesebre. Todas sus ilusiones de maternidad se derrumbaron al tener que dar a luz en la más absoluta soledad y pobreza.

Debieron emprender un viaje donde el parto se apresuró debido a las prolongadas caminatas y el peso de su embarazo. Al llegar a destino no solamente no encontraron un lugar sino que debieron refugiarse entre unos animales y la más pobre de las pobrezas. Para el viaje no pudieron cargar con mucho equipaje y, por lo tanto, nada llevaban para el bebé.

Solos, en un lugar casi desconocido, recibió a su hijo sin tener nada más que lo suyo para brindarle. Su leche, su calor y sus brazos para cobijarle y abrigarle.

La Cuaresma de María seguía en sus días. Así podríamos continuar con los pasos de Jesús y la Cuaresma de María.

Podríamos suponer, y nos equivocaríamos, que María tenía todo muy claro y sabido como para vivir una prolongada Cuaresma como la que debió vivir pero toda su vida está signada por la necesidad de un nuevo empeño como para poder agradar plenamente a Dios y su Reino.

Cuaresma es un empeño constante y una realidad de vida que se hace “SI”. Para María no debe de haber sido un algo fácil de asumir y de vivir.

Todo lo suyo está en una constante búsqueda y en permanente descubrimiento. Todo lo realiza involucrándose con disponibilidad y generosa aceptación.

No duda del amor de Dios en su vida pero, parecería, Dios no le facilita las cosas sino todo lo contrario. Sabe de su disponibilidad y se la requiere a cada momento. María siempre le es fiel y coherente.

Sobre el final de los tiempos de Jesús se incorpora a su movimiento no por acompañarlo en un triunfo sino para estar cerca de Él en los momentos difíciles que eran previsibles. Allí la Cuaresma se hace aceptación y corazón traspasado.

Convertirse es asumir el amor de Dios y hacerlo estilo de vida y Dios siempre ama abajándose. El amor de Dios siempre se expresa en iniciativas que le hacen salir de sí para asumir lo creado por Él. No es un amor que nos eleva a su condición sino un algo que nos identifica más y más con lo de los demás.

Por ello es que toda la vida de María es una prolongada Cuaresma de silencio y cercanía con Jesús y su misión. Es un prolongado aprendizaje en comunión e identidad.

No fueron cuarenta días sino toda una vida de Cuaresma porque elegida para agradarle.

 


(P. Marín Ponce de León SDB)

AÑO DE SAN JOSÉ - DÍA 19 DE FEBRERO

 


Año de San José

San José, hombre justo y modelo de virtudes, es el Patrono Universal de la santa Iglesia, y por lo tanto de todos nosotros. Es el santo que tuvo en la tierra la misión más grande y noble: proteger al Niño Dios y su Santísima Madre.

 

Febrero 19

A ti acudimos en nuestras tribulaciones, y después de haber implorado el auxilio de tu santa Esposa, solicitamos también confiadamente tu amparo y protección. Por el afecto que te unió a la Virgen María Madre de Dios, y por el amor paternal que tuviste al niño Jesús, te suplicamos humildemente que nos socorras con tu poder en nuestras necesidades. Amén.

(P. Florentín Brusa, cmf)

AÑO DE SAN JOSÉ - DÍA 18 DE FEBRERO

 


 Año de San José

San José, hombre justo y modelo de virtudes, es el Patrono Universal de la santa Iglesia, y por lo tanto de todos nosotros. Es el santo que tuvo en la tierra la misión más grande y noble: proteger al Niño Dios y su Santísima Madre.

 

Febrero 18

San José, patrono de los moribundos, nos confiamos a ti que has muerto dulcemente en los brazos de Jesús y de María para que nos asistas en nuestra última agonía antes de presentarnos al Padre de la misericordia, de modo que purificados totalmente seamos más dignos de estar contigo en la gloria eterna. Amén.

(P. Florentín Brusa, cmf)

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