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jueves, 8 de diciembre de 2022
domingo, 27 de noviembre de 2022
ESTOS 5 CONSEJOS TE AYUDARÁN A VIVIR UN ADVIENTO ESPECIAL - ADVIENTO
Estos 5 consejos te ayudarán a vivir un Adviento especial
Redacción ACI Prensa
El Adviento es tiempo de espera y preparación a la Navidad, y con algunos consejos prácticos es posible vivirlo en familia y buscar juntos el crecimiento espiritual.
Este tiempo especial está repleto de antiguas tradiciones que pueden legarse de generación en generación, a hijos y nietos.
El National Catholic Register enumeró 5 consejos prácticos para rescatar esas tradiciones y llegar a la Navidad con el espíritu listo para recibir al Niño Jesús.
1. Corona de Adviento sobre la mesa
Esta tradición milenaria no debería guardarse solo para el día domingo en la iglesia, sino también realizarse por las noches a la hora de la cena.
Además de simbolizar las cuatro semanas hacia la Navidad, la corona de Adviento representa los 4 mil años que el hombre estuvo en la tierra antes de que naciera el Salvador.
Los niños pueden turnarse para prender y soplar las velas, y otro gesto compartido puede ser el de recitar una oración rezando antes la siguiente jaculatoria: "Ven, Señor Jesús, nace en nuestros corazones".
2. Hacer obras de misericordia
Una sugerencia para la preparación espiritual hacia la Navidad es armar un pequeño pesebre en algún lugar de la casa.
Cada vez que un miembro de la familia realice una obra de misericordia, dentro o fuera del hogar, puede poner un hilo de heno en el pesebre.
Es una bendición ver cada día más lleno el pesebre para Jesús cuando se acerca el día de su natividad. Recuerden no colocar la imagen del Niño hasta la víspera de Navidad.
3. No olvidar al verdadero San Nicolás
Según varios historiadores, el popular Santa Claus es la distorsión –primero literaria y luego comercial– de San Nicolás, el generoso Obispo de Myra, patrono de los niños, navegantes y cautivos.
La leyenda de Santa Claus deriva de la figura de San Nicolás, quien según la tradición, entregó todos sus bienes a los pobres para hacerse monje y obispo, distinguiéndose siempre por su generosidad hacia los niños.
Por haber sido tan amigo de la niñez, en su día se reparten dulces y regalos. Es representado como un anciano vestido de rojo, con una barba muy blanca, que pasa por las casas repartiendo regalos y dulces a los niños.
4. Enseñar a los niños
En este tiempo de preparación para la Navidad, es importante animar a los niños a rezar por los demás, ayudar en casa, compartir los bienes con quien más necesite, cumplir las tareas sin quejarse, hacer un sacrificio, leer algún pasaje de la Biblia, dar gracias a Dios, saludar cariñosamente, no pelear con sus hermanos, entre otros.
No solo es importante que los niños se comprometan a realizar buenas acciones para el año nuevo que se aproxima, sino también que los padres enseñen a sus hijos el verdadero sentido del Adviento.
Mediten con sus hijos respecto a la venida final del Señor, así como sobre el nacimiento de Jesús y su irrupción en la historia del hombre en Navidad. Además, muéstrenles el significado de las coronas de Adviento, las velas y el color morado para la liturgia, que significa preparación espiritual y penitencia.
5. Crecer espiritualmente
En este tiempo se puede añadir una oración breve, como la lectura de la Biblia de cada mañana o un Rosario. Cualquiera podría convertirse en un gran hábito.
El objetivo es que la Navidad traiga un nuevo celo y un amor más profundo por Cristo este año, y recordar que no nos deja solos a pesar de todo.
HOY SE CELEBRA A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA
Hoy se celebra a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Redacción ACI Prensa
Cada 27 de noviembre los fieles católicos celebran el día de la Virgen de la Medalla Milagrosa, advocación mariana originaria de Francia, cuya devoción se ha extendido por todo el mundo.
Los devotos de la Medalla Milagrosa se unen hoy en espíritu de oración en recuerdo de aquel 27 de noviembre de 1830 en el que la Madre de Dios se apareció a Santa Catalina Labouré.
Ese día la Virgen le ordenó a la joven religiosa:
"Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza".
Santa Catalina Labouré
Catalina Labouré fue una religiosa francesa perteneciente a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Era una mujer de oración penetrante, poseedora de un alma mística. Según la descripción de la santa, María se le apareció de la siguiente manera:
“Estaba vestida con una túnica blanca y un velo del mismo color que la cubría desde la cabeza hasta los pies. Su rostro era bellísimo. Los pies aparecían apoyados encima de una esfera o globo, mientras pisaban a una serpiente. Sus manos, a la altura del corazón, sostenían una pequeña esfera de oro, coronada con una cruz. Los dedos de las manos estaban adornados con anillos con piedras preciosas, desde las que salían destellos de luz”.
La Medalla Milagrosa
La Virgen le dijo a Catalina: “Este globo que ves (a mis pies) representa al mundo entero, especialmente a Francia, y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no las piden”.
En ese momento, la esfera o globo de oro que tenía la Virgen en las manos -prosigue el relato- se desvaneció, y sus brazos se extendieron, abiertos, mientras los rayos de luz continuaban cayendo sobre el globo blanco a sus pies.
De pronto apareció una forma ovalada en torno a la figura de la Virgen, con una inscripción en el borde interior que decía: "María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti".
Estas palabras formaban un semicírculo que empezaba a la altura de la mano derecha de la Virgen, pasaba por encima de su cabeza y terminaba a la altura de la mano izquierda. María, mostrándose de esa manera, le pide a Catalina que acuñe una medalla según la imagen que estaba contemplando.
Entonces, la imagen de la Virgen giró y Catalina pudo ver el reverso. En este estaba inscrita la letra “M”, con una cruz que se alzaba desde la mitad. Por debajo de la inscripción estaban el Corazón de Jesús, circundado con una corona de espinas, y el Corazón de María, traspasado por una espada. Alrededor, formando un contorno, aparecían doce estrellas.
La Inmaculada Concepción
Esta manifestación se repitió a finales del mes siguiente, en diciembre de 1830, y en los primeros días de enero de 1831.
En un principio, los devotos de la medalla la llamaron “Medalla de la Inmaculada Concepción”, pero con la difusión de la devoción -fortalecida e impulsada por las numerosísimas gracias y milagros- los fieles empezaron a llamarla “La Medalla Milagrosa”, tal y como se hace en nuestros días.
EL PAPA FRANCISCO SUGUIERE IMITAR A LA VIRGEN MARÍA DURANTE ESTE ADVIENTO 2022
El Papa Francisco sugiere imitar a la Virgen María durante este Adviento 2022
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
Crédito: Vatican Media
Al dirigir el rezo del Ángelus este 27 de noviembre, primer Domingo de Adviento, el Papa Francisco alentó a pedir ayuda a la Virgen María “para estar atentos y esperar al Señor que está y que pasa” por nuestra vida.
“Buen domingo y buen camino de Adviento”, dijo el Santo Padre a los miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano para la tradicional oración del Ángelus dominical.
El Papa propuso como modelo a imitar durante este Tiempo de Adviento 2022 a la Virgen María porque es la “Mujer de la espera, que supo captar el paso de Dios en la vida humilde y oculta de Nazaret y lo acogió́ en su vientre”.
En esta línea, el Papa invocó a la Virgen Santa para que “nos ayude en este camino de estar atentos para esperar al Señor que está y que pasa”.
Además, al reflexionar en el Evangelio de San Mateo (Mt 24, 37-44) del nuevo Año Litúrgico, el Papa destacó la “hermosa promesa” que nos introduce en el Tiempo de Adviento: “Vendrá tu Señor”.
“Este es el fundamento de nuestra esperanza, es lo que nos sostiene incluso en los momentos más difíciles y dolorosos de nuestra vida: Dios viene. No lo olvidemos nunca. El Señor viene siempre, nos visita, se hace cercano, y volverá al final de los tiempos para recibirnos en su abrazo”, afirmó el Papa.
Por ello, el Santo Padre invitó a poner atención para reconocer a Dios y recibirlo en nuestra vida y no permanecer “distraídos” en nuestras preocupaciones cotidianas, sino estar “vigilantes” para ser capaces de “discernir la presencia de Dios en la vida cotidiana”.
“Hermanos y hermanas, en este tiempo de Adviento, ¡sacudamos el letargo y despertemos del sueño! Preguntémonos: ¿soy consciente de lo que vivo, estoy alerta, estoy despierto? ¿Trato de reconocer la presencia de Dios en las situaciones cotidianas, o estoy distraído y un poco abrumado por las cosas?”, cuestionó el Papa.
A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:
San Mateo 24, 37 - 44
37«Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre.38Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca,39y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre.40Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado;41dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada.42«Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.43Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa.44Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.
sábado, 26 de noviembre de 2022
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 27 DE NOVIEMBRE DE 2022 - PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO 2022
Domingo I (A) de Adviento
Domingo 27 de noviembre
Ver 1ª Lectura y Salmo
1ª Lectura (Is 2,1-5): Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén. En los días futuros estará firme el monte de la casa del Señor, en la cumbre de las montañas, más elevado que las colinas. Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, la palabra del Señor de Jerusalén».
Juzgará entre las naciones, será árbitro de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor.
Salmo responsorial: 121
R/. Vamos alegres a la casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios».
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo». Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
2ª Lectura (Rom 13,11-14a): Hermanos: Comportaos reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo.
Versículo antes del Evangelio (Sal 84): Aleluya. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 24, 37-44): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada.
»Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».
«Velad (...) porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor»
Mons. José Ignacio ALEMANY Grau, Obispo Emérito de Chachapoyas
(Chachapoyas, Perú)
Hoy, «como en los días de Noé», la gente come, bebe, toma marido o mujer con el agravante de que el hombre toma hombre, y la mujer, mujer (cf. Mt 24,37-38). Pero hay también, como entonces el patriarca Noé, santos en la misma oficina y en el mismo escritorio que los otros. Uno de ellos será tomado y el otro dejado porque vendrá el Justo Juez.
Se impone vigilar porque «sólo quien está despierto no será tomado por sorpresa» (Benedicto XVI). Debemos estar preparados con el amor encendido en el corazón, como la antorcha de las vírgenes prudentes. Se trata precisamente de eso: llegará el momento en que se oirá: «¡Ya está aquí el esposo!» (Mt 25,6), ¡Jesucristo!
Su llegada es siempre motivo de gozo para quien lleva la antorcha prendida en el corazón. Su venida es algo así como la del padre de familia que vive en un país lejano y escribe a los suyos: —Cuando menos lo esperen, les caigo. Desde aquel día todo es alegría en el hogar: ¡Papá viene! Nuestro modelo, los Santos, vivieron así, “en la espera del Señor”.
El Adviento es para aprender a esperar con paz y con amor, al Señor que viene. Nada de la desesperación o impaciencia que caracteriza al hombre de este tiempo. San Agustín da una buena receta para esperar: «Como sea tu vida, así será tu muerte». Si esperamos con amor, Dios colmará nuestro corazón y nuestra esperanza.
Vigilen porque no saben qué día vendrá el Señor (cf. Mt 24,42). Casa limpia, corazón puro, pensamientos y afectos al estilo de Jesús. Benedicto XVI explica: «Vigilar significa seguir al Señor, elegir lo que Cristo eligió, amar lo que Él amó, conformar la propia vida a la suya». Entonces vendrá el Hijo del hombre… y el Padre nos acogerá entre sus brazos por parecernos a su Hijo.
ADVIENTO 2022 - EXPLICACIÓN DE LA CORONA DE ADVIENTO, ESQUEMA DE ORACIÓN PARA LA CORONA DE ADVIENTO
Adviento 2022: ¿Qué es el Adviento?
Adviento
El Adviento es un tiempo especial de preparación con el que se da inicio a un nuevo “Año Litúrgico”, es decir, un nuevo año para la Iglesia Católica. El término "Adviento" proviene del latín “adventus”, que significa “venida”, “llegada”.
El Adviento está organizado en torno a los cuatro domingos previos a la Navidad, que luego se integran en la gran celebración del Nacimiento de Jesucristo, Nuestro Salvador, y su posterior Epifanía. Los días de Adviento componen un camino litúrgico y espiritual cuyo núcleo es la espera de la llegada de Jesús, el Verbo Encarnado .
Este 2022 el Tiempo de Adviento empieza el domingo 27 de noviembre y termina el sábado 24 de diciembre.
La liturgia
Durante el Adviento, el color que se usa en la liturgia de la Iglesia es el morado. Este color simboliza austeridad y evoca sentido de penitencia. Se usa porque ayuda a que los fieles sean conscientes de la necesidad de la conversión, de “estar preparados”, de que hay que avivar los corazones ante la inminente llegada del Señor.
Las lecturas bíblicas durante el Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), pero también de otros pasajes proféticos del Antiguo Testamento. Todas en referencia a la llegada del Mesías.
El profeta Isaías, San Juan Bautista y María de Nazaret son presentados por la Iglesia como los grandes modelos para estar debidamente preparados para recibir al Salvador.
El Tiempo de Adviento está dividido en dos partes:
Primera parte
Desde el domingo 27 de noviembre, Primer Domingo de Adviento, hasta el 17 de diciembre. Esta etapa tiene marcado carácter escatológico, de cara a la “segunda venida”, es decir, la venida del Señor al final de los tiempos.
Segunda parte
Desde el domingo 18 de diciembre, Cuarto Domingo de Adviento, al 24 de diciembre. A estos días se les denomina la "Semana Santa" de la Navidad. Como último tramo previo al Nacimiento de Jesús, la Iglesia intensifica la preparación de los corazones orientándose a la meditación del misterio de la Encarnación, es decir, a la irrupción de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad en la historia: la Navidad.
Adviento 2022: La Corona de Adviento
La Corona de Adviento es un símbolo cristiano que la Iglesia Católica promueve como medio privilegiado para avivar el espíritu de espera y preparación para la Navidad.
Sentido: tener luz, esperanza y alegría
La también llamada "Corona de las luces de Adviento" debe ser siempre signo de gozosa esperanza; ella recuerda que la luz se irá abriendo paso en medio de la tiniebla y que la vida triunfará sobre la muerte. Esa luz no es otro que Dios hecho hombre, Jesucristo, luz del mundo, quien se abaja para caminar entre nosotros y darnos, con la entrega de su vida, la posibilidad de una vida más plena y auténtica.
Sabemos que donde hay luz, el miedo se disipa, podemos iluminar el camino y ver nuestros pasos; la luz nos congrega, porque podemos ver el rostro de quien va a nuestro lado.
Al encender, semana a semana, las cuatro velas de la corona nos iremos acercando gradualmente a la plenitud de la luz de Navidad.
Un poquito de historia
Desde antiguo, en Europa, las casas se llenaban de velas o cirios durante el invierno, cuyos días son habitualmente más cortos. En tiempos precristianos, esta práctica, además, se realizaba con ánimo de honrar al sol, el sol invictus (“el sol inconquistado”, o dios sol) al que se aguardaba con ansías cada mañana para que ilumine y caliente, hasta verlo brillar victorioso en los días de verano.
Esta costumbre, muy arraigada en los días de la Roma tardía, fue acogida después por los misioneros y evangelizadores cristianos, quienes la encontraron muy apropiada para significar el misterio de la venida de Cristo al mundo, al encuentro de la creación expectante.
Posteriormente, entre los siglos XVIII y XIX, en Alemania, se difundió la costumbre de adornar los hogares con guirnaldas hechas con hojas y ramas pequeñas de pino verde en los días previos a la Navidad. La particularidad de las hojas de pino y de otras plantas de la familia de los abetos consiste en que mantienen vivos sus colores aún bajo las condiciones invernales del hemisferio norte. La tradición de las guirnaldas había pasado de los templos católicos y protestantes para arraigarse como costumbre en las casas de las familias cristianas.
Con el tiempo, los católicos vincularon el símbolo de las guirnaldas con el de la luz, y estos con el tiempo litúrgico del Adviento, que consta de 4 domingos, finalmente representados por cuatro velas o cirios sobre la corona. Es importante que no pasemos por alto la bendición de la corona, cuando sea posible, porque así se subraya su significado religioso.
La Corona de Adviento está formada por una gran variedad de símbolos:
La forma circular
El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, es decir, sin comienzo ni final. Nuestro amor a Dios y al prójimo deben procurar ser de la misma manera: para siempre.
Las ramas verdes
El verde es el color de la esperanza y la vida, y Dios es Dios de vivos y no de muertos. Él quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y su gloria eterna al final de la existencia. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser “reverdecer” siempre, por la unión estrecha con Dios, nuestro Padre.
Las cuatro velas
Nos hacen pensar en la oscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue alimentando poco a poco la esperanza de salvación. Esa esperanza fue iluminando el universo como las velas de la corona iluminan el lugar. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, la historia se fue esclareciendo cada vez más hasta la llegada de Cristo.
Son cuatro velas las que se colocan en la corona y que se encienden, una a una, durante los cuatro domingos de Adviento en el marco de la oración en familia. Las tres primeras son de color morado y se encienden el primer, el segundo y el cuarto domingo. Entre las velas debe haber una de color rosado que se enciende el tercer domingo, conocido como el domingo de Gaudete o ‘de la alegría’. Este domingo tiene un significado especial asociado a la conciencia del gozo creciente porque el Señor está cada vez más cerca.
Otros símbolos:
A veces, se colocan también manzanas rojas o frutos secos de color madera o rojizo en la corona para representar los frutos del jardín del Edén, recordando a Adán y Eva. Ellos hicieron ingresar el pecado al mundo, pero recibieron luego la promesa del Salvador Universal.
Es posible colocar un listón rojo recorriendo el contorno de la guirnalda, o puesto como un lazo. Este representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve.
Sugerencias
Los domingos de Adviento la familia o la comunidad se reúne en torno a la corona de Adviento. Luego, se lee la Biblia o se hace alguna meditación u oración. La corona se puede llevar al templo para ser bendecida por el sacerdote.
a) Es recomendable elaborar la Corona de Adviento en familia, aprovechando el momento para motivar a los niños explicándoles el sentido de esta costumbre y su significado.
b) La corona deberá ser colocada en un sitio especial dentro del hogar, de preferencia en un lugar fijo donde la puedan ver todos, de manera que recuerde constantemente la expectativa por la llegada de Jesús y la importancia de prepararse para ese momento.
c) Es conveniente fijar con anticipación el horario en el que se realizará la oración y el encendido de las velas. Planificar las cosas con tiempo y dedicación hará que todo salga mejor y que especialmente los niños vean y comprendan que se trata de algo importante. Así como preparamos la visita de un invitado importante con la anticipación debida, así debemos prepararnos para recibir al invitado más importante que podemos tener en familia: el Señor Jesús.
d) Es conveniente también distribuir funciones entre los miembros de la familia de modo que todos participen y se sientan involucrados.
Por ejemplo, es recomendable que haya:
un encargado de tener arreglado y limpio el lugar donde irá la corona,
un encargado de encender y apagar las luces,
un encargado de dirigir los cantos o de poner la música apropiada como un villancico, cuando la familia se reúna para orar junto a la corona,
un encargado de dirigir las oraciones,
un encargado de leer las lecturas predeterminadas.
Adviento 2022: Bendición de la Corona de Adviento
Bendición de la Corona de Adviento a cargo de un miembro de la familia:
Con frecuencia, en parroquias o colegios se organiza una bendición general de las coronas de Adviento. En caso no fuera posible asistir a alguna de estas celebraciones, la bendición de la Corona puede llevarse a cabo en el hogar a cargo del padre o la madre, o, en su defecto, de algún otro miembro de la familia, rezando esta sencilla oración:
TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
LECTOR:
Señor Dios,
bendice con tu poder nuestra Corona de Adviento para que, al encenderla,
despierte en nosotros el deseo de esperar la venida de Cristo
practicando las buenas obras, y para que así,
cuando Él llegue, seamos admitidos en el Reino de los Cielos.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
TODOS: Amén.
__________________________________________________
Bendición de la Corona de Adviento a cargo de un sacerdote:
SACERDOTE: Al comenzar este nuevo Año Litúrgico, vamos a bendecir, como comunidad cristiana, esta CORONA con la que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la LUZ DEL MUNDO. Su color verde significa la vida, nuestra vida de gracia, y la esperanza de ser mejores y unirnos más como comunidad.
TODOS: POR ESO, AL IR ENCENDIENDO, DOMINGO TRAS DOMINGO, LOS CIRIOS DE LA CORONA, DEBEMOS SIGNIFICAR NUESTRA GRADUAL PREPARACIÓN PARA RECIBIR LA LUZ DE NAVIDAD: JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR, QUE VIENE PARA SALVARNOS.
SACERDOTE: Démosle gracias a Dios por esta CORONA, pero especialmente porque nos permite estar reunidos, como comunidad, para darle gracias y bendecirlo.
TODOS: TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR, PORQUE SIEMPRE ESTÁS CON NOSOTROS EN EL CAMINO DE LA VIDA, Y PORQUE NOS AYUDAS A BENDECIRTE Y A TENERTE PRESENTE CADA DÍA. TE DAMOS GRACIAS POR NUESTRA CONVIVENCIA COMUNITARIA Y POR ESTA CORONA DE ADVIENTO QUE HOY QUEREMOS BENDECIR, Y PONERLA AQUÍ EN TU NOMBRE PARA QUE SEA EL CENTRO DE NUESTRA ORACIÓN Y REFLEXIÓN COMUNITARIA.
SACERDOTE: Escucha, pues, Padre bueno, nuestras súplicas: bendice (+) esta corona de adviento, y al bendecirla, bendícenos también a nosotros como comunidad, danos tu paz, tu amor y tu unidad. Ayúdanos a vencer las tentaciones. No nos dejes caer en el pecado que nos aparta de ti. Antes bien, ayúdanos a preparar la venida de tu hijo Jesucristo, luz del mundo, para que ilumine toda nuestra vida y nos guíe por el camino de la verdad y del bien, Él que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
(Se rocía la corona con agua bendita... y se enciende la primera vela...).
LECTOR: Si encendemos una vela es porque queremos alumbrar, porque queremos tener una señal que pueda ver Aquel que viene hacia nosotros. La vela encendida es un signo externo de nuestra disposición interior de esperanza.
TODOS: POR ESO, EN ESTE TIEMPO DE ADVIENTO, SEGUIREMOS CON ATENCIÓN Y CON BUENA DISPOSICIÓN LAS ENSEÑANZAS DE LA PALABRA DE DIOS EN LAS LECTURAS DOMINICALES, Y NOS PREPARAREMOS, DE TODO CORAZÓN, PARA LA VENIDA DEL SEÑOR A NUESTRA COMUNIDAD PARROQUIAL, A NUESTRA FAMILIA Y A NUESTRA VIDA PERSONAL.
LECTOR: Recordamos su venida histórica, cuando el Hijo de Dios nace como Hijo de María, como Hombre para habitar entre los hombres; acogemos su venida litúrgica en cada Eucaristía, en su Palabra y en la Comunión; y esperamos con viva fe su venida escatológica, al final de los tiempos.
TODOS: ENCENDER UNA VELA TIENE SENTIDO EN LA MEDIDA EN QUE, PERSONAL, FAMILIAR Y COMUNITARIAMENTE, NOS DISPONGAMOS A RECIBIR AL HIJO DE DIOS, A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, QUE VIENE A NOSOTROS PARA SALVARNOS.
SACERDOTE: Cristo, en su Evangelio, nos invita a "Velar y a estar preparados, porque no sabemos cuando llegará el momento".
TODOS: POR ESO, NOS COMPROMETEMOS A PREPARARNOS EN FAMILIA A TRAVÉS DEL PERDÓN, DE LA COMPRENSIÓN Y DEL AMOR ENTRE ESPOSO Y ESPOSA, ENTRE PADRES E HIJOS, ENTRE HERMANOS Y HERMANAS, Y ENTRE AMIGOS Y COMPAÑEROS.
NOS COMPROMETEMOS, TAMBIÉN, A MANIFESTAR NUESTRO CARIÑO Y BUENA VOLUNTAD PARA CON LOS AMIGOS Y VECINOS, SOBRE TODO, ESTANDO DISPUESTOS A PRESTAR AYUDA SI ALGUIEN NECESITA DE NOSOTROS, DE NUESTRO TIEMPO, DE NUESTRO SERVICIO Y DE NUESTRAS COSAS.
Y LE PEDIMOS A DIOS, NUESTRO SEÑOR, SU GRACIA Y SU FUERZA PARA CUMPLIR FIELMENTE ESTOS PROPÓSITOS. POR JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR. AMÉN.
SACERDOTE: (Bendición solemne de Adviento) Que Dios, omnipotente y misericordioso…
TODOS: NOS SANTIFIQUE CON LA CELEBRACIÓN DE ESTE ADVIENTO Y NOS LLENE DE SUS BENDICIONES, YA QUE CREEMOS QUE CRISTO VINO AL MUNDO Y ESPERAMOS SU RETORNO GLORIOSO. AMÉN.
SACERDOTE: Que Dios, fuente de vida y alegría…
TODOS: NOS CONCEDA PERMANECER FIRMES EN LA FE, ALEGRES EN LA ESPERANZA Y EFICACES EN LA CARIDAD. AMÉN.
SACERDOTE: Que Dios, origen de toda bondad…
TODOS: NOS ENRIQUEZCA CON LOS PREMIOS ETERNOS CUANDO VENGA DE NUEVO EN LA MAJESTAD DE SU GLORIA. AMÉN.
SACERDOTE: Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo (+) y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes.
TODOS: AMÉN.
*** Esta misma bendición se puede usar en los domingos II, III y IV de Adviento.
domingo, 20 de noviembre de 2022
HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY 2022
Homilía del Papa Francisco en la Solemnidad de Cristo Rey
Redacción ACI Prensa
Crédito: Daniel Ibáñez/ACI Prensa
A continuación, la homilía completa del Papa Francisco en la Misa de la Solemnidad de Cristo Rey que ha presidido desde la catedral de Asti, pueblo del norte de Italia.
Vimos a este joven, Stefano, pidiendo recibir el ministerio de acólito en su camino hacia el sacerdocio. Hay que rezar por él, para que siga en su vocación y sea fiel; pero también hay que rezar por esta Iglesia de Asti, para que el Señor envíe vocaciones sacerdotales, porque como veis, la mayoría son viejos, como yo: necesitamos sacerdotes jóvenes, como algunos de los que hay aquí, que son muy buenos. Pidamos al Señor que bendiga esta tierra.
Y de estas tierras partió mi padre para emigrar a Argentina; y en estas tierras, apreciadas por los buenos productos de la tierra y sobre todo por la genuina laboriosidad de la gente, vine a reencontrar el sabor de mis raíces. Pero hoy es de nuevo el Evangelio el que nos devuelve a las raíces de la fe. Se encuentran en la tierra árida del Calvario, donde la semilla de Jesús, al morir, hizo brotar la esperanza: plantada en el corazón de la tierra, nos abrió el camino del Cielo; con su muerte nos dio la vida eterna; a través del madero de la cruz nos trajo los frutos de la salvación. Miremos, pues, a Él, miremos al Crucificado.
En la cruz sólo aparece una frase: "Es el Rey de los judíos" (Lc 23,38). Este es el título: Rey. Sin embargo, cuando miramos a Jesús, nuestra idea de un rey se trastoca. Intentemos imaginar visualmente a un rey: pensaremos en un hombre fuerte sentado en un trono con preciosas insignias, un cetro en sus manos y anillos brillantes entre sus dedos, mientras pronuncia palabras solemnes a sus súbditos.
Esta es, a grandes rasgos, la imagen que tenemos en la cabeza. Pero mirando a Jesús, vemos que es todo lo contrario. No está sentado en un cómodo trono, sino colgado de una horca; el Dios que "derriba a los poderosos de sus tronos" (Lc 1:52) trabaja como un siervo puesto en la cruz por los poderosos; adornado sólo con clavos y espinas, despojado de todo pero rico en amor, desde el trono de la cruz ya no enseña a las multitudes con palabras, ya no levanta la mano para enseñar. Hace más: no señala con el dedo a nadie, sino que abre los brazos a todos. Así se manifiesta nuestro Rey: con los brazos abiertos, un brasa aduerte.
Sólo entrando en su abrazo lo entendemos: comprendemos que Dios llegó hasta donde llegó, hasta la paradoja de la cruz, precisamente para abrazar todo lo nuestro, incluso lo que estaba más lejos de Él: nuestra muerte -abrazó nuestra muerte-, nuestro dolor, nuestra pobreza, nuestra fragilidad y nuestra miseria. Y Él abrazó todo esto. Se dejó insultar y burlar, para que en cada humillación ninguno de nosotros estuviera solo; se dejó despojar, para que nadie se sintiera despojado de su dignidad; subió a la cruz, para que en cada crucificado de la historia estuviera la presencia de Dios.
Aquí está nuestro Rey, Rey de cada uno de nosotros, Rey del universo porque ha cruzado las fronteras más lejanas de lo humano, ha entrado en los agujeros negros del odio, en los agujeros negros del abandono para iluminar cada vida y abrazar cada realidad. Hermanos, hermanas, ¡este es el Rey que celebramos hoy! No es fácil entenderlo, pero es nuestro Rey. Y la pregunta que hay que hacerse es: ¿es este Rey del universo el Rey de mi existencia? ¿Creo en Él? ¿Cómo puedo celebrarlo como Señor de todas las cosas si no se convierte también en el Señor de mi vida? Y vosotros, que iniciáis hoy este camino hacia el sacerdocio, no olvidéis que éste es vuestro modelo: no os aferréis a los honores, no. Este es tu modelo; si no crees que puedas ser un sacerdote como este rey, mejor detente ahí.
Vuelve a fijar tus ojos, sin embargo, en Jesús Crucificado. Ya ves, no observa tu vida un momento y ya está, no te echa una mirada fugaz como solemos hacer con Él, sino que se queda ahí, para brasa aduerte, para decirte en silencio que nada de ti le es ajeno, que quiere abrazarte, levantarte, salvarte tal y como eres, con tu historia, tus miserias, tus pecados. Pero Señor, ¿es verdad? Con mis miserias, ¿me quieres así? Cada uno en este momento piensa en su propia pobreza: "Pero, ¿me amas con estas pobrezas espirituales que tengo, con estas limitaciones?"
Y Él sonríe y nos hace ver que nos ama y que ha dado su vida por nosotros. Pensamos un poco en nuestras limitaciones, incluso en las cosas buenas: Él nos ama tal como somos, tal como somos ahora. Él nos da la posibilidad de reinar en la vida, si te entregas a su amor manso que te propone pero nunca se impone -el amor de Dios nunca se impone- a su amor que siempre te perdona. Muchas veces nos cansamos de perdonar a la gente y hacemos la cruz, hacemos el entierro social. Nunca se cansa de perdonar, nunca, nunca: siempre te pone en pie, siempre te devuelve la dignidad real. Sí, ¿de dónde viene la salvación? De dejarnos amar por Él, porque sólo así nos liberamos de la esclavitud de nuestro ego, del miedo a estar solos, de pensar que no podemos hacerle frente.
Hermanos, hermanas, pongámonos a menudo ante el Crucificado, dejémonos amar, porque esa brasa aduerte también nos abre el paraíso, como al "buen ladrón". Escuchemos dirigida a nosotros esa frase, la única que Jesús dice hoy desde la cruz: "Conmigo estaréis en el paraíso" (Lc 23,43). Esto es lo que Dios quiere y desea decirnos, a todos nosotros, cada vez que nos dejamos mirar por Él. Y entonces comprendemos que no tenemos un Dios desconocido que está allá arriba en los cielos, poderoso y distante, no: un Dios cercano, la cercanía es el estilo de Dios: cercanía, con ternura y misericordia. Este es el estilo de Dios. No tiene otro estilo. Cerrar, misericordioso y tierno. Tierna y compasiva, cuyos brazos abiertos reconfortan y acarician. ¡Contempla a nuestro Rey!
Hermanos, hermanas, habiéndolo contemplado, ¿qué podemos hacer? El Evangelio de hoy nos propone dos caminos. Ante Jesús están los que actúan como espectadores y los que se involucran. Los espectadores son muchos, la mayoría. Observan, es un espectáculo ver morir en la cruz. De hecho -dice el texto- "el pueblo estaba mirando" (v. 35). No eran malas personas, muchos eran creyentes, pero a la vista del Crucificado se quedan como espectadores: no dan un paso adelante hacia Jesús, sino que lo miran de lejos, curiosos e indiferentes, sin interesarse realmente, sin preguntarse qué podrían hacer. Puede que hayan comentado: "Pero mira esto...", puede que hayan expresado juicios y opiniones: "Pero es inocente, mira esto así...", puede que alguien se haya quejado, pero todos se quedaron con las manos cruzadas, con los brazos cruzados.
Pero incluso cerca de la cruz hay espectadores: los dirigentes del pueblo, que quieren presenciar el espectáculo sangriento del final glorioso de Cristo; los soldados, que esperan que la ejecución termine pronto, para poder volver a casa; uno de los malhechores, que descarga su ira sobre Jesús. Se burlan, insultan, se desahogan.
Y todos estos curiosos comparten un estribillo, que el texto relata tres veces: "¡Si eres rey, sálvate a ti mismo!" (cf. vv. 35.37.39) ¡Lo insultan así, lo desafían! Sálvate a ti mismo, exactamente lo contrario de lo que hace Jesús, que no piensa en sí mismo, sino en salvarlos a ellos, que lo insultan. Pero salvarse contagia: desde los dirigentes hasta los soldados y el pueblo, la ola de maldad llega a casi todos. Pero pensamos que el mal es contagioso, nos contagia: como cuando cogemos una enfermedad infecciosa, nos contagia inmediatamente y esas personas hablan de Jesús pero no sintonizan ni un momento con Jesús.
Mantienen la distancia y hablan. Es el contagio letal de la indiferencia. Una fea enfermedad, la indiferencia. "Esto no me toca, no me toca". Indiferencia hacia Jesús e indiferencia también hacia los enfermos, hacia los pobres, hacia los miserables de la tierra. Me gusta preguntar a la gente, y os pregunto a cada uno de vosotros; sé que cada uno de vosotros da limosna a los pobres, y os pregunto: "Cuando dais limosna a los pobres, ¿les miráis a los ojos? ¿Eres capaz de mirar a los ojos a ese pobre hombre o mujer que te pide limosna? Cuando das limosna a los pobres, ¿tiras la moneda o tocas su mano? ¿Eres capaz de tocar una miseria humana?" Cada uno se da a sí mismo la respuesta de hoy. Esas personas eran indiferentes. Esas personas hablan de Jesús pero no sintonizan con él.
Y ese es el contagio letal de la indiferencia: crea distancias con la miseria. La ola del mal siempre se extiende así: empieza por distanciarse, por mirar sin hacer nada, por no preocuparse, luego uno sólo piensa en lo que le interesa y se acostumbra a apartarse. Esto también es un riesgo para nuestra fe, que se marchita si se queda en una teoría que no se convierte en práctica, si no hay implicación, si no nos implicamos. Entonces nos convertimos en cristianos de agua de rosas -como he oído en casa- que dicen creer en Dios y querer la paz, pero no rezan y no se preocupan por el prójimo, y además, no les interesa Dios, ni la paz. Estos cristianos sólo de palabras, ¡superficiales!
Esta era la ola del mal, que estaba allí en el Calvario. Pero también existe la beneficiosa ola del bien. Entre tantos curiosos, uno se involucra, concretamente el "buen ladrón". Los demás se ríen del Señor, él les habla y les llama por su nombre: 'Jesús'; muchos le echan la bronca, él confiesa sus errores a Cristo; muchos le dicen 'sálvate', él reza: 'Jesús, acuérdate de mí' (v. 42). Sólo se lo pide al Señor. Hermosa oración esta.
Si cada uno de nosotros lo recita cada día, es un hermoso camino: el camino de la santidad: "Jesús, acuérdate de mí". Así, un malhechor se convierte en el primer santo: se acerca a Jesús por un momento y el Señor lo mantiene con él para siempre. Ahora, el Evangelio habla del buen ladrón para nosotros, para invitarnos a superar el mal dejando de ser espectadores.
Por favor, esto es peor que hacer el mal, la indiferencia. ¿Por dónde empezar? De la confianza, de llamar a Dios por su nombre, como hizo el buen ladrón, que al final de su vida redescubre la confianza valiente de los niños, que confían, piden, insisten. Y en confianza admite sus errores, llora, pero no sobre sí mismo, sino ante el Señor. Y nosotros, ¿tenemos esta confianza, llevamos a Jesús lo que tenemos dentro, o nos disfrazamos ante Dios, quizás con un poco de sacralidad e incienso? Por favor, no hagas espiritualidad de maquillaje: eso es aburrido.
Ante Dios: agua y jabón, solamente, sin maquillaje, pero el alma tal como es. Y de ahí viene la salvación. El que practica la confianza, como este buen ladrón, aprende la intercesión, aprende a llevar a Dios lo que ve, los sufrimientos del mundo, la gente que encuentra; para decirle, como el buen ladrón, "¡Recuerda, Señor!". No estamos en el mundo sólo para salvarnos a nosotros mismos, no: sino para llevar a nuestros hermanos y hermanas al abrazo del Rey. Interceder, recordar al Señor, abre las puertas del cielo. Pero, cuando rezamos, ¿intercedemos? "Acuérdate Señor, acuérdate de mí, acuérdate de mi familia, acuérdate de este problema, acuérdate, acuérdate...." Conseguir la atención del Señor.
Hermanos, hermanas, hoy nuestro Rey desde la cruz nos mira un brasa aduerte. Depende de nosotros elegir si somos espectadores o nos involucramos. ¿Soy un espectador o quiero participar? Vemos las crisis de hoy, la disminución de la fe, la falta de participación.... ¿Qué hacemos? ¿Nos limitamos a teorizar, a criticar, o nos arremangamos, tomamos la vida en nuestras manos, pasamos del "si" de las excusas al "sí" de la oración y el servicio?
Todos pensamos que sabemos lo que está mal en la sociedad, todos; hablamos todos los días de lo que está mal en el mundo y también en la Iglesia: tantas cosas están mal en la Iglesia. ¿Pero entonces hacemos algo? ¿Nos ensuciamos las manos como nuestro Dios clavado en el madero, o nos quedamos con las manos en los bolsillos y observamos?
Hoy, mientras Jesús, despojado en la cruz, quita todo velo sobre Dios y destruye toda falsa imagen de su realeza, miremos hacia Él, para encontrar el valor de mirarnos a nosotros mismos, para recorrer los caminos de la confianza y la intercesión, para hacernos siervos para reinar con Él. "Acuérdate Señor, acuérdate": Recemos esta oración más a menudo. Gracias.
sábado, 19 de noviembre de 2022
MÁRTIR FIEL - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 20 DE NOVIEMBRE DE 2022 - CRISTO REY DEL UNIVERSO
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 20 DE NOVIEMBRE DE 2022 - JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
Domingo 34 del tiempo ordinario: Jesucristo, Rey del Universo (C)
Domingo 20 de noviembre de 2022
Ver 1ª Lectura y Salmo
1ª Lectura (2Sam 5,1-3): En aquellos días, todas las tribus de Israel se presentaron ante David en Hebron y le dijeron: «Hueso tuyo y carne tuya somos. Desde hace tiempo, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú el que dirigía las salidas y entradas de Israel. Por su parte, el Señor te ha dicho: ‘Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel’». Los ancianos de Israel vinieron a ver al rey en Hebrón. El rey hizo una alianza con ellos en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos le ungieron como rey de Israel.
Salmo responsorial: 121
R/. Vamos alegres a la casa del Señor.
Qué alegría cuando me dijeron: ¡«Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David.
2ª Lectura (Col 1,12-20): Hermanos: Demos gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Versículo antes del Evangelio (Mc 11,10): Aleluya. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 23,35-43): En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido». También los soldados se burlaban de Él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!». Había encima de él una inscripción: «Éste es el Rey de los judíos».
Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
«Éste es el Rey de los judíos»
Rev. D. Joan GUITERAS i Vilanova
(Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio nos hace elevar los ojos hacia la cruz donde Cristo agoniza en el Calvario. Ahí vemos al Buen Pastor que da la vida por las ovejas. Y, encima de todo hay un letrero en el que se lee: «Éste es el Rey de los judíos» (Lc 23,38). Este que sufre horrorosamente y que está tan desfigurado en su rostro, ¿es el Rey? ¿Es posible? Lo comprende perfectamente el buen ladrón, uno de los dos ajusticiados a un lado y otro de Jesús. Le dice con fe suplicante: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino» (Lc 23,42). La respuesta de Jesús es consoladora y cierta: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).
Sí, confesemos que Jesús es Rey. “Rey” con mayúscula. Nadie estará nunca a la altura de su realeza. El Reino de Jesús no es de este mundo. Es un Reino en el que se entra por la conversión cristiana. Un Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz. Un Reino que sale de la Sangre y el agua que brotaron del costado de Jesucristo.
El Reino de Dios fue un tema primordial en la predicación del Señor. No cesaba de invitar a todos a entrar en él. Un día, en el Sermón de la montaña, proclamó bienaventurados a los pobres en el espíritu, porque ellos son los que poseerán el Reino.
Orígenes, comentando la sentencia de Jesús «El Reino de Dios ya está entre vosotros» (Lc 17,21), explica que quien suplica que el Reino de Dios venga, lo pide rectamente de aquel Reino de Dios que tiene dentro de él, para que nazca, fructifique y madure. Añade que «el Reino de Dios que hay dentro de nosotros, si avanzamos continuamente, llegará a su plenitud cuando se haya cumplido aquello que dice el Apóstol: que Cristo, una vez sometidos quienes le son enemigos, pondrá el Reino en manos de Dios el Padre, y así Dios será todo en todos». El escritor exhorta a que digamos siempre «Sea santificado tu nombre, venga a nosotros tu Reino».
Vivamos ya ahora el Reino con la santidad, y demos testimonio de él con la caridad que autentifica a la fe y a la esperanza.