lunes, 22 de agosto de 2016

RUEGA POR NOSOTROS, SANTA MADRE DE DIOS


Ruega por nosotros
Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R



Ruega por nosotros, 
Virgen santa, 
porque de Dios eres amada
y de santidad inspiradora.

Ruega por nosotros,
Virgen santa,
porque de Dios eres la sierva
y Él que eleva a los humildes 
a la gloria te ha ensalzado.

Ruega por nosotros, 
Virgen santa, 
porque de Dios luz eres radiante 
en Cristo Muerto y Resucitado.

Ruega por nosotros, 
Virgen santa,
porque en Dios eres puente 
para llevarnos al cielo 
a nosotros pecadores.

Ruega por nosotros, 
Virgen santa,
porque de Dios eres Madre
cuando en ti se hizo Hombre 
y Cristo se embarcó para siempre
en el devenir de la historia.

LA OSTRA HERIDA


La ostra herida


“La lección más importante que puede aprender el hombre en su vida no es que en el mundo hay dolor, sino que depende de nosotros sacar provecho de él, pues se nos ha permitido transformarlo en gozo” (R. Tagore). “La maravillosa riqueza de la experiencia humana perdería parte de su alegría gratificante, si no existieran limitaciones que superar. La cima de la colina no sería ni la mitad de maravillosa, si no hubiera oscuros valles que atravesar” (H. Keller).

Una ostra que no ha sido herida no puede producir perlas. Las perlas son producto del dolor, el resultado de la entrada de una sustancia extraña e indeseable al interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena. En la parte interna de la ostra se encuentra una sustancia lustrosa llamada nácar. Cuando un grano de arena penetra en la ostra, las células de nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y más capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso de la ostra. Como resultado, se va formando una hermosa perla…

Hay un refrán que dice: “Con las piedras que me arrojen, construiré mi casa”. Cuando la vida te entregue un agrio limón, ¿por qué no lo exprimes y te tomas una agradable limonada? La capacidad de transformar un menos en más, es propia del hombre que no se deja frenar por los obstáculos, sino que se apoya en ellos mismos para proyectarse mucho más adelante. Que medites esta posibilidad y la hagas una realidad en tu vida.


* Enviado por el P. Natalio

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 22 DE AGOSTO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 22



No pienses que todo tiene el mismo valor, ni que todo es igualmente aceptable.

Son más beneficiosas las personas que se esfuerzan por hacer mejor las cosas que aquellas que no hacen sino desaprobarlas.

Es siempre mejor encender una luz que maldecir las tinieblas; será más constructivo señalar lo que es correcto que detenerse en demostrar lo que es incorrecto.

El mundo necesita más personas que digan que “puede hacerse” y menos que manifiesten su convencimiento de que es “imposible hacerlo”.

Pero no basta eso; es mejor la persona que inspira confianza a los demás y no la que echa un chorro de agua fría sobre los que han dado, aunque más no sea, un paso en la dirección correcta.
Se necesitan más personas que se interesen en las cosas y “hagan algo para corregirlas”, y menos que se pongan a un lado, sin hacer más que descubrir los defectos.

“Ustedes son mis testigos y mis servidores, a ustedes los elegí para que me conozcan y crean en mí, y para que comprendan que yo soy” (Is 43,10). Sublime la misión que Dios te ha confiado: ser su testigo y ser su mensajero, ser su apóstol.


* P. Alfonso Milagro

ORACIÓN A MARÍA REINA


Oración a María Reina

Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Reina dignísima del mundo, María Virgen perpetua, intercede por nuestra paz y salud, tú que engendraste a Cristo Señor, Salvador de todos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

MARÍA, REINA DEL CIELO, FESTIVIDAD, 22 DE AGOSTO


María, Reina del Cielo
Sé mi guía, sé mi senda de llegada al Reino. Toca con tu suave mirada mi duro corazón.


Por: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org 




Jesús, elevado en la Cruz, nos regaló una Madre para toda la eternidad. Juan, el Discípulo amado, nos representó a todos nosotros en ese momento y luego se llevó a María con él, para cuidarla por los años que restaron hasta su Asunción al Cielo.

María se transformó así no sólo en tu Madre, sino también en la Madre de nuestra propia madre terrenal, de nuestro padre, hijos, de nuestros hermanos, amigos, enemigos, ¡de todos!.

Una Madre perfecta, colocada por Dios en un sitial muchísimo más alto que el de cualquier otro fruto de la Creación. María es la mayor joya colocada en el alhajero de la Santísima Trinidad, la esperanza puesta en nosotros como punto máximo de la Creación. La criatura perfecta que se eleva sobre todas nuestras debilidades y tendencias mundanas. ¡Por eso es nuestra Madre!.

La Reina del Cielo es también el punto de unión entre la Divinidad de Dios y nuestra herencia de realeza. Nuestro legado proviene del primer paraíso, cuando como hijos auténticos del Rey Creador poseíamos pleno derecho a reinar sobre el fruto de la creación, la cual nos obedecía. Perdido ese derecho por la culpa original, obtuvimos como Embajadora a una criatura como nosotros, elevada al sitial de ser la Madre del propio Hijo de Dios.

¡Y Dios la hace Reina del Cielo, y de la tierra también!. Allí se esconde el misterio de María como la nueva Arca que nos llevará nuevamente al Palacio, a adorar el Trono del Dios Trino. María es el punto de unión entre Dios y nosotros. Por eso Ella es Embajadora, Abogada, Intercesora, Mediadora. ¿Quién mejor que Ella para comprendernos y pedir por nuestras almas a Su Hijo, el Justo Juez?. María es la prueba del infinito amor de Dios por nosotros: Dios la coloca a Ella para defendernos, sabiendo que de este modo tendremos muchas más oportunidades de salvarnos, contando con la Abogada más amorosa y misericordiosa que pueda jamás haber existido. ¿Somos realmente conscientes del regalo que nos hace Dios al darnos una Madre como Ella, que además es nuestra defensora ante Su Trono?.

Si tuvieras que elegir a alguien para que te defienda en una causa difícil, una causa en la que te va la vida. ¿A quien elegirías?.

Dios ya ha hecho la elección por ti, y vaya si ha elegido bien: tu propia Madre es Reina y Abogada, Mediadora e Intercesora.

¿Qué le pedirías a Ella, entonces?.

Reina del Cielo, sé mi guía, sé mi senda de llegada al Reino. Toca con tu suave mirada mi duro corazón, llena de esperanza mis días de oscuridad y permite que vea en ti el reflejo del fruto de tu vientre, Jesús. No dejes que Tus ojos se aparten de mi, y haz que los míos te busquen siempre a ti, ahora y en la hora de mi muerte.

FELIZ INICIO DE SEMANA!!!

domingo, 21 de agosto de 2016

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 21 DE AGOSTO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 21


Te propongo esta antigua oración:

“Señor, que no tenga yo a ningún hombre por enemigo, y que sea amigo de lo que es eterno.

Que ame, busque y logre sólo lo que es bueno.

Que desee la felicidad de todos los hombres y que no envidie a ninguno.

Que no me regocije con la desventura del que me ha hecho mal.

Que hasta donde alcancen mis fuerzas preste la ayuda necesaria a todos los necesitados.

Que pueda con palabras amables y consoladoras aliviar las penas de los que sufren.

Que cuando yo haya dicho o hecho algo malo, no espere que los demás me lo hagan conocer, sino que yo mismo me lo reproche hasta corregirme de ello.

Que me acostumbre a mostrarme amable y nunca irritado con los demás, cualquiera sea la circunstancia en que me encuentre”.

“Que cada uno se revista de sentimientos de humildad para con los demás, porque Dios se opone a los orgullosos y da su ayuda a los humildes. Humíllense bajo la mano poderosa de Dios, para que Él los eleve en el momento oportuno. Descarguen en Él todas sus inquietudes, ya que Él se ocupa de ustedes” (1 Pe 5,6-79.


* P. Alfonso Milagro

FELIZ DOMINGO!!

sábado, 20 de agosto de 2016

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 20 DE AGOSTO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 20


Muy curiosa la costumbre de aquel director de un colegio que, extremadamente ocupado en la dirección del mismo y en la atención de los alumnos y sus familiares, temía olvidarse de Dios y así había ordenado hacer una placa en la que se podía leer esta inscripción:

“Señor, en el día de hoy estaré muy ocupado; tal vez me olvide de ti; pero Tú no te olvides de mí”

Quizá pueda acontecerte a ti también lo mismo; tus ocupaciones, tus problemas, tus preocupaciones, tus trabajos, etc… tal vez te hagan difícil acordarte de Dios a lo largo del día; no estará mal que, al menos en la noche, le dediques alguno de tus pensamientos y le pidas para el día siguiente su constante protección; porque si es posible que tú te olvides de Dios, no es posible que Él se olvide de ti. Lo dice Él mismo en la Biblia: “Podrá la madre olvidarse del hijo de sus entrañas, pero yo no me olvidaré de ti”.

“Recuerda que me hiciste de la arcilla, y que me harás retornar al polvo” (Job 10,9). “Acuérdate de mí, Señor, por el amor que tienes a tu pueblo; visítame con tu salvación, para que vea la felicidad de tus elegidos, para que me alegre con la alegría de tu nación, y me gloríe con el pueblo de tu herencia” (Sal 106,4-5)


* P. Alfonso Milagro

LA MEDICINA DEL ALMA, LA HUMILDAD


 La medicina del alma (virtud: la humildad)
La humildad es la condición necesaria del amor, dimensionado en aquella fórmula radical y revolucionaria: “Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo”


Por: Héctor Lugo, LC. | Fuente: GAMA - Virtudes y Valores 





«La vida es sueño», aseveraba Don Calderón de la Barca, y no sin razón. Con frecuencia identificamos los sueños con el candor ingenuo de la juventud, pero la verdad es que para un hombre dejar de soñar es dejar de existir. Todos necesitamos de sueños que alimenten el alma y den sentido a nuestra vida. El ingeniero sueña con un lucrativo sistema computacional, el abogado en montarse sobre un BMW, el prisionero en caminar libre por las calles, el policía azotando el crimen al estilo James Bond, y el ciego en contemplar a las personas que ama. Y así todos vamos proyectando una barahúnda de deseos que pincelamos en cuadros de mil colores y formas. Pero en el fondo, todos soñamos en lo mismo: soñamos en ser felices.

Pero, ¿por qué nos huye la felicidad cuando alcanzamos esos sueños?, ¿a qué se debe esa tacañería y falta de educación?, ¿de dónde ese absurdo?

Quizá acaece, porque hemos despreciado el supuesto de toda felicidad: la humildad. Suena extraño, pero la experiencia nos habrá enseñado que el mundo está cuajado de paradojas, y esta, sin duda, es una de ellas.

Mientras que otras virtudes ensanchan nuestros pechos y nos evocan bellos paisajes, la humildad, por el contrario, tiene un sabor amargo y más bien, nos recuerda el fracaso y la miseria. Por eso no es raro que concibamos la humildad como un artificio medieval, un analgésico del mediocre o el apellido del zonzo del salón. A tal grado nos convencemos de ello, que llegamos a entender que manso y menso son sinónimos, o por lo menos parientes de significado. Pero la realidad es bien distinta.

La humildad, de suyo, tiene una carga fuertemente positiva. La humildad es la condición necesaria del amor, dimensionado en aquella fórmula radical y revolucionaria: “Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo”. Porque el amor es la fusión con el amado a través de una negación (humildad), que nos autoafirma y enriquece. Negación que no es por otra parte, una pura negación ciega; al contrario, es una negación de una falsa concepción de lo que decimos amar. Y en este sentido, la humildad entra en la esfera de la verdad. Por ello, qué bien dijo la Santa de Ávila al engalanar la humildad con la verdad: «la humildad es la verdad». He aquí su razón de ser.

Decimos que un buen televisor es aquel que nos hace protagonistas de la serie, que una buena licuadora es la que cumple con los milagros que garantiza el empaque, y que un buen perro es el que ahuyenta las visitas indeseadas. Pero en el caso del hombre su realización trasciende el tiempo y el espacio, ya que es un ser capaz de conocer, querer y sobre todo de amar. Por ello, escribía San Agustín lo siguiente: «Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti». Y precisamente en esto consiste la primera parte de la humildad, en reconocer a Dios como lo que es para poder amarlo de verdad. Así, la humildad consiste en tener el coraje de romper el cascarón de nuestro egoísmo, en acabar con nuestros esquemas de autosuficiencia, abrir nuestro corazón y dejarnos sorprender por el cariño de un Dios que supo sacar del polvo, hijos a su imagen y semejanza. No por nada el diablo, cuyo significado etimológico es “el que divide”, tiene como principal empeño separarnos de Dios, a través de la seductora locución “y seréis como dioses”, que hoy se disfraza con el nombre de “libertad”, “tolerancia”, “igualdad”, “salud”… Sin embargo, la historia que es elocuente, nos ha enseñado que tener la bendición de Dios es garantía de éxito. El Arca de Noé fue construida por aficionados; el Titanic por profesionales.

Pero la humildad se cristaliza también en el día a día. Curiosamente los términos humildad y humanidad hunden raíces en el mismo origen: “humus” que significa polvo, tierra, humo. Así que la humildad de cara al prójimo será amarle por lo que es y tal como es. También es alegrarse con las victorias del prójimo y perdonar sus errores naturales, ya que posiblemente el motivo de tantos matrimonios destruidos, familias divididas, conflictos sociales se deben a que nos ha faltado humildad. Pero si miramos un poco el Evangelio, descubriremos que Jesucristo no amó únicamente a “súper-hombres” inmaculados, sino que amó a publicanos, pecadores y hasta sus propios enemigos. Además no perdió nunca la confianza en sus “grandes” apóstoles, de los cuales uno le vendió y los demás pusieron “a todo vapor” sus piernas cuando la sombra de la cruz se presentó.

Pero, sin duda, la parte más difícil de la humildad, es el justo reconocimiento de nosotros mismos, y en consecuencia el justo amor a nosotros mismos. Y es un reconocernos como somos, sin un más y sin un menos. El hombre humilde es el que acepta sus defectos, ese que sabe decir “no sé”, uno que aprende a fracasar sin desfallecer, aquel que transforma en amor el sufrimiento que lo limita. Pero, sobre todo, el hombre humilde es aquel que reconoce los propios talentos como dones de Dios que van aparejados a una misión Porque sencillez sin humildad es timidez, inteligencia sin humildad es corrupción, caridad sin humildad es hipocresía, docilidad sin humildad es adulación, pobreza sin humildad es resignación, dolor sin humildad es un ridículo. Sin embargo, la fe con humildad es certeza, la oración con humildad es gratitud, la vida con humildad es un milagro, y el hombre humilde es un homenaje a su Creador.

En definitiva, la humildad es una actitud que nace del y para el amor. Y si nos parece amarga es porque es una buena medicina del alma, en cuanto que nos purifica; nos hace más del amado y menos de nosotros mismos. Así que cuando soñemos en ser felices, recordemos a Aquél que nos dijo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso”.

CUANDO DIOS TE ORDENA ALGO ESCUCHA


Cuando Dios te ordena algo… escucha
Nosotros podemos ser sus vasijas, sus enviados, sus siervos, sus escogidos, si prestamos atención a su voz


Por: Fernando de Navascués | Fuente: ACC – Agencia de Contenido Católico 




Muchos hombres y mujeres en la Biblia escucharon la voz de Dios y atendieron su llamado, entre ellos: Noé, Samuel, Jeremías, Amos, María, María Magdalena y Moisés. Este último es un ejemplo claro de obediencia y heroísmo, pero también de lo que muchos hacemos cuando escuchamos el llamado del Señor.

Ya sea para empresas sencillas como ayudar a nuestros padres en el hogar, o para obras más grandes como visitar a un enfermo, o ayudar a alguien en necesidad económica, o bien para comisiones mayores como un ministerio en la iglesia o una misión evangélica en otro continente, para oír el llamado de Dios es necesario no resistirnos, y sobre todo ser humildes, a fin de poder comprender aquello que se nos ha encomendado.

Tener fe, es decir, confiar en Dios, y obedecer, son los elementos finales que nos conducirán al éxito de la empresa encomendada, luego de que el Señor nos haya dotado de su gracia y de todo lo necesario para llevarla a cabo y concluirla cabalmente, de acuerdo a su voluntad y propósito.

En el capítulo 3 del libro de Éxodo se narra cómo Moisés, un pastor de ovejas, vio un día una zarza ardiendo, se acercó y Dios le habló, lo llamó por su nombre. Moisés respondió: “Heme aquí”. Sin embargo, él tuvo miedo y se cubrió el rostro. Dios le pidió que se quitara los zapatos porque estaba pisando tierra santa. Dios le mandó ir ante el Faraón de Egipto, quien tenía en cautividad al pueblo de Israel, y pedirle que los dejara ir.

Moisés presentó diversas objeciones ante Dios: le dijo que el pueblo no le creería, que le preguntarían el nombre de quien lo había enviado, que él no estaba facultado para hablar ante Faraón porque sufría de una especie de tartamudeo, y básicamente declaró su inseguridad ante el llamado del Señor. Sin embargo, Dios tuvo paciencia con él, porque ya había resuelto convertirlo en un líder espiritual.



Dios le mostró el poder que podía darle cuando convirtió su vara en serpiente, y luego en vara nuevamente; también puso lepra en una de sus manos y luego quitó la lepra en un instante. Asimismo, puso junto a él a su hermano Aarón para que hablara por él. Ambos se presentaron ante Faraón en repetidas ocasiones, de quien recibieron múltiples rechazos y negativas, por lo cual Dios envió diez plagas sobre Egipto. Finalmente, Faraón dejó ir al pueblo, que se dirigió a la tierra de Canaán, la tierra prometida donde fluiría leche y miel.

El pueblo de Israel siguió a Moisés, aunque no fue del todo obediente ni fiel a Dios. Pero Moisés sí lo fue. Dios partió las aguas del mar en dos para dejar pasar al pueblo y salvarlo de la persecución final de Faraón. Con mucho esfuerzo, dolor y sacrificio cumplió el mandato de Dios hasta el día de su muerte.

Así que, cuando Dios te mande a hacer algo, cuando escuches su voz en tu corazón o mientras ores, cuando escuches su llamado, no opongas resistencia, piensa en las grandes hazañas que Dios quiere hacer a través de ti. Cuántas personas pueden ser aliviadas, consoladas, liberadas, salvadas o redimidas si tan sólo obedeces a la voz de Dios y dejas que Él te use con poder, tal como usó a tantos profetas, discípulos y apóstoles.

¿Quieres responder: “Pero, Señor, yo no…”? ¿O quieres decirle: “Heme aquí, Señor, envíame a mí”?, tal como lo hizo el profeta Isaías (Isaías 6:8). No es necesario que seas perfecto, sino sólo que estés dispuesto. No importa cuánto tome de ti, Dios te dará la fuerza, los recursos y la habilidad para cumplir aquello que te ha mandado a hacer. Moisés se despojó de su calzado; nosotros deberemos despojarnos de todo aquello que estorbe al llamado de Dios, así como presentarnos ante Él desnudos y dispuestos.

Dios hará el resto. Él es el verdadero héroe de todas las historias, nosotros podemos ser sus vasijas, sus enviados, sus siervos, sus escogidos, si prestamos atención a su voz.

BUENOS DÍAS!!


jueves, 18 de agosto de 2016

NUNCA ME SIENTO SOLO


Nunca me siento solo
Rafael Ángel Marañón


Cuando pienso en María nunca me siento solo,
Que a su lado el doliente nunca conoce el dolo;
Tuve el alma muy fría, mas no me dejó solo, 
Y ahora voy con ella sin fin ni protocolo. 

Siento la paz del alma y sólida esperanza, 
Pues ya no hay más esfuerzo, sino divina holganza;
Sosiego sin angustia y voces de alabanza
Inmersos totalmente en la eterna alianza. 

Y para que a los sones de cítara vibrante, 
Sepamos que a los cielos seguimos adelante
Con paso aligerado y paz en el semblante, 
Pues la luz de María nos precede radiante. 

Es gozo y confianza, por que es feliz camino 
A la gruta velada, hacia el feliz destino 
De Cristo nuestra vida, abogado divino
Que sale a recibir al pobre peregrino. 

Y así todos en uno, al padre omnipotente,
Con amor sin fisuras, vestidos dignamente 
Por la sangre del hijo y su madre doliente, 
Marchamos hacia el Cielo morada permanente. 

LAS GRACIAS SIEMPRE A DIOS


Las gracias siempre a Dios
Acordémonos en cada momento de dar gracias a nuestro Padre, siempre hay cosas por las cuales debemos agradecer


Por: Orlando Carmona | Fuente: Catholic.net 




Analizando la carta Apostólica de Juan Pablo II “Mane Domiscum Domine” en el año de la Eucaristía expresa algo muy trascendental en el mundo de hoy día, dice “En nuestra cultura secularizada se respira el olvido de Dios y se cultiva la vana autosuficiencia del hombre”. Que palabras tan llenas de profundidad y realidad, y es así mayormente , hoy día  el hombre o se olvida de Dios o se acuerda de Él solamente en los momentos de angustia. Las  gracias se las damos casi siempre  a otras personas, incluso a nosotros mismos. ¡Que mal agradecido somos! Debemos estar agradecido por todo, Dios nos ama tanto que desde la Creación del mundo nos adorno el Cielo de estrellas y aves, de mares y peces y le dio al hombre todo lo que se mueve y tiene vida (Gen 9,3). Por eso acordémonos en cada momento de darle las gracias a nuestro Padre, porque tenemos los brazos abiertos cuando hay muchos que los tienen mutilados, cuando nuestros ojos pueden ver y hay quienes no pueden ver luz, cuando nuestra vos canta cuando hay tantos que enmudecen, cuando nuestras manos trabajan cuando hay quienes mendigan, cuando sonreímos cuando hay quienes odian, cuando vivimos cuando hay quienes agonizan, es decir hay infinidad de cosas por la cual debemos dar las gracias.

Les quiero contar una parábola del encuentro de Pedro el Apóstol de Jesús y un alma que recién llegaba al cielo. “Un alma  recién llegada al cielo se encontró con  San Pedro, el Santo lo llevo en un recorrido por cielo, ambos caminaron paso a paso hasta llegar a talleres grandes, llenos con  ángeles, San Pedro se detuvo en una sección y le dijo al alma “Este es la sección de recibo, aquí todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración son recibidas”. Él alma miró  la sección y vio que estaba terriblemente ocupada con muchos ángeles clasificando peticiones escritas que llegan de todo el mundo. Siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección  y San Pedro le dijo que  era la sección de empaque y entrega  en donde las gracias y bendiciones que la gente pide son empacadas y enviadas a las personas que las solicitaron. El alma vio cuan ocupado estaban los ángeles en esta sección. Finalmente en la esquina mas lejana se detuvieron en la ultima sección, para sorpresa del alma, solo un ángel permanecía en ella, ocioso haciendo poca cosa, era la sección de agradecimiento, sin embargo el alma le Pregunto a San Pedro  ¿como es que hay tan poco trabajo aquí? San Pedro le respondió “Después que las personas reciben las bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento”.

¿Cómo uno le agradece las bendiciones a Dios? Pregunto el alma y San Pedro le dijo “Es simple solo tienes que decir, gracias Señor”.

SEÑOR DE LOS ÁNGELES


Señor de los Ángeles


Sabes que cuando nos reunimos para la celebración de la Misa, escuchamos la Palabra de Dios, damos gracias al Padre, renovamos la muerte y resurrección de Jesús y comemos el Pan de Vida. Por las palabras de la consagración y la fuerza del Espíritu Santo, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. En su “Diario” santa Faustina narra lo que le pasó al ingresar en el hospital:

Esa noche la hermana que me asistía me dijo: ”Mañana, hermana, no tendrá la comunión porque está muy cansada, después veremos”. Eso me dolió muchísimo, pero contesté con  calma: “Está bien”. Me abandoné por completo al Señor y traté de dormir. Al amanecer hice la meditación y me preparé para la santa Comunión, aunque no recibiría a mi Jesús. Cuando ardió mi anhelo y amor por Jesús, vi de repente, junto a mi cama, a un Serafín que me dio la santa Comunión y decía: “He aquí el Señor de los Ángeles”. Al recibir a Jesús, me sumergí en el amor de Dios y en el asombro .Eso se repitió durante trece días.

Por la fe y la comunión nos unimos a Jesús para vivir por él y nos hacemos hermanos entre nosotros. Jesús dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día». Para comulgar con provecho debes tener el corazón limpio de cualquier pecado grave y prepararte con fe. El ejemplo de Santa Faustina te aliente.


* Enviado por el P. Natalio

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS: 18 DE AGOSTO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 18


No sé si conoces a Mark Twain, escritor de chispeante pluma. Escribió esta sabia observación:

“Esforcémonos en vivir de manera que cuando lleguemos  a la muerte hasta el director de la funeraria lo sienta”.
A quienes más se echa de menos cuando mueren es a aquellos que trataron sinceramente de hacer mejor al mundo durante su estancia en él, y no a aquellos que han tomado mucho de la vida y han dado poco.

Aquellos que han tratado de enriquecer al mundo en el servicio a los demás, y no tanto a los que se enriquecieron a sí mismos aun en desmedro de la misma comunidad.

Así, en esta vida los que aman a todos son amados por todos. Las personas desaparecen, pero su recuerdo grato e ingrato perdura mucho tiempo; y, sobre todo, perdurará para siempre en el corazón de Dios, que aprobará o reprobará.

“Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos y además abrió el camino, con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido” (GS 22). Ese nuevo sentido que se da a todas las cosas cuando se las mira desde el ángulo de Dios.


* P. Alfonso Milagro

BUENAS NOCHES!!


miércoles, 17 de agosto de 2016

CREO CON MARÍA SUBIENDO AL CIELO


Creo con María subiendo al cielo



Creo, contigo María, que si camino como Tú en la tierra
me aguarda  lo que, Tú ahora, vives en el cielo

Creo, contigo María, que si en mis entrañas acojo a Cristo
con la misma  verdad que Tú lo acogiste en tu seno
disfrutaré  de esa eternidad que, ahora Tú, vives en la Ciudad Celeste

Creo, contigo María, que si abro los oídos
como Tú lo  hiciste a la voz del Ángel, soplo del Espíritu Santo,
estaré  llamado a compartir esa misma suerte
que, ahora Tú, acoges asombrada ante la magnitud del Misterio del cielo

Creo, contigo María, que tu corona –no de oro ni de plata–
fue el  servir a Dios con todas mis fuerzas.
Sentirme Iglesia viva, valiente y decidida
ante un mundo que, en medio de tanto ruido,
pretende silenciar el Amor que nació en Belén.

Creo, contigo María, en este Año Santo de la Misericordia
que para subir hacia el cielo,
hay que  bajar peldaños en la tierra
que para ascender hacia Dios,
hay que descender hacia el corazón de los sufridos
que para escalar en medio de las nubes,
hay que pisar la realidad de cada día.

Creo, contigo María, en este Año de la Misericordia
que, conocer a Cristo, es algo grande y es gracia divina.
Que, servirle, es privilegio y altura de miras
Que, escucharle, es dar oxígeno a nuestras almas
Que, amarle, conlleva abrir los brazos a los que me rodean

¡SÍ, MARÍA!  ¡CREO CONTIGO EN DIOS!
¡SÍ, MARÍA!  ¡CREO CONTIGO EN CRISTO!
¡SÍ, MARÍA!  ¡CREO CONTIGO EN EL ESPÍRITU SANTO!
Porque, los  tres en uno, dieron VIDA a tu vida
Esplendor y hermosura a tu figura
Eternidad para siempre a tus pocas palabras
Corona de triunfo que nunca se marchita
a tu cabeza amueblada con palabras con sabor
a obediencia, humildad, sencillez, silencio, evangelio,
camino, Dios, Jesús, Espíritu e Iglesia.

¡CONTIGO, MARÍA, SE PUEDE CREER MÁS Y MEJOR!
¡CONTIGO, MARIA, AL CIELO!

P. Javier Leoz

ORACIÓN DE PROTECCIÓN




Oración de protección


Te ofrezco hoy una delicada oración del salmo 17, ordenada como responsorio, para que te sirvas de ella cuando necesitas protección de Dios. La forma responsorial es apropiada para la repetición. Así vas interiorizando y profundizando el sentido y sentimiento que transmite el texto del salmo.  Las palabras de hoy son muy aptas para desarrollar una filial confianza en Dios.

V. Guárdame, Señor, como a las niñas de tus ojos.
R. Guárdame, Señor, como a las niñas de tus ojos.
V. A la sombra de tus alas, escóndeme.
R. Como a las niñas de tus ojos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Guárdame, Señor, como a las niñas de tus ojos.

En los salmos con frecuencia se declara bienaventurado al hombre que ha buscado refugio sólo en Dios: “Dichoso el hombre que ha puesto en Dios toda su confianza, porque no quedará defraudado”. Los hombres fallan y desilusionan, Dios no. Que él te conceda coraje y gracia para abandonarte en sus brazos con todas tus cosas y seres queridos.


* Enviado por el P. Natalio

PARECE QUE DIOS NO ESCUCHA MI PLEGARIA


Parece que Dios no escucha mi plegaria
Será que no somos perseverantes en la plegaria o no pedimos como debemos.


Por: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net 




Se cuenta que el emperador romano Alejandro Severo, pagano, pero naturalmente honesto, tuvo un día entre sus manos un pergamino en donde se hallaba escrito el Padrenuestro. Lo leyó lleno de curiosidad y tanto le gustó que ordenó a los orfebres de su corte fundir una estatua de Jesucristo, de oro purísimo, para colocarla en su propio oratorio doméstico, entre las demás estatuas de sus dioses, ordenando pregonar en la vía pública las palabras de aquella oración. Una oración tan bella sólo podía venir del mismo Dios.

Se han escrito muchísimos comentarios sobre el Padrenuestro, y creo que nunca terminaríamos de agotar su contenido. No en vano fue la oración que Jesucristo mismo nos enseñó y que, con toda razón, se ha llamado la “oración del Señor”. Es la plegaria de los cristianos por antonomasia y la que, desde nuestra más tierna infancia, aprendemos a recitar de memoria, de los labios de nuestra propia madre.

En una iglesia de Palencia, España, se escribió hace unos años esta exigente admonición:

No digas "Padre", si cada día no te portas como hijo.

No digas "nuestro", si vives aislado en tu egoísmo.

No digas "que estás en los cielos", si sólo piensas en cosas terrenas.

No digas "santificado sea tu nombre", si no lo honras.

No digas "venga a nosotros tu Reino", si lo confundes con el éxito material.

No digas "hágase tu voluntad", si no la aceptas cuando es dolorosa.

No digas "el pan nuestro dánosle hoy", si no te preocupas por la gente con hambre.

No digas "perdona nuestras ofensas", si guardas rencor a tu hermano.

No digas "no nos dejes caer en la tentación", si tienes intención de seguir pecando.

No digas "líbranos del mal", si no tomas partido contra el mal.

No digas "amén", si no has tomado en serio las palabras de esta oración.

La parábola del amigo inoportuno, tan breve como tan bella, nos revela la necesidad de orar con insistencia y perseverancia a nuestro Padre Dios. Es sumamente elocuente: “Yo os digo que si aquel hombre no se levanta de la cama y le da los panes por ser su amigo –nos dice Jesús— os aseguro que, al menos por su inoportunidad, se levantará y le dará cuanto necesite”. Son impresionantes estas consideraciones. Nuestro Señor nos hacen entender que, si nosotros atendemos las peticiones de los demás al menos para que nos dejen en paz, sin tener en cuenta las exigencias de la amistad hacia nuestros amigos, ¡con cuánta mayor razón escuchará Dios nuestras plegarias, siendo Él nuestro Padre amantísimo e infinitamente bueno y cariñoso!

Por eso, Cristo nos dice: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”. Si oramos con fe y confianza a Dios nuestro Señor, tenemos la plena seguridad de que Él escuchará nuestras súplicas. Y si muchas veces no obtenemos lo que pedimos en la oración es porque no oramos con la suficiente fe, no somos perseverantes en la plegaria o no pedimos como debemos; es decir, que se cumpla, por encima de todo, la voluntad santísima de Dios en nuestra vida. Orar no es exigir a Dios nuestros propios gustos o caprichos, sino que se haga su voluntad y que sepamos acogerla con amor y genrosidad. Y, aun cuando no siempre nos conceda exactamente lo que le pedimos, Él siempre nos dará lo que más nos conviene.

Es obvio que una mamá no dará un cuchillo o una pistola a su niñito de cinco años, aunque llore y patalee, porque ella sabe que eso no le conviene.

¿No será que también nosotros a veces le pedimos a Dios algo que nos puede llevar a nuestra ruina espiritual? Y Él, que es infinitamente sabio y misericordioso, sabe muchísimo mejor que nosotros lo que es más provechoso para nuestra salvación eterna y la de nuestros seres queridos. Pero estemos seguros de que Dios siempre obra milagros cuando le pedimos con total fe, confianza filial, perseverancia y pureza de intención. ¡La oración es omnipotente!

Y, para demostrarnos lo que nos acaba de enseñar, añade: “¿Qué padre entre vosotros, si el hijo le pide un pan, le dará una piedra? ¿O, si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”

Efectivamente, con un Dios tan bueno y que, además, es todopoderoso, ¡no hay nada imposible!
Termino con esta breve historia. En una ocasión, un niño muy pequeño hacía grandes esfuerzos por levantar un objeto muy pesado. Su papá, al ver la lucha tan desigual que sostenía su hijito, le preguntó:
- "¿Estás usando todas tus fuerzas?"
- "¡Claro que sí!" -contestó malhumorado el pequeño.
- "No es cierto –le respondió su padre— no me has pedido que te ayude".

Pidamos ayuda a nuestro Padre Dios…. ¡¡y todo será infinitamente más sencillo en nuestra vida!!
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