21.- Virgen clemente
Lo aprendió de Jesús. Es la Madre del Hijo pródigo. Sabe curar las heridas, consolas las penas, enjugar las lágrimas, suavizar todo, perdonar todo. Como Ella no debe juzgar, sólo perdona e intercede por sus hijos.
Cualquier madre es clemente, pero María más que todas juntas. Buena falta nos hace, pues la clemencia la requieren los malhechores. Hemos de saber que los tales no son los que andan en las cárceles, pues cada uno de nosotros, sumando todas sus maldades es un verdadero malhechor que necesita clemencia.. Cuando María intercede ante el Juez divino por uno de sus hijos, obtiene el perdón.
Oh Madre del Hijo pródigo, que aprendiste de Jesús a perdonar, a hacer una fiesta cuando éste regresa a casa. He huido de casa muchas veces, creyendo ingenuamente que sin Dios la vida es más atractiva y emocionante. Cuantas veces he regresado a casa herido, decepcionado, miserable. Tú has sido, junto con Dios, la que me ha puesto un anillo en el dedo, nuevas sandalias a mis pies descalzos, una túnica, y has mandado hacer la fiesta del becerro gordo. Si en el corazón de Dios hay más alegría por un pecador que se convierte, también en el tuyo una de las más grandes alegrías es la de recuperar un hijo perdido, un hijo muerto.
Hay un momento crucial en el que clemencia me es absolutamente necesaria: el día del juicio particular. No dejes de asistir, como abogada defensora, a la cita definitiva en la que se decide mi eternidad.
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