Autor: Catholic.net
El Niño Jesús, perdido en la Navidad
No dejemos que el Niño Jesús siga perdido en esta Navidad, que lo encontremos en nuestro corazón.
Es verdad que el Niño Jesús poco se ve entre tanto regalito, tantos adornos, tanto chocolate durante las fiestas de Navidad. A veces casi no se puede palpar lo religioso que debería tener. Muchos, cuando escuchan la palabra Navidad, sólo piensan en las ganancias de su negocio. ¿Cuántos panes venderé? Mejor los hago más chiquitos y los envuelvo mejor...
Entre las felicitaciones, turrones y adornos de todo tipo, es fácil olvidar el mismo núcleo de esta fiesta, el motivo de la alegría y de todo el entorno. Este es un niño, apenas nacido, envuelto en pañales, en una noche fría, al que fueron a adorar unos pastores llenos de alegría: es el mismo Dios, nacido de la Santísima Virgen María, en medio de la noche en una cueva en Belén. Es Dios que quiso hacerse hombre, para estar contigo y conmigo. Vino para librarnos de nuestras culpas, para cargarse Él con esos sacos tan pesados que son nuestros pecados. ¿A quién no le pesa su costal?
Es bueno que celebramos su nacimiento, y con mucha alegría, música y todo lo demás –cosas sanas–, porque es el nacimiento de Dios en la Tierra. ¡Qué raro! Sucede lo contrario que con el hijo pródigo: aquí es el Padre el que tiene que salir de su casa para salvar al hijo pecador. Cosas del amor de Dios.
Es la celebración del misterio de la Encarnación. Los cristianos celebramos que Dios haya querido hacerse uno de nosotros para salvarnos y enseñarnos el camino al Padre. No dejemos que el Niño Jesús siga perdido en esta Navidad.
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