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La Hora de María |
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”
Reflexión El Fundador de Schoenstatt, el Padre José Kentenich, estaba profundamente convencido de que nuestro siglo y los tiempos futuros pertenecerían a María. Ya en el año 1951 decía las siguientes palabras: “Lo que voy a expresar en forma concisa es confesión de un convencimiento personal: lo Mariano constituye un poder gestador del futuro. Con esto quiero decirles que la Iglesia en las nuevas playas va a ser tan marcadamente Mariana, como hoy en día no podemos soñarlo.”
Después de haber vivido el Concilio Vaticano II y Puebla, y de haber experimentado la personalidad y mensaje Marianos de Juan Pablo II, estas palabras ya no parecen exageradas. La Iglesia en el futuro estará hondamente marcada por la presencia y acción de María. Ella, la gran educadora de los cristianos, conducirá la Iglesia hacia su renovación, para hacerla alma de una nueva cultura.
Los obispos en Puebla destacan la importancia de la Sma. Virgen para nuestra época. Dicen que “esa Iglesia que con nueva lucidez y decisión quiere evangelizar en lo hondo, en la raíz, en la cultura del pueblo, se vuelve a María para que el Evangelio se haga carne, más corazón de América Latina”. Y concluyen los obispos: “Esta es la hora de María, tiempo de un nuevo Pentecostés que Ella preside con su oración. Que María sea en este camino Estrella de la evangelización renovada”. (No. 303).
En este contexto, Juan Pablo II constituyó una verdadera culminación del anuncio de María en la Iglesia. En sus visitas a Latinoamérica, permanentemente llamó a asumir, con fuerza y entusiasmo, el carácter y sustrato Marianos de nuestro continente. Y al mismo tiempo señala la importancia de los santuarios Marianos, para que se haga realidad el nuevo adviento de María.
Este florecimiento de la pastoral y pedagogía marianas en nuestra Iglesia responde, sin duda, a una iniciativa del Espíritu Santo. Parece que el Espíritu de Dios quiere colocar a la Sma. Virgen más y más en primer plano.
Desde el inicio de su labor pastoral, el Padre Kentenich se situó en esta perspectiva que hoy señala, con tanta claridad, el Espíritu Divino a través del Santo Padre y los obispos. Su convicción de la actualidad de María para nuestro tiempo, es fruto de su experiencia personal. El sello Mariano lo marcó desde su infancia. “Todo se lo debo a la Sma. Virgen”, solía decir. A los 9 años se consagra a Ella. “María es el alma de mi alma”, confesará posteriormente en numerosas oportunidades.
Experimentó, paso a paso, el amor y el cuidado maternales de María. Con sencillez filial, se entregó enteramente en sus manos de educadora. Descubrió en Ella el ideal de la personalidad cristiana capaz de responder a la problemática del hombre moderno. Por eso, invitó a los suyos a sellar con María una Alianza de amor.
Esta experiencia del Padre Kentenich se repite y confirma en la Familia de Schoenstatt, a lo largo de toda su historia. Schoenstatt nace del amor a María. Crece y se fortalece en la medida en que se arraiga profundamente en ese amor. Y se sabe portador de un carisma y una misión Mariana para el tiempo futuro. El amor a la Virgen y la Alianza con Ella, es el gran secreto de fecundidad de nuestra Familia de Schoenstatt.
Pero María no es sólo nuestra Aliada y Educadora. Ella es también la Estrella de la Nueva Evangelización de nuestro continente. Desde hace más de 500 años, la Sma. Virgen preside la gesta evangelizadora de América. En el rostro mestizo de la Virgen de Guadalupe, el alma popular reconoce a su Madre y la Madre de su Dios. Y desde entonces, María pertenece a la íntima identidad propia de los pueblos de América.
Y así se convierte en llave y puerta del Evangelio de Jesús. Su gran misión es hacer nacer a Cristo en nuestros corazones y preparar el advenimiento de su reino en nuestro continente.
Por eso, la entrega a María implica para nosotros un compromiso apostólico al servicio de la evangelización. Ella nos pide ayudarle a cumplir su misión. Nos invita a ser sus manos, sus instrumentos, para la renovación y transformación de nuestro pueblo. Nos solicita entregarnos filialmente a sus deseos, con espíritu de lucha y de conquista.
El contacto íntimo con María asegura nuestra fecundidad como apóstoles e instrumentos suyos. Y en unión con Ella saldremos victoriosos por sobre todas las dificultades. Como solía decir el Padre Kentenich: “la Madre cuidará de modo perfecto y obtendrá la victoria”. O citando a San Vicente Pallotti quien repetía a menudo: “Ella es la gran misionera, Ella obrará milagros”.
¡Qué así sea! En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre Nicolás Schwizer Instituto de los Padres de Schoenstatt
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