La Sagrada Familia
Emma-Margarita R.A. -Valdés
Un ángel dice a José
que ya ha muerto el asesino,
abrasado en su interior
por tormento de martirio,
y es tiempo de regresar
al lugar del que ha partido.
José obedece y te pide
recojas lo más preciso,
porque es voluntad del Padre,
y en el cielo está escrito,
vayáis hacia otro lugar
o adonde habíais salido.
Pero gobierna Israel
Arquelao, de Herodes hijo,
y a José le dice el ángel
que se encamine a otro sitio.
A Nazaret se dirige.
Se hace realidad lo dicho
por todas las profecías,
que es nazareno el Rey-Niño;
partirá de esa ciudad
a consumar su designio
y en ella nos dará ejemplo
de sujeción y servicio.
Estáis, María y José,
en el destierro elegidos,
tú, para ser madre virgen
y José, padre adoptivo.
Con el pequeño Emmanuel
formáis un hogar divino,
modelo de convivencia,
de un querer limpio y sencillo,
sois la Sagrada Familia,
un apretado racimo
en la casa iluminada
por la luz del paraíso.
José, en su carpintería,
cumple con su cometido
para que puedas comprar
leche, miel, harina y vino,
y no falte el alimento
necesario para el Niño.
Tú, María, en tus labores
y ayudando a tus vecinos,
rebosa tu caridad
pues son pobres tus amigos.
Tu existencia es oración
de sufragio y sacrificio.
Te das toda, sin reservas,
sigues el plan del Altísimo
y, aunque tu vida es tranquila,
temes lo que te ha advertido,
en el templo, Simeón,
cuando abrazaba al chiquillo,
la espada que partirá
tu corazón cristalino.
Duerme sereno en tus brazos
el Mesías, el Ungido.
Trono y torre de marfil
le das maternal asilo.
Así discurren los años
de sosegado retiro,
enturbiado solamente
por el peligro sentido
y por la intranquilidad
de no ejercer bien tu oficio.
Pero tu enorme confianza
en el Poder Infinito
mitiga el desasosiego,
te da celestial alivio
y contemplas, sonriente,
como va granando el Niño.
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