miércoles, 29 de marzo de 2017

CUARESMA: UN ALTO EN EL CAMINO


Cuaresma: Un alto en el camino 



Cuaresma. Tiempo de  peregrinación hacia la Pascua. Nos vamos acercando a la celebración de la Luz, de la Alegría, del Amor, de la Vida Nueva, de la Resurrección. Avanzamos llenos de esperanza vislumbrando el final del camino.

Y justamente, a mitad del trayecto, nos detuvimos a celebrar la Fiesta de la Anunciación, la Encarnación, a reflexionar acerca del “sí” de la Virgen, del inmenso valor de su consentimiento libre a la voluntad de Dios, ese momento maravilloso en que María se convierte en la Puerta de Salvación para todos los seres humanos, al aceptar el  pedido del Altísimo de ser la Madre de Jesús, por obra del Espíritu Santo, antes de que estuviera casada con José. Se manifiesta esclava del Señor, a pesar de las dificultades que esto podía acarrearle.

También en nuestro itinerario hacia la Pascua, celebramos la Fiesta de San José, varón noble, justo, valiente, elegido por Dios para darle el nombre, brindarle protección, cuidados, educación a su hijo. Para amar a la Virgen y al Niño.  ¡Qué inmenso es el valor de la familia! Tan maravilloso que Dios mismo quiso en Jesús, nacer y crecer en una familia, hacerse niño, aprender de un padre y una madre humanos todo lo que un niño necesita aprender para ser solidario, compasivo, feliz.

El mismo día que festejamos la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Virgen María, celebramos La Vida del Niño por Nacer. Esta fecha nos lleva a reflexionar sobre un hecho terrible: la inmensa cantidad de criaturas que son asesinadas en el vientre materno por quienes la concibieron y por profesionales, que juraron defender, curar, proteger la vida, una situación que resulta incomprensible, teniendo en cuenta el milagro que significa la concepción de un niño, la gestación asombrosa de un ser humano. ¡Cada uno de estos pequeñitos constituye un sueño de Dios, al que no se le permite realizarse! ¡Duele el alma al pensarlo!

Podemos imaginar a Jesús hoy, caminando, curando, enseñando, cansado de tanto andar, pero feliz de dar a conocer el Amor Misericordioso del Padre. Podemos contemplarlo en aquel momento (Marcos 10, 13-16), en que los Apóstoles apartan a quienes traen sus niños para que reciban la bendición del Señor de la Vida, para que no lo molesten. ¡Se indigna con quienes actuaron de esta manera, con quienes apartaron a los niños de su lado! Él los abraza, los bendice y les habla a los Apóstoles, de manera tal que entiendan que jamás deberán hacer semejante cosa si desean tener parte en el Reino de los Cielos. Les explica que para entrar en la Casa del Padre, hay que tener corazón de niño y recibirlo con la alegría y la inocencia de un niño. Hoy, como ayer, Jesús continúa estrechando a cada niño entre sus brazos, bendiciéndolo. Hoy, como ayer, Nuestra Madre Celestial, con su testimonio de entrega, con su ternura maternal, le recuerda a la humanidad a cada instante, la importancia de defender el derecho a la vida, como el mayor de los tesoros.

¿Por qué resulta tan difícil entender que sólo si le permitimos al Señor y a su Madre Santísima entrar en nuestros corazones lograremos vivir en paz, construir un mundo diferente, desterrar la violencia? ¿Por qué se le permite al demonio usar sus mentiras, sus engaños, su fuerza inteligentemente diabólica, para destruir lo más bello de la creación, la familia, convenciendo a tantas personas que el aborto  es defensa de la libertad, de los derechos humanos, especialmente de la mujer? ¿Por qué esa ceguera que impide ver la luz?

Como dicen los últimos versos de una conocida canción: “Comprendí que al hombre/ nada le alcanza/ cuando se pierde ese niño/ que se lleva en el alma”.

Que la Sagrada Familia de Nazaret interceda para que no perdamos o recuperemos el corazón de niño que trajimos al mundo. Y que el mundo, enemigo del alma, tanto ayer como hoy, se esfuerza por desvalorizarlo.



© Ana María Casal

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