Papa Francisco: La vida de un cristiano es como un ancla fija en el cielo
Por Miguel Pérez Pichel
Foto: Lucía Ballester (ACI Prensa)
VATICANO, 26 Abr. 17 / 04:20 am (ACI).- Durante la catequesis de la Audiencia General del miércoles, el Papa Francisco comparó la esperanza cristiana con un ancla fija en el cielo: “Solo tenemos que amarrarnos al cabo y seguir siempre adelante, porque estamos seguros de que nuestra vida es como un ancla que está en el cielo, fija en el lugar adonde llegaremos”.
El Santo Padre aseguró que el ancla es uno de los símbolos cristianos que más le gustan: “No es coincidencia que entre los símbolos de la esperanza cristiana esté el ancla. Expresa que nuestra esperanza no es vaga, que no se puede confundir con el sentimiento mutable de quien quiere mejorar las cosas de este mundo de manera fantasiosa, bastándose únicamente de su propia fuerza de voluntad”.
Por el contrario, “la esperanza cristiana encuentra sus raíces no en el atractivo del futuro, sino en la seguridad de que aquello que Dios nos prometió, lo realizó en Jesucristo. Si Él nos ha garantizado que no nos abandonará nunca, si el comienzo de cada vocación es un ‘sígueme’ con el cual Él nos asegura que permanecerá siempre delante de nosotros, ¿por qué habríamos de tener temor? Con esta promesa, los cristianos pueden caminar por todas partes”.
El Pontífice realizó esta reflexión a partir de dos frases del Evangelio de San Mateo: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”; “A Él le será dado el nombre de Emmanuel, que significa Dios con nosotros”.
Francisco destacó que estas palabras reflejan la cercanía de Dios a sus criaturas. “Son palabras que comunican el misterio de un Dios cuyo nombre, cuya identidad es ‘estar con’, en particular, ‘con nosotros’, es decir, con la criatura humana”.
“Nuestro Dios no es un Dios sentado, secuestrado en un cielo lejano, en vez de un Dios apasionado del hombre, tiernamente amante de seres de los que es incapaz de separarse. Los seres humanos somos hábiles rompiendo lazos y puentes. En cambio Él no. Si nuestro corazón se enfría, el suyo permanece incandescente. Nuestro Dios nos acompaña siempre, incluso aunque nos olvidemos de Él”.
El Papa recordó que el hombre está en camino en este mundo, y que en ese caminar siempre está acompañado por Dios. “Nuestra existencia es un peregrinar, un camino. Nuestra alma es un alma migrante. La Biblia está llena de historias de peregrinos y viajeros”.
“En su camino en el mundo, el hombre nunca está solo. Sobre todo los cristianos no se sienten nunca abandonados, porque Jesús nos asegura que nos espera no solo al final de nuestro largo viaje, sino que nos acompaña en cada una de nuestras jornadas”.
El Obispo de Roma se preguntó: “¿Hasta cuándo perdurará la preocupación de Dios por el bienestar del hombre? La respuesta del Evangelio no deja lugar a dudas: ¡Hasta el fin del mundo! Pasará el cielo, pasará la tierra, veremos desaparecer la esperanza humana, pero la Palabra de Dios es más grande que todo y no pasará”.
“No habrá día de nuestra vida en la que no dejemos de ser una preocupación en el corazón de Dios. Él se preocupa de nosotros y camina con nosotros. ¿Y por qué hace eso? Simplemente porque nos ama. Dios seguramente cubrirá todas nuestras necesidades, no nos abandonará en el tiempo de la prueba y de la oscuridad”, concluyó.
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