Lecturas de hoy San Joaquín y santa Ana,
padres de la Virgen María
Hoy, jueves, 26 de julio de 2018
Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (44,1.10-15):
Hagamos el elogio de los hombres de bien, de la serie de nuestros antepasados. Fueron hombres de bien, su esperanza no se acabó; sus bienes perduran en su descendencia, su heredad pasó de hijos a nietos. Sus hijos siguen fieles a la alianza, y también sus nietos, gracias a ellos. Su recuerdo dura por siempre, su caridad no se olvidará. Sepultados sus cuerpos en paz, vive su fama por generaciones; el pueblo cuenta su sabiduría, la asamblea pregona su alabanza.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 131
R/. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.» R/.
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Esta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.» R/.
«Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.» R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,16-17):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy jueves, 26 de julio de 2018
CR
Queridos hermanos:
Para los espíritus críticos, esta sería una fiesta (litúrgicamente, una Memoria obligatoria) innecesaria, puesto que se basa, no en datos bíblicos, sino en tradiciones apócrifas y en visiones hagiográficas sin suficiente fundamento histórico. Sin embargo, el sentido de esta celebración que recuerda a los padres de la Virgen María, aparte de hacer homenaje a la Tradición de la Iglesia, que es una fuente verdadera de nuestra fe, quiere afirmar el realismo de la encarnación del Verbo de Dios, su verdadera inserción en la historia humana. Y, para ello, es preciso afirmar también la plena humanidad de María, a la que, en ocasiones, tendemos a considerar un ser tan angelical y celestial, que se encuentra fuera de nuestra humana concreción. Jesús nació de una mujer (Gal 4, 4), que fue hija a su vez de unos padres humanos. Aunque no podamos saber con certeza científica sus nombres, ni detalles de su vida, por ejemplo, si llegaron a conocer a Jesús, sabemos con certeza que existieron, que tuvieron rostro y nombre, y que, en su hija, María, contemplaron ya la aurora de la salvación. El Dios que se ha revelado como un Dios familia, un Dios Padre que se hace visible en el Hijo, quiere transmitirnos ese Espíritu de familiaridad (el Espíritu del Amor, el Espíritu Santo), para vivir en familiaridad con nosotros.
Al celebrar la memoria de los padres de María, Madre de Jesús, somos invitados a elevar un canto de acción de gracias y alabanza, porque, en verdad, somos dichosos, más afortunados que los antiguos patriarcas y profetas, porque a nosotros se nos ha dado contemplar el cumplimiento de las antiguas promesas, aquello que ellos anhelaron y esperaron, y que nosotros hemos recibido como un don inmerecido. La alabanza y la acción de gracias, el sentirnos dichosos por lo que hemos visto y oído, por lo que vemos y oímos cada día (la alegría del Evangelio, la alegría del amor), ¿no deberá traducirse en una forma de vida que sigue encarnando y haciendo visible la cercanía y familiaridad de Dios entre los hombres?
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