viernes, 2 de octubre de 2020

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 2 DE OCTUBRE DE 2020

 



 Lecturas de hoy Viernes de la 26ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy, viernes, 2 de octubre de 2020



Primera lectura

Lectura del libro de Job (38,1.12-21;40,3-5):


El Señor habló a Job desde la tormenta: «¿Has mandado en tu vida a la mañana o has señalado su puesto a la aurora, para que agarre la tierra por los bordes y sacuda de ella a los malvados, para que la transforme como arcilla bajo el sello y la tiña como la ropa; para que les niegue la luz a los malvados y se quiebre el brazo sublevado? ¿Has entrado por los hontanares del mar o paseado por la hondura del océano? ¿Te han enseñado las puertas de la muerte o has visto los portales de las sombras? ¿Has examinado la anchura de la tierra? Cuéntamelo, si lo sabes todo. ¿Por dónde se va a la casa de la luz y dónde viven las tinieblas? ¿Podrías conducirlas a su país o enseñarles el camino de casa? Lo sabrás, pues ya habías nacido entonces y has cumplido tantísimos años.»

Job respondió al Señor: «Me siento pequeño, ¿qué replicaré? Me taparé la boca con la mano; he hablado una vez, y no insistiré, dos veces, y no añadiré nada.»


Palabra de Dios



Salmo

Sal 138


R/. Guíame, Señor, por el camino eterno


Señor, tú me sondeas y me conoces;

me conoces cuando me siento o me levanto,

de lejos penetras mis pensamientos;

distingues mi camino y mi descanso,

todas mis sendas te son familiares. R/.


¿Adónde iré lejos de tu aliento,

adónde escaparé de tu mirada?

Si escalo el cielo, allí estás tú;

si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. R/.


Si vuelo hasta el margen de la aurora,

si emigro hasta el confín del mar,

allí me alcanzará tu izquierda,

me agarrará tu derecha. R/.


Tú has creado mis entrañas,

me has tejido en el seno materno.

Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,

porque son admirables tus obras. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,13-16):


En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado.»


Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy viernes, 2 de octubre de 2020

CR

Queridos hermanos:


Lo de que todos somos iguales es más un sueño, un deseo, que una realidad. Acabo de leer una estadística en la que se muestra como los hijos de las familias de clases medias y altas llegan a la escuela sistemáticamente mejor preparados que los niños nacidos en familias pobres. Decía el autor del comentario a la estadística que la solución no está sólo en incrementar los medios de las guarderías y de las escuelas. Es que además, las familias pobres son a veces más problemáticas. Aunque sólo sea porque los padres tienen que trabajar muchísimas horas y llegan cansados y tarde a casa sin posibilidad de atender a los niños como los progenitores de clase media y alta. Desde ese momento se marcan ya las diferencias entre las personas. 


Es decir, hay unos que tienen –tenemos– más posibilidades, más oportunidades que otros. Y, siendo honestos, debemos reconocer que eso no se debe a nuestra valía personal sino a la casualidad. Es algo que hemos recibido gratis. Otros han recibido gratis una posición peor en el teatro de este mundo. Ya decía Susanita, la amiga de Mafalda (la niña argentina creada por el genial Quino), que los pobres no dejarían de ser pobres nunca si iban a colegios pobres, compraban en mercados pobres y luego buscaban trabajos mal remunerados y casas en barrios pobres. 


Pero esto que es así genera para los que han tenido la suerte de tener más posibilidades no un privilegio de abuso sino un deber inexcusable: poner lo que tienen al servicio de los hermanos. Porque la verdad más importante es que somos hermanos, es que somos iguales a los ojos de Dios. Y los hermanos están para echarse una mano unos a otros, para compartir lo que tienen y ayudarse sin pedir nada a cambio. 


Corozaín, Betsaida, Cafarnaúm eran ciudades que habían sido privilegiadas por la presencia de Jesús. Eran además ciudades del mundo judío. Habían conocido la palabra de los profetas. Y luego la palabra de Jesús. Pero no habían respondido. ¿Cómo se les iba a exigir lo mismo que a Tiro y Sidón? 


¿Cómo se les va a pedir lo mismo a los pobres de este mundo que a los que nos han tocado en suerte tantos privilegios y no el menos importante, el de haber escuchado la Palabra?

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