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viernes, 23 de enero de 2015
EL TRABAJO DEL PAPA FRANCISCO
El trabajo de Francisco
Al Papa Francisco le gusta madrugar. En Buenos Aires se levantaba a las cuatro y media de la mañana, y dedicaba largos ratos a rezar y estudiar antes de celebrar la misa. Ahora, como Papa, tiene que descansar un poco más.
Se levanta en torno a las cinco, reza en privado y celebra cada día la misa de las siete de la mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. Suelen concelebrar algunos sacerdotes y asisten los empleados de la Casa, aparte de grupos de invitados: los barrenderos del Vaticano, los jardineros, las telefonistas, los periodistas y los fotógrafos de «L’Osservatore Romano».
Al terminar la misa, el Papa se sienta entre los fieles en los bancos del fondo de la capilla para hacer un rato de acción de gracias en silencio por haber recibido la comunión. A los diez minutos sale de la capilla y espera en la puerta para saludar a cada uno de los asistentes. Así empieza su día.
A continuación baja a desayunar al comedor de la casa-residencia en la que vive y hace sus comidas, muy contento de vivir con medio centenar largo de personas –sacerdotes y obispos- que trabajan en el Vaticano. Lo considera mucho más vivificante que estar aislado en lo alto del Apartamento pontificio.
Uno de los primeros días de trabajo, el Papa llegó a las oficinas de la secretaria de Estado poco después de las ocho de la mañana. No había ningún monseñor ni ningún oficial. Tan sólo un bedel. Y estaban todas las luces encendidas. El Papa pregunto por qué estaban encendidas, y el bedel le contesto que «siempre se ha hecho así».
Francisco respondió que «con el dinero que se gasta de modo inútil se podría pagar el sueldo de un sacerdote», y fue apagando personalmente las luces innecesarias. El suceso circuló por la Curia vaticana como la pólvora, y ahora la gente empieza a darse cuentan de los derroches innecesarios, y a evitarlos.
Como el Papa no quiere trasladarse por ahora al Apartamento pontificio, situado en el tercer piso del Palacio Apostólico, su jornada de trabajo empieza a eso de las ocho y media en su apartamento de la Casa Santa Marta, donde recibe cada día a jefes de los departamentos vaticanos y altos responsables de la secretaria de Estado.
Para recibir visitas, en cambio, se desplaza a la biblioteca privada del Papa, en el segundo piso del Palacio Apostólico. Es el lugar habitual, donde celebraban las audiencias todos sus predecesores. Francisco sube al tercer piso, al estudio privado del Papa para rezar el Ángelus de los domingos desde la ventana habitual.
El gobierno de la Iglesia universal no se lleva a cabo en reuniones colectivas, sino en encuentros personales del jefe de cada Congregación o de cada Pontificio Consejo con el Papa. Francisco les dedica la primera mitad de la mañana, dejando para la segunda mitad las audiencias a visitantes.
El Papa tiene la sensación de que el horario del Vaticano va con mucho retraso pues en Buenos Aires comenzaba a recibir gente a las siete de la mañana.
En Roma sigue comiendo temprano y de modo frugal. Está con un poco de sobrepeso por la falta de ejercicio. Normalmente se reposa una media hora o cuarenta minutos después del almuerzo y reanuda después el trabajo que, en estos días, realiza a destajo.
Cuando por fin llegue la calma quizá asuma la costumbre de Benedicto XVI de rezar el Rosario paseando ante la gruta de la Virgen de Lourdes, en la parte alta de los jardines Vaticanos, a primera hora de la tarde. Es un lugar tranquilo y reparador.
La diferencia con Buenos Aires es que allí dedicaba la tarde a visitar parroquias o personas, mientras que ahora tiene que dedicarla a preparar homilías, y a nuevas reuniones de trabajo con sus colaboradores.
Los Papas trabajan los domingos en que, aparte del Ángelus, suele haber otras ceremonias, y dedican los lunes a recibir visitas. Su «día libre» es el martes. Cada vez que podía, Juan Pablo II se escapaba a esquiar o al menos a caminar por la montaña en las cercanías de Roma para oxigenarse un poco. Benedicto XVI, en cambio, prefería la tranquilidad doméstica: estudiar y escribir trozos del «Jesús de Nazaret».
Hasta ahora el Papa Francisco no ha tenido tiempo ni de respirar [...] Hasta ahora no se conoce su horario definitivo de trabajo pero, conociéndole, será más bien «tempranero». En contrapartida, le gusta cenar también temprano y retirarse a descansar cuando se pone el sol. La Curia vaticana tendrá que acostumbrarse a madrugar.
Juan Vicente Boo / Abc
LA ALEGRÍA
LA ALEGRÍA
La alegría afirma la vida, ilumina tu alma, convierte tus ojos en faros.
La alegría mantiene vivo el niño que llevas adentro.
La alegría te ayuda a ver la vida como un juego, diluye la espesura del drama. Vuelve nuestra vida más ligera. Hace que la desesperación sea menos desesperante, que el dolor duela menos y que el placer sea más placentero.
La alegría lima asperezas, nos hermana, nos reúne, nos anima a compartir.
La alegría te da paz.
La alegría nos predispone al amor, a la pasión, a la aventura.
La alegría baja las defensas inútiles y mejora el sistema inmune, y lo mejor: es gratis.
La puedes encontrar en un beso, en un bebé, en la música.
La alegría es eso que dejas pasar buscando eso que se supone que te dará alegría.
La alegría es el único virus bueno y muy contagioso. Si lo dejan, claro!.
La alegría es una fe profunda en el futuro.
La alegría es una puerta abierta a nuestro verdadero ser.
MARÍA ES LA MADRE DE JESÚS, QUE ES DIOS
Unidos a María
María es la Madre de Jesús, que es Dios; y Jesús está presente realmente en la Eucaristía, por eso María es Madre de la Eucaristía, pues es el mismo cuerpo de Jesús, es el mismo Jesús el que está en el Santísimo Sacramento. Y cuando vamos a comulgar, debemos imaginarnos que es la misma Santísima Virgen la que nos ofrece a su Hijo Jesús recién nacido para que lo comamos y tengamos vida eterna. Con María de la mano y con la recepción frecuente de la Eucaristía, somos fortísimos contra las maldades del Infierno, pues la Comunión frecuente y la devoción a la Virgen son dos armas seguras para vencer en este combate que tenemos que librar sobre la tierra.
(Pequeñas Semillitas)
¿QUÉ ES UN ESCAPULARIO?
¿Qué es un escapulario?
¡Qué fácil es pasar de una devoción legítima a la superstición!
Por: Padre Sergio G. Román | Fuente: www.mariologia.org
Actualmente es común ver a jóvenes lucir al cuello no uno, sino muchos escapularios que cuelgan allí hasta que se caen de viejos y de sucios: de la Virgen, de san Juan Diego, de san Judas y de San Charbel; escapularios rojos, verdes, azules, blancos, amarillos y de todos los colores habidos y por haber.
Y es que no cabe duda: los escapularios están de moda, una moda impuesta por el ingenio y la creatividad de los comerciantes en artículos religiosos para incrementar sus ventas.
Hace tiempo le pregunté a un joven por qué usaba tantos escapularios.
-“Porque me dan protección, son poderosos”, me contestó.
¡Qué fácil es pasar de una devoción legítima a la superstición! Y yo, sacerdote, me sentí culpable por no haber explicado suficientemente a mis fieles el uso de los escapularios, antigua tradición de la Iglesia convertida ahora en práctica de magia y brujería.
Si mis fieles supieran lo que significa un escapulario no usarían tantos y, si aceptaran usar uno solo, lo llevarían con más devoción y respeto.
¿Qué es un escapulario?
Literalmente es una prenda que se lleva sobre los hombros colgando por delante y por detrás. Es una tira de tela que los monjes y monjas llevan sobre el hábito y en la que se borda el escudo de la comunidad a la que se pertenecen. El que lleva un escapulario es porque quiere pertenecer a esa orden o comunidad religiosa.
Cuando surgieron las órdenes religiosas, a finales de la Edad Antigua y principios de la Edad Media, se fundaron la “primera orden”, para varones; la “segunda orden”, para mujeres, y la “tercera orden”, para laicos de ambos sexos, que anhelaba pertenecer a la orden religiosa, pero que querían hacerlo desde su estado de vida propio.
Las “terceras órdenes” agruparon a muchos fieles laicos que se comprometían en un tipo especial de vida, en la pobreza, en la castidad dentro del matrimonio y en la obediencia a Dios y a sus ministros. Mediante la oración, la mortificación y las obras buenas, aunadas a ciertas prácticas características de la orden, buscaban su santificación en medio del mundo. Se organizaban bajo la dependencia de la orden religiosa e incluso hacían una especie de votos que renovaban año con año.
Estos fieles no podían usar el hábito completo de la orden, pero se les concedía usar un “mini hábito”, es decir, el escapulario reducido a su mínima expresión.
Hay escapularios de los dominicos, mercedarios, franciscanos, agustinos, carmelitas y demás órdenes y comunidades religiosas.
Y es que no cabe duda: los escapularios están de moda, una moda impuesta por el ingenio y la creatividad de los comerciantes en artículos religiosos para incrementar sus ventas.
Hace tiempo le pregunté a un joven por qué usaba tantos escapularios.
-“Porque me dan protección, son poderosos”, me contestó.
¡Qué fácil es pasar de una devoción legítima a la superstición! Y yo, sacerdote, me sentí culpable por no haber explicado suficientemente a mis fieles el uso de los escapularios, antigua tradición de la Iglesia convertida ahora en práctica de magia y brujería.
Si mis fieles supieran lo que significa un escapulario no usarían tantos y, si aceptaran usar uno solo, lo llevarían con más devoción y respeto.
¿Qué es un escapulario?
Literalmente es una prenda que se lleva sobre los hombros colgando por delante y por detrás. Es una tira de tela que los monjes y monjas llevan sobre el hábito y en la que se borda el escudo de la comunidad a la que se pertenecen. El que lleva un escapulario es porque quiere pertenecer a esa orden o comunidad religiosa.
Cuando surgieron las órdenes religiosas, a finales de la Edad Antigua y principios de la Edad Media, se fundaron la “primera orden”, para varones; la “segunda orden”, para mujeres, y la “tercera orden”, para laicos de ambos sexos, que anhelaba pertenecer a la orden religiosa, pero que querían hacerlo desde su estado de vida propio.
Las “terceras órdenes” agruparon a muchos fieles laicos que se comprometían en un tipo especial de vida, en la pobreza, en la castidad dentro del matrimonio y en la obediencia a Dios y a sus ministros. Mediante la oración, la mortificación y las obras buenas, aunadas a ciertas prácticas características de la orden, buscaban su santificación en medio del mundo. Se organizaban bajo la dependencia de la orden religiosa e incluso hacían una especie de votos que renovaban año con año.
Estos fieles no podían usar el hábito completo de la orden, pero se les concedía usar un “mini hábito”, es decir, el escapulario reducido a su mínima expresión.
Hay escapularios de los dominicos, mercedarios, franciscanos, agustinos, carmelitas y demás órdenes y comunidades religiosas.
UNA ORACIÓN ESPECIAL
Una oración especial
Que tus pies te lleven por el camino más largo hacia la felicidad, porque la felicidad son sólo puntos en el mapa de la vida, y el verdadero disfrute está en buscarlos.
Que tus ojos reconozcan la diferencia entre un colibrí y el vuelo que lo sostiene. Aunque se detenga, seguirá siendo un colibrí, y es conveniente que sepas, para que no confundas el sol con la luz, ni el cielo con la voz que lo nombra.
Que tus manos se tiendan generosas en el dar y agradecidas en el recibir, y que su gesto más frecuente sea la caricia para reconfortar a los que te rodean.
Que tus oídos sea tan fieles a la hora del reproche, como debe serlo a la hora del halago, para que puedas mantener el equilibrio en cualquier circunstancia.
Que tus rodillas te sostengan con firmeza a la altura de tus sueños y se aflojen mansamente cuando llegue el tiempo de descanso.
Que tu espalda sea tu mejor soporte y no la carga más pesada.
Que tu boca refleje la sonrisa que hay adentro, para que sea una ventana del alma y no la vidriera de los dientes.
Que tus dientes te sirvan para aprovechar mejor el alimento, y no para conseguir la tajada más grande en menoscabo de los demás.
Que tu lengua encuentre las palabras más exactas, para expresarte sin que te malinterpreten.
Que tus uñas crezcan lo suficiente para protegerte, sin lastimar a nadie.
Que tu piel te sirva de puente y no de valla.
Que tu pelo le dé abrigo a tus ideas, para que siempre adornen más que un buen peinado.
Que tus brazos sean la cuna de los abrazos y no camisa de fuerza para nadie.
Que tu corazón toque su música con amor, para que tu vida sea un paso del universo hacia delante.
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