miércoles, 17 de agosto de 2016

CREO CON MARÍA SUBIENDO AL CIELO


Creo con María subiendo al cielo



Creo, contigo María, que si camino como Tú en la tierra
me aguarda  lo que, Tú ahora, vives en el cielo

Creo, contigo María, que si en mis entrañas acojo a Cristo
con la misma  verdad que Tú lo acogiste en tu seno
disfrutaré  de esa eternidad que, ahora Tú, vives en la Ciudad Celeste

Creo, contigo María, que si abro los oídos
como Tú lo  hiciste a la voz del Ángel, soplo del Espíritu Santo,
estaré  llamado a compartir esa misma suerte
que, ahora Tú, acoges asombrada ante la magnitud del Misterio del cielo

Creo, contigo María, que tu corona –no de oro ni de plata–
fue el  servir a Dios con todas mis fuerzas.
Sentirme Iglesia viva, valiente y decidida
ante un mundo que, en medio de tanto ruido,
pretende silenciar el Amor que nació en Belén.

Creo, contigo María, en este Año Santo de la Misericordia
que para subir hacia el cielo,
hay que  bajar peldaños en la tierra
que para ascender hacia Dios,
hay que descender hacia el corazón de los sufridos
que para escalar en medio de las nubes,
hay que pisar la realidad de cada día.

Creo, contigo María, en este Año de la Misericordia
que, conocer a Cristo, es algo grande y es gracia divina.
Que, servirle, es privilegio y altura de miras
Que, escucharle, es dar oxígeno a nuestras almas
Que, amarle, conlleva abrir los brazos a los que me rodean

¡SÍ, MARÍA!  ¡CREO CONTIGO EN DIOS!
¡SÍ, MARÍA!  ¡CREO CONTIGO EN CRISTO!
¡SÍ, MARÍA!  ¡CREO CONTIGO EN EL ESPÍRITU SANTO!
Porque, los  tres en uno, dieron VIDA a tu vida
Esplendor y hermosura a tu figura
Eternidad para siempre a tus pocas palabras
Corona de triunfo que nunca se marchita
a tu cabeza amueblada con palabras con sabor
a obediencia, humildad, sencillez, silencio, evangelio,
camino, Dios, Jesús, Espíritu e Iglesia.

¡CONTIGO, MARÍA, SE PUEDE CREER MÁS Y MEJOR!
¡CONTIGO, MARIA, AL CIELO!

P. Javier Leoz

ORACIÓN DE PROTECCIÓN




Oración de protección


Te ofrezco hoy una delicada oración del salmo 17, ordenada como responsorio, para que te sirvas de ella cuando necesitas protección de Dios. La forma responsorial es apropiada para la repetición. Así vas interiorizando y profundizando el sentido y sentimiento que transmite el texto del salmo.  Las palabras de hoy son muy aptas para desarrollar una filial confianza en Dios.

V. Guárdame, Señor, como a las niñas de tus ojos.
R. Guárdame, Señor, como a las niñas de tus ojos.
V. A la sombra de tus alas, escóndeme.
R. Como a las niñas de tus ojos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Guárdame, Señor, como a las niñas de tus ojos.

En los salmos con frecuencia se declara bienaventurado al hombre que ha buscado refugio sólo en Dios: “Dichoso el hombre que ha puesto en Dios toda su confianza, porque no quedará defraudado”. Los hombres fallan y desilusionan, Dios no. Que él te conceda coraje y gracia para abandonarte en sus brazos con todas tus cosas y seres queridos.


* Enviado por el P. Natalio

PARECE QUE DIOS NO ESCUCHA MI PLEGARIA


Parece que Dios no escucha mi plegaria
Será que no somos perseverantes en la plegaria o no pedimos como debemos.


Por: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net 




Se cuenta que el emperador romano Alejandro Severo, pagano, pero naturalmente honesto, tuvo un día entre sus manos un pergamino en donde se hallaba escrito el Padrenuestro. Lo leyó lleno de curiosidad y tanto le gustó que ordenó a los orfebres de su corte fundir una estatua de Jesucristo, de oro purísimo, para colocarla en su propio oratorio doméstico, entre las demás estatuas de sus dioses, ordenando pregonar en la vía pública las palabras de aquella oración. Una oración tan bella sólo podía venir del mismo Dios.

Se han escrito muchísimos comentarios sobre el Padrenuestro, y creo que nunca terminaríamos de agotar su contenido. No en vano fue la oración que Jesucristo mismo nos enseñó y que, con toda razón, se ha llamado la “oración del Señor”. Es la plegaria de los cristianos por antonomasia y la que, desde nuestra más tierna infancia, aprendemos a recitar de memoria, de los labios de nuestra propia madre.

En una iglesia de Palencia, España, se escribió hace unos años esta exigente admonición:

No digas "Padre", si cada día no te portas como hijo.

No digas "nuestro", si vives aislado en tu egoísmo.

No digas "que estás en los cielos", si sólo piensas en cosas terrenas.

No digas "santificado sea tu nombre", si no lo honras.

No digas "venga a nosotros tu Reino", si lo confundes con el éxito material.

No digas "hágase tu voluntad", si no la aceptas cuando es dolorosa.

No digas "el pan nuestro dánosle hoy", si no te preocupas por la gente con hambre.

No digas "perdona nuestras ofensas", si guardas rencor a tu hermano.

No digas "no nos dejes caer en la tentación", si tienes intención de seguir pecando.

No digas "líbranos del mal", si no tomas partido contra el mal.

No digas "amén", si no has tomado en serio las palabras de esta oración.

La parábola del amigo inoportuno, tan breve como tan bella, nos revela la necesidad de orar con insistencia y perseverancia a nuestro Padre Dios. Es sumamente elocuente: “Yo os digo que si aquel hombre no se levanta de la cama y le da los panes por ser su amigo –nos dice Jesús— os aseguro que, al menos por su inoportunidad, se levantará y le dará cuanto necesite”. Son impresionantes estas consideraciones. Nuestro Señor nos hacen entender que, si nosotros atendemos las peticiones de los demás al menos para que nos dejen en paz, sin tener en cuenta las exigencias de la amistad hacia nuestros amigos, ¡con cuánta mayor razón escuchará Dios nuestras plegarias, siendo Él nuestro Padre amantísimo e infinitamente bueno y cariñoso!

Por eso, Cristo nos dice: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”. Si oramos con fe y confianza a Dios nuestro Señor, tenemos la plena seguridad de que Él escuchará nuestras súplicas. Y si muchas veces no obtenemos lo que pedimos en la oración es porque no oramos con la suficiente fe, no somos perseverantes en la plegaria o no pedimos como debemos; es decir, que se cumpla, por encima de todo, la voluntad santísima de Dios en nuestra vida. Orar no es exigir a Dios nuestros propios gustos o caprichos, sino que se haga su voluntad y que sepamos acogerla con amor y genrosidad. Y, aun cuando no siempre nos conceda exactamente lo que le pedimos, Él siempre nos dará lo que más nos conviene.

Es obvio que una mamá no dará un cuchillo o una pistola a su niñito de cinco años, aunque llore y patalee, porque ella sabe que eso no le conviene.

¿No será que también nosotros a veces le pedimos a Dios algo que nos puede llevar a nuestra ruina espiritual? Y Él, que es infinitamente sabio y misericordioso, sabe muchísimo mejor que nosotros lo que es más provechoso para nuestra salvación eterna y la de nuestros seres queridos. Pero estemos seguros de que Dios siempre obra milagros cuando le pedimos con total fe, confianza filial, perseverancia y pureza de intención. ¡La oración es omnipotente!

Y, para demostrarnos lo que nos acaba de enseñar, añade: “¿Qué padre entre vosotros, si el hijo le pide un pan, le dará una piedra? ¿O, si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”

Efectivamente, con un Dios tan bueno y que, además, es todopoderoso, ¡no hay nada imposible!
Termino con esta breve historia. En una ocasión, un niño muy pequeño hacía grandes esfuerzos por levantar un objeto muy pesado. Su papá, al ver la lucha tan desigual que sostenía su hijito, le preguntó:
- "¿Estás usando todas tus fuerzas?"
- "¡Claro que sí!" -contestó malhumorado el pequeño.
- "No es cierto –le respondió su padre— no me has pedido que te ayude".

Pidamos ayuda a nuestro Padre Dios…. ¡¡y todo será infinitamente más sencillo en nuestra vida!!

DÓNDE DICE LA BIBLIA QUE MARÍA FUE ASUNTA AL CIELO O QUE FUE CONCEBIDA SIN PECADO ORIGINAL?

¿Dónde dice la Biblia que María fue asunta al cielo o que fue concebida sin pecado original?
El magisterio, según las necesidades de los tiempos y la maduración teológica ha proclamado de modo solemne que, tal o cual verdad, ha sido revelada por Dios


Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org 



Pregunta:

¿Adónde dice la Biblia que María fue subida al cielo o que fue concebida sin pecado original y los demás dogmas católicos?

Respuesta:

Ya he dicho reiteradamente, que sostenemos, los católicos, con fundamento, que las fuentes de la Revelación son dos: la Palabra de Dios escrita y oral; Biblia y Tradición. Ya lo hemos probado. Me remito a los argumentos sentados más arriba. En base a ellos, el magisterio, según las necesidades de los tiempos, (en muchos casos las diversas herejías que fueron surgiendo) y la maduración teológica, ha proclamado de modo solemne que tal o cual verdad ha sido revelada por Dios y se encuentra contenida en ciertas afirmaciones bíblicas, y han sido siempre entendidas en este sentido por la Iglesia (la tradición).
Teniendo esto en cuenta, podemos decir que el fundamento para sostener las verdades que en este punto se consideran, ha sido expuesto por los Papas en los documentos en que se han proclamado los referidos dogmas.
En cuanto a la inmunidad de pecado original (inmaculada concepción de María), existen dos puntos de apoyo en la Sagrada Escritura.
El primer texto, es el pasaje clásico de Gn 3,15, (Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: …Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar); si se entiende el pasaje de Cristo –el linaje de la mujer contra el cual se alzará el linaje de la serpiente– entonces hay que ver en la mujer de la cual procede este linaje no sólo a Eva, sino de modo inmediato a María, madre de Jesús. Si la enemistad es total, debe excluir (así lo ha entendido la tradición) toda connivencia con el pecado, puesto que “quien comete pecado es esclavo”, como dice Jesús (cf. Jn 8,34); por tanto, no sólo el linaje de la mujer sino la misma mujer que es madre de ese linaje, debe estar exenta de todo pecado. Esto no lo puede cumplir Eva, pero sí María.


En el Nuevo Testamento, el fundamento es el pasaje de la Anunciación, en la que el ángel llama a María con la palabra griega “kejaritôménê” (Lc 1,28). Esta palabra significa, como indica C. Pozo [1], que María tiene, de modo estable, la gracia que corresponde a su dignidad de Madre de Dios. La reflexión de la fe, sigue diciendo el mismo teólogo, descubrió que esa gracia es una “plenitud de gracia”. Más aun, que la única plenitud que verdaderamente corresponde a la dignidad de Madre de Dios, es aquélla que se tiene desde el primer instante de la existencia, es decir, una santidad total que abarque toda la existencia de María.
Éstos son los fundamentos; evidentemente no bastan por sí solos, ni la Iglesia pretende que así sea; está además la interpretación de toda la tradición de la Iglesia y del magisterio en particular.
Ya desde el siglo II aparecen fórmulas que indican la íntima asociación de María y Cristo, el Redentor, en la lucha contra el diablo. La idea se expresa en el paralelismo Eva-María, asociada al nuevo Adán (que ningún protestante piense que, si el paralelismo es entre Eva y María/Nueva Eva, entonces se está insinuando su pecado por cuanto Eva pecó, pues el mismo paralelismo pone en el otro término a Adán-Cristo; por tanto si Adán es figura de Cristo, pero no en cuanto a su pecado sino en cuanto a ser principio, lo mismo vale para Eva como figura de María, en cuanto madre de los vivientes “en la gracia”). Tenemos textos al respecto ya en el siglo II, de san Justino, san Ireneo, etc. En el siglo IV se cultiva más el tema de la plenitud de gracia en María, con hermosos textos de San Ambrosio, San Agustín, San Máximo de Turín (quien dice, por ejemplo, “María, habitación plenamente idónea para Cristo, no por la cualidad del cuerpo sino por la gracia original”), etc. A medida que pasan los siglos, la conciencia se va haciendo más clara al respecto. Los textos pueden verse en las obras especializadas[2]. Algo digno de consideración, es que hay testimonios de una fiesta consagrada a la Concepción de María a fines del siglo VII o comienzos del VIII.
Es muy importante la controversia entre los teólogos católicos sobre este tema, surgida en torno a los siglos XII-XIV, a raíz de teorías que consideran que la afirmación de la inmaculada concepción de María, implicaría que Nuestra Señora no habría sido redimida. Una inmaculada concepción que se oponga a la redención universal de Cristo no puede ser aceptada por la verdad católica; en razón de esto, algunos teólogos, pensando que ambas verdades eran incompatibles –a menos que el magisterio auténtico declarase el modo misterioso de esta compatibilidad– se inclinaron por negar esta verdad, diciendo que María habría sido concebida con pecado original, pero inmediatamente, en el primer instante, habría sido limpiada del mismo por el Espíritu Santo. Debemos recordar que, paralelamente a esta controversia, el pueblo sencillo, intuyendo el misterio, siguió profesando esta verdad, ajeno a las difíciles especulaciones teológicas. Desde el siglo XV en adelante, volvió a profesarse con serenidad esta verdad, incluso muchas universidades (como las de París, Colonia, Maguncia, etc.) impusieron el juramento de defender la inmaculada concepción antes de la colación de grados académicos. Destacable es también que el concilio cismático de Basiela (año 1439) definió como dogma de fe la doctrina de la Inmaculada Concepción. El Concilio de Trento manifiesta explícitamente, que su decreto admirable sobre el pecado original no intenta tocar el tema particular de María [3]. Finalmente, llega la definición dogmática por parte de Pío IX, aclarando que María es inmaculada y la primera redimida (redimida por anticipación; por aplicación anticipada de los méritos de Cristo, y que tal doctrina está revelada por Dios) [4].
En cuanto a la asunción de María, es decir, la doctrina que dice que María, después de su vida terrestre fue llevada en cuerpo y alma al cielo (sin definir si pasando por la muerte –a lo que se inclinan la mayoría de los teólogos– o por un estado de dormición), encuentra sus fundamentos bíblicos también en el texto de Gn 3,15, ya citado, pues se basa en la asociación perfectísima de María a Cristo en todos sus misterios (la encarnación, donde se pide su consentimiento; el nacimiento; su acompañamiento en la vida pública; el comienzo de sus obras en las bodas de Caná; su presencia al pie de la Cruz; su presencia en Pentecostés, etc.), que invitan a considerar su asociación al misterio de la muerte de su Hijo (para muchos teólogos, como he dicho), su posterior resurrección y ascensión a los cielos y su coronación. También suele aducirse el texto de Apocalipsis 12,1 (Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza), aunque este texto se aplica también a la Iglesia y al Israel de Dios.
Pío XII, en la Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus” procedió de modo mixto, por medio de una argumentación que apelaba a: (a) que los Padres desde el siglo II afirman una especial unión de María, la Nueva Eva, con Cristo, el Nuevo Adán, en la lucha contra el diablo; (b) en Gn 3,15 la lucha de Cristo contra el diablo había de terminar en la victoria total sobre el demonio; (c) según san Pablo (cf. Ro 5-6; 1Co 15,21-26; 54-57), la victoria de Cristo contra el diablo fue victoria sobre el pecado y la muerte; (d) por tanto, hay que afirmar una especial participación de María –que debería ser plena, si su asociación con Cristo fue plena– que termine con su propia resurrección y triunfo sobre la muerte.
Esto está corroborado con testimonios de la tradición más antigua, tanto de los Padres como de la liturgia de la Iglesia (la fiesta de la Dormición se celebra en Jerusalén desde el siglo VI y hacia el 600 en Constantinopla), etc. Véase para todos estos testimonios, los textos indicados más arriba.
Los protestantes pueden estar en desacuerdo con estas enseñanzas, pero deberán reconocer que sus negaciones sistemáticas son más recientes en el tiempo que los testimonios de la misma tradición. Por eso, los primeros apologistas los llamaron “novadores”: los innovadores o inventores de doctrinas.
___________________________________________________
Bibliografía:
Pozo, María en la obra de la salvación, BAC, Madrid 1974;
José de Aldama, María en la patrística de los siglos I y II, BAC, Madrid 1970;
Gregorio Alastruey, Tratado de la Virgen Santísima, BAC, Madrid 1947;
B. Carrol, Mariología, BAC, Madrid 1964;
Ignace de la Potterie, La anunciación del ángel a María en la narración de San Lucas, en: “Biblia y Hermenéutica”, Actas de las Jornadas Bíblicas, San Rafael 1998, Ed. Verbo Encarnado 1998, pp. 141-166.
[1] Cf. Cándido Pozo, op. cit., p. 298.
[2] Pueden verse las citadas más arriba; por ejemplo, Pozo, pp. 298 ss. Este autor trae también muchas indicaciones bibliográficas.
[3] Cf. DS 1516.
[4] Cf. DS 2803.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 17 DE AGOSTO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 17



Aquí tienes las ocho leyes que dio Abraham Lincoln y que, a no dudarlo, son de gran sabiduría:

1. No llegarás a la prosperidad despreciando la economía.

2. No puedes fortalecer al débil debilitando al fuerte.

3. No puedes ayudar al obrero degradando al que le paga su salario.

4. No promuevas la hermandad de los hombres incitando al odio de las clases.

5. No puedes ayudar al pobre destruyendo al rico.

6. No puedes establecer una seguridad bien fundada con dinero prestado.

7. No puedes dar al hombre valor y carácter, quitándole su iniciativa y su independencia.

8. No puedes ayudar a los hombres haciendo lo que ellos podrían hacer.

Consejos a nivel humano; pero si sobre ellos proyectamos la luz del Evangelio cobrarán nuevo sentido y trascendencia.

“Señor, los trabajos y el dolor tú los estás viendo y los consideras para tomarlos en tu propias manos. El débil se encomienda a ti; tú eres el protector del huérfano… Señor, tú escuchas los deseos de los pobres, los reconfortas y les prestas atención. Tú haces justicia al huérfano y al oprimido: ¡que el hombre hecho de tierra no infunda más temor!” (Sal 10,14-18)


* P. Alfonso Milagro

BUENOS DÍAS!!!


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