lunes, 13 de noviembre de 2017

CÓMO REZAR BIEN EL ROSARIO?


¿Cómo rezar bien el Rosario?
No te apene ni te inquiete cosa alguna, ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?


Por: P. Evaristo Sada, L.C. | Fuente: https://la-oracion.com/ 




Tres angustias radicales del ser humano son: perder el sustento, el miedo a la muerte y no encontrar el descanso eterno.

La Virgen María conoce bien a sus hijos, sabe que estas preguntas nos escuecen por dentro y que se nos presentan con mayor o menor fuerza según las circunstancias, los tiempos, la personalidad y la conciencia de cada uno. Por ello hacemos bien en pedirle: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.”

Al rezar el Rosario desde nuestra realidad de hijos, pecadores y en camino, le presentamos esta súplica 50 veces seguidas.

Pensé que el tema podría venir a cuento ahora que estamos en el mes de Mayo, mes de la Madre.


¿Cómo rezar el santo rosario?
No basta aprender una oración, hay que aprender a orar


Cuando se habla del Rosario, muchas veces la atención se centra en la mecánica del rezo del Rosario. Es fácil encontrar buenas explicaciones de cómo se reza el Rosario (por ejemplo en este devocionario y en la página de la Virgen Peregrina de la Familia). Por ello, como he dicho en otro momento, en este blog quisiera fijarme más en la pedagogía de la oración cristiana que en los rezos, y más en las actitudes que en los contenidos.

“La oración es una actitud interior, antes que una serie de prácticas y fórmulas, un modo de estar frente a Dios, antes que de realizar actos de culto o pronunciar palabras.” (Benedicto XVI, 11 de mayo de 2011)


1.- Un buen orante, al rezar el Rosario, no repite Avemarías como un loro                              

2.- Un buen orante, al rezar el Rosario, contempla a Cristo con la mirada de María.

3.- El Rosario es una oración mariana centrada en Cristo                                                            
4.- En el Rosario, mientras se honra a la Virgen María con el paso de las Avemarías, se contemplan en la mente y en el corazón los grandes momentos y misterios de la vida de Jesús.

La pregunta principal es: ¿cómo se contemplan? Y la respuesta debe ser: como María. Se trata de aprender de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo.

Nos ayuda La Pietà de Miguel Angel: es toda una lección de oración. Allí queda plasmado cómo la Virgen María meditaba la Palabra en su corazón. En su mirada y en toda su postura interior y exterior se ve cómo toma conciencia y cómo profundiza las palabras, los hechos y los misterios de la vida de Su Hijo Jesucristo.

Al iniciar el Rosario debemos detenernos un momento y pensar en lo que vamos a hacer. Debemos actuarnos y en vez de “poner el disco” para que comience su monótono repetir de Avemarías, hemos de suplicar a Dios que nos conceda la gracia de asimilar el modo de ver y de ser de la Virgen María y tratar de apropiar sus actitudes evangélicas en su relación con Cristo.  “Así la Madre del Señor ejerce una influencia especial en el modo de orar de los fieles.” (Juan Pablo II, 3  de enero de 1996)

Es necesario hacerlo cada vez que se reza el Rosario. De lo contrario es fácil que no resulte bien y venga el desaliento.


Plegaria maravillosa

Si nos metemos en el corazón de la Virgen María y el Espíritu Santo nos concede la gracia de sentir como Ella, conocer como Ella, amar a Cristo como Ella, el Rosario se puede convertir, también para nosotros, en una plegaria maravillosa.

Juan Pablo II, pocos días después de su elección al pontificado, dijo que el Rosario era su oración preferida y nos explicó cómo había que rezarlo:

“El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta plegaria repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María oyó del Arcángel y de su prima Isabel. Palabras a las que se asocia la Iglesia entera. (…) Con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo. El Rosario en su conjunto consta de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos y nos ponen en comunión vital con Jesucristo a través ?se puede decir? del Corazón de su Madre. Al mismo tiempo nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevan más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana”. (Angelus, Juan Pablo II, 29 de octubre de 1978)  

Las palabras clave aquí son: comunión vital con Jesucristo a través del Corazón de su Madre.


El Rosario: una oración marcadamente contemplativa

María es para nosotros un modelo de oración contemplativa (puedes releer: Un ejercicio de contemplación: la oración de María de la A a la Z). Ella guardaba y meditaba en su corazón todo lo que vivía junto a Jesús. (cf. Lc 2, 19 y 51 b).

«Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: “Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad” (Mt6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza» (Rosarium Virginis Mariae, 12)


Entonces ¿cómo sé si rezo bien el Rosario?

Lo rezas bien si en el trasfondo de las cincuenta Avemarías contemplas a Cristo con la mirada de María, Madre de Dios y Madre nuestra.

María, por su parte, te estará viendo a ti y su mirada te llenará de una profunda confianza.

Cuando veo la imagen de la Virgen de Guadalupe siento que María me mira, me toma en sus brazos y me repite como a Juan Diego: “No te apene ni te inquiete cosa alguna, ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás por ventura en mi regazo? Nada has de temer.” (Nican Mopohua)

ESTAR PREPARADOS


Estar preparados




Aquellas muchachas del Evangelio no tenían otra cosa que hacer allí que entrar con unas lámparas encendidas acompañando al novio. No tenían que hacer otra cosa. Era muy fácil el encargo, pero el hecho fue que se olvidaron de llevar aceite de repuesto y al pasar el tiempo y darse cuenta de que se les apagaba su luz, se fueron, y no estuvieron allí en el momento preciso. La voz del esposo es contundente y tremenda: no os conozco, ya no nos veremos. ¿Por qué esa respuesta tan fuerte?, ¿por qué no la misericordia si las otras también se durmieron? Es que hay olvidos que no son falta de memoria, sino falta de interés, falta de amor.

Podría parecer que las otras doncellas no vivieron la caridad con ellas, o que el señor las trata sin compasión, pero es que en el corazón es donde uno decide hacer lo que hace. La jóvenes prudentes realmente fueron prudentes, no sólo en ser previsoras, sino también no quedándose sin aceite, porque si estaban allí era para lo que estaban.

En este mundo estamos para alabar a Dios, no para enredarnos en historias y teorías de tal suerte que al llegar la muerte a uno le pille no estando en gracia. Y eso se decide en el día a día, en el interés o la falta de interés ante las mociones de Dios. Nadie se puede quejar de que Dios le diga en la vida eterna que no le conoce (es lo más terrible que Dios puede decir a una criatura), porque depende de uno mismo el amor a Dios. Cada una de nuestras acciones nos acerca a la vida o nos aleja de Dios, cada una es de vida o muerte.

Dame, Señor, la virtud de la prudencia para acertar en cada caso con lo que debo de hacer y lo lleve a cabo; que quiera comprometerme en lo que Tú me sugieres; que no deje para mañana lo que debo de hacer hoy, pues el mañana no sé si llegará para mí. Quiero estar preparado en todo momento –con la luz encendida, en gracia y en oración–, para que cuando me llames, pueda yo también decir: Aquí estoy porque me has llamado.




© P. Jesús Martínez García

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 13 NOVIEMBRE


Los Cinco Minutos de María, 
13 de Noviembre




Si quieres conseguir un boleto de entrada en el cielo, fomenta en tí la verdadera y profunda devoción a la Virgen María.

Ella es la Puerta del cielo; quien desee entrar en el cielo, ineludiblemente debe pasar por esa puerta.

Los santos padres de la Iglesia llamaron a María "la prenda segura de la salvación"; nunca jamás se ha oído que añgún verdadero devoto de María haya sido abandonado por ella; animados por esa confianza, acudamos a María seguros de que no seremos desechados, sino que seremos recibidos y salvados por ella.

Nuestra Señora con su Magníficat anuncia el nuevo Evangelio de Jesucristo; es el preludio del Sermón de la Montaña.


*P. Alfonso Milagro

FELIZ SEMANA




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