Un collar de perlas para la Virgen María
Paul Debesse
Sin sombra de exageración podemos decir que América Latina es tierra de María, el continente de María y como un inmenso santuario mariano. Tradiciones, cantos, danzas, poemas, imaginería. Templos, ermitas, altares y fiestas, expresan la devoción sencilla, espontánea, entrañable, confiada de todo un continente. Hay muchas advocaciones que coinciden entre sí, pero las hay también originales, típicas del “genio” religioso y cultural de las múltiples etnias que pueblan el continente.
En la Argentina – un inmenso y complejo crisol de razas y culturas – se registran más de doscientas advocaciones e innumerables “santuarios” que recuerdan el amor a María de la gente, y su presencia maternal en puntuales efemérides religiosas y civiles.
Este “Mes de María 2003”, queremos abrirlo con un collar de perlas escogidas de las “libretas de vida” de un gran enamorado de la Virgen María, el empresario argentino Enrique Shaw (1921-1962). Después de haber sido un brillante alumno y marino ejemplar, descubre su vocación social: quiere ser empresario para humanizar el mundo del trabajo, aplicando en él la doctrina social de la Iglesia. Sus éxitos hicieron que fuese muy consultado tanto por instituciones civiles como eclesiales. De su matrimonio nacieron nueve hijos y su hogar fue un testimonio de vida cristiana y de apostolado. Militó activamente en la Acción Católica y para prolongar la eficacia de su obra, fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), vigente e imitada también en otras naciones. El secreto de su breve e intensa existencia hay que buscarlo en la honda y robusta espiritualidad con que la alimentada. La podemos resumir en un lema muy significativo: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”
La devoción filial a la Virgen María fue uno de los ejes en que se movió su vida cristiana. La suya fue una espiritualidad seria que lo llevaba a contemplar, a invocar y a imitar a María como contacto y molde para llegar a ser otro Cristo. Van aquí algunas perlas:
“¡Oh María! Forma a Cristo en mí! Me doy cuenta de que no tengo esa relación personal con Jesús. Como eso no se consigue con libros, creo que lo mejor es pedirle a la Virgen que me haga de "contacto". Más aún, y si me echo a sus pies, no hay duda de que ella, como "molde" de Dios, hará que Jesús se forme en mí y yo en Él. Más que fiarme de mi propia industria”
Sentía a la Virgen como el “compendio” de toda la vida cristiana.
“María puede considerarse el compendio, la síntesis viviente del Cristianismo. Ella tuvo coraje; por eso estuvo al pie de la cruz. La Virgen nos enseña a despojarnos de nuestro querer recibir afecto; eso es lo que ofreció en el Calvario. Los valores de la Virgen son los de Cristo: Humildad, Verdad, Amor. María es modelo de audacia (para enfrentar grandes cosas). Hace falta gente que se anime a hacer grandes cosas sin perder humildad. María es modelo de humildad, de disponibilidad: He aquí la esclava del Señor".
Como empresario y responsable de mucha gente en la empresa, miraba a María como modelo de servicio y responsabilidad:
“María nos enseña a asumir la propia responsabilidad. María es modelo de servicio y también de autoridad y dominio de sí mismo. María es Madre porque piensa en cada uno. María nos enseña a ser más comunitarios porque es Madre de todos. Cuando uno esta enojado, debe pensar que María es Madre mía y del otro, y ojalá que ella nos sugiera la palabra cordial que debemos pronunciar”.
Y no se le escapaba la dimensión social de esta devoción:
“La Virgen poseía las cualidades de energía y firmeza, que son también las condiciones del dirigente de empresa”.
“María, Reina y Madre de Cristo, Madre nuestra y de aquellos por cuyas almas trabajamos. Reina de las realidades terrestres. A ella le pido: luz, fuerza, fidelidad a la Iglesia, sin la cual no podemos cumplir nuestra auténtica función social”.
Enrique conoció tempranamente el sufrimiento moral y físico, de María aprendió a aceptar el dolor que redime:
“¡María! Hazme sentir algo de lo que sentiste al pie de la Cruz para que, participando en la Pasión de Cristo, pueda también participar en su Gloria”.
La sentía como modelo de sabiduría:
“¡María, Sede de la Sabiduría, ruega por nosotros! Un apóstol tiene una gran necesidad de ser sabiamente guiado, enseñado, conducido interiormente”.
Y no olvidaba que María es la madre del amor hermoso, y la suplica:
“María, Madre del Amor, ¡enséñame a amar!”
Y no acabaríamos de citar, pero, como broche de oro de este collar, va la “oración del sí”, por los que se preparan decir el sí definitivo en su vida - esposos, sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados en el mundo - una oración profética si pensamos en los años en que fue escrita. En nuestro tiempo de pavor a decir el “sí definitivo”, cobra actualidad y urgencia y puede se inspiradora para mucha gente:
“Nuestra Señora, que por tu sí has cambiado la faz del mundo, ten misericordia de aquellos que quieren decirte sí para siempre.
Tú que sabes a qué precio esa palabra se adquiere y se mantiene, obtén para nosotros que nunca rechacemos lo que se exige de nosotros.
Enséñanos a decirla, como tú, en la humildad, la pureza, la simplicidad y el abandono a la Voluntad de Dios.
Haz que, a lo largo de toda nuestra vida, los “sí”que digamos después de aquel no sean otra cosa que un medio de adherirnos aún más perfectamente a la Voluntad de Dios para nuestra salvación y la del mundo entero”.
Enrique Shaw tomó en serio su vocación de empresario cristiano y la Iglesia ha reconocido su testimonio de vida, dando inicio a la causa de canonización, el 25 de septiembre de 2001.
Fuente: San Pablo, Revista On line