Autor: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net Primer Testimonio de Juan | |
Juan 1, 19-28. Navidad. "Yo soy la voz que grita en el desierto" No dejemos de escucharla, es para nosotros. | |
Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: "¿Quién eres tú?" Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: "Yo no soy el Mesías". De nuevo le preguntaron: "¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?" El les respondíó: "No soy". "¿Eres el profeta?" Respondió:"No". Le dijeron: "Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron.¿Qué dices de ti mismo?" Juan les contestó: "Yo soy la voz que grita en el desierto: ´Enderecen el camino del Señor´, como anunció el profeta Isaías". Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos le preguntaron: "Entonces por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías ni el profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias". Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba. Oración introductoria Señor, ciertamente no soy digno de tu Amor, por eso te pido ilumines este tiempo de oración para que sepa poner a un lado todo aquello que me separe de Ti. Necesito de tu fortaleza y de tu guía para enderezar mi camino. Háblame Señor, te escucho. Petición ¡Mucha humildad te pido para cumplir lo que me pides! Que imite a Juan que supo hacerlo de modo excelente, aun a costa de su vida. Meditación del Papa Francisco Quién es por lo tanto Juan? Él mismo lo explica: "Yo soy una voz, una voz en el desierto", pero es una voz sin la Palabra, porque la Palabra no es Él, es Otro. He aquí, pues lo que es el misterio de Juan: Nunca se apodera de la Palabra. Juan es el que significa, el que señala. El sentido de la vida de Juan es indicar a otro. [...] Y realmente Juan era el hombre de la luz, llevaba la luz, pero no era su propia luz, era una luz reflejada. Juan es como una luna, y cuando Jesús comenzó a predicar, la luz de Juan comenzó a declinar. Voz, no Palabra, luz, pero no propia. Juan parece ser nada. Esa es la vocación de Juan: desaparecer. Y cuando contemplamos la vida de este hombre, tan grande, tan poderoso -todos creían que él era el Mesías-, cuando contemplamos esta vida, cómo desaparecía hasta llegar a la oscuridad de una prisión, contemplamos un gran misterio. (S.S. Francisco, 24 de junio de 2013, Misa matutina en la capilla de Santa Marta). Reflexión Uno de los personajes clave que aparecen en escena antes de la predicación de Jesús es Juan el Bautista. Como buen precursor, toma siempre la delantera para preparar la llegada del Mesías y ofrecerle un pueblo bien dispuesto; para "hacer volver -como dice el profeta Malaquías- el corazón de los padres hacia los hijos, y convertir el corazón de los hijos hacia los padres". Es este mismo profeta quien, refiriéndose a la misión del nuevo Elías, anuncia a Israel esta promesa de parte de Dios: "He aquí que Yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará el camino delante de mí" (Mal 3,1). Y sabemos que Jesús, en el Evangelio, siempre que habla de Elías se refiere a Juan el Bautista. Pero, ¿quién este Juan Bautista? El evangelista san Juan nos dice que "éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz y para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz"(Jn 1, 7-8). Su misión es, por tanto, hablar en nombre de otro y dar testimonio en favor de otro. ¡Mucha humildad se necesita para cumplir esta misión! Y Juan supo hacerlo de modo excelente, aun a costa de su vida. Cuando se presentaron ante él los sacerdotes y levitas, enviados por las autoridades judías desde Jerusalén, confesó con toda claridad: "Yo no soy el Mesías" –respondió sin rodeos–. Y, sin las falsas modestias típicas de las mojigatas, también declaró que él no era Elías, ni el Profeta. Él, simple y llanamente se autodefinía "la voz". Sí, "la voz que grita en el desierto", como dijo Isaías. Pero, ¿para qué sirve una voz que grita en el desierto? ¿es que alguien puede escucharla? El desierto significa que tenemos que hacer espacios de silencio en la soledad de nuestro interior para acoger esta voz; y también que hemos de saber desprendernos de las cosas materiales que nos disipan y nos distraen para poder concentrarnos en lo esencial. San Agustín comenta bellamente este pasaje en uno de sus sermones diciendo que "Juan era la voz y Cristo la Palabra eterna del Padre". El sonido de la voz de Juan permitió a Jesús pronunciar la Palabra de vida y hacerla llegar hasta nuestro corazón. Juan cumplió su misión de voz y desapareció: "Conviene que Él crezca -dirá en otro momento– y que yo disminuya". Pero el mensaje de esta voz es de una grandísima profundidad y trascendencia: "Preparad los caminos del Señor" –clama esta voz–. Preparar los caminos del Señor significa abandonar el pecado y acercarnos a la gracia; significa aprender a ser humildes, como Juan Bautista, dejar entrar al Señor en nuestro corazón y que Él sea quien rija el destino de nuestra existencia. Significa también estar con el corazón atento para poder descubrir a Dios que viene a nosotros, pues tal vez por su humildad, su silencio y su sencillez, podría pasarnos desapercibido, como sucedió a los judíos: "En medio de vosotros hay uno –les decía el Bautista– a quien no conocéis, al que yo no soy digno de desatar la correa de la sandalia". Propósito Ojalá, pues, que seamos dóciles a esta voz que grita en el desierto y sigamos "preparando los caminos del Señor". Que cuando Cristo venga, nos encuentre a todos con el alma bien dispuesta, prontos para escuchar su palabra, para acoger su mensaje y recibir su salvación. Diálogo con Cristo Necesito ser más humilde, Señor, para permanecer cerca de Ti, conociendo y haciendo vida tu Evangelio. Tú eres la única fuente de la santidad, nada puedo ni debo hacer al margen de tu voluntad. De nada me sirve la fama, ni los bienes, lo único que me debe importar es permanecer unido a tu gracia para poder realizar la misión que me has encomendado. |
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jueves, 2 de enero de 2014
EL EVANGELIO DE HOY: 02.01.2014
MARÍA, LA ESCLAVA DEL SEÑOR
MARÍA, LA ESCLAVA DEL SEÑOR
"Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y el ángel dejándola se fue". (Lc. 1, 38)
Cuando afirmamos que somos simples servidores del Señor, algunas personas no aceptan tal idea, diciendo que esto revela un carácter dominador por parte del Creador y una visión excesivamente sumisa de la criatura.
Pero en verdad, queremos sostener que, sin Dios, nada somos. un simple soplo de su boca podría apagar nuestra existencia.
La alegría plena consiste justamente en servirlo fielmente.
Quien lo hace no encuentra motivos para quejarse: el Padre sólo quiere nuestra realización. Jamás exigiría algo que hiriese nuestro ser o nos hiciese menos hombre o mujeres.
La vida plena anunciada por Jesús consiste en hacer la voluntad del Padre.
Sérgio J. De Souza
MATERNIDAD DE MARÍA
Maternidad de María
Hoy tenemos varias celebraciones: comienza el nuevo año, es la octava de Navidad con la circuncisión de Jesús e imposición de su nombre, es una gran fiesta de la Virgen con el título de Madre de Dios, y es la jornada mundial sobre la paz.
1. Comienza el nuevo año. Esto no es una celebración litúrgica, sino algo sólo convencional en el calendario civil. En otras civilizaciones o culturas comienza el año en otras fechas. Lo nuestro del 1 de Enero viene de una costumbre romana en que comenzaban a regir los cónsules. Pero es una ocasión y una oportunidad para pensar que el tiempo pasa y que debemos hacer realidad lo de: “año nuevo, vida nueva”. El tiempo no es algo fijo, nosotros pasamos por él y ya no lo podemos recuperar, sólo podemos aprovechar mejor el que va a venir. “El tiempo es un círculo”, decía el cardenal Ratzinger. “La tierra realiza su carrera, prescindiendo del sufrimiento y de las esperanzas de los hombres que sobre ella viven. Sin la fe, nuestro calendario no es otra cosa que la medida de las rotaciones de la tierra. Pero la fe transforma el tiempo”. Por eso aprovechemos el comienzo de un nuevo año para una mayor limpieza de nuestras culpas y un hermoso deseo de aprovechar esta oportunidad que nos da Dios.
2. A los ocho días circuncidaron a Jesús. A nosotros nos puede decir muy poco; pero era muy importante para los israelitas: era el día de la entrada y aceptación legal en la comunidad de Israel y de hacerse responsable de la carga que supone la ley. Era como otro nacimiento. Decía el cardenal Ratzinger: “Un hombre no nace propiamente con su nacimiento biológico, porque no consta sólo de lo biológico, sino de espíritu, de lenguaje, de historia, de comunidad. Pero para ello necesita de los otros, que le otorgan el lenguaje, la comunidad, la historia y el derecho. Por eso el día octavo Jesús se naturalizó legalmente con su pueblo, recibe un nombre y se muestra ciudadano de nuestra historia”.
La circuncisión es también símbolo de nuestro bautismo. El nombre de Jesús se lo puso el mismo Dios. Así el ángel se lo dijo a María y a José. Los israelitas daban mucha importancia al significado, y Jesús significa “Dios salva”. Debemos poner mucho amor y confianza al pronunciar este bendito nombre.
3. Celebramos hoy también la solemnidad de María Madre de Dios. Es el mayor título que un ser creado puede tener. Ha habido muchos que dicen ser impropio de María llevar ese nombre porque a Dios nadie lo ha hecho. En parte tienen razón; pero María es la madre de Jesús y, como Jesús, además de hombre, es Dios, a su madre la podemos llamar Madre de Dios. Así lo entendieron los obispos reunidos en Éfeso en el año 431. Y desde entonces así la proclamamos, señalando la unión tan profunda con su Hijo “en las penas y alegrías”, y también en la redención y en las gracias que Dios nos va dando. Por eso es también nuestra madre espiritual y madre de la Iglesia. En este día nos alegramos por las maravillas que Dios ha hecho en su madre. Pero ella, aun colmada de dones, siguió siendo libre y cooperó generosamente. Si María es nuestra madre, la contemos nuestros problemas y pidamos su ayuda para superarlos; pero sobre todo hagamos en este nuevo año lo que gustaría a nuestra madre del cielo.
4. Jornada mundial de la paz. Así se llama este día desde 1967. La paz fue el deseo de los ángeles el día de Navidad. En la 1ª lectura de hoy se desea la paz, shalom. Esta palabra hebrea, que tantas veces pronunciaría Jesús, no indica sólo una ausencia de guerra, sino un deseo de paz interior y exterior, indica acogida y fraternidad, armonía consigo mismo, con la naturaleza y sobre todo con Dios. Es obra de la justicia y del amor. En este año el papa Francisco ha puesto como lema: “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”. Para conseguir la paz necesitamos vivir en fraternidad. Lo contrario es el egoísmo, fuente de todos los males. La familia es la fuente de la fraternidad; pero sobre todo viviendo el amor de Dios. Que María, madre de Dios y madre nuestra nos ayude a conseguirlo.
P. Silverio Velasco
¡SANTA MADRE DE DIOS¡
Autor: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va
¡Santa Madre de Dios!
Homilía del Papa Francisco en la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y en la 47 Jornada Mundial de la Paz. 1 enero 2014
¡Santa Madre de Dios!
La primera lectura que hemos escuchado nos propone una vez más las antiguas palabras de bendición que Dios sugirió a Moisés para que las enseñara a Aarón y a sus hijos: «Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26). Es muy significativo escuchar de nuevo esta bendición precisamente al comienzo del nuevo año: ella acompañará nuestro camino durante el tiempo que ahora nos espera. Son palabras de fuerza, de valor, de esperanza. No de una esperanza ilusoria, basada en frágiles promesas humanas; ni tampoco de una esperanza ingenua, que imagina un futuro mejor sólo porque es futuro. Esta esperanza tiene su razón de ser precisamente en la bendición de Dios, una bendición que contiene el mejor de los deseos, el deseo de la Iglesia para todos nosotros, impregnado de la protección amorosa del Señor, de su ayuda providente.
El deseo contenido en esta bendición se ha realizado plenamente en una mujer, María, por haber sido destinada a ser la Madre de Dios, y se ha cumplido en ella antes que en ninguna otra criatura.
Madre de Dios. Este es el título principal y esencial de la Virgen María. Es una cualidad, un cometido, que la fe del pueblo cristiano siempre ha experimentado, en su tierna y genuina devoción por nuestra madre celestial.
Recordemos aquel gran momento de la historia de la Iglesia antigua, el Concilio de Éfeso, en el que fue definida con autoridad la divina maternidad de la Virgen. La verdad sobre la divina maternidad de María encontró eco en Roma, donde poco después se construyó la Basílica de Santa María «la Mayor», primer santuario mariano de Roma y de todo occidente, y en el cual se venera la imagen de la Madre de Dios —la Theotokos— con el título de Salus populi romani. Se dice que, durante el Concilio, los habitantes de Éfeso se congregaban a ambos lados de la puerta de la basílica donde se reunían los Obispos, gritando: «¡Madre de Dios!». Los fieles, al pedir que se definiera oficialmente este título mariano, demostraban reconocer ya la divina maternidad. Es la actitud espontánea y sincera de los hijos, que conocen bien a su madre, porque la aman con inmensa ternura.
María está desde siempre presente en el corazón, en la devoción y, sobre todo, en el camino de fe del pueblo cristiano. «La Iglesia… camina en el tiempo… Pero en este camino —deseo destacarlo enseguida— procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen María» (JUAN PABLO II, Enc. Redentoris Mater, 2). Nuestro itinerario de fe es igual al de María, y por eso la sentimos particularmente cercana a nosotros. Por lo que respecta a la fe, que es el quicio de la vida cristiana, la Madre de Dios ha compartido nuestra condición, ha debido caminar por los mismos caminos que recorremos nosotros, a veces difíciles y oscuros, ha debido avanzar en «la peregrinación de la fe» (CONC. ECUM. VAT. II, Const. Lumen gentium, 58).
Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: «He ahí a tu madre» (Jn 19,27). Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la «mujer» se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.
La Madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María. A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios!
miércoles, 1 de enero de 2014
SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS, 1 DE ENERO
Autor: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid
María, Madre de Dios, Santa
Primera fiesta mariana que apareció en la Iglesia occidental. 1 de enero
María, Madre de Dios, Santa
Enero 1
Es el mejor de los comienzos posibles para el santoral. Abrir el año con la solemnidad de la Maternidad divina de María es el mejor principio como es también el mejor colofón. Ella está a la cabeza de todos los santos, es la mayor, la llena de Gracia por la bondad, sabiduría, amor y poder de Dios; ella es el culmen de toda posible fidelidad a Dios, amor humano en plenitud. No extraña el calificativo superlativo de "santísima" del pueblo entero cristiano y es que no hay en la lengua mayor potencia de expresión. Madre de Dios y también nuestra... y siempre atendida su oración.
Los evangelios hablan de ella una quincena de veces, depende del cómputo que se haga dentro de un mismo pasaje, señalando una vez o más.
El resumen de su vida entre nosotros es breve y humilde: vive en Nazaret, allá en Galilea, donde concibió por obra del Espíritu Santo a Jesús y se desposó con José.
Visita a su parienta Isabel, la madre del futuro Precursor, cuando está embarazada de modo imprevisto y milagroso de seis meses; con ella convive, ayudando, e intercambiando diálogos místicos agradecidos la temporada que va hasta el nacimiento de Juan.
Por el edicto del César, se traslada a Belén la cuna de los mayores, para empadronarse y estar incluida en el censo junto con su esposo. La Providencia hizo que en ese entonces naciera el Salvador, dándolo a luz a las afueras del pueblo en la soledad, pobreza, y desconocimiento de los hombres. Su hijo es el Verbo encarnado, la Segunda Persona de Dios que ha tomado carne y alma humana.
Después vino la Presentación y la Purificación en el Templo.
También la huída a Egipto para buscar refugio, porque Herodes pretendía matar al Niño después de la visita de los magos.
Vuelta la normalidad con la muerte de Herodes, se produce el regreso; la familia se instala en Nazaret donde ya no hay nada extraordinario, excepción hecha de la peregrinación a Jerusalén en la que se pierde Jesús, cuando tenía doce años, hasta que José y María le encontraron entre los doctores, al cabo de tres días de angustiosa búsqueda.
Ya, en la etapa de la "vida pública" de Jesús, María aparece siguiendo los movimientos de su hijo con frecuencia: en Caná, saca el primer milagro; alguna vez no se le puede aproximar por la muchedumbre o gentío.
En el Calvario, al llegar la hora impresionante de la redención por medio del cruentísimo sufrimiento, está presente junto a la cruz donde padece, se entrega y muere el universal salvador que es su hijo y su Dios.
Finalmente, está con sus nuevos hijos _que estuvieron presentes en la Ascensión_ en el "piso de arriba" donde se hizo presente el Espíritu Santo enviado, el Paráclito prometido, en la fiesta de Pentecostés.
Con la lógica desprendida del evangelio y avalada por la tradición, vivió luego con Juan, el discípulo más joven, hasta que murió o no murió, en Éfeso o en Jerusalén, y pasó al Cielo de modo perfecto, definitivo y cabal por el querer justo de Dios que quiso glorificarla.
Dio a su hijo lo que cualquier madre da: el cuerpo, que en su caso era por concepción milagrosa y virginal. El alma humana, espiritual e inmortal, la crea y da Dios en cada concepción para que el hombre engendrado sea distinto y más que el animal. La divinidad, lógico, no nace por su eternidad.
El sujeto nacido en Belén es peculiar. Al tiempo que es Dios, es hombre. Alta teología clasifica lo irrepetible de su ser, afirmando dos naturalezas en única personalidad. El Dios infinito, invisible, inmenso, omnipotente en su naturaleza es ahora pequeño, visible, tan limitado que necesita atención. Lo invisible de Dios se hace visible en Jesús, lo eterno de Dios entra con Jesús en la temporalidad, lo inaccesible de Dios es ya próximo en la humanidad, la infinitud de Dios se hace limitación en la pequeñez, la sabiduría sin límite de Dios es torpeza en el gemido humano del bebé Jesús y la omnipotencia es ahora necesidad.
María es madre, amor, servicio, fidelidad, alegría, santidad, pureza. La Madre de Dios contempla en sus brazos la belleza, la bondad, la verdad con gozoso asombro y en la certeza del impenetrable misterio.
EL PRIMER DÍA DEL AÑO... PARA MARÍA, MADRE DE DIOS
Autor: P Juan Pablo Esquivel | Fuente: Catholic.net
El primer día del año...para María, Madre de Dios
Pongamos hoy nuestra vida en manos de María Santísima. Ella pondrá el año que termina en manos del Padre Misericordioso, y la en el que comienza en manos del Hijo Providente.
El primer día del año...para María, Madre de Dios
Hoy celebramos una fiesta que hace referencia al título más sorprendente que puede tener una criatura humana: Madre Dios... Lo cual significa que el Salvador del mundo no sólo nació "en" ella, sino "de" ella. El Hijo formado de sus entrañas es el mismísimo Hijo Dios, nacido en la carne.
El Evangelio nos narra los acontecimientos de la Navidad, remarcando la imposición del nombre, dado por el ángel antes de la Concepción: JESÚS (que significa YHWH [nombre sagrado e inefable de Dios en el A.T.] salva); nombre puesto por orden divina... misterioso, cargado de significado salvífico [con todo y por todo lo que significa el "nombre" para los semitas] (ver a este respecto lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica al explicar el II mandamiento...).
La invocación de ese nombre trae la salvación (semejante lo que ocurre en la 1a.lectura con el nombre de YHWH, pronunciado una sola vez al año). Nosotros tenemos el nombre del Señor sobre nosotros: somos cristianos... ¡No lo digamos con tanta ligereza!
Así, se abre el año con esa fórmula que pide la bendición y el favor de Dios. Él nunca se la ha negado la humanidad; pero con Cristo esta Bendición es irrevocable.
Comienza el año civil; y se lo celebra de diversos modos:
En estas fiestas, se suele hacer mucho ruido (bailes, fuegos artificiales, pirotecnia,...) mucho ruido ¿Y "pocas nueces"...?
Para muchos, las fiestas están cargadas de melancolía (paso de los años; "los que ya se han ido"; nostalgias; recuerdos...). Muchos desean "que las fiestas pasen pronto"...
Para los pobres (que no son pocos), el dolor de no poder participar de las alegrías festivas... o de hacerlo con muchas limitaciones.
Pensemos cómo vivimos interiormente las fiestas. Sin interioridad, todo lo otro es vacío, pura exterioridad e hipocresía: festejamos... nada.
¿Cuál es el motivo para alegramos por las fiestas? El Amor de Dios, experimentado en estos días como una fuerza que quiere renovarnos incesantemente. Navidad es el comienzo de una nueva creación (Dios a hecho con el hombre una Alianza Eterna: Cristo).
Todo comienzo de algo (también el del año civil) debe remitirnos a este comienzo: al de la Alianza Nueva y Eterna... (la que no pasará jamás, y por ende radicalmente diversa de lo que no permanece, lo que es pasajero, transitorio (tiempo; apariencias; exterioridades)... Éste es el fundamento de nuestra Paz, cuya Jornada mundial cada año celebramos precisamente hoy.
Volvamos a mirar las cosas que nos rodean, pero con esta perspectiva: pensemos en las cosas que se fueron con el año y los años que pasaron... y pongámoslas en manos Dios. Pero sepamos que todo lo que hayamos hecho con amor, y por amor tiene un valor que permanece, y está "eternizado" en la presencia del Señor.
Todo lo hecho por amor, aunque pequeño, aunque los demás no lo noten, ha sido tomado en cuenta por Dios, y lo encontraremos renovado en Él.
También las personas que se han ido... Y así, nuestros lazos de amor, lejos de perderse, serán renovados y glorificados en la Resurrección.
"Nada se pierde, todo se transforma..." también en el orden espiritual.
Frente al año viejo, y al nuevo, tengamos una mirada de Fe: evaluemos desde el amor que hemos puesto y hemos de poner para hacer las cosas.
El tiempo pasa, pero el amor permanece; y allí debemos encontrar el motivo de nuestra alegría: en el amor vivido y en el "por vivir".
"En el atardecer de la vida e juzgará el Amor”, nos recuerda San Juan de la Cruz.
Un nuevo año ha "atardecido"...
Un año más de vida... y un año menos para llegar al cielo.
Un año con sus alegrías... y sus amarguras.
En vista a los acontecimientos de la vida de cada uno de ustedes, quiero hoy recordarles nuevamente que con todos sus engaños, trampas y sueños rotos, éste sigue siendo mundo hermoso, que vale la pena vivir como camino al cielo.
En este valle de lágrimas, la alegría que da el Espíritu Santo es más fuerte que cualquier pena... Esa alegría profunda, serena, misteriosa, radiante... (quien la conoce, entiende lo que estoy diciendo... y a quien no la conoce, le repito con el salmo 33: "prueben y vean qué bueno es el Señor...").
Pongamos hoy nuevamente nuestra vida en manos de María Santísima. Ella pondrá el año que termina en manos del Padre Misericordioso, y la en el que comienza en manos del Hijo Providente... ella que es Soberana de los Ángeles, pero mucho más aún es nuestra: sangre y dolor de nuestra raza humana.
Amén.
EL EVANGELIO DE HOY: 01.01.2014
Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.,net María guardaba todo en su corazón | |
Lucas 2, 16-21. Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. María es también madre tuya, a lo largo de los días y los meses del año. | |
Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno. Oración introductoria Gracias, Señor, por permitir que inicie este año buscando tener un momento de intimidad contigo en la oración. Invoco a tu santísima Madre para que me ayude a contemplar su ejemplo y virtudes. Ruego al Espíritu Santo que infunda en mí su luz y fortaleza para crecer en la humildad de los pastores. Petición Señor, ayúdame a incrementar mi amor por María. Meditación del Papa Es precisamente el Espíritu quien nos guía. Él es el autor de la alegría, el creador de la alegría. Y esta alegría en el Espíritu nos da la verdadera libertad cristiana. Sin alegría, nosotros, cristianos, no podemos llegar a ser libres. Nos convertimos en esclavos de nuestras tristezas, en cambio, la alegría cristiana deriva precisamente de la alabanza a Dios. ¿Qué es este alabar a Dios? Alabarle a Él gratuitamente, como es gratuita la gracia que Él nos da. Y la eternidad será esto: alabar a Dios. Pero esto no será aburrido, será bellísimo. Esta alegría nos hace libres. ¡Es precisamente la Virgen quien trae las alegrías. La Iglesia la llama causa de nuestra alegría, causa nostrae letitiae. ¿Por qué? Porque trae nuestra alegría más grande, trae a Jesús. (S.S. Francisco, 31 de mayo de 2013, Misa matutina en la capilla de Santa Marta). Reflexión Empezamos el año festejando a la Virgen. Es una oportunidad de oro para ponernos en sus manos desde el primer respiro del año. Los hombres, al igual que hace más de dos mil años, siguen necesitando de Cristo. Pero pocos le reciben y le aceptan, porque se olvidan del ejemplo que nos dan María y los pastorcillos. El Evangelio nos dice que los pastores después de escuchar el mensaje del ángel "fueron a toda prisa".. Porque los “sencillos de corazón verán a Dios”. Es decir, pusieron en práctica lo que les pedía Dios: caminar hacia Belén, donde encontrarían al Salvador. Y es precisamente esto lo que necesitamos. Sabemos que para tener a Cristo hay que decidirse a dejar los "rebaños" del egoísmo, de la comodidad, el placer y la vanidad, pues no existe un Cristo a nuestra medida, sino el único Cristo que encontraron los pastorcillos "un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre". Para llegar a Él hace falta ser humildes, pues la entrada de la cueva es pequeña y exige agacharse. Es Dios mismo quien nos enseña, desde ese pesebre, que su seguimiento exige cruz, dolor, humildad, pureza y pobreza de corazón, y obediencia a la voluntad de Dios. Y es esto lo que da la paz y la felicidad en el corazón. María, la Madre de Dios, nos enseña que para llegar a Cristo hace falta también la oración. Ella "guardaba todas la cosas y las meditaba en su corazón". Para ser Madre de Dios, María no tuvo que renunciar o dejar al margen nada de su feminidad, al contrario, la tuvo que realizar en nobleza y plenitud, santificada como fue por la acción del Espíritu Santo. Al nacer de una mujer Dios ha enaltecido y llevado a perfección "el genio femenino" y la dignidad de la mujer y de la madre. La Iglesia, al celebrar el uno de enero la maternidad divina de María, reconoce gozosa que María es también madre suya, que a lo largo de los días y los meses del año engendra nuevos hijos para Dios. Madre, bendición y memoria. En el designio de Dios, que es fuente de la maternidad, ésta es siempre una bendición: como a María, se puede decir a toda madre: "Bendito el fruto de tu vientre". Una bendición primeramente para la misma mujer, que mediante la generación da cumplimiento a la aspiración más fuerte y más noble de su constitución, de su psicología y de su intimidad. Bendición para el matrimonio, en el que el hijo favorece la unidad, la entrega, la felicidad. Bendición para la Iglesia, que ve acrecentar el número de sus hijos y la familia de Dios. Bendición para la sociedad, que se verá enriquecida con la aportación de nuevos ciudadanos al servicio del bien común. La maternidad es también memoria. María hacía "memoria" de todas esas cosas en su corazón. Memoria no tanto de sí misma, cuanto del hijo, sobre todo de los primeros años de su vida en que dependía totalmente de ella. Memoria que agradece a Dios el don inapreciable del hijo. Memoria que reflexiona y medita las mil y variadas peripecias de la existencia de sus hijos. Memoria que hace sufrir y llorar, que consuela, alegra y enternece. Memoria serena y luminosa, que recupera retazos significativos del pasado para bendecir a Dios y cantar, como María, un "magnificat", Propósito Si queremos salir de estas Navidades "glorificando y alabando a Dios por todo lo que hemos visto y oído" y de habernos encontrado con Cristo niño, hace falta desprendimiento de nosotros mismos, humildad y oración. Y así, todos los que nos escuchen se maravillarán de las cosas que les decimos. Diálogo con Cristo Gracias, Señor, porque hoy me muestras la fe de la Virgen, que meditaba todos los acontecimientos en su corazón. Y los pastores, qué gran lección de humildad y de amor. No preguntan, no cuestionan, con sencillez aceptan el anuncio y salen maravillados después de contemplar a Jesús. Permite, Señor, que en este nuevo año sepa cultivar la unión contigo en la oración, para que pueda verte en todos los acontecimientos. Para ello sé que se necesita más que el deseo o la buena intención, tengo que hacer una opción radical por la oración, que me lleve a dedicarte lo mejor de mi tiempo. |
martes, 31 de diciembre de 2013
ORACIÓN A SANTA MARÍA EN EL AÑO NUEVO
ORACIÓN A SANTA MARÍA EN EL AÑO NUEVO
Autor: Antonio DÍAZ TORTAJADA, sacerdote-Periodista
Santa María Madre de Dios:
Son pocas las veces que lo hago.
tú sabes que ya no acertamos a rezar,
solo te miramos y te miramos, y tu nos miras:
Y eso nos basta.
Hemos olvidado aquellos oraciones
que nos enseñaron siendo niño
y no hemos aprendido a hablar contigo
de otra manera más viva y concreta
que encadenar palabras
que salen del corazón y la pluma.
Ellas son la expresión de nuestro amor
y la expresión de nuestro cariño de hijos.
Al comenzar el nuevo año,
te pedimos que nos ayudes a creer.
Pero nos resulta todo tan difícil… tan difícil
Y, sin embargo, María, te necesitamos.
A veces nos sentimos muy mal dentro de nosotros.
Van pasando los años y sentimos el desgaste de la vida.
Por fuera todo parece funcionar bien:
el trabajo, la familia, los amigos….
Cualquiera nos envidiaría.
Pero, tú lo sabes, no nos sentimos bien.
Ya ha pasado un año más.
Y comenzamos un año nuevo,
que muy pronto se va a desgastar,
y sabemos que todo seguirá igual.
Los mismos problemas,
las mismas preocupaciones,
los mismos trabajos…
Y así ¿hasta cuándo, Madre? ¿Hasta cuándo María?
¡Cuánto desearíamos poder renovar
nuestra vida desde dentro! ¡Desde dentro!
Encontrar en nosotros una alegría nueva,
una fuerza diferente para vivir cada día.
¡Cambiar¡ Cambiar,
ser mejores con nosotros mismos y con todos.
Pero la existencia nos dice
que no podemos esperar grandes cambios.
Santa María:
Tu nos entregaste el fruto bendito de tu vientre: Jesús.
Aquella noche en Belén
escuchaste resonar en los cielos
el anuncio angélico de la paz,
primer don al mundo del Verbo hecho carne.
Tu que tuviste en tu brazos al Enmanuel,
inclina benigna tu mirada
sobre la noche oscura de nuestra tierra
todavía embriagada de odio y de violencia.
Comenzamos un año nuevo:
Lo ponemos en tus manos de Madre.
Y en este año que comenzamos
queremos pedirte que nos regales a tu Hijo,
Palabra eterna del Padre,
y fruto bendito de tu vientre.
Que esta Palabra esté en nuestros labios,
aunque nos queme como un fuego,
para que sepamos hablar como Jesús,
para que comuniquemos la verdad y la vida,
para que proclamemos la Paz.
Te pedimos, Señora y Madre,
la palabra del payaso, para crear alegría;
y la palabra del amigo, para crear amistad.
Te pedimos, Madre de misericordia
que donaste al Salvador al mundo,
la palabra del maestro que enseña,
la palabra de la madre que ama,
la palabra del niño que empieza a hablar
que empieza a nombrar las cosas, que dice papá y mamá.
Te pedimos la palabra del poeta que es bella y profunda…
Te pedimos la palabra del hombre
que sabe guardar silencio
porque su palabra comienza en el corazón.
Te pedimos, esclava del Señor y Reina
no los gritos, sino el silencio;
no la palabrería, sino la palabra;
no la palabra aprendida de memoria,
sino la palabra que expresa y comunica la vida;
no la palabra del mentiroso,
sino la palabra del hombre que es hombre de palabra.
Virgen María:
Que en lo escondido de la casa de Nazaret
viviste con amor sencillo y fiel
la dimensión cotidiana de la relación familiar,
entra en cada una de nuestras familias
y derrite el hielo de la indiferencia y del silencio
que vuelven extraños y lejanos a los padres
entre sí y con sus hijos.
Te pedimos para nuestras familias,
la palabra cálida,
la palabra cercana y entrañable…,
la palabra humanizada.
Te pedimos la palabra de los hombres.
Te pedimos la palabra de Jesús, tu Hijo.
Tu que velas por cada uno de nosotros
y sabes lo que más necesitamos
recibe nuestros miedos y temores
y transfórmalos en confianza.
Recibe nuestros sufrimientos y dolores
y transfórmalos en crecimiento.
Recibe nuestros desalientos y temores
y transfórmalos en confianzas
Recibe nuestros silencios
y transfórmalos en adoración.
Recibe nuestra soledad
y transfórmala en contemplación.
Recibe nuestras crisis
y transfórmalas en maduración.
Recibe nuestras amarguras
y transfórmalas en paz del alma.
Recibe nuestras lágrimas
y transfórmalas en plegarias.
Recibe nuestras esperas
y transfórmalas en esperanza.
Recibe nuestras frialdades,
y transfórmalas en una presencia cálida
Recibe nuestra ira y transfórmala en intimidad.
Recibe nuestra muerte y transfórmala en resurrección.
Santa María, Madre de Dios:
Danos la fe que tuviste tu para mirarte en todo.
Esperanza para no desfallecer en el camino
y amor para amarte cada vez mas
y hacerte amar por los que nos rodean.
Que en este año que comenzamos
que tengamos el corazón alerta,
el oído atento,
las manos y la mente activos
y que nos hallemos
siempre dispuestos a hacer la voluntad de tu Hijo Jesús.
santa maria 3 300x200 Oración a Santa María en el Año Nuevo
Han pasado tantas cosas estos años.
Ha cambiado tanto la vida
y hemos envejecido tanto por dentro…
Quisiéramos sentir más vivo y más cercano a tu Hijo.
Estamos demasiado acostumbrados a un estilo de vida.
Tu sabes, María,
que nos dejamos arrastrar por la agitación de cada día.
Tal vez por eso no nos encontramos casi nunca
con esa palabra que es vida y luz para nuestra historia.
Tú estás con nosotros
y nosotros andamos perdidos en mil cosas.
María:
Graba bien en nuestro corazón
que tú hacia nosotros sólo puedes sentir amor y ternura.
Recuérdanos, desde dentro, que tú nos aceptas
tal como somos
con nuestra mediocridad y nuestro pecado,
y que me amas incluso aunque no cambiemos.
Que a lo largo de este año nuevo
no nos alejemos mucho de ti.
Que sepamos encontrarte
en nuestros sufrimientos y nuestras alegrías.
Entonces tal vez cambiaremos
Y será un año nuevo.
Amén
HOY ES NOCHE VIEJA
Autor: P Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net
Hoy es Noche vieja
Deseo dormir en paz la última noche del año y despertar con el alma renovada para emprender la nueva jornada de este año que comienza.
Se fue un año más.
Al final del año es conveniente hacer un balance de los 365 días, para ver qué se hizo con ese año de vida. Conviene también saldar todas las deudas que se tienen con Dios y con los demás.
Quiero asomarme a la ventana de mi casa y mirar hacia atrás, hacia ese largo camino que he recorrido durante todo el año.
Si algo puedo ver, es que cada día de ese año transcurrido estuvo lleno del amor de Dios. Estoy en deuda con Él; por eso mi primera palabra al final del año es: ¡Gracias!.
Pero, al lado de tantas bondades de ese Dios, está la triste historia de la ingratitud y la mediocridad para con ese gran amigo. Por eso la segunda palabra tiene que ser: "¡Perdóname todos los errores, todas las mediocridades!. ¡Yo sé que me perdonas!"
Pero hay una tercera palabra que quiero decir: "Te pido un gran año para hacer con el una gran tarea, ayúdame a que este año que empieza sea mejor, que valga la pena vivir. Conviértelo en un gran año. Que aquello de "próspero año nuevo" no se quede en una ironía, sino en una verdad.
También quiero, al final del año, saldar cuentas con mi prójimo, quiero sacar de mi espíritu, arrancar, tirar todos los rencores, odios, resentimientos hacia mis hermanos. Quiero terminar el año bien con todos. Quiero poder decir que no tengo malos sentimientos hacia ningún ser humano.
Es hora de pedir perdón a todos los que en el camino he herido, molestado, desairado. A los que tenían derecho a esperar una respuesta y no se la di, a los que necesitaban una palabra de aliento y me quedé con ella. A los que encontré tirados en el camino de la vida, desesperados, tristes, vacíos de Dios y de ilusión, y pasé de largo porque tenía mucha prisa. Quiero pedirles perdón.
Deseo dormir en paz la última noche del año y despertar con el alma renovada para emprender la nueva jornada de este año que comienza.
Es importante recordar que este año será lo que cada uno haga con él. ¿Será el mejor o será el peor? ¿Será uno de tantos, ni bueno ni malo, sino todo lo contrario? De cada uno de nosotros depende.
Dios que te da ese año nuevo es el que más ardientemente te dice: ¡FELIZ AÑO!
Al Dios que me dio la vida, ¡gracias!.
Al Dios de mis días felices, ¡gracias!.
Al Amor de mis amores, ¡gracias!.
Puesto que al final de la vida me examinarán del amor, perdóname por no haber amado lo suficiente, y concédeme morir de amor.
lunes, 30 de diciembre de 2013
SE TERMINA EL AÑO 2013
Autor: P. Jorge Loring SJ | Fuente: Catholic.net
Se termina el año 2013
Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios.
El tiempo pasa volando. Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí.
El día de hoy podríamos considerar tres cosas:
a) El tiempo pasa.
b) La muerte se acerca.
c) La eternidad nos espera.
El tiempo pasa volando. Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí.
La muerte se acerca. Cada día que pasa estoy más cerca de ella. Es necio no querer pensar esto. Muchos de los que murieron el año pasado se creían que iban a seguir vivos en éste, pero se equivocaron. Puede que este año sea el último de nuestra vida. No es probable, pero sí posible. Debo tenerlo en cuenta. En ese momento trascendental, ¿qué querré haber hecho? ¿Qué NO querré haber hecho? Conviene hacer ahora lo que entonces me alegraré de haber hecho, y no lo que me pesará haber hecho.
La eternidad nos espera. Nos preocupamos mucho de lo terrenal que va durar muy poco. Nos preocupamos de la salud, del dinero, del éxito, de nuestra imagen, etc. Todo esto es transitorio. Lo único que va a perdurar es lo espiritual. El cuerpo se lo van a comer los gusanos. Lo único que va a quedar de nosotros es el alma espiritual e inmortal.
Con la muerte no termina la vida del hombre: se transforma, como dice el Prefacio de Difuntos. Palabras de Santo Tomás Moro sobre la morada en el cambio de destino.
Los que niegan la vida eterna es porque no les conviene. Pero negarla no es destruirla. La verdad es lo que Dios nos ha revelado.
Hoy es el momento de hacer balance. No sólo económico, sino también espiritual y moral.
Hagamos examen del año que termina.
Sin duda que habrá páginas maravillosas, que besaremos con alegría.
Pero también puede haber páginas negras que desearíamos arrancar. Pero eso ya no es posible. Lo escrito, escrito está.
Hoy abrimos un libro nuevo que tiene todas las páginas en blanco. ¿Qué vamos a escribir en él?
Que al finalizar este año que hoy comienza, podamos besar con alegría cada una de sus páginas.
Que no haya páginas negras que deseemos arrancar.
Puede que en ese libro haya cosas desagradables que no dependen de nosotros.
Lo importante es que todo lo que dependa de nosotros sea bueno.
Pidamos a Dios que dirija nuestra mano para que a fin de año podamos besar con alegría todo lo que hemos escrito.
También es el momento de examinar todas las ocasiones perdidas de hacer el bien.
Ocasiones irrecuperables. Pueden venir otras; pero las perdidas, no se recuperarán.
Finalmente, demos gracias a Dios de todo lo bueno recibido en el año que termina.
De la paciencia que Dios a tenido con nosotros.
Y de su gran misericordia.
LA VIRGEN MARÍA, LLENA DE GRACIA
LA VIRGEN MARÍA, LLENA DE GRACIA
Si tenemos frecuentemente el Nombre de María en los labios y, sobre todo, en el corazón, entonces tenemos la seguridad de que perseveraremos en el bien y la justicia y al fin alcanzaremos la salvación eterna. Porque el que se olvida de María, muy pronto caerá en las tinieblas del pecado y será presa de los demonios. ¡Ay de nosotros si perdemos la devoción a María! Estaremos perdidos. Por eso siempre hay que avivar el amor que tenemos a esta augusta Doncella, que es nuestra Madre dulcísima y que está constantemente a nuestro lado para ayudarnos en todo trance y contra las fuerzas del Infierno. Siempre, junto al Nombre de Jesús, debemos pronunciar también el Nombre de María, terror de los demonios y causa de alegría espiritual para quienes lo pronuncian con fe y amor. ¿Quién nos podrá arrebatar de las manos de María? Nada ni nadie, porque María es todopoderosa por gracia de Dios, que le ha conferido todo su poder para que Ella defienda a los que les son fieles y devotos y salve a los hombres del Maligno. Aumentar la devoción a María es trabajar por la santidad propia y de los demás. Invitemos a confiar en la Virgen y llenaremos de esperanza a las almas desesperadas.
INVOCAR A LA VIRGEN MARÍA
INVOCAR A LA VIRGEN MARÍA
Así como el cuerpo necesita de la respiración para vivir, así también el alma necesita invocar a María para vivir, es decir, para conservar o recuperar la gracia de Dios. Que nunca se nos caiga de los labios el Nombre santo de María, porque ante el sonido de ese nombre, los demonios tiemblan de espanto y nosotros sentimos una dulzura al pronunciarlo, que inunda todo nuestro ser, y con solo decirlo frecuentemente ya nos dan ganas de ser cada vez más buenos, porque nadie que pronuncie el Nombre de María con fe y confianza, es abandonado de Ella, y seguramente se salvará. Si todavía no nos hemos consagrado a la Virgen, es tiempo de que lo hagamos, porque así Ella se entregará completamente a nosotros y nosotros completamente a Ella, y así seremos felices porque nos haremos dueños del tesoro más grande que posee Dios: la Santísima Virgen María. Así como los niños llaman a la mamá en el momento del peligro, así también nosotros debemos invocar y llamar a nuestra Mamá del Cielo, a María, para que nos defienda y proteja en todo peligro.
EN ESTE MUNDO
EN ESTE MUNDO
En este mundo terreno los hombres buscamos conservar cuidadosamente nuestros bienes materiales que nos han costado sudor y trabajo el conseguirlos. Por eso tienen éxito las compañías de seguro que, por una pequeña cuota nos protegen por posibles desgracias como incendios, robos, etc. Y si eso hacemos con las cosas materiales, para protegerlas, mucho más debemos hacerlo con las cosas espirituales, y entre ellas la mayor es la Gracia de Dios en nuestra alma, que debemos cuidar y tratar de asegurarla contra todo riesgo. ¿Cómo haremos, puesto que los demonios son astutísimos y tenemos enemigos por todas partes?
Hay un seguro contra todo riesgo que nos ha dado el mismo Dios por su amor infinito hacia nosotros. Este seguro es María Santísima. Si nos encomendamos a Ella y le damos todo lo que tenemos, absolutamente todo, Ella nos lo cuidará y estaremos a salvo para siempre. ¿Y hay que pagar mucho dinero para obtener esta protección? dirá alguno. Esto no se compra con dinero sino con amor, es decir, con tierna devoción a María, con invocarla constantemente y tener su Nombre santísimo en los labios y vivir en su presencia.
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