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sábado, 24 de mayo de 2014
MARÍA AUXILIADORA, ADVOCACIÓN MARIANA, 24 DE MAYO
Autor: . | Fuente: EWTN.com
María Auxiliadora
Advocación Mariana, Mayo 24
Historia de la devoción a
María Auxiliadora en la Iglesia Antigua.
Los cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto, Antioquía, Efeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el nombre de Auxiliadora, que en su idioma, el griego, se dice con la palabra "Boetéia", que significa "La que trae auxilios venidos del cielo". Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama "Auxilio potentísimo" de los seguidores de Cristo. Los dos títulos que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto) son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotocos y Boetéia). En el año 476 el gran orador Proclo decía: "La Madre de Dios es nuestra Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto". San Sabas de Cesarea en el año 532 llama a la Virgen "Auxiliadora de los que sufren" y narra el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra Señora recuperó la salud y que aquella imagen de la "Auxiliadora de los enfermos" se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo.
El gran poeta griego Romano Melone, año 518, llama a María "Auxiliadora de los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que somos débiles" e insiste en que recemos para que Ella sea también "Auxiliadora de los que gobiernan" y así cumplamos lo que dijo Cristo: "Dad al gobernante lo que es del gobernante" y lo que dijo Jeremías: "Orad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien". En las iglesias de las naciones de Asia Menor la fiesta de María Auxiliadora se celebra el 1º de octubre, desde antes del año mil (En Europa y América se celebre el 24 de mayo). San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén dijo en el año 560: "María es Auxiliadora de los que están en la tierra y la alegría de los que ya están en el cielo". San Juan Damasceno, famoso predicador, año 749, es el primero en propagar esta jaculatoria: "María Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte".
San Germán, Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un sermón: "Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda".
La batalla de Lepanto.
En el siglo XVI, los mahometanos estaban invadiendo a Europa. En ese tiempo no había la tolerancia de unas religiones para con las otras. Y ellos a donde llegaban imponían a la fuerza su religión y destruían todo lo que fuera cristiano. Cada año invadían nuevos territorios de los católicos, llenando de muerte y de destrucción todo lo que ocupaban y ya estaban amenazando con invadir a la misma Roma. Fue entonces cuando el Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen María convocó a los Príncipes Católicos para que salieran a defender a sus colegas de religión. Pronto se formó un buen ejército y se fueron en busca del enemigo. El 7 de octubre de 1572, se encontraron los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo de Lepanto. Los mahometanos tenían 282 barcos y 88,000 soldados. Los cristianos eran inferiores en número. Antes de empezar la batalla, los soldados cristianos se confesaron, oyeron la Santa Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y entonaron un canto a la Madre de Dios. Terminados estos actos se lanzaron como un huracán en busca del ejército contrario. Al principio la batalla era desfavorable para los cristianos, pues el viento corría en dirección opuesta a la que ellos llevaban, y detenían sus barcos que eran todos barcos de vela o sea movidos por el viento. Pero luego - de manera admirable - el viento cambió de rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas. Entonces nuestros soldados dieron una carga tremenda y en poco rato derrotaron por completo a sus adversarios. Es de notar, que mientras la batalla se llevaba a cabo, el Papa Pío V, con una gran multitud de fieles recorría las calles de Roma rezando el Santo Rosario.
En agradecimiento de tan espléndida victoria San Pío V mandó que en adelante cada año se celebrara el siete de octubre, la fiesta del Santo Rosario, y que en las letanías se rezara siempre esta oración: MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, RUEGA POR NOSOTROS.
El Papa y Napoleón.
El siglo pasado sucedió un hecho bien lastimoso: El emperador Napoleón llevado por la ambición y el orgullo se atrevió a poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años llevaba en prisión el Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de obtener la libertad, pues el emperador era el más poderoso gobernante de ese entonces. Hasta los reyes temblaban en su presencia, y su ejército era siempre el vencedor en las batallas. El Sumo Pontífice hizo entonces una promesa: "Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica". Y muy pronto vino lo inesperado. Napoleón que había dicho: "Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de mis soldados", vio con desilusión que, en los friísimos campos de Rusia, a donde había ido a batallar, el frío helaba las manos de sus soldados, y el fusil se les iba cayendo, y él que había ido deslumbrante, con su famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y maltrechos hombres. Y al volver se encontró con que sus adversarios le habían preparado un fuerte ejército, el cual lo atacó y le proporcionó total derrota. Fue luego expulsado de su país y el que antes se atrevió a aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste prisión el resto de su vida. El Papa pudo entonces volver a su sede pontificia y el 24 de mayo de 1814 regresó triunfante a la ciudad de Roma. En memoria de este noble favor de la Virgen María, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de mayo se celebrara en Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a la madre de Dios.
San Juan Bosco y María Auxiliadora.
El 9 de junio de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora. La historia de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios. su constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de agosto de 1815, de padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre. Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna. La Sma. Virgen se le había aparecido en sueños mandándole que adquiriera "ciencia y paciencia", porque Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.
Empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica. El santo solía repetir: "Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen". Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que ésta devoción ha llegado a ser una de las más populares.
San Juan Bosco decía: "Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros" y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: "María Auxiliadora, rogad por nosotros". El decía que los que dicen muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores del cielo.
ORACIONES A MARÍA AUXILIADORA
Oración a María Auxiliadora
(Compuesta por San Juan Bosco)
¡Oh María Virgen poderosa! Tú, la grande e ilustre defensora de la Iglesia; Tú, Auxiliadora del pueblo cristiano; Tú, terrible como un ejército en orden de batalla; Tú, que sola destruyes los errores del mundo, defiéndenos en nuestras angustias, auxílianos en nuestras luchas, socórrenos en nuestras necesidades, y en la hora de la muerte, recíbenos en el eterno gozo. Amén
Oración a María Auxiliadora
Santísima Virgen, Madre de Dios, yo aunque indigno pecador postrado a vuestros pies en presencia de Dios omnipotente os ofrezco este mi corazón con todos sus afectos. A vos lo consagro y quiero que sea siempre vuestro y de vuestro hijo Jesús. Aceptad esta humilde oferta vos que siempre habéis sido la auxiliadora del pueblo cristiano. Oh María, refugio de los atribulados, consuelo de los afligidos, ten compasión de la pena que tanto me aflige, del apuro extremo en que me encuentro. Reina de los cielos, en vuestras manos pongo mi causa. Se bien que en los casos desesperados se muestra más potente vuestra misericordia y nada puede resistir a vuestro poder. Alcanzadme Madre mía la gracia que os pido si es del agrado de mi Dios y Señor. Amén.
Oración a María Auxiliadora
Enséñame, Oh María Auxiliadora, a ser dulce y bueno en todos los acontecimientos de mi vida; en los desengaños, en el descuido de otros, en la falta de sinceridad de aquellos en quienes creí, en la deslealtad de aquellos en quienes confié.
Ayúdame a olvidarme de mí mismo para pensar en la felicidad de otros; a ocultar mis pequeños sufrimientos de tal modo que sea yo el único que los padezca.
Enséñame a sacar provecho de ellos, a usarlos de tal modo que me suavicen, no me endurezcan ni me amarguen; que me hagan paciente y no irritable; que me hagan amplio en mi clemencia y no estrecho y despótico. Que nadie sea menos bueno, menos sincero, menos amable, menos noble, menos santo por haber sido mi compañero de viaje en el camino hacia la vida eterna. Amén.
Bajo tu amparo nos refugiamos Santa Madre de Dios, no desatiendas las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo mal y peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén
viernes, 23 de mayo de 2014
LOS ROMANOS PONTÍFICES Y EL SANTO ROSARIO
Los Romanos Pontífices y el Rosario.
2. A esta oración le han atribuido gran importancia muchos de mis predecesores. Un mérito particular a este respecto corresponde a León XIII que, el 1 de septiembre de 1883, promulgó la Encíclica Supremi apostolatus officio,(3) importante declaración con la cual inauguró otras muchas intervenciones sobre esta oración, indicándola como instrumento espiritual eficaz ante los males de la sociedad. Entre los Papas más recientes que, en la época conciliar, se han distinguido por la promoción del Rosario, deseo recordar al beato Juan XXIII(4) y, sobre todo, a Pablo VI, que en la Exhortación apostólica Marialis cultus, en consonancia con la inspiración del Concilio Vaticano II, subrayó el carácter evangélico del Rosario y su orientación cristológica.
Yo mismo, después, no he dejado pasar ocasión de exhortar a rezar con frecuencia el Rosario. Esta oración ha tenido un puesto importante en mi vida espiritual desde mis años jóvenes. Me lo ha recordado mucho mi reciente viaje a Polonia, especialmente la visita al santuario de Kalwaria. El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo. Hace veinticuatro años, el 29 de octubre de 1978, dos semanas después de la elección a la Sede de Pedro, como abriendo mi alma, me expresé así: «El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. [...] Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, un comentario-oración sobre el último capítulo de la Constitución Lumen gentium del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En efecto, con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo.
El Rosario en su conjunto consta de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, y nos ponen en comunión vital con Jesús a través -podríamos decir- del Corazón de su Madre. Al mismo tiempo, nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevamos más en el corazón. De este modo, la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana».(5)
Con estas palabras, mis queridos hermanos y hermanas, introducía mi primer año de Pontificado en el ritmo cotidiano del Rosario. Hoy, al inicio del vigésimo quinto año de servicio como Sucesor de Pedro, quiero hacer lo mismo. ¡Cuántas gracias he recibido de la Santísima Virgen a través del Rosario en estos años: Magníficat anima mea Dominum! Deseo elevar mi agradecimiento al Señor con las palabras de su Madre Santísima, bajo cuya protección he puesto mi ministerio petrino: Totus tuus!
Autor: S.S. Juan Pablo II | Fuente: Catholic.net
Juan Pablo II. Rosarium Virginis Mariae
Carta apostólica sobre el Santo Rosario 16 octubre 2002.
ORACIÓN POR NUESTROS ABUELOS
ORACIÓN POR LOS ABUELOS
El Papa Benedicto XVI nos invita a rezar en familia esta oración por los adultos mayores.
Señor Jesús, tu naciste de la Virgen María,
hija de San Joaquín y Santa Ana.
Mira con amor a los abuelos de todo el mundo.
¡Protégelos! son una fuente de enriquecimiento
para las familias, para la Iglesia
y para toda la sociedad.
¡Sostenlos! Que cuando evejezcan
sigan siendo para sus familias
pilares fuertes de la fe evangélica,
custodios de los nobles ideales, hogareños,
tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas
haz que sean maestros de sabiduría y valentía
que transmitan a generaciones futuras los frutos
de su madura experiencia humana y espiritual.
Señor Jesús, ayuda a las familias y a la sociedad
a valorar la presencia y el papel de los abuelos.
Que jamás sean ignorados o excluidos,
sino que encuentren respeto y amor.
Ayúdales a vivir serenamente
y a sentirse acogidos durante todos los años
de vida que les concedas.
María, Madre de todos los vivientes,
cuida constantemente a todos los abuelos,
acompáñalos durante su peregrinación terrena
y con tus oraciones obten que todas las familias
se reúnan un día en nuestra patria celestial,
dónde esperas a toda la humanidad
para el gran abrazo de la vida sin fin.
Amén
LA VIRGEN MARÍA, ES MI MADRE Y MI MAESTRA
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
María, eres mi madre y mi maestra
Es María Santísima quien me abre la puerta del Corazón de Jesús, quien me enseña a amarlo.
¡Oh, María, no sólo eres mi madre, sino también mi maestra, y quiero ser una obra maestra en tus manos! Alfarera divina, estoy ante ti como un cantarillo roto, pero con mi mismo barro puedes hacer otro a tu gusto. ¡Hazlo! Toma mi barro, el barro de mis dificultades, de mis problemas, de mis defectos, de mis pecados. Toma ese barro, ese barro que se ha deshecho tantas veces por obra de Satanás, del mundo, de las tentaciones, de la carne, y construye otro cantarillo nuevo, mejor que el del principio. Quiero ser santo en tu escuela, María; quiero ser un gran sacerdote en tu escuela, quiero ser un gran apóstol en tu escuela, María de Nazaret.
Quiero, en la escuela de María de Nazaret, aprender el arte de vivir. Maestra, sobre todo, del amor a Jesús. Si en algo ella ha sido maestra, ha sido en el amor. Por eso, si es el amor el que nos va a salvar, el único que nos va a salvar, nos importa ir a esa escuela donde hay una maestra sublime, excelsa, en el arte, precisamente, de amar. Ninguna criatura ha amado tanto, y tan bien como María, a Dios. Ninguna criatura ha amado y ama a los hombres como Ella, porque es su Madre. Por tanto, Ella es la persona que mejor nos puede enseñar a nosotros a amar.
Se es fiel, sólo por amor. Se es auténticamente feliz, sólo en el amor. Se es idéntico, sólo amando. Si esto es verdad, la gran fuerza, la única fuerza, capaz de arrancarnos de nuestro egoísmo y lanzarnos hacia Dios y hacia nuestros hermanos, es el amor. Pues bien, María de Nazaret tiene una escuela de amor. Es una maestra insigne, y a nosotros, sus hijos predilectos, nadie mejor que Ella nos puede enseñar el amor.
María, se ha dicho, es el camino más corto y más hermoso para llegar a Jesús. El camino más fácil para conocer al Hijo es el corazón de su Madre. Yo tendré un santo orgullo en decir que fue María Santísima quien me abrió la puerta del Corazón de Jesús. Quien me enseñó a amarlo.
Decía San Pablo, también, "¿Quién me arrancará del amor a Cristo?" Yo quiero decir lo mismo, pero añadir también estas palabras: “¿Quién me arrancará del amor a mi Madre?.” Un santo decía:” "Creo en mi nada unida a Cristo". Yo también quiero decirlo: “Creo en mi nada unida a Cristo.” Pero también quiero decir: "creo en mi nada unida a María Santísima".
LA PRESENCIA DE LA VIRGEN MARÍA EN LA ORACIÓN DE LOS APÓSTOLES
Autor: P. Francisco Armengol, L.C | Fuente: www.la-oracion.com
La presencia de María en la oración de los apóstoles
El Santo Padre comienza un nuevo capítulo de catequesis sobre la oración. Deja atrás los Evangelios y ahora se centrará en los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de San Pablo.
El Santo Padre comienza un nuevo capítulo de catequesis sobre la oración. Deja atrás los Evangelios y ahora se centrará en los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de San Pablo. La primera sesión va dedicada a la Virgen María y su presencia orante en el grupo de los discípulos que fueron la primera Iglesia naciente. Después de la Ascensión a los cielos, María y los discípulos estaban en el Cenáculo a la espera del Espíritu Santo, en un clima de oración.
Esta presencia de María con los discípulos nos da dos enseñanzas para nuestra vida de oración:
1. Debemos abrir las dimensiones de nuestra oración, es decir, no sólo rezar por nuestras intenciones, nuestros problemas, nuestros deseos, etc., sino abrirse a la dimensión comunitaria, rezar con las demás personas "con un solo corazón, una sola alma"
2. El hecho de que María esté presente en este momento decisivo de la historia de la Iglesia nos ayuda a descubrir también esa presencia materna en los momentos decisivos de cada una de nuestras vidas.
jueves, 22 de mayo de 2014
CANTAR A LA VIRGEN MARÍA
Cantar a María
Padre Fernando Pascual L.C.
Cantar a María es una manera íntima, humana, muy nuestra, de cantar a Dios. Es reconocer que la Redención ha sido completa en nuestra Madre. Es celebrar que Ella, en cierto modo, nos representa ante el Dios amante de la vida, redentor del hombre y de la historia.
Cantar a María es mirar al mundo con ojos distintos. Porque la santidad divina purificó completamente una existencia humana. Porque el sí de la creatura fue genuino y alegre. Porque el Amor encontró en una joven de Nazaret su morada. Porque no faltó el vino en Caná y empezaron, para todo el mundo, las bodas del Cordero.
Cantar a María es reconocer la grandeza de Dios. Porque mira al humilde, porque acoge al débil, porque rechaza al soberbio, porque salva al pecador arrepentido. Porque quiso ser Niño, porque quiso tener Madre humana, porque empezó a ser Hermano nuestro. Porque tuvo necesidad de alguien que sufriese, como Mujer, como Mediadora, al lado de la cruz.
Cantar a María es aprender a ser como niños. Porque necesitamos la paz de su mirada, el calor de su compañía, la ternura de su afecto, la alegría de su sí al Padre. Porque queremos ser creyentes como Ella, porque necesitamos fiarnos de Dios, porque no nos resulta fácil caminar en las tinieblas, porque necesitamos ayuda para escuchar la voz del Espíritu.
Cantar a María es parte de nuestro caminar cristiano. No hay Hijo sin la Madre. Jesús la quiso, y, en Ella, nos quiso a todos. También a quien lucha contra el egoísmo, a quien siente difícil la pureza, a quien piensa que es imposible el amor al enemigo. También a quien se levanta, una y mil veces, tras la caída, para pedir perdón a Dios (un Dios presente a través del sacerdote que repite lo que diría el Hijo: te perdono).
Cantar a María es decir, simplemente, desde el corazón, un gracias a Dios. Porque en su Madre nos ha amado con locura. Porque venció así nuestro pecado. Porque nos abrió el cielo, donde está Ella esperándonos. Porque nos quiere pequeños, débiles, pero seguros: no hay miedo junto a la Madre. Sólo hay esperanza, alegría y amor sincero.
HOY VOY A HABLAR CONTIGO DE ELLA, DE TU MADRE, DE MI MADRE
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net Hoy voy a hablar contigo de Ella, de tu Madre, de mi Madre | |
Es mayo, Señor, y la Iglesia que tu fundaste le ha dedicado este mes a María. Señor, Jesús, gracias porque tu Madre es mi Madre. | |
Es mayo, Señor, y la Iglesia que tu fundaste le ha dedicado este mes a María. Vengo ante ti, la Capilla está vacía y en este silencio y soledad encuentro el momento propicio para hablar un rato contigo... podemos hablar de muchas cosas.... y traigo en el alma tantas penas, tantas preocupaciones, tantos desvelos, todos encerrados en mi "pequeño mundo", pero no. Hoy no te voy a hablar de mi, tu me conoces, tu lo sabes todo, Señor.. Hoy voy a hablar contigo de Ella, de tu Madre, de mi Madre, porque tu me la diste, me la entregaste desde la Cruz donde ya estabas a punto de morir. Los brazos de María son los primeros que te arroparon allá, en una noche fría pero la más bella y buena de todas las noches y así empezaste a conocer lo que es el amor y el calor de una madre. Después atravesaste montañas y pueblos, siempre arropado en los brazos de una mujer, tu madre, que con el corazón de latir asustado, huía a otras tierras para proteger tu vida. Tiempo después la vuelta y la vida tranquila, sencilla y humilde en la aldea de Nazaret... ¿Te acuerdas, Jesús del pozo donde la acompañabas a buscar el agua? ¿Te acuerdas de sus risas, de la mirada de sus ojos dulces y hermosos, desbordada de amor e infinita ternura?...¡Qué bonitos días, cuánta paz, cuánto amor!. Tu crecías.... te estabas convirtiendo en un jovencito y Ella siempre a tu lado. Fuieste con tu "padre" y Ella a Jerusalém, entraste en el Templo y por aquel "misterioso mandato" te quedaste a participar en las discusiones de los grandes pensadores... y te dolía el corazón porque sabías del dolor de "esos dos seres" tan amados al vivir la zozobra de tu ausencia.... pero es que ya estabas empezando a cumplir tu misión... Después volviste con "ellos" y ¡qué años tan inolvidables y hermosos! ¡Qué unión, qué felicidad, qué hogar tan pleno de armonía y de amor!. Cuántas veces la mirarías en el quehacer de las labores en la humilde casa, a la hora de estar reunidos en la comida, en la oración, desbordándose tu amor de hijo en aquella dulce y tierna mujer, sencilla pero con dignidad de reina, alegre y dispuesta... ¡cuánto te quería, cuánto la amabas... ¿Te acuerdas Jesús? Y un día la viste llorar... José, "tu padre" había muerto, Ella lo amaba mucho y lloraba...y tus brazos la rodearon y Ella apoyando su cabeza en tu pecho encontró, a pesar de su dolor, la paz. El tiempo pasó y llegó el día...Día en que habías de "saber decir adiós" y tenías un nudo en la garganta pero la viste a Ella con el brillo de las lágrimas en los ojos, pero serena, otra vez "el fiat" en su corazón, esclava a la voluntad de Dios, pero con la dignidad de reina y señora despedirte con el más fuerte y amoroso de los abrazos, de unos brazos que tal vez no te volverían a envolver y apretar contra su corazón hasta que te entregaran en ellos después de bajarte de la cruz...¡qué despedida, Jesús, qué despedida!. Así los dos nos enseñasteis a "saber decir adiós." Seguro que alguna vez regresaste para verla y estar con Ella pero... tu Misión había comenzado y ya no "eras suyo". Después tu subiste al Calvario y Ella lo subió contigo para estar al pie de la cruz. ¡Jesús, si habías tenido todos los más crueles sufrimientos que un hombre puede tener, creo que ninguno pudo atormentar tu corazón como el volverla a ver en aquellos momentos! y nos la diste por Madre para que sus brazos, ya sin ti, pudieran abrazar a toda la Humanidad y en ella, a mí!. ¡Gracias, Jesús!. ¡Aleluya, Aleluya!. Otra vez Tu y Ella abrazados. ¡Madre querida, aquí estoy, he resucitado! ¿Te acuerdas, Jesús?. ¡No hubo una mañana más hermosa para Ti y para Ella!. Y después el tiempo pasó...y un día, un día muy especial, Ella subió al cielo para estar contigo, con San José, con los Santos y los ángeles en la infinita y gloriosa presencia de Dios. Estamos en el mes de mayo, Jesús, y hemos hecho un pequeño recuerdo de esa gran mujer, ejemplo de todas las madres del mundo: Estrella de la mañana, Reina de los ángeles, Virgen fiel, Virgen misericordiosa, Puerta del Cielo, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Reina de la Paz.... Señor, Jesús, gracias porque tu Madre es mi Madre. Santa María, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. También en este mes festejamos el Día de la Madre. Las que partieron y nos siguen amando desde el Cielo y las que todavía están con nosotros sabemos que no hay un amor como ese amor, que es el que más se asemeja al de nuestro Padre Dios, pues lo da todo sin pedir nada a cambio, tal vez, si, una sola cosa, al igual que el Señor..... ¡que las amemos!. |
miércoles, 21 de mayo de 2014
LAS VIRTUDES DE LA VIRGEN MARÍA
Las Virtudes de María
Amor de María al Prójimo
San Alfonso María de Ligorio
El amor a Dios y al prójimo se contienen en el mismo precepto. "Este mandato hemos recibido del Señor: que quien ame a Dios ame también a su hermano" (1Jn 4,21). La razón es, como dice santo Tomás, porque quien ama a Dios ama todas las cosas que son amadas por Dios. Santa Catalina de Siena le decía un día a Dios: Señor, tu quieres que yo ame al prójimo, y yo no sé amarte más que a ti. Y Dios al punto le respondió: El que me ama, ama todas las cosas amadas por mí. Mas como no hubo ni habrá quien haya amado a Dios como María, así no ha existido ni existirá quien ame al prójimo más que María. El P. Cornelio a Lápide, comentando el pasaje que dice: "Se ha hecho el rey Salomón un palanquín de madera en el Líbano" (Ct 3,9), dice que éste fue el seno de María, en el que habitando el Verbo encarnado llenó a la Madre de caridad para que ayudase a quien a ella acude.
María, viviendo en la tierra, estuvo tan llena de caridad que socorría las necesidades sin que se lo pidiesen, como hizo precisamente en las bodas de Caná cuando pidió al Hijo el milagro del vino exponiéndole la aflicción de aquella familia. "No tienen vino" (Jn 2,3). ¡Qué prisa se daba cuando se trataba de socorrer al prójimo! Cuando fue para cumplir oficios de caridad a casa de Isabel, "se dirigió a la montaña rápidamente" (Lc 1,39). No pudo demostrar de forma más grandiosa su caridad que ofreciendo a su Hijo por nuestra salvación. Así dice san Buenaventura: De tal manera amó María al mundo que le entregó a su Hijo unigénito. Le dice san Anselmo: ¡Oh bendita entre las mujeres que vences a los ángeles en pureza y superas a los santos en compasión! Y ahora que está en el cielo, dice san Buenaventura, este amor de María no nos falta de ninguna manera, sino que se ha acrecentado porque ahora ve mejor las miserias de los hombres. Por lo que escribe el santo: Muy grande fue la misericordia de María hacia los necesitados cuando estaba en el mundo, pero mucho mayor es ahora que reina en el cielo. Dijo el ángel a santa Brígida que no hay quien pida gracias y no las reciba por la caridad de la Virgen. ¡Pobres si María no rogara por nosotros! Dijo Jesús a esa santa: Si no intervinieran las preces de mi Madre, no habría esperanza de misericordia.
"Bienaventurado el hombre que me escucha velando ante mi puerta cada día, guardando las jambas de mi entrada" (Pr 8,34). Bienaventurado, dice María, el que escucha mis enseñanzas y observa mi caridad para usarla después con los otros por imitarme. Dice san Gregorio Nacianceno que no hay nada mejor para conquistar el afecto de María que el tener caridad con nuestro prójimo. Por lo cual, como exhorta Dios: "Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso" (Lc 4,36), así ahora pareciera que María dice a todos sus hijos: "Sed misericordiosos como vuestra Madre es misericordiosa". Y ciertamente que conforme a la caridad que tengamos con nuestro prójimo, Dios y María la tendrán con nosotros. "Dad y se os dará. Con la misma medida que midáis, se os medirá a vosotros" (Lc 6,36). Decía san Metodio: "Dale al pobre y recibe el paraíso". Porque, escribe el apóstol, la caridad con el prójimo nos hace felices en esta vida y en la otra: "La piedad es provechosa para todo, pues tiene la promesa de la vida para la presente y de la futura" (1Tm 4,8). San Juan Crisóstomo, comentando aquellas palabras: "Quien se compadece del pobre da prestado al Señor" (Pr 19,17), dice que quien socorre a los necesitados hace que Dios se le convierta en deudor: Si has prestado a Dios lo has convertido en tu deudor.
Madre de misericordia, tú que estás llena de caridad para con todos, no te olvides de mis miserias. Tú ya lo sabes. Encomiéndame al Dios que nada te niega. Obtenme la gracia de poderte imitar en el santo amor, tanto para con Dios como para con el prójimo. Amén.
Amor de María al Prójimo
San Alfonso María de Ligorio
El amor a Dios y al prójimo se contienen en el mismo precepto. "Este mandato hemos recibido del Señor: que quien ame a Dios ame también a su hermano" (1Jn 4,21). La razón es, como dice santo Tomás, porque quien ama a Dios ama todas las cosas que son amadas por Dios. Santa Catalina de Siena le decía un día a Dios: Señor, tu quieres que yo ame al prójimo, y yo no sé amarte más que a ti. Y Dios al punto le respondió: El que me ama, ama todas las cosas amadas por mí. Mas como no hubo ni habrá quien haya amado a Dios como María, así no ha existido ni existirá quien ame al prójimo más que María. El P. Cornelio a Lápide, comentando el pasaje que dice: "Se ha hecho el rey Salomón un palanquín de madera en el Líbano" (Ct 3,9), dice que éste fue el seno de María, en el que habitando el Verbo encarnado llenó a la Madre de caridad para que ayudase a quien a ella acude.
María, viviendo en la tierra, estuvo tan llena de caridad que socorría las necesidades sin que se lo pidiesen, como hizo precisamente en las bodas de Caná cuando pidió al Hijo el milagro del vino exponiéndole la aflicción de aquella familia. "No tienen vino" (Jn 2,3). ¡Qué prisa se daba cuando se trataba de socorrer al prójimo! Cuando fue para cumplir oficios de caridad a casa de Isabel, "se dirigió a la montaña rápidamente" (Lc 1,39). No pudo demostrar de forma más grandiosa su caridad que ofreciendo a su Hijo por nuestra salvación. Así dice san Buenaventura: De tal manera amó María al mundo que le entregó a su Hijo unigénito. Le dice san Anselmo: ¡Oh bendita entre las mujeres que vences a los ángeles en pureza y superas a los santos en compasión! Y ahora que está en el cielo, dice san Buenaventura, este amor de María no nos falta de ninguna manera, sino que se ha acrecentado porque ahora ve mejor las miserias de los hombres. Por lo que escribe el santo: Muy grande fue la misericordia de María hacia los necesitados cuando estaba en el mundo, pero mucho mayor es ahora que reina en el cielo. Dijo el ángel a santa Brígida que no hay quien pida gracias y no las reciba por la caridad de la Virgen. ¡Pobres si María no rogara por nosotros! Dijo Jesús a esa santa: Si no intervinieran las preces de mi Madre, no habría esperanza de misericordia.
"Bienaventurado el hombre que me escucha velando ante mi puerta cada día, guardando las jambas de mi entrada" (Pr 8,34). Bienaventurado, dice María, el que escucha mis enseñanzas y observa mi caridad para usarla después con los otros por imitarme. Dice san Gregorio Nacianceno que no hay nada mejor para conquistar el afecto de María que el tener caridad con nuestro prójimo. Por lo cual, como exhorta Dios: "Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso" (Lc 4,36), así ahora pareciera que María dice a todos sus hijos: "Sed misericordiosos como vuestra Madre es misericordiosa". Y ciertamente que conforme a la caridad que tengamos con nuestro prójimo, Dios y María la tendrán con nosotros. "Dad y se os dará. Con la misma medida que midáis, se os medirá a vosotros" (Lc 6,36). Decía san Metodio: "Dale al pobre y recibe el paraíso". Porque, escribe el apóstol, la caridad con el prójimo nos hace felices en esta vida y en la otra: "La piedad es provechosa para todo, pues tiene la promesa de la vida para la presente y de la futura" (1Tm 4,8). San Juan Crisóstomo, comentando aquellas palabras: "Quien se compadece del pobre da prestado al Señor" (Pr 19,17), dice que quien socorre a los necesitados hace que Dios se le convierta en deudor: Si has prestado a Dios lo has convertido en tu deudor.
Madre de misericordia, tú que estás llena de caridad para con todos, no te olvides de mis miserias. Tú ya lo sabes. Encomiéndame al Dios que nada te niega. Obtenme la gracia de poderte imitar en el santo amor, tanto para con Dios como para con el prójimo. Amén.
LA VIRGEN MARÍA EN EL DESIGNIO DE SALVACIÓN
María en el designio de salvación
Padre Armando Bander O.P
En tiempos pasados se intentaba explicar la asociación de María a Cristo partiendo de María misma, es decir, del amor con que vivió siempre estrechamente unida a su Hijo en todos los pasos que éste dio para salvar al mundo, desde la Encarnación hasta la Resurrección-ascensión, sin interrumpir tampoco esa unión, antes bien consumándola, en la gloria celeste.
Pero, manteniendo la realidad de esta unión, la teología actual, de acuerdo con lo dicho hace un instante, considera el tema de la asociación de María a Cristo desde Dios mismo. No se trata sólo de que María, por iniciativa propia y a impulso de su inminente caridad, se haya unido al Hijo, sino de que un especial designio divino la unió indisolublemente con este Hijo: con su persona y con su obra. Por lo cual sí María no hace acto de presencia, es imposible comprender en su integridad el misterio de la persona y de la obra del Hijo.
Es decir, detrás de la llamada “cuestión mariana” está un problema cristológico, así como, análogamente, detrás de lo cristológico está lo teologal o la comprensión del misterio de Dios en sí. Y esto es precisamente, lo que da a María un puesto absolutamente singular. Detrás de María está Cristo y detrás de Cristo está el Padre. Esta conexión de los misterios hace que la mariología sea, en el fondo, una parte de la cristología, algo así como la cristología es una parte de la “teología” o del tratado de Dios en sí.
Jesús es Hijo del Padre eterno, pero también de la Madre terrena y realiza la redención precisamente a través de los misterios que se cumplen en la humanidad recibida de la Madre. La redención es obra del Hijo que el Padre envió en la plenitud de los tiempos, haciéndolo nacer de mujer para que, así, nos comunicase la gracia de la filiación adoptiva (Gal 4, 4-5).
Esta presencia de la mujer –de María- en el designio de salvación, no es solo una condición previa, sino un perenne punto de referencia de toda la obra de Cristo. Cristo actúa siempre como Hijo del Padre y como Hijo de la Madre, y esta “filialidad” es un elemento integrante de la redención la cual, por tanto, quedaría mutilada, si se prescindiese de la presencia de María.
…
Sin referencia a María, no se puede comprender el contenido del reino que Cristo vino a establecer, ni la redención que nos trajo para entrar en este reino…
Esta Madre no se introduce ella misma en el designio salvífico –esto supera las posibilidades de toda creatura- sino que es introducida por Dios; y esto precisamente da a su presencia el sumo valor, porque es Dios quien la coloca en todos sus caminos. Seria una contradicción buscar a Dios y luego no aceptar los caminos concretos e históricos que El mismo señaló para que los hombres puedan encontrarlo en plenitud.
La presencia de María se ordena siempre a algo superior a Ella; tiene la finalidad concreta de hacernos comprender el valor salvífico de todos los misterios de Cristo, empezando por la encarnación. Y esto es bien importante, porque muchas de las modernas cristologías reducen la obra de la redención casi únicamente a los acontecimientos que tuvieron lugar en la última semana de la vida de Jesús, añadiendo como mucho su misterio de predicador o de profeta. Supuesto que Jesús realiza la obra de la redención en cuanto Hijo, el hecho mismo de nacer de Mujer tiene una importancia decisiva en orden a comprender el contenido de la salvación que El trajo.
INSTRUCCIONES PARA VIVIR EN LA TIERRA
Instrucciones para vivir en la tierra
Recuerdo que antes que yo naciera, estaba preocupado porque no
conocía el mundo al que llegaría.
Entonces le pedí a Dios instrucciones para vivir en esta tierra.
Dios acercó su voz a mi oído y me dijo:
Sé como el sol. Levántate temprano y no te acuestes tarde.
Sé como la luna. Brilla en la oscuridad, pero sométete a la luz
mayor.
Sé como los pájaros. Come, canta, bebe y vuela.
Sé como las flores. Enamoradas del sol, pero fieles a sus raíces.
Sé como el buen perro. Obediente, pero nada más a su Señor.
Sé como la fruta. Bella por fuera, saludable por dentro.
Sé como el día. Que llega y se retira sin alardes.
Sé como el oasis. Da tu agua al sediento.
Sé como el río. Siempre hacia adelante.
Sé como la luciérnaga. Aunque pequeña, emite su propia luz.
Sé como el agua. Buena y transparente.
Sé como José. Cree en tus sueños.
Sé como Lázaro. Levántate y anda.
Y sobre todas las cosas, Sé como el cielo: la morada de Dios.
Señor, no permitas que me quede donde estoy. Ayúdame a llegar donde Tú quieres.
Recuerdo que antes que yo naciera, estaba preocupado porque no
conocía el mundo al que llegaría.
Entonces le pedí a Dios instrucciones para vivir en esta tierra.
Dios acercó su voz a mi oído y me dijo:
Sé como el sol. Levántate temprano y no te acuestes tarde.
Sé como la luna. Brilla en la oscuridad, pero sométete a la luz
mayor.
Sé como los pájaros. Come, canta, bebe y vuela.
Sé como las flores. Enamoradas del sol, pero fieles a sus raíces.
Sé como el buen perro. Obediente, pero nada más a su Señor.
Sé como la fruta. Bella por fuera, saludable por dentro.
Sé como el día. Que llega y se retira sin alardes.
Sé como el oasis. Da tu agua al sediento.
Sé como el río. Siempre hacia adelante.
Sé como la luciérnaga. Aunque pequeña, emite su propia luz.
Sé como el agua. Buena y transparente.
Sé como José. Cree en tus sueños.
Sé como Lázaro. Levántate y anda.
Y sobre todas las cosas, Sé como el cielo: la morada de Dios.
Señor, no permitas que me quede donde estoy. Ayúdame a llegar donde Tú quieres.
MARÍA, MADRE DEL SILENCIO
María, madre del silencio
J. M. Márquez
Madre de nuestro silencio,
tesoro de calma y serenidad,
te amamos por tu rostro lleno de luz,
por tu mirada llena de ternura,
por lo profundo de tus palabras silenciosas,
por tu transparente disponibilidad.
Que en nuestras tareas cotidianas
nos abras a lo profundo de las cosas que no se ven,
nos ilumines con tu luz transparente,
nos ensanches el corazón con el amor
y la verdad de lo que es importante,
nos contagies tu disponibilidad
ante las sorpresas de Dios.
Madre del silencio,
enséñanos a callar...
enséñanos a contemplar...
J. M. Márquez
Madre de nuestro silencio,
tesoro de calma y serenidad,
te amamos por tu rostro lleno de luz,
por tu mirada llena de ternura,
por lo profundo de tus palabras silenciosas,
por tu transparente disponibilidad.
Que en nuestras tareas cotidianas
nos abras a lo profundo de las cosas que no se ven,
nos ilumines con tu luz transparente,
nos ensanches el corazón con el amor
y la verdad de lo que es importante,
nos contagies tu disponibilidad
ante las sorpresas de Dios.
Madre del silencio,
enséñanos a callar...
enséñanos a contemplar...
ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE
ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE
Virgen de Guadalupe, Madre de América. Tiende tu protección sobre todas las naciones del Continente y renueva su fidelidad a Cristo y a la Iglesia. Suscita propósitos de equidad y rectitud en sus gobernantes. Protege a los hermanos de Juan Diego para que no sufran discriminación. Cuida a los niños. Guarda la unidad de las familias... Que desde esta tu Imagen manifiestes siempre tu clemencia, tu compasión y tu amparo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
martes, 20 de mayo de 2014
ORACIÓN A LA VIRGEN DE LOURDES
ORACIÓN A NTRA. DE LOURDES
Dóciles a la invitación de tu voz maternal, oh Virgen Inmaculada de Lourdes, acudimos a tus pies en la humilde gruta donde aparecisteis para indicar a los extraviados el camino de la oración y penitencia, dispensando a los que sufren las gracias y prodigios de tu soberana bondad.
Recibid, oh reina compasiva, las alabanzas y súplicas que pueblos y naciones, unidos en la angustia y la amargura, elevan confiados a Ti.
¡Oh blanca visión del paraíso, aparta de los espíritus las tinieblas del error con la luz de la fe! ¡Oh mística rosa, socorre las almas abatidas, con el celeste perfume de la esperanza! ¡Oh fuente inagotable de aguas saludables, reanima los corazones endurecidos, con la ola de la divina caridad!
Haz que nosotros tus hijos, confortados por Ti en las penas, protegidos en los peligros, apoyados en las luchas, amemos y sirvamos a tu dulce Jesús, y merezcamos los goces eternos junto a Ti. Amén.
Oración compuesta por Pío XII
A LA VIRGEN DE LOURDES
LOURDES...
¡Lourdes!
Rincón de cielo en este suelo,
Todo el cuerpo llora en ansias de consuelo
Célica fuente de salud y calma
Y se sonríe el alma.
Como blanca paloma que reposa
Al borde de su nido de amores,
La Virgen de la Gruta, milagrosa
se muestra entre flores.
Floración de los besos de Maria,
Madre Virgen del Dios omnipotente;
La eterna noche se transforma en día
A su ruego clemente.
Por eso cuelgan de la Gruta santa.
Las promesas del triste y del dolor;
Y, en sublime concierto, todo canta
Las gracias del Señor.
Ginés Perald
Rincón de cielo en este suelo,
Todo el cuerpo llora en ansias de consuelo
Célica fuente de salud y calma
Y se sonríe el alma.
Como blanca paloma que reposa
Al borde de su nido de amores,
La Virgen de la Gruta, milagrosa
se muestra entre flores.
Floración de los besos de Maria,
Madre Virgen del Dios omnipotente;
La eterna noche se transforma en día
A su ruego clemente.
Por eso cuelgan de la Gruta santa.
Las promesas del triste y del dolor;
Y, en sublime concierto, todo canta
Las gracias del Señor.
Ginés Perald
EL AMOR DE JESÚS AL DARNOS A SU MADRE
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Amor de Jesús al darnos a Su Madre
María se ha tomado el ser madre nuestra con todo el amor, toda la fidelidad y toda la seriedad de que ella es capaz.
Pentecostés fue un evento importantísimo para la Iglesia, y los protagonistas fueron el Espíritu Santo y, en segundo lugar, la Santísima Virgen. Ella reunió a la primitiva Iglesia formada por los apóstoles y la puso de rodillas, la puso a orar, para pedir, precisamente, la venida del Espíritu Santo, que fue el que dio el banderazo a aquella Iglesia, pequeña, tímida, formada por hombres débiles, y todavía inexpertos en la tarea que les correspondía. Ella fue, por tanto, la pieza clave en la vida de aquellos primeros apóstoles. Y sigue siendo una pieza clave, insustituible, en la vida y en la tarea apostólica de los apóstoles de hoy: en ustedes y en mí.
Yo quisiera decirles a ustedes, y a mí mismo: el amor de Jesús al darnos a su madre ha sido demasiado grande. Cuántas veces le he dicho yo estas palabras: "una prueba impresionante de que nos has tomado en serio, como hermanos, es que nos has dado a tu madre, de verdad y para siempre." Si María es madre de Cristo, y es madre mía, Cristo y yo somos hermanos.
Jesucristo y ella se han tomado infinitamente en serio esta realidad. Cuando Jesús dijo a Juan, que nos representaba a todos: "He ahí a tu madre", hablaba infinitamente en serio. Era Dios, era Hombre, el Hijo del Hombre, que moría en una cruz, era parte principalísima de su testamento. De la misma forma, aquellas palabras: "He ahí a tu Hijo", a tus hijos, estaban dichas infinitamente en serio y María Santísima, al menos, las tomó así, infinitamente en serio. Por lo tanto, ella se ha tomado el ser madre nuestra con todo el amor, toda la fidelidad y toda la seriedad de que ella es capaz. Ojalá que también nosotros nos tomemos infinitamente en serio aquella otra expresión de Jesús: "He ahí a tu madre".
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