sábado, 29 de julio de 2017

CRISTO, UN AMIGO EXIGENTE


Cristo, un amigo exigente
El camino para llenarse de Cristo no ha cambiado desde que El apareció sobre la tierra.


Por: P. José Luis Richard | Fuente: Catholic.net 




Eran tres hermanos, buenos amigos de Cristo. Se llamaban Marta, María y Lázaro. En su casa de Betania hospedaban a Jesús siempre que iba o regresaba de Jerusalén y con su amable acogida no pocas veces hicieron olvidar, por un momento, la dureza de corazón de aquella ciudad.

Jesús les correspondió como siempre que encuentra tan buena recepción: desbordó sobre ellos toda su amistad, simpatía y buen humor.

Eran, pues, cuatro buenos amigos.

El Evangelio nos presenta unas páginas de la historia de esta amistad. Un poco desconcertante, quizá, para los que todavía no conocemos con profundidad a Cristo y su original amistad.

Sucede que se enferma Lázaro y sus hermanas mandan un mensajero a Jesús para avisarle. Aquí tenemos una primera prueba de la amistad de Cristo: ellas, que lo conocen tan bien, no dudan en hacerle partícipe de su dolor. Y lo hacen, además, con arte y delicadeza típicamente femeninas: "Señor, tu amigo está enfermo". ¡Qué confianza en Cristo! Conociendo el peligro que correría Jesús si fuese a Betania -los sumos sacerdotes habían puesto precio a su cabeza- no le quieren obligar con una petición abierta. Sólo le manifiestan su necesidad y le reiteran su confianza. Haga lo que haga, saben que Él seguirá siendo su amigo.

Jesús despide al mensajero sin ningún recado y da largas al asunto. El evangelista Juan sale al paso de la duda del lector: "Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro". Sí, pero... "se quedó allí otros dos días". ¡¿Cómo?! ¿Y eso es amistad?!! Jesús mismo es el que responde: "Lázaro, nuestro amigo, ha muerto". ¡Nuestro amigo! ¡Ha muerto! Si fuera auténtico su amor por El, ¿no debería haber impedido que muriese?

Y se dirige a Betania. Una tras otra, las dos hermanas le dan noticia envuelta en el mismo reproche: "Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano". También nosotros nos acercamos a Cristo muchas veces con nuestra lista de reclamaciones:

Señor, si Tú hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi padre tan cruelmente atormentado por ese cáncer.
Señor, si Tú no lo hubieses permitido, mi novio no me hubiera abandonado.
Señor, si Tú hubieras estado aquí, seguramente tendría más éxito en mi carrera, en mi familia, en mis negocios...

"Si hubieras estado aquí..." ¿Por qué permitiste ese suspenso -merecido o no-, esa humillación, esa enfermedad, ese egoísmo, esa debilidad, ese dolor? ¿Y por qué se clava en mi carne y me molesta tanto ese mandamiento tuyo? ¿No eres tú mi amigo? ¿Entonces?

Jesús no nos responde todavía.

Viendo llorar a Marta y a María y a los judíos que estaban a su alrededor, Jesús sollozó y preguntó muy conmovido: ¿Dónde lo habéis puesto? Y volvió a llorar. Los judíos comentaban entre sí: ¡Cómo lo quería! Pero otros: ¿y por qué, entonces, no ha impedido que muera? El que tiene poder para devolver a un ciego la vista, ¿no hubiera sido capaz de impedir la muerte de su amigo?"

¡Claro que sí! Si hubiese querido. Pero su amistad es un tanto especial. No obedece nuestra lógica. Como tampoco siguió nuestra lógica el amor de su Padre, que le fue guiando por caminos poco cómodos hasta la muerte nada honrosa de la cruz, a pesar de ser "su Hijo muy amado, en quien había puesto todas sus complacencias" (Mt 3, 17).

La amistad de Cristo aplica el mismo silogismo que su Padre: a mayor amor, mayor prueba, mayor dolor, mayor sufrimiento. Cuanto más cerca de sí tiene a un alma, le deja tomar, como prueba de amistad y de confianza, mayor parte del madero, la asocia más íntimamente a su obra redentora.

Jesús llora de nuevo ante el sepulcro de Lázaro. No sólo por su amigo, al que va a rescatar de la muerte de un momento a otro, sino también por nosotros. Por cuantos queremos seguirle, sí, pero por otros caminos. Por los que hollamos sus huellas en la arena, pero no entre las piedras y cantos de la vía dolorosa. Por los que convivimos muy contentos con El hasta la fracción del pan y escurrimos el bulto cuando vemos que se proyecta la sombra de la cruz.

Jesús llora. Quizás porque son pocos sus amigos de verdad. Porque quizás son pocos los que han muerto a su egoísmo para que El viva en sus corazones. Y Jesús sólo podrá resucitar a quien antes haya muerto.

"Lázaro, sal fuera". Morir para vivir, perder la vida para recibirla de manos de Cristo. La eterna paradoja del Evangelio... y de la amistad de Cristo.

Y el camino para llenarse de Cristo no ha cambiado desde que El apareció sobre la tierra: a Cristo se le sigue por la abnegación, a Cristo se va por la cruz. No tenemos que inventar cosas raras para llegar a El. Cada uno lleva a su espalda un cúmulo de defectos que lo separan de su doctrina y, en ellos, en la cruz que nos impone el combatirlos, lo alcanzaremos.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 29 DE JULIO


Los cinco minutos de María
Julio 29



Madre te llaman los pobres, pobres sin pan ni calor, pobres sin libro en las manos, pobres sin una ilusión.

Madre te llama el que sufre penas de llanto y dolor, penas de verse oprimido, penas carentes de amor.

Madre te llama este pueblo, pueblo nacido en la cruz; pueblo que marcha hacia el cielo, Madre del pueblo eres tú.

Virgen piadosa, todo lo bueno lo esperamos de tu bondad.



* P. Alfonso Milagro

FELIZ SÁBADO!!!




viernes, 28 de julio de 2017

LAS 7 INIGUALABLES CARACTERÍSTICAS DEL PERDÓN DE DIOS

Las 7 inigualables características del perdón de Dios
Si tenemos que ser misericordiosos como el Padre, lo mejor que podemos hacer es ver cómo nos perdona Dios para comprender cómo debemos perdonar 


Por: Andrés D' Angelo | Fuente: Catholic-link.com 



En Las 9 cosas que me hubiera gustado saber antes de casarme», uno de los puntos que generó más preguntas y consultas fue el número 8: «Un buen matrimonio es la unión de dos buenos perdonadores». Muchas personas me contactaron por privado para consultar sobre este punto porque, «les cuesta mucho», «no pueden perdonar» o «están atrapados en un círculo de rencor».
¡Es que el perdón no es fácil! Pedir perdón no es fácil porque somos orgullosos. Y perdonar tampoco es fácil, porque estamos heridos. Así puede pasar que no nos pidamos perdón y esa falta de pedir y dar perdón se acumule en resentimiento. El resentimiento es tomar veneno y esperar que el otro se muera. Y si no es fácil lidiar con el perdón cuando estamos bien, con resentimiento es muchísimo más difícil.
Pero tenemos que perdonar. No hay opción. Jesús nos dice que seamos «misericordiosos como nuestro Padre Celestial es misericordioso. Y también lo decimos constantemente en el Padre Nuestro: «Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Si nosotros no perdonamos, ¡Dios no nos puede perdonar!
Si tenemos que ser misericordiosos como el Padre, lo mejor que podemos hacer es vercómo nos perdona Dios para comprender cómo debemos perdonar nosotros. Para ello vamos a seguir a nuestro querido Papa Francisco, que es un «misericordiólogo» de primer orden.

1. Dios está ansioso de perdonarnos

En la parábola del Padre Misericordioso, como la llama el Papa Francisco, más conocida como la del hijo pródigo, hay un rasgo tiernísimo del Padre que muchas veces pasamos por alto: «Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente». (Lc 15, 20). ¡El Padre lo estaba esperando! ¡Fue corriendo a su encuentro! ¡Y el hijo todavía no le había pedido disculpas! En nuestras relaciones personales, tenemos que estar dispuestos a salir corriendo al encuentro de nuestros hermanos que nos hirieron, sin dudarlo  y sabiendo que así es el perdón de Dios. Tenemos que estar ansiosos esperando la reconciliación. Y cuando nuestro hermano que nos hirió nos pide disculpas, correr a su encuentro y manifestar la alegría del reencuentro.


El papa Francisco dijo en su sermón del domingo 6 de marzo pasado:
«Él es el Padre misericordioso que en Jesús nos ama más allá de toda medida, espera siempre nuestra conversión cada vez que nos equivocamos, espera a nuestro regreso cada vez que nos alejamos de Él».

2. Dios perdona de inmediato

En la parábola el Padre casi ni permite que su hijo le diga todas las palabras de arrepentimiento que tenía preparadas: lo manda levantar y manda a sus criados que lo vistan y le pongan anillos. Jesús, estando en la cruz, mira a aquellos que lo estaban torturando y a punto de matar y dice algo increíblemente desconcertante: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34). ¿Se puede perdonar a alguien que nos hiere, sobre todo a aquellas personas que son más cercanas? ¡Por supuesto que sí! Tenemos que tener en cuenta que, como dice Nuestro Señor «no sabían lo que hacían». Tal vez creemos que esa persona nos hiere porque es mala, o porque nos odia. Pero, generalmente, la explicación es mucho más sencilla: no saben. El pecado, para ser pecado debe ser «cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1857). Y esas condiciones no siempre están presentes. Muchas veces nos herimos sin saber, sin querer, sin poder evitarlo. Por eso nuestra disposición a perdonar debe ser siempre generosa y abierta. Tanto si nos piden disculpas como si no nos piden disculpas, teniendo en cuenta que la persona que nos ofendió puede no saber que nos ofendió. Debemos evitar la tentación de decir: «yo eso no lo puedo perdonar» o «jamás te perdonaré». Si no perdonamos, le atamos las manos a Dios para que nos pueda perdonar.

3. El perdón de Dios es una fiesta

El padre, inmediatamente después de rehabilitar a su hijo a su plena dignidad ¡Les pide a los sirvientes que organicen una fiesta! ¿Olvidó la ofensa? ¿Se olvidó de todo lo que su hijo le había hecho? No. La respuesta se la da al hijo que protesta del trato que le dio el Padre Misericordioso al hijo descarriado: «este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado». ¿Cómo no alegrarnos si la paz ha vuelto a nuestra vida? ¿Cómo no alegrarnos si podemos dejar atrás nuestras diferencias?
El Papa Francisco, en una catequesis sobre esta parábola, el 13 de Enero de 2016 dijo:
«[El padre, después]… va también a llamar al hijo mayor, que está indignado y no quiere hacer fiesta, el hijo que ha permanecido siempre en la casa, pero viviendo como un siervo más que como un hijo, y también sobre él el padre se inclina, lo invita a entrar, busca abrir su corazón al amor, para que ninguno quede excluído de la fiesta de la misericordia, la misericordia es una fiesta».
Si Dios se alegra y arma una fiesta cuando le pedimos perdón, ¿por qué a veces nosotros perdonamos y seguimos con mala cara durante un tiempo? ¡Perdonemos con alegría, sabiendo que Dios nos va a perdonar de igual modo!

4. No es Dios quien nos acusa

En el episodio de la mujer adúltera, luego de confundir a los acusadores, hay un hermoso diálogo entre Nuestro Señor y la mujer: «”Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella respondió: “Nadie, Señor.” Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno”». (Jn 8, 10-11) ¿Por qué cuando estamos enojados acusamos constantemente a quien nos hirió? ¿Por qué buscamos pelea? ¿Estamos tan libres de pecado que creemos que podemos acusar a quien nos hirió?¿Creemos que vamos a conseguir la benevolencia del otro repitiéndole mil veces las cosas que nos hizo? Yo creo que no. Más bien es una táctica espantosa si queremos la paz.
El Papa Francisco dijo en la homilía en la Casa Santa Marta el 3 de junio de 2014:
«¿Quién es el acusador? En la Biblia se llama “acusador” al demonio, Satanás. Jesús juzgará, sí: al final del mundo, pero mientras tanto intercede, defiende. [Quien juzga] es un imitador del príncipe de este mundo que siempre va detrás de las personas para acusarlas ante el Padre».
Si acusamos no nos parecemos a Jesús, ¡nos parecemos al diablo! ¿A quién nos queremos parecer? ¿Al Príncipe de la Paz o al príncipe de este mundo?

5. El perdón de Dios requiere una transformación

Pero eso no significa necesariamente que nunca más lo vamos a volver a hacer. Luego de ese hermoso diálogo con la mujer, Jesús le dice: «en adelante no peques más» (Jn 8,11). Y esa es la parte que a veces más nos cuesta cuando hemos sido nosotros los que ofendimos. A veces caemos en la rutina de pecar «porque la misericordia de Dios es infinita», y no ponemos los medios para producir esa conversión, esa transformación interior que es nuestro deber hacer para agradecer el perdón misericordioso de Dios. Cuando nuestro «Perdóname» a quien ofendimos se vuelve rutinario, o cuando vamos a la confesión sacramental sin propósito de enmienda, el poder del perdón se diluye. Tenemos que agradecer constantemente la misericordia de Dios y de nuestros hermanos y poner todos los medios para esa transformación interior. ¿Y si caemos de nuevo? ¡De nuevo nos levantamos! Pedimos perdón sincero y volvemos a poner todos los medios para no volver a caer. ¿Cuántas veces debemos perdonar a quienes nos hieren? ¡Setenta veces siete!
El Papa Francisco dijo a Andrea Tornielli en el libro «El Nombre de Dios es Misericordia»:
«Hay muchas personas humildes que confiesan sus recaídas. Lo importante, en la vida de cada hombre y de cada mujer, no es no volver a caer jamás por el camino. Lo importante es levantarse siempre, no quedarse en el suelo lamiéndose las heridas. El Señor de la misericordia me perdona siempre, de manera que me ofrece la posibilidad de volver a empezar siempre».

6. Dios perdona completamente

Dios perdona completamente. Jesús le dice al buen ladrón: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 43). ¿Cómo perdonamos? El perdón no significa que tenga que olvidar la ofensa recibida.El perdón no tiene que ver con tu memoria. El perdón tampoco tiene nada que ver con los sentimientos. ¡Jesús pidió perdón por sus torturadores desde la Cruz! Tal vez, si la ofensa fue muy grave, nos vamos a acordar de la ofensa que nos hicieron hasta el último momento de nuestras vidas. Perdonar significa «seguir dando». Perdonar significa «donarse otra vez». Cristo le da su perdón a alguien que manifiestamente no lo merece. Tan buen ladrón fue que a último momento «se robó el Cielo». Cuando perdonamos, no podemos seguir con «cara de víctimas», mucho menos con «actitud de víctimas». Si el perdón es real y completo, no volveremos a hablar del tema nunca más, ni con el ofensor, ni con nadie, exceptuando con nuestro confesor. Eso significa perdonar: dejar atrás una ofensa y hacerlo de una vez y para siempre.

7. Es Dios quien perdona

El perdón no puede limitarse a pedirnos perdón mutuamente, aunque es un buen comienzo. Pero luego de perdonarnos mutuamente, en forma inmediata y completa, debemos saber que aquella persona que ofendimos, es ¡hija o hija de Dios! (y uno de sus favoritos) Entonces, lo siguiente que tenemos que hacer es ir y confesarlo a un sacerdote, para que mediante la absolución, la penitencia y el consejo adecuado podamos tener realmente paz en el alma, en nuestro matrimonio, en nuestra familia o en nuestras comunidades. La paz verdadera se cimenta sobre el perdón sobrenatural. Nuestro Señor nos lo dijo al dejarnos la paz «mi paz les dejo, mi paz les doy: no la doy como la da el mundo» (Jn 14,27).
El Papa francisco dijo en sermón de Santa Marta del 15 de junio de 2013:
«Pero ¿qué es la reconciliación? Tomar a uno de esta parte, tomar a otro y hacer que estén unidos: no, esta es una parte pero no es… La verdadera reconciliación es que Dios, en Cristo, ha tomado nuestros pecados y Él se ha hecho pecado por nosotros. Y cuando vamos a confesarnos, por ejemplo, no es que decimos el pecado y Dios nos perdona. No, ¡no es esto! Nosotros encontramos a Jesucristo y le decimos: ‘Esto es tuyo y yo te hago pecado otra vez. Y a Él le gusta eso, porque ha sido su misión: hacerse pecado por nosotros, para liberarnos».
Y para cerrar, otra cita del Querido Papa Francisco, esta vez a los niños el 11 de mayo de 2015:
«Sí: peleamos, pero no se debe terminar la jornada sin hacer la paz. Tengan siempre en mente esto. A veces yo tengo razón, el otro está equivocado, ¿cómo voy a pedir perdón? No pido perdón sino que hago un gesto y la amistad sigue. Esto es posible: no dejar que haber peleado dure hasta el día siguiente. ¡Esto es malo! No terminar el día sin hacer la paz».

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 28 DE JULIO


Los cinco minutos de María
Julio 28




Mira qué hermosa oración, para cuando Dios llame a su cielo a un ser querido:

“Que la clemente Virgen y Madre de Dios, María consoladora de los afligidos, recomiendo a su Hijo el alma de su siervo N.N., para que con esta intervención maternal no tema el dolor de la muerte, sino que consiga entrar en su compañía en la deseada morada de la Patria celestial”

Virgen entre todas la más bella, que yo pueda comparecer en la presencia de Dios, cuando me llame, limpio de todo mal y con un corazón lleno de gestos de amor.


* P. Alfonso Milagro

NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ, PATRONA DEL SALVADOR, 28 DE JULIO


Nuestra Señora de La Paz – Patrona de El Salvador




Patrona de la Republica de El Salvador

Señora de la PazAmerica fue poblada, en épocas tempranas, de manifestaciones de Maria que pronto dieron un tono Mariano al continente todo. Fue primero El Salvador, con semejante nombre, no podía dejar de ser tierra de milagros. Y fue la Madre de El Salvador la que hizo lo necesario para que las generaciones se mantengan abrazadas al Manto que las protege. Una extraordinaria historia dio origen a la devoción a Nuestra Señora de la Paz, devoción que ha seguido alimentándose por medio de la fe popular que a fuerza de milagros ha visto la Mano de Dios expresarse a través de la Patrona del pueblo.
Una amiga salvadoreña, Eli,nos ha enseñado estas maravillas, que hoy compartimos con nuestros lectores. Los invitamos a gozar con la historia que rodea a la devoción a Nuestra Señora de la Paz, Patrona de El Salvador.

Señor, que haz sabido encontrarnos en epocas tan tempranas
no nos abandones aunque el paso de los años resquebraje nuestra fe.

Historia del hallazgo

En el año de 1682, unos mercaderes se encontraban en las riberas del Mar del Sur, vieron en la playa una caja de madera que había sido posiblemente arrojada por la fuerza de las aguas. Los mercaderes trataron de abrir la caja para ver su contenido, pero estaba sellada y les fue imposible abrirla, por lo que optaron por dejarla abandonada en el mismo lugar.

Pocos días después, otros mercaderes vieron la caja y estimaron que algo interesante podía contener. Solicitaron entonces de un vecino inmediato para que les prestase una burrita, que estaba asida a un árbol, para conducir la caja a la Ciudad de San Miguel.

Los caminos de aquel lugar eran intransitables y peligrosos a causa de los piratas ingleses. El medio obtenido para el transporte de dicha caja resultaba incomodo, por lo que el recorrido tardo varios días. El 21 de Noviembre del citado año llegaron al final de la jornada.
Los conductores de la pesada carga, habían dispuesto dar cuenta a las autoridades, pero se dio el caso de que la burrita, con la preciosa carga, se echó en tierra en plena plaza pública, frente a la antigua Iglesia Parroquial, donde se encuentra la Catedral Migueleña.

Se procedió entonces a abrir la caja. Después de retirar algunas envolturas, con gran sorpresa, se dejo ver el rostro resplandeciente de una bella imagen con un niño.

La noticia cundió inmediatamente; así las revueltas fratricidas en que se encontraba la población, terminaron pronto, deponiendo las armas, a la vez que volvía la calma a los vecinos que desesperados, llevaban tiempo en angustiosas situaciones de desorden.
Para perpetuar aquel acontecimiento de gran trascendencia, colocaron la imagen en el atrio de la Parroquia y a los pies de María se juró solemnemente no guardar rencores y borrar el odio de los corazones para que la Paz germinara en Fraternidad y Reconciliación. Por esto dieron a la imagen el hermoso titulo de Nuestra Señora de La Paz.
El origen de la imagen permanece en el misterio, pues nunca se pudo conocer qué destino tenía aquella caja, ni como llegó a las playas del Salvador.

Protección Milagrosa

San Miguel - El SalvadorLa fe y confianza depositadas en la Virgen de la Paz, vive desde que llegó a nuestras playas, en el alma del pueblo salvadoreño y especialmente en el migueleño.

– El 21 de septiembre de 1787, 105 años después del hallazgo, el volcàn Chaparrastique, de la Ciudad de San Miguel hizo erupción.
La lava ardiente casi llegaba a la ciudad amenazando su destrucción. Angustiados los vecinos, se congregaron en la plaza principal, junto a las autoridades locales, sacerdotes y religiosos franciscanos y mercedarios, quienes infundían confianza al afligido pueblo, exhortándolo a pedir a Dios misericordia con arrepentimiento de los pecados y a invocar la protección maternal de la virgen de la Paz.

Decidieron sacar la imagen de Nuestra Señora de la Paz a la puerta principal de la antigua Iglesia parroquial. La colocaron frente a las fuerzas volcánicas, al aparecer la sagrada imagen, el pueblo gritó Sálvanos Reina de la Paz, inmediatamente la lava tomó otro rumbo, buscando al sur de la Ciudad, justo en un Pueblo que hoy se llama Milagro de la Paz. Cubrió grandes extensiones de tierras fértiles, a la vez que gran parte de la Laguna El Jocotal.

Después de efectuarse el portentoso milagro, en el cielo se dejó ver con toda claridad una bellísima palma formada por blancas nubes, cuyo pie fue a posarse en el inmenso cráter del turbulento volcán.
Con gran admiración quedaron, quienes vieron aquella magnífica señal, que el pueblo optó por colocar en la diestra de la Sagrada Imagen, una palma de oro en conmemoración de aquel gran acontecimiento, que la tradición se ha encargado de hacer prevalecer como algo notable, asombroso y único en estas latitudes.

La Corporación Municipal, con distinguidos vecinos de la Ciudad, religiosos franciscanos y mercedarios, en nombre del pueblo agradecido, formularon y juraron estos votos a su Patrona: Celebrar a perpetuidad, todos los años, la conmemoración del portentoso milagro.

La víspera del 21 de septiembre, ayuno de todo el pueblo, hasta los niños de pecho, en señal de penitencia y mortificación voluntarias.

Sucedió otro hallazgo el jueves 25 de junio de 1903, entre cinco y seis de la tarde, un estruendo conmovió a la Ciudad de San Miguel. Un rayo fulminó sobre la cúpula de la Iglesia de San Francisco, templo santuario de nuestra Patrona e iglesia parroquial.

La chispa produjo incendio, que comenzó en el camarín de la Virgen, quemando las vestiduras de la imagen, ennegreciendo y ampollando el retoque, sin dañar las perfecciones escultóricas.

La lluvia arreciaba y el huracán amenazaba a la Ciudad, derribando árboles y los tejados de las casas eran arrancados por la violencia de la tempestad.
Pronto se supo la noticia de la desgracia, que en el momento se lleno el templo de fieles. La consternación era general.

Se llamó al escultor guatemalteco, Don Cipriano Dardón para restaurar la Imagen. Con ese fin se la llevó en procesión de desagravio de la Iglesia parroquial a la de Santo Domingo, llevando la Imagen y el Niño, con el rostro cubierto, en medio de una manifestación impresionante. El trabajo lo hizo el escultor en la sacristía de este último templo.

La Catedral Basílica

Catedral de Nstra Sra de la Paz - El SalvadorEl nuevo Templo Catedral Basílica, dedicado a Nuestra Señora de la Paz, fue terminado en 1953, en cuyo altar de mármol de Carrara, de gran belleza escultórica, luce toda su Realeza de Madre de Cristo. Rodeada de numerosos vitrales con bellos paisajes bíblicos.

En la parte exterior lucen en mármol estatuas del Capitán Don Luis Moscoso, fundador de la Ciudad y la del Capitán General Gerardo Barrios, iniciador de los trabajos de la Catedral.

Con ocasión del Congreso Eucarístico Nacional, en 1942, su Santidad San Pío XII dirigiéndose al Pueblo Salvadoreño, exclamó: Que Nuestra Señora de la Paz os coloque a todos bajo el amparo del simbólico ramo que en su Iglesia de San Miguel alza en su mano derecha y cuyo nombre amaríamos ver proyectado sobre el mundo entero.

El 10 de Octubre de 1966, el Papa Pablo VI, a través de la Sagrada Consagración de Ritos, constituyó y declaró de manera perpetua, a Nuestra Señora de la Paz, Patrona Principal de la República de El Salvador, con todos los honores y privilegios litúrgicos correspondientes.

FELIZ VIERNES!!!


jueves, 27 de julio de 2017

LA HISTORIA DEL CATÓLICO DE EL SALVADOR QUE SALVÓ 40 MIL JUDÍOS DEL HOLOCAUSTO


La historia del católico de El Salvador que salvó 40 mil judíos del holocausto






SAN SALVADOR, 27 Jul. 17 / 04:23 pm (ACI).- José Arturo Castellanos fue un católico de El Salvador que durante la Segunda Guerra Mundial sirvió como diplomático en la ciudad de Ginebra (Suiza) y allí logró salvar a 40 mil judíos del exterminio de los nazis.

Este gesto hizo que en julio del año 2010 se le concediera póstumamente el título de “Justo entre las naciones” otorgado a los no judíos por Yad Vashem, una institución del gobierno de Israel constituida para honrar la memoria de los mártires y héroes del Holocausto. Este título también ha sido otorgado a sacerdotes, religiosas y otros laicos que salvaron a los judíos en esa época.

En julio de 2016, el Papa Francisco tuvo un encuentro en el campo de concentración de Auschwitz (Birkenau), ubicado en Polonia, con los representantes de algunos “justos entre las naciones” que ya habían fallecido.

José Arturo Castellanos nació en 1893 en El Salvador en el seno de una familia católica y de militares. En su juventud decidió ingresar al ejército al igual que su padre y comenzó a desarrollar una brillante carrera. En 1930 viajó a Europa para completar su educación.

Una biografía suya publicada en el sitio web de Yad Vashem indica que a los 44 años el coronel Castellanos fue enviado como diplomático a Inglaterra y en 1938 fue designado a Alemania.

Allí fue testigo de la persecución a los judíos por el régimen nazi. Ante esto preguntó a sus superiores si podía concederles visas para que estos pudieran escapar del país, pero su petición fue negada.


Sin embargo, Castellanos no se rindió y en 1939 envió una carta al Ministro de Relaciones de El Salvador donde describió la situación de los judíos y le pedía ayuda. Este requerimiento también le fue negado.

El sitio web del documental “Castellanos Movie” elaborado por sus nietos Álvaro y Boris Castellanos, señala que el coronel desobedeció las órdenes recibidas del gobierno de su país y comenzó a extender visas y nacionalidades salvadoreñas a los judíos para evitar que fueran enviados por los nazis a los campos de concentración, donde eran obligados a realizar trabajos forzados en condiciones inhumanas o asesinados.

En 1942 Castellanos asumió el cargo de cónsul de El Salvador en Ginebra. Allí nombró a George Mandel-Mantello, un refugiado judío de origen rumano que era amigo suyo, como primer secretario del consulado para llevar a cabo la “acción salvadoreña”.

El coronel autorizó a Mandel-Mantello a entregar de forma clandestina pasaportes y certificados de ciudadanía salvadoreña a los judíos. La institución Yad Vashem explicó que quienes obtuvieran estos beneficios estaban a salvo debido a que El Salvador era considerado un país neutral, al no ser partidario de ninguno de los bandos que combatieron durante la Segunda Guerra Mundial.

Castellanos hizo que la expedición de más de 13 mil documentos salvadoreños no tuviera ningún costo. Estos papeles fueron enviados a través de sus contactos a los judíos que residían en Francia, Hungría, Alemania, Holanda, Eslovaquia y Rumania.

Según indica el sitio web de “Castellanos Movie”, bastaba con la emisión de un solo documento para salvar a una familia completa.

A través de esta labor desarrollada entre los años 1942 y 1945, Castellanos logró salvar a unos 40 mil judíos. La institución Yad Vashem señaló que tras las elecciones de 1944, el nuevo presidente de El Salvador, Salvador Castaneda Castro, hizo que, a diferencia de su predecesor, su país se involucrara en la protección de los judíos en lugares como Hungría y brindó apoyo a Castellanos en su misión de rescate.

Actualmente miles de estos certificados que otorgan la nacionalidad salvadoreña a los judíos en Europa se encuentran exhibidos en el Museo del Holocausto en Washington (Estados Unidos).

Castellanos se casó con María Schürmann, originaria de Suiza, y la pareja tuvo tres hijos. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial en 1945 fue enviado a Londres y se jubiló en 1972 a los 79 años de edad.

Regresó a El Salvador donde llevó una vida tranquila hasta que falleció en 1977, sin que se le otorgara ningún reconocimiento por su labor de rescate a los judíos.

Después de su muerte, diversas instituciones comenzaron a realizar homenajes en memoria del coronel Castellanos.

En el año 2010, cuando se anunció que se le otorgaría el título de “Justo entre las naciones”, el Ministro de Relaciones Exteriores de El Salvador, Hugo Martínez, dijo que el diplomático salvadoreño se “destacó por su humanismo y por su trabajo en beneficio de una población que en su momento era perseguida y que estaba amenazada existencialmente".

Por su parte, el embajador de Israel en el país centroamericano, Mattanya Cohen, indicó que Castellanos es el cuarto latinoamericano en recibir este homenaje.

A fines de junio de 2017 las embajadas de Israel y El Salvador ante la Santa Sede realizaron un evento en Roma (Italia) para honrar la memoria y el trabajo de  José Arturo Castellanos. Allí también se transmitió un video del testimonio de un judío que consiguió la ciudadanía salvadoreña y pudo escapar con su familia.

Un comunicado de prensa donde se anuncia este evento, publicado en el sitio web de las Misiones Diplomáticas de Israel en el Mundo, describió que Castellanos “en una época donde muchos permanecieron indiferentes antes los sufrimientos del ser humano, él fue uno de los pocos héroes que enfrentaron un mal absoluto para salvar la vida de miles de judíos”.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 27 DE JULIO


Los cinco minutos de María
Julio 27




La Virgen escuchó de labios de su Hijo aquella palabra “No saben lo que hacen” con la que Jesús (y María con Él) disculpaba y perdonaba a los que le condenaron y crucificaron.

El perdón siempre supone la comprensión; desconfía del perdón que no te sube del alma a los labios. María es toda ella Corazón y, por lo tanto, toda ella perdón y bondad.

Tú también estás llamado a perdonar así como lo enseña el Evangelio, como lo enseña la Virgen.

Virgen gloriosa, que yo dé gloria a Dios perdonando a los que me ofenden.


* P. Alfonso Milagro

BUENOS DÍAS!!!



miércoles, 26 de julio de 2017

ORACIÓN A SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA

Oración a San Joaquín y Santa Ana


Insigne y glorioso patriarca San Joaquín y bondadosísima Santa Ana, ¡cuánto es mi gozo al considerar que fueron escogidos entre todos los santos de Dios para dar cumplimiento divino y enriquecer al mundo con la gran Madre de Dios, María Santísima! Por tan singular privilegio, han llegado a tener la mayor influencia sobre ambos, Madre e Hijo, para conseguirnos las gracias que más necesitamos.

Con gran confianza recurro a su protección poderosa y les encomiendo todas mis necesidades espirituales y materiales y las de mi familia. Especialmente la gracia particular que confío a su solicitud y vivamente deseo obtener por su intercesión.

Como ustedes fueron ejemplo perfecto de vida interior, obténgame el don de la más sincera oración. Que yo nunca ponga mi corazón en los bienes pasajeros de esta vida.

Denme vivo y constante amor a Jesús y a María. Obténganme también una devoción sincera y obediencia a la Santa Iglesia y al Papa que la gobierna para que yo viva y muera con fe, esperanza y perfecta caridad.

Que yo siempre invoque los santos Nombres de Jesús y de María, y así me salve.

Amén

SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA, 26 DE JULIO

San Joaquín y Santa Ana
Los padres de la Virgen María, 26 de julio


Por: P. Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net 



Un matrimonio santo

Martirologio Romano: Memoria de san Joaquín y santa Ana, padres de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyos nombres se conservaron gracias a la tradición de los cristianos.
Breves Biografías

San Joaquín

Joaquín (Yahvé prepara) fue el padre de la Virgen María, madre de Dios. Según San Pedro Damián, deberíamos tener por curiosidad censurable e innecesaria el inquirir sobre cuestiones que los evangelistas no tuvieron a bien relatar, y, en particular, acerca de los padres de la Virgen.

Con todo, la tradición, basándose en testimonios antiquísimos y muy tempranamente, saludó a los santos esposos Joaquín y Ana como padre y madre de la Madre de Dios.

Ciertamente, esta tradición parece tener su fundamento último en el llamado Protoevangelio de Santiago, en el Evangelio de la Natividad de Santa María y el Pseudomateo o Libro de la Natividad de Santa María la Virgen y de la infancia del Salvador; este origen es normal que levantara sospechas bastante fundadas.

No debería olvidarse, sin embargo, que el carácter apócrifo de tales escritos, es decir, su exclusión del canon y su falta de autenticidad no conlleva el prescindir totalmente de sus aportaciones.

En efecto, a la par que hechos poco fiables y legendarios, estas obras contienen datos históricos tomados de tradiciones o documentos fidedignos; y aunque no es fácil separar el grano de la paja, sería poco prudente y acrítico rechazar el conjunto indiscrimadamente.

Algunos comentaristas, que opinan que la genealogía aportada por San Lucas es la de la Virgen, hallan la mención de Joaquín en Helí (Lucas, 3, 23; Eliachim, es decir, Jeho-achim), y explican que José se había convertido a los ojos de la ley, a fuer de su matrimonio, en el hijo de Joaquín. Que esa sea el propósito y la intención del evangelista es más que dudoso, lo mismo que la identificación propuesta entre los dos nombres Helí y Joaquín.

Tampoco se puede afirmar con certeza, a pesar de la autoridad de los Bollandistas, que Joaquín fuera hijo de Helí y hermano de José; ni tampoco, como en ocasiones se dice a partir de fuentes de muy dudoso valor, que era propietario de innumerables cabezas de ganado y vastos rebaños.

Más interesantes son las bellas líneas en las que el Evangelio de Santiago describe, cómo, en su edad provecta, Joaquín y Ana hallaron respuesta a sus oraciones en favor de tener descendencia.

Es tradición que los padres de Santa María, que aparentemente vivieron primero en Galilea, se instalaron después en Jerusalén; donde nació y creció Nuestra Señora; allí también murieron y fueron enterrados.

Una iglesia, conocida en distintas épocas como Santa María, Santa María ubi nata est, Santa María in Probática, Sagrada Probática y Santa Ana fue edificada en el siglo IV, posiblemente por Santa Elena, en el lugar de la casa de San Joaquín y Santa Ana, y sus tumbas fueron allí veneradas hasta finales del siglo IX, en que fue convertida en una escuela musulmana.

La cripta que contenía en otro tiempo las sagradas tumbas fue redescubierta en 1889. San Joaquín fue honrado muy pronto por los griegos, que celebran su fiesta al día siguiente de la de la Natividad de Ntra. Señora. Los latinos tardaron en incluirlo en su calendario, donde le correspondió unas veces el 16 de septiembre y otras el 9 de diciembre.

Asociado por Julio II [el de la capilla Sixtina] al 20 de marzo, la solemnidad fue suprimida unos cinco años después, restaurada por Gregorio XV (1622), fijada por Clemente XII (1738) en el domingo posterior a la Asunción, y fue finalmente León XIII [el de la Rerum Novarum] quien, el 1 de agosto de 1879, dignificó la fiesta de estos esposos que se celebró por separado hasta la última reforma litúrgica.

Santa Ana

Ana (del hebreo Hannah, gracia) es el nombre que la tradición ha señalado para la madre de la Virgen. Las fuentes son las mismas que en el caso de San Joaquín. Aunque la versión más antigua de estas fuentes apócrifas se remonta al año 150 d.C., difícilmente podemos admitir como fuera de toda duda sus variopintas afirmaciones con fundamento en su sola autoridad.

En Oriente, el Protoevangelio gozó de gran autoridad y de él se leían pasajes en las fiestas marianas entre los griegos, los coptos y los árabes. En Occidente, sin embargo, como ya te adelanté con San Joaquín, fue rechazado por los Padres de la Iglesia hasta que su contenido fue incorporado por San Jacobo de Vorágine a su Leyenda Áurea en el siglo XIII.

A partir de entonces, la historia de Santa Ana se divulgó en Occidente y tuvo un considerable desarrollo, hasta que Santa Ana llegó a convertirse en uno de los santos más populares también para los cristianos de rito latino.

El Protoevangelio aporta la siguiente relación: En Nazaret vivía una pareja rica y piadosa, Joaquín y Ana. No tenían hijos. Cuando con ocasión de cierto día festivo Joaquín se presentó a ofrecer un sacrificio en el templo, fue arrojado de él por un tal Rubén, porque los varones sin descendencia eran indignos de ser admitidos.

Joaquín entonces, transido de dolor, no regresó a su casa, sino que se dirigió a las montañas para manifestar su sentimiento a Dios en soledad. También Ana, puesta ya al tanto de la prolongada ausencia de su marido, dirigió lastimeras súplicas a Dios para que le levantara la maldición de la esterilidad, prometiendo dedicar el hijo a su servicio.

Sus plegarias fueron oídas; un ángel se presentó ante Ana y le dijo: "Ana, el Señor ha visto tus lágrimas; concebirás y darás a luz, y el fruto de tu seno será bendecido por todo el mundo". El ángel hizo la misma promesa a Joaquín, que volvió al lado de su esposa. Ana dio a luz una hija, a la que llamó Miriam.

Dado que esta narración parece reproducir el relato bíblico de la concepción del profeta Samuel, cuya madre también se llamaba Hannah, la sombra de la duda se proyecta hasta en el nombre de la madre de María.

El célebre Padre John de Eck de Ingolstadt, en un sermón dedicado a Santa Ana (pronunciado en París en 1579), aparenta conocer hasta los nombres de los padres de Santa Ana. Los llama Estolano (Stollanus) y Emerencia (Emerentia).

Afirma que la santa nació después de que Estolano y Emerencia pasaran veinte años sin descendencia; que San Joaquín murió poco después de la presentación de María en el templo; que Santa Ana casó después con Cleofás, del cual tuvo a María de Cleofás; la mujer de Alfeo y madre de los apóstoles Santiago el Menor, Simón y Judas Tadeo, así como de José el Justo.

Después de la muerte de Cleofás, se dijo que casó con Salomas, de quien trajo al mundo a María Salomé (la mujer de Zebedeo y madre de los apóstoles Juan y Santiago el Mayor).

La misma leyenda espuria se halla en los textos de Gerson y en los de muchos otros. Allí surgió en el siglo XVI una animada controversia sobre los matrimonios de Santa Ana, en la que Baronio y Belarmino defendieron su monogamia.

En Oriente, al culto a Santa Ana se le puede seguir la pista hasta el siglo IV. Justiniano I hizo que se le dedicara una iglesia. El canon del oficio griego de Santa Ana fue compuesto por San Teófanes, pero partes aún más antiguas del oficio son atribuidas a Anatolio de Bizancio.

Su fiesta se celebra en Oriente el 25 de julio, que podría ser el día de la dedicación de su
primera iglesia en Constantinopla o el aniversario de la llegada de sus supuestas reliquias a esta ciudad (710).

Aparece ya en el más antiguo documento litúrgico de la Iglesia Griega, el Calendario de
Constantinopla (primera mitad del siglo VIII). Los griegos conservan una fiesta común de San Joaquín y Santa Ana el 9 de septiembre.

En la Iglesia Latina, Santa Ana no fue venerada, salvo, quizás, en el sur de Francia, antes del siglo XIII. Su imagen, pintada en el siglo
VIII y hallada más tarde en la Iglesia de Santa María la Antigua de Roma, acusa la influencia bizantina.

Su fiesta, bajo la influencia de la Leyenda Áurea, se puede ya rastrear (26 de julio) en el siglo XIII, en Douai. Fue introducida en Inglaterra por Urbano VI el 21 de noviembre de 1378, y a partir de entonces se extendió a toda la Iglesia occidental. Pasó a la Iglesia Latina universal en 1584.

Santa Ana es la patrona de Bretaña. Su imagen milagrosa (fiesta, 7 de marzo) es venerada en Notre Dame d´Auray, en la diócesis de Vannes.
También en Canadá -donde es la patrona principal de la provincia de Québec- el santuario de Santa Ana de Beaupré es muy famoso.

Santa Ana es patrona de las mujeres trabajadoras; se la representa con la Virgen María en su regazo, que también lleva en brazos al Niño Jesús. Es además la patrona de los mineros, que comparan a Cristo con el oro y con la plata a María.

Jesús Martí Ballester

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 26 DE JULIO


Los cinco minutos de María
Julio 26



A veces, la devoción a la Virgen se expresa con actos externos: la bendición de los hogares, de los coches, de los lugares de trabajo; o también la veneración de imágenes y estampas. Todos estos actos tienen sentido si son expresión sincera de nuestra confianza en la Madre de Dios.

Podemos confundirnos o equivocarnos si les damos un sentido mágico. Ellos no solucionan mágicamente los problemas de la vida con las dificultades del trabajo, los problemas de la convivencia familiar, la salud de nuestros enfermos. Pero sí nos ayudan a ponernos en comunicación con la Virgen, sí nos impulsan a comprometernos cada día con el amor a Dios y a los hermanos, son recordatorios del camino del Evangelio de Jesús.
Santa Madre de Dios, queremos renovar nuestro amor a ti, para que en todas nuestras devociones crezcamos en la confianza de hijos tuyos y discípulos del Señor.


* P. Alfonso Milagro

BUENOS DÍAS!!




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