domingo, 24 de mayo de 2020

NUESTRO AMOR POR MARÍA

Nuestro amor por María
La amamos porque ella es también nuestra Madre, como nos la dio el mismo Jesús al pie de la Cruz aquel Viernes por la tarde en Jerusalén


Por: ReinaDelCielo.org | Fuente: ReinaDelCielo.org




Muchísimas cosas hermosas se pueden decir de nuestra Madre del Cielo, empezando por reconocerla como la criatura más extraordinaria que jamás creó Dios. Ella ha sido colocada sólo por debajo de La Santísima Trinidad, por encima de ángeles y hombres. Por algo es Ella la Reina del Cielo y de la Tierra, Reina de los ángeles, Reina del Purgatorio, Reina nuestra. ¡Madre de Dios mismo! ¿Acaso se puede pensar a una persona como nosotros teniendo el privilegio de ser elegida como Madre de Aquel que ha creado el universo y todo lo que allí habita?

¡Ella es también nuestra Madre, como nos la dio el mismo Jesús al pie de la Cruz aquel Viernes por la tarde en Jerusalén! Y nosotros, inspirados por el Espíritu Santo, Aquel de quien nuestra Madre está llena, la amamos y la buscamos como Puerta del Cielo, como Escalera Santa que nos eleva hasta los portales de la Casa con muchas habitaciones que Dios Padre nos prepara en el Reino prometido.

La Virgen MaríaPero porque somos débiles y reconocemos nuestra necesidad, también vemos en Ella a nuestra Abogada, la que nos defenderá ante el Justo Juez cuando nos toque el día de rendir cuentas. Jesús, el Rey del Universo, será quien decida nuestro destino aquel día, ante las acusaciones del maligno y del testimonio de nuestra propia vida rodeados de pecado. María, nuestra Abogada, será quien tenga la misión de convencer a Jesús de que tenemos los méritos necesarios para alcanzar la Vida Eterna. Y Ella tiene, en ese rol de Abogada, la capacidad de cambiar la opinión de Jesús, el Juez.

Si, mis hermanos, María como nuestra Abogada puede modificar la Voluntad de Dios mismo por medio de sus argumentaciones de Madre enamorada de sus hijos. Pero la pregunta que nos debemos hacer es, ¿Cómo es que Nuestra Madre Celestial es capaz de hacer que el mismo Dios modifique Su opinión, y cambie Su Voluntad respecto de una decisión que afecta nuestra vida?

Para responder esta pregunta debemos transportarnos a ese maravilloso momento en que Jesús, en los inicios de Su vida pública, transforma el agua en vino ante la solicitud de Su Madre. Está claro en el texto Evangélico que Jesús, en un inicio, no tenía intención de intervenir, e incluso Su reacción ante el pedido no es exactamente la de alguien que dice “por supuesto Madre, ya lo estaba por hacer de todos modos”. Sin embargo Ella, sin perder tiempo en argumentaciones, solicita a los sirvientes que se limiten a hacer lo que Jesús les diga. Jesús, puestas así las cosas, se dirige a las ánforas con agua, y hace el milagro que ya todos conocemos, allá en Caná de Galilea.

¿Cómo es la relación entre esta pequeña mujer y el mismo Dios, que con pedido semejante arranca del Cielo un milagro orientado simplemente a no producir una incomodidad o un mal momento en la boda de un pariente? Lo primero que debemos comprender es el toque maternal de este milagro. No es la curación de un ciego, ni la liberación de un poseso. Es una ayuda doméstica para que la unión matrimonial que inicia una nueva familia no se vea afectada por infortunio alguno. ¿Comprendes el toque materno y del todo humano de este milagro? Las bodas de Caná pueden definirse como el milagro mariano por excelencia, porque Dios lo realiza por intercesión de María, la Niña de Nazaret Madre del mismísimo Verbo Encarnado. Un milagro pensado por una Madre preocupada hasta en los más mínimos detalles que hacen a la vida de sus hijos.

Y es justamente aquí donde debemos detenernos para analizar la forma particular que tiene María para interceder ante Dios con los pedidos que nosotros le hacemos. Jesús, el Hombre-Dios, tiene dos naturalezas bien diferenciadas, pero indisolublemente unidas por otra parte. El es Hombre, y también es Dios. De tal modo que por un momento debemos concentrarnos en Su lado humano, Su Naturaleza humana que lo hace persona como nosotros salvo en el hecho de que El nunca pecó. Y pensemos en la relación que nosotros, como personas, tenemos con nuestra mamá terrenal.

Virgen MaríaNuestra mamá terrenal ha sido quien más se ha preocupado de nosotros desde que nacimos, desde que tenemos memoria. Ella nos cuida, nos protege y muchas veces nos sobreprotege. Ella no duerme por las noches cuando nos amenaza un problema, un dolor o una necesidad. Pero por sobre todas las cosas, Ella sabe cómo pedirnos algo. Porque, como bien sabemos, ¿quién se atreve a decirle que no al pedido de nuestra mamá? Ella nos mira a los ojos, nos abraza y nos besa, y nos pide cosas que sabemos son por nuestro bien, aunque no queramos hacerlas. Nos incomoda, pero al fin de cuentas sabemos que es mamá, que ella va a estar siempre haciéndonos esos planteos, esos pedidos para evitar que arriesguemos nuestra salud, nuestra vida, o nuestro futuro.

Jesús, ayer, hoy y siempre, sigue siendo aquel Joven de Galilea sujeto a una relación con Su Madre, exactamente igual a la de todos nosotros con nuestra mamá. Jesús Hombre no puede decirle que no a los pedidos de Su Mamá, como te ocurriría a ti o a mi frente a los pedidos de nuestra propia mamá. La diferencia, es que Jesús es también Dios, además del Joven Hijo de aquella hermosa mujer de Nazaret.

Cuando María le pide algo a Jesús, El, en Su naturaleza humana ve a esta Mujer como Su Mamá terrenal que le hace pedidos irresistibles, transportándolo nuevamente a recuerdos de Su infancia en Nazaret. Y como Hombre, no puede decir que no a los pedidos de Su Mamá, como le ocurrió aquel día en Caná de Galilea. Jesús, Resucitado y Glorificado, aún sigue siendo aquel Joven educado y formado por esta Madre ejemplar. Nosotros tendemos a verlo distante allá en el Cielo, pero la verdad es que El sigue siendo también tan cercano y similar a nosotros como cuando caminaba por la tierra.


Pero Jesús es también Dios, por lo que los pedidos de Su amorosa Madre llegan de inmediato a la Santísima Trinidad. Y allí es donde ocurre la maravilla: Jesús les comunica los pedidos de Su Mamá al Espíritu Santo y a Su Padre Creador. Y ocurre que ninguno de Ellos se resiste a los pedidos de María, porque es que de los Tres surgió ese enamoramiento de la fidelidad, pureza y perfección en todas las virtudes humanas posibles que Ella demostró durante su vida, que hizo que juntos como Trinidad decidieran hacerla Reina de todo lo Creado. Los Tres se derriten por Ella, porque encuentran a María como la más maravillosa evidencia de la perfección en el Amor, del poder del Amor. ¡No existen palabras para expresar el amor que María despierta en la Santísima Trinidad, en Dios Uno y Trino!

Puestas así las cosas, mi amigo, lo único que tenemos que hacer es orar fervorosamente a nuestra Madre Celestial, para convencerla de que eleve a Su Hijo nuestros pedidos. Ella nos escuchará, y decidirá cuales ruegos son dignos de semejante tratamiento excepcional. Pero sepamos de antemano que cuando la convencemos, Jesús responde igual que aquel día en la boda en Caná de Galilea. Nosotros, mientras tanto, sigamos el consejo que Ella nos da, igual que lo hizo en Caná: “Sólo hagan lo que Jesús les diga”.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY ASCENSIÓN DEL SEÑOR - DOMINGO 24 DE MAYO DE 2020


Lecturas de hoy Ascensión del Señor - Ciclo A 
(Domingo VII de Pascua)
Hoy, domingo, 24 de mayo de 2020




Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (1,1-11):

EN mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseno desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino: «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días».
Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?».
Les dijo:
«No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”».
Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 46,2-3.6-7.8-9

R/. Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra. R/.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,17-23):

HERMANOS:
El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este mundo, sino en el futuro.
Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Conclusión del santo evangelio según san Mateo (28,16-20):

EN aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy domingo, 24 de mayo de 2020
Fernando Torres cmf


El último encuentro con Jesús

      Con esta fiesta de la Ascensión termina prácticamente la Pascua. Es el último encuentro de Jesús resucitado con los discípulos. Y se repiten en él dos constantes que han estado presentes a lo largo de los cuatro evangelios. Por una parte, la confianza que Jesús pone en los discípulos. Les dice que ellos van a ser los encargados de continuar su obra. Las palabras de Jesús no pueden ser más claras: “Id y haced discípulos de todos los pueblos”. En sus manos ha puesto Jesús el tesoro del evangelio, del anuncio de la buena nueva de la salvación para la humanidad.

      Pero, por otra parte, el autor de los Hechos de los Apóstoles no renuncia a dejar en claro incluso en este último momento la incomprensión de los discípulos. Después de haber seguido a Jesús por los caminos de Galilea y en su viaje hacia Jerusalén, después de haber sido testigos directos de sus palabras y sus milagros, de su cercanía a los pobres y su llamada a la conversión porque “el Reino de Dios está cerca”, después de haber visto como el maestro era detenido, juzgado y condenado a muerte en cruz, después de haber experimentado la resurrección, todavía los discípulos siguen sin comprender del todo la misión de Jesús –y, por tanto, su misma misión como continuadores de aquella–. Al final de todo no se les ocurre más que preguntar si “¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?” No se habían enterado.

      Sólo la promesa del Espíritu Santo mantiene la esperanza de que los discípulos lleguen a comprender del todo la misión de Jesús y su propia misión. Ese periodo tan especial que va desde el día de la Pascua, el de la resurrección de Jesús, hasta su ascensión termina con la fiesta de hoy. Pero el periodo de aprendizaje de los discípulos no ha terminado. Necesitan recibir el Espíritu Santo que será el que les haga conocer de verdad el significado de las palabras y de la vida de Jesús. De alguna manera, es necesario que Jesús desaparezca de sus vidas para que abran su corazón a una comprensión más profunda y verdadera de su figura. Hasta comprender que hay otra forma de presencia de Jesús en medio de la comunidad, una presencia que será constante y firme hasta el final de los tiempos. 

      Hoy en la Iglesia, en nuestra comunidad, en nuestro corazón, seguimos necesitando la presencia del Espíritu que nos ilumine para comprender cuál es la esperanza a la que nos llama Jesús, la riqueza de la gloria que es la herencia de los que creen en él, la grandeza de la misión de ser testigos del amor de Dios para todos, sin límites ni distinciones. Quizá nos convendría releer la segunda lectura y hacer con ella nuestra oración para pedir al Padre que nos envíe el Espíritu de Jesús, porque, aunque como a los apóstoles nos cuesta entender, queremos seguir su llamada a anunciar la buena nueva de la salvación a todos los hombres y mujeres. 



Para la reflexión

      ¿Qué significa para mí anunciar el Evangelio a toda la creación? ¿Es un mandato que afecta sólo a las curas y a las monjas? ¿Qué tendría que hacer para anunciar el Evangelio a los que viven conmigo?

EL PAPA FRANCISCO BENDICE A LOS FIELES EN SAN PEDRO POR PRIMERA VEZ DESDE LAS MEDIDAS ANTI COVID19


El Papa bendice a fieles en San Pedro por primera vez desde las medidas anti COVID19
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



Fue un momento breve, pero de gran carga espiritual y simbólica. Por primera vez, desde el decreto de medidas para evitar la propagación del coronavirus, el Santo Padre saludó desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano y bendijo y saludó a los fieles allí congregados para rezar el Regina Coeli.

La última vez que el Papa bendijo a los fieles en la Plaza fue el 1 de marzo. Después el gobierno italiano decretó el confinamiento de la población y otras medidas destinadas a evitar nuevos contagios de COVID 19 y el Estado de la Ciudad del Vaticano, en coordinación con las autoridades italianas, decretó el cierre de la Plaza de San Pedro.


Desde entonces, el Santo Padre presidió el rezo del Ángelus y de Regina Coeli, y la Audiencia General de los miércoles, desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, aunque al finalizar se asomaba a la ventana y bendecía una Plaza vacía de gente.

Sin embargo, desde el pasado 20 de mayo la Plaza de San Pedro se ha reabierto al público, por lo que algunos fieles se han reunido, manteniendo la distancia de seguridad, junto al Palacio Apostólico, para rezar con el sucesor de Pedro.

Aunque el Papa presidió el Regina desde la Biblioteca, como en estas últimas semanas, al finalizar se asomó a la ventana. En ese momento, los fieles congregados dieron muestras de gran alegría y las campanas de la Basílica de San Pedro comenzaron a sonar.

Francisco saludó a los presentes con la mano y los bendijo antes de regresar al interior de los apartamentos pontificios.

LA HISTORIA DE UN MILAGRO POCO CONOCIDO DE DON BOSCO Y MARÍA AUXILIADORA


La historia de un milagro poco conocido de Don Bosco y María Auxiliadora
Redacción ACI Prensa





Según los relatos del sacerdote salesiano P. Mauricio Verlezza, la presencia de Don Bosco en la ciudad italiana de Génova hace más de 100 años está ligada a muchas anécdotas, historias y también algunos milagros que tienen también como protagonista a María Auxiliadora.

El P. Verlezza, responsable de la Obra de Don Bosco en Sampierdarena (Génova), desde donde salieron las primeras expediciones misioneras hacia Argentina, contó a ACI Prensa que el Don Bosco celebró una Misa en 1872 en la que participaba una gran cantidad de benefactores.  

Al final, y luego de escuchar su catequesis, todos pasaron por la sacristía de la Catedral de San Siro para recibir la bendición del fundador de los salesianos. A cada uno le obsequiaba una medallita de María Auxiliadora.


“Las medallitas que tenía en una pequeña bolsa eran muy pocas y el milagro fue que todos pudieron recibirla, pese a que la bolsita que el secretario le dio a Don Bosco realmente tenía poquísimas”.

Aquí, explicó también el sacerdote, “San Juan Bosco miraba sus sueños misioneros con un mapamundi que se conserva en el pequeño cuarto en el que reposaba durante su permanencia en Sampierdarena”.

“Uno solo es mi deseo: que sean felices en el tiempo y en la eternidad”, dejó escrito a sus jóvenes Don Bosco, que San Juan Pablo II declaró “padre y maestro de la juventud”.

San Juan Bosco partió a la Casa del Padre un 31 de enero de 1888, después de haber hecho vida aquella frase que le dijo a su alumno Santo Domingo Savio: “aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.



Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en ACI Stampa

HOY 24 DE MAYO CELEBRAMOS A MARÍA AUXILIADORA

Hoy celebramos a María Auxiliadora, la que sostiene en tiempos difíciles
Redacción ACI Prensa






“En el cielo nos quedaremos gratamente sorprendidos al conocer todo lo que María Auxiliadora ha hecho por nosotros en la tierra”, decía San Juan Bosco, gran propagador del amor a esta advocación mariana que ha estado en la Iglesia y las familias cristianas desde antiguo ante los tiempos difíciles.

Los cristianos de los primeros siglos llamaban a la Virgen María con el nombre de Auxiliadora. Tanto así que los dos títulos que se leen en antiguos monumentos de oriente son: Madre de Dios (Teotokos) y Auxiliadora (Boetéia).

Santos como San Juan Crisóstomo, San Sabas y San Sofronio la nombraban también con esta advocación, siendo San Juan Damasceno el primero en propagar la jaculatoria: “María Auxiliadora, ruega por nosotros”.


"Oh María tú eres poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda", proclamó tiempo después San Germán.

María Auxilio de los cristianos
En el siglo XVI, el Papa San Pío V, gran devoto de la Madre de Dios, después de la victoria del ejército cristiano sobre los musulmanes en la batalla de Lepanto, mandó que se invocara a María Auxilio de los cristianos en las letanías.

En la época de Napoleón, el Papa Pío VII estaba apresado por este emperador y el Pontífice prometió que si salía libre, decretaría una nueva fiesta mariana en la Iglesia. Napoleón cae, el Santo Padre retorna triunfante a su sede pontificia el 24 de mayo de 1814 y decreta que todos los 24 de ese mes se celebraría en Roma la Fiesta de María Auxiliadora.

Al año siguiente nació San Juan Bosco, a quien la Virgen se le apareció en sueños para que le construyera un templo con el título de Auxiliadora. Es así que el Santo inició dos monumentos: el físico que es la Basílica de María Auxiliadora de Turín y el “vivo” conformado por las Hijas de María Auxiliadora.

San Juan Bosco aseguraba a sus jóvenes que él y muchos fieles obtenían grandes favores del cielo con la novena a María Auxiliadora y la jaculatoria dada por San Juan Damasceno.


“Confiad siempre en Jesús Sacramentado y María Auxiliadora y veréis lo que son milagros”, afirmaba San Juan Bosco.


HOY CELEBRAMOS LA SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, 24 DE MAYO



Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor
Redacción ACI Prensa





Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor
Hoy la Iglesia Universal celebra la Solemnidad de la Ascensión del Señor al cielo, a los cuarenta días de su resurrección.

San Juan Pablo II al meditar esta Solemnidad, en su homilía del 24 de mayo de 2001, señaló que “la contemplación cristiana no nos aleja del compromiso histórico. El ‘cielo’ al que Jesús ascendió no es lejanía, sino ocultamiento y custodia de una presencia que no nos abandona jamás, hasta que él vuelva en la gloria”.

“Mientras tanto -continúa el Santo- es la hora exigente del testimonio, para que en el nombre de Cristo ‘se predique la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos’”.

Uno de los pasajes bíblicos que narra este episodio de la vida del Señor está en el Evangelio de San Marcos 16,15-20:

“Conclusión del santo evangelio según san Marcos: En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: ‘Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos’. Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban”.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 24 DE MAYO, MARÍA AUXILIADORA


Los cinco minutos de María
Mayo 24




Invocar a María como “Auxilio de los cristianos” no es sino expresar con palabras lo que nuestra Madre celestial hace en nosotros.

En efecto, María es la gran auxiliadora del pueblo cristiano, que de ella recibe la protección contra las adversidades, el consuelo en sus penas, la fortaleza en las desgracias.

Si el hijo en todo momento de aflicción acude a su madre… ¡Cuánto más no hará el cristiano invocando a su Madre Santísima en el dolor! A esta celestial Señora nada le preocupa tanto como ayudar a sus hijos que a ella acuden con sencilla confianza y profundo amor.

“Madre, yo soy más feliz que tú, porque tú no tienes una madre que te ame como tú me amas” (Santa Teresita).


* P. Alfonso Milagro

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 23 DE MAYO


Los cinco minutos de María
Mayo 23



Cada uno tiene su propia personalidad y su propia misión personal e intransferible sobre la tierra. La Virgen María tuvo la suya. Toda su vida halla explicación en la misión maternal que Dios le confió.
El sentido de nuestra vida también reside en aquello para lo que Dios nos ha creado y para lo cual nos dotó de determinadas cualidades, nos puso en tales circunstancias, nos rodeó de tales personas, hizo que influyeran en nuestra vida tales acontecimientos.

San Pablo dice que “en todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman” (Rom 8,28); hagamos nosotros todo para gloria del Dios a quien amamos.

Madre, que respondiendo a la misión encomendada nos diste a tu Hijo Jesús, aliéntanos y acompáñanos para que nosotros seamos fieles a la misión que Dios nos ha encomendado.


* P. Alfonso Milagro

IMÁGENES Y GIFS DE LA VIRGEN MARÍA AUXILIADORA















































viernes, 22 de mayo de 2020

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 22 DE MAYO


Los cinco minutos de María
Mayo 22



Si miramos la vida de María con ojos humanos, no hallaremos en ella brillo ni cosas llamativas; ella se santificó no precisamente por las cosas que hizo, sino por el espíritu de amor con que las realizó.
Lo que ella hizo fue lo que todas las mujeres de Israel hacían en aquella época; muchos hicieron cosas de mayor relevancia a los ojos de los hombres; pero el espíritu de amor que ella puso en sus cosas no lo alcanzaron quienes convivieron con la Virgencita de Nazaret.

Pero si tú estás destinado a hacer cosas que llamen la atención de los que te rodean, no estás por ello eximido de la santidad, pues en todas las cosas has de poner amor, mucho amor, y solamente amor.
Madre de los Apóstoles, a quienes transmitiste el espíritu de tu Hijo, que todos perseveremos unánimes en la oración contigo.


* P. Alfonso Milagro

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY VIERNES 22 DE MAYO DE 2020


Lecturas de hoy Viernes de la 6ª semana de Pascua
Hoy, viernes, 22 de mayo de 2020




Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (18,9-18):

CUANDO estaba Pablo en Corinto, una noche le dijo el Señor en una visión:
«No temas, sigue hablando y no te calles, pues yo estoy contigo, y nadie te pondrá la mano encima para hacerte daño, porque tengo un pueblo numeroso en esta ciudad».
Se quedó, pues, allí un año y medio, enseñando entre ellos la palabra de Dios.
Pero, siendo Gallón procónsul de Acaya, los judíos se abalanzaron de común acuerdo contra Pablo y lo condujeron al tribunal diciendo:
«Este induce a la gente a dar a Dios un culto contrario a la ley».
Iba Pablo a tomar la palabra, cuando Gallón dijo a los judíos:
«Judíos, si se tratara de un crimen o de un delito grave, sería razón escucharos con paciencia; pero, si discutís de palabras, de nombres y de vuestra ley, vedlo vosotros. Yo no quiero ser juez de esos asuntos».
Y les ordenó despejar el tribunal.
Entonces agarraron a Sóstenes, jefe de la sinagoga, y le dieron una paliza delante del tribunal, sin que Galión se preocupara de ello.
Pablo se quedó allí todavía bastantes días; luego se despidió de los hermanos y se embarco para Siria con Priscila y Aquila. En Cencreas se había hecho rapar la cabeza, porque había hecho un voto.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 46,2-3,4-5.6-7

R/. Dios es el rey del mundo

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra. R/.

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado. R/.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (16,20-23a):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy viernes, 22 de mayo de 2020
Carlos Latorre, cmf
Queridos hermanos:

¡Cuánto nos anima ver a hombres como San  Pablo entregados a dar a conocer a Jesús! El camino de su conversión fue radical. Y el cambio total en su vida le llevó a convertirse de perseguidor de los cristianos a apóstol de Cristo llevando su nombre por los lugares más difíciles. Y su palabra resonó tanto en Atenas, el centro cultural más importante de la antigüedad, como en Roma, que era la capital del imperio romano.

En este peregrinar por distintas ciudades Pablo llegó a un puerto de mar muy famoso en Grecia, que se llamaba Corinto. Jesús mismo le hace entender que en la ciudad de Corinto tiene elegido un pueblo numeroso que le espera. Pero Jesús necesita de la voz de Pablo para tocar el corazón de tantas personas que le buscan, que le esperan, pero que no saben dónde está, porque nunca han oído hablar de Él. El imperio romano ya no será lo mismo desde que Pablo comenzó a anunciar el mensaje de Jesús en Corinto.

Hoy día evangelizar, dar a conocer la persona de Jesús, no ha pasado de moda ni es cosa de la antigüedad. Hoy hay una urgencia especial de dar a conocer el mensaje de Jesús. Los medios de comunicación se han multiplicado y están al alcance de todos. Las distancias entre las naciones y los continentes son más fáciles de recorrer.  En todos los lugares del mundo hay que proclamar el mensaje de Jesús que nos enseña a llamar a Dios PADRE NUESTRO. Para Dios todos somos hijos suyos, a todos nos  ama  porque no hace diferencia de personas. A todos llama, a todos convida a formar parte de su familia. A esto nos invita hoy el Salmo: “Pueblos todos, batid palmas,  aclamad a Dios con gritos de júbilo;   él nos escogió por heredad suya”.

Es muy cierto que no cree quien quiere, sino aquel a quien le ha sido concedido. La fe es un don de Dios, que llega a nuestros corazones gracias al Espíritu Santo. Es una luz que nos hace -como a Pablo- caer del caballo de nuestra autosuficiencia. No cree quien quiere, sino aquel a quien le ha sido concedido. Por eso nuestro único recurso es orar con humildad, pedir la venida del Espíritu para nosotros y para los demás.

Jesús en el evangelio de hoy nos dice: «En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”.

Y nos pone una comparación que todos podemos entender: “La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre”. No hay mayor felicidad para unos padres que el momento del nacimiento de sus hijos. Por eso Jesús insiste: “También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría”.

Estamos en el mes de mayo que se distingue de otros meses por esa tradición mariana tan arraigada en nuestra tradición católica. Ella, María la Madre de Jesús, nos acompaña también a nosotros sus discípulos. El Santo Padre Francisco ha escrito una oración a la Santísima Virgen para este mes de mayo en la que le dice: “Ayúdanos, Madre del Divino Amor,  a  conformarnos a la voluntad del Padre  y hacer lo que Jesús nos diga.  Él, que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo  y cargó  nuestros dolores  para guiarnos a través de la cruz  a la alegría de la resurrección. Amén.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,  no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,  antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita”.

Vuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre
carloslatorre@claretianos.es

HOY 22 DE MAYO SE INICIA LA NOVENA POR LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA


Hoy 22 de mayo se inicia la novena por la Visitación de la Virgen María



 (ACI).- El próximo 31 de mayo la Iglesia celebrará la Fiesta de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel y de esta forma concluirá el mes mariano.

Según narran los evangelios, el ángel Gabriel le dijo a María que así como ella iba a ser la Madre de Jesús, su prima Isabel también estaba encinta de Juan el Bautista, y la Virgen fue en ayuda de su pariente durante tres meses.

Aquí te presentamos una novena de preparación:


Primer Día de la Novena por la Visitación


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contricción

Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y ante cuya magestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable, que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mió! Yo sé que la grandeza de vuestra Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura, soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz, que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir, para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para todos los días

¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan dolorosa compasion tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.

Primer Día de la Novena

Serenísima Reina y Señora del universo, que siendo Madre de Dios vivo, dejásteis vuestro apacible retiro y os levantásteis con santo apresuramiento, para ir personalmente a visitar a la anciana y dichosa Santa Isabel. Ah! sin duda que esta noble matrona jamás olvidaría tan alta distinción. Pues ¿cómo podrémos olvidar la que nos habéis hecho, atravesando los mares para venir a nosotros desde Sicilia y fijar aquí vuestra morada? ¿qué visteis en nosotros para honrarnos con esta predilección? ¡Oh mil veces bendita vuestra inefable misericordia, pues como verdadera Madre allá corréis más solícita donde está el hijo más necesitado! Permitidnos pues, oh Madre Santísima de la Luz, que nos unamos al coro de los Angeles para daros las debidas gracias por este singular favor, y que con ellos y especialmente con nuestros ángeles custodios os supliquemos nos visitéis en la hora de nuestra muerte y nos concedáis la gracia que en secreto os pedimos, si fuere así de vuestro agrado. Amen.

Se hace la petición y después se rezan tres Ave Marías en esta forma:

Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.

Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.

Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima despues del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.

Oración Final

¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en vuestro amantísimo Corazon y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas, iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Magestad y nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah, Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedariamos nosotros? ¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas, remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.





Segundo Día de la Novena por la Visitación


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contricción

Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y ante cuya magestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable, que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mió! Yo sé que la grandeza de vuestra Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura, soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz, que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir, para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para todos los días

¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan dolorosa compasion tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.

Segundo Día de la Novena

Piadosísima Virgen María, cuyas entrañas son tan compasivas para el miserable, que mereceis el nombre no solo de misericordiosa, sino aún de la misma misericordia. ¿Cuáles serían los afectuosos sentimientos de vuestra alma purísima y las dulces emociones de vuestro corazon cuando vuestros divinos ojos divisaron de lejos la habitación de vuestra prima, a donde os llevaban los impulsos del Espíritu Santo? Pues de la misma manera, oh gran Señora, nosotros comtemplamos hoy las amorosas ansias y maternal anhelo, con que os acercasteis a este humilde pueblo, por medio de vuestra portentosa imagen, que era la prenda segura de los insignes favores con que habíais resuelto beneficiarnos. Por tal motivo, nos postramos reverentemente a vuestras plantas, unidos con el coro de los Arcángeles, para significaros nuestro eterno reconocimiento y suplicaros que en nuestra última hora, consoléis nuestra agonía con vuestra deseadísima presencia, y entre tanto nos concedáis la gracia que ahora os pedimos. Amen.

Se hace la petición y después se rezan tres Ave Marías en esta forma:

Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.

Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.

Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima despues del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.

Oración Final

¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en vuestro amantísimo Corazon y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas, iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Magestad y nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah, Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedariamos nosotros? ¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas, remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.




Tercer Día de la Novena por la Visitación

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contricción

Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y ante cuya magestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable, que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mió! Yo sé que la grandeza de vuestra Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura, soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz, que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir, para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para todos los días

¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan dolorosa compasion tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.

Tercer Día de la Novena

Grande asombro es, Virgen María, considerar que Vos, la Esposa del Espíritu Santo, haya ido a Isabel, la esposa de Zacarías; y que el Hijo de Dios humanado en vuestro seno virginal, haya ido a Juan encarcelado en el vientre de su madre. ¡Oh qué misterio! ¡El Verbo divino rodeado de sus eternos e infinitos resplandores, se coloca hoy frente a frente de un niño envuelto en las tinieblas del pecado original! ¿Pero a quienes vinisteis, ¡oh Virgen Santa! cuando entró vuestra veneranda imagen en las calles de esta población, y llegó a la pobre casa en donde habia de permanecer entre nosotros? ¿Ante quienes se presentó ese vuestro divino Niño, que mostráis en vuestro brazo izquierdo, si no fue delante de unos pobres pecadores, mil veces más necesitados y miserables que Juan el Bautista? Os debemos, pues, por esta dignación tan excelente, todo el amor y gratitud de nuestra alma, y para satisfacer siquiera una pequeña parte de esta deuda, nos asociamos al coro de los Principados para alabaros y bendeciros, suplicándoos que cuando se anublen nuestros ojos por nuestra próxima partida de este mundo, veamos la serena luz de vuestro rostro, y si es conveniente para este fin, nos concedáis la gracia que ahora os pedimos. Amen.

Se hace la petición y después se rezan tres Ave Marías en esta forma:

Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.

Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.

Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima despues del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.

Oración Final

¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en vuestro amantísimo Corazon y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas, iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Magestad y nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah, Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedariamos nosotros? ¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas, remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.




Cuarto Día de la Novena por la Visitación


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contricción

Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y ante cuya magestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable, que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mió! Yo sé que la grandeza de vuestra Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura, soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz, que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir, para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para todos los días

¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan dolorosa compasion tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.

Cuarto Día de la Novena

Purísima doncellita y dignísima Madre de Dios, cuya humildad fue tanto más profunda, cuanto más encumbrada fue vuestra grandeza: nosotros os admiramos, ensalzamos y bendecimos por haber sido la primera en saludar a Santa Isabel, regalando sus oídos con los acentos de vuestra voz dulce, que ahora regocija los cielos, con el inefable canto que sólo es dado entonar a las vírgenes que siguen al Cordero, y en cuya célica armonía dominan poderosísimamente las notas inimitables que salen de vuestra garganta. Así creemos que al presentaros en este nuestro afortunado suelo delante de nuestros antepasados, seriáis la primera en hablarles al corazon con esa voz interna y mística que oye en silencio nuestra alma, cuando contempla vuestra soberana imagen; y nosotros también confesamos, benignísima Protectora nuestra, que mil y mil veces os habéis anticipado a enviarnos saludables inspiraciones y a socorrer nuestras necesidades, aún antes de haber implorado vuestro patrocinio. Por esto nos unimos al coro de las Potestades para cantar vuestras misericordias, esperando que en los últimos momentos de nuestra vida, nos concederéis la dicha de oir vuestra voz dulcísima y la gracia que confiadamente, os pedimos ahora en esta novena. Amen.

Se hace la petición y después se rezan tres Ave Marías en esta forma:

Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.

Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.

Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima despues del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.

Oración Final

¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en vuestro amantísimo Corazon y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas, iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Magestad y nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah, Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedariamos nosotros? ¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas, remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.




Quinto Día de la Novena por la Visitación


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contricción

Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y ante cuya magestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable, que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mió! Yo sé que la grandeza de vuestra Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura, soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz, que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir, para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para todos los días

¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan dolorosa compasion tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.

Quinto Día de la Novena

¡Oh cuán grata y deseable es vuestra presencia, Virgen bondadosísima, pues basta ella sola para que huyan precipitadamente los males y afluyan abundantemente los bienes! Así aconteció en la dichosa casa de vuestra prima Isabel, pues tan luego como percibió la salutación que salió de vuestros graciosos labios, sintió que daba saltos de alegría el niño que llevaba en su vientre. ¡Oh mil veces venturoso niño, que en tales momentos, traspasando los términos de la naturaleza, anunció con sus gozosos movimientos que estaba presente el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo! Pero también felices nosotros, oh Madre Santísima de la Luz, pues desde que llegasteis a nosotros, todo este pueblo ha dado saltos de alegría, viéndose por vuestra intercesión, libre de los males que le han afligido, y colmado siempre de celestiales favores, así en el orden de la naturaleza como en el de la gracia. Justo es, pues, que os demos las debidas gracias, y a fin de suplir de algún modo nuestra insuficiencia, nos unimos al coro de las virtudes para tributaros nuestras alabanzas, y pediros al mismo tiempo que os digneis asistir a nuestro último trance y nos lleneis de alegría, para salir en paz de este mundo. Y si es conducente a este objeto la gracia particular que deseamos conseguir en esta novena, os rogamos que os digneis otorgárnosla. Amen.

Se hace la petición y después se rezan tres Ave Marías en esta forma:

Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.

Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.

Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima despues del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.

Oración Final

¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en vuestro amantísimo Corazon y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas, iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Magestad y nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah, Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedariamos nosotros? ¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas, remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.




Sexto Día de la Novena por la Visitación


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contricción

Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y ante cuya magestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable, que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mió! Yo sé que la grandeza de vuestra Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura, soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz, que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir, para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para todos los días

¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan dolorosa compasion tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.

Sexto Día de la Novena

Amantísima Virgen María, cuyas santas y preciosas manos son depositarias de todas las gracias que nos concede vuestro divino Hijo: nosotros nos alegramos al considerar que por vuestra mediación, no solo el niño Juan fue lleno del Espíritu Santo, sino que de él redundó en su bendita madre, para que iluminada por esta luz divina, pudiera celebrar vuestras inefables glorias, y cantar vuestra soberana excelsitud y grandeza. Y ¿quién, sino Vos, Señora, ha obtenido del Padre de las luces que en este pueblo arda inextinguible la fe católica, a pesar de los furiosos vientos de la incredulidad? ¿Quién sino Vos, nos ha alcanzado tantas ilustraciones para la vida eterna, las cuales, creciendo cada dia de claridad en claridad? ¡Oh insigne Bienhechora nuestra! ¡Cuán incapaces somos no solo de expresar, sino aun de concebir todo cuanto os debemos! Disimulad pues, nuestra pequeñez, y aceptad nuestras humildes gracias que con el coro de las Dominaciones os tributamos, esperando que a la hora de nuestra muerte, estando Vos presente, haréis con vuestros ruegos que la luz del Espíritu Santo se infunda en nuestros corazones, concediéndonos si conduce a este fin, la gracia que ahora os pedimos. Amen.

Se hace la petición y después se rezan tres Ave Marías en esta forma:

Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.

Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.

Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima despues del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.

Oración Final

¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en vuestro amantísimo Corazon y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas, iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Magestad y nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah, Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedariamos nosotros? ¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas, remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.



Séptimo Día de la Novena por la Visitación


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contricción

Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y ante cuya magestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable, que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mió! Yo sé que la grandeza de vuestra Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura, soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz, que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir, para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para todos los días

¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan dolorosa compasion tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.

Séptimo Día de la Novena

Gloriosísima Virgen María, a quien después de Dios, se debe todo honor y alabanza, con absoluta preferencia a toda otra criatura: nosotros nos congratulamos por los magníficos encomios con que contestó a vuestra salutación la santa y nobilísima Isabel, pues obedeciendo no ya a los impulsos de la amistad y parentesco, sino a las inspiraciones del Espíritu Santo, abrió sus labios llena de alborozo, y exclamó en alta voz diciéndoos: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Estas mismas palabras, oh augusta Señora del universo, han sido repetidas en todos los siglos por todas las generaciones, y nosotros las hemos recojido de los labios de nuestros padres, cuando éramos todavía niños, y después, de la boca de los predicadores que nos han enseñado a honraros, en unión de vuestro tierno Niño, con estas expresiones, tan llenas de unción celestial y de sagrado fuego. Bien sabéis, Madre Santísima, que en vuestra devoción hemos cifrado nuestra dicha, especialmente desde que os dignásteis honrar este lugar con vuestra presencia; por lo cual celebramos hoy vuestras grandezas con el coro de los Tronos, suplicándoos que a la hora de nuestra muerte, no veamos a vuestro divino Hijo como Juez tremendo, sino que nos le presenteis en vuestros brazos como dulce Niño; y finalmente, que si la gracia que ahora os pedimos ha de conducirnos á nuestra salvación, nos la concedáis propicia. Amen.

Se hace la petición y después se rezan tres Ave Marías en esta forma:

Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.

Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.

Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima despues del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.

Oración Final

¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en vuestro amantísimo Corazon y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas, iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Magestad y nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah, Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedariamos nosotros? ¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas, remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.




Octavo Día de la Novena por la Visitación


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contricción

Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y ante cuya magestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable, que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mió! Yo sé que la grandeza de vuestra Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura, soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz, que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir, para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para todos los días

¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan dolorosa compasion tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.

Octavo Día de la Novena

¡Con cuánta razón, oh excelsa Virgen, vuestra dichosa prima, después de haberos proclamado la bendita entre las mujeres, y bendito también el precioso fruto de vuestro vientre, añadió penetrada de la más profunda humildad: _ Y ¿de dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme? Bienaventurada la que creíste, porque cumplido será lo que te fue dicho de parte del Señor. ¡Oh! ¡qué cuadro tan sorprendente y magnífico se presentaría entonces a la mirada profética de Isabel! ¡Un Dios hecho hombre! ¡Una Virgen hecha Madre de Dios! ¡Los resplandores de la divinidad del Hijo envolviendo la fecunda virginidad de su Madre! ¿Cómo pues, no habia de humillarse Isabel? Pero, Señora: ¿con cuánta mayor razón debemos humillarnos nosotros, al ser honrados con vuestra visita? ¡Ah, Madre Santísima de la Luz! En este vuestro pueblo, ni los padres de familia son como Zacarías, ni las madres como Isabel, ni los hijos como Juan. Todos somos unos pobres pecadores; mas no por esto nos habéis desechado, sino antes bien nos habéis cubierto con vuestro manto, manifestando así que la Reina de la misericordia tiene por subditos a los miserables. Por tan inestimable e inmerecido favor nos postramos a vuestros pies, con el coro de los Querubines, y en unión de ellos os rogamos que en la hora de nuestra muerte nos infundáis con vuestra presencia, sentimientos de humildad para ser exaltados a la vida eterna y nos concedáis la merced que ahora os pedimos. Amen.

Se hace la petición y después se rezan tres Ave Marías en esta forma:

Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.

Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.

Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima despues del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.

Oración Final

¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en vuestro amantísimo Corazon y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas, iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Magestad y nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah, Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedariamos nosotros? ¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas, remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.




Noveno Día de la Novena por la Visitación



Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contricción

Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y ante cuya magestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable, que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mió! Yo sé que la grandeza de vuestra Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura, soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz, que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir, para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para todos los días

¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan dolorosa compasion tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.

Noveno Día de la Novena

¡Oh Madre Santísima de la Luz! Vos coronasteis vuestra visita a Santa Isabel, con un cántico tan divino, que sólo vuestros labios fueron dignos de entonarlo. ¿Cómo, pues, nos atreveríamos a pronunciarlo, si no es porque sabemos, que una madre gusta de que su hijo repita, aunque sea balbuceando, las palabras que ella le dicta? Concedednos, por tanto, Altísima Señora, que primero purifiquen los Serafines nuestra lengua con su sagrado fuego, para decir despues con toda la efusión de nuestra alma:

Glorifica mi alma al Señor: y mi espíritu se regocijo en Dios mi Salvador.

Porque miró la bajeza de su esclava: pues ya desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones.

Porque me ha hecho grandes cosas, el que es Todopoderoso-, y Santo el nombre de él. -

Y su misericordia de generación en generación sobre los que le temen.

Hizo valentía con su brazo; esparció a los soberbios del pensamiento de su corazon.

Destronó a los poderosos, y ensalzó a lós humildes.

Hinchó de bienes a los hambrientos, y a los ricos dejó vacíos.

Recibió a Israel su siervo, acordándose de su misericordia.

Así como habló a nuestros padres, a Abraham, y a su descendencia por los siglos de los siglos.

¡Oh María! Por amor de la Sabiduría Eterna que os inspiró estas palabras, dignaos visitarnos á la hora de nuestra muerte y recibir en vuestras manos nuestro espíritu.

Se hace la petición y después se rezan tres Ave Marías en esta forma:

Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.

Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.

Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima despues del parto. Dios te salve María, etc.

¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.

Oración Final

¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en vuestro amantísimo Corazon y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas, iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Magestad y nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah, Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedariamos nosotros? ¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas, remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

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