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miércoles, 22 de julio de 2020
VATICANO EXHORTA A TENER ACTITUD DE ESPERANZA ANTE LA PANDEMIA
Vaticano exhorta a tener actitud de esperanza ante la pandemia
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
La Pontificia Academia para la Vida publicó este 22 de julio el documento “Humana communitas en la era de la pandemia” del COVID-19 con “consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida”.
El texto vaticano exhorta a tener “una actitud de esperanza, más allá del efecto paralizante” y advierte que “todos estamos llamados a hacer nuestra parte. Mitigar las consecuencias de la crisis implica renunciar a la noción de que ‘la ayuda vendrá del gobierno’, como si fuera un deus ex machina que deja a todos los ciudadanos responsables fuera de la ecuación, intocables en su búsqueda de intereses personales”.
En este sentido, el documento de la Pontificia Academia para la Vida señala que existen “dos tentaciones opuestas: por un lado, la resignación que sufre pasivamente los acontecimientos; por otro, la nostalgia de un retorno al pasado, sólo anhelando lo que había antes”.
“Es hora de imaginar y poner en práctica un proyecto de convivencia humana que permita un futuro mejor para todos y cada uno”, exhortó.
Además, el texto reconoce que “no hemos prestado suficiente atención, especialmente a nivel mundial, a la interdependencia humana y a la vulnerabilidad común” ya que “si bien el virus no reconoce fronteras, los países han sellado sus fronteras”.
“A diferencia de otros desastres, la pandemia no afecta a todos los países al mismo tiempo… La pandemia está aumentando las desigualdades e injusticias ya existentes, y muchos países que carecen de los recursos y servicios para hacer frente adecuadamente al Covid19 dependen de la asistencia de la comunidad internacional”, alerta.
En esta línea, el documento vaticano explica que “las lecciones de fragilidad, finitud y vulnerabilidad nos llevan al umbral de una nueva visión: fomentan un espíritu de vida que requiere el compromiso de la inteligencia y el valor de la conversión moral”.
“Aprender una lección es volverse humilde; significa cambiar, buscando recursos de significado hasta ahora desaprovechados, tal vez repudiados. Aprender una lección es volverse consciente, una vez más, de la bondad de la vida que se nos ofrece, liberando una energía que va más allá de la inevitable experiencia de la pérdida, que debe ser elaborada e integrada en el significado de nuestra existencia”, describe.
Por ello, “es necesario dar cuerpo a un concepto de solidaridad que vaya más allá del compromiso genérico de ayudar a los que sufren. Una pandemia nos insta a todos a abordar y remodelar las dimensiones estructurales de nuestra comunidad mundial que son opresivas e injustas, aquellas a las que en términos de fe se les llama ‘estructuras de pecado’. El bien común de la comunidad humana no puede lograrse sin una verdadera conversión de las mentes y los corazones”.
De este modo, el documento subraya que “el acceso a una atención de salud de calidad y a los medicamentos esenciales debe reconocerse como un derecho humano universal” y añade que “de esta premisa se desprenden lógicamente dos conclusiones: la primera se refiere al acceso universal a las mejores oportunidades de prevención, diagnóstico y tratamiento, más allá de su restricción a unos pocos. La distribución de una vacuna, una vez que esté disponible en el futuro, es un punto en el caso. El único objetivo aceptable, coherente con una asignación justa de la vacuna, es el acceso para todos, sin excepciones. La segunda conclusión se refiere a la definición de la investigación científica responsable”.
MARÍA MAGDALENA: LA PECADORA ARREPENTIDA
María Magdalena: La pecadora arrepentida
De no ser por los Evangelios y por lo que Jesús hizo con ella, nadie la recordaría hoy
Por: n/a | Fuente: Alfa y Omega // ArchiMadrid.org
Era «una mujer pecadora que había en la ciudad» y se le perdonaron los pecados «porque había amado mucho».
El relato de san Lucas (7, 36-50) introduce a esta mujer en la historia de los hombres y ya estará en ella hasta el fin; de no ser por los Evangelios y por lo que Jesús hizo con ella, nadie la recordaría hoy; su vida habría pasado como un anónimo de baja calidad olvidado por todos. Leyendo la escena de lo que pasó en casa de Simón no se descubre su nombre; fue una delicadeza de autor tan humano y fino que no quiso ponerla en evidencia. Hizo bien, porque como la malicia de los hombres y mujeres con sus evidentes debilidades no tienen nada de atractivo ni de originalidad, prefirió resaltar la misericordia sin límite de Jesús. Luego, cuando ya no tuviera dentro «los siete demonios» que tuvo, sí sería oportuno escribir el nombre de María Magdalena, como hace Lucas en el capítulo siguiente.
Sin que pueda afirmarse de modo absoluto la identidad entre María Magdalena, la pecadora sin nombre, con la hermana de Lázaro y de Marta que se llamaba María a la que habría de suponer una época de extravíos juveniles, parece que la coincidencia de rasgos comunes en los relatos evangélicos –preferencia por los pies de Jesús y ser amiga de ungüentos perfumados–, justifican la fusión que de ambas figuras hace la tradición cristiana como queda expresada en la liturgia y en el martirologio.
Quizá fue un reproche de Jesús lo que la llevó al cambio, pero no lo sabemos; o a lo mejor fue una mirada de Jesús encontrada en alguno de aquellos momentos en los que la había situado su curiosidad por desear ver al joven Rabí de Nazaret; o la afirmación agresiva que hizo Jesús –para aclarar la mente de los que pensaban que eran buenos– de que «los publicanos y las prostitutas os precederán en el reino de los Cielos». El caso es que comenzó a sentirse incómoda consigo misma desde que le escuchó aquello de «bienaventurados los limpios» que verían a Dios. Hablaba mucho Jesús de la misericordia divina y, sin poderlo explicar, María no podía distraerse del deseo vehemente de estar cercana; le parecía que nadie hasta entonces entendía tanto de las profundidades de ese corazón bueno de Dios y ella comenzó a notar en su interior un deseo acuciante de bondad y de bien. El Nazareno disfrutaba hablando de la misericordia divina con los pecadores, rompió las reglas de juego admitiendo entre sus amigos a indeseables, y hasta dijo aquella verdad de que el médico está para los enfermos, que lo sanos no lo necesitan. María se siente colocada frente a sí misma; comenzó a darle asco su vida. La enseñanza variopinta del Maestro hablaba del padre bueno que espera la vuelta del hijo que se fue, y del pastor que busca cuidadoso a la oveja que se extravió. La de Magdala ya no se soporta; no puede sufrir el pensamiento de su propio espectáculo a pesar de su ansia vehemente de triunfos y halagos; se rebela contra su situación actual al tiempo que escucha a Jesús que hablaba de Dios –el mismo de siempre, pero sin palo–, como un padre lleno de comprensión. La mujer siente su orgullo encabritado, pero la gracia va abriéndose camino; solo hacía falta querer dar un paso, porque los pecados pesan ahora como una atadura insoportable.
Ni se lo pensó. Entró como a escondidas con un vaso de alabastro lleno de perfume, sin deseo de llamar la atención, y sin conseguir pasar desapercibida. Quiso pedir perdón y no pudo; se arrastró; no le salían palabras; solo es capaz de llorar, besar los pies y secar lo mojado con sus cabellos manejados con arte. Aturdida por tan extraña situación, le pareció oír que el joven Rabí la defendía de Simón con palabras pausadas y voz serena. Después vino el gozo al escuchar «tu fe te ha salvado, vete en paz».
Libre y renovada, flotando en bondad, se une al grupo de mujeres que le asisten en el ministerio mesiánico, y ya no dejará jamás a Jesús, ni siquiera cuando le escuche que deberá comer su carne y beber su sangre, ni se unirá a la cobarde deserción de sus amigos en el momento del Calvario. Vive una felicidad indecible.
Galilea, Judea, Decápolis y Fenicia. En Judea, el ambiente se iba enrareciendo; ella no sintió miedo, ni entendió cómo podían tenerlo los discípulos. Pero aquello pasó, aunque María no lo tuviera previsto y hasta le pareciera la pesadilla de un sueño embustero, ¡habían apresado al Maestro! Si solo ha hecho el bien, si es tan bueno, si no hizo mal, si ayuda a los pobres, si se desvive por los enfermos, si dice verdades, si habla del Cielo… Su actuación fue la misma por todas partes. ¿No curó al paralítico? ¿Qué hizo con el ciego? ¿No sanó leprosos? ¡Dio vida a la niña, al chico de Naín, a Lázaro! Alimentó a miles con pocos panes y peces, libró a endemoniados… tantas y tantos vivían contentos gracias e él.
Ya han levantado la cruz. El Gólgota está oscuro y con truenos. Se le escucha perdonando, que es lo suyo. Y hace promesa del Reino al ladrón y asesino que se arrepiente; sí, ese es su estilo. María mira y no entiende, mira y se avergüenza. La antigua profecía: «Mi siervo ha tomado sobre sí los pecados de todos» fue como un relámpago en su mente que le hizo entrever algo del misterio. Era descubrir el precio de sus pecados, la malicia de sus hechos. Y muchas lágrimas, algún grito, todo es desconsuelo mientras hipa a moco tendido. La mano de la madre del crucificado puesta en su hombro venía a darle paz; el rostro de aquella mujer con lloro sosegado le hizo entender que no tenía derecho a expresar más dolor del que sufría la propia madre del muerto.
Cuando lo desclavaron y lo bajaron, casi no tuvieron tiempo para prepararlo y así lo tuvieron que enterrar. María Magdalena tiene la cabeza confusa y lleva un propósito en el pecho: cuando pasase el descanso sabático, moriría al lado de Jesús, quedándose junto al sepulcro.
Allá iba el domingo entre dos luces, con más ungüentos aromáticos, acompañada de un grupo pequeño de mujeres. La puerta está abierta, ¡han violado la tumba y no está su cuerpo! Corre al cenáculo y corren también Juan y Pedro. Todos se alborotan y regresan con el corazón en un puño, plasmada la incertidumbre en los rostros y con más miedo dentro. María se queda sola con su desventura; ya no le queda ni siquiera el cuerpo de Jesús muerto.
Le dice al hortelano que lo buscará y lo traerá. Solo una palabra en tono especial la revuelve para poder ella responder de modo increíble a lo humano: Rabboni, Maestro mío. Hay un nuevo intento de agarrarse a sus pies y la alegría indescriptible de testificar como un huracán que ha visto vivo al que estuvo muerto.
A partir de este momento, ya no se vuelve a hablar en el Evangelio más de María Magdalena.
Después quedó la leyenda –clara en sus justos términos– parloteando de sus posibles, imaginados o deseados pasos por el mundo, apartada en el desierto o llegando en diáspora judía hasta las playas de Marsella. Yo prefiero quedarme con la estampa que cierra su vida el Evangelio hasta que la salude personalmente en el cielo. ¿Podrá hacerse eso?
ORACIÓN DE LA SALVE
La Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia...
Por: La Iglesia | Fuente: Catholic.net
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este
valle de lágrimas.
Ea pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Ruega por nosotros para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 22 DE JULIO DE 2020
Decimosexta Semana del Tiempo Ordinario
Miércoles 22 de Julio de 2020
Hoy es: Santa María Magdalena (22 de Julio)
“ Mujer, ¿por qué lloras? ”
Primera lectura
Lectura del libro del Cantar de los Cantares 3, 1-4a
Esto dice la esposa:
«En mi lecho, por la noche,
buscaba al amor de mi alma;
lo buscaba, y no lo encontraba.
“Me levantaré y rondaré por la ciudad,
por las calles y las plazas,
buscaré al amor de mi alma”.
Lo busqué y no lo encontré.
Me encontraron los centinelas
que hacen la ronda por la ciudad.
“Habéis visto al amor de mi alma?”.
En cuanto los hube pasado,
encontré al amor de mi alma».
Salmo
Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 R/. Mi alma está sedienta de ti, mi Dios
Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabaran mis labios. R/.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabaran jubilosos. R/.
Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1. 11-18
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice:
«¡Rabbuní! », que significa: «¡Maestro! ».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».
Reflexión del Evangelio de hoy
Buscando al amor de mi alma
En la festividad de Santa María Magdalena, la primera testigo del resucitado, encontramos en el libro del Cantar de los Cantares a una mujer que “busca el amor de su alma”. El camino hasta encontrarlo se hace largo. Lo buscó por caminos erróneos, pero lo halló no tanto cuando lo buscaba, sino cuando menos lo esperaba.
¡Qué difícil tarea la de buscar el amor! Quizás sea en la inocencia de la adolescencia cuando hallamos parte de él. Hablamos de encajar, de ser compatibles, de ser piezas de un engranaje bien ensamblado, de la otra mitad de mi ser. Pero, siempre llega el desencanto. Se rompe la relación y lo que parecía ser un alma gemela, se ha convertido en uno de los mayores enemigos porque nos ha causado dolor. El alma yace herida por los caminos del desencanto y el desamor.
Pero, hemos de ser consciente de algo importante. El amor siempre va unido al alma. Si al alma no lo hacemos crecer y madurar el amor queda expuesto a la superficialidad; y con ella, se rompe también el alma. Para amar hemos de a cercarnos a nuestra alma, ver qué necesidades tenemos, y preguntarnos cómo las podemos superar. Hay que superar primero esas necesidades para aventurarme al amor.
El amor de un alma madura se expone al sacrificio. Y el sacrificio es una total donación gratuita de cuanto soy. No cabe reservarse nada ante la persona amada. No hay amor sin una confianza plena, y sin una fidelidad inquebrantable, firme como una roca.
Sin embargo, sucede que, a veces, salimos de nuestra alma para hacer incursiones por el mundo; nos tomamos un tiempo queriendo buscar oxígeno para nuestra mente y nuestro espíritu; pero, una cosa es respirar, y otra dar bocanadas. No podemos exponer a nuestro espíritu la dictadura del impulso irredento que nos conduce a la desestructuración personal.
Cuando el tiempo es el adecuado, y se ha respirado lo suficiente, hemos de volver a tomar consciencia de un nuevo ser personal dispuesto a renovar su amor. Lo malo es creer que respiramos cuando lo que estamos haciendo es dar bocanadas de aire, que fuerzan una incorrecta capacidad de respirar. Damos bocanadas cuando nos sentimos ahogados, o hemos hecho un sobreesfuerzo con nuestro cuerpo, no obstante, hemos de volver al fluir sereno de la respiración, para que todo nuestro cuerpo esté acorde con su ser.
Lo mismo nos sucede con Dios. O lo respiramos conscientemente para que nuestra alma esté unida a Él, o actuamos de manera impulsiva y rompemos el ritmo de nuestra relación con Él. Buscar el amor de mi alma significa también buscar a Dios y su presencia. Dios es amor, según nos dice la primera carta de san Juan; de Él hemos recibido la capacidad de amar como acto creador, por eso el amor no se puede desvincular de su capacidad creadora; de alguna manera moldeamos con esa capacidad creadora a nuestros seres queridos cuando les expresamos un amor gratuito. Sólo la gratitud es señal de una acogida sincera.
Buscar oxígeno en el amor es la expresión de una persona que se siente atrapada, agobiada, oprimida. Sin embargo, puede ser sólo una mentira que justifique mi huida. El oxígeno es necesario, pero la huida no resuelve los problemas.
Mujer, ¿por qué lloras?
En el Evangelio de San Juan encontramos a María Magdalena al pie del sepulcro, buscando en el lugar de los muertos al que está vivo. María Magdalena tiene quebrado el corazón y su alma por la muerte de Jesús. Ella fue discípula y servidora de la comunidad de creyentes que compartieron con Jesús el pan y la palabra. María se resiste a comprender el cambio cualitativo que ha cobrado la nueva vida en Cristo Jesús. Llora, pero a veces el llanto es egoísta. Lloramos por cuanto ya no recibimos.
Es necesario que alguien nos llame por nuestro nombre, para tomar conciencia de la liberación de nuestra angustia, y poder proclamar la alegría de la salvación. Esa alegría surge con el encuentro del Resucitado, que me pregunta “¿por qué lloras?”. He de buscar la causa de mi llanto.
Hay personas de llanto fácil, pero no encuentran la causa de su llanto. A veces es la emoción frágil, otras veces es la experiencia que uno siente por el abandono. Quien tiene el corazón quebrado necesita de una experiencia íntima mayor que el dolor, para dar el paso a la alegría.
María además de discípula también fue receptora de una experiencia íntima sin parangón: el resucitado le pregunta por la razón de su llanto, y se revela ante ella. Además de discípula, a partir de ahora es consciente de una misión: Anunciar que Cristo sigue vivo entre nosotros.
¿Por qué escogió a una mujer de entre sus discípulos par ser la primera en experimentar la alegría del resucitado? Hay varias razones que me conducen a responder. El Cristo liberador de la muerte y del pecado también rompe con las estructuras de opresión y discriminación. Pero hay una razón también de fidelidad, María Magdalena, permaneció al pie de la cruz cara al dolor y la muerte. No tenía un espíritu traidor ni un espíritu cobarde. Fue incluso capaz de recorrer el lugar de los muertos para buscar a su Señor.
Hemos de orar hermanos por esa capacidad, siempre nueva, que María Magdalena expresó con su fe y su amor en Cristo Jesús. Ella no se avergonzó de su pasado, ni tampoco de su presente. Llora por amor, y busca por amor la alegría de resucitar.
Fray Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
lunes, 20 de julio de 2020
10 IDEAS PARA MEJORAR TU RELACIÓN CON EL ESPÍRITU SANTO
10 ideas para mejorar tu relación con el Espíritu Santo
Permitámosle impregnarnos con Su Presencia y que tome total posesión de nuestras vidas
Por: Fr. Ed Broom, OMV | Fuente: FatherBroom.com // PildoradeFe.net
El Santificador, el Paráclito, el Dedo de Dios, el Maestro Interior, el Don de Dones, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el lazo de Amor unificando el Padre y el Hijo, el Abogado, el Amigo Secreto, el Dulce Huésped del Alma – todos estos títulos se le dan a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo.
Cuando San Pablo llegó a Éfeso en un viaje misionario, él le preguntó a alguna de las personas allí si habían recibido el Espíritu Santo. Su respuesta pudo ser vista incluso a la luz de nuestra situación presente como una falta de conocimiento de la fe en general y una falta de conocimiento del Espíritu Santo en particular:
"Ni siquiera hemos oído decir que se reciba el Espíritu Santo". (Hechos 19,1-7)
Nunca hemos vivido en un mundo con tanta información. Sin embargo, al mismo tiempo, nunca hemos vivido en un mundo con una confusión tan esparcida – ¡los efectos del pecado y de la Torre de Babel!
Por lo tanto, queremos ofrecer un pequeño ensayo acerca de cómo podemos hacer que nuestro conocimiento, amor y amistad con el Espíritu Santo crezcan, tal a como dice el Catecismo de la Iglesia Católica acerca de Él – “¡El Don de Dones!”
Recibamos libremente este Don en lo profundo de nuestros corazones, mentes, almas y entendimientos y permitámosle impregnarnos con Su Presencia y que tome total posesión de nuestras vidas. Un don o un regalo pueden ser recibidos o rechazados libremente.
Abramos nuestros seres totalmente para recibir el más grande de los Regalos, ¡a Dios mismo!
Esperamos que estas pequeñas sugerencias sean de gran ayuda para unirnos más con el Espíritu Santo. Estemos preparados y dispuestos a compartir el conocimiento que recibamos libremente. Si hemos recibido libremente, ¡demos libremente!
A continuación encontrarán 10 puntos o ideas para mejorar su conocimiento, amor y docilidad al Espíritu Santo.
1.- Cada día una Oración al Espíritu Santo.
Aquí les dejo una que puede ser memorizada fácilmente: "Ven Espíritu Santo, ven a través del Corazón de María".
Digan esta oración a menudo con gran fe y amor. Consecuentemente, el Espíritu Santo se manifestará más activamente en sus vidas.
2.- Leer Hechos de los Apóstoles.
Lean el libro de la Biblia que le sigue al Evangelio de San Juan y que le es atribuido a San Lucas, los Hechos de los Apóstoles.
Este libro ha sido llamado “El Evangelio del Espíritu Santo”. Sean especialmente observadores de cuántas veces es mencionado el Espíritu Santo en esta obra maestra espiritual. Vean además las diferentes maneras en las que el Espíritu Santo trabaja en la Iglesia primitiva.
Pueden incluso subrayar con un lápiz cada vez que el Espíritu Santo sea mencionado en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Permítanle al Espíritu Santo entrar más de lleno en sus vidas al meditar la Palabra de Dios.
3.- Tener el hábito de rezar Novenas.
Una de las novenas más poderosas en la historia del mundo es precisamente la novena de la preparación para la venida del Espíritu Santo, el primer Pentecostés.
Los Apóstoles oraron y ayunaron durante 9 días y noches en unión con la Santísima Virgen María. Luego ocurrió un extraordinario fenómeno: viento y fuego descendieron sobre las cabezas de los Apóstoles, transformándolos en fervientes amantes de Jesús, ¡listos para derramar su sangre por el bien de Su nombre! (Lee el capítulo 2 del libro de los Hechos).
4.- Conocer los SÍMBOLOS del Espíritu Santo.
Hay que conocer todos los símbolos que nos ha dado la iglesia para conocer mejor al Espíritu Santo.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos da varios de ellos: Fuego, Viento, Paloma. Viento, Agua y Aceite. También el Sello, un Dedo, una Lámpara.
Los símbolos son realidades físicas que apuntan a una realidad espiritual más profunda (CCC 694 – 701)
5.- Lean sobre el Espíritu Santo.
Uno de los libros que recomiendo es "En la Escuela del Espíritu Santo" escrito por Jacques Philippe.
Una obra de arte corta pero magnífica sobre el tema del Espíritu Santo, Philippe nos invita a buscar el camino de la santidad por medio del sencillo camino de la docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo, Santificador, nos quiere hacer santos, si le permitimos operar libremente en nuestras vidas.
6.- Los Dones del Espíritu Santo
Al momento del Bautismo recibimos los siete Dones del Espíritu Santo; luego el Sacramento de la Confirmación fortifica estos maravillosos dones.
Conózcanlos; oren para que se actúen más vigorosamente en sus vidas. Su santificación y salvación depende de esta profunda unión con el Espíritu Santo y Sus Dones.
7.- Los 7 Dones del Espíritu Santo
Si sienten que deambulan en “Tierra de Nadie” con respecto a lo que son los Dones del Espíritu Santo, entonces esto les será de mucha ayuda.
Traten de memorizarlos: Sabiduría, Conocimiento, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Piedad y Temor de Dios.
De acuerdo a Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angelical, la Sabiduría es el más grande de los dones del Espíritu Santo, que puede ser definido como deleitarse en las cosas de Dios.
Si quieren, el Salmista resume el don de la Sabiduría con estas palabras concisas:
"Gusten y vean cuán bueno es el Señor" (Salmo 34,9)
8.- Los frutos del Espíritu Santo
Tradicionalmente los frutos del Espíritu Santo son doce, aunque Santo Tomás de Aquino dice que estos no incluyen todo.
Los siguientes son los doce frutos conocidos tradicionalmente: caridad (o amor), alegría, paz, paciencia, benignidad (o amabilidad), bondad, longanimidad (o gran coraje), fidelidad, mansedumbre, modestia, continencia (o auto-control), y castidad.
Santo Tomás dice que cuando correspondemos a los Dones del Espíritu Santo y llevamos a cabo la voluntad de Dios en nuestras vidas, entonces experimentamos esta dulzura interior en nuestra alma, éstos son los frutos del Espíritu Santo.
9.- Recuperar al Espíritu Santo.
Una tragedia moral podría ocurrir en nuestras vidas: ¡caer en pecado mortal! Si se cae en el lodo del pecado mortal en nuestras vidas, nunca caigan en desesperación sino que confíen en Dios completamente.
Al cometer pecado mortal, estamos expulsando conscientemente a la persona del Espíritu Santo de nuestras almas.
Sin embargo, la Buena Nueva es ésta: ¡CONFESIÓN! Al realizar una buena confesión con un sacerdote, entonces no sólo regresa la gracia de Dios a nuestra alma sino que ¡regresa el Espíritu Santo como Dulce Huésped de nuestra alma!
10.- La Virgen María y el Espíritu Santo
María tiene la relación más profunda y cercana con el Espíritu Santo después del mismo Jesús.
La Inmaculada Concepción, en la cual Nuestra Señora fue preservada libre de toda Culpa Original desde el momento de su concepción en el vientre de su madre, fue obra del Espíritu Santo.
La Concepción Virginal de Jesús en el vientre de María fue por obra y gracia del Espíritu Santo.
El nacimiento de la Iglesia en el primer Pentecostés cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles en lenguas de fuego, sucedió en presencia de Nuestra Señora.
Sus poderosas oraciones facilitaron la venida del Espíritu Santo y el advenimiento de la Iglesia Misionera.
Nuestra Señora tiene una relación íntima y profunda con la Santísima Trinidad. Ella es la Hija de Dios Padre, la Madre de Dios Hijo y la Esposa Mística del Espíritu Santo.
Por esta razón San Luis de Montfort expresó en estas palabras de gran entusiasmo:
"Aquellos que aman a María, el Espíritu Santo se lanza a Sí mismo en estas almas",
Que Nuestra Señora nos obtenga un Pentecostés renovado y una poderosa infusión del Espíritu Santo.
"Ven Espíritu Santo, ven a través del Corazón de María".
EL EVANGELIO DE HOY LUNES 20 DE JULIO DE 2020
Decimosexta Semana del Tiempo Ordinario - Año Par
Lunes 20 de julio de 2020
“ Maestro, queremos ver un milagro tuyo ”
Primera lectura
Lectura de la profecía de Miqueas 6, 1-4. 6-8
Escuchad lo que dice el Señor,
el pleito del Señor con su pueblo.
«En pie, pleitea con las montañas,
que escuchen tu voz las colinas».
Escuchad, montañas, el pleito del Señor,
vosotros, inalterables cimientos de la tierra:
el Señor pleitea con su pueblo,
con Israel se querella.
«¿Pueblo mío, ¿qué te he hecho?,
¿en qué te he molestado?
¡Respóndeme!
Yo te saqué de Egipto
y te libré de la servidumbre.
Yo te envié a Moisés,
Aarón y María».
¿Con qué me presentaré al Señor
y me inclinaré ante el Dios excelso?
¿Me presentaré con holocaustos,
con terneros de un año?
¿Le agradarán al Señor mil bueyes,
miríadas de ríos de aceite?
¿Le ofreceré mi primogénito por mi falta,
el fruto de mis entrañas por mi pecado?
Hombre, se te ha hecho saber lo que es bueno,
lo que el Señor quiere de ti:
tan solo practicar el derecho,
amar la bondad,
y caminar humildemente con tu Dios.
Salmo
Sal 49, 5-6. 8-9. 16bc-17. 21 y 23
R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios
«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio».
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.
«No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mi.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños». R/.
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?» R/.
«Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
El que me ofrece acción de gracias,
ese me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios». R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12, 38-42
En aquel tiempo, algunos escribas y fariseos dijeron a Jesús:
«Maestro, queremos ver un milagro tuyo».
Él les contestó:
«Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra.
Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.
Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón».
Reflexión del Evangelio de hoy
Te he explicado, hombre, lo que Dios desea de ti
El profeta Miqueas nos plantea, en esta lectura, un tema importante: la necesidad de hacer memoria. Su voz profética, rotunda y clara, invita al pueblo a recordar cómo la presencia amorosa de Dios ha ido conduciendo y acompañando su camino hacia una tierra de libertad y dignidad. Tener memoria supone tomar en cuenta que no partimos de cero, que tenemos raíces, origen, un fundamento sólido con el que contar, que no somos un punto a la deriva en el universo. Se nos brindan las coordenadas necesarias para conducirnos con sentido.
El pueblo reacciona ante las palabras del profeta y quiere resarcirse ante Dios, pero desde sus propias categorías. No comprende que sólo desde una escucha verdadera es posible una respuesta lúcida, acertada. La escucha del deseo de Dios nos libra de concepciones erróneas en nuestra relación con Él. Poner el centro de interés de nuestra mirada en su modo de actuar, ilumina el culto adecuado con el que hemos de responder a su iniciativa y abrazar sus expectativas, que nos abren el camino seguro, confiable, para el desarrollo humano responsable y libre. De este modo, los criterios que configuran la existencia se fraguan en referencia a esta experiencia personal y colectiva del actuar de Dios, descubierto en la verdad del corazón, en las circunstancias de la historia y en el propio itinerario vital. El profeta especifica en diferentes niveles cuál es el culto que Dios desea recibir: respeto e integridad de vida, misericordia y sencilla humildad. Los sacrificios que surgen de trabajar por la justicia, la alabanza que brota de un corazón reconciliado.
Maestro, queremos ver un milagro tuyo
Jesús, en continuidad con la línea profética del Antiguo Testamento, no desaprovecha ninguna ocasión para indicar con total claridad las señales que revelan la presencia de Dios y del Reino. Nada parecido a los sensacionalismos, gestos grandilocuentes que parecen tener tanto poder de persuasión. Nada que ver con llamar la atención sobre sí mismo; bien al contrario, el único interés de Jesús se centra en manifestar el verdadero rostro de Dios diluido entre tanto rito y culto, llenos de inercia y superficialidad.
Jesús apunta a la experiencia interior profunda, honesta, responsable, en múltiples ocasiones a lo largo de su vida pública. Esta fidelidad a la verdad del misterio de amor del Padre, ese amor gratuito, generoso, siempre anterior y primero, se convierte en la paradoja que sella al testigo con la contradicción. Rompe con los moldes que mantienen a Dios en un ámbito que no toca la realidad de la vida. La sintonía con la voluntad de Dios, término de un libre asentimiento, fruto de una seducción irrenunciable, se resuelve en acogida y confianza que nos transforma y transforma la realidad.
La predicación de Jonás restituyó la sensatez entre los habitantes de Nínive. La predicación de Jesús sana de raíz los deseos equivocados del ser humano, dándoles fundamento, sentido y finalidad. Y todo nace de la escucha que acoge y la gratitud que asiente en orden a la recreación de la persona y del mundo.
En los pasados meses, hemos vivido una situación inédita de confinamiento, alarma sanitaria que ha trastocado todos nuestros ritmos, también a nivel eclesial. Hemos intentado generar alternativas que cuidaran y mantuvieran los vínculos de hermandad, solidaridad y oración. La creatividad ha sido increíble y sus frutos muy positivos. Es un buen momento para valorar qué hemos echado de menos de nuestras celebraciones comunitarias. Es una oportunidad para revisar cómo hemos aprovechado este tiempo para afirmar la oración personal y familiar, para tomar el pulso de nuestra realidad eclesial con lucidez y esperanza, sin miedos ni justificaciones.
¿Soy consciente de la responsabilidad de ejercer la voz profética que no admite medianías con los criterios del Reino?
¿Vivo en lo sencillo una actitud agradecida, que acentúa lo positivo en los demás y lo convierte en bien- decir de los otros?
Sor Miria de Jesús Gómez O.P.
Monasterio Santísima Trinidad Orihuela
domingo, 19 de julio de 2020
LA ORACIÓN DE LA SEMILLA
La Oración de la Semilla
Anoche me ocurrió algo curioso. En vez de soñar, recé.
Por: Claudio de Castro | Fuente: Catholic.net
Anoche me ocurrió algo curioso. En vez de soñar, recé.
Fue una oración diferente.
Soy una semilla Señor.
Siémbrame en tu Corazón,
para que pueda germinar
y dar frutos.
La repetí una y otra vez, hasta que desperté.
No comprendí bien su significado hasta que reflexioné en esta parábola:
“Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?" Pero él le respondió: "Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas” (Lucas 13:6-9).
Entonces lo supe: "por sus frutos los conoceréis" (Mt 7,16).
Tomé papel, un bolígrafo y escribí.
“LA ORACIÓN DE LA SEMILLA”
He visto una semilla Señor,
que ha caído en la vereda del camino.
Tú la creaste.
¿Qué hace allí?
Espera la tierra fértil,
La lluvia del invierno
La brisa del verano.
Si no los encuentra,
¿dónde podrá germinar?
Un niño pasa cerca, pero no la ve.
El viento la mueve a su gusto,
de un lado a otro.
Debe germinar, y crecer
y dar frutos. Para eso la creaste.
Soy como esa semilla Señor.
El viento me lleva de un lado a otro
y aún no vivo, según tu voluntad.
Siémbrame en tu Corazón,
para que pueda germinar
y dar frutos para ti.
Señor yo también quiero germinar y crecer.
Quisiera hacer tantas cosas y no puedo.
Reconozco mi inutilidad.
Sin ti, ¿qué puedo hacer?
Tú lo has dicho: “Sin mí no pueden nada”.
Y yo, sin ti, nada puedo.
Soy una semilla Señor.
Siémbrame en tu Corazón,
para que pueda germinar
y dar frutos.
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