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viernes, 5 de febrero de 2021
EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 5 DE FEBRERO DEL 2021
Lecturas de hoy Viernes de la 4ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, viernes, 5 de febrero de 2021
Primera lectura
Lectura de la Carta a los Hebreos (13,1-8):
HERMANOS:
Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, “hospedaron” a ángeles.
Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados como si estuvierais en su carne.
Que todos respeten el matrimonio; el lecho nupcial, que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará.
Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo:
«Nunca te dejaré ni te abandonaré»; así tendremos valor para decir:
«El Señor es mi auxilio: nada temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?».
Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe.
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 26
R/. El Señor es mi luz y mi salvación
V/. El Señor es mí luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
V/. Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R/.
V/. Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R/.
V/. Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,14-29):
EN aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían:
«Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».
Otros decían:
«Es Elías».
Otros:
«Es un profeta como los antiguos».
Herodes, al oírlo, decía:
«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».
Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
«¿Qué le pido?».
La madre le contestó:
«La cabeza de Juan el Bautista».
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.
Palabra del Señor
«Se había hecho notorio el nombre de Jesús y llegó esto a noticia del rey Herodes»
Rev. D. Ferran BLASI i Birbe
(Barcelona, España)
Hoy, en este pasaje de Marcos, se nos habla de la fama de Jesús —conocido por sus milagros y enseñanzas—. Era tal esta fama que para algunos se trataba del pariente y precursor de Jesús, Juan el Bautista, que habría resucitado de entre los muertos. Y así lo quería imaginar Herodes, el que le había hecho matar. Pero este Jesús era mucho más que los otros hombres de Dios: más que aquel Juan; más que cualquiera de los profetas que hablaban en nombre del Altísimo: Él era el Hijo de Dios hecho Hombre, Perfecto Dios y perfecto Hombre. Este Jesús —presente entre nosotros—, como hombre, nos puede comprender y, como Dios, nos puede conceder todo lo que necesitamos.
Juan, el precursor, que había sido enviado por Dios antes que Jesús, con su martirio le precede también en su pasión y muerte. Ha sido también una muerte injustamente infligida a un hombre santo, por parte del tetrarca Herodes, seguramente a contrapelo, porque éste le tenía aprecio y le escuchaba con respeto. Pero, en fin, Juan era claro y firme con el rey cuando le reprochaba su conducta merecedora de censura, ya que no le era lícito haber tomado a Herodías como esposa, la mujer de su hermano.
Herodes había accedido a la petición que le había hecho la hija de Herodías, instigada por su madre, cuando, en un banquete —después de la danza que había complacido al rey— ante los invitados juró a la bailarina darle aquello que le pidiera. «¿Qué voy a pedir?», pregunta a la madre, que le responde: «La cabeza de Juan el Bautista» (Mc 6,24). Y el reyezuelo hace ejecutar al Bautista. Era un juramento que de ninguna manera le obligaba, ya que era cosa mala, contra la justicia y contra la conciencia.
Una vez más, la experiencia enseña que una virtud ha de ir unida a todas las otras, y todas han de crecer orgánicamente, como los dedos de una mano. Y también que cuando se incurre en un vicio, viene después la procesión de los otros.
LAS 12 PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
jueves, 4 de febrero de 2021
ORACIÓN POR LAS VOCACIONES SACERDOTALES Y RELIGIOSAS
Oración por las vocaciones sacerdotales y religiosas
Señor Nuestro Jesucristo, Tú dijiste a tus Apóstoles: "la mies es mucha pero los obreros pocos; rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su campo". Humildemente te suplicamos que envíes a tu Iglesia numerosas y santas vocaciones sacerdotales y religiosas. Te lo pedimos por la intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, y por la de nuestros Santos Patronos y Protectores, que con su vida y merecimientos santificaron nuestro suelo. Amén.
ME HAN DIAGNOSTICADO CÁNCER - TESTIMONIO
Me han diagnosticado cáncer
Postrada en la cama he pensado mucho en ti. No te entiendo. Pero voy entendiendo que lo que vale realmente es la vida, y ésta no termina con mi enfermedad y muerte física.
Por: P. Felipe Santos
Hola Jesús,
Señor, buenas noches. No sé si son buenas. Me han diagnosticado esta mañana un cáncer. Mi familia está hundida. No se lo quiere creer. Esta noche, sin poder conciliar el sueño, me dirijo a ti como el salmista: "Estoy agotada de gemir, de noche lloro sobre el lecho, riego mi cama con lágrimas".
Me rebelo contra ti. ¿Por qué has permitido que me entre esta enfermedad tan temible? ¿No eres tú el Dios de la vida y del amor? ¿Cómo es posible que me toque a mí, tan joven y con el mundo abierto a la ilusión? ¿Por qué mis padres lloran tanto y no encuentran consuelo? Esta vez, Señor, me la has jugado bien.
Mi conciencia se ha oscurecido ante la sombra maldita de este mal que corroe mi salud poco a poco. Me cuesta mucho salir de esta situación. Me abruma la pena, el desconcierto. Ni siquiera mis padres aceptan las palabras del doctor.
¿Qué hacer?, me pregunto en estas duras horas de soledad. Tan sólo me han dado unos meses de vida. No me lo puedo creer. Y así me tienes, postrada en la cama. He pensado mucho en ti. Demasiado. No te entiendo. Pero al dirigirme a ti con las palabras de tu salmo, voy entendiendo y aceptando que lo que vale realmente es la vida. Y ésta no termina con mi enfermedad y muerte física.
Ahora más que nunca, Señor, entiendo tu muerte en la cruz. Desde ella contemplo mi cuerpo agotado y unido al tuyo en la cruz. Desde ella percibo en mi cuerpo débil que estoy llamada a estar contigo, tras mis pocos años pasados aquí con mis padres, mi familia y mis muchas amistades. Ahora, cuando la luz del sol ha abierto sus puertas a la naturaleza, me doy cuenta de que si no acepto esta realidad de mi futura muerte, todo será inútil. Y, sin embargo, sé que mis sufrimientos unidos a los tuyos, servirán para la purificación de otros seres humanos que, con el mismo mal, se debaten y se quedan obnubilados ante la desgracia que azota sus propias carnes.
Yo, no obstante, Señor, tras esta noche pasada en blanco, me siento, en este bello amanecer, más tranquila. Me he preguntado durante estas horas el camino que debía elegir. ¿Desesperarme? ¿Caer en depresión?... He leído despacio algunos salmos. El 7 me ha impactado de tal manera que he encontrado en él un consuelo y una paz que no esperaba. “Señor, mi refugio y mi escudo”.
En tus palabras he visto, no su significado externo, sino el interno. Ahora que me encuentro sumida en una dificultad real y grave, anhelo con toda mi alma que me des fuerzas para afrontarla. No quiero otra cosa que ponerme en tus manos. Mi idea sería que me curaras, pero en tus manos anhelo que sea tu voluntad la que se cumpla y no la mía. Ya sabes que me gustaría ver mis cosas a mi modo. Sin embargo, deseo aprender en este tiempo a verlas como tú las ves.
Pero ten en cuenta, Señor, que voy a luchar con todas mis fuerzas y la ayuda de la ciencia para que mi mal, si es tu voluntad, desaparezca de mi cuerpo joven, atenazado por el aguijón de la muerte futura próxima.
Quiero agradecerte los años que me has concedido de vida en este mundo. A ti, el primero, y después a todos cuantos han hecho de mí una persona creyente. Esta fe me lanza a ver en mi cáncer una manifestación del dolor que sufre el mundo. Un dolor que, unido al tuyo y al de la toda la humanidad, hará que mi alma y mi persona entera se purifiquen como el oro en el crisol.
No permitas, Señor, que mis seres queridos se entristezcan. Mi vida , como la de todos los seres humanos, es un lento morir a las realidades de este mundo físico para entrar en el celestial. Ahora me doy cuenta de que todo afán y todo cuanto hacemos en esta vida material debe tener como norte y fin el encuentro contigo, cuando tú lo digas, cuando llegue tu hora.
Quisiera que mi último suspiro fuera decirte “qué admirable es tu nombre en toda la tierra”.
Con esta fe, esperanza y amor, manténme alegre, incluso en el dolor y con mi “hermano el cáncer.”
Gracias, Señor por leer esta carta desde mi cruz del sufrimiento que me une a ti y a todos los sufrientes de esta humanidad.
Te quiere mucho, María del Mar, 20 años
EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 4 DE FEBRERO DEL 2021
Lecturas de hoy Jueves de la 4ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, jueves, 4 de febrero de 2021
Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (12,18-19.21-24):
Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando. Y tan terrible era el espectáculo, que Moisés exclamó: «Estoy temblando de miedo.» Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 47
R/. Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo
Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra. R/.
El monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar. R/.
Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre. R/.
Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios, tu alabanza
llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,7-13):
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor
«Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos (...) Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran»
+ Rev. D. Josep VALL i Mundó
(Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio relata la primera de las misiones apostólicas. Cristo envía a los Doce a predicar, a curar todo tipo de enfermos y a preparar los caminos de la salvación definitiva. Ésta es la misión de la Iglesia, y también la de cada cristiano. El Concilio Vaticano II afirmó que «la vocación cristiana implica como tal la vocación al apostolado. Ningún miembro tiene una función pasiva. Por tanto, quien no se esforzara por el crecimiento del cuerpo sería, por ello mismo, inútil para toda la Iglesia como también para sí mismo»
El mundo actual necesita —como decía Gustave Thibon— un “suplemento de alma” para poderlo regenerar. Sólo Cristo con su doctrina es medicina para las enfermedades de todo el mundo. Éste tiene sus crisis. No se trata solamente de una parcial crisis moral, o de valores humanos: es una crisis de todo el conjunto. Y el término más preciso para definirla es el de una “crisis de alma”.
Los cristianos con la gracia y la doctrina de Jesús, nos encontramos en medio de las estructuras temporales para vivificarlas y ordenarlas hacia el Creador: «Que el mundo, por la predicación de la Iglesia, escuchando pueda creer, creyendo pueda esperar, y esperando pueda amar» (san Agustín). El cristiano no puede huir de este mundo. Tal como escribía Bernanos: «Nos has lanzado en medio de la masa, en medio de la multitud como levadura; reconquistaremos, palmo a palmo, el universo que el pecado nos ha arrebatado; Señor, te lo devolveremos tal como lo recibimos aquella primera mañana de los días, en todo su orden y en toda su santidad».
Uno de los secretos está en amar al mundo con toda el alma y vivir con amor la misión encomendada por Cristo a los Apóstoles y a todos nosotros. Con palabras de san Josemaría, «el apostolado es amor de Dios, que se desborda, con entrega de uno mismo a los otros (...). Y el afán de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior». Éste ha de ser nuestro testimonio cotidiano en medio de los hombres y a lo largo de todas las épocas.
miércoles, 3 de febrero de 2021
JOSÉ ERA EL PADRE DE JESÚS
José era el padre de Jesús.
Un hombre a quien Dios llamó padre
Un hombre sencillo, como todos; y sin embargo era un hombre como ninguno.
Por: Javier Castellanos | Fuente: http://lcblog.catholic.net
Lo llamaban el carpintero. Y, ciertamente, era un hombre trabajador. Mantenía a su familia con el sudor de su frente. Un hombre sencillo, como todos; y sin embargo era un hombre como ninguno. José era el padre de Jesús.
Cristo, siendo Dios, sabía desde siempre de quién era Hijo. Pero también era plenamente hombre y seguramente tuvo que aprender sobre su Padre con el ejemplo de un papá de carne y hueso. Más aún: el Hijo de Dios era bien consciente de la persona que escogía para su infancia en la tierra: y habrá elegido la imagen más cercana a la paternidad divina.
Años más tarde, todo Israel escucharía el mensaje de ese Jesús de Nazaret. Hablaba a la gente de un Padre en los cielos. Nutría a los pobres con la esperanza en el Padre providente: poderoso y tierno a la vez, grande pero atento a los pequeños, justo y misericordioso… ¿De dónde le venían estas palabras? ¿Quién le había enseñado así? ¿No era acaso el hijo de José? (Cf. Lc 4, 22)
San José era un hombre de autoridad: la sangre de tantos reyes corría por sus venas. Pero el poder que ejercía no era como el de quien gobierna para sí mismo. Incluso antes de casarse, José tiene su centro de atención en los demás: decide repudiar en secreto a María, para no llevarla al escándalo ni a un castigo según la ley de Moisés. Su autoridad es un servicio, es darse sin reservas, es hacer un regalo de lo que le pertenece. Lo podemos imaginar trabajando horas extra para comprarle un vestido nuevo a María. Y al volver, cansado de una jornada larga y pesada, después de desgastarse bajo el sol, no niega sus preciosas horas de descanso. Ahí lo vemos al caer la tarde explicando a Jesús algún texto de Moisés o de los Profetas… Y más que su sueldo o su tiempo, todo su proyecto de vida se había convertido en su esposa y su hijo, pues no pasó a la historia como un rico mercader, o un líder de masas; simple y sencillamente lo conocemos como el esposo de María y el padre “adoptivo” de Jesús. Nada menos que Jesús y María; su grandeza era su familia.
El poder del servicio se convirtió en poder de defensa cuando fue necesario. Jesús nació en un establo no lejos del campo; alguien tenía que estar vigilando para que no se acercaran bestias salvajes. Si el rey David fue valiente para matar un león mientras cuidaba las ovejas en esos mismos campos de Belén, ¡qué no haría José, descendiente de David, por custodiar a su familia! Después, inesperadamente, tuvo que partir con María y Jesús lejos de Judea y de Herodes. ¡Cuánta atención y esfuerzo para no dejar rastros de la huida! ¡Cuántas noches sin dormir en medio del desierto para asegurarse que no había ladrones o que no los seguían los soldados para matar al Niño! Precisamente ese Niño que sería el Salvador de Israel… ¡Qué gran responsabilidad era asegurarse de que Jesús creciera sano y fuerte!
¿Cómo ejerce José esta custodia?
Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús. (Papa Francisco, 19 de marzo 2013)
San José, además, era un hombre con un gran liderazgo. Curiosamente, era el más “pequeño” en la casa, pues Jesús era Dios y María no tenía ninguna mancha de pecado… ¿Qué había en él, que había cautivado a María desde el primer momento? ¿Qué tenía él, un pobre pecador, que el Rey de reyes le obedecía con tanta mansedumbre?
Tal vez él no se daba cuenta, pero María y Jesús se fijaban en algo que relucía en cada gesto de José: era un hombre justo, que vivía en constante unión con Dios. María se habrá impresionado ante la respuesta de José después de los sueños: la recibió en su casa inmediatamente, y en Belén lo dejó todo en un día para huir a Egipto. Y después, cuando ya tenían una vida tranquila en aquel país, de repente venderlo todo y regresar a Nazaret. José era todo un patriarca, y sin embargo no había podido instalarse en una ciudad por mucho tiempo. Siguiendo la voz de Dios lo había abandonado todo en pos de una promesa, como Abraham. Hacía allá guiaba a su familia. Y no una, sino tres veces: vender la casa, dejar el trabajo, comenzar una vida de nuevo. Siempre atento a la voz del Señor, siempre dispuesto a cumplir su Voluntad… Muchos años después, Jesús dirá a la multitud: “el que escucha la palabra de Dios y la cumple, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12, 50) No mencionó la palabra “padre”; esa estaba reservada para su verdadero Padre, pero también esa palabra la había ganado ya San José después de una vida de docilidad al Padre del cielo.
¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia?
Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio… José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. (Papa Francisco, 19 de marzo 2013)
Jesús en su misión se convirtió también en padre. Al paralítico que bajan del techo lo llama “hijo” (Mt 9,2), y lo mismo a la mujer que tocó su manto: “Hija, tu fe te ha salvado.” (Mc 5, 34) No fueron hijos según la carne, como tampoco lo fue Cristo respecto a José, pero ambos hicieron brillar la faceta más bella de la paternidad. Pues ser padre es dar lo mejor de sí y dar la propia vida todos los días.
ORACIONES PARA EL PRIMER VIERNES DEL MES DE FEBRERO, SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
¡No dejes que los demonios ataquen tus cosas!
Exorcista recomienda esta consagración a la Virgen
Fuente: ChurchPOP
El diablo es el que ama robar nuestra alegría. Se nos dice que estemos atentos a sus ataques, trampas y tentaciones. Uno de los ataques particulares que lanza contra nosotros es algo llamado “opresión diabólica”.
“La opresión diabólica implica aquellas cosas que afectan la vida de una persona desde el exterior“. ( Charles D. Fraune )
El exorcista de renombre padre Chad Ripperger afirma que “la opresión diabólica puede aparecer como dificultades económicas inexplicables, como la imposibilidad de obtener un empleo a pesar de estar altamente calificado y postularse para múltiples trabajos, o ser despedido de repente.
La opresión puede manifestarse y hacer que las posesiones de una persona se rompan de forma crónica, a pesar de los esfuerzos razonables para mantenerlas en buen estado“. (Fraune)
Otros efectos que han notado los exorcistas son la discordia marital, la enfermedad sin explicación natural, la ruptura de amistades, etc., con el propósito de dejar a la persona aislada.
Se ha observado que aunque la opresión diabólica es de hecho un ataque que el diablo lanza contra nosotros, generalmente es indicativo de cosas buenas: “las experiencias en la categoría de opresión son típicamente un signo positivo. Indica que Dios está protegiendo a la persona de otras formas de ataques demoníacos.
Como resultado de esa protección, los demonios, ya que no pueden llegar a la persona de la manera que quieren, los persiguen en estas formas“. (Fraune)
En otras palabras, como el diablo no puede llegar a ti desde adentro, en el santuario del alma, busca atacarte desde afuera , con la esperanza de debilitarte y hacerte más susceptible a sus ataques internos.
Ciertamente merodea como un león, como lo señalan las Escrituras, pero es un león cobarde al que le encanta atacarnos cuando estamos debilitados.
Queridos amigos, ¿algo de esto suena inquietantemente similar a las cosas que están sucediendo en su vida?
Ya sea que detecte cosas extrañas e inexplicables que suceden en su trabajo, finanzas y relaciones o no, hay alguien a quien podemos acudir para proteger y contrarrestar estos ataques.
Una vez nos animaron a que si había algo extraño en nuestro vecindario llamar a los cazafantasmas.
Amigos míos, no hablo de llamar a los cazafantasmas, hablo de llamar a la Mujer que se llama la “Torre de David”, que se llama “Virgen más Poderosa”, hablo de la Santísima Virgen María, nuestra madre.
En el curso de su ministerio como exorcista, el padre Ripperger explicó que en un caso él “estaba buscando expulsar a un demonio de la propiedad de una persona, que se había infestado, pudo lograr que el demonio revelara que solo tiene permiso para meterse con la propiedad, pero no tiene derechos encima de eso.
El demonio reveló que la persona tiene que declarar claramente su autoridad sobre la propiedad para ayudar a romper el control del demonio. Además, el demonio le dijo al Padre que consagrar la propiedad a Nuestra Señora bloquea completamente a los demonios para que no actúen en ella.
Como resultado, se escribió una oración, basada en la famosa oración de San Luis de Montfort por aquellos que se consagran totalmente a la Santísima Virgen María.
El padre dice que ha visto muchos buenos frutos en las personas que utilizan esta oración“. (Fraune)
La oración que compuesta por el padre Ripperger se titula “Consagración de los bienes exteriores a la Santísima Virgen María”.
Es una hermosa oración en la que uno entrega y confía la protección de sus bienes exteriores, incluida la salud, las finanzas, las relaciones, las posesiones, la propiedad y la carrera al cuidado y disposición de Nuestra Santísima Madre.
También se pide a la Virgen que proteja los bienes exteriores del maligno para que “no pueda tocarlos”.
Incluso si no percibes signos de opresión diabólica en tu vida, te pido humildemente y te animo encarecidamente a que reces la oración que el padre Ripperger ha compuesto. Nuestra Santísima Madre puede ver cosas que nosotros no podemos.
Nuestro enemigo es sutil como una serpiente y quiere protegernos de él pisándole la cabeza en nuestras vidas.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, qué gozo y consuelo es poner nuestras vidas, todos los aspectos de ellas, bajo el cuidado de Nuestra Hermosa y Perfecta Madre Espiritual, que nos ama, como dice San Alfonso de Ligorio, ¡más que a todos los ángeles y los santos combinados!
Los animo a que se tomen un tiempo para orar a través de la Consagración de Sus Bienes Exteriores a Nuestra Señora (texto completo a continuación). Yo mismo he visto suceder cosas asombrosas en la vida de quienes se entregan a la Madre de Dios a través de esta oración.
¡Que Nuestra Señora y su más casto esposo, San José, los protejan a ustedes, a sus familias y todos sus bienes exteriores del malvado demonio!
Si quieres saber más sobre cómo defenderte de los ataques del maligno, también te recomiendo encarecidamente que consigas una copia del libro “Matando dragones: lo que ven los exorcistas y lo que debemos saber” de Charles D. Fraune.
Es un recurso excelente para aprender a olfatear y defenderse de las trampas de nuestro enemigo común, pero aún más importante que eso, le enseña cómo acercarse más a Nuestro Padre, que nos aprecia como Sus amados hijos e hijas.
¡Que la Virgen te cuide siempre a ti y a los tuyos!
Consagración de bienes exteriores a la Santísima Virgen María
“Yo, (Nombre), un pecador infiel, renuevo y ratifico hoy en tus manos los votos de mi Bautismo; Renuncio para siempre a satanás, sus pompas y obras; y me entrego enteramente a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada, para llevar mi cruz en pos de Él todos los días de mi vida, y ser más fiel a Él de lo que jamás lo he sido.
En presencia de toda la corte celestial, te escojo, oh María, este día para mi Madre y Señora.
Sabiendo que he recibido derechos sobre todos mis bienes exteriores, pasados, presentes y futuros; Entrego en tus manos, mi Madre Celestial, todos los derechos sobre mis bienes exteriores, incluyendo mi salud, finanzas, relaciones, posesiones, propiedades, mi trabajo y mi éxito terrenal, y no me reservo ningún derecho de disponer de los bienes que me llegan pero te dejo todo el derecho de disponer de todo lo que me pertenece, sin excepción, según tu beneplácito, para mayor gloria de Dios en el tiempo y en la eternidad.
Como ahora entrego interiormente lo que me pertenece exteriormente en tus manos, te encomiendo la protección de esos bienes exteriores contra el maligno, para que, sabiendo que ahora te pertenecen, no pueda tocarlos.
Recibe, oh Virgen buena y piadosa, esta ofrenda de lo poco que es, en honor y en unión con esa sujeción que la Sabiduría eterna se dignó tener a tu maternidad; en homenaje al poder que ambos tenéis sobre este pobre pecador, y en acción de gracias por los privilegios con que os ha favorecido la Santísima Trinidad.
Confiando en el cuidado providencial de Dios Padre y en tu cuidado maternal, tengo plena confianza en que mientras me cuidas de las necesidades de esta vida y no me dejarás desamparado.
Dios Padre, aumenta mi confianza en la Madre de Tu Hijo; Nuestra Señora del Hermoso Amor, dame perfecta confianza en la providencia de Tu Hijo.
Amén.”