PRIMER VIERNES DEL MES DE AGOSTO
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lunes, 1 de agosto de 2022
ORACIONES PARA EL PRIMER VIERNES DE MES DE AGOSTO 2022 -SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
EL EVANGELIO DE HOY LUNES 1 DE AGOSTO DE 2022 - SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Lunes 18 del tiempo ordinario
Lunes 1 de agosto de 2022
1ª Lectura (Jer 28,1-17): Al principio del reinado de Sedecías en Judá, el mes quinto, Ananías, hijo de Azur, profeta natural de Gabaón, me dijo en el templo, en presencia de los sacerdotes y de toda la gente: «Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: ‘Rompo el yugo del rey de Babilonia. Antes de dos años devolveré a este lugar todo el ajuar del templo que Nabucodonosor, rey de Babilonia, cogió y se llevó a Babilonia. A Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a todos los judíos desterrados en Babilonia yo los haré volver a este lugar —oráculo del Señor—, porque romperé el yugo del rey de Babilonia’».
El profeta Jeremías respondió al profeta Ananías, en presencia de los sacerdotes y del pueblo que estaba en el templo; el profeta Jeremías dijo: «Amén, así lo haga el Señor. Que el Señor cumpla tu profecía, trayendo de Babilonia a este lugar todo el ajuar del templo y a todos los desterrados. Pero escucha lo que yo te digo a ti y a todo el pueblo: ‘Los profetas que nos precedieron, a ti y a mí, desde tiempo inmemorial, profetizaron guerras, calamidades y epidemias a muchos países y a reinos dilatados. Cuando un profeta predecía prosperidad, sólo al cumplirse su profecía era reconocido como profeta enviado realmente por el Señor’».
Entonces Ananías le quitó el yugo del cuello al profeta Jeremías y lo rompió, diciendo en presencia de todo el pueblo: «Así dice el Señor: ‘Así es como romperé el yugo del rey de Babilonia, que llevan al cuello tantas naciones, antes de dos años’». El profeta Jeremías se marchó por su camino.
Después que el profeta Ananías rompió el yugo del cuello del profeta Jeremías, vino la palabra del Señor a Jeremías: «Ve y dile a Ananías: ‘Así dice el Señor: Tú has roto un yugo de madera, yo haré un yugo de hierro. Porque así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Pondré yugo de hierro al cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia; y se le someterán, y hasta las bestias del campo le entregaré’».
El profeta Jeremías dijo a Ananías profeta: «Escúchame, Ananías; el Señor no te ha enviado, y tú has inducido a este pueblo a una falsa confianza. Por eso, así dice el Señor: ‘Mira: yo te echaré de la superficie de la tierra; este año morirás, porque has predicado rebelión contra el Señor’». Y el profeta Ananías murió aquel mismo año, el séptimo mes.
Salmo responsorial: 118
R/. Instrúyeme, Señor, en tus leyes.
Apártame del camino falso, y dame la gracia de tu voluntad.
No quites de mi boca las palabras sinceras, porque yo espero en tus mandamientos.
Vuelvan a mi tus fieles que hacen caso de tus preceptos.
Sea mi corazón perfecto en tus leyes, así no quedaré avergonzado.
Los malvados me esperaban para perderme, pero yo meditaba tus preceptos.
No me aparto de tus mandamientos, porque tú me has instruido.
Versículo antes del Evangelio (Jn 1,49b): Aleluya. Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 14,13-21): En aquel tiempo, cuando Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan Bautista, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras Él viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.
Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida». Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer». Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá».
Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
«Levantando los ojos al cielo...»
Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano
(Cervera, Lleida, España)
Hoy, el Evangelio toca nuestros “bolsillos mentales”... Por esto, como en tiempos de Jesús, pueden aparecer las voces de los prudentes para sopesar si vale la pena tal asunto. Los discípulos, al ver que se hacía tarde y que no sabían cómo atender a aquel gentío reunido en torno a Jesús, encuentran una salida airosa: «Que vayan a los pueblos y se compren comida» (Mt 14,15). Poco se esperaban que su Maestro y Señor les fuera a romper este razonamiento tan prudente, diciéndoles: «Dadles vosotros de comer» (Mt 14,16).
Un dicho popular dice: «Quien deja a Dios fuera de sus cuentas, no sabe contar». Y es cierto, los discípulos —nosotros tampoco— no sabemos contar, porque olvidamos frecuentemente el sumando de mayor importancia: Dios mismo entre nosotros.
Los discípulos realizaron bien las cuentas; contaron con exactitud el número de panes y de peces, pero al dividirlos mentalmente entre tanta gente, les salía casi un cero periódico; por eso optaron por el realismo prudente: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces» (Mt 14,17). ¡No se percatan de que tienen a Jesús —verdadero Dios y verdadero hombre— entre ellos!
Parafraseando a san Josemaría, no nos iría mal recordar aquí que: «En las empresas de apostolado, está bien —es un deber— que consideres tus medios terrenos (2 + 2 = 4), pero no olvides ¡nunca! que has de contar, por fortuna, con otro sumando: Dios + 2 + 2...». El optimismo cristiano no se fundamenta en la ausencia de dificultades, de resistencias y de errores personales, sino en Dios que nos dice: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).
Sería bueno que tú y yo, ante las dificultades, antes de dar una sentencia de muerte a la audacia y al optimismo del espíritu cristiano, contemos con Dios. Ojalá que podamos decir con san Francisco aquella genial oración: «Allí donde haya odio que yo ponga amor»; es decir, allí donde no salgan las cuentas, que cuente con Dios.
1 de Agosto: San Alfonso Mª de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia
1 de agosto de 2022
Texto del Evangelio (Mt 5,13-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».
»No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».
«Vosotros sois la sal de la tierra (…). Vosotros sois la luz del mundo»
Rev. D. Juan Carlos ALAMEDA Vega
(San Cristóbal de La Laguna, España)
Hoy, fiesta de san Alfonso María de Ligorio (1696-1787), pedimos la intercesión de alguien que supo decir “sí” al Señor y que tomó muy en serio las palabras del Evangelio: «Vosotros sois la sal de la tierra» (Mt 5,13).
Alfonso era de familia distinguida, inteligente y estudioso. ¡Abogado a los 19 años y hombre justo que no pierde ningún caso! Un día descubrió que había apoyado —sin saberlo— una causa que no era justa, y eso le llevó a replantearse radicalmente la vida. Hizo un retiro y recibió la Confirmación. Estos dos eventos reavivaron su fervor. Al año siguiente, en dos ocasiones oyó una voz que le decía: —Abandona el mundo y entrégate a mí. Muy pronto Dios le confirmó cuál era su voluntad.
Fue a la iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia a pedir ser admitido en el Oratorio. Eso le llevó a consagrarse a Ella y ser en su apostolado un fiel reflejo del amor a la Santísima Virgen. En palabras del Papa Francisco: «María es la madre del “sí”. Sí al sueño de Dios, sí al proyecto de Dios, sí a la voluntad de Dios. Un sí que, como sabemos, no le fue nada fácil de vivir. Por eso la queremos tanto y encontramos en Ella una verdadera Madre que nos ayuda a mantener viva la fe y la esperanza en medio de situaciones complicadas».
Descubrir —como hizo san Alfonso María— las auténticas “Glorias de María” es descubrir lo que significa seguir en plenitud a Jesucristo, conocerle y amarle para llevar a los demás la alegría del Evangelio. Este santo de hoy amó generosamente a Dios, a la Virgen nuestra Madre y a todas las personas: ¡un buen ejemplo para nosotros! Podemos preguntarle al Señor en nuestra oración diaria qué quiere de nosotros, y estar atentos —como lo hizo san Alfonso María— para responder a su llamada. ¡Seamos generosos!, y respondamos como nuestra Madre del cielo: «Hágase en mí, según su Palabra» (Lc 1,38).
domingo, 31 de julio de 2022
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 31 DE JULIO DE 2022 - SAN IGNACIO DE LOYOLA
Domingo XVIII (C) del tiempo ordinario
Domingo 31 de julio de 2022
1ª Lectura (Ecl 1,2; 2,21-23): ¡Vanidad de vanidades!, —dice Qohélet—. ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia. Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.
Salmo responsorial: 89
R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán». Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna.
Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se renueva que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos.
Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.
2ª Lectura (Col 3,1-5.9-11): Hermanos: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. ¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos.
Versículo antes del Evangelio (Mt 5,3): Aleluya. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre!, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».
«La vida de uno no está asegurada por sus bienes»
Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells
(Salt, Girona, España)
Hoy, Jesús nos sitúa cara a cara con aquello que es fundamental para nuestra vida cristiana, nuestra vida de relación con Dios: hacerse rico delante de Él. Es decir, llenar nuestras manos y nuestro corazón con todo tipo de bienes sobrenaturales, espirituales, de gracia, y no de cosas materiales.
Por eso, a la luz del Evangelio de hoy, nos podemos preguntar: ¿de qué llenamos nuestro corazón? El hombre de la parábola lo tenía claro: «Descansa, come, bebe, banquetea» (Lc 12,19). Pero esto no es lo que Dios espera de un buen hijo suyo. El Señor no ha puesto nuestra felicidad en herencias, buenas comidas, coches último modelo, vacaciones a los lugares más exóticos, fincas, el sofá, la cerveza o el dinero. Todas estas cosas pueden ser buenas, pero en sí mismas no pueden saciar las ansias de plenitud de nuestra alma, y, por tanto, hay que usarlas bien, como medios que son.
Es la experiencia de san Ignacio de Loyola, cuya celebración tenemos tan cercana. Así lo reconocía en su propia autobiografía: «Cuando pensaba en cosas mundanas, se deleitaba, pero, cuando, ya aburrido lo dejaba, se sentía triste y seco; en cambio, cuando pensaba en las penitencias que observaba en los hombres santos, ahí sentía consuelo, no solamente entonces, sino que incluso después se sentía contento y alegre». También puede ser la experiencia de cada uno de nosotros.
Y es que las cosas materiales, terrenales, son caducas y pasan; por contraste, las cosas espirituales son eternas, inmortales, duran para siempre, y son las únicas que pueden llenar nuestro corazón y dar sentido pleno a nuestra vida humana y cristiana.
Jesús lo dice muy claro: «¡Necio!» (Lc 12,20), así califica al que sólo tiene metas materiales, terrenales, egoístas. Que en cualquier momento de nuestra existencia nos podamos presentar ante Dios con las manos y el corazón llenos de esfuerzo por buscar al Señor y aquello que a Él le gusta, que es lo único que nos llevará al Cielo.
EL PAPA FRANCISCO ADVIERTE QUE LA CODICIA ES UNA ENFERMEDAD QUE DESTRUYE A LAS PERSONAS
El Papa Francisco advierte que la codicia es una enfermedad que destruye a las personas
POR ALMUDENA MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa
Crédito: Vatican Media
En el Ángelus de este domingo 31 de julio, un día después de regresar de su viaje apostólico a Canadá, el Papa Francisco advirtió acerca de la codicia, una enfermedad que destruye a las personas.
Desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre reflexionó acerca del Evangelio de este domingo y explicó que “la ambición desenfrenada por las posesiones, siempre queriendo enriquecerse, es una enfermedad que destruye a las personas”.
“Porque el hambre de posesiones es adictiva. Especialmente los que tienen mucho nunca están satisfechos: siempre quieren más, y sólo para ellos mismos”, explicó a continuación.
Ante los fieles presentes en la Plaza de San Pedro en esta mañana calurosa de julio, el Papa Francisco lamentó las ocasiones en las que los hermanos se pelean por las herencias y aseguró que “la codicia es también una enfermedad peligrosa para la sociedad”.
“Por su culpa -continuó el Papa-, hemos llegado hoy a otras paradojas, a una injusticia como nunca antes en la historia, donde unos pocos tienen mucho y muchos tienen poco”.
“Pensemos también en las guerras y los conflictos: el ansia de recursos y riqueza está casi siempre implicada. ¡Cuántos intereses hay detrás de una guerra! Sin duda, uno de ellos es el comercio de armas”, apuntó el Papa Francisco.
Posteriormente, el Papa animó a preguntarnos nuestro comportamiento frente a las riquezas y posesiones y advirtió acerca del peligro de convertir el dinero en un culto y en “una verdadera idolatría”.
“Por eso Jesús nos advierte con palabras fuertes. Dice que no se puede servir a dos señores, y -tengamos cuidado- no dice Dios y el diablo, o el bien y el mal, sino Dios y las riquezas (cf. Lc 16,13). Servirse de las riquezas sí; servir a la riqueza no: es idolatría, es ofender a Dios”, aseguró.
Más tarde, el Papa defendió que “es justo desear ser rico”, siempre que uno se haga rico según Dios: “Dios es el más rico de todos: es rico en compasión, en misericordia. Su riqueza no empobrece a nadie, no crea peleas ni divisiones”.
“Es una riqueza que ama dar, distribuir, compartir. Hermanos, hermanas, acumular bienes materiales no es suficiente para vivir bien, porque -repite Jesús- la vida no depende de lo que se posee (cf. Lc 12,15)”.
En cambio, explicó el Santo Padre, “depende de las buenas relaciones: con Dios, con los demás y también con los que tienen menos”.
Por último, el Papa retomó el tema de la herencia e invitó a hacernos algunas preguntas al respecto: ¿Qué herencia quiero dejar? ¿Dinero en el banco, cosas materiales, o gente feliz a mi alrededor, buenas obras que no se olvidan, personas a las que he ayudado a crecer y madurar?
“Que la Virgen nos ayude a comprender cuáles son los verdaderos bienes de la vida, los que permanecen para siempre”, concluyó.
Tras el rezo de esta oración mariana, el Papa Francisco recordó que ayer sábado 30 de julio volvió de su viaje a Canadá.
Agradeció a todos los que han hecho posible esta “peregrinación penitencial”, desde los jefes de poblaciones indígenas como a las autoridades y a aquellos que le han acompañado en oración.
Además, recordó que durante su viaje apostólico no ha dejado de rezar por el pueblo ucraniano, “agredido y martirizado, pidiendo a Dios liberarlo del flagelo de la guerra”.
“Si se viera la verdad observando objetivamente y considerando los daños que cada día provoca la guerra no solo en el pueblo ucraniano sino en todo el mundo, la única cosa razonable sería pararse a negociar”, dijo el Santo Padre, quien pidió una solución concreta de paz.
Asimismo, recordó que este domingo la Iglesia Católica celebra el día de San Ignacio de Loyola y envió un saludo especial a todos los jesuitas: “Continuar caminando con celo y alegría en el servicio del Señor. ¡Ser valientes!”, exclamó el Santo Padre.
HOY CELEBRAMOS A SAN IGNACIO DE LOYOLA, FUNDADOR DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS - 31 DE JULIO
9 datos que quizás no sabías sobre la vida de San Ignacio de Loyola
Redacción ACI Prensa
Con motivo de la fiesta litúrgica de San Ignacio de Loyola, que la Iglesia Católica celebra el 31 de julio, te presentamos algunos datos sobre la vida y obra del fundador de la Compañía de Jesús, llamados “jesuitas”, y creador de los ejercicios espirituales.
1. Perteneció a la nobleza
San Ignacio nació en el castillo de Loyola, en Guipúzcoa, al norte de España. Fue bautizado con el nombre de Iñigo de Loyola, y después de estudiar en París (Francia), tomó el nombre de “Ignacio”. Los padres del santo pertenecían a antiguas familias nobles del País Vasco.
2. Antes de su conversión, tenía una vida libertina
En el siglo XVI, la situación sociopolítica era sumamente violenta en el País Vasco, ubicado al límite con Francia. Como algunos nobles de la época, Ignacio era conflictivo, violento y vivía una sexualidad irresponsable.
Antes de convertirse al catolicismo, el santo era un soldado español con antecedentes policiales relacionados a peleas nocturnas.
3. Casi muere en una batalla
En el año 1519, cuando tenía 28 años, San Ignacio exigió que su pequeño grupo de soldados luchara contra 12 mil tropas francesas en Pamplona, España.
Durante la batalle, recibió una bala de cañón en las piernas, que le destrozó una de sus extremidades y dañó gravemente la otra. Sus heridas lo obligaron a pasar un largo período de recuperación en la casa familiar Loyola, tiempo en el que cambió su vida para siempre.
4. Se convirtió leyendo libros espirituales
Durante su convalecencia, el santo leyó textos sobre la vida de Cristo y los santos y decidió imitarlos. Una noche se le apareció la Virgen María con Cristo y desde entonces decidió servir a Dios.
Un dato curioso es que el santo copió pasajes de la vida de Cristo y de los santos: las palabras de Jesús fueron escritas en color rojo y las de su Santísima Madre en color azul.
5. La congregación de San Ignacio iba a llamarse la “Compañía de María”
Después de su conversión, la Virgen se le apareció hasta en treinta ocasiones. Debido a ello, en un inicio San Ignacio quiso llamar “la Compañía de María” a la hoy llamada “Compañía de Jesús”.
Al recuperarse de sus heridas, el santo peregrinó al famoso Santuario de la Virgen de Monserrat, donde se propuso hacer penitencia por sus pecados: cambió sus lujosos vestidos por los de un pordiosero, se consagró a la Virgen Santísima y se confesó.
6. Vivió como un mendigo
Durante su vida, San Ignacio reflexionó mucho sobre los “espíritus”: los espíritus que conducen a Dios y los espíritus nacidos del diablo. Esta inquietud lo estimuló a vivir lo que llaman los historiadores un período de peregrinación, un tiempo en el que decidió renunciar a los placeres mundanos y vistió un sayal y zapatos con suela de cuerda.
7. Quiso convertir a los musulmanes
Luego de terminar de escribir los ejercicios espirituales, San Ignacio declaró que “¡Dios quiere que convierta a los musulmanes!”. Así que viajó a Tierra Santa en 1523 y predicó el Evangelio en las calles por un año. Luego, regresó a España y estudió latín, lógica, física y teología.
8. Sus compañeros fueron llamados “diablos”
Un historiador inglés en el siglo XIX llamó los “Siete Diablos Españoles” a los primeros seis compañeros que tuvo San Ignacio en la Compañía de Jesús, fundada en 1540.
Sus compañeros, que no eran todos españoles, conocieron a San Ignacio durante sus estudios en París, y se reunieron en Roma para ser parte de la Compañía de Jesús. En menos de un siglo, San Ignacio y San Francisco Xavier, uno de los seis compañeros, fueron canonizados.
9. Al morir el santo, ya existían miles de jesuitas
San Ignacio vivió sus últimos años en una pequeña habitación en Roma. Desde allí lideró la Compañía de Jesús y fue testigo de su crecimiento: de solo 6 jesuitas en 1541 pasaron a 10 mil en 1556, el año de su fallecimiento. Los jesuitas se expandieron por toda Europa, India y Brasil durante esos años.
TEXTO COMPLETO DE RUEDA DE PRENSA DEL PAPA FRANCISCO EN EL VUELO DE REGRESO DE CANADÁ