¡Pan tostado... quemado!
Al final de un largo y duro día de trabajo, mamá puso en la mesa salchichas y pan tostado muy quemado frente a mi padre. Estaba seguro que alguien lo señalaría pero aunque mi padre lo notó, sacó un pan tostado, sonrió a mi madre y me preguntó qué tal me había ido en la escuela. No recuerdo qué dije, pero aún lo veo untar manteca y mermelada al pan tostado y comérselo todo.
Al levantarme de la mesa, oí a mi madre pedir disculpas a mi padre por los panes muy quemados. Nunca olvidaré lo que él le dijo: “Cariño, no te preocupes, a veces me gustan los panes bien quemados”. Luego fui a dar el beso de las buenas noches a mi padre y le pregunté si le gustaban de verdad los panes bien quemados. Él me abrazó y dijo: “Tu mamá tuvo un día muy pesado, está cansada y además, un pan un poco quemado no le hace daño a nadie”.
La vida está llena de cosas imperfectas y de gente imperfecta. Aprender a aceptar los defectos y decidir aceptar cada una de las diferencias de los demás, es una de las cosas más importantes para crear una relación sana y duradera. Un pan tostado quemado no va a romper un corazón y no tiene por qué romper la armonía en el hogar. La comprensión es la base de cualquier relación, ya sea de pareja, de padre e hijo, de amistad, laboral, vecinal…Toda la gente que conocemos, está librando en este momento, algún tipo de batalla. Sé, pues, amable hasta el extremo. Todos tenemos problemas y estamos aprendiendo a vivir.
* Enviado por el P. Natalio
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