miércoles, 3 de diciembre de 2014

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN BREVE A JESÚS POR MARÍA


ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN BREVE 
A JESÚS POR MARÍA 


Yo N... pecador infiel, renuevo y ratifico hoy en vuestras manos los votos de mi bautismo.

Renuncio para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y me entrego enteramente a Jesucristo, Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz tras El, todos los días de mi vida; y a fin de que le sea más fiel de lo que he sido hasta ahora, os escojo hoy, ¡oh, María!, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y Señora; os entrego y consagro en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y aun el valor de mis buenas acciones
pasadas, presentes y futuras, otorgándoos entero y pleno derecho de mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, a vuestro agrado, a la mayor gloria de Dios en el tiempo y en la eternidad.

Amén.

LA CONSAGRACIÓN A JESÚS POR MARÍA


LA CONSAGRACIÓN A JESÚS POR MARÍA



Hay que escoger un día señalado para entregarse y consagrarse; y esto ha de ser voluntariamente y por amor, sin encogimiento, por entero -y sin reserva alguna; cuerpo y alma,bienes exteriores y fortuna, como casa, familia, rentas; bienes interiores del alma, a saber: sus méritos, gracias, virtudes y satisfacciones. 

Suele escogerse una fiesta señalada de Nuestra Señora: la Anunciación, La Natividad de Nuestra Señora, La Asunción, La Inmaculada... 

Se aconseja realizarla después de la comunión de la misa de ese día, durante la acción de gracias.

¿EN QUÉ CONSISTE LA CONSAGRACIÓN A JESÚS POR MARÍA?



 ¿EN QUÉ CONSISTE  LA CONSAGRACIÓN A JESÚS POR MARÍA?


Consiste en darse todo entero, como esclavo filial de amor, a María y a Jesús por Ella; y además en hacer todas las cosas con María, en María, por María y para María.

Esclavo es palabra que suena mal en el siglo XXI, siglo de independencia y siglo también de anarquía. Sin embargo, con la humildad y obediencia de la santa esclavitud es como se aplastala cabeza de la serpiente del orgullo, causa de tantos pecados. Y ¡además no son tan raros los esclavos en el siglo XXI! ¿No hay esclavos del respeto humano, de un vicio, del dinero, del
poder?.

 Ser Esclavo de María es ser esclavo de la palabra dada en el bautismo y ratificada después; ser esclavo del honor divino de que estamos investidos por la gracia; ser esclavo de la conciencia, voz de Dios y del deber religiosamente aceptado y cumplido. Nos consagrarnos a Dios por medio de María del modo más perfecto con que puede una criatura consagrarse a su Creador.

La práctica esencial de esta devoción consiste en hacer todas las acciones con María; es decir, tomar a la Virgen Santísima por modelo acabado en todo lo que se ha de hacer. Por eso antes
de hacer cualquier cosa hay que desnudarse de sí mismo y de nuestros mejores modos de ver.

Ponernos delante de Dios, como quien de su cosecha es incapaz de todo bien sobrenatural y de toda acción útil para la vida eterna; hay que recurrir a la Virgen Santísima y unirse a sus intenciones, aunque no se conozcan; hay que unirse por María a las intenciones de Jesucristo, es decir, ponerse en manos de la Virgen Santísima como instrumento, para que Ella obre en nosotros, y haga de nosotros lo que bien le parezca, para gloria de su hijo Jesucristo, para gloria del Padre: de suerte que no hay vida interior, ni operación del Espíritu que de ella no dependa.

Hay que hacer todas las cosas en María. "En" indica un descanso y una intimidad en la unión, que llega hasta la unidad. Según la expresión del Luis María, hay que «entrar y morar» dentro
de María, en sus intenciones y sentimientos. 

Por la dependencia que para con ella guardamos, por el influjo de su acción, que nos rodea, viene a ser María como nuestra atmósfera, nuestro mundo, el sitio en que vivimos y respiramos, y si esta disposición del alma es habitual, tenemos en ella nuestra morada. Ella será para el alma oratorio en que dirija a Dios sus plegarias, sin temor de ser desechada. Torre de David para ponerse en seguro contra los enemigos.

Lámpara encendida para alumbrar las entrañas del alma y abrasarla en amor divino. Recámara sagrada para ver a Dios en Ella y con Ella.

María, en fin, será únicamente para esta alma su recurso universal y su todo. Si ruega será en María; si recibe a Jesús en la Sagrada Comunión lo entregará a María para que allí tenga El
sus complacencias. Si algo hace será en María; y en todas partes y en todo hará actos de desasimiento de sí misma. Hemos de acudir a Nuestro Señor, por medio de María, por su intención y su crédito para con él, de suerte que nunca le hallemos solo cuando vayamos a
pedirle.

Obrar por María significa hacerlo todo por sus manos y poner en ellas todo lo que hagamos con más o menos perfección pero con mucho amor.

Finalmente, hay que hacer todas las acciones para María, es decir, que como esclavos que somos de esta augusta Princesa, no trabajemos más que para Ella, para su provecho y gloria,
como fin próximo y para gloria de Dios, como fin último. 

Debemos en todo lo que hacemos renunciar al amor propio, que casi siempre, aun sin darse cuenta, se toma a sí mismo por fin, y
repetir muchas veces en el fondo del corazón: por Vos, mi amada Señora, hago esto o aquello, voy aquí o allá, sufro tal pena o tal contratiempo u ofensa.

No significa que no pueda uno dirigirse directamente a Nuestro Señor para contemplarle, rogarle, etc. pero Monfort observa aquí que al hacer todo por medio María la obra no será nuestra , sino de María en nosotros, y será por consiguiente, purificada y muy digna de Dios. 

ALÉGRATE TÚ, MARÍA


Alégrate tú, María 
Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 



Alégrate tú, María,
de Dios mujer agraciada,
el Señor está contigo
favorecida y amada.

De Jesús eres la Madre
la Virgen más venerada
pues antes de hacerte madre
fuiste la mujer colmada
de gracia y de bendición,
que Dios contigo contaba
para hacer la Redención.

Por eso el pueblo te canta
Virgen gloriosa María
y tus virtudes ensalza
rebosante de alegría.

Por ser la llena de Gracia
mujer tan buena y sencilla
te abrimos con gozo el alma.

Ruega por tus hijos, Madre,
que en este valle de lágrimas
imploran tu protección
y con la misma alabanza
de aquella mujer de pueblo
hoy también la gente aclama:
feliz vientre que llevó
al que es del mundo esperanza
y los pechos que criaron
al Dios de la nueva Alianza.

PENSAMIENTO MARIANO 68


PENSAMIENTO MARIANO

La devoción a María es señal cierta de predestinación.  Amemos, pues a María, invoquemos a María, honremos y obsequiemos a María Madre de Dios y Madre de mi alma, Madre mía de mi corazón. 

Autor desconocido

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO


ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO


“Ven Espíritu Santo, para que pueda reconocer que mi vida vale la pena, que yo no existo por casualidad o por fatalidad. Ven y hazte presente en el preciso instante en que yo fui concebido. Sopla con tu poder y llena de vida ese instante. Tócame y derrama toda tu potencia en el seno de mi madre.

Penetra con tu bendición en el momento en que comencé a existir, lléname de vida, y enséñame a amar mi vida como tú la amas. Ven Espíritu Santo, y ayúdame a descubrir que yo no existo porque sí; existo porque fui querido, fui amado y llamado a la vida por tu amor.

En el momento de mi concepción estabas tú, presente con todo tu poder. Gracias. Ven Espíritu Santo, y bendice mi vida con tu mirada, ayúdame a sentir la fortaleza de tu presencia. 

ADVIENTO, ALGUIEN LLEGA


Adviento. Alguien llega
En cada adviento revivimos, con la fe, y volvemos hacer presente en la esperanza la primera venida de Cristo.
Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Catholic.net




Adviento. Sí, llegada de Alguien importante, para algo importante, por algo importante, a un lugar importante. Descubramos el sentido profundo de este tiempo litúrgico tan sencillo, austero y propicio para la meditación y la esperanza.

En cada adviento revivimos, con la fe, y volvemos hacer presente en la esperanza la primera venida de Cristo en su carne sencilla, prestada por María, hace más de dos mil años. Y al mismo tiempo ese adviento, todo adviento, nos lanza y nos proyecta y nos hace desear la última venida de Cristo al final de los tiempos en toda su gloria y majestad, como nos describe san Mateo en el capítulo 25: “Ven, Señor Jesús”. Pero también en cada adviento, si vivimos en clave de amor y de fe, podemos recibir y descubrir la venida intermedia de Cristo en su Eucaristía –detrás de ese pan y vino, que ya no es pan ni vino, sino el Cuerpo y la Sangre de Cristo-, en el prójimo necesitado –pregunten, si no, a san Martín de Tours cuando dio la mitad de su manto a ese pobre aterido de frío en pleno invierno francés hace ya muchos, muchos años, y en la noche Cristo se le apareció vestido con esa mitad del manto para agradecerle ese hermoso gesto de caridad-, o también descubrir el rostro de Cristo detrás de ese dolor o adversidad de la vida. Cristo continúa viniendo. El adviento es continuo y eterno. El hombre vive en perpetuo adviento. Cristo viene siempre, cada año, cada mes, cada semana, cada día, cada hora y cada minuto. Basta estar atento y no embotado en las mil preocupaciones.

Quién llega: Es Jesucristo, nuestro Señor, nuestro Salvador, el Redentor del mundo, el Señor de la vida y de la historia, mi Amigo, El Agua viva que sacia mi sed de felicidad, el Pan de vida que nutre mi alma, el Buen Pastor que me conoce y me ama y da su vida por mí, la Luz verdadera que ilumina mi sendero, el Camino hacia la Vida eterna, la Verdad del Padre que no engaña, la Vida auténtica que vivifica.

Cómo llega: Llegó humilde, pobre, sufrido, puro hace más de dos mil años en Belén. Llega escondido en ese trozo de pan y en esas gotas de vino en cada Eucaristía, pero que ya no son pan ni vino, sino el Cuerpo sacrosanto y la Sangre bendita de Cristo resucitado y glorioso. Y llega disfrazado en ese prójimo enfermo, pobre, necesitado, antipático, a quien podemos descubrir con la fe límpida y el amor comprensivo. Y llega silencioso o con estruendo en ese accidente en la carretera, en esa enfermedad que no entiendemos, en esa muerte del ser querido, para recordarnos que Él atravesó también por esas situaciones humanas y les dio sentido hondo y profundo.

Por qué llega: porque quiere hacernos partícipes de su amor y amistad. Quiere renovar una vez más su alianza con nosotros. El amor es el motor de estas continuas venidas de Cristo a nuestro mundo, a nuestra casa, a nuestra alma. No hay otra razón.

Para qué llega: para dar un sentido de trascendencia a nuestra vida, para decirnos que somos peregrinos en este mundo y que hay que seguir caminando y cantando. Llega para enjugar nuestras lágrimas amargas. Llega para agradecernos esos detalles de amor que con Él tenemos a diario. Llega para hablarnos del Padre, a quien Él tanto ama. Llega para alimentar nuestras ansias de felicidad. Llega para curar nuestras heridas, provocadas por nuestras pasiones aliadas con el enemigo de nuestra alma. Llega para recordarnos que no estamos solos, que Él está a nuestro lado como baluarte y sostén. Llega para pedirnos también una mano y nuestros labios y nuestro corazón, porque quiere que prediquemos su Palabra por todos los rincones del mundo.

Dónde llega: llega a nuestro mundo convulso y desorientado y hambriento de paz, de calor, de caridad y de un trozo de pan; a nuestras familias tal vez divididas o en armonía; a nuestros corazones inquietos como el de san Agustín de Hipona, corazón que sólo descansó en Dios. Quiere llegar a todos los parlamentos internacionales y nacionales para dar sentido y moralidad a las leyes que ahí se emanan. Quiere llegar al palacio del rico, como a la choza del pobre. Quiere llegar junto al lecho de un enfermo en el hospital, como también a ese salón de fiestas, dónde él no viene a aguar nuestras alegrías humanas sino a purificarlas y orientarlas. Quiere llegar al mundo de los niños, para cuidarles su inocencia y pureza. Quiere llegar al mundo de los jóvenes, para sostenerles en sus luchas duras y enseñarles lo que es el verdadero amor. Quiere llegar al mundo de los adultos para decirles que es posible la alegría y el entusiasmo en medio del trabajo agotador y exhausto de cada día. Quiere llegar a cada familia para llevarles el calor del amor, reflejo del amor trinitario. Quiere llegar al mundo de los ancianos para sostenerles con el báculo del aliento y la caricia de la sonrisa. Quiere llegar al mundo de los gobernantes para decirles que su autoridad proviene de Dios, que deben buscar el bien común y que deberán dar cuenta de ella.

Cuántas veces llega: si estamos atentos, no hay minuto en que no percibamos la venida de Cristo a nuestra vida. Basta estar con los ojos de la fe bien abiertos, con el corazón despierto y preparado por la honestidad, y con las manos siempre tendidas para el abrazo de ese Cristo que sabe venir de mil maneras. Por tanto, podemos decir que siempre es adviento. Es más, nuestra vida debe ser vivida en actitud de adviento: alguien llega. No vayamos a estar somnolientos y distraídos.

Cómo prepararnos: nos ayudará en este tiempo leer al profeta Isaías, meditar en san Juan Bautista que encontramos al inicio de los evangelios y contemplar a María. Isaías con su nostalgia del Mesías nos prepara para la última venida de Cristo. San Juan Bautista nos prepara para esas venidas intermedias de Cristo en cada acontecimiento diario y sobre todo en la Eucaristía. Y María nos hará vivir, rememorar en la fe ese primer adviento que Ella vivió con tanta esperanza, amor y silencio, para poder abrazar a ese Niño Jesús sencillo, envuelto en pañales y recostado en un pesebre.

Adviento, tiempo de gracia y bendición. Llega alguien, sí. Llega Dios. Y Dios es todo. Dios no quita nada. Dios da todo lo que hace hermosa a una vida. Y hay que abrirle la puerta y Él entrará y cenará con nosotros y nosotros con Él. Y nos hará partícipes de su amor y felicidad. ¡Qué triste quien no le abra la puerta a Cristo, dejándolo fuera, helándose y despreciado, con sus Dones entre sus Manos benditas! ¿Habrá alguien así, desalmado y sin sentimientos? ¡No lo creo! Al menos no lo quiero creer.


P. Antonio Rivero LC
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