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miércoles, 15 de septiembre de 2021

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA EN EL DÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES, 15 SEPTIEMBRE DE 2021


Homilía del Papa Francisco en la Misa en el día de Nuestra Señora de los Dolores
Redacción ACI Prensa


En su último día en Eslovaquia, el Papa Francisco presidió la Santa Misa en la explanada del Santuario Nacional de Šaštin, basílica dedicada a Nuestra Señora de los Siete Dolores, patrona del país.

Durante su homilía el Papa Francisco pidió no olvidar que “no se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida”, pues Jesús ha venido para llevar “luz donde hay tinieblas, haciéndolas salir al descubierto y obligándolas a rendirse”.

Antes de finalizar hizo un llamado a mirar a la Virgen Madre Dolorosa, para así “abrirnos a una fe que se hace compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros”.

A continuación el texto completo de la homilía:

En el templo de Jerusalén, los brazos de María se extienden hacia los del anciano Simeón, que puede acoger a Jesús y reconocerlo como el Mesías enviado para la salvación de Israel. En esta escena contemplamos quién es María: es la Madre que nos da al Hijo Jesús. Por eso la amamos y la veneramos. Y el pueblo eslovaco acude con fe y devoción a este Santuario nacional de Šaštín, porque sabe que es Ella la que nos da a Jesús. En el logo de este Viaje apostólico hay un camino dibujado dentro de un corazón que está coronado por la cruz: María es el camino que nos introduce en el Corazón de Cristo, que ha dado la vida por amor a nosotros.


A la luz del Evangelio que hemos escuchado, podemos mirar a María como modelo de la fe. Y reconocemos tres características de la fe: el camino, la profecía y la compasión.

En primer lugar, la fe de María es una fe que se pone en camino. La joven de Nazaret, apenas recibido el anuncio del Ángel, «se fue rápidamente a la región montañosa» (Lc 1,39) para ir a visitar y ayudar a Isabel, su prima. No consideró un privilegio el haber sido llamada a convertirse en Madre del Salvador, no perdió la alegría sencilla de su humildad por haber recibido la visita del Ángel, no se quedó quieta contemplándose a sí misma entre las cuatro paredes de su casa. Al contrario, vivió el don recibido como una misión a cumplir, sintió la exigencia de abrir la puerta y salir de su casa, dio vida y cuerpo a la impaciencia con la que Dios quiere alcanzar a todos los hombres para salvarlos con su amor. Por eso María se puso en camino. A la comodidad de la rutina prefirió las incertidumbres del viaje; a la estabilidad de la casa, el cansancio del camino; a la seguridad de una religiosidad tranquila, el riesgo de una fe que se pone en juego, haciéndose don de amor para el otro.

También el Evangelio de hoy nos hace ver a María en camino, hacia Jerusalén, donde junto con José su esposo presenta a Jesús en el templo. Y toda su vida será un camino detrás de su Hijo, como primera discípula, hasta el Calvario, a los pies de la cruz. María camina siempre.

Así, la Virgen es modelo de la fe de este pueblo eslovaco, una fe que se pone en camino, animada siempre por una devoción sencilla y sincera, peregrinando siempre en busca del Señor. Y, caminando, ustedes vencen la tentación de una fe estática, que se contenta con cualquier rito o tradición antigua, y en cambio salen de ustedes mismos, llevan en la mochila las alegrías y los dolores, y hacen de la vida una peregrinación de amor hacia Dios y los hermanos. ¡Gracias por este testimonio! Y, por favor, ¡sigan en camino!

Cuando la Iglesia se detiene se enferma, cuando los sacerdotes se detienen enferman al pueblo de Dios.

La fe de María también es una fe profética. Con su misma vida, la joven de Nazaret es profecía de la obra de Dios en la historia, de su obrar misericordioso que invierte la lógica del mundo, elevando a los humildes y dispersando a los soberbios (cf. Lc 1,52). Representante de todos los “pobres de Yahvé”, que gritan a Dios y esperan la venida del Mesías, María es la Hija de Sion anunciada por los profetas de Israel (cf. So 3,14-18), la Virgen que concebirá al Dios con nosotros, el Emmanuel (cf. Is 7,14). Como Virgen Inmaculada, María es icono de nuestra vocación. Como Ella, estamos llamados a ser santos e irreprochables en el amor (cf. Ef 1,4), siendo imagen de Cristo.

La profecía de Israel culmina en María, porque Ella lleva en el seno a Jesús, la Palabra de Dios hecha carne. Él realiza plena y definitivamente el designio de Dios. De Él, Simeón dijo a la Madre: «Este niño está puesto para que muchos caigan y se eleven en Israel, y como un signo de contradicción» (Lc 2,34).

No olvidemos esto: no se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida. Jesús es signo de contradicción. Ha venido para llevar luz donde hay tinieblas, haciéndolas salir al descubierto y obligándolas a rendirse. Por eso las tinieblas luchan siempre contra Él. Quien acoge a Cristo y se abre a Él resurge, quien lo rechaza se cierra en la oscuridad y se arruina a sí mismo. Jesús les dijo a sus discípulos que no había venido a traer paz sino una espada (cf. Mt 10,34). En efecto, su Palabra, como espada de doble filo, entra en nuestra vida y separa la luz de las tinieblas, pidiéndonos que decidamos. Ante Jesús no se puede permanecer tibio, con “el pie en dos zapatos”. Acogerlo significa aceptar que Él desvele mis contradicciones, mis ídolos, las sugestiones del mal; y que sea para mí resurrección, Aquel que siempre me levanta, que me toma de la mano y me hace volver a empezar.


También Eslovaquia necesita hoy estos profetas. También vosotros obispos. No se trata de ser hostiles al mundo, sino “signos de contradicción” en el mundo. Cristianos que saben mostrar con su vida la belleza del Evangelio, que son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se endurecen, que hacen resplandecer la vida fraterna allí donde a menudo en la sociedad hay división y hostilidad, que difunden el buen perfume de la acogida y de la solidaridad allí donde los egoísmos personales y colectivos predominan con frecuencia, que protegen y cuidan la vida donde reinan lógicas de muerte.

Por último, María es la Madre de la compasión. Su fe es compasiva. Aquella que se definió “la sierva del Señor” (cf. Lc 1,38) y que, con materna solicitud, se preocupó de que no faltara el vino en las bodas de Caná (cf. Jn 2,1-12), compartió con el Hijo la misión de la salvación, hasta el pie de la cruz. En ese momento, en el angustioso dolor vivido en el Calvario, Ella comprendió la profecía de Simeón: «Y a ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2,35). El sufrimiento del Hijo agonizante, que cargaba sobre sí los pecados y los padecimientos de la humanidad, la atravesó también a Ella. Jesús desgarrado en la carne, hombre de dolores desfigurado por el mal (cf. Is 53,3); María desgarrada en el alma, Madre compasiva que recoge nuestras lágrimas y al mismo tiempo nos consuela, señalándonos la victoria definitiva en Cristo.

Y María Dolorosa al pie de la cruz simplemente permanece. Está al pie de la cruz. No escapa, no intenta salvarse a sí misma, no usa artificios humanos y anestésicos espirituales para huir del dolor. Esta es la prueba de la compasión: permanecer al pie de la cruz. Permanecer con el rostro surcado por las lágrimas, pero con la fe de quien sabe que en su Hijo Dios transforma el dolor y vence la muerte.

Y también nosotros, mirando a la Virgen Madre Dolorosa, nos abrimos a una fe que se hace compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros. Una fe que no se queda en lo abstracto, sino que penetra en la carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad. Esta fe, con el estilo de Dios, humildemente y sin clamores, alivia el dolor del mundo y riega los surcos de la historia con la salvación.

Queridos hermanos y hermanas, que el Señor siempre les conserve el asombro y la gratitud por el don de la fe. Y que María Santísima les obtenga la gracia de que vuestra fe siempre siga en camino, tenga el respiro de la profecía y sea rica de compasión.

EL EVANGELIO DE HOY 15 DE SEPTIEMBRE DE 2021 - NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

 



 15 de Septiembre: Nuestra Señora de los Dolores


1ª Lectura (1Cor 10,14-22): Amigos míos, no tengáis que ver con la idolatría. Os hablo como a gente sensata, formaos vuestro juicio sobre lo que digo. El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.

Considerad a Israel según la carne: los que comen de las víctimas se unen al altar. ¿Qué quiero decir? ¿Que las víctimas son algo o que los ídolos son algo? No, sino que los gentiles ofrecen sus sacrificios a los demonios, no a Dios, y no quiero que os unáis a los demonios. No podéis beber de los dos cálices, del del Señor y del de los demonios. No podéis participar de las dos mesas, de la del Señor y de la de los demonios. ¿Vamos a provocar al Señor? ¿Es que somos más fuertes que él?



Salmo responsorial: 115

R/. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.



Versículo antes del Evangelio (---): Aleluya, aleluya. Dichosa la Virgen María, que sin morir, mereció la palma del martirio junto a la cruz del Señor. Aleluya.



Texto del Evangelio (Lc 2,33-35): En aquel tiempo, el padre de Jesús y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».




«Una espada te atravesará el alma»

P. Abad Dom Josep Mª SOLER OSB Abad de Montserrat

(Barcelona, España)


Hoy, en la fiesta de Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores, escuchamos unas palabras punzantes en boca del anciano Simeón: «¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!» (Lc 2,35). Afirmación que, en su contexto, no apunta únicamente a la pasión de Jesucristo, sino a su ministerio, que provocará una división en el pueblo de Israel, y por lo tanto un dolor interno en María. A lo largo de la vida pública de Jesús, María experimentó el sufrimiento por el hecho de ver a Jesús rechazado por las autoridades del pueblo y amenazado de muerte.


María, como todo discípulo de Jesús, ha de aprender a situar las relaciones familiares en otro contexto. También Ella, por causa del Evangelio, tiene que dejar al Hijo (cf. Mt 19,29), y ha de aprender a no valorar a Cristo según la carne, aun cuando había nacido de Ella según la carne. También Ella ha de crucificar su carne (cf. Ga 5,24) para poder ir transformándose a imagen de Jesucristo. Pero el momento fuerte del sufrimiento de María, en el que Ella vive más intensamente la cruz es el momento de la crucifixión y la muerte de Jesús.


También en el dolor, María es el modelo de perseverancia en la doctrina evangélica al participar en los sufrimientos de Cristo con paciencia (cf. Regla de san Benito, Prólogo 50). Así ha sido durante toda su vida, y, sobre todo, en el momento del Calvario. De esta manera, María se convierte en figura y modelo para todo cristiano. Por haber estado estrechamente unida a la muerte de Cristo, también está unida a su resurrección (cf. Rm 6,5). La perseverancia de María en el dolor, realizando la voluntad del Padre, le proporciona una nueva irradiación en bien de la Iglesia y de la Humanidad. María nos precede en el camino de la fe y del seguimiento de Cristo. Y el Espíritu Santo nos conduce a nosotros a participar con Ella en esta gran aventura.

martes, 15 de septiembre de 2020

HOY LA IGLESIA CELEBRA A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Hoy la Iglesia celebra a Nuestra Señora de los Dolores
Redacción ACI Prensa




Un día después de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la Iglesia conmemora a Nuestra Señora de los Dolores. Esta advocación mariana viene desde muy antiguo, desde los orígenes de la Iglesia católica, cada vez que los cristianos recordaban los dolores de Jesús, que estuvieron asociados a los de su Madre. A inicios del siglo XIX, en 1814, fue instituida como Fiesta por el Papa Pío VII, quien dispuso que se celebre cada 15 de septiembre.

Esta hermosa devoción ha sido alentada por muchos santos, con el patrocinio directo de la Santísima Madre de Dios.

Es así que, la Virgen María se le presentó a Santa Brígida de Suecia (1303-1373) y le comunicó lo siguiente: “Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos...Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios”.

La Madre de Dios prometió, a través de la Santa, que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías mientras meditan en sus lágrimas y dolores.

Por su parte, San Alfonso María de Ligorio (1696-1787) cuenta que Jesucristo reveló a Santa Isabel de Hungría que Él concedería cuatro gracias a los devotos de los dolores de su Santísima Madre.

Nuestra Señora de los Dolores, ruega por nosotros.




Historia de la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores


La devoción a Nuestra señora de los dolores viene desde muy antiguo. Ya en el siglo VIII los escritores eclesiásticos hablaban de la “Compasión de la Virgen” en referencia a la participación de la Madre de Dios en los dolores del Crucificado.

Pronto empezaron a surgir las devociones a los 7 dolores de María y se compusieron himnos con los que los fieles manifestaban su solidaridad con la Virgen dolorosa.

La fiesta empezó a celebrarse en occidente durante la Edad Media y por ese entonces se hablaba de la “Transfixión de María”, de la “Recomendación de María en el Calvario”, y se conmemoraba en el tiempo de Pascua.

En el siglo XII los religiosos servitas celebraban la memoria de María bajo la Cruz con oficio y Misa especial. Más adelante, por el siglo XVII se celebraba el domingo tercero de septiembre.

El viernes anterior al Domingo de Ramos también se hacía una conmemoración a la Virgen Dolorosa, festividad conocida popularmente como “Viernes de los Dolores”.

Benedicto XIII extendió universalmente la celebración del “Viernes de Dolores” en 1472 y en 1814 el Papa Pío VII fijó la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores para el 15 de septiembre, un día después a la Exaltación de la Santa cruz.

domingo, 15 de septiembre de 2019

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES, 15 DE SEPTIEMBRE


Nuestra Señora, 
Virgen de los Dolores
15 de septiembre
Fuente: EWTN


Los siete dolores de la Santísima Virgen que han suscitado mayor devoción son: la profecía de Simeón, la huida a Egipto, los tres días que Jesús estuvo perdido, el encuentro con Jesús llevando la Cruz, su Muerte en el Calvario, el Descendimiento, la colocación en el sepulcro.

Simeón había anunciado previamente a la Madre la oposición que iba a suscitar su Hijo, el Redentor. Cuando ella, a los cuarenta días de nacido ofreció a su Hijo a Dios en el Templo, dijo Simeón: "Este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán y a ti misma una espada te atravesará el alma" (Lc 2,34).

El dolor de María en el Calvario fue más agudo que ningún otro en el mundo, pues no ha habido madre que haya tenido un corazón an tierno como el de la Madre de Dios. Cómo no ha habido amor igual al suyo. Ella lo sufrió todo por nosotros para que disfrutemos de la gracia de la Redención. Sufrió voluntariamente para demostrarnos su amor, pues el amor se prueba con el sacrificio.

No por ser la Madre de Dios pudo María sobrellevar sus dolores sino por ver las cosas desde el plan de Dios y no del de sí misma, o mejor dicho, hizo suyo el plan de Dios. Nosotros debemos hacer lo mismo. La Madre Dolorosa nos echará una mano para ayudarnos.

La devoción a los Dolores de María es fuente de gracias sin número porque llega a lo profundo del Corazón de Cristo. Si pensamos con frecuencia en los falsos placeres de este mundo abrazaríamos con paciencia los dolores y sufrimientos de la vida. Nos traspasaría el dolor de los pecados.

La Iglesia nos exhorta a entregarnos sin reservas al amor de María y llevar con paciencia nuestra cruz acompañados de la Madre Dolorosa. Ella quiere de verdad ayudarnos a llevar nuestras cruces diarias, porque fue en le calvario que el Hijo moribundo nos confió el cuidado de su Madre. Fue su última voluntad que amemos a su Madre como la amó Él.



La Palabra de Dios

"Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.

Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. 
Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. 

Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca." Lc 2, 34-45

"Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando." Lc 2, 48

"Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta," Lam 1, 12



Oraciones

Oración propia de la Novena

¡Santísima y muy afligida Madre, Virgen de los Dolores y Reina de los Mártires! Estuviste de pie, inmóvil, bajo la Cruz, mientras moría tu Hijo.
Por la espada de dolor que te traspasó entonces, por el incesante sufrimiento de tu vida dolorosa y el gozo con que ahora eres recompensada de tus pruebas y aflicción, mírame con ternura Madre, ten compasión de mí que vengo a tu presencia para venerar tus dolores. Deposito mi petición con infantil confianza en el santuario de tu Corazón herido.
Te suplico que presentes a Jesucristo, en unión con los méritos infinitos de su Pasión y Muerte, lo que sufriste junto a la Cruz, y por vuestros méritos me sea concedida esta petición (Mencione el favor que desea).
¿A quién acudiré yo en mis necesidades y sufrimientos sino a ti, Madre de misericordia? Tan hondo bebiste del cáliz de tu Hijo que puedes compadecerte de los sufrimientos de quienes están todavía en este valle de lágrimas.

Ofrece a nuestro divino Salvador lo que Él sufrió en la Cruz para que su recuerdo le mueva a compadecerse de mí, pecador. Refugio de pecadores y esperanza de la humanidad, acepta mi petición y escúchala favorablemente, si es conforme a la voluntad de Dios.
Señor Jesucristo, te ofrezco los méritos de María, Madre tuya y nuestra, que ganó bajo la Cruz. Por su amable intercesión pueda yo obtener los deliciosos frutos de tu Pasión y Muerte.


Ofrecimiento

María, Virgen Santísima y Reina de los Mártires, acepta el sincero homenaje de mi amor infantil. Recibe mi pobre alma dentro de tu corazón, traspasado por tantas espadas. Tómala por compañera de tus dolores al pie de la Cruz, donde Jesús murió para redimir al mundo.
Contigo, Virgen de los Dolores, quiero sufrir gustosamente todas las pruebas, sufrimientos y aflicciones que Dios se complazca en mandarme. Los ofrezco en memoria de tus dolores. Haz que todos mis pensamientos y latidos del corazón sean un acto de compasión y amor por ti.
Madre amadísima ten compasión de mí, reconcíliame con Jesús, tu divino Hijo, manténme en su gracia y asísteme en mi última agonía, para que pueda yo encontrarte en el Cielo juntamente con el Hijo.



Himno – Stabat Mater

Ante el hórrido Madero
Del Calvario lastimero,
Junto al Hijo de tu amor,
¡Pobre Madre entristecida!
Traspasó tu alma abatida
Una espada de dolor.

¡Cuan penoso, cuán doliente
Ver en tosca Cruz pendiente
Al Amado de tu ser!
Viendo a Cristo en el tormento,
Tú sentías el sufrimiento
De su amargo padecer.

¿Quien hay que no lloraría
Contemplando la agonía
De María ante la Pasión?
¿Habrá un corazón humano
Que no compartiese hermano
Tan profunda transfixión?
Golpeado, escarnecido,
Vio a su Cristo tan querido
Sufrir tortura tan cruel,
Por el peso del pecado
De su pueblo desalmado
Rindió su espíritu El.

Dulce Madre, amante fuente,
Haz mi espíritu ferviente
Y haz mi corazón igual
Al tuyo tan fervoroso
Que al buen Jesús piadoso
Rinda su amor fraternal.

Oh Madre Santa, en mi vida
Haz renacer cada herida
De mi amado Salvador,
Contigo sentir su pena,
Sufrir su mortal condena
Y su morir redentor.

A tu llanto unir el mío,
Llorar por mi Rey tan pío
Cada día de mi existir:
Contigo honrar su Calvario,
Hacer mi alma su santuario,
Madre, te quiero pedir.

Virgen Bienaventurada,
De todas predestinada,
Partícipe en tu pesar
Quiero ser mi vida entera,
De Jesús la muerte austera
Quiero en mi pecho llevar.

Sus llagas en mi imprimidas,
Con Sangre de sus heridas
Satura mi corazón
Y líbrame del suplicio,
Oh Madre en el día del juicio
No halle yo condenación.

Jesús, que al llegar mi hora,
Sea María mi defensora,
Tu Cruz mi palma triunfal,
Y mientras mi cuerpo acabe
Mi alma tu bondad alabe
En tu reino celestial.
Amén, Aleluya.La Piedad

Oración

Padre, Tu quisiste que la madre de tu Hijo, llena de compasión, estuviese junto a la Cruz donde Él fue glorificado. Concede a tu Iglesia, que comparte la Pasión de Cristo, participar de su Resurrección. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

sábado, 15 de septiembre de 2018

LAS SIETE GRACIAS QUE LA VIRGEN MARÍA LE DIÓ A SANTA BRÍGIDA


Las siete gracias que la Virgen María le dió a Santa Brígida
Fuente: Aciprensa




La Santísima Virgen María manifestó a Santa Brígida que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:

Pondré paz en sus familias.

Serán iluminados en los Divinos Misterios.

Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.

Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.

Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.

Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.

He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES, 15 SEPTIEMBRE, HISTORIA Y ORACIONES


Hoy la Iglesia celebra a Nuestra Señora de los Dolores
Redacción ACI Prensa




 Hoy la Iglesia celebra a Nuestra Señora de los Dolores
Un día después de la Fiesta de la Exaltación de la Cruz, la Iglesia conmemora a Nuestra Señora de los Dolores. Esta devoción viene desde muy antiguo y fue en 1814 que el Papa Pío VII estableció esta celebración para el 15 de septiembre.

En una ocasión la Virgen María le comunicó a Santa Brígida de Suecia (1303-1373) lo siguiente: “miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos”.


“Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios”.

La Madre de Dios prometió que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías mientras meditan en sus lágrimas y dolores.

Asimismo, según San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), Jesucristo reveló a Santa Isabel de Hungría que Él concedería cuatro gracias a los devotos de los dolores de su Santísima Madre.





Historia de la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores




La devoción a Nuestra señora de los dolores viene desde muy antiguo. Ya en el siglo VIII los escritores eclesiásticos hablaban de la “Compasión de la Virgen” en referencia a la participación de la Madre de Dios en los dolores del Crucificado.

Pronto empezaron a surgir las devociones a los 7 dolores de María y se compusieron himnos con los que los fieles manifestaban su solidaridad con la Virgen dolorosa.

La fiesta empezó a celebrarse en occidente durante la Edad Media y por ese entonces se hablaba de la “Transfixión de María”, de la “Recomendación de María en el Calvario”, y se conmemoraba en el tiempo de Pascua.

En el siglo XII los religiosos servitas celebraban la memoria de María bajo la Cruz con oficio y Misa especial. Más adelante, por el siglo XVII se celebraba el domingo tercero de septiembre.

El viernes anterior al Domingo de Ramos también se hacía una conmemoración a la Virgen Dolorosa, festividad conocida popularmente como “Viernes de los Dolores”.

Benedicto XIII extendió universalmente la celebración del “Viernes de Dolores” en 1472 y en 1814 el Papa Pío VII fijó la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores para el 15 de septiembre, un día después a la Exaltación de la Santa cruz.



Oración a la Virgen de los Dolores




Señora y Madre nuestra: tu estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús. Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención del mundo.

Lo perdías, en cierto sentido, porque El tenía que estar en las cosas del Padre, pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la vida por sus amigos.

María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: "Ahí tienes a tu hijo", "ahí tienes a tu Madre".

¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a nuestra casa. Nuestra casa es el lugar donde vivimos. Pero nuestra casa es sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima. Amén.



Los siete Dolores de la Virgen María



Primer Dolor:
La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.


Segundo Dolor: 
La huida a Egipto con Jesús y José

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.


Tercer Dolor:
La pérdida de Jesús

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.


Cuarto Dolor: 
El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.


Quinto Dolor:
La crucifixión y la agonía de Jesús

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.


Sexto Dolor:
La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.


Séptimo Dolor:
El entierro de Jesús y la soledad de María

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos… 

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.




Poema a los siete Dolores de la Virgen María
Recopilado por José Gálvez Krüger para ACI Prensa



Suplico Reina Gloriosa
Hija del eterno Padre
del Divino Verbo Madre
y del Espíritu esposa,
que me concedáis piadosa
amparo de pecadores
devoción, llanto y fervores
compasión y gran ternura
de vuestros siete dolores.


Primer dolor
Duéleme cuando supisteis
lo de aquella profecía
de Simeón cuando decía
que una espada os traspasaba
de dolor. ¡Oh! Madre mía
y qué riguroso día
para nos, aquél sería.



Segundo dolor
Duélome que Jesús tierno
dijo en repetido aviso
que huir era preciso
a Egipto en el invierno
¡Oh!, qué sentimiento eterno
ansia, temor y agonía
vuestro pecho, sentiría.



Tercer dolor
Duelome qué traspasado
tuvisteis el corazón
en aquella perdición
del Niño, hasta ser hallado.
¡Oh!, con qué pena y cuidado
a tal Hijo perdería
tal Madre le buscaría.


Cuarto dolor
Duelome que al ver en tierra
con la cruz a vuestro Hijo
fuiste a ayudarle con mimo
y aquella cuadrilla fiera
os impidió que así fuera,
tan sangrienta a vos sería
tal crueldad y grosería.



Quinto dolor
Duélome que vuestro llanto
al pie de la cruz sentisteis
la crueldades que allí visteis
ejecutar en quebranto
cantara :"Santo, Santo, Santo"
¡Oh!, cuánta angustia sería
lo que allí os afligiría.



Sexto dolor
Duélome que en vuestros brazos
al buen Jesús nos le disteis
herido y hecho pedazos.
¡Oh!, qué tremenda agonía
vida triste Madre mía
vuestro pecho sentiría



Séptimo dolor
Duélome que con ternura
al costado lo ha criado
lo dejasteis enterrado
en helada sepultura.
¡Oh!, qué tremenda amargura
vuestro pecho sentiría
cuando sin Él se veía.

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Espero como os lo digo
por estos siete dolores
lograr los grandes favores
de  devoto condolido:
qué delito ha cometido
el Soberano Maestro
a Jesús, el Hijos vuestro,
diciendo fiel cada día
a Vos, Madre, un Avemaría.



EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 15 SEPTIEMBRE 2018, NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES


Lecturas de hoy Sábado de la 23ª semana del Tiempo Ordinario
 Hoy, sábado, 15 de septiembre de 2018



Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (10,14-22):

Amigos míos, no tengáis que ver con la idolatría. Os hablo como a gente sensata, formaos vuestro juicio sobre lo que digo. El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan. Considerad a Israel según la carne: los que comen de las víctimas se unen al altar. ¿Qué quiero decir? ¿Que las víctimas son algo o que los ídolos son algo? No, sino que los gentiles ofrecen sus sacrificios a los demonios, no a Dios, y no quiero que os unáis a los demonios. No podéis beber de los dos cálices, del del Señor y del de los demonios. No podéis participar de las dos mesas, de la del Señor y de la de los demonios. ¿Vamos a provocar al Señor? ¿Es que somos más fuertes que él?

Palabra de Dios


Salmo
Sal 115,12-13.17-18

R/. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,43-49):

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca. ¿Por qué me llamáis "Señor, Señor" y no hacéis lo que digo? El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó desplomándose.»

Palabra del Señor





Comentario al Evangelio de hoy sábado, 15 de septiembre de 2018
 CR


Nuestra Señora de los Dolores

Antes de subir al Calvario –somos frágiles y pequeños- vamos a verla en la calle, una tarde del Viernes Santo. ¡Cómo la retrata la piedad popular! Virgen de los Dolores, de la Soledad, de la Piedad; siete puñales le atraviesan el corazón o, al menos la espada de la que le habló el anciano Simeón. Casi siempre un manto negro la cubre.  Su rostro, aun lleno de llanto y dolor, logra un tono sereno, como penetrado por la fe.

María es la Madre del Crucificado. Está asociada, por sus dolores, a la muerte del Redentor. La mujer, esclava del Señor por su fe, está junto a su hijo que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. La que había estado alejada en los momentos de la gloria de los milagros  y la seducción de la palabra, acude ahora, presurosa, en la hora del supremo dolor y de la muerte. Está aquí, como estuvo en todos los momentos difíciles, a lo largo de la vida de Jesús; en la pobreza del pesebre al nacer, en la persecución y exilio con Herodes, cuando abandonaba su familia para predicar el Reino, cuando sufre el rechazo de los jefes políticos y religiosos.

Es que María va a ser, otra vez, Madre. Las palabras de Cristo en la cruz cobran una eficacia casi sacramental. “Mujer, he ahí a tu hijo”. En el discípulo amado hemos sido constituidos hijos de María. Algunos hacen constar que no se lo dice a Pedro sino a otro discípulo. ¿A Juan? Aquí, la maternidad no va en el plano jerárquico sino en el de la intimidad, en el de las relaciones individuales y filiales. Sólo nos queda,  como apunta el evangelio, recibirla en nuestra casa. La Iglesia es la casa de María; la Iglesia tiene una Madre.

Como Jesús, hemos de sentir cerca a María en los momentos de dolor. Ella es la madre querida de tantos hijos crucificados por la injusticia, la opresión y el desamor. Es más, no solamente nos beneficiamos de su cercanía cuando nos aguijonea un padecimiento. Con ella, queremos ir al encuentro de los que sufren. El cristiano ha de combatir el dolor, luchar contra las causas del dolor. Más aún, los creyentes tenemos muchos resortes para transformar y trasfigurar el dolor; el saber escuchar, el llevar consuelo, el infundir esperanza, el rezar con oportunidad, el estimular desde nuestra fe y tantos recursos, ayudan a hacer más buenas, más esperanzadas a las personas sufrientes.

Ya que nos entra por los ojos la presencia de María junto al dolor de su hijo, ella puede ser un modo de sacramento que nos haga visible y nos diga más claro que Dios sufre siempre al lado de sus hijos. Cosa que ya sabíamos.
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