Autor: P. Sergio Rosiles | Fuente: Catholic.net
Rosario Chiquinquirá, Nuestra Señora del
Ella es la patrona de Colombia, pero también es venerada con mucho cariño en otros países de América Latina, principalmente en Ecuador, Perú y Venezuela.
En 1986 se celebró el cuarto centenario de la renovación del cuadro de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Como bien sabemos, Ella es la patrona de Colombia. Pero también es venerada con mucho cariño en otros países de América Latina, principalmente en Ecuador, Perú y Venezuela, y también al otro lado del Atlántico, en España. A este santuario iremos hoy de peregrinación.
En 1560 don Antonio de Santana, un cristiano piadoso mandó construir en Sutamarchán una capilla pequeña. Y pidió al pintor Alonso de Álvarez que le hiciera un cuadro de la Virgen. El cuadro fue hecho con tela de algodón, elaborada por los indígenas del lugar, y con arcilla de colores recogida en los alrededores de Tunja.
Una vez terminado colocaron el cuadro en la capilla sobre un bastidor. La capilla era de varas y techo de paja. Lentamente el sol, las lluvias y el viento fueron dañando la imagen: el cuadro comenzó a perder sus colores y la tela a rasgarse.
En 1578 el P. Juan Leguizamón debido al mal estado del cuadro decidió cambiarlo y puso en su lugar un Cristo crucificado. El cuadro de la Virgen fue llevado a un pequeño oratorio en Chiquinquirá y ahí terminó de deteriorarse. Poco tiempo después yacía arrumbado en el suelo.
En 1585 la señora María Ramos llegó a vivir a Chiquinquirá, para acompañar a su tía Catalina, y comenzó a ir al oratorio. Estaba muy abandonado. Sólo había un pequeño altarcito, una cruz de madera y una imagen de papel. Arreglando un poco, la señora María encontró el cuadro en el piso. En ese momento no pudo distinguir de quien era. Las figuras casi no se veían y tenía varios rasgones. Cuando se enteró de que esa había sido una imagen de la Santísima Virgen del Rosario se apenó mucho. Tomó el cuadro y, después de limpiarlo, lo colocó encima del altar, amarrado fuertemente.
Todas las mañanas la señora María iba a visitar a la Virgen y pasaba en el oratorio unas dos horas, de las siete a las nueve. Miraba el cuadro una y otra vez. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y le decía con gran ternura: "¿Hasta cuándo, Rosa del Cielo, habéis de estar tan escondida? ¿Cuándo será el día en que os manifiestéis y os dejéis ver al descubierto?"
Un día, el viernes 26 de diciembre de 1586, María salía del oratorio, después de haber terminado su oración. Por la puerta estaban pasando Isabel, una indígena del lugar, y su hijito Miguel. El niño, viendo hacia dentro, exclamó: "¡miren, miren!". Isabel miro hacia el altar y asombrada dio voces a María Ramos que aún estaba en la puerta:
"¡Mire, mire, señora, que la Madre de Dios está en vuestro asiento y parece que se está quemando!"
María se dio la vuelta y, al ver el cuadro en la forma en que le decían, corrió hacia él. Se postró a los pies de la imagen, llena de asombro, y vio que sus anhelos se habían cumplido: "la imagen de la Madre de Dios estaba patente, con una hermosura tan especial y unos colores tan vivos, y despidiendo grandísimos resplandores, que bañaba de luz a los santos que tenía al lado e iluminaba la humilde capilla."
La noticia se corrió rápidamente por toda la comarca. Muchos peregrinos comenzaron a venir para ver el cuadro renovado de la Virgen y llevarse tierra del lugar donde fue la renovación, como reliquia.
El 19 de marzo de 1588 se fundó la parroquia de Chiquinquirá para atender a los numerosos peregrinos. El arzobispo de Bogotá, Mons. Zapata de Cárdenas mandó realizar muchas investigaciones y, finalmente, él mismo fue a Chiquinquirá para interrogar a María Ramos. Reunió información sobre la curación de un paralítico llamado Juan de La Peña. Y antes de partir bendijo la primera piedra para la construcción del santuario.
Desde entonces muchísimos peregrinos visitan este santuario. Contemplan con devoción el cuadro renovado de la Virgen y escuchan su mensaje: "Déjate renovar por Dios". Un mensaje sencillo en el que está el secreto de la auténtica felicidad. Así como Dios renovó ese cuadro desgastado puede renovarnos a nosotros. "Dios quiere renovarte, déjate renovar por Dios". Esta es la invitación que la Santísima Virgen nos hace. Una renovación que se realiza principalmente en la oración y la recepción de los sacramentos y a la que también ayuda mucho el rezo del Santo Rosario.