domingo, 3 de julio de 2016

ORACIÓN DE OFRECIMIENTO A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


OFRECIMIENTO A LA SANTÍSIMA VIRGEN

¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo Oh Madre de bondad, guardame y defiéndeme como a pertenencia y posesión tuya. Amén.

IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA CON MENSAJES








YO TAMBIÉN TENGO QUE SER MISIONERO? EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 3 DE JULIO 2016



¿Yo también tengo que ser misionero?
¿Yo también tengo que ser misionero?


Tiempo Ordinario. ¡Seamos apóstoles con nuestra vida, con nuestro testimonio, con nuestra palabra, y nunca nos avergoncemos de ser lo que somos: católicos, hijos de Dios! 


Por: P . Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 10, 1-12. 17-20


En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. En la casa en que entréis, decid primero: "Paz a esta casa." Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: "El Reino de Dios está cerca de vosotros." En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: "Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca." Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad. Regresaron los 72 alegres, diciendo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre." El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos."

Oración introductoria

Señor, humildemente inicio mi oración pidiendo tu luz. Estoy seguro de que, al igual que a los 72 discípulos, tu gracia es capaz de encender la llama de mi amor a la misión que me has dado.

Petición

Jesús, hazme un discípulo misionero y de tu amor.

Meditación del Papa

Jesús envía a setenta y dos discípulos a la gran mies que es el mundo, invitándoles a rezar para que el Señor de la mies, mande obreros a su mies; pero no les envía con medios potentes sino "como corderos en medio de lobos", sin bolsa ni cayado, ni sandalias. San Juan Crisóstomo, en una de sus homilías, comenta: "Siempre que seamos corderos, venceremos y aunque estemos rodeados de muchos lobos, conseguiremos superarlos. Pero si nos convertimos en lobos, seremos derrotados, porque nos faltará la ayuda del Pastor [...] Jesús envió a los "setenta y dos discípulos" y estos partieron con una sensación de miedo por el posible fracaso de su misión. También Lucas destaca el rechazo recibido en las ciudades en las que el Señor ha predicado y ha realizado signos prodigiosos. Pero los setenta y dos vuelven llenos de alegría, porque su misión ha tenido éxito; han constatado que, con la potencia de la palabra de Jesús, los males del hombre son vencidos, (Benedicto XVI, 26 de octubre y 7 de diciembre de 2011).

Reflexión

El Evangelio del domingo pasado nos hablaba de la vocación y de las exigencias del seguimiento de Cristo. Y hoy nos habla de la misión. Dos realidades inseparables entre sí. No hay vocación sin misión. Más aún, la vocación es para la misión.

Marcos, en el capítulo 3 de su evangelio, nos dice que "Jesús llamó a los que Él quiso para que estuvieran con Él y para mandarlos a predicar". Toda vocación tiene dos fases inseparables: "estar con Jesús" para conocerlo, para amarlo, para aprender de Él. Y luego, la segunda fase, obligada: "para enviarlos a predicar". (Mc 3, 14).

Todo llamado es también, por naturaleza, un "enviado". Y "enviado" es la traducción literal de la palabra griega "apóstol" y del vocablo latino "misionero". Las tres expresan exactamente la misma realidad con tres nombres distintos. Son la misma cosa.

Pero, además, todo cristiano es un "llamado" y un elegido. Dios Padre llamó a Jesús desde la nube y lo proclamó su "Hijo predilecto", en quien tiene puestas todas sus complacencias al ser bautizado por Juan en el Jordán (Mt 3, 18). Y del mismo modo, todo cristiano recibe una llamada –en latín se dice "vocación"- en el bautismo: una vocación a la santidad y, en consecuencia, también a la misión.

Las últimas palabras de Jesús que nos reportan los tres evangelios sinópticos son, en efecto, una clarísima llamada a la misión. Mateo nos dice que el Señor, antes de su ascensión al cielo, convocó a sus discípulos en un monte de la Galilea y allí les dio sus últimas instrucciones: "Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19).

Marcos nos refiere unas palabras muy semejantes, con una pequeña precisión que las hace aún más explícitas: "Id por todo el mundo –les dice Jesús a sus apóstoles- y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). Y el discurso final que nos transmite Lucas, en el Cenáculo: "Así estaba escrito: que el Mesías padeciese y resucitase de entre los muertos al tercer día, y que se predicase en su nombre... a todas las naciones" (Lc 24, 46-47).

El Evangelio de hoy nos presenta la misión de los setenta y dos. También este dato, visto exegéticamente, nos resulta muy interesante. Mateo, al presentarnos el discurso de la misión, nos habla sólo de los doce apóstoles (Mt 10, 5ss); mientras que Lucas nos dice que Jesús envió a la misión a setenta y dos discípulos. Además del número, multiplicado por el evangelista médico, cambia de nomenclatura: en Mateo, Jesús se dirige exclusivamente al grupo de los doce; mientras que Lucas alarga la misión a un grupo de "discípulos" –que debían ser, en nuestro lenguaje actual, unos "laicos"- que seguían y escuchaban al Señor durante su vida pública, y que serían luego los primeros miembros de la Iglesia junto con los doce.

La misión, por tanto, es una tarea de todos: de los sacerdotes, de las religiosas y de todos los cristianos en general. Todos, en razón de nuestro bautismo, estamos llamados a la misión. El Vaticano II, en el decreto "Apostolicam actuositatem", nos dice que "la vocación cristiana es, por su misma naturaleza, un vocación también al apostolado" (AA, 2). Más aún, no sólo es un deber, sino un "derecho" que todo seglar tiene a hacer apostolado, y éste deriva de su misma unión con Cristo Cabeza. En efecto –continúa el documento- "insertos por el bautismo en el Cuerpo místico de Cristo, robustecidos por la confirmación con la fortaleza del Espíritu Santo, es el mismo Señor el que los destina al apostolado" (AA, 3).

Todos: chicos y grandes, hombres y mujeres, sacerdotes y laicos, estamos llamados a la misión. Sin distinción de edades, de razas, de culturas, de clases sociales. Todos debemos ser misioneros. Y para eso no hace falta irnos para Haití o al África. Podemos y debemos serlo en nuestro medio ambiente: en casa, en el colegio, en la universidad, en el trabajo, en la oficina, en la calle. También en el mar o en la discoteca, ahora que inician las vacaciones. Todos tenemos el derecho y el deber de proclamar públicamente, con valentía y con santo orgullo nuestra fe católica y la alegría de vivir en gracia, en amistad con Dios.

Propósito

¡Seamos apóstoles con nuestra vida, con nuestro testimonio, con nuestra palabra, y nunca nos avergoncemos de ser lo que somos: católicos, hijos de Dios, discípulos de Jesucristo!

ESPARCIR LAS SEMILLAS


Esparcir las semillas




Hace ochocientos años un sacerdote llamado Domingo misionó en el sur de Francia. Tuvo un grupo de colaboradores con quienes convivía en un convento.  También tuvo un sueño.  Quería ver al mundo entero aprovechándose de la salvación que ganó Jesucristo.  Con la autorización del papa, Domingo dispersó a sus compañeros para predicar el evangelio por Europa.  Dijo: “La semilla almacenada pudre”.   Con esta acción Domingo imitó el empeño de Jesús en el evangelio hoy.

Jesús tiene un gran número de discípulos, tanto mujeres como hombres. Se puede imaginar de qué tipos de gente son.  Unos son bien educados; conocen las Escrituras como los nombres de sus hijos.  Otros están atraídos a Jesús porque con él las Escrituras les hacen sentido por primera vez.  Unos hablan con tanta facilidad que parecen como los vendedores de medicinas naturales.  Otros prefieren quedarse callados como soldados marchando a la batalla.  No es que todos sean bien preparados a anunciar el Reino de Dios, pero Jesús se fija en la necesidad de la gente.  Le llama la mies.  Como la mies necesita los rayos del sol, a la gente le falta escuchar del amor de Dios para cada uno.  Por eso les manda a los discípulos a predicar el Reino.

También en nuestro tiempo vemos la falta de la predicación del Reino.  La vida se ha hecho en una prueba para ganar tanto como posible por la satisfacción personal.  Se considera el trabajo más que nada como el medio para ganar el dinero.  La intimidad matrimonial se hace en modo de garantizar el placer físico.  Aún los hijos son producidos para aumentar el sentido de logro personal. Sí, creen que Dios los ama, pero no entienden que su amor imponga límites al yo para que el espíritu crezca.  No se dan cuenta que el trabajo  –sea instruyendo en escuela o construyendo carreteras –  es modo de colaborar con Dios para el bien de todos.  No aceptan a hijos como regalos para cuidar de modo que crezcan como miembros responsables de la familia de Dios.  Le hace falta a la gente escuchar este mensaje no sólo de los predicadores sino de sus compañeros.

Hay mucho testimonio en contra del evangelio.  Las noticias son repletas con historias de orgullo y desgracia.  Atletas abusan sus cuerpos con drogas.  Parejas no casadas cohabitan sin vergüenza.  Si vamos a contrarrestar la atracción de estas nuevas tendencias, nuestro testimonio del amor de Dios tiene que ser auténtico.  Tenemos que mostrar cómo el cumplimiento de la vida resulta del cuidar a los demás sin la preocupación para fortuna, fama, o afecto.  Por esta razón Jesús pide a los enviados que no busquen los mejores alojamientos sino que acepten con la gratitud lo que se les ofrezcan.  Quiere que marchen sin recursos para mostrar cómo Dios provee para aquellos que lo amen.

Los judíos cuentan la historia del rabí de una aldea campesina.  Cada viernes por la noche en el mes antes de su día más santo este rabí desvaneció.  No sabiendo a dónde se fue, la gente decía que estaba en el cielo hablando con Dios por ellos.  Una noche un joven, no creyendo el pretexto común, decidió a seguir al rabí.  Lo vio caminando en ropa común al bosque.  Allá tumbó un árbol y lo corto en leña.  Llevó la leña a la casa de una viuda pobre y se le ofreció.  Cuando la viuda reclamó que no tenía para pagarle, el rabí dijo que le prestaría el dinero.  Entonces el rabí le hizo un fuego en la cocina para calentar su casa y se fue.  Desde entonces cuando la gente dijo que el rabí fue al cielo, el joven respondió: “al cielo o a un lugar más alto”.

Podemos ver a Jesús en la persona de este rabí.  Pues Jesús cambió su apariencia para vivir como uno de nosotros.  Aún más al caso,  Jesús como el rabí Jesús nos hizo gran sacrificio gratis para salvarnos del apuro del pecado.  Podemos ver a Jesús en su persona, pero ¿podemos vernos a nosotros mismo?  Como seguidores de Jesús, queremos imitar su generosidad por compartir el tiempo, talento, y tesoro con los necesitados.  De esta manera la gente sabrá del amor de Dios.


* Carmelo Mele O. P.

EL SEÑOR ME ACOMPAÑA


El Señor me acompaña


Para orar al Señor, trata de concentrarte, poniéndote ante él por un sencillo acto de fe en su presencia. Recuerda que “su bondad y su misericordia te acompañan a lo largo de tu vida” (Sal 23) y que “el Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha” (Sal 121).

Ilumíname, Señor, para que reconozca tu presencia y para que me deje guiar por ti en medio de las oscuridades de mi vida. No dejes que me aparte de tu lado, porque sin ti mi vida pierde su rumbo. Cuando escapo de tu presencia al final todo se vuelve confuso, sin sentido. Toca mi interior con tu Espíritu, para que crea en ti con toda mi alma y confíe en tus promesas. Estarás siempre conmigo y podré salir adelante, aunque hoy no vea, aunque hoy no te sienta, aunque mi pequeñez no te reconozca. Abre mis ojos, Señor, para que te descubra siempre conmigo. Amén. (P. Fernández).

Para robustecer tu fe en el Señor que te ama y te acompaña, nada mejor que leer con atención la Biblia. Al inicio del capítulo 43 de Isaías encontramos esta perla deslumbrante: “Tú eres de gran precio ante mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo. No temas, porque yo estoy siempre contigo”. Medítalo, y agradece al Padre que siente inmensa ternura por ti.


* Enviado por el P. Natalio

IMÁGENES DE LA EUCARISTÍA











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