miércoles, 9 de octubre de 2013

LETANÍAS MARIANAS EN IMÁGENES






































RETORNO A LOS BRAZOS DE MARÍA


Retorno a los brazos de María.
Jaume Aymar Ragolta


Jesús en la parábola del hijo pródigo nos habla de un padre que perdona. Un padre que es capaz de salir al encuentro de su hijo y sin pedirle explicaciones, de abrazarle y de vestirlo de fiesta y de entrarle al banquete. 

Sabemos que esa es una bella imagen de Dios Padre. Podemos decir que ese padre paciente, que espera el retorno de su hijo, nos habla de la paciencia infinita de Dios. Dios nos espera porque tiene puesta su esperanza en nosotros. Espera que al fin, fruto de nuestra libertad responsable volvamos de nuevo a Él. 

Pero existe otra hermosa imagen de la esperanza divina. Esa imagen es, precisamente, María. El Sábado Santo, cuando casi todos se habían dispersado, ella fue la única que mantuvo una claraesperanza. Esperaba que Jesús volviera. Esperaba abrazarle de nuevo, tenerle junto a ella, volver a escuchar su voz. Esperaba serena la gran fiesta del re-encuentro. Jesús, libre de todo pecado, inocente, había sido arrebatado de los suyos y clavado en una cruz. Ahora volvía glorioso, trascendido, a compartir con ellos la mesa, la palabra y la alegría inmensa de dejarse ver de nuevo por los hermanos. 

Su presencia sola era capaz de colmar todas las esperanzas. La esperanza de María es pues como un destello nítido de la esperanza de Dios que nos aguarda ya libres de pecado, siendo ya unos con Cristo resucitado para llevarnos al banquete que no tendrá fin. Si nuestro retorno muchas veces se asemeja al del Hijo Pródigo, está llamado a ser tan pleno como el retorno de Cristo en brazos de María y de los suyos. 

MARÍA, LA QUE MÁS CONOCE Y MEJOR PUEDE ENSEÑAR

Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
María, la que más conoce y mejor puede enseñar
Meditaciones del Rosario. Tercer Misterio de la Luz. El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión.
 
María, la que más conoce y mejor puede enseñar

Conversión: cambio, nueva vida, hombres y mujeres nuevas. El Reino de Dios está cerca. El reino del Diablo se acabó. De ahí el cerrar la puerta al pasado y abrirla a la nueva vida. Arrepentirse del pecado: dejar la enemistad con Dios, dar la espalda al pecado en todas sus formas. La nueva religión exige un rompimiento fuerte con la vida anterior, la vida que era la muerte en el pecado y en la desvergüenza. El que no nace de nuevo no puede ser cristiano, como afirmaba Jesús a Nicodemo. El hombre debe arrancarse el corazón de piedra y cambiarlo por un corazón cristiano, es decir, semejante al de Jesús y al de María. Muchos cristianos aman el barniz, la fachada, las formas externas. Son la nueva generación de los fariseos. Hay que cambiar por dentro, con el dolor y la alegría que supone ser un hombre y una mujer nueva. Todos necesitamos renovarnos y convertirnos: la rutina y el cansancio nos muerden a todos; caen polvo y telarañas sobre los más sagrados ideales; todas las cosas más bellas y sagradas, si no se renuevan, acaban por morir.

El amor muere en muchos matrimonios, la vida consagrada se marchita si no se renueva con el agua de la oración. Una buena parte de la existencia consiste en renovar, refrescar, en echar nueva leña a la hoguera. Subir, siempre subir, querer ser otro, distinto, mejor; mejor en lo humano, mejor en lo intelectual y en lo espiritual. Cuando uno se para, se enferma; cuando uno se para definitivamente, ha comenzado a morir. Con Cristo hay que volver a empezar.

Todo comienza, todo vuelve a empezar, si queremos; todo como recién estrenado. Lo viejo, lo sucio y desordenado no van con la nueva vida. Y creed en el Evangelio, la Buena Nueva: Creer en Jesús y en el mensaje de salvación que trae. Este mensaje es muy actual: convertios y creed en el Evangelio. Pero hay diferentes maneras de reaccionar frente al mismo: desde la aceptación amorosa hasta el rechazo absoluto, pasando por la aceptación a medias. Nos asusta el compromiso, porque nos falta el amor. ¡Cuánto nos cuestan las virtudes: la obediencia, la caridad, la humildad, el vencer los halagos de la pereza, porque no tenemos amor, porque andamos bajos de entusiasmo, porque no pensamos sino en cosas duras, difíciles! La vida, tu vida podría ser una aventura apasionante. A veces, la has tomado como un castigo, la has imaginado terrible y dura, y te has clavado las espinas. Pero podría convertirse en otra cosa, mil veces más bella, atractiva y fascinante, si convirtieras las punzantes espinas en rosas. Con un poquito de amor y de entusiasmo: Ésa es la receta, el elíxir divino que transforma lo duro y amargo en dulce y suave.

Reacción de María: apertura total a una renovación de su misma espiritualidad: El Antiguo Testamento lo verterá en el molde del Nuevo, en el molde de su Hijo y de su doctrina. El Espíritu Santo le inspiraba, le hacía comprender como a nadie la doctrina cristiana. María es la primera cristiana, la que mejor ha entendido y ha imitado a Jesús, la verdadera Mujer Nueva. De tal manera que podría decir con más fuerza que San Pablo: “Para Mí el vivir, el respirar el amar es Jesús”. Por eso, la que más conoce es la que mejor puede enseñar. Pero María es una maestra y madre, que por tanto enseña a sus discípulos con gran sabiduría, y a sus hijos con inmenso amor la doctrina cristiana.

La vida, que en principio es igual para todos, es tan diferente para cada uno. Porque hay vidas verdaderas, en las que vivir es amar, es realizar tareas transcendentes y ser feliz. Pero hay otras que se parecen tan poco a la vida y tanto a la muerte.

Tu vida depende de ti.


Oración: Oh Jesús, que viniste a inaugurar en el mundo una nueva forma de vivir, convierte nuestra pobre agua en dulce vino; transforma nuestro barro roto en un cantarillo nuevo hecho a tu gusto. Ayúdanos a reconocernos grandes pecadores para que no tengamos reparo en ponernos en la fila de los que necesitan ser perdonados y que aceptemos tu invitación al arrepentimiento y a la conversión total de nuestro corazón.

Ojalá que esta conversión nos sirva para desempolvar el rosario completo. Y no es solo volver a tener un rosario en las manos, sino dar a la devoción a María el puesto privilegiado que el Papa le ha querido dar, por inspiración divina. El mismo Juan Pablo II, como pocos, nos demuestra que esta devoción y amor es algo maravilloso y, además, muy eficaz. Al recuperar el rosario, se recupera a la Madre de Dios , y recuperar a su Madre, se recupera a Dios, que también anda medio perdido, y no creo que por no ser esencial.


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  • P. Mariano de Blas LC 
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