domingo, 21 de julio de 2013

MARÍA, LÁMPARA ENCEDIDA


María, lámpara encendida
SS. Juan Pablo II


En ella se realizan las promesas de nuestra salvación;
en Ella se refleja la belleza primera con la que Dios concibió a la humanidad.

En Ella se restablece el coloquio de los Ángeles con el hombre inocente; en Ella reaparece la integridad virginal que el mundo admira y que no tiene.

En Ella se cumple el misterio soberano de la Encarnación que glorifica a Dios y trae la paz a la tierra.

En Ella, el silencio profundo del alma perfecta y abierta hacia el infinito, se transforma en amor, en palabra, en vida, se hace Cristo.

En Ella, toda piedad, gentileza, soberanía y poesía es viva;
en Ella el dolor se hace tan acerbo que ningún otro corazón de madre puede igualarlo.

En Ella, tanto la fe como la esperanza, la fortaleza y la bondad, la humildad y la gracia con esa estela de realismo y misterio tienen expresiones sobrehumanas.

En Ella cual cirio encendido, se irradia a Cristo y su Espíritu.

MARÍA, INSTRUMENTO DE DIOS


María, instrumento de Dios
Padre Ignacio Larrañaga



La verdadera devoción a la Virgen “no consiste ni en un afecto estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe verdadera, por la que somos impulsados a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes”. La imitación de María es precisamente otro aspecto de la vida mariana. Sólo Jesús es el “camino” que conduce al Padre, él es el único modelo; pero ¿quién es más semejante a Jesús que María? ¿quién poseyó con más profundidad que María los mismos sentimientos de Cristo? “¡Oh Señora! –exclama San Bernardo- Dios mora en ti y tú en él. Tú le revistes con la sustancia de tu carne y él te reviste con la gloria de su Majestad”.Al encarnarse y habitar en el seno purísimo de la Virgen, Jesús la revistió de sí, le comunicó sus perfecciones infinitas, le infundió sus sentimientos, sus deseos, su querer; y María, que se abandonó totalmente a aquella acción profunda de su Hijo, fue transformada plenamente en él, hasta ser su más fiel retrato.

“María –canta la liturgia antigua- es la imagen perfectísima de Cristo, pintada al vivo por el Espíritu Santo”. El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Jesús, se posesionó plenamente del alma purísima y dulcísima de María, y esculpió en ella, con una perfección y delicadeza sumas, todas las líneas, todas las características del alma de Cristo; con razón se puede decir que imitar a María es imitar a Jesús. Precisamente por esto nosotros la elegimos por modelo. Del mismo modo que no amamos a María por sí misma, sino en orden y en unión con Cristo, de quien es imagen perfectísima, Jesús es el único camino que lleva al Padre, y María es el camino más seguro y más fácil para ir a Jesús.

Al encarnar en sí las perfecciones del Padre, Jesús nos hizo posible su imitación. María, modelando en sí las perfecciones de Jesús, nos las ha puesto más a nuestro alcance. Por otra parte, nadie podrá decir con mayor sinceridad y verdad que María: “Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo” (1Cor 4, 16). Como Jesús vino a nosotros a través de María, así tenemos que ir nosotros a Jesús por medio de María

MARÍA, MADRE DEL SILENCIO



María, madre del silencio
J. M. Márquez


Madre de nuestro silencio,
tesoro de calma y serenidad,
te amamos por tu rostro lleno de luz,
por tu mirada llena de ternura,
por lo profundo de tus palabras silenciosas,
por tu transparente disponibilidad.

Que en nuestras tareas cotidianas
nos abras a lo profundo de las cosas que no se ven,
nos ilumines con tu luz transparente,
nos ensanches el corazón con el amor
y la verdad de lo que es importante,
nos contagies tu disponibilidad
ante las sorpresas de Dios.

Madre del silencio,
enséñanos a callar...
enséñanos a contemplar...

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