miércoles, 3 de agosto de 2016

DULZURA DE LOS ÁNGELES

DULZURA DE LOS ÁNGELES



Dulzura de los ángeles, alegría de los afligidos, 
abogada de los cristianos, Virgen madre del Señor, protégeme y sálvame de los sufrimientos eternos.

María, purísimo incensario de oro, que ha contenido a la Trinidad excelsa; en ti se ha complacido el Padre, ha habitado el Hijo, y el Espíritu Santo, que cubriéndote con su sombra, Virgen, te ha hecho madre de Dios.

Nosotros nos alegramos en ti, Theotókos; tú eres nuestra defensa ante Dios. Extiende tu mano invencible y aplasta a nuestros enemigos. Manda a tus siervos el socorro del cielo.

Amén.

PARA SER MÁS LIBRE


Para ser más libre…



Todo crecimiento va acompañado de renuncia, empezando por el nacimiento cuando el bebé, con estridente llanto, deja el tibio y acogedor claustro materno. Renuncia, desapego, corte, que nos proyectan a una nueva etapa de maduración, a nuevos horizontes  y a nuevas realidades que plenifican a la persona.

Señor, tú sabes cómo me aferro a mis proyectos y me obsesiono por las cosas que me propongo. Hoy quiero ser más libre. Ayúdame a descubrir que aunque no se cumplan mis proyectos, tú me ayudarás a lograr lo que necesito. Dios mío, tú eres el importante. Eres el infinito, que todo lo sostienes con tu poder sin límites. Sólo tú mereces la adoración del corazón humano y únicamente ante ti debo postrarme. Sólo tú eres el Señor, glorioso, vestido de hermosura. No permitas que yo adore cualquier cosa como si fuera un dios y no permitas que me aferre a mis esquemas y planes como si fueran divinos. Sólo tú eres Dios, el único absoluto. Amén (Víctor M. Fernández).

Si tienes bien claro las prioridades de tu vida, decidirás rápidamente cuándo es necesario desprenderte de algo muy querido que traba tus objetivos no negociables. Por ejemplo, un joven al casarse debe afrontar con valor el alejamiento del hogar paterno y ponerse a construir uno nuevo. Es una renuncia en beneficio de un crecimiento y maduración.


* Enviado por el P. Natalio

ORACIONES AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
























CRISTO, LO QUE EL HOMBRE DE HOY Y DE SIEMPRE ESPERA


Cristo, lo que el hombre de hoy y de siempre espera
¿Tú, Cristo, eres capaz de llenar de alegría mi vida, de gozo mi corazón, de ilusión mi caminar ?


Por: P. Juan P. Ferrer | Fuente: Catholic.net 




Los hombres de todos los tiempos se han preguntado una y otra vez por la felicidad, aunque tal vez nunca comprendieran qué es realmente eso de la felicidad. Y se han dedicado siempre a buscarla por todos los conductos y todos los medios. Han elaborado teorías tan variopintas que entre unas y otras se dan profundas contradicciones. Y, siempre al final, se tiene la impresión de que no se acaba de acertar: ni la vida fácil, ni el estudio de la filosofía, ni el dinero, ni la fama, ni el progreso, ni muchas otras cosas son capaces de llenar el corazón infinito del hombre. Por ello, es que muchos seres humanos al vuelto los ojos hacia la figura de Cristo y le han preguntado si él puede de veras llenar el corazón humano de paz y de gozo. Hoy se lo queremos preguntar nosotros.

¿Eres tú, Cristo, lo que el hombre de hoy y de siempre espera? Todos sabemos por la historia que Jesús era un hombre excepcional, pero eso no basta para llenar el corazón humano. Juan Bautista envió a Cristo una legación para preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro? (Mt 11,3). Éste es el interrogante que siempre se plantea el ser humano. Cristo responde afirmativamente a la pregunta de Juan Bautista, explayándose sobre sus propias obras que constituyen la prueba ineludible de los tiempos mesiánicos. Él, por tanto, afirma que es lo que el hombre de antaño, de hoy, y de mañana ha esperado, espera y esperará.

¿Tú, Cristo, puedes llenar siempre el corazón humano, infinito por su propia capacidad? Jesús no sólo fue un hombre perfecto, sino que era por antonomasia Dios Perfecto. En su condición de Dios, Jesús puede garantizarnos a los seres humanos su capacidad infinita en el tiempo y en la eternidad de llenar el corazón humano.

¿Quién en esta vida nos puede asegurar que nos querrá siempre? ¿Qué en esta vida nos podrá certificar que nos agradará siempre? ¿Qué en esta vida nos podrá vender la mentira de que siempre nos llenará de satisfacción? Todo, y todo lo que no sea Dios, es caduco, no podrá nunca asegurarnos un estado de felicidad infinita. Basta ver cómo se derrumban las esperanzas que tantos seres humanos han construido esperándolo todo de ellas. Sólo Cristo permanece.

Finalmente, ¿Tú, Cristo, eres capaz de llenar de alegría mi vida, de gozo mi corazón, de ilusión mi caminar con ese Evangelio en donde sólo los pobres, los mansos, los misericordiosos, los perseguidos van a ser felices? Y Cristo nos asegura que sí, que Él es capaz de llenar nuestras vidas con todo esto que el mundo desprecia y rechaza, porque los bienaventurados del mundo moderno son los poderosos, los dominadores, los ricos, los vengativos, los iracundos, los reconocidos, los que ríen. Es tremendo ver cómo se puede concebir de forma tan distinta la felicidad, pero ya la historia va dando de sobra la razón al Evangelio. Porque del Evangelio han salido los hombres felices, en paz, llenos de ilusión y esperanza. De las teorías del mundo moderno han salido las depresiones, las ansiedades, las angustias, la tristeza.

En conclusión, aceptemos a Cristo con ilusión, como la esperanza que se coloca por encima de cualquier otra esperanza, como la promesa que hace realidad lo más apetecido por el ser humano, como la certeza de un futuro lleno de sentido y de gozo. Cristo, Hijo de Dios, Perfecto Dios y Perfecto Hombre es la medida del corazón humano.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, MIÉRCOLES 3 DE AGOSTO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 3



Todos llevamos dentro de nosotros mismos un altar en el que hemos entronizado a nuestro Yo y al que le rendimos culto con excesiva frecuencia e intensidad.

La conquista del propio Yo es la mayor victoria que el hombre puede lograr; conseguir que la vida no sea dominada por el ego, sino por la razón y el corazón.

Cuando más trabajemos en nuestra perfección, más comprensivos nos mostraremos con las imperfecciones de los demás; por el contrario, cuando menos perfectos seamos nosotros, más exigentes nos mostraremos con los otros.

Siempre estamos inclinados a reprobar y criticar los defectos de los demás, sobre todo aquellos defectos que nosotros también tenemos y que no nos atrevemos a confesar. Otras veces criticamos los defectos que nosotros no tenemos, como una evasión para no reconocer y recordar los defectos que tenemos y nos dominan.
Todos lamentamos las injusticias que sufre nuestro mundo de hoy; el Concilio Vaticano II nos advierte que muchas de ellas “nacen del deseo de dominio y del desprecio por las personas; y, si ahondamos en los motivos más profundos, brotan de la envidia, de la desconfianza, de la soberbia y demás pasiones egoístas” (GS 83).



* P. Alfonso Milagro

BUENOS DÍAS!!!

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