sábado, 18 de julio de 2015

NO ESTÁS SOLA...


No estás sola...

Las vocaciones aún existen



Sé que es fácil decir esto, pero que cuesta mucho que lo comprendamos y más que lo vivamos 



Por: Germán Sánchez | Fuente: Catholic.net 




No me refiero a la ayuda de Cristo, ¡ésa seguro la tienes! Pues desde el inicio de este artículo hemos establecido que si la vida consagrada es un patrimonio de la Iglesia, Jesucristo ha prometido siempre su asistencia a Ella, por lo tanto nunca nos faltará su ayuda.

Me refiero más bien a tu comunidad, a tu Congregación. La labor pastoral vocacional no es una labor individual. No es una labor para la "animadora vocacional" a quien la vemos todos los viernes subir a un autobús guitarra en mano, con diez o quince chiquillas y verla regresar el domingo medio muerta, pero con la sonrisa de oreja a oreja. La labor vocacional tampoco es la preocupación de la Madre General y su Consejo que nos ha exteriorizado sus angustias y desvelos en la última carta circular, pidiendo una colaboración más estrecha en la búsqueda de vocaciones. Tampoco es la responsabilidad de las religiosas ancianitas de nuestra comunidad que ofrecen sus oraciones, sacrificios y penurias por las vocaciones.- No. La labor vocacional es obra de todas. Desde la religiosa que atiende la portería, hasta nuestra hermana que está en cama, pasando por la última novicia que acaba de entrar en la Congregación hasta llegar a la maestra de novicias, o de júniores, incluso le atañe a la hermana que preparara las comidas en el hospital o hace la guardia nocturna en el pasillo de enfermos terminales o quien va a visitar a los encarcelados. Con esto quiero decir que la labor vocacional es obra de todas y cada una de las religiosas en la Congregación.

Sé que es fácil decir esto, pero que cuesta mucho que lo comprendamos y más que lo vivamos. Es necesario que comprendamos los tiempos que estamos viviendo. Sé que para lagunas religiosas por su edad, su psicología o por el ambiente en el que han vivido resulta muy difícil entender que todas deben ponerse a buscar vocaciones. Pero es necesario dar este paso.

Ahora bien "buscar vocaciones" no significa dejar el puesto de trabajo y lanzarse al África, a las Filipinas o a la América Latina como cazadores en busca de presas. Desde el punto en donde Dios quiere a cada una de las religiosas, desde ahí se puede hacer labor vocacional. Es necesario por ello crear una "mística vocacional" al interno de cada una de las Congregaciones. Lo repito: esto no se logra de la noche a la mañana y llevará tiempo, fatigas y desvelos, pero es necesario hacerlo. De nada sirve que una o dos hermanas en la Congregación estén motivadas en la labor vocacional si no encuentran apoyo en la Congregación.

Una labor lenta pero segura, sabiendo de antemano que las vocaciones aún existen.

IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA CON MENSAJES






¿CUÁLES SON MIS ACTITUDES FRENTE A LA VIRGEN MARÍA?



¿Cuáles son mis actitudes frente a María?
Reflexiones María


¡Oh, María, yo te quiero decir, hoy y siempre: tú eres mi victoria, tú eres mi paz, mi seguridad! 


Por: P Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net 



¿Qué actitudes debo de tomar de frente a la Santísima Virgen?

En primer lugar, gloriarme en Ella como me glorío en Cristo. Decía San Pablo que Cristo en la cruz es el culmen de todo: “Líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de Jesucristo”.

También podemos decir de modo semejante ¿cuál es tu gloria más grande, oh, Niña Eterna? Tu imagen más maravillosa con tu hijo muerto en tus brazos aquel Viernes Santo, Santísimo. Yo también digo: "Líbreme Dios de gloriarme si no es en María Santísima, con su hijo muerto en los brazos, aquel Viernes Santo”.

Si quiero muchísimo a la Santísima Virgen, tengo que querer muchísimo a Jesús, a quien llevó en sus brazos de niño, al que tuvo muerto sobre sus rodillas, al que Ella ama más que a sí misma. Por eso, no hay peligro en amar mucho a la Santísima Virgen y que esto pueda ir en perjuicio del amor a Jesucristo. Todo lo contrario: Ella es un camino hacia Cristo, ella lo sabe, ella lo quiere, para ella es su máxima gloria: llevarnos a Cristo. Y, por eso, uno que se empeña en amar a María, acabará amando a Jesús, por necesidad.

Segundo, ser un niño. Si yo tuviera alma de niño me llevaría mil veces mejor con Cristo, con mi madre y con los hombres, y, aún, conmigo mismo. Cuanto más sencillo sea con la Santísima Virgen más nos vamos a entender. A veces le he preguntado, le he pedido que me dé un conocimiento y un amor muy grande hacia Jesús. La respuesta que me dio fue tan sencilla, que tardé mucho tiempo en saber que venía de Ella. Yo me esperaba una respuesta grandiosa, solemne. La respuesta fue ésta: "Sé como un niño y ten una fe viva y operante". Es decir, si te dicen que Él es Dios, créelo; si te dicen que murió crucificado por ti, créelo; si te dicen que está en la Eucaristía por amor a ti, acéptalo y créelo como un niño, con fe viva y operante.

Si la Santísima Virgen me dice que sea un niño con Jesús, ¿qué tengo que ser con Ella? Un niño eterno. En el orden espiritual soy como un niño, no soy más que eso. Por tanto, comportarme con María como un niño impotente, inexperto, pero confiado.

Tercero, amar y confiar. “¡Oh, Madre, somos otros niños Jesús que corren a tu encuentro, que quieren amarte como Él y ser amados por ti! ¡Oh, María, yo te quiero decir, hoy y siempre: tú eres mi victoria, tú eres mi paz, mi seguridad! “ Y esto lo debe de decir cada sacerdote, cada cristiano, si de veras quiere a María como madre.

Resucitar es sentir la alegría del triunfo de Cristo en mi corazón. “Jesucristo, Tú eres mi victoria.” Pero, también sentir el triunfo de María Santísima en su Asunción. “ ¡Madre bendita, tú también eres mi victoria! Y así como me alegro del triunfo de Cristo resucitado, me alegro del triunfo tuyo, Madre mía, en tu Asunción al cielo. Es también mi triunfo, porque es el triunfo de mi madre. Cuando un hijo tuyo te toma en serio, todas las cosas se vuelven posibles.” Esas cosas que uno piensa a veces: ¿podré? ¿Me curaré, algún día, de esa enfermedad? ¿Podré superar esa tentación alguna vez? ¿Podré lograr esas metas apostólicas?

Esas cosas que uno considera imposibles, o muy difíciles, se hacen posibles cuando se toma en serio, en serio, a María Santísima. Por ejemplo, vencer todas las tentaciones, conquistar las metas difíciles y, sobre todo, llegar al cielo.

Quiero arriesgarme del todo con la mujer más maravillosa del mundo, la madre más tierna, la reina más poderosa: María. Es una gran diferencia tener una madre como tú, una gran diferencia. A veces se nos ve a los cristianos tristes, desorientados, desanimados, como niños huérfanos. ¿Dónde está tu madre? ¿Quién es? ¿Cómo se llama? Cuando estoy enojado, desanimado o impaciente, al mirar tu rostro, al contemplar tus ojos, al mirar tu sonrisa, se me va el enojo, el desaliento y la impaciencia, Madre.

Y cuanto más incapaz me sienta por falta de cualidades, de tiempo y experiencia, más me debo lanzar. Eso es fe y confianza y amor. Lo otro es la vanidad de siempre, el mirarme a mí, y a mi barca y a mis redes, y no a Cristo Omnipotente y a María, omnipotencia suplicante. La diferencia de Pedro. Primero dijo: "Toda la noche he tirado mis redes y no he sacado ni un pez". Lo segundo: "En tu nombre echaré las redes". Las redes llenas de peces: ésa es la diferencia. Y no crean que Jesús se enoja porque uno tira las redes, también, en nombre de María Santísima. Jesús sonreirá de gusto, de emoción, al ver que no sólo confiamos en Él y tiramos las redes en su nombre, sino que también confiamos en María, su madre y la nuestra, y en su nombre, en el nombre de Ella, echamos también nuestras redes. En nombre de María también se llenarán nuestras redes de peces. No te quiero perder, madre mía. El día que te pierda, estaré perdido. Ese día sí estaré perdido.

Y cuando se juntan muchos contratiempos -que eso nos suele suceder en nuestra vida- podemos recordarnos a nosotros mismos, o recordar a otros, quién es la causa de nuestra alegría. Si realmente creemos en esto que decimos diariamente en las letanías del rosario, debería siempre asomarse a nuestro rostro una sonrisa eterna, una paz permanente, una fortaleza continua, aún en medio del dolor y del sufrimiento. ¡Oh, María, tú eres mi salvación! ¡Contigo sí me atrevo! ¡Contigo sí puedo! ¡Contigo voy al fin del mundo! Esto lo tenemos que decir, lo tenemos que gritar, a todos aquellos enemigos que nos desafían: llámese mundo, llámese demonio, llámese la carne; que nos desafían a que no llegaremos a santos, y no llegaremos a realizar grandes cosas en el apostolado. Hay que profundizar la confianza en Ella hasta sentir en las venas, en el cuerpo, en el alma toda, una seguridad y un valor absolutos. Yo sé que una Mujer me llevará al cielo, me obtendrá la gracia de la santidad, el valor de los mártires, el celo de los apóstoles.

Como San Pablo, yo también, y tú, podemos decir: "todo lo puedo en Cristo, que me conforta". Pero también podemos y debemos decir: "todo lo puedo en María, que me fortalece". Si tengo a María Santísima, si tengo a Cristo, y creo que me aman muchísimo y lo pueden todo, no debo temer, andar asustado, inquieto, derrumbado: jamás.

Se ha hablado de que el sacerdote ha perdido su identidad. Su identidad es ser otro Cristo en la tierra. ¿Ustedes creen que a María Santísima se le puede olvidar el rostro de su Hijo? ¿Ustedes creen que María Santísima ha perdido, o desconoce, la identidad del sacerdote, cuando ve en él la imagen, el rostro, de su propio hijo? ¿Quién nos ha dicho que el sacerdote ha perdido su identidad? Si la lleva impresa en su alma a fuego.

¿Se puede o no se puede con María? ¿Se puede o no se puede en la Iglesia resolver los grandes problemas, las grandes reformas? ¿Se puede o no se puede con María? Se pudo al inicio, porque Ella puso a rezar a la Iglesia. Ella obtuvo la venida del Espíritu Santo que transformó a aquellos hombres de cobardes en valientes, de tímidos en leones, de hombres incapaces -humanamente hablando- en apóstoles que lograron realmente la conversión de aquel mundo pagano. Hoy, la Iglesia también puede si toma en serio a María Santísima. Ella es, por providencia de Dios, la que volverá a pisar, a aplastar, la cabeza de Satanás que se ha metido dentro de la misma Iglesia.

Por eso, si hoy queremos triunfar, individualmente como cristianos, como sacerdotes, y conjuntamente como Iglesia, tenemos que tomar muy en serio en nuestra vida, en nuestra oración, en nuestro apostolado, a quien aplastó la cabeza de la serpiente: a María Santísima.
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