domingo, 26 de octubre de 2014

DIOS TE SALVE MARÍA


CITAS BÍBLICAS SOBRE LA VIRGEN MARÍA


Citas Bíblicas Marianas
Movimiento de Vida Cristiana 



María, Hija predilecta del Padre

Es hija por el Don recibido: Lc 1, 28.

Es hija por su paradigmática respuesta al Don: Lc 1, 34.

Es hija porque es perfecta discípula, escucha, acoge, y pone por obra: Lc 2, 19; Lc 2, 52; Lc 11, 27-28; Mt 7, 21; Mc 3, 35; Dt 6, 24; Jos 1, 8; Prov 3, 1; Prov 4, 1-7.20-22, 16. Es hija porque es perfecta Sierva del Plan divino: Lc 1, 38.

Su respuesta de plena disponibilidad es como la del Hijo: Heb 10, 5-7.

Sirve al Plan de Dios en un doble servicio a los hermanos humanos, mediante el anuncio: Lc 1, 39-55, y mediante el servicio concreto: Lc 1, 56; Jn 2, 3-5.

La hija predilecta, modelo para la mujer: Lc 1, 42.

El Señor Jesús; Hijo de María 

Por María nos vino el Señor Jesús: Jn 1, 14.

Testamento del Señor Jesús en la Cruz: Jn 19, 25-27.

María: Jn 2, 5; Gál 4, 19; Is 66, 13.

Recorriendo el Camino de la Madre

A qué estamos llamados: Gál 2, 20.

Misión de María: Jn 19, 26; Hch 1, 14; Jn 2, 5.

María modelo de entrega: Lc 1, 46-48.

María modelo de servicio: Lc 1, 39.

María modelo de humildad: Lc 1, 46-48.

María modelo de acogida: Lc 11, 28.



María y la Vida Cristiana

María Madre de Jesús y nuestra: Gén 3, 5; Is 7, 14; Jn 19, 26-27; Gál 4, 4.

María nos muestra a Jesús: Mt 2, 11; Lc 2, 16.

Función dinámica de María: Jn 2, 1-5; Hch 1,14.

Modelo de vida cristiana: Mt 12, 46-50; Lc 1, 26-38; Lc 1, 39-45; Lc 2, 19.51; Lc 11, 27-28.




La Piedad Filial

Maria es verdaderamente Madre nuestra: Jn 19, 26-27.

Nos conduce al Señor Jesús: Jn 2, 5.

Nos acompaña en nuestra vida cristiana: Hch 1, 14.

La piedad filial nos introduce en la dinámica del anuncio evangelizador y del servicio solidario: Lc 1, 39-45.



María, Mujer del Silencio

María medita la palabra: Lc 2, 19.51.

María acoge y comunica la Palabra: Lc 1, 39-45; Lc 1, 46-55; Lc 8, 19-21; Lc 11, 27-28.

Silencio en la alegría: Lc 2, 15-20.

Silencio en el dolor: Lc 2, 35; Lc 2, 51; Jn 19, 25-27.




María, en el Plan de Dios

La mujer:  su lugar en el designio de reconciliación:  Gén 3, 15.

María,  anunciada por los profetas:  Is 7, 14; Mi 5, 2-3;  Mt 1, 22-23.

María, Madre de Dios: Lc 1, 26-38; Gál 4,4-7.

El Señor Jesús explicita la matemidad espiritual de María: Jn 19, 25-27.

María en la Iglesia: Hech 1, 14.

La mujer vestida de sol: figura de la Iglesia y de María: Ap 12, 1 ss.




El Apostolado de María

María mujer de silencio y oración, es maestra cómo se acoge la Plabra. Lc 2, 19 51.

Como mujer de acción nos enseña y alienta a ponerla por obra. Lc 8, 21; Mt 7, 21; Jn 2, 5.

María nos enseña a entrar en nosotros mismos y a abrir con prontitud al Señor que llama. Ap 3, 20; Lc 1, 38.

María primera evangelizadora nos enseña a anunciar a Cristo llevándolo en nosotros mismos. Lc 1, 39-45.

Su gozo es llevar y presentar a Cristo a todos los hombres. Lc 1, 41; Mt 2, 10-11.

Su misión es que Él nazca y crezca en todos sus hijos. Jn 19, 24.

Ella nos enseña a tener las disposiciones apropiadas para acoger el Espíritu que impulsa la evangelización. Hch 1, 14; 2, 1-4.



Perseveraban con María en la oración

El Señor Jesús, hombre de oración Él mismo, es maestro y modelo de oración continua y perseverante: Lc 3,21-22; Lc 5,16; Lc 6,12-13; Lc 9,18; Lc 9,28-29; Lc 11,1; Lc 21,37-38; Lc 22,39-46.

El Señor nos enseña que es necesario perseverar en la oración: Lc 1,18; para no caer en tentación: Lc 22,46; Mt 26,41; para tener fuerza en el momento de la prueba: Lc 21,36.

También Pablo invita a ser perseverantes en la oración: Rom 12,12; Col 4,2; a orar en toda ocasión: Ef 6,17-18; Flp 4,6; a orar constantemente: 1Tes 5,17.

María, mujer de oración, nos enseña a guardar y meditar constantemente las obras y palabras de Dios en nuestro corazón: Lc 2,19.51; A vivir la dinámica de la oración continua obrando en amorosa obediencia a los designios divinos: Lc 1,38; Jn 2,5; Lc 11,27-28.

Los apóstoles y discípulos perseveraban en la oración con María: Hech 1,14.



Remar mar adentro, en compañia de María

El apostolado de María es hacernos cercano a Dios: Lc 1,30-31.38; Is 7,14; transmitirnos a Jesús con todo su ser: Lc 1,40-44; darnos a Jesús, fruto bendito de su vientre: Lc 2,7; mostrarnos a Jesús: Lc 2,16; Mt 2,11; remitirnos a Jesús e invitarnos a la confiada adhesión a sus palabras: Jn 2,5; ofrecernos a su Hijo, asociada a su Cruz: Jn 19,25; educarnos a acoger el Espíritu de su Hijo, que nos transforma en apóstoles intrépidos: Hech 1,14;2,1-4.

El Señor Jesús nos ha señalado que María es nuestra Madre, hemos de acogerla en nuestra "casa": Jn 19,26-27.

Bajo la guía de María hemos sido convocados a anunciar el mensaje de reconciliación: 2Cor 5,20.

Urge anunciar la Buena Nueva: 1Cor 9,16; a tiempo y destiempo: 2Tim 4,2; para ganar a los que más podamos: 1Cor 9,19.



María, Madre de los Apóstoles

Anunciación-Encarnación: Lc 1,26-38.

Visitación: Lc 1,39-45.

Nacimiento del Niño y presentación a los reyes y pastores: Mt 2,1-23; Lc 2,1-20.

Presentación del Niño en el Templo: Lc 2,21-40.

Pérdida y hallazgo de Jesús: Lc 2,41-50.

Las bodas de Caná: Jn 2,1-12.

María al pie de la Cruz: Jn 19,25-27.

Pentecostés: Hch 1,12-14; 2,1-13.

María es la Mujer reflexiva que conservaba todas las cosas y las meditaba en su Corazón Inmaculado: Lc 2,19.51.

María es la Mujer bienaventurada que escucha la Palabra de Dios y la pone por obra: Lc 11,27-28; Mt 7,21-27.

En la Madre vemos la urgencia de quien se descubre impulsado a anunciar el Evangelio: 1Cor 9,16.



La Inmaculada Concepción de María

Como a María, Dios nos ha elegido para ser santos e inmaculados en su presencia: Ef 1,4.

María Inmaculada nos llama a aplastar con su Hijo la cabeza de la serpiente: Gen 3,15.

Nuestra lucha es contra Satanás: Ef 6,12.

Que no reine el pecado en nuestros corazones: Rom 6,12; sino que sea Cristo quien en nosotros habite hasta que quedemos llenos de la «total Plenitud de Dios»: Ef 3,17-19.

Hemos sido purificados del pecado para servir a Dios y dar frutos de santidad: Rom 6,16-18.22.

Si somos de la Luz, hemos de purificarnos de todo pecado: 1Jn 1,7; el que comete pecado es del diablo: 1Jn 3,8; el que ha nacido de Dios no comete pecado: 1Jn 3,9.

Quien espera en el Señor se purifica a sí mismo: 1Jn 3,2-3.

María Inmaculada nos enseña a amar y servir a Dios: Lc 1,38; Jn 2,5; Dt 6,4-5.



María, Mujer Eucarística

El Señor Jesús instituyó la eucaristía para quedarse por siempre con nosotros: Mt 26,26-29; 28,20; Mc 14,22-25; Lc 22,14-20.

Semejanza entre el Hágase de María en la Anunciación-Encarnación y el amén que cada fiel pronuncia al recibir la comunión: Lc 1,26-38.

María es el primer "tabernáculo" de la historia: Lc 1,39-45.

Relación íntima entre la eucaristía y el magnificat: Lc 1,46-55. Actitud "eucarística" de la Madre ante el nacimiento de su Hijo: Lc 2,1-20.

Relación entre las bodas de Caná y la eucaristía: Jn 2,1-5.

María hizo suya la dimensión sacrificial de la eucaristía con toda su vida, especialmente al pie de la Cruz: Jn 19,25-27.

Recibir la eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús: Jn 15,1-17.

La visita al Santísimo debe ser un momento fuerte para revisar nuestro compromiso con la vida cristiana: Jn 14,21.23.

Participar de la eucaristía nos permite anticipar en cierto modo el cielo en la tierra: Gál 2,20; Jn 14,6-7.



En compañía de María

Madre del Reconciliador: Mt 1,16 ; Lc 1,26-38.

Madre de Dios y de la Iglesia: Jn 19,25-27.

Dejándonos acompañar por Santa María: Jn 2,1ss.

Acompañarla en el anuncio evangelizador: Lc 1,39-45.

En compañía de María camino a Pentecostés: Hech 1,14 ; Hech 2,1ss.


Peregrinando con María

En la Visitación: Lc 1,39.

En el nacimiento del Salvador: Lc 2,1-7.

Para presentar el Señor Jesús en el Templo: Lc 2,22.

Para proteger al Niño: Mt 2,13-15 ; Mt 2,19-23 ; Lc 2,39-40.

A la Ciudad Santa de Jerusalén: Lc 2,41-42.

Junto a su Hijo en el Calvario: Jn 19,25-27.



Fuente: caminohaciadios.com

VIRGEN MARÍA, REINA Y MADRE DE SUS QUERIDOS HIJOS


Virgen María, Reina y Madre de sus queridos hijos
Padre Mariano de Blas, L.C.



Voy a escribir una carta destinada a la Virgen María en el cielo. Una forma muy sencilla y profunda de manifestar el aprecio y cariño a una persona es a través de una carta. Lo importante no es mi carta sino la que tú escribas a María desde el fondo de tu corazón.

Querida y respetable señora, queridísima madre:

Sé que estoy escribiendo a la mujer más maravillosa del mundo.
Y esto me hace temblar de regocijo, de amor y de respeto.

Cuántas mujeres en el mundo, queriendo parecerse a ti, llevan con orgullo santo el dulce nombre de María. Cuantas iglesias dedicadas a tu nombre.

Tú eres toda amor, amor total a Dios y amor misericordiosísimo a los hombres, tus pobres hijos. Eres el lado misericordioso y tierno del amor de Dios a los hombres, como si tu fueses la especie sacramental a través de la cual Dios se revela y se da como ternura, amor y misericordia.

Estoy escribiendo una carta a la Madre de Dios: Esa es tu grandeza incomparable. Eres la gota de rocío que engendra a la nube de la que Tú procedes.

Me mereces un respeto total, al considerar que la sangre que tu hijo derramó en el Calvario es la sangre de una mártir, es tu propia sangre; porque Dios, tu hijo, lleva en sus venas tu sangre, María.

Pero el respeto que me mereces como Madre de Dios se transforma en ímpetu de amor, al saber que eres mi madre desde Belén, desde el Calvario, y para siempre.

Y por eso, después de Dios me quieres como nadie. Yo sé que todos los amores juntos de la tierra no igualan al que Tú tienes por mí. Si esto es verdad, no puedo resistir la alegría tremenda que siento dentro de mi corazón.

Pero ese amor es algo muy especial, porque soy otro Jesús en el mundo, alter Christus.
Tú lo supiste esto antes que ningún teólogo, desde el principio de la redención. No puedo creer que me mires con mucho respeto.

Para ti un sacerdote es algo sagrado. Agradezco a tu Hijo, al Niño aquél, maravilla del mundo, que todavía contemplo reclinado en tus brazos, su sonrisa, su caricia y su abrazo que quedaron impresos a fuego en mi corazón para siempre.


Oh bendito Niño que nos vino a salvar.
Oh bendita Madre que nos lo trajiste.

Contigo nos han venido todas las gracias, por voluntad de ese Niño. Todo lo bueno y hermoso que me ha hecho, me hace y me hará feliz, tendrá que ver contigo. Por eso te llamamos con uno de los nombres más entrañables: Causa de nuestra alegría.

He sabido que tu Hijo dijo un día: "Alegraos más bien de que vuestos nombres estén escritos en el cielo" Sí. Escritos en el cielo por tu mano, Madre amorosísima. Cuando dijiste sí a Dios, escribiste nuestos nombres en la lista de los redimidos. Y esta alegría nos acompaña siempre, porque Tú tambien como Jesús estás y estarás con nosotros todos los días de nuestra vida.

¡Qué hermosa es la vida contigo, junto a ti, escuchándote, contemplando tus ojos dulcísimos y tu sonrisa infinita! También como a Dios, yo te quiero con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas.

Sigo escribiendo mi carta a la que es puerta del cielo. ¡Cómo he soñado desde aquel día, en que experimenté el cielo en aquella cueva, en vivir eternamente en ese paraíso! Junto a Dios y junto a ti, porque eso es el cielo. La puerta de la felicidad eterna, sin fin, tiene una llave que se llama María.

Cuanto anhelo ese momento en que tu mano purísima me abra esa puerta del cielo eterno y feliz.

Oh Madre amantísima, eres digna de todo mi amor, por lo buena que eres, por lo santa, santísima que eres, la Inmaculada, la llena de gracia, por ser mi Madre, por lo que te debo: una deuda infinita, porque, después de Dios, nadie me quiere tanto, por tu encantadora sencillez.

Yo sé, Madre mía, que, después de ver a Dios, el éxtasis más sublime del cielo será mirarte a los ojos y escuchar que me dices: Hijo mío, Y sorprenderme a mí mismo diciendo: Madre bendita, te quiero por toda la eternidad.

Oh Virgen clementísima, Madre del hijo pródigo -Yo soy el hijo pródigo de la parábola de tu hijo- que aprendiste de Jesús el inefable oficio de curar heridas, consolar las penas, enjugar las lágrimas, suavizar todo, perdonar todo. Perdóname todo y para siempre, oh Madre.

Bellísima reina, Madre del amor hermoso, toda hermosa eres,María. Eres la delicia de Dios, eres la flor más bella que ha producido la tierra. Tu nombre es dulzura, es miel de colmena. Dios te hizo en molde de diamantes y rubíes. Y después de crearte, rompió el molde. Le saliste hermosísima, adornada de todas las virtudes, con sonrisa celestial...

Y cuando Él moría en la cruz, nos la regaló.
Por eso, Tú eres toda de Jesús por derecho.
y toda de nosotros por regalo.

Todo tuyo y para siempre.




CONCLUSIÓN:

Asistimos hoy al desamparo de muchas madres que sufren antes de crear hijos, que siguen sufriendo al engendrarlos, y sufren mucho más al tener que educarlos, por no mencionar a las madres que suprimen a algún hijo. Todas tienen una Abogada en el cielo, que les ayuda misericordiosamente por ser Ella también mujer y madre. Todas las que deseen saber cómo es, cómo ama y cómo se realiza una mujer deben mirar al cielo y contemplar a su celestial patrona e intercesora, la redentora de la mujer, de su maternidad, de su amor y de su felicidad en la tierra y en el cielo. 



Oración:

El cielo es tu sitio, Virgen María. Y el cielo es también el sitio para tus hijos. No permitas que los hijos de una madre que vivió y murió de amor, vivan y mueran de hastío. Llévanos al cielo. Haznos vivir en la tierra como quienes están de paso hacia la felicidad eterna. Que dejemos pasar lo pasajero y nos aferremos a lo eterno. Amén.
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