miércoles, 8 de enero de 2014

MAMITA NO ME MATES


Mamita no me mates
Autor: Monseñor Jorge Monastoque Valero 



Mamita, Mamita, desde esta adorable casita en que vivo con todo el cariño del alma te escribo.

Recibe esta carta dulce Madrecita como una plegaria, como una oración. Soy alguien que al fondo de tu alma palpita. Alguien, que es pedazo de tu corazón.  
Floreciste Virgen como los rosales y el sol de verano maduró tu cuerpo
y yo como fruto de tus esponsales florecí en tu vientre, como aquel lucero, que brilla en las altas cumbres celestiales como la promesa del mejor Enero.

Desde aquí te escribo desde aquí te abrazo, con toda la fuerza vital de mi ser, y soy la semilla de este tu embarazo que quiere en tus brazos de madre nacer.

Mi ser es tan frágil como un rayo de Luna. La más leve sombra la puede dañar, todo me hace presentir que en una noche en tu vientre me van a matar.

Cuídate Mamita! Esos festivales... y esas trasnochadas... te hacen mucho mal. Todo a mi me daña. A los madrigales los queman los soles de pasión fatal.

Cuando yo sea grande y tu seas viejita cubriré de rosas tu camino verde.
Tu serás el cielo y yo la estrellita que en los blancos lirios de tu sien se pierde.

Lámpara encendida cerca de tu frente, seré yo en las noches cuando estés enferma: de tus alegrías, yo seré la fuente. Y el que no se canse y el que no se duerma.

Y cuando tu sufras y el dolor te hiera, con mis muchos besos secaré tu llanto. Te daré las flores de mi primavera, porque soy el hijo que te quiere tanto.

Si tu amor me lleva hasta tus rodillas con mis puros besos besaré tu boca. Y oirás mis gritos y las maravillas que tendrán los tonos de mi risa loca.

Pero... no me mates en tu misma entraña. Déjame Mamita, déjame nacer. Retira muy lejos, lo que a mí me daña. Soy como el rocío del amanecer.

No soy un extraño.
No soy tu enemigo.
El amor más bello me engendró la vida.
Soy tu propia sangre.
Tu mejor amigo.
Lo que tu cintura tiene florecida.

Quizás tus amigos te dirán que ahora destruyo tu vida, rompo tu futuro.
Pero de tu noche, yo seré la aurora y de tus trigales, el trigo maduro.

Desde lo profundo de tu ser suspiro vago por tu sangre, corro por tus venas. Por el claro cielo de tus ojos miro y en todo tu cuerpo reviento azucenas.

Desde tus entrañas, Madrecita mía. Te escribo esta carta, la escribo llorando. Tu respuesta espero... cuando llegue el día... Pero aunque me mates...
Yo te sigo amando!.

¡DAME CALMA, SEÑOR¡


¡Dame calma, Señor!


Déjame sentir la honda paz presente en cada experiencia, la armonía de vivir.

Dame calma, Señor, de manera que pueda entrar en la honda paz dentro de mi corazón.

Dame paz de manera que vea la bendición escondida en todas las cosas.

Guárdame de palabras ociosas y vanas fantasías. Calma la carrera de mi mente para que mis pensamientos tengan la claridad y movimiento fácil del fresco aire que respiro. Busco la serenidad de un lago tranquilo, la fuerza de un roble, el incambiable sólido poder de las montañas.

Dame calma, Señor, para que pueda emplear tiempo en gozar la paz, en la belleza que has creado a mi alrededor.

Necesito tiempo para pensar, tiempo para considerar soluciones a problemas; tiempo para confortar mi interno ser y mi vida en amor y divino.

Amén.

DA GRACIAS


Da gracias...


Da gracias, por la vida misma
aunque la tuya no sea la más perfecta,
Dios te la dio y el tenerla es ya un milagro.
Aprende a valorarla para hacerla llevadera,
no hagas de ella algo vano y vacío.

Da gracias por el aire que respiras,
es tan natural y vital y ni cuenta te das
de que sin él con seguridad no vivirías.
Por cada respiro que des, recuerda y ten presente
que Dios lo creó pensando en ti.

Da gracias por la luz del sol,
es la que te permite que veamos el día en esplendor,
la que da vida a la hermosura de la creación
y da calor a los seres vivos de la tierra.

Da gracias por la noche,
Dios la hizo para darnos descanso
para que la tierra repose del afán del día,
y es cuando realmente puedes relajarte y meditar
para poder reponer fuerzas para seguir adelante.

Da gracias por el agua que cae del cielo,
Dios la envía para hacer de nuestro suelo
uno fértil y productivo,
y es la misma agua que al estar sedientos
calma nuestra sed.

Da gracias por las pruebas que llegan a ti,
no te lamentes cuando éstas llegan,
más bien tómalas de un modo positivo,
las pruebas purifican tu espíritu
y te hacen más fuerte para enfrentarte a la vida.

Da gracias por todo lo que eres,
no te quejes de que no siempre es como quieres.
Dios permite todo lo que llega a tu vida,
pero lo permite porque tiene su razón de ser.
Nada pasa sólo porque sí,
al final verás y entenderás la razón.

Da gracias a Dios por todo,
por las cosas grandes y aún por pequeñeces,
Él, muy agradecido nos recompensará.

Da siempre gracias...
sentirás alivio y paz si las das de corazón.

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
ORACIÓN DE SAN ILDEFONSO DE TOLEDO
Arzobispo de Toledo. +667
23 de enero

Señora mía, dueña y poderosa sobre mí, madre de mi Señor, sierva de tu Hijo, engendradora del que creó el mundo, a ti te ruego, te oro y te pido que tenga el espíritu de tu Señor, que tenga el espíritu de tu Hijo, que tenga el espíritu de mi Redentor, para que yo conozca lo verdadero y digno de ti, para que yo hable lo que es verdadero y digno de ti y para que ame todo lo que sea verdadero y digno de ti. Tú eres la elegida por Dios, recibida por Dios en el cielo, llamada por Dios, próxima a Dios e íntimamente unida a Dios. Tú, visitada por el ángel, saludada por el ángel, bendita y glorificada por el ángel, atónita en tu pensamiento, estupefacta por la salutación y admirada por la anunciación de las promesas.

He aquí que tú eres dichosa entre las mujeres, íntegra entre las recién paridas, señora entre las doncellas, reina entre las hermanas. He aquí que desde ese momento te dicen feliz todas las gentes, te conocieron feliz las celestes virtudes, te adivinaron feliz los profetas todos y celebran tu felicidad todas las naciones. Dichosa tú para mi fe, dichosa tú para mi alma, dichosa tú para mi amor, dichosa tú para mis predicciones y predicaciones. Te predicaré cuanto debes ser predicada, te amaré cuanto debes ser amada, te alabaré cuanto debes ser alabada, te serviré cuanto hay que servir a tu gloria. Tú, al recibir sólo a Dios, eres posterior al Hijo de Dios; tú, al engendrar a un tiempo a Dios y al hombre, eres antes que el hombre hijo, al cual, al recibirle solamente al venir, recibiste a Dios por huésped, y al concebirle tuviste por morador, al mismo tiempo, al hombre y a Dios. En el pasado eres limpia para Dios, en el presente tuviste en ti al hombre y a Dios, en el futuro serías madre del hombre y de Dios; alegre por tu concepción y tu virginidad, contenta por tu descendencia y por tu pureza y fiel a tu Hijo y a tu esposo. 

Conservas la fidelidad a tu Hijo, de modo que ni El mismo tenga quien le engendre; y de tal modo conservas fidelidad a tu esposo, que él mismo te conozca como madre sin concurso de varón. Tanto eres digna de gloria en tu Hijo cuanto desconoces todo concurso de varón, habiendo sabido lo que debías conocer, docta en lo que debías creer, cierta en lo que debías esperar y confirmada en lo que tendrías sin pérdida alguna.

CONECTAR CON DIOS

Autor: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com
Conectar con Dios
Don de Dios que sale a buscarnos y se desborda con aquellos que se detienen y se sientan a escucharle.
 
Conectar con Dios

Fui a un mercado de frutas y verduras: gente por todas partes, como en los aeropuertos. Un buen anciano salió de su puesto y vino a saludarme. Me dio a probar una de sus mandarinas. Me senté a conversar con él, de su vida, su familia, su salud, sus creencias, sus temores e ilusiones. Se interesó por las mías. Eligió con cuidado y cariño una buena variedad de frutas, las puso en una bolsa y me las dio para el camino. Nos abrazamos y nos despedimos. El anciano y yo conectamos, nuestro encuentro fue encuentro humano que no tuve con los cientos de personas con quienes me crucé por los pasillos del mercado.

A Jesucristo le gusta salir al paso de las personas y detenerse con ellas. Se detiene con la mujer samaritana, con el joven rico, con Zaqueo, con Nicodemo, con el ciego de nacimiento, con la hemorroísa, con los dos de Emaús. No se hace de rogar, sino más bien mendiga nuestra atención: "Si alguno oye mi voz y me abre, cenaremos juntos." (Apoc 3,20) y si le damos tiempo, le damos acogida y le ofrecemos nuestro amor, nos conduce a la soledad y nos habla al corazón (cfr. Os 2,16) y se nos revela: "Si alguno me ama, yo le amaré, y me manifestaré a él." (Jn 14,21)

La experiencia de Dios en esos encuentros va más allá del conocimiento intelectual, es un conocimiento de primera mano de orden sobrenatural. Cuando Dios nos concede la gracia de hacer la experiencia de su amor, es su presencia personal la que nos interpela. En palabras del Card. Ratzinger: "somos alcanzados por el dardo de la Belleza". Esto nos permite alcanzar un conocimiento más real y profundo de Él. Experimentamos confianza, seguridad, plenitud, misericordia, que no son simples sentimientos, sino certezas profundas, certezas de fe, experiencia del amor de una Persona; don de Dios que sale a buscarnos y se desborda con aquellos que se detienen y se sientan a escucharle. Pero andamos siempre de prisa... Las prisas, de cuánto nos perdemos por las prisas, especialmente en la oración.

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Cuando oramos, de eso se trata: de conectar con Dios. Orar es tomar conciencia de la presencia de Dios, detenernos con él, someternos a su atracción, dejarnos iluminar por él. Cuando oramos percibimos con la fe algo invisible que nos mueve, una fuerza espiritual dentro de nosotros. Es el Espíritu Santo.

A la oración hay que ir abiertos, deseosos de encontrar a Dios, suplicándole con fuerza: "Entra a tu jardín" Señor (Cant 1,5), quiero estar contigo y escucharte: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1 Sam 3,9), "Muéstrame tu rostro" (Cant 2,14).

Todos los días, de una u otra forma, Dios sale a nuestro encuentro, como el anciano de la frutería. Podemos detenernos con Él y vivir la experiencia de un encuentro de fe y amor. Siempre saldremos de allí reconfortados y con una bolsa llena de provisiones, como Elías a quien Dios le mandó su ángel y le dijo: "Levántate y come porque el camino es demasiado largo para ti" (1 Re, 19,7) y con la fuerza de la gracia de Dios podremos reemprender el camino con ganas de volver a encontrarlo. 
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