sábado, 17 de febrero de 2018

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 17 FEBRERO


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
17 de Febrero




La propaganda comercial, las exigencias de la actual sociedad de consumo, la natural inclinación a la mediocridad torturan el corazón del hombre, inclinándolo  a la ambición, al deseo incontrolado de poseer más y más. Pero Jesús nos presenta esta aguda reflexión: "¿Dé que sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde o arruina su vida?

Cuando partas de este mundo, no te llevarás contigo sino tus obras buenas o malas; las buenas para tu tranquilidad, las malas para tu tormento Luego piensa si está bien que emplees tanto empeño y tantos esfuerzos y cansancios y en cambio seas tan corto y limitado en lo que hace al bien de tu alma.

Las cosas no son importantes; el importante eres tú; las cosas no pasan las barreras del tiempo; tú estás destinado para la eternidad.



*P. Alfonso Milagro

DE QUÉ TENGO YO QUE ARREPENTIRME?


¿De qué tengo yo que arrepentirme?
Sábado después de Ceniza. Quitar de nuestro corazón todo aquello que lo aparte de Dios Nuestro Señor. 


Por: P. Cipriano Sanchez LC | Fuente: Catholic.net 




La cuaresma es tiempo de arrepentimiento. Quizá a nosotros la llamada al arrepentimiento que es la Cuaresma, podría parecernos un poco extraña, un poco particular, porque podríamos pensar: ¿de qué tengo yo que arrepentirme?. Arrepentirse significa tener conciencia del propio pecado. La conversión del corazón es el tema que debería de recorrer nuestra Cuaresma, tener conciencia de que algo he hecho mal, y podría ser que en nuestras vidas hubiéramos dejado un poco de lado la conciencia de lo que es fallar. Fallar no solamente uno mismo o a alguien a quien queremos, también la conciencia de lo que es fallarme a mí.

Pudiera ser también que en nuestra vida hubiéramos perdido el sentido de lo que significa encontrarnos con Dios, y quizá por eso tenemos problemas para entender verdaderamente lo que es el pecado, porque tenemos problemas para entender quién es Dios. Solamente cuando tenemos un auténtico concepto de Dios, también podemos empezar a tener un auténtico concepto de lo que es el pecado, de lo que es el mal.

La cuaresma es todo un camino de cuarenta días hasta la Pascua, y en este camino, la Iglesia nos va a estar recordando constantemente la necesidad de purificarnos, la necesidad de limpiar nuestro corazón, la necesidad de quitar de nuestro corazón todo aquello que lo aparte de Dios N. S. La Cuaresma es un período que nos va a obligar a cuestionarnos para saber si en nuestro corazón hay algo que nos está apartando de Dios Nuestro Señor. Esto podría ser un problema muy serio para nosotros, porque es como quien tiene una enfermedad y no sabe que la tiene. Es malo tener una enfermedad, pero es peor no saber que la tenemos, sobre todo cuando puede ser curada, sobre todo cuando esta enfermedad puede ser quitada del alma.

Qué tremendo problema es estar conviviendo con una dificultad en el corazón y tenerla perfectamente tapada para no verla. Es una inquietud que sin embargo la Iglesia nos invita a considerar y lo hace a través de la Cuaresma. Durante estos cuarenta días, cuando leemos el Evangelio de cada día o cuando vayamos a Misa los domingos, nos daremos cuenta de cómo la Biblia está constantemente insistiendo sobre este tema: Purificar el corazón, examinar el alma, acercarse a Dios, estar más pegado a Él. Todo esto, en el fondo, es darse cuenta de quién es Dios y quién somos nosotros.

Por otro lado, el hecho de que el sacerdote nos ponga la ceniza, no es simplemente una especie de rito mágico para empezar la Cuaresma. La ceniza tiene un sentido: significa una vida que ya no existe, una vida muerta. También tiene un sentido penitencial, quizá en nuestra época mucho menos, pero en la antigüedad, cuando se quería indicar que alguien estaba haciendo penitencia, se cubría de ceniza para indicar una mayor tristeza, una mayor precariedad en la propia forma de existir.

Preguntémonos, si hay en nuestra alma algo que nos aparte de Dios. ¿Qué es lo que no nos permite estar cerca de Dios y que todavía no descubrimos? ¿Qué es lo que hay en nosotros que nos impide darnos totalmente a Dios Nuestro Señor, no solamente como una especie de interés purificatorio personal, sino sobre todo por la tremenda repercusión que nuestra cercanía a Dios tiene en todos los que nos rodean?. Solamente cuando nos damos cuenta de lo que significa estar cerca de Dios, empezaremos a pensar lo que significa estar cerca de Dios para los que están con nosotros, para los que viven con nosotros. ¿Cómo queremos hacer felices a los que más cerca tenemos si no nos acercamos a la fuente de al felicidad? ¿Cómo queremos hacer felices a aquellos que están más cerca de nuestro corazón si no los traemos y los ayudamos a encontrarse con lo que es la auténtica felicidad?.

Qué difícil es beber donde no hay agua, qué difícil es ver donde no hay luz. Si a mí, Dios me da la posibilidad de tener agua y tener luz, ¿solamente yo voy a beber? ¿Solamente yo voy a disfrutar de la luz?. Sería un tremendo egoísmo de mi parte. Por eso en este camino de Cuaresma vamos a empezar a preguntarnos: ¿Qué es lo que Dios quiere de mí? ¿Qué es lo qué Dios exige de mí? ¿Qué es lo que Dios quiere darme? ¿Cómo me quiere amar Dios?, para que en este camino nos convirtamos, para aquellas personas que nos rodean, en fuente de luz y también puedan llegar a encontrarse con Dios Nuestro Señor.

Ojalá que hagamos de esta Cuaresma una especie de viaje a nuestro corazón para irnos encontrando con nosotros mismos, para irnos descubriendo nosotros mismos, para ir depositando esa ceniza espiritual sobre nuestro corazón de manera que con ella vayamos nosotros cubriéndonos interiormente y podamos ver qué es lo que nos aparta de Dios.

La ceniza que nos habla de la caducidad, que nos habla de que todo se acaba, nos enseña a dar valor auténtico a las cosas. Cuando uno empieza a carecer de algunas cosas, empieza a valorar lo que son los amigos, lo que es la familia, lo que significa la cercanía de alguien que nos quiere. Así también tenemos que hacer nosotros, vamos a ir en ese viaje a nuestro corazón para que, valorando lo que tenemos dentro, nos demos cuenta de cuanto podemos dar a los que están con nosotros.

Este es el sentido de ponerse ceniza sobre nuestras cabezas: el inicio de un preguntarnos, a través de toda la Cuaresma, qué es lo que quiere Dios para nosotros; el inicio de un preguntarnos qué es lo que el Señor nos va a pedir y sobre todo, lo más importante, qué es lo que nosotros vamos a podré dar a los demás. De esta manera, vamos a encontrarnos verdaderamente con lo más maravilloso que una persona puede encontrar en su interior: la capacidad de darse.

Recorramos así el camino de nuestra Cuaresma, en nuestro ambiente, en nuestra familia, en nuestra sociedad, en nuestro trabajo, en nuestras conversaciones. Buscar el interior para que en todo momento podamos encontrarnos en el corazón, no con nosotros mismos, porque sería una especie de egoísmo personal, sino con Nuestro Padre Dios; con Aquél que nos ama en el corazón, en lo más intimo, en lo más profundo de nosotros.

Que el bajar al corazón en esta Cuaresma sea el inicio de un camino que todos nosotros hagamos, no solamente en este tiempo, sino todos los días de nuestra vida para irnos encontrando cada día con el Único que da explicación a todo. Que la Eucaristía sea para nosotros ayuda, fortaleza, luz, consuelo porque posiblemente cuando entremos en nuestro corazón, vamos a encontrar cosas que no nos gusten y podríamos desanimarnos. Hay que recordar que no estamos solos. Que no vamos solos en este viaje al corazón sino que Dios viene con nosotros. Más aún, Dios se ofrece por nosotros, en la Eucaristía, para nuestra salvación, para manifestarnos su amor y para darse en su Cuerpo y en su Sangre por todos nosotros.

EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 17 DE FEBRERO 2018


Lecturas de hoy Sábado después de Ceniza
Hoy, sábado, 17 de febrero de 2018


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (58,9b-14):

ESTO dice el Señor:
«Cuando alejes de ti la opresión,
el dedo acusador y la calumnia,
cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo
y sacies al alma afligida,
brillará tu luz en las tinieblas,
tu oscuridad como el mediodía.
El Señor te guiará siempre,
hartará tu alma en tierra abrasada,
dará vigor a tus huesos.
Serás un huerto bien regado,
un manantial de aguas que no engañan.
Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas,
volverás a levantar los cimientos de otros tiempos;
te llamarán “reparador de brechas”,
“restaurador de senderos”,
para hacer habitable el país.
Si detienes tus pasos el sábado,
para no hacer negocios en mi día santo,
y llamas al sábado “mi delicia”
y lo consagras a la gloria del Señor;
si lo honras, evitando viajes,
dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos,
entonces encontrarás tu delicia en el Señor.
Te conduciré sobre las alturas del país
y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre.
Ha hablado la boca del Señor».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 85,1-2.3-4.5-6

R/. Enséñame, Señor, tu camino, 
para que siga tu verdad

V/. Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti. R/.

V/. Piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti, Señor. R/.

V/. Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,27-32):

EN aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy sábado, 17 de febrero de 2018
Severiano Blanco, misionero claretiano



Queridos hermanos:

Los publicanos constituían el sector más aborrecido en tiempos de Jesús. Y na faltaban razones objetivas para ello, pues Palestina había sido conquistada por Roma y los publicanos eran los representantes de ese poder de ocupación. Eran colaboracionistas, por tanto antipatriotas; y frecuentemente eran tramposos y aprovechados en el cobro de los impuestos supuestamente para Roma. Además eran religiosamente impuros: tenían contacto frecuente con los paganos (los “perros”), a quienes debían hacer entrega de lo recaudado.

El trato de Jesús con publicanos, sobre todo el hecho de comer alguna vez con ellos (un judío no puede juntarse con cualquiera, y menos a comer, cf. Hch 10,28), tuvo que desconcertar en extremo a quienes, por otra parte, le veían como un profeta, que solo sabía hablar de la vida en fidelidad al Dios de la alianza.

La llamada de Leví es un paso “fuerte” en el proceder de Jesús. Ya no será un juntársele eventualmente, sino un convivir. Los evangelistas han sabido describir la escena con simplicidad pero con un gran mensaje catequético: Jesús es el que pasa, mira y llama, eso sí, con autoridad irresistible. Leví es el que, ante la mirada y llamada de Jesús, deja todo y le sigue. Jesús es el gran valor, como el tesoro escondido en el campo por cuya adquisición uno se desprende de todo (cf. Mt 13,44).

Surge el seguimiento, concepto central en la vida de Jesús y la del discípulo. “Seguir” no es un mero compartir camino, sino sobre todo compartir sentimientos e ideales, compartir la vida. El seguidor se convierte en otro Jesús, se compromete como él, asume el camino hacia Jerusalén, expone su vida. Surge ese “ya no vivo yo, pues es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).

Con la llamada de Leví a su seguimiento, Jesús crea comunidad y comunión de vida donde era impensable. Los marginados son acogidos; y “en gran número”. Y la escena constituye el contexto para que Jesús haga una de sus afirmaciones solemnes: “he venido a llamar a los pecadores”. En aquel ambiente social y religioso significa: “lo que teníais por irrecuperable no lo es”.  

Si unimos este mensaje al del profeta Isaías, surge una conclusión a la vez elemental y fascinante: las cosas pueden ser de otra manera. Es un adelanto del mundo futuro, aquel que se anuncia al final del Nuevo Testamento: “He aquí que hago nuevas todas las cosas”  (Apocalipsis 21,5).

En este tiempo fuerte, en esta cuaresma, Jesús nos llama a colaborar en la nueva creación, a que no seamos quienes murmuran de su proyecto y le buscan las vueltas, sino quienes encuentran en el Señor su delicia y en sus planes la pasión de su vida.

Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf 

FELIZ SÁBADO




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